Primeras formas de monaquismo cristiano en Egipto: una construcción social y cultural en los márgenes del poder hegemónico Susana Arcilla y Diana Narez ∗ Resumen Las primeras formas de monaquismo cristiano en Egipto, durante el siglo III, nos muestran un caso de opción de vida ante una crisis, una solución ideológicamente cristiana a un problema social indisoluble. Visualizamos así el paso de un modelo cultural a otro, posibilitando una alternativa frente a la institucionalización del poder episcopal y el poder político imperial. La presencia de los monjes garantizaba el mensaje evangélico generando una salida posible para un grupo social cada vez más compacto, en un mundo rural empobrecido. La literatura hagiográfica se convierte en fuente histórica, representando la concepción del cristianismo como salvación del individuo frente a un proyecto social, urbano y civilizado, generador de distanciamiento. El análisis del caso, las primeras formas de anacoretismo cristiano, se realiza desde un enfoque de investigación cualitativa; tratando de dar cuenta de la perspectiva de los actores sociales, lo que implica vislumbrar cómo se inscribe, recrea, practica y concibe cierto fenómeno para determinada población. Problemática La Antigüedad Tardía es el período comprendido entre finales del siglo III y el siglo IX, y desde el punto de vista historiográfico implica un proceso de cambios que abarcaba un cuerpo político muy complejo, una gran extensión territorial y una diversidad de sociedades y etnias que conformaron un fenómeno de tensión entre lo que permanece y lo que cambia. ∗ Susana Arcilla, Profesora de Historia, Jefa de Trabajos Prácticos Historia Medieval y Ayudante de Primera, Historia de la Antigüedad Clásica. Universidad Nacional de la Patagonia. Sede Trelew. [email protected] ; Diana Narez, Profesora a cargo de Historia de de la Antigüedad Clásica. Universidad Nacional de la Patagonia. Sede Trelew. [email protected] ; este trabajo fue presentado y aprobado en el marco del programa de Formación virtual de posgrado en CAICYT-CONICET, Área Ciencias Sociales, 2009 bajo el título “Construcción de proyectos en ciencias sociales: Investigación cualitativa, acción social y gestión cultural”. 1 Dentro de las problemáticas del período mencionado, el surgimiento de la Iglesia como institución religiosa y a la vez política, de la mano del Estado Imperial, es una de las temáticas de análisis más relevantes en el dictado de las cátedras y también como objeto de estudio en el área de la investigación. El surgimiento del Cristianismo pone en evidencia las grandes contradicciones que genera su institucionalización y el monacato resulta, desde una mirada crítica, un atajo importante en el proceso de afianzamiento de la Iglesia jerárquica. 1 El siglo III es un siglo de transformaciones y la práctica del ascetismo deviene en una forma distinta de pensar el camino a seguir por muchos hombres y mujeres de distintos lugares del Imperio, que buscaban en las formas primitivas del cristianismo una alternativa de vida posible. Uno de los inconvenientes en el abordaje del surgimiento del ascetismo en fronteras imperiales, específicamente Egipto, es la búsqueda de fuentes. La mayoría de las mismas se encuentran en idioma copto por lo que se debió recurrir a traducciones de rigurosidad científica y a herramientas teóricas de especialistas. Puntualmente en este trabajo el interés estuvo puesto en las estrategias metodológicas de la investigación cualitativa, con compromiso y a la vez distancia para dejar fluir la voz de los protagonistas…aquellos primeros anacoretas que a nuestro entender derivaron -a partir de sus prácticas- en un modelo cultural distinto, propio de un universo simbólico sumamente heterogéneo en el Egipto del siglo III. A partir de la investigación cualitativa se pudieron determinar algunas cuestiones relativas a la composición social en el mundo rural de Egipto del siglo III. Se sabe de la presencia de hombres y mujeres invisibilizados, que no tenían voz, y que eran los pobres y agobiados