LAS RUINAS DE SANTO DOMINGO, EN ESTELLA

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SECCION 3.ª=ARTE.
Las ruinas de Santo Domingo, en Estella
En nuestro número anterior tributábamos un cumplida elogio al Ayuntamiento y al pueblo de Estella por sus sentimientos patriótico y artístico, evidenciados al salvar de la venta y demolición que amenazaban a las ruinas de
que fué histórico y artístico cenobio, fundación del piadoso monarca Don Teobaldo 2.º, templo de leyes en que se reunieron Cortes navarras, lugar de estudio donde se cultivaron con éxito letras, artes y ciencias, residencia de Reyes
por éstos muy favorecida, escuela de grandes oradores y faro de sólidas virtudes.
De aquella suntuosa fábrica que constituía el ínclito monasterio, restan
hoy los enhiestos muros que en parte ocultan el luto de sus ennegrecidos sillares con los gigantescos pabellones de trepadoras yedras o las colgantes guirnaldas que embellecen con su peculiar entonación y poético aspecto estas pintorescas ruinas, evocadoras de tiempos, aunque lejanos, mejores ciertamente
que los actuales, en que la ingratitud y desvío, la indiferencia y deslealtad enseñoreadas del mundo, todo lo invaden y envenenan.
De aquella altiva residencia patrocinada con regias dádivas tan espléndidas como numerosas, sólo nos restan esos esqueléticos paramentos, esos nervios y arcadas, esos airosos y rasgados ventanales góticos, que una estática
milagrosa sostiene conservando todavía airosas sus elegantísimas líneas, de los
días remotos en que les imprimieran sus graciosas formas inspirados artífices
medioevales.
De aquella mansión venerable por las leyes en ella elaboradas y por las
virtudes esclarecidas que de allí brotaron, subsisten los atrevidos arcos ojivales,
los recios estribos y sólidos muros, las hornacinas amparando serenos sarcófagos, que imprimieron su carácter majestuoso al interior de la gigantesca mole
monumental.
Tal vez bajo los escombros yacen varones esclarecidos por sus virtudes y
sabiduría; esas tambas no tienen más compañía que los buhos cobijados en los
artísticos capiteles y canecillos, ni las alumbra otra luz que la luna y las estre-
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llas durante las nocturnas horas, ni las visita en el día más que el turista incansable o el estellés amante de su pasado esplendoroso.
Ese esqueleto viviente, puesto que en pie aun se sostiene, habla y habla
muy recio todavía, con una voz que sin herir nuostros oídos, golpea vigorosa
en nuestros corazones con las ondas sonoras del eco, y nos evoca grandezas
pasadas, días gloriosos, acontecimientos memorables, que solamente una mísera ingratitud o una indiferencia repulsiva pueden amortiguar. El navarro que
se conmueve ante los restos del palacio de Olite, necesariamente ha de sentir
sacudidas también en su alma ante las ruinas venerandas de Santo Domingo,
de Estella
Y esa fué sin duda la impresión viva que hizo explotar un sentimiento patriótico en el corazón de los nobles estelleses; y volviendo por los fueros de la
nobleza produjeron aquel arranque plausible de entusiasmo y desprendimiento
que tan hermoso resultado ha producido.
La historia de este monasterio es harto conocida y el extractarla aquí
daría proporciones a este apunte, que no nos permite el material excesivo acumulado para este número.
JULIO
ALTADILL.
BOLETÍN
DE
LA
COMISIÓN
DE
MONUMENTOS
HISTÓRICOS
Y
ARTÍSTICOS
(Cliché
ESTELLA.—Ruinas
del
Convento
de
Santo
Domingo.
de
DE
NAVARRA
Julio
Altadill.)
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