INMUNIZACIÓN GENÉTICA Y VACUNAS COMESTIBLES José de Vicente González María Jesús Oya Amate El fundamento de la inmunización con el ADN se basa en que se trata con un vector muy sencillo que se puede inocular intramuscularmente en distintos lugares o se puede tomar por vía oral microencapsulado. Es un vector muy fácil de producir, económico, con el que se consigue una respuesta celular tipo TH1 y TH2. Presentan, por tanto, más facilidad de producción y se trabaja más fácilmente con el ADN que con los organismos o proteínas presentes en las vacunas tradicionales. Incluso, tenemos que decir que el ADN es una molécula muy estable. Podemos aseverar, incluso, que existe la posibilidad de transferir material genético extraño de una célula a otra por transducción de un vector mediador. No obstante, presenta el inconveniente de que el ADN se puede integrar en el cromosoma celular e inactivar genes importantes en la funcionalidad del organismo. Hemos de tener en cuenta que las probabilidades de que esto pueda ocurrir son menores del 1 por 100.000. Estas vacunas representan un gran potencial, porque aportan el antígeno preciso. En biomodelos animales pueden inducir a la protección contra un amplio espectro de agentes patógenos, lo que posibilita grandemente unos resultados altamente positivos. Se trata de vacunas basadas en fragmentos de ADN que contienen genes reguladores o el gen que codifica las proteínas de la envoltura de un virus, por ejemplo. Esta táctica inmunizadora podría ofrecer un medio sencillo para identificar vacunas candidatas contra una gran variedad de patógenos humanos. La inmunización genética implica la introducción de ADN codificador de una proteína de un patógeno en células huéspedes. Consiste este tipo de inmunización en observar el nacimiento de los antígenos dentro del mismo organismo mediante la inyección de un plásmido que contiene el gen con la información antigénica. Esta técnica se ha revelado como muy prometedora en varios modelos de enfermedad. Según el Dr. David Martín, “esto tiene la ventaja de tratarse de un antígeno naciente, con todas las propiedades de una proteína nueva y, por el momento, en ocho años de experimentación clínica, ha demostrado su seguridad y eficacia”. La vacunación genética aporta una fuente de inmunización estable y de larga duración para vacunas de naturaleza proteica, presentando una gran similitud a lo que sucede con una infección viral. Esta nueva vía de desarrollo de vacunas, la inmunización por biblioteca genética, se basa en el hecho de que todos los antígenos de un patógeno están codificados en su ADN. Se usa la biblioteca genética de expresión de ADN de un patógeno para inmunizar el huésped, produciendo los mismos efectos que presenta el antígeno de una vacuna viva, sin conllevar el riesgo de infección que esta puede presentar. La investigaciones llevadas a cabo con bibliotecas parciales de expresión genética han tenido como resultado la protección total contra el patógeno. Este tipo de vacunas presentan una serie de ventajas. Son de fácil producción, presentan una expresión prolongada del antígeno, estimulan continuamente al sistema inmune, producen respuestas inmunitarias cualitativamente diferentes y ofrecen la oportunidad de manipular la antigenicidad de la proteína ADN inmunológico. E. M. Scolmick y colaboradores han conseguido administrar a un grupo de personas una vacuna de la hepatitis de ADN recombinante. La vacuna esta formulada con el antígeno de superficie de la hepatitis B -HBsAg- producida por una cepa recombinante de la levadura Saccharomyces cerevisiae. Las personas vacunadas presentaron en un principio, en un porcentaje de un 40%, anticuerpos HBsAg ; y al cabo de un tiempo superior, un 80%, eran positivos a los anticuerpos. Siendo el anticuerpo formado predominatemente específicopara el determinante HBsAg. Se trata del primer caso del uso de una vacuna preparada con la técnica del ADN recombinante utilizada en personas. El futuro en este campo se presenta prometedor y revolucionario consiguiéndose no sólo prevenir un elevado número de enfermedades infecciosas de una manera muy segura, sino actuando como agentes terapéuticos contra el cáncer y determinadas enfermedades autoinmunes. Vacunas comestibles. Estamos, prácticamente, inaugurando una nueva