del Imperio, oprimidos por un estado fiscal y registrados desde las instituciones como parte de un sistema estático. Desde este nuevo enfoque estos grupos sociales se nos presentan en las fuentes sugerentemente activos, intentando a partir de nuevas formas una alternativa a la propuesta del poder hegemónico. Largas discusiones apasionaron el análisis, formas diferentes de mirar el objeto de estudio, marchas y contramarchas, planteos, hipótesis y al fin de cuentas el permitir dejar decir, hablar y contar a los verdaderos protagonistas de la Historia. Además de sostener la metodología de la investigación cualitativa para enfocar el trabajo a realizar, se 1 utilizó como soporte la perspectiva brindada por distintas DRI, Rubén : Autoritarismo y democracia en la Biblia y en la Iglesia. Buenos Aires, Biblos , 1996. 2 interpretaciones del concepto de cultura que permitieron anclar nuestro objeto de estudio desde un universo mental más amplio. El monaquismo tiene lazos estrechos con la virtud fundamental de la ética judeo cristiana: la sencillez, el que realiza la unidad en su vida, consagrándose por entero al servicio de Dios. En esta sencillez o unidad estaría la esencia misma del monaquismo, presente en todas sus formas históricas. 2 Contextualización El desarrollo del monacato desde sus debatidos orígenes hasta su configuración final en determinados espacios geográficos, caso Egipto en la segunda mitad del siglo III y principios del IV puede ser considerado como uno de los rasgos más extraordinarios e interesantes del cristianismo oriental. En torno a los orígenes Weingarten defendía en su tesis (1876) que las raíces del monacato cristiano debían buscarse en el paganismo egipcio, con los denominados katochoi, o reclusos de los templos de Serapis, quienes renunciaban a sus tierras, vivían en clausura, practicaban la ascesis y combatían a los demonios; otros historiadores vieron en ellos a meros imitadores de los solitarios del budismo; incluso algunos como Reitzenstein, opinaban que el monacato cristiano se produjo a partir de una combinación de ideas filosóficas del mundo helenista entre los siglos II y IV . 3 También se ha observado cierto paralelismo entre el “hombre divino” del pitagorismo y los monjes. Igualmente es conveniente resaltar que el interés que suscitó el descubrimiento en 1946 de los manuscritos hebreos, denominados rollos del Mar Muerto, en la región de Qumran, despertó numerosas inquietudes. En ellos se habla de una comunidad judía que en el siglo II a C. surgió en el desierto de Judea, viviendo en comunidad y celibato, y guardando obediencia a sus leyes y superiores. Dejando de lado las especulaciones de historiográficas, nos encontramos con que los monjes más antiguos opinaban que su ascendencia se hallaba en Elías o Juan el Bautista. Así San Jerónimo manifestaba… “Considerad, monjes, vuestra dignidad: Juan es el príncipe de vuestra institución. Es monje, apenas nacido, vive en el desierto, se educa en el desierto, espera a Cristo en la soledad….” 4 2 GUILLAUMONT, Antoine: Orígenes del monaquismo cristiano. París, 1979. ARRANZ, Ana: “Los orígenes del monacato”. En Cuadernos de Historia, Nº 35, Madrid, Hispamérica 1982. 4 ARRANZ, Ana: Op. Cit. 3 3 Sin restar mérito a dichas tesis, parece más convincente y objetivo considerar que el monacato fue la síntesis de una doble combinación, por un lado las infiltraciones procedentes de otras corrientes espirituales anteriores y por otro una serie de circunstancias que propiciaron este movimiento, con características que oscilaban entre causas morales y otras ligadas a la pura coyuntura histórica. Hasta no hace muchos años la casi totalidad de estudios sobre el tema coincidía en presentar a Egipto como la cuna de los primeros monjes. Esta conclusión se apoyaba en dos particularidades del medio geográfico, en primer lugar, Egipto contaba con extensos territorios despoblados; en segundo lugar, los monjes estuvieron allí exentos de prestar servicio militar, pagar impuestos y realizar trabajos obligatorios. Sin embargo, hoy se