El demonio, el mundo y la carne, enemigos del monje en la

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El demonio, el mundo y la carne, enemigos del monje en la literatura
medieval española
Fernando Baños Vallejo
Universidad de Oviedo
Quien persigue la perfección espiritual puede intentar desprenderse de todo lo mundano,
pero no basta con aislarse tras los muros de un convento; además es imposible renunciar
al propio cuerpo, y el claustro tampoco es un blindaje contra las asechanzas del diablo,
que se las ingenia para engañar o atacar al monje. Son los enemigos del alma: el
demonio, el mundo y la carne, tal como queda fijado en el catecismo. El más universal
de nuestros frailes literatos, san Juan de la Cruz, avisa a sus hermanos de vida
conventual contra estos adversarios. Afirma que el mundo es el enemigo menos difícil,
el demonio el más oscuro y engañoso, y la carne el más tenaz. Sobre esta idea
trazaremos un recorrido por pasajes de la literatura medieval castellana que nos
mostrarán cómo los monjes sucumben a las tentaciones o triunfan sobre ellas.
Podremos ver que también en los monasterios nacen las envidias, las disensiones y
malquerencias, y es que la comunidad monástica no deja de ser un pequeño mundo en el
que el trato con los demás puede torcerse; surgen asimismo problemas de relajamiento y
de indisciplina, y hasta los abades se dan a ciertos lujos y placeres impropios del
convento. A veces es necesario alejarse de la comunidad y recuperar el sentido original
del monacato más primitivo, entendido como vida solitaria, porque incluso un rey puede
romper la paz del cenobio para plantear un conflicto puramente material. Otras veces el
monje huye del monasterio, no en busca de mayor soledad, sino al encuentro de la
compañía deseada, y hasta una abadesa se ve en el aprieto de un embarazo, un parto y la
denuncia de algunas de sus monjas. En el extremo contrario veremos a un monje santo,
distinguido con dones sobrenaturales, que sin embargo cae en la vanidad de creer que
no tiene ya nada que aprender de nadie. Dios le saca de su error, como la Virgen salva
del apuro a la abadesa, y el orden siempre se restaura. Otra monja, en cambio, puede
llevar a un arcipreste rijoso hacia un trato espiritual, por mucho que la Trotaconventos
haya porfiado con la religiosa en un largo tira y afloja con intercambio de fábulas para
vencer su resistencia.
El combate con el diablo ofrece escenas que si no alcanzan a ser épicas, resultan
verdaderamente teatrales, en los diálogos y en los movimientos, en las transfiguraciones
en diversos animales, gracias al arte de Gonzalo de Berceo. Así que analizaremos
creaciones del poeta riojano del siglo XIII, visitaremos también en la centuria siguiente
el Libro de buen amor y una versión en prosa de la Vida de santa María Egipciaca, y el
XV nos mostrará a la ineludible y acusadora muerte invitando a danzar al abad y al
monje. Seguiremos, no obstante, un orden temático; empezaremos por la representación
de un retiro del mundo más o menos problemático, seguiremos por los enfrentamientos
con el demonio y terminaremos con evidencias de que el enemigo más pertinaz es uno
mismo: nuestro cuerpo y nuestro ego.
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