NUEVA LUZ SOBRE LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA

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NUEVA LUZ SOBRE
LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA
Un extracto de una alocución proferida por Suzanne Pearson en nuestra Conferencia Sólo el
Papa puede salvar Washington, el 22 – 24 de septiembre de 2015.
por Suzanne Pearson
Nuestra Señora ha elegido Rusia para una misión muy especial. Una vez que sea
consagrada a Su Inmaculado Corazón, se servirá de Rusia para bendecir a las demás
naciones trayendo así la paz a todo el mundo. La razón de por qué escogió Rusia como su
instrumento, es un designio que se traba en el Corazón de Dios.
La jerarquía eclesiástica encuentra razones para no consagrar Rusia. Pero, ¿por qué
no hacen la experiencia? ¿Por qué hay tanta resistencia contra el hecho de hacer la
experiencia? ¡Habría tantos grandes beneficios! ¡Nuestra Señora promete la paz a todo el
mundo! ¡La paz! ¿No es verdad que todo el mundo ansía la paz?
Mi única conclusión es que algunas personas verdaderamente se oponen a estos
grandes beneficios. Todo el mundo puede querer la paz, pero no según las condiciones de
Nuestra Señora. La paz tiene significados diferentes según qué personas. Los comunistas
solían decir que la paz llegaría cuando todo el mundo fuese comunista. Todos los
verdaderos enemigos de la Iglesia quieren la paz según sus propias condiciones y no de
acuerdo con las de Nuestra Señora. Otros quieren la paz pero todavía no…o la paz, pero no
hasta…
Si examinamos la historia, los hombres siempre han deseado la paz, pero las
naciones, o sus gobernantes, han estado dispuestos a sacrificar la paz, por lo menos por un
tiempo, para lograr objetivos que consideraron bastante más importantes. Las naciones en
guerra no firmarían tratados de paz antes de la consecución de ciertas fronteras, de cierta
hegemonía, de ciertas concesiones comerciales u otros objetivos. Nunca querían unirse en
una situación que, con un poco más de lucha, hubiesen podido cambiar.
La paz implica estabilidad. Nadie quiere estabilizar un status quo que no está a su
favor. Esto aplica a priori a los revolucionarios que siempre han afirmado que, para el
avance de sus objetivos dependen en la inestabilidad, de la convulsión continua.
Otra razón por la cual las personas pueden dudar en aceptar el plan de paz de María
Santísima es el temor a la vuelta a un mundo católico. Malacostumbrados por la mayor
libertad que ofrece el liberalismo, algunos pueden tener miedo a la idea de regresar a un
mundo de obediencia, sacrificio, expiación, y dominio de sí mismo.
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Seis sacerdotes llevaron a Nuestra Señora en procesión a través de las calles de Washington D.C.
Esto no aplica apenas a los enemigos de la Iglesia. Cada uno de nosotros debe
preguntarse: ¿hasta qué punto he aceptado la nueva moda? Para alguno de nosotros, puede
ser que apreciamos la relajación de las reglas sobre el ayuno; para otros puede ser las
normas de vestir más permisivas o las mejores oportunidades para las mujeres. Algunos
pueden ver cierto atractivo en una mayor apertura de la Iglesia al mundo a nivel cultural o
político. Y mejor no decir nada acerca de las anulaciones más fáciles o que haya más
opciones en la planificación familiar. ¿Cuánto de todo esto seguiría permaneciendo en el
mundo convertido de María Santísima?
Aquellos que han pasado años obstruyendo la Consagración de Rusia simplemente
no creen en Fátima, o por lo menos no enteramente. ¿O, por el contrario, sí, creen?
¿Estamos realmente presenciando una falta de fe? Lo que veo, mejor dicho, lo que
sospecho, cada vez más, es que tal vez ellos piensen las Apariciones y el Mensaje de
Fátima dignas de Fe, y piensen tal vez Nuestra Señora de veras tuviere el poder de llevar a
cabo lo que Ella promete. Para los enemigos de la Iglesia esta posibilidad es aterrorizante.
El demonio no es un ateo. Él y sus legiones también creen, y tiemblan.