duda, incluso se niega, que el monacato cristiano fuese un producto de exportación de la Iglesia copta y se preferiere subrayar un origen múltiple en distintos lugares. No obstante, esta postura admite que los monjes egipcios llegaron a ser los más reconocidos, y que este territorio se convirtió a fines del siglo IV en el paraíso de los mismos. Voobus dice que, no obstante que la tradición atribuya el origen del monacato sirio a la influencia de Egipto y a la presencia en Siria de un discípulo de Antonio - Hilarión de Gaza- el monacato sirio parece haberse formado independientemente del egipcio, aunque de forma paralela y casi sincrónica. 5 Al analizar el espíritu, las vicisitudes y los fines de los primeros anacoretas, se plantea el inconveniente de las fuentes. Tanto la Historia Lausíaca de Paladio como la Vida de Antonio, de San Atanasio, adolecen de ciertas inexactitudes: anacronismos, identificación de acontecimientos históricos con anécdotas, recuerdos o hechos extraordinarios. Sin embargo, constituyen un precioso relato de lo que se ha denominado historia psicológica. La Vida de San Antonio logró convertirse de inmediato en un clásico del monacato y de la espiritualidad: logró ser el prototipo de hagiografía y contribuyó a la expansión monástica, gracias a las enseñanzas que proporcionaba el monje sobre cómo servir mejor a Dios. Por su parte la obra de Paladio, independientemente de intercalar anécdotas, describe ciudades, aldeas y personajes, según él, con gran exactitud… “Después de recorrer en viaje a pie, por un fin piadoso, muchas ciudades y aldeas, 5 VOOBUS, Arthur.: Historia del Ascetismo en Siria Oriental. Lovaina, CSCO, 1959. 4 todas las lauras 6 y tiendas de los monjes del yermo, he descrito con gran exactitud, lo que yo visité en persona y lo que oí en boca de los santos padres….” 7 Respecto de la historia psicológica mencionada previamente, se argumenta que el tema del monacato en Oriente es quizá uno de los que mejor se adecua para llevar a cabo un estudio bajo el prisma de la Historia de las Mentalidades. Siguiendo a Vovelle, la historia de las mentalidades plantea ´´el estudio de las meditaciones y de la relación dialéctica entre las condiciones objetivas de la vida de los hombres y la manera en que la cuentan y aún en que la viven” 8 . La prospección de la mentalidad lejos de ser un camino mistificador se convierte en una ampliación esencial del campo de la investigación. No como un territorio extraño, exótico, sino como la prolongación natural y el punto final de toda historia social. 9 En el caso de estudio que se presenta, se percibe que la imaginación desbordante, el sentimiento espiritual, la fantasía e incluso la superstición que se encuentra en las fuentes, superan el mero tratamiento cronológico y la búsqueda del hecho fidedigno y aportan elementos nuevos al estudio de la Historia cultural del período romano tardío y protobizantino. Los aportes de la literatura hagiográfica se centran en el análisis antropológico o sociológico de la cultura subyacente en sus relatos. Desde esta perspectiva, el esfuerzo radica en pasar al otro lado de la barrera, para intentar el análisis desde dentro del universo mental de los marginados y poder traspasar a un espacio ausente en la historiografía tradicional, particularmente interesada en el espacio urbano, esto es, al mundo rural que permite incorporar campesinos, nómades del desierto, errantes, mendigos, todos actores ignorados desde la historiografía clásica. En Historia Lausíaca y Vida de Antonio la fantasía y la realidad se hallan estrechamente unidas y constituyen una poderosa fuente que facilita el conocimiento del fenómeno del monaquismo, constructor de un poder carismático dentro de la Iglesia institucional. Una mirada El análisis del caso, las primeras formas de anacoretismo cristiano, se realiza desde un enfoque de investigación cualitativa, tratando de dar cuenta de la perspectiva de los 6 Laura: agrupamiento de ermitaños bajo la dirección de un abad. PALADIO: .Historia Lausíaca. Madrid, Ed. Studium ,1970. 