era en la campo de la inmunología, al haberse demostrado por primera vez que una vacuna comestible puede desencadenar una respuesta inmune en los humanos. Según señala el Dr. Julio Salinas, del Departamento de Mejora Genética y Biotecnología del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias de Madrid , en España, “la clave está en aprovechar las nuevas técnicas de ingeniería genética para introducir en las plantas el gen que codifica un antígeno determinado, de tal manera que los vegetales lo produzcan y éste provoque una respuesta inmune capaz de proteger frente al agente infeccioso ”. La planta actua como un simple sustrato y lo ideal es que se utilice en la alimentación humana, es decir, que sean comestibles. Se está llevando a cabo aplicando la biotecnología al campo de los alimentos transgénicos, la obtención de vacunas comestibles contra microorganismos como el virus de la hepatitis B y el Escherichia coli. Estas vacunas presentan una serie de ventajas respecto a las tradicionales: provocan menos estrés y son más seguras que las inyectables, no requieren refrigeración y presentan una fuerte inmunidad contra los microorganismos infecciosos; lo que se ha demostrado en ratones alimentados con maíz transgénico con la subunidad Lt-B del Escherichia coli desarrollando una fuerte respuesta inmunológica. Estamos, prácticamente, inaugurando una nueva era en la campo de la inmunología, al haberse demostrado por primera vez que una vacuna comestible puede desencadenar una respuesta inmune en los humanos. Según señala el Dr. Julio Salinas, “la clave está en aprovechar las nuevas técnicas de ingeniería genética para introducir en las plantas el gen que codifica un antígeno determinado, de tal manera que los vegetales lo produzcan y éste provoque una respuesta inmune capaz de proteger frente al agente infeccioso”. La planta actua como un simple sustrato y lo ideal es que se utilice en la alimentación humana, es decir, que sean comestibles. La técnica consiste en utilizar plantas transgénicas que sinteticen antígenos que puedan ser utilizados como profilacticos frente a determinadas enfermedades; en especial, las relacionadas con el aparato digestivo. Para el tratamiento preventivo de las mismas no existen en la práctica vacunas que desarrollen la inmunidad en las propias mucosas y aún ha sido más difícil conseguirlo suministrando el antígeno por vía oral. Lo más primordial en este caso consiste en conocer detalladamente el antígeno que confiere la inmunidad frente a estas patologías. En el siglo XXI las vacunas contra enfermedades humanas como el cólera, la enterocolitis bacteriana, rabia, hepatitis B, E. coli LT-B, algunos citomgalovirus, el virs de Norwalk o, incluso, el SIDA no sólo podrán administrarse oralmente, sino que su coste será más económico y llegarán a formar parte de la dieta alimenticia de las personas. También serán aplicadas en patologías animales, como la fiebre aftosa y la enfermedad hemorrágica del conejo. Este tipo de vacunas se fundamenta en recientes experimentos que han demostrado que las plantas y sus virus, al sufrir ciertas modificaciones genéticas, pueden convertirse en verdaderas fábricas de vacunas contra patologías infecciosas humanas. La base de esta investigación se fundamenta en los resultados obtenidos al administrar en la dieta plantas transgénicas de tabaco y patata a un grupo de ratones, lográndose su inmunización contra una infección intestinal de origen bacteriano. Las infecciones entéricas son actualmente una de las primeras causas de la mortalidad infantil en países poco desarrollados. La combinación de la tecnología biosanitaria y la ingeniería genética de las plantas ha comenzado recientemente a dar frutos impensables. Los resultados más sorprendentes se conocieron cuando el investigador Charles Arntzen demostró la viabilidad de las “vacunas comestibles”. Plantas transgénicas con proteínas ajenas capaces de inmunizar al hombre contra diversas enfermedades. Los científicos insertaron en las plantas dos genes que expresan una subunidad proteínica de la enterotoxína LT-B de la bacteria “Escherichia coli”, responsable de una peligrosa infección entérica similar a la producida por el agente del cólera al colonizar el intestino. Posteriormente, el profesor Arntzen y su equipo