La responsabilidad de la cruz Esteban: La semana Santa es una época donde el recogimiento, el pensar en todo lo que fue la pasión, muerte de Jesucristo lleva a quienes son cristianos a mirar a esta semana en forma muy especial, pero también hay otro enfoque que es interesante, Salvador, que exploremos, y es acerca de la responsabilidad que hay frente a la cruz. ¿Quiénes son los responsables de que Jesús llegara a este punto culminante de su vida en que un maestro de bien, de moral, un maestro que hablaba de amar al prójimo, un maestro que, en fin, proclamaba todo esto que era éticamente respetable, terminara crucificado? Hay una gran paradoja allí. Salvador: Una paradoja tremenda Esteban, porque por primera vez en mucho tiempo el imperio romano pasó por encima del Derecho romano. Uno se pregunta: ¿Por qué se levanta esa cruz? Y ¿Quiénes son los responsables? Y vamos a olvidarnos de dos cosas: en primer lugar de la respuesta de tipo espiritual, donde la responsabilidad se repartiría en toda la humanidad, pero también evitar la respuesta prejuiciosa, donde se maneja con pre conceptos. Durante mucho tiempo cuando se mira la cruz de Jesús, muchos pensaban inmediatamente en: La culpa es de los Judíos, eran los deicidas, los que mataron a Dios, y los estigmatizaron, y todos los movimientos antisemitas que se levantaron en el mundo occidental, que promovieron el antisemitismo, tenían muchas raíces dentro de ese cristianismo radicalizado ignorante que pensaba que realmente los judíos eran los que habían matado a Jesús y los no judíos no tenían nada que ver, y no es así; es una forma bastante burra de acusar pero hay que reconocer que en el mundo occidental muchas veces hubo iglesias que el viernes santo hablaban de matar a los judíos. Esteban: ¡Es increíble! Y eso está en los libros de historia. Salvador: Entonces, yo creo que lo que tenemos que hacer es analizar desapasionadamente el Evangelio y cuando digo desapasionadamente es desapasionadamente, para saber dónde está la responsabilidad de la cruz. Es indudable que la jerarquía judía quería matar a Jesús, pero no eran todos los judíos; porque la mayoría de los judíos eran seguidores de Jesús. Había un grupo que se veía afectado por sus intereses y que movieron una turba para matar a Jesús. Esteban: Son los que dominaban el culto en el templo y toda la parte política de ese entonces ¿no? Salvador: Claro, como siempre los que manejan, digamos, los resortes... Pero llevar eso, generalizarlo a todo un pueblo, a toda una cultura a través de la historia es una barbaridad. Ahora, si vamos a la responsabilidad real tenemos que pensar que la máxima autoridad que había en ese momento era Poncio Pilato. Esteban: Claro. Salvador: Poncio Pilato era la máxima autoridad romana, por lo tanto la crucifixión (que era un acto público y legal) solamente podía alcanzar este estatus si había una sentencia del imperio romano ajustada al Derecho romano. Esteban: Porque el pueblo subyugado por el imperio romano no tenía derecho a promulgar pena de muerte sobre el reo ¿no? Debería exigir o buscar presentar el caso ante la autoridad romana. Salvador: Sí, tenían esa limitación. Es decir, los romanos le daban al pueblo una libertad dentro de ciertos límites: Podían ejercer cierto tipo de justicia y la ejercían, pero no podían sentenciar la pena capital, no podían crucificar; para crucificar necesitaban una aprobación específica, por ley, de acuerdo al derecho romano con una sentencia imperial, tenía que firmar alguien que fuera parte fundamental del imperio, como era en este momento Poncio Pilato. Los judíos en algunos casos, por las leyes particulares del judaísmo, cometían lapidaciones, o llevaban a cabo ejecuciones por medio de lapidación, pero lo hacían siempre a espaldas del imperio romano tratando de sorprender al imperio y cuando estaban ya las cosas hechas no había nada que hacer. Pero la crucifixión era un castigo en ese momento exclusivo del imperio romano y era el único que lo podía administrar, además porque había todo un protocolo que había que cumplir para que una persona fuera crucificada. Así que quién ejercía