Saduceos, fariseos, escribas y otros grupos

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Saduceos, fariseos, escribas y otros grupos judaicos
Rebeca Reynaud
La característica más importante del judaísmo, antes de la destrucción del Templo
en el año 70, era la pluralidad. Los grupos más significativos fueron los fariseos,
los saduceos, los escribas y los zelotes; luego, los samaritanos y los
herodianos.
En los tiempos de Jesucristo, los saduceos y los fariseos formaban, dentro del
pueblo judío, las dos principales agrupaciones. Eran dos corrientes contrapuestas.
La palabra “fariseo” viene del hebreo perushim y del arameo perishajja. Los
fariseos tenía prácticamente copados los puestos de escribas o doctores de la ley.
Eran mucho más observantes que los saduceos y más estrictos en el cumplimiento
de los preceptos.
Un pagano le pidió al célebre Hillel ¾fariseo anterior en pocos años a Jesús¾ que le
explicara toda la Ley en el tiempo durante el cual pudiese sostenerse sobre un solo
pie. Respondió: “Lo que no desees para ti, no lo hagas a tu prójimo”. Esto es toda
la Ley, y lo demás es comentario. Pero la realidad es que los fariseos ponían más
énfasis en el comentario a la Torá, que en la Torá misma, y a veces el comentario
contradecía la Ley. Toda la elaboración de la Ley que llevaron a cabo los fariseos
tenía mucha hojarasca; en un mar de futilidades y pedanterías había algunas perlas
valiosas. Por eso Jesús les dijo: “Transgreden el precepto de Dios por la tradición”
(Mt 15, 3, 6; Mc 7,9).
La palabra “saduceo” viene de sadoq, cabeza de una familia sacerdotal antigua.
Lo que los separaba era la respuesta a ¿por qué estatuto se debe regir la nación
elegida? Los saduceos decían que por la Torá (ley escrita: en pentateuco); los
fariseos, por la ley escrita y la ley oral (preceptos de la tradición).
Los saduceos formaban una facción, muy extendida entre la clase sacerdotal. Eran
aristócratas, sacerdotales y laicos, que por su riqueza y cargos mantenían una
posición influyente. Con el fracaso del año 70, desaparecieron de la escena
histórica. Respecto de Jesús, los evangelios nos los presentan como los principales
adversarios en Jerusalén y los responsables más directos de la condena que lleva a
ejecución la autoridad romana.
Como en la Torá no hay claramente una doctrina sobre la resurrección de los
muertos, los saduceos la negaban. Con la catástrofe del año 70 los saduceos
desaparecieron de la historia.
El escriba era el hombre de la Ley, el erudito, en su gran mayoría era hombre de
condición laica; tenía el título honorífico de Rab (grande) o Rabbí (grande mío). El
padre espiritual del pueblo era el escriba, no el sacerdote (en tiempos de
Jesucristo). Cualquier descendiente de Abraham podía ser escriba. Por lo general
llegaban a ser escribas a los 40 años, habiendo empezado a estudiar en la infancia,
por lo que tenían un oficio manual para sostenerse.
La palabra “zelotes” viene de “celosos” aplicadores de la Ley. El arma más usada
por ellos era un puñal corto o sica. Los zelotes eran un grupo revolucionario
opuesto al poder romano. Hoy día se duda de que en tiempos de Jesús se hubiera
ya constituido este grupo, a pesar de que tradicionalmente se ha considerado su
fundación en el año 6 d.C. por Judas el Galileo. Investigaciones más recientes
afirman que su nacimiento debió ser poco antes de la guerra del 66 d.C., y por
tanto inexistente en el momento de la muerte del Señor (Dr. Vicente Balaguer,
Apuntes inéditos de Evangelios Sinópticos).
Los samaritanos formaban un grupo heterodoxo dentro del mundo judío,
enemistado con todos los grupos anteriores.
Los herodianos constituían un grupo pro-romano, partidario de esta dinastía y de
su política de buenas relaciones y de sometimiento a Roma.
Otro tema aparte es el de Templo y Sacerdocio que aquí tocaremos muy
brevemente, pues será tema de otro escrito.
El centro espiritual del judaísmo es el Templo de Jerusalén, legítimamente erigido.
La religión necesitaba un Templo, y el Templo exigía el sacerdocio. Jerusalén era
considerado el lugar más santo de todos. Y el Sumo Sacerdote el hombre más
próximo a Dios. El sacerdocio quedó circunscrito a la liturgia del Templo.
El templo frecuentado por Jesús fue el de Herodes el Grande. El primero lo hizo
Salomón, el 2º, los que regresaron de la cautividad de Babilonia, y éste era el 3°.
Herodes contrató 10 mil obreros para construirlo. Las obras empezaron en el año
20-19 A.C. Durante las obras no se interrumpieron los oficios litúrgicos, porque iban
demoliendo y reconstruyendo. Lo más fuerte duró 8 años en construirse, pero los
trabajos complementarios se prolongaron hasta el año 62 D.C., o sea, poco antes
de que el templo fuese destruido por los romanos (Ricciotti).
El Sumo Sacerdote, una vez electo, era el primer ministro del culto y el jefe de los
servicios del Templo. A él le correspondía celebrar la liturgia del día (yom) del
Kippur o Expiación (día de reposo y ayuno absoluto, y día en que entraba en el
Santo de los santos del Templo). Era también cabeza del Sanedrín.
Flavio Josefo (judío) y Cornelio Tácito refieren que uno de los años inmediatamente
anteriores al incendio del Templo, en la fiesta de Pentecostés estando reunidos los
sacerdotes en el templo interior, oyeron una voz, acompañada de una sacudida y
un golpe, que decía: “Nos vamos de aquí” (Guerra judía VI, 299). El pueblo no
los quería, como no abandonaron el templo, Dios los abandonó, dejándolos en un
Templo para siempre vacío de la presencia divina.
La sinagoga fue un lugar de plegaria. Ya en el s.III a.C. se encuentran referencias
arqueológicas de edificios sinagogales. El objeto principal del interior de la sala era
el santo armario o arca, donde se custodiaban los rollos de la Santa Escritura. El
sábado judaico comenzaba al anochecer del viernes y terminaba al anochecer del
sábado. La tarde del viernes se llamaba “vigilia del sábado” o “parasceve” o
“preparación”.
Para el judío, la mancha moral del pecado producía también una mancha física. El
contacto con determinados objetos que eran efecto del pecado, producían en quien
los tocaba un rebajamiento espiritual, una especie de mácula moral. Encontramos
sentencias rabínicas de este género: Quien come pan sin lavarse las manos es
como quien frecuenta una meretriz.
Con la destrucción de Jerusalén y del Estado judío en el año 70, la vida espiritual
del judaísmo quedó representado por la tendencia de los fariseos, los cuales se
dedicaron a perpetuar la tradición oral.
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