administraron un extracto soluble de hojas de tabaco a un grupo de ratones por vía digestiva y a otro grupo de roedores también se le administró en su dieta, por idéntica vía, una pequeña cantidad de planta de patata, ambas modificadas genéticamente. En ambos casos, el antígeno administrado activó la producción de anticuerpos contra la enterotoxina de la “Escherichia coli”. Esta experiencia presentó complicados obstáculos. Así, por ejemplo, el equipo del profesor Amtzen utilizó una proteína potentemente inductora de la respuesta inmune; sin embargo, existen otras cuya respuesta no es tan satisfactoria cuando se administran por vía oral. Es decir, provocan una débil activación del sistema inmune e, incluso, puede ocurrir que otros compuestos de las plantas transgénicas dificulten la inmunogenicidad de la proteína base de la vacuna. Por tanto, hay que tener presente que para conseguir la inmunización oral se requieren, en ocasiones, una gran cantidad de antígeno o disponer de un antígeno que provoque una respuesta muy fuerte. Ocurre, también, que las patatas transgénicas deben cocinarse para que puedan comerse. Este proceso inevitable puede causar desnaturalización de la proteína antigénica reduciendo o eliminando su efecto. Para paliar esta dificultad el equipo científico utilizó frutas para vehicular las vacunas e introdujo el gen extraño en plátanos, que se expresó con naturalidad. Frente al modelo de vacunación activa del profesor Amtzen y sus colaboradores, el equipo dirigido por el Dr. Julián Ma, del Hospital de Guys de Londres, ha apostado por el sistema de vacunación pasiva, mediante la inclusión de anticuerpos fabricados fuera del organismo. El Prof. Parra y su equipo de la cátedra de Bioquímica y Biología Molecular de la Universida de Oviedo, han diseñado una vacuna por mediación de una planta transgénica dotada en su composición de la proteína VP60, que es un antígeno protector frente a la enfermedad hemorrágica del conejo, cuyo agente patógeno guarda una gran similitus con el virus de Norwalk. Se trata de un virus cuya simplicida es determinante, ya que su cubierta externa está formada por una única proteína, VP60. Introduciendo uno o más genes en una planta de patata, procedentes de otro organismo, estos se integrarían en los cromosomas de ella, expresando posteriormente la información como propia. Se trata de una vacuna subunitaria, porque al organismo receptor solamente se le sumnistra una parte del patógeno, eliminándose del mismo los elementos genéticos más virulentos. Para conseguir este tipo de vacuna se emplea como vector el agrobacterium, que va a ser el vehículo que va a permitir el traslado de los genes hasta el interior de la planta, de modo que la región del ADNt del plásmido se inseta en el genoma vegetal. El antígeno VP60 se puede suministrar indistintamente por vía oral o parenteral, pero el primer caso resulta más positivo porque estimula más eficazmente la inmunidad de las mucosas. Este descubrimiento tiene una enorme importancia cuando se trata de prevenir patologías gastrointestinales, como la producida por el virua de Norwalk, así como otras patologias que destruyen el epitelio intestinal. Los resultados del primer ensayo clínico, en fase I, con una vacuna comestible realizado en EE. UU. indican que la inmunización contra diversas enfermedades infecciosas, como las entéricas o la hepatitis, será posible consumiendo vegetales manipulados genéticamente. Estos estudios se han llevado a cabo con patatas modificadas que tenían incorporada un segmento de la toxina secretada por la bacteria Escherichia coli, causante de graves diarreas. El objetivo de estas primeras pruebas era comprobar la seguridad de esta novedosa estrategia terapéutica en humanos. Las investigaciones no detectaron efectos secundarios significativos en las personas y las patatas fueron bien toleradas. Los resultados de los análisis en sangre y heces, antes y después del consumo de esta vacuna comestible, evidenciaron un considerable incremento de anticuerpos contra la bacteria Escherichia coli en la sangre e, incluso, en el intestino. Las patatas fueron desarrolladas por Charles Arntzen, del Instituto Boyce Thompson para la Investigación Botánica, afiliado a la Universidad de Cornell, y Hugh S. Mason, del NIAID; a través de un proceso