8 VOVELLE, Michel: Ideología y mentalidades. Barcelona., Ariel, 1985. 7 5 actores, lo que implica contemplar conceptual y metodológicamente cómo se inscribe, recrea, practica y concibe cierto fenómeno para determinada población.10 Para comprender y reconstruir el espíritu, la atmósfera de un tiempo que ya no existe, para sentirse de alguna manera en verdad contemporáneo de sí mismo y de los hombres de tiempos pasados, la mayor dificultad no está constituida por lo que haría falta saber sino por todo lo que haría falta saber olvidar, ignorar, poner entre paréntesis, suspender de alguna manera. Egipto Tardío En el Egipto de la segunda mitad del siglo III y principios del IV uno de cada tres habitantes de las poblaciones más grandes se ocupaba de la administración fiscal y el mantenimiento de la ley y el orden. Las nuevas provincias occidentales pasaron a formar parte, junto con las de Mediterráneo y las de Oriente de un mismo sistema imperial coercitivo. Las miserias de la vida quedaron resumidas en la doble penalidad que suponía el pago del arriendo y el pago de los tributos. Para poner en evidencia la vida de estos campesinos, se trae a primer plano su situación expresada con extremo realismo en la fuente…“cuando un individuo sale al campo y se encuentra con el administrador, es como si se encontrara un león. Cuando va a la ciudad y se encuentra con el recaudador de impuestos es como se encontrara con un oso, cuando entra a su casa y ve a sus hijos hambrientos es como si le mordiera la serpiente…” 11 Por lo tanto el malestar de los campesinos en el Egipto del Bajo Imperio hizo del desierto un lugar apropiado para huir de las autoridades romanas, desprendiéndose de sus anteriores formas de vida y retirándose a la soledad, lejos del contacto con los hombres para llevar una vida de voluntaria pobreza y continencia sexual. Quedó plasmado así el primer paso que, desbordando el temprano ascetismo cristiano, habría de conducir al monacato propiamente dicho. El origen y difusión del monacato debe situarse en sus circunstancias históricas concretas, no ajeno a la realidad social, económica y política del momento. Constituye una de las manifestaciones que mejor refleja las tensiones a las que estaba sometida la vida privada y pública de los hombres y mujeres de la época. La opción de vida 10 11 GUBER, Rosana: El proyecto de investigación en ciencias sociales. Buenos Aires, Paidós, 1991. DONADONI, Sergio: El hombre egipcio. Madrid, Alianza, 1991. 6 ascética, el anacoretismo y el monacato constituyen un interrogante sobre la experiencia social, no solo para desentrañar las razones que atrajeron a gran número de personas al abandono de bienes terrenales y a la búsqueda de Dios sino también indagar, a través de las fuentes, en el sentimiento espiritual, la fantasía y la superstición. La dimensión mística del mundo junto con múltiples sincretismos y complejas especulaciones filosóficas fueron los componentes del imaginario dominante del siglo III, en un vasto Imperio con serias dificultades de administración, comunicación a distancia y defensa, integrado por una multitudinaria y diversa cantidad de lenguas, costumbres y religiones. Es a partir del entrecruzamiento entre individuos, cultura y momento histórico que se intenta indagar en las fuentes, en una búsqueda abierta sin direcciones preestablecidas. Anacoretas El período que siguió a las persecuciones, con la aceptación del Cristianismo y la integración definitiva de la Iglesia a la sociedad, aceleró el proceso de ruptura de lazos entre la comunidad y los campesinos y llevó a buscar salidas personales e individuales al margen de la sociedad que los rodeaba. Representó la concepción del Cristianismo como salvación del individuo frente a un proyecto social urbano y altamente jerarquizado. En la Vida de San Antonio, el término ascesis aparece constantemente. El monje con su austeridad y su búsqueda del bien último se convirtió en modelo a seguir. Su ascetismo es un homenaje a Dios y aconseja preservar en ese rumbo, huir de la negligencia, vivir siempre pensando en la muerte “porque si vivimos cada día como si fuera el día de nuestra muerte no pecaremos”. 