El Vaticano hoy en día está controlado por aquellos que se oponen a la
Consagración de Rusia o bien está siendo dirigido por partidarios o bienhechores invisibles,
posiblemente hasta chantajistas, que creen que nadie puede enfrentarse a ellos. Cuando
tropezamos con este muro de hierro en el Vaticano, puede ser que estemos verdaderamente
ante una parálisis de miedo. ¿Por lo tanto qué podemos hacer?
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La necesidad de la Consagración
Pienso que tenemos que encarar el hecho de que aquellos que están luchando con
furia contra la Consagración de Rusia son enemigos resistentes. No estarán convencidos
por más que se les instruya. Ni explicaciones, ni argumentos intelectuales, o pruebas
clarísimas. Están trabajando del otro lado. O se convierten o si no es necesario que nosotros
seamos más listos que ellos. Por supuesto, queremos su conversión. Pero hasta el momento
en que se conviertan, es necesario ser más listos que ellos. Debemos aprovechar todas las
oportunidades que se nos presenten de trabajar al margen de ellos.
Sabemos que Nuestro Señor premia iniciativas ‘a medio camino’ tales como las
consagraciones del mundo llevadas a cabo por los Papas Pío XII y Juan Pablo II. Me
gustaría sugerir una iniciativa de acción a medio camino basada en lo sucedido en Portugal
durante los años 30. El 13 de mayo de 1931, el Cardenal Cerejeira, Arzobispo de Lisboa,
junto con todos sus Obispos en presencia de 300.000 peregrinos, solemnemente
consagraron Portugal al Inmaculado Corazón de María. Lo que sucedió después ha sido
llamado el Milagro de Portugal. La vida católica floreció como nunca. Las vocaciones
estallaron. Después de décadas de control masónico, el nuevo gobierno civil llegó a ser la
administración más católica de Europa. Hasta el Papa Pio XI se maravilló ante la
extraordinaria transformación de Portugal y la atribuyó a Nuestra Señora de Fátima.
La parte más asombrosa de la maravilla portuguesa fue el Milagro de la Paz.
Mientras la Guerra Civil Española bramaba a lo largo y ancho de sus fronteras, Portugal
permanecía ileso. El Cardenal Cerejeira y los Obispos de Portugal renovaron su
consagración nacional al Inmaculado Corazón de María el 13 de mayo de 1938, en
cumplimiento de un voto solemne que habían hecho dos años antes para volver y agradecer
a la Santísima Virgen, Madre de Dios, en nombre de toda la nación, que Ella hubiese dado
a Portugal la victoria contra el comunismo ateo y el beneficio de la paz. El Cardenal
Cerejeira pudo afirmar exultante: “la bendición de la paz…que… habíamos pedido
confiadamente en Fátima nos ha sido concedida casi milagrosamente”.
María Santísima no puede ser superada
en generosidad.
Portugal no se libró de apenas un golpe de estado comunista durante los años 30,
sino que el 6 de febrero de 1939, siete meses antes de la declaración de la Segunda Guerra
Mundial, Sor Lucía escribía a Monseñor José da Silva para decirle, “en esta guerra horrible
Portugal será perdonado a causa de la consagración nacional hecha por los Obispos al
Inmaculado Corazón de María”. Y en una carta al Papa Pío XII, escribía el 2 de diciembre
de 1940: “Santísimo Padre! ...Nuestro Señor promete, en atención a la consagración que los
Excelentísimos Prelados portugueses han hecho de la nación al Inmaculado Corazón de
María una protección especial a nuestra Patria, durante esta guerra; y que esta protección
será la prueba de las gracias que concedería a las demás naciones, si, como Portugal, Le
hubiesen sido consagradas”.
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Con base en estas citas de Sor Lucía, propongo que sigamos el ejemplo de Portugal.