de implantación transgénica, mediante el cual se realizó una transferencia de un gen de una especie a otra. En este caso se ha tratado de un antígeno bacteriano, la proteína que estimula la producción de anticuerpos protectores, que fue insertado en células de tubérculos de patata. Se están llevando a cabo investigaciones, trabajando con maíz, para producir proteínas que puedan resultar útiles como vacunas. El maíz ofrece un resultado ideal para cumplir esta función porque produce gran cantidad de proteínas adecuadamente concentradas y procesadas. Se trata de un hito en el camino que conduce hacia la creación de vacunas baratas que puedan ser utilizadas para inmunizar personas del Tercer Mundo, donde el alto coste, el transporte y la necesidad de refrigeración para determinadas vacunas pueden frustrar programas efectivos de vacunación. La patata, en este caso, es únicamente el prototipo para desarrollar vacunas insertadas en alimentos. No obstante, los expertos están intentando lo mismo en tomates y plátanos, por tratarse estos últimos de alimentos más atractivos para los niños. Entre los próximos objetivos figuran los virus Norwalk, causante de un tipo común de diarrea, y el virus de la hepatitis. Estos estudios han demostrado la viabilidad de las vacunas comestibles, pero todavía harán falta dos fases más de ensayos clínicos en humanos para conocer los perfiles de eficacia y si la estrategia es rentable desde el punto de vista económico. La “diarrea del viajero” es una patología frecuente en el Tercer Mundo causada por la infección por Escherichia coli presente en alimentos y aguas. Esta enfermedad causa en el Tercer Mundo, según la OMS, unos tres millones de muertos al año, sobre todo niños. El biólogo William Langridge de la Universidad Loma Linda, California, utilizando un gen que codifica una proteína B no dañina de la toxina del cólera e incorporándolo, posteriormente, en el genoma de un tipo de patata, ha conseguido la producción de una inmunidad específica contra la enterotoxina del Vibrio cholerae en un grupo de ratones alimentados con este tipo de tubérculos. Este componente antigénico se adhiere a las células intestinales y estimula la producción de anticuerpos contra el vibrión colérico. El equipo investigador observó que al someter al calor las patatas modificadas genéticamente, en su cocción se alteró únicamente las propiedades antigénicas de la mitad de las mismas aproximadamente. Se calcula que con el consumo de cuatro patatas con estas características, al mes, se logrará la protección eficaz contra el cólera. Los resultados de un experimento de este tipo realizado con plantas transgénicas, capaces de producir un anticuerpo que se podría añadir a pasta dentífrica, ha servido para la protección contra la bacteria que deteriora la dentición. Lo que intenta el profesor Ma y su equipo de colaboradores es producir un tipo de inmunoglobulinas que son secretadas normalmente en las mucosas de la boca y del tracto digestivo. El reto es complicado porque estos anticuerpos están compuestos por cuatro cadenas proteínicas, una de las cuales se genera durante la secreción. Para conseguir esta meta utilizaron cuatro líneas independientes de plantas de tabaco y a cada una se le incorporó un gen diferente de forma que se lograran las cuatro proteínas necesarias para producir el ansiado anticuerpo. Sin embargo, la gran complicación está en el acondicionamiento de anticuerpos en la pasta dentífrica. El científico británico Tom Lehner, del Hospital Guys de Londres, ha desarrollado una vacuna efectiva, segura e indolora para prevenir las caries. Se trata de una vacuna vegetal que se aplica en los dientes y produce anticuerpos que destruyen las bacterias específicas causantes del 95% de las caries. Esta vacuna se obtiene mediante la modificación genética de la planta de tabaco. Esta modificación genera anticuerpos contra las bacterias, similares a los que produce el sistema inmunológico del organismo para defenderse de las infecciones. Los experimentos llevados a cabo demuestran que se trata de un paso muy importante en la lucha por la conservación del buen estado de las piezas dentales. Esta vacuna anticaries es probable que se comercialice en breve. Según la comunidad biocientífica estamos ante una realidad a corto plazo.