4.- LA BAJA EDAD MEDIA. CRISIS DE LOS SIGLOS XIV Y XV. La organización política. Las instituciones. A lo largo de la Baja Edad Media (ss. XIV y XV), Castilla y Aragón consolidan su organización política a través de una serie de instituciones que marcarán la historia de los siglos siguientes. Sin llegar a ser opuestas las instituciones de ambas coronas manifestarán una personalidad propia que se contrapondrán en algunos momentos claves de su historia. En líneas generales constatamos una permanente disputa entre los distintos estamentos (nobleza y clero fundamentalmente) y los reyes para mantener o aumentar su cuota de poder. Para el marco concreto de Castilla será el monarca el que salga fortalecido de dicha disputa a pesar de las continuas sublevaciones por parte de la nobleza.Así, Castilla a lo largo de la Baja Edad Media se configuró como un reino unitario y centralizado y donde la autoridad real se fue fortaleciendo paulatinamente, ya que los monarcas castellano-leoneses estuvieron menos dispuestos a conceder señoríos a la nobleza. Por el contrario en la corona de Aragón cada reino mantuvo su propia personalidad y el monarca veía limitado su poder a través de las Cortes de los diversos reinos. Al fortalecimiento del poder real en Castilla contribuyó la difusión de las teorías políticas que defendían la supremacía absoluta del rey, cuyo poder se consideraba de origen divino. De este modo, frente al concepto feudal del rey como señor de vasallos (lo que implicaba una reciprocidad de compromisos y obligaciones entre unos y otros) se fue imponiendo en Castilla la doctrina del rey como soberano de súbditos, según la cual el reino debía estar subordinado a la autoridad ilimitada e independiente del monarca, que sólo es responsable de sus actos ante Dios. Los monarcas entonces eran jefes supremos del ejército, tenían poder legislativo, poder judicial y poder político-administrativo. En el ámbito estatal castellano destacan las Cortes cuyas decisiones no tenían poder legislativo vinculante. Destaca, también, el Consejo Real integrado en su mayor parte por legistas que asesoraban al rey en todo tipo de decisiones y eran nombrados por el monarca. En el ámbito local se fue produciendo una creciente intervención de la monarquía en los municipios con el fin de controlarlos. El principal instrumento de control de la monarquía sobre los municipios lo representó la figura del corregidor, que se convirtieron en representantes permanentes de la Corona en los principales municipios. En la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media la estructura política fue más típicamente feudal que en Castilla. Esta estructura aragonesa difería de la castellana en dos aspectos esenciales: 1. La Corona de Aragón no era una monarquía absoluta sino pactista. El poder del rey estaba limitado por el derecho y costumbres del país, que el monarca, al ser investido, se comprometía a mantener en una especie de pacto con sus vasallos (alta nobleza, clero y patriciado urbano), que se realizaba a través de las Cortes. De este modo, las Cortes de los diferentes reinos ejercieron un fuerte control sobre la monarquía, limitaron su poder y frustraron cualquier pretensión absolutista. 2. La Corona de Aragón estaba constituida como una confederación de tres Estados: Cataluña-Mallorca, Aragón y Valencia, cada uno de ellos con leyes e instituciones propias y notables diferencias entre sí. En cuanto a las instituciones, reflejan las peculiaridades tanto de la Confederación en su conjunto como de cada uno de los territorios. Las más importantes eran: los virreyes que representaban al rey y actuaban en su nombre en aquellos territorios en los que no residía el monarca. Las Cortes, cuya función hemos analizado anteriormente. Existían Cortes independientes en Aragón, Cataluña y Valencia y nunca llegaron a unirse. Las Diputaciones, surgidas de las comisiones temporales de las Cortes y finalmente transformadas en permanentes (destacando la Diputación del General de Cataluña o Generalitat). En Aragón, además, existía la figura del Justicia de Aragón cuya misión era la defensa de los fueros propios de Aragón frente a las posibles pretensiones autoritarias de la monarquía. En definitiva, mientras en Castilla se constituyó una monarquía centralizada que fue el germen de la aparición de la monarquía autoritaria con los Reyes Católicos; en Aragón la estructura política feudal se basó en el pactismo y en la confederación de reinos que mantuvo su vigencia hasta el siglo XVIII, lo que impidió la aparición de una monarquía unitaria. Crisis demográfica, económica