RITOS, RITUALES Y FIESTAS (Por Carmen Ramos Méndez G.) Desde el momento en el que nos convertimos en papás o mamás se añaden con especial significado algunos términos que incluiremos en lo cotidiano: el orden, los hábitos, la claridad, la consistencia y el vínculo. Tanto el pediatra, como en la escuela, nos hablarán sobre la importancia de crear rutinas en la vida diaria que nos permitan ser predecibles ante nuestros hijos para que puedan sentir seguridad y confianza de su entorno y de las personas que los rodeamos, y que a lo largo de sus primeras experiencias les hagan sentir que los cambios a su alrededor no lo van a vulnerar porque hay una estructura que los contiene, es decir, que los ve (los ama) y los protege (los cuida). Desde el primer día vamos creando rituales inconscientes, rituales cotidianos, que tienen un profundo significado, es decir, acciones indispensables no sólo para nuestra supervivencia, sino también para nuestra salud física, mental y emocional, y que en la medida que realizamos de manera particular, añadiendo nuestra propia marca, se van haciendo hábito, costumbre, es decir, un ritual: dormir a determinada hora, después de un baño y una lectura corta; comer en cierto lugar con alguna reflexión o alguna tarea previa asignada; despertar con un beso, una canción o un abrazo; desear suerte en un examen o un trabajo con alguna frase que se repite en esas circunstancias, y los infinitos ejemplos que cada familia tenga en el orden para el día a día. Hay otros rituales, que son los que refuerzan nuestra identidad por una parte, y el vínculo con los demás por otra, a través del reforzamiento de tradiciones familiares, sociales y religiosas o espirituales. En este sentido, los rituales como la suma de costumbres que se manifiestan a través de una celebración, que pone de manifiesto nuestros valores y las características de la cultura a la que pertenecemos. Aquí me gustaría citar al filósofo Simón Martínez Ubárnez, quien en su artículo: La fiesta y la preservación. La identidad culltural., de 2009, dice lo siguiente entre otras cosas: “…la cultura es un fenómeno estricta o exclusivamente humano, sólo el hombre es un ser cultural, creador de cultura o con capacidad de darle sentido y valor a los objetos, situaciones o hechos, que en conjunto constituyen el ser de la cultura. …La identidad se debe entender ante todo, como un proceso psíquico por medio del cual una persona que se siente emotivamente vinculada a otra, a una determinada situación, realidad o procesos, asimila algunas características de estos y las incorpora como parte esencial de su ser y su personalidad. En este sentido, se asume que la identidad cultural es ante todo, vivencia y sentimiento profundo del ser humano, que se va forjando en contacto vital con un conjunto de objetos, personas, valores, comportamientos y costumbres, que con el tiempo conforman un ethos, un modo de ser y de actuar, que le es propio, privativo, y que caracteriza y define individual y socialmente a las personas en sus comportamientos, conductas, valores y visión del mundo, frente a los miembros de otros entornos culturales, y se expresa o manifiesta en diferentes niveles, endógena y exógenamente, según el grado de desarrollo que la sociedad haya alcanzado. …Pero la identidad cultural, además de vivencia interiorizada que se vuelve consciencia, es un conjunto de sentimientos arraigados en el ser humano, que se van forjando en contacto con un entorno, del cual hacen parte y se superponen en el espacio y en el tiempo, personas, objetos, valores, relaciones, paisaje, comportamientos, raíces, historia, costumbres, cotidianidad, cosmovisión, conocimientos y tradición. Elementos estos, que por un proceso cuantitativo acumulado de contactos vivenciales permanentes y sostenidos, se va des-realizando o desobjetivando e idealizando, transformándose en una significación especial en cuanto es respuesta (individual) del sujeto a las situaciones cotidianas que le ocurren, pero que están ligadas a la consciencia colectiva (del grupo o clase social).” No es gratuito en nuestro modelo filosófico y pedagógico, que consideremos de vital importancia las tendencias humanas sobre pertenencia, adaptación y socialización de las que hablaba María Montessori ya hace más de cien años, y que son inherentes a los intereses y necesidades en el desarrollo del hombre, ya que cumplen funciones básicas que nos protegen del caos, nos unen como grupo y nos permiten, a través de la celebración, darnos espacios para estar presentes. A través de las celebraciones creamos un orden, marcamos ciclos, hacemos cierres internos, y en el festejo, nos renovamos. Celebramos la vida y la muerte, festejamos de diferentes maneras el nacimiento, la unión de una pareja, los cumpleaños, los aniversarios, el año nuevo, algunos eventos que se vuelcan en nuestra nacionalidad, sincretismos como el día de muertos, o de manera más recogida e íntima, hacemos un ritual para despedir a un ser querido. También están los de orden religioso o espiritual, y como hemos visto, muchos coinciden en esta época decembrina en la que lectivamente terminamos con un año más de nuestro calendario, y de ahí la riqueza de podernos hacer presentes todos. Y como lo señalan Juan Miguel Sarricolea Torres y Albertina Ortega Palma, en su trabajo: Una mirada antropológica al estudio de los rituales festivos (Dimensión Antropológica, vol. 45, 2009), a quienes cito adelante, las fiestas pueden tener varios alcances, como generadoras de la identidad, como medio de intercambio económico, como reflejo de la estructura social, y como transformadoras o reforzadoras del orden social. “…estamos convencidos de que lo lúdico en la cultura tiene muchas implicaciones y que por medio de un análisis minuicioso de esta esfera de la vida se pueden descubrir múltiples facetas de la diversidad humana. El juego, el esparcimiento, las fiestas o el ocio se presentan separados simbólicamente del mundo social ordinario, pero son complementarios de éste. Es así que muchas de las actividades lúdicas ponen al descubierto valores, conductas, expresiones, interacciones e imágenes en las que vive y se desarrolla la sociedad; que además a través de lo lúdico suelen exponerse tanto justificaciones como críticas al sistema social, así como también se ponen en escena mundos alternativos al ordinario.” Nuestros niños necesitan entender de dónde vienen, conocer sus valores y formar su identidad. Nosotros somos el modelo, el contenedor y el facilitador, y nos corresponde crear actos simbólicos que puedan repetirse conscientemente, incluso a través de generaciones. No es necesario asumir costumbres o tradiciones que no sean nuestras o que no vayan con nuestra forma de vida, sin embargo siempre podremos crear nuestros propios rituales, para que deseablemente, cuando nuestros hijos recuerden su infancia, puedan asociarla con los momentos más íntimos y trascendentes con su familia.