12 […] “No hay que dejarse llevar por el placer, hay que alejarse de las cosas transitorias y luchar esperando el día del juicio, mirando la muerte como motivo de alegría; elegir la vida ascética humildemente, y no vanagloriarse de los posibles milagros o prodigios realizados, ya que sólo dependen del Salvador.” 13 El anacoreta luchaba solo y los enemigos que tenía que vencer son enemigos personales: el cuerpo, la sexualidad y el demonio. La trascendencia del demonio en la vida del anacoreta fue enorme, la vigilancia era constante y continua, para no ser 12 13 SAN ATANASIO: Vida de San Antonio. Zamora, Ed. Monte Casino, 1975. SAN ATANASIO: Op.Cit. 7 sorprendido por estos espíritus malignos que se hallaban en todas partes, ocultándose bajo múltiples figuras y trampas. El ascetismo buscaría no sólo la huída de la vida en común de las ciudades, pretendiendo la soledad lejos de todos porque no se podía llevar una vida de digno cristiano dentro de la ciudad, sede de todas las aspiraciones mundanas, sino también se pensaba en el desierto como lugar por excelencia para la tentación; allí sin cobijo alguno, se medían las fuerzas del diablo y del ermitaño. El encuentro era duro, pero con perseverancia infatigable, como hizo San Antonio, el anacoreta podía vencer. Además de una realidad espiritual, la práctica del “anachoresis” surgió como producto de una realidad histórica, el rechazo a la organización de la sociedad y de la Iglesia, como movimiento de contestación que clamaba por la pureza del cristianismo. Por la constante presión económica que debía soportar una parte de la población, la dureza de la vida en las ciudades pudo hacer atractiva la huida de los centros urbanos por lo que... “el monacato tendría mucho de solución ideológicamente cristiana a un problema indisoluble”… 14 la creciente polarización social presente en todos los rincones del Imperio. En el siglo IV los anacoretas se presentaban como un movimiento de masas que iba penetrando en todos los ambientes sociales y que ponía en peligro la solidez de la Iglesia jerárquica. Lo que en un principio había sido un movimiento de campesinos incultos y desarraigados en Egipto, a mediados del siglo IV, ya había calado entre las clases urbanas y las aristocracias de Oriente y Occidente poniendo en tela de juicio los valores en que se basaba la sociedad civil y la Iglesia, con una estructura organizativa mimetizada con las formas institucionales del Imperio, alejándose así del espíritu inicial de las primeras comunidades cristianas. El movimiento monástico de los anacoretas tuvo una gran importancia para la evangelización de las poblaciones del interior de Egipto y Siria. La presencia de los monjes en todas partes garantizaba una presencia del mensaje evangélico. Las formas en 14 GONZALEZ BLANCO, Antonio: Economía y sociedad en el Bajo Imperio. Madrid, FUE, 1980. 8 que este mensaje se transmitía eran carismáticas, basadas en los poderes sobrehumanos de los monjes, los cuales responderían muy bien al patrón de varón santo descrito por Peter Brown para “el Holy Man” 15 y por Pierre Canivet para los monjes taumaturgos. 16 San Antonio San Antonio nació en el Fayum, en el año 251 después de Cristo, estableciéndose luego en el desierto de Tebaida donde vivió largo tiempo. En su juventud quedó impresionado por la lectura del evangelio… “Anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo” (Mateo 19, 21.) Repartió su herencia y se marchó a vivir como un asceta. Su modo de vida atrajo a numerosos seguidores, y dedicó varios años a la iniciación de estos discípulos en la vida monástica. La tarea de formalización de la regla por la que se gobernaba la comunidad fue escrita por San Atanasio, amigo personal y biógrafo del santo. El ascetismo de San Antonio, basado en la vida eremita, fue una de las tendencias que rigió la vida monástica. El prestigio del monje descansaba en el hecho de que era el “hombre solitario” y resumía