y política. A lo largo de los siglos XIV y XV se desarrolló un periodo de recesión o crisis en toda Europa. Esta crisis general fue causada por la concurrencia de múltiples factores. Estas crisis se iniciaron con un ciclo de malas cosechas en toda Europa debido a unas condiciones meteorológicas adversas. Se desencadenó, así, una crisis de subsistencia que trajo consigo una crisis demográfica con el consiguiente aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad y la fecundidad. Esta crisis demográfica se agravó con la llegada de la peste Negra (1348) que ahondó en el aumento de la mortandad (murió aproximadamente una cuarta parte de la población europea). Este descenso demográfico conllevó una serie de consecuencias económicas como el espectacular aumento de todos los precios (debido a la fuerte caída de la oferta en todos los productos) y a una elevación de los salarios (por la escasez de mano de obra). Esta crisis económico-demográfica afectó claramente a la estructura social feudal, donde cada grupo adquirió conciencia de sus intereses económicos como grupo. Así, la nobleza se encontró con una fuerte disminución de sus rentas (por la muerte de muchos de sus campesinos-vasallos y un aumento de los precios en los productos de lujo que adquirían). Ante esta situación buscan dos vías para solucionar sus problemas: por un lado, usurpar más señoríos a la monarquía aprovechando su debilidad o la minoría de edad de los monarcas y por otro empezaron a atenazar al campesinado con los impuestos de la jurisdicción señorial, a fijarlos a las tierras de cultivo e incluso forzaron el traslado del campesinado de las tierras de realengo a las suyas (malos usos). Esto les enfrentará a los monarcas y al campesinado. Por su parte, la alta burguesía urbana vinculará, en oposición a la baja burguesía, sus intereses a los de la nobleza al invertir su capital en la adquisición de tierras o rentas inmobiliarias. Estas tomas de posición de la nobleza y de la oligarquía urbana condujeron a movimientos campesinos antiseñoriales (irmandiños en Galicia, payeses de remensa en Cataluña) que tardarán en ser reprimidos y al enfrentamiento entre la alta burguesía y la baja burguesía urbanas cuyo episodio más relevante se produjo en Barcelona (enfrentamiento entre la Biga y la Busca). Pero el enfrentamiento, sin duda, más grave fue el que se produjo entre la nobleza y la monarquía (aliada a la baja burguesía) que condujo a una fuerte crisis política con el estallido de guerras civiles. Un ejemplo es el enfrentamiento en el reino de Castilla entre el rey Pedro I y el candidato al trono apoyado por la nobleza Enrique de Trastámara. En este conflicto se enfrentaban los que pretendían mantener el poder en manos de la comunidad del reino a través de las Cortes (nobleza) y los que pretendían aumentar el poder centralizador del monarca. Si bien en un principio la victoria se decantó del lado de la nobleza, a fines del siglo XV la monarquía consiguió establecer su autoridad dentro de Estados-nación perfectamente delimitados. No obstante, el poder económico de la nobleza no se vio alterado. En definitiva, a fines del s. XV aunque las estructuras socioeconómicas del feudalismo se mantuvieron inalterables, la estructura política del feudalismo no superó esta crisis y comenzaron a establecerse las monarquías autoritarias en casi todos los Estados europeos dando origen a la Edad Moderna. La expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo. Cataluña y Baleares, y concretamente sus núcleos urbanos (Barcelona y Palma de Mallorca) vivieron durante los siglos XIII y XIV un gran desarrollo económico y político, que constituyó el fundamento básico de la expansión catalano-aragonesa por el Mediterráneo. Las bases de esta expansión se asientan sobre tres apartados: la conquista militar de importantes zonas mediterráneas, el extraordinario desarrollo del comercio a larga distancia y la creación de un aparato jurídico de carácter internacional. En cuanto a las conquistas militares éstas se iniciaron con la conquista de Mallorca por Jaime I, que supuso una primera apertura hacia el Mediterráneo. La expansión internacional la inició Pedro III el Grande con la conquista de Sicilia (s. XIII), recogiendo la herencia de los Staufen alemanes, y desplazando hacia el Oeste las luchas entre güelfos y gibelinos, y que le enemistaron con Francia y con el Papado que terminó excomulgándole. Durante la primera mitad del siglo XIV la Corona de Aragón cimentó su dominio en el Mediterráneo occidental con la conquista de Cerdeña que se convirtió en un