en ese momento la autoridad, era Poncio Pilato, y la responsabilidad caía sobre él; por eso las autoridades judías que querían crucificar a Jesús, lo llevaron delante del imperio, porque si no le sacaban a Poncio Pilato la sentencia de la muerte, no podían crucificarlo. Y es interesante, porque Pilato está convencido de que Jesús es inocente, por lo tanto él tiene que aplicar dos cosas: el derecho romano y aplicarlo haciéndolo en paz con su conciencia, sabiendo que está aplicando el derecho romano pero que está haciendo justicia realmente. Pilato está convencido de la inocencia de Jesús, no puede condenarlo porque no se lo permite el derecho romano, porque no tiene cargos imputables como para justificar la crucifixión, pero tampoco se lo permite su conciencia, porque la íntima convicción de Pilato es la inocencia de Jesús. Pero está siendo presionado por los jerarcas judíos y por la turba que ellos movilizaron. Encuentra entonces una salida y es que durante la Pascua se otorgaba un indulto; por supuesto que ese indulto era designado por el imperio. ¿Qué significaba ese indulto? La Pascua celebraba la libertad, y entonces el pueblo esclavo era liberado en la recordación de la Pascua, y un cumplido romano con ese pueblo era indultar a un preso judío como una gracia especial. Este indulto no borraba la culpa del indultado, no se olvidaba de su delito; lo único que hacía era perdonar la pena. Quiere decir que quedaba establecido que la persona era un delincuente y que realmente tenía que pagar por eso; no salía en calidad de inocente, salía en calidad de perdonado, de indultado. Pero no se indultaba a cualquiera: tenía que cumplir ciertos requisitos y sobre todo no ser un peligro para la sociedad; quiere decir que se indultaba a los que tenían crímenes de menor importancia, y no a aquellos que significaban un peligro para la sociedad. La jugada magistral que quiso hacer Pilato es que tenía un preso al que nunca nadie indultaría, que era Barrabás (un preso famoso). El Evangelio según San Marcos dice “había un preso que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta”; quiere decir que se habían amotinado y habían asesinado. Lucas confirma esto y dice “éste había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio”. Quiere decir que no lo alcanzaba de ninguna manera el indulto porque era un peligro tanto para el imperio como para la sociedad. Esteban: Y soltarlo a Pilato le costaría realmente una reprimenda muy fuerte de sus superiores. Salvador: Claro, porque no nos olvidemos lo que es el crimen de sedición y de amotinamiento; se habían levantado contra la autoridad romana. Acusado de amotinarse y de sedición (que era un acto subversivo contra Roma) y de homicidio, tres cosas que no entran dentro del indulto, estaba casi seguro Pilato que él era un cabecilla de los Celotes, que eran un grupo de guerrilleros enfrentados con el imperio romano, con los Fariseos y los Saduceos, que estorbaban permanentemente las relaciones entre judíos y romanos. Los Celotes fue realmente el primer grupo terrorista; actuaban matando civiles acusados de colaborar con Roma, y lo hacían durante las peregrinaciones. Esteban: O sea, mataban a sus propios hermanos de sangre. Salvador: Claro. Es decir, se filtraban en medio de la gente con una daga llamada “sica” (de ahí viene el nombre “sicario”), se mezclaban entre la multitud, localizaban a a la persona, le clavaban la daga y se ocultaban en a multitud, dejando a la víctima agonizando. Era un acto de terrorismo porque causaba terror: en medio de una gran fiesta caía alguien muerto con una daga clavada en algún lugar de su cuerpo. Y bueno, era que había habido por ahí un sicario y que se estaba manifestando el terrorismo. Eran condenados a muerte por esto. Barrabás estaba preso; los romanos no usaban la prisión como castigo: encarcelaban para que no se escapara el reo para ser sentenciado. Y en ese caso le esperaba la pena de muerte. Quiere decir que no es estaba preso e iba a pasar veinte o treinta años en la cárcel; estaba cumpliendo un proceso judicial que desembocaba en la muerte porque no había cárcel. Los