en su persona el antiguo ideal de la sencillez del corazón. Lo había logrado por dos caminos, en primer lugar había renunciado al mundo y mediante un acto de “anachoresis” se había retirado a vivir en el desierto; era un “anacoreta”, un hombre definido por este único acto elemental. Se lo conocía como hombre del eremos, del desierto. Este desierto había sido siempre la antítesis más absoluta de la vida en el mundo establecido. Los que elegían ese modo de vida permanecían frecuentemente a la vista y en las cercanías de las comunidades que habían abandonado, y llegaron a convertirse rápidamente en héroes y guías espirituales de los aldeanos. Las tentaciones de San Antonio fueron las más conocidas, así como elogiada la fuerza del santo para luchar contra ellas. El diablo le recordaba sus riquezas, el amor y el placer. Sin embargo, aquel temido enemigo no era lo bastante fuerte para conmover la resolución del monje. 17 15 BROWN, Peter: “The rise and function of the Holy Man in Late Antiquity” en Journal Roman Studies, 1971. 16 CANIVET, P.: Le Monachisme Syrien selon Théodoret de Cyr. París, Beauchesne, 1977. 17 SAN ATANASIO: Vida de San Antonio, Padre de los Monje. Zamora, Ed.Monte Casino, 1975. “Quedó vencido -el diablo- por su constancia y derrotado por las continuas oraciones ” Pág.37. 9 A modo de cierre Los historiadores problematizamos el presente y nos proyectamos al pasado en búsqueda de huellas, rastros que nos permitan construir esquemas teóricos de análisis. Según Geertz, cultura es una red de signos que permite a los individuos que la comparten atribuir sentido tanto a las prácticas como a las producciones sociales. 18 Esta concepción permite pensar que la cultura es, en realidad, un contexto social de producción e interpretación de significados. Las condiciones materiales, el universo simbólico del siglo III en Egipto y el contexto histórico posibilitaron una opción de salida de un grupo social que optó por prácticas ascetas como protesta encubierta o resistencia pasiva a un orden instituido. Se visualiza la creación de un nuevo modelo cultural de oposición al Imperio y a una Iglesia asimilada a los valores de la civilización pagana, cuya connivencia con el poder político ha arrastrado al obispado a lo mundano y terrenal. Se percibe que en épocas de incertidumbre y confusión son los grupos sociales mismos quienes intentan caminos alternativos de construcción de realidades posibles. La disyuntiva era permanecer a la espera de la promesa del Reino de los Cielos o accionar en el mundo con nuevos mecanismos de significación en pos de ganar la salvación eterna. Esta última implicaba el retiro como forma de protesta activa dominando el ser interno, las pulsiones humanas, y no permaneciendo en la quietud de la propuesta del pesimismo antropológico propuesto por Pablo de Tarso. 19 Se pone en evidencia la posibilidad de una salida opcional ante las vicisitudes de la crisis a partir de la pobreza cristiana, el desafío de la autoridad episcopal y la promoción de la vida ascética. Tanto el Imperio como la Iglesia jerárquica no dieron respuesta a las dificultades materiales de un importante grupo social. Desde el análisis, el origen del monacato oriental se debió tanto a las condiciones materiales como a factores que tienen que ver con la mentalidad, y pueden rastrearse en los relatos de las crónicas monásticas. En todo contexto histórico existen las posibilidades de gestar vías alternativas al poder hegemónico, a partir de la existencia de un universo simbólico propio. Sacar a la luz esas vías implicó, metodológicamente, abrir la mirada, ampliar los sentidos, relativizando certezas y dando entrada a nuevas definiciones y perspectivas. 18 19 GEERTZ, Clifford: La Interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 1992. PIÑERO, Antonio: “Cristianismo Primitivo y Estado”. En Revista Heterodoxia Nº 20, Madrid, 1992. 10 Bibliografía ARIES, Philipe y DUBY, Georges: Historia de la vida privada I. Madrid, Taurus, 1991; pp 230-289. 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