Intentemos conseguir que las naciones individuales se consagren, para que por lo menos
esos países sean protegidos de los castigos venideros. Tal vez el Cardenal Primado y los
Obispos de algunos países puedan ser alentados a proporcionar esta protección a su propio
pueblo. Pero si los Obispos no están dispuestos, intentemos conseguir que los gobernantes
civiles lo hagan. Al fin y al cabo, el Sagrado Corazón de Jesús pidió al Rey Luis XIV la
consagración de Francia, y se complació con la consagración de Ecuador a Su Sagrado
Corazón llevada a cabo por el Presidente García Moreno en 1873.
Si los gobernantes de Rusia están ahora mostrando cierto interés en las promesas de
Nuestra Señora para con Rusia, puede ser este un buen momento para proponer la
consagración de Rusia por parte de sus propios prelados, como se hizo en 1931 en Portugal,
o por parte de sus propios gobernantes, si ellos, al presente, son más dóciles a la idea. ¡Si la
consagración del mundo, como un curso de acción a medio camino, trajo tan grandes
beneficios, y si la Consagración de Portugal trajo un milagro de triple beneficio a esa
nación, imagínense lo que la consagración de Rusia por sus propios gobernantes podría
traer!
Cuanto mayor sea el número de países que podamos conseguir que sean
consagrados, más beneficios recibiremos de Dios. Donde no podamos conseguir que los
países sean consagrados, intentemos conseguir estados, provincias, diócesis, condados,
ciudades y pueblos. El Padre Joaquín María Alonso, C.M.F., archivista oficial de Fátima,
informó en 1943 que 41 diócesis españolas, así como muchas parroquias y asociaciones
civiles y militares en España se habían consagrado al Inmaculado Corazón de María.
Habiendo sufrido durante la guerra civil española por experiencia personal la crueldad de
los comunistas, no es una sorpresa que el pueblo español, en aquel momento, se agarrase a
la mano protectora de Nuestra Señora.
Incluso hoy, en esta era cada vez más secularizada, debe de haber por lo menos
algún Obispo, líder, o alcalde dispuestos a dar este paso. Cuando arrecian tiempos difíciles,
el resto del mundo verá la prosperidad que resplandece en aquellos lugares y serán movidos
a seguir su ejemplo.
Para alcanzar nuestro objetivo más difícil, la conversión de los enemigos de Fátima,
dediquémonos de nuevo nosotros mismos a nivel personal al plan de paz de Nuestra
Señora. ¿Somos fieles al Rosario cotidiano recitándolo devotamente? ¿Damos prioridad a
cumplir las peticiones de Nuestra Señora en cuanto al Primer sábado? ¿Nos hemos
consagrado al Inmaculado Corazón de María? Sor Lucía enumeró cuatro elementos
esenciales de la consagración personal: la gracia, la penitencia, el Rosario, y la reparación.
Primero, la gracia: tenemos que vivir en estado de gracia.
Segundo, hemos de hacer penitencia. Lucía cita a Nuestro Señor diciendo: “el
sacrificio necesario de cada persona es el cumplimiento de los deberes cotidianos y la
observancia de mi ley. Es la penitencia que ahora pido y necesito”.
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Tercero, el Rosario cotidiano.
Cuarto, la reparación: la Comunión reparadora del Primer Sábado durante cinco
meses consecutivos.
Cuando los requisitos para la consagración personal se cumplan en las vidas de cada
uno de los fieles, Sor Lucía concluyó que se realizaría la consagración por el Santo Padre.
Al igual que los pastorcitos de Fátima, podemos lograr aún más. Nuestro Señor dijo
que algunos demonios sólo pueden ser expulsados por la oración y el ayuno. Podemos
ayunar de alimentos y también de muchas otras cosas. Por lo tanto, busquemos modos de
hacer penitencia a la vez que multiplicamos nuestros Rosarios. Humildemente conscientes
de que ninguna cantidad de expiación puede reparar la enormidad de ultrajes que Nuestro
Señor ha sufrido de las manos de Sus criaturas, sabemos, no obstante, que en cierto
momento tendrá compasión de nosotros y concederá al Santo Padre la gracia que necesita
para consagrar Rusia.
Tenemos la promesa de Nuestro Señor de que algún día se llevará a cabo y que la
paz será concedida al mundo. Hagamos todo lo que podamos para adelantar ese día.
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