importante núcleo comercial y de repoblación y la ocupación de Menorca. Otra expedición militar ocupó los ducados de Atenas y Neopatria si bien su conquista fue temporal. Por último el dominio militar alcanzó su máximo desarrollo con la conquista de Nápoles por Alfonso V ya en el siglo XV. Con la incorporación de estos territorios se creó un eje Cerdeña-Sicilia-Nápoles donde surgió el mercado más frecuentado por los comerciantes de la Corona de Aragón, aunque en dura competencia con los genoveses. Además estas zonas sirvieron de plataforma a los comerciantes catalanes para establecer consulados en el Mediterráneo oriental (Alejandría, Damasco, Tiro, etc.) desde donde importaban especias (preferentemente pimienta) y exportaban armamento, pieles, aceite, etc. Para facilitar los intercambios se generalizaron el uso de algunas novedades mercantiles como la letra de cambio, las compañías comerciales, los tribunales con competencias exclusivamente marítimas y comerciales (consulados) y el crecimiento de las lonjas de contratación, entre otras. Para apoyar y defender esta labor comercial la Corona de Aragón creó la figura del cónsul que era nombrado por el rey o por la ciudad de Barcelona y actuaba como representante ante las autoridades indígenas. La Corona de Aragón llegó a tener 42 cónsules en otras tantas plazas comerciales. En definitiva, con la expansión aragonesa por el Mediterráneo hacen aparición en la escena peninsular los territorios italianos que tan importantes serán en la política exterior de los Reyes Católicos y, en especial, en la política imperial de los Austrias. Las rutas atlánticas: Castellanos y portugueses. Las Islas Canarias. Demográficamente, las crisis del siglo XIV afectaron gravemente a Castilla, pero sus efectos parece que fueron menos duraderos que en la España mediterránea. Económicamente, los primeros grandes privilegios dados a la Mesta, corporación de ganaderos trashumantes, son contemporáneos de la Gran Peste. Los dos hechos contribuyeron a la extensión de los pastos en las mesetas y que asegurará a España la mejor producción posible (la lana) de gran valor económico internacional. El comercio de la trashumancia potencia la feria de Medina del Campo y, a partir de ahí, los “consulados” de Burgos y Bilbao que aseguran la exportación de lanas merinas, dando papel preponderante a los mercaderes castellanos en plazas como Brujas, Nantes, Londres y La Rochela; esto es, hacia el Atlántico Norte Por otra parte con el avance castellano de la Reconquista hasta el estrecho de Gibraltar (Batalla del Salado) el comercio de este reino se intensifica. Castilla tiene, desde entonces, dos fachadas marítimas activas: la cantábrica y la andaluza. La ruta del Atlántico Sur, en torno al eje Sevilla-Cádiz, controlada por los genoveses, permitía el acceso a los productos africanos (oro, marfil, esclavos), a las telas italianas y a las especias orientales. La unión entre ambas rutas se producía a través de una densa red de ferias entre las que destacaban las de Medina del Campo. Precisamente en esta ruta atlántica meridional, Portugal se convirtió en el principal rival de Castilla. Concretamente durante el reinado de Juan I, su hijo, Enrique el Navegante, promovió expediciones que permitieron a Portugal ocupar Ceuta y Tánger. Además, los portugueses colonizaron Madeira (1418) y las Azores (1432) y se lanzaron a explorar la costa occidental africana, inicialmente en busca de oro y posteriormente con el fin de encontrar una ruta atlántica hacia las Indias y sus codiciadas especias. Finalmente esta rivalidad castellano-portuguesa se localizó en las islas Canarias, archipiélago habitado hasta entonces por los aborígenes guanches y que interesó inicialmente como base marítima de operaciones y aprovisionamiento. Entre 1402-28 Enrique III de Castilla promovió expediciones encabezadas por Jean de Béthencourt que permitieron controlar Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, mientras que el resto de las islas tendrán que esperar hasta finales del siglo XV. Pronto se instalaron en ellas colonos andaluces, empresarios genoveses, misioneros y traficantes de esclavos. La empresa colonizadora fue prácticamente privada hasta la época de los Reyes Católicos y la rivalidad entre Castilla y Portugal se extendió hasta 1479, fecha en la que el Tratado de Alcaçovas reconocía la soberanía castellana sobre las islas a cambio de la renuncia de este reino a las empresas atlánticas portuguesas. La conquista definitiva de Canarias y su incorporación a la corona castellana se produce durante el reinado de los RRCC.