romanos cuando metían a alguien preso, salía libre o salía para el patíbulo; eran las dos opciones que tenía. Barrabás la única opción que tenía era salir para el patíbulo, porque había cometido sedición (que era un problema grave), se había amotinado y había cometido un homicidio. Entonces era un preso que estaba condenado a muerte ya de antemano. Barrabás estaba en ese momento preso y Pilato, seguro de que los judíos no iban a elegir a un terrorista, no iban a elegir a un celote (el indulto no les convenía a los romanos pero tampoco le convenía a los judíos), les presenta como alternativa a Jesús. “Jesús o Barrabás; ¿qué es lo que ustedes quieren?” Y esta es la pregunta que formaba parte de lo que Pilato creyó que era la jugada magistral para hacer elegir la libertad de Jesús y la prisión de Barrabaás. Esteban: En medio de todo eso la pregunta es: ¿quiénes son los responsables entonces de la muerte de Cristo? Ya venimos aquí en Tierra Firme para seguir contestándola de acuerdo a la evidencia que tenemos histórica y bíblica. PAUSA Esteban: En esta Semana Santa la pregunta es acerca de las responsabilidades, y dejamos planteado el escenario, un escenario que aparentemente no tenía muchas cuestiones de quién iba a ser el liberado, por cómo estaba planteado el recorrido de vida de cada uno de ellos, Salvador. Salvador: Claro, pero Pilato se encontró con lo inesperado: los jerarcas judíos azuzaron a la turba, pidieron la libertad de Barrabás y pidieron la cruz para Jesús. Pilato desconocía los efectos del pecado y la maldad en el corazón de los hombres; la depravación del corazón siempre tiende hacia el mal y el pecado es irracional, crea irracionalidad. El hombre se destruye así mismo y actúa contra sí mismo y se sabotea a sí mismo, y Pilato y los judíos actuaron contra ellos mismos al crucificar a Jesús. Pilato porque pisoteó el derecho romano y pasó encima de su consciencia; y los judíos porque defendieron a su enemigo, porque Barrabás era enemigo de los judíos porque los metía en problemas muy graves con su actitud beligerante contra el imperio romano. Todos, tanto los judíos como Pilato, pasaron por encima de su consciencia. El viernes santo Barrabás estaba libre y Jesús estaba crucificado, y muere. Y yo creo que esta es la dinámica del mal: cuando uno mira la cruz uno dice “no es el resultado de Pilato, de la jerarquía romana, de la turba, de Judas o de Herodes”. Ellos expresaron una realidad común a la de todos los seres humanos, que es la depravación que produce el mal en el corazón del hombre. El apóstol Pablo cuando escribe la carta a los romanos analiza la condición humana y él dice “yo sé que en mí no mora el bien; porque el querer el bien está en mí pero no el hacerlo”. El hombre es capaz de notables empresas, de proponerse actos realmente altruistas y proclama grandes cosas como respeto al prójimo, solidaridad, actos humanitarios... Quienes escuchan al hombre creen que los hombres son maravilloso y que el mundo es un Edén; pero todos sabemos que la realidad es otra. Hay una tremenda contradicción que es que nos planteamos cosas maravillosas pero en la práctica sucede algo totalmente diferente. Nos planteamos el respeto al prójimo, la solidaridad , los actos humanitarios, pero después, cuando llega la realidad, nos encontramos con que el prójimo cuenta muy poco, con que los actos solidarios son mínimos; que la bondad humana no se manifiesta tal como nosotros la proclamamos. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Esteban: Esa lucha interna que tenemos. Salvador: Y cuando llegamos a la pascua, giramos alrededor de la cruz y pensamos entonces que Jesucristo muere por todas esas cosas, y entonces pensamos que ellos son los culpables; ellos son los que tienen la culpa. Entonces miramos con conmiseración a Jesús y pensamos: El problema son Anás, Caifás, Pilato, Judas, toda esta gente que era gente mala, nosotros somos la gente buena. Esteban: Nosotros veintiún siglos después no lo haríamos. Salvador: No lo haríamos. Esto es histórico, yo recordaba la lucha de la princesa Clotilde en el siglo V de nuestra era, con Clodoveo que era