El cruce del río

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Actitud
Edición 072
Boletín quincenal
Por: Jorge Bucay
Cuenta esta historia que, en cierta ocasión, dos monjes
caminaban a través de un bosque, de regreso a su
monasterio.
Al llegar a la orilla de un río, vieron allí a una mujer que
lloraba en cuclillas. Era joven y atractiva.
- Mi madre se muere –respondió la joven-. Ella está sola
en su casa, del otro lado del río, y yo no puedo cruzar. Lo
intenté, pero la corriente me arrastra y no podré llegar
nunca al otro lado sin ayuda… pensé que no la volvería a
ver con vida. Pero ahora… ahora que aparecieron, quizá
alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar…
-Ojalá pudiéramos – se lamentó el más joven-. Pero la
única manera de ayudarte sería cargarte a través del río
y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto
con el sexo opuesto. Eso está prohibido… lo siento.
Fuente: http://grahamross.com.mx/boletin/boletin072.html
El cruce del río
- ¿Que te sucede? – le preguntó el monje más anciano.
- Yo también lo siento- dijo la mujer y volvió a llorar.
El monje más viejo se arrodilló, inclinó la cabeza y dijo:
- Sube.
La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó un
atado de ropas y montó a horcajadas sobre el monje.
Con bastante dificultad, el monje cruzó el río, seguido
por el otro más joven.
Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en
actitud de besar las manos del anciano monje.
- Está bien, está bien- dijo el viejo retirando las manos-.
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Sigue tu camino en paz.
La mujer se inclinó en señal de gratitud y humildad, y
corrió por el camino del pueblo.
Los monjes, en silencio, continuaron su marcha hacia
el monasterio.
Luego de un par de horas de caminata, el joven le dijo
al anciano:
- Maestro, hay algo que me perturba. Tú sabes
mejor que yo acerca de nuestro voto de castidad.
No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella
mujer para cruzar el río.
- Es cierto que yo la llevé a través del río –respondió
el anciano-, pero la dejé apenas pisamos la otra orilla.
¿Pero qué pasa contigo, que aún la cargas en tus
pensamientos?
MORALEJA:
Es imposible que el pasado nos persiga, y mucho más
que nos atrape.
Sin embargo, una de las preguntas que más a menudo
nos formulamos, es:
- ¿Cómo puedo dejar atrás tal hecho de mi pasado?
La respuesta es en extremo simple, tanto que puede
molestar, y por eso mismo la descartamos. Para dejar
de estar detenidos en el pasado, basta con dejar de
mirar en esa dirección.
Desde que es pasado, que ya ocurrió, no hay manera
en que hoy nos persiga… salvo que seamos nosotros
quienes sigamos dándole vida, una vida artificial,
volviendo una y otra vez sobre lo que ya sucedió.
Entonces, no es el pasado el que nos persigue, si no
nosotros quienes insistimos en zambullirnos en él.
Para dejar de sentir que aún estamos en medio del
río, a menudo basta con mirar, de manera consciente,
el momento presente. Es entonces cuando podemos
darnos cuenta que, vayan adonde vayan nuestros
pensamientos, físicamente ya estamos en la orilla,
secos y a salvo.
Graham Ross
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