ego Chocolate Placer oscuro Aromático, delicioso, estimulante y reconfortante, el llamado “alimento de los dioses” se conoce desde la civilización olmeca. Bueno para el cuerpo e inspirador para el espíritu, ni las calorías –cerca de 500 por cada 100 gramos– han podido restarle devotos / Maruja Dagnino fotografía orlando palencia 83+SALUD ego chocolate A principios del siglo XVII las mujeres mexicanas experimentaron tal pasión por el chocolate que ni siquiera la Iglesia podía apartarlas de sus encantos. Un estricto sacerdote prohibió la costumbre dentro del sagrado recinto. La muerte lo sorprendió justo después. Alguien había envenenado su chocolate. Hay algo de misterio en esa atracción que el chocolate ejerce sobre el mundo desde tiempos de Moctezuma, el último emperador azteca. ¿De dónde viene ese poder mágico, casi mitológico, que se convierte en deliciosa realidad? El cacao –cultivado desde la civilización olmeca hace más de 3.000 años– llegó a Europa durante el Descubrimiento. Se dice que Cristóbal Colón, el primer europeo en ver sus semillas, probó el amargo sabor en Honduras, durante su cuarto viaje al nuevo continente en 1502. Para nada impresionado, presentó el xocoatl –sin ningún éxito– a los reyes católicos, quienes lo calificaron como una “extraña bebida india”. Fue Hernán Cortés quien, a su regreso de tierras aztecas, lo introdujo ante la corte del emperador Carlos V, excelso sibarita y goloso reconocido. Si bien algunos cronistas aseguran que fueron unas monjas en Oxaca quienes asestaron el golpe certero del azúcar en el cacao, el éxito de Cortés parece haber estado en contrarrestar su sabor amargo con el fruto de la caña y vainilla. Y es que en tiempos de Moctezuma se bebía un “brebaje infernal” de cacao condimentado con chili, clavo y canela, mezclado muchas veces con cenizas de muerto para curar la fiebre. Valor sensual Aunque de origen americano, el chocolate –tal como se conoce hoy, en todo su refinamiento– es un invento europeo del siglo XVIII, que se desarrolló durante la Revolución Industrial en el XIX. Fue en 1828 cuando un químico holandés de nombre Conrad van Houten patentó una máquina que extraía casi la mitad de la grasa del cacao y convertía el resto en un polvo fino conocido como “cocoa”. Casi 20 años después, la foto ideasstock.com / corbis / photocuisine Bocado de aliento Si bien los científicos, no sin cierta razón, aseguran que el chocolate no produce adicción, el cacao sí estimula la producción de serotonina, un neurotransmisor que ayuda a regular las emociones, el sueño, la ansiedad y la concentración. No es fortuita, entonces, la defensa de sus propiedades para aliviar la depresión, el dolor del abandono amoroso y la sensación de soledad. Aunque en sí mismo no contiene endorfinas, el chocolate –al igual que el deporte– activa su producción. La llamada “hormona de la felicidad” es una sustancia sintetizada en el cerebro de forma natural que contribuye a elevar el umbral del dolor –actúa como analgésico–, fortalecer la respuesta inmunológica y experimentar un placer semejante al enamoramiento. 84+SALUD “Si un hombre ha bebido en exceso de las fuentes del placer; si le ha robado horas al sueño trabajando demasiado; si su espíritu ya está cansado; si siente el aire húmedo, las horas lentas y la atmósfera demasiado pesada como para soportarla; si está obsesionado con una idea fija que le quita libertad de pensar; si es una de esas desgraciadas criaturas, digámosle que se tome una taza de chocolate perfumado y le ocurrirán maravillas”. B r ill a t- S a v a r in , g a s t r ó n o m o f r a n c é s d e l si g l o X V I I I . compañía inglesa Fry & Sons, que llevaba produciendo chocolate líquido desde 1728, introdujo el revolucionario concepto de “comer chocolate”, al combinar azúcar, pasta y manteca de cacao. En 1876, el sueco Daniel Peter –más tarde cofundador de Nestlé– agregó a la mezcla leche condensada y mercadeó la primera barra sólida de chocolate de leche. Así comenzó la verdadera historia de un manjar que ha servido para aumentar el deseo amoroso, llenar los vacíos de un amor ausente, reconfortar a quien sufre de melancolía, despertar a los aletargados, alimentar al débil y, por si fuera poco, proporcionar placer al cuerpo, más allá de la sublime experiencia sensorial que ofrece al gusto y al olfato. Se sabe, aunque sea por memoria antigua, que nada como los dulces y aromáticos derivados de la nuez del cacao para subir la libido a una mujer triste. También se cree que eleva el vigor en los hombres. Madame du Barry, según se dice, servía chocolate a todos sus amantes –entre ellos Luis XIV– antes de la refriega amorosa, y Moctezuma –“esposo de dos linajudas cacicas y servidor macho de numerosas amigas”– tomaba unas diez tazas de cacao antes de yacer con sus concubinas. Así sería su valor que cuando Cortés –tomado por Quetzalcóatl, dios de la selva y jardinero del paraíso– preguntó a los aztecas dónde escondían