el Rey de los francos; se casaron y Clotilde era cristiana y quería convertir a Clodoveo. Cuando le hablaba de la cruz a Clodoveo y le hablaba de cómo había muerto Jesús y de la injusticia de la muerte, él que era un guerrero y que tenía un ejército de francos, decía: “Si hubiera estado allí con mis francos, no hubiera sucedido”. Hasta que llegó a entender que él era un pecador y que la cruz se levantó también para él. El Apóstol Pablo mira la cruz y dice: “El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”, y cuando dice “me amó y se entregó a sí mismo por mí” él deja de hablar de Judas, de Pilato, de Anás, de Caifás, y ve a Cristo muriendo por él, a Cristo muriendo por sus pecados. En esta Pascua frente a la cruz, tenemos que recordar la pregunta de los discípulos: Jesús se reúne con los suyos en la última cena y les dice: “Uno de ustedes me va a entregar”. ¿Cuál fue la respuesta de los discípulos? Todos preguntaron: “¿Soy yo, Señor?” Esteban: Es interesante, porque no preguntaron por quién era hacia afuera sino hacia adentro. Salvador: Claro, la pregunta fue hacia adentro. Uno tendría que preguntarse en este tiempo: ¿Soy yo el que estoy negando a Jesús con mis actos, con mis palabras, con mi conducta? Es decir, muchas veces nosotros nos declaramos cristianos porque es fácil en el mundo occidental declararse cristianos y es de buen tono ser cristianos; pero el asunto es que después el compromiso cristiano no aparece, o aparece solamente en el discurso pero no en la realidad, y eso es una traición. Nos escandalizamos con la traición de Judas o con la negación de Pedro, pero tenemos que decir que en nuestra sociedad tenemos mucho de Judas y tenemos mucho de la traición de Pedro; porque estamos traicionando el mensaje de Jesucristo y porque estamos traicionando, como Judas a Jesús y lo estamos vendiendo, lo estamos vendiendo por el materialismo que tenemos, lo estamos vendiendo a través de todo el proceso social de mercado que estamos teniendo, lo estamos vendiendo con nuestras acciones, cuando nos alejamos de Él y con todo lo que producimos en esta sociedad. Porque llega Pascuas y somos cristianos, pero resulta que en este momento y en plena Pascua, están funcionando las grandes fábricas armamentistas, están todavía funcionando las fábricas de drogas, están los que fabrican pornografía, y todo eso sucede en el mundo occidental cristiano. Entonces si tenemos todas esas características, cuando nos preguntamos quién mató a Jesús, y hablamos de los traidores, de los entregadores, tenemos que pensar que nuestra generación también es de traidores y entregadores; y no la miremos solamente en la historia. Cuando nos veamos así, entonces vamos a entender cuál es el significado de la Pascua, que Jesús no muere en la cruz por un error de Poncio Pilato, por una claudicación de Pilato, por una claudicación de Judas, sino que Jesús muere por mí; porque nosotros somos traidores, nosotros somos entregadores, porque nosotros somos pecadores. El mal nos alcanza a nosotros y tenemos que mirar la cruz no pensando en quiénes son los culpables, sino pensando en que esa cruz no se levanta ni por Pilato ni por Judas, Anás o Caifás; esa cruz se levanta por mí, por nuestros pecados, y Cristo muere en la cruz por nuestros pecados. Y cuando enfrentamos la cruz mirándonos a nosotros mismos como pecadores, encontramos el mensaje de la cruz como la respuesta a nuestro pecado y lo que nos puede dar verdadera vida. Por eso quisiera que en esta Pascua, nuestros oyentes pudieran mirar la cruz como lo que realmente es: el sacrificio de Cristo a favor de los pecadores, es decir, a favor de todos nosotros sin excepción, que somos pecadores, que somos traidores, que somos entregadores de Jesús. Y no miremos a Pilato, Judas, Anás y Caifás únicamente como responsables, no carguemos las tintas negativas sobre ellos, porque nosotros como generación somos también tan traidores como fueron ellos y tan entregadores. Por eso, la cruz nos desafía cada vez que llega Semana Santa, a que pensemos en nuestra verdadera condición y que encontremos en Jesucristo la respuesta para nuestra vida.