el tesoro, lo llevaron entusiasmados a las plantaciones reales de Maniapeltec para revelarle su secreta posesión: montañas de cacao. Los conquistadores pronto descubrieron que la semilla servía de moneda entre los aztecas. Hernán de Oviedo y Valdez, uno de los hombres de Cortés, reportó que por un conejo se pagaban 4 granos, 10 por los servicios de una prostituta y 100 por un esclavo. El dinero crecía en los árboles. Sabor criollo El cacao no se da igual en todas partes. A semejanza de lo que sucede con los vinos, cada tierra imprime su aroma. Se escucha decir “cacao suave en Guayaquil, fuerte en Madagascar, picante en Indonesia, ahumado en Brasil y perfumado en el Caribe”. En Venezuela –Chuao, Ocumare, San Felipe y Maracaibo– se esconden en sus árboles una fama legendaria. Para 1684, las 167 plantaciones de cacao en el país albergaban casi medio millón de árboles. Para 1740, el cultivo se había duplicado; en 1810 cubría 50% de la producción mundial, y para finales del siglo XVIII, según estimaciones de Humboldt, el número de árboles ascendía a 16 millones. Durante los trescientos años de dominación española, la para entonces Capitanía General de Venezuela vivió casi exclusivamente de los frutos del cacao, un cacao que se preciaba de ser el mejor del mundo. Con gusto El chocolate contiene flavonoides, antioxidantes naturales –también presentes en el vino tinto– que neutralizan la acción de los radicales libres –moléculas inestables que producen daño celular–, estimulan el sistema inmunológico y ayudan a prevenir ciertos tipos de cáncer, enfermedades cardiovasculares y el mal de Alzheimer, entre otras patologías. El llamado “manjar de los dioses” también es rico en magnesio, fósforo, hierro, potasio, calcio, vitamina E y tiamina. Aunque es alto en calorías –cerca de 500 por cada 100 gramos– y elevado en ácidos grasos y azúcares –el equivalente a 4 sobres de azúcar por cada 100 gramos–, tiene una bondad: su grasa procede de la manteca de cacao que, a diferencia de otras, no aumenta el nivel de colesterol en la sangre. 85+SALUD ego chocolate Comer con la piel La cosmética de hoy ofrece terapias de chocolate para la hidratación profunda de pieles extremadamente secas. Utilizando sales naturales, la sesión comienza con una exfoliación que busca eliminar las células muertas y preparar el cuerpo para recibir los nutrientes y antioxidantes del cacao, que favorecen la regeneración celular y frenan el envejecimiento. El chocolate –negro, dulce y tibio– se deja actuar durante media hora. La terapia finaliza con un masaje antiestrés: con manteca de cacao para humectar aún más la piel, o con el aceite de su flor para reafirmarla o suavizar las estrías. Del tipo criollo –también cultivado en Ecuador, Colombia y Java–, una variedad privilegiada que abriga granos de incomparable calidad y aroma, el cacao venezolano sólo se emplea en la producción de chocolates extrafinos. Las cifras lo dicen todo: el forastero, el cacao africano por excelencia, cubre casi el 80% de la producción mundial y se mezcla, para mejorar la calidad, con el delicado criollo que, con sumo esfuerzo, alcanza entre 5 y 10% –su árbol es de salud delicada–. El porcentaje restante es suplido por el cacao trinitario, oriundo de Trinidad e hijo del cruce entre el criollo y el forastero. Hoy, las naciones líderes en la industria cacaotera son Camerún, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Brasil. Laboriosa cosecha La mazorca de cacao nace directamente del tronco. Una vez madura, un acertado golpe de machete deja al descubierto entre 30 y 40 granos –todavía muy amargos– y una dulce y blanquecina pulpa. Ya bajo la sombra, los granos se esparcen sobre el fermentador –cajas o canastos- y se cubren con hojas de plátano para separarlos de la pegajosa pulpa y destruir la posibilidad de germinación. 86+SALUD La fermentación –vital para el aroma del cacaodura, dependiendo de la calidad de la cosechaentre dos y seis días. Luego, los granos se secan al sol por una semana (contienen todavía 60% de agua). Una vez en la fábrica y superados los controles de calidad, se tuestan –al estilo del café– con una intensidad que varía según los usos para los que están destinados. Los granos, ahora más oscuros y menos fuertes de sabor, se desprenden de su ya quebradiza cáscara para ser triturados y molidos hasta transformarse en la oscura y amarga pasta que se conoce como licor de cacao. Parte de la pasta pasa a tanques de prensado que “exprimen” la manteca (muy usada en cosmetología) y el polvo de cacao (muy utilizado en heladerías, pastelería y bebidas achocolatadas). El resto entra en un largo proceso de refinación y mezcla que deriva, finalmente, en la deliciosa tableta de chocolate. • ( Fu e n t e s c o nsul t a d a s º N. Bailleux y otros. Le livre du chocolat. Editorial Flammarion, 1995. º Maguelonne Toussaint-Samat. A History of Food. Blackwell Reference, 1996. º International Cocoa Organization. )