UNA CONSTANTE DIDÁCTICO-MORAL LIBRO DE B U E N A M O R http://ir.uiowa.edu/uissll/ DEL STATE UNIVERSITY OF IOWA STUDIES IN SPANISH LANGUAGE AND LITERATURE L. M u l r o n e y ( E d . ) , “ Diálogos o C o / o q u i o s ” o f P e ­ Mejia, 1 9 3 0 . 2 . I l s e G . P r o b s t L a a s (E d.), Comedia Yntitulada del Tirano Rrey Corbanto, 1 9 3 1 . 3. R u t h D a v i s , New Data on the Authorship of A ct I of the “Co­ media de Calisto y Melihea”, 1 9 3 8 . 4 . M i l r e d E d i t h J o n h s o n ( E d . ) , The “Aucto del Castillo de Emaus” and the “Aucto de la Iglesia’ ’of Juan Timoneda, 1 9 3 3 . 1. M argaret dro A n E n g l i s h t r a n s l a t i o n of t h e w o k r is i n c l u d e d . R o n a l d B o a l W i l l i a m s , The Staging of Plays in the Spanish Peninsula Prior to 1555, 1 9 3 5 . 6. G r a v e s B a x t e r R o b e r t s , The Epithet in Spanish Poetry of the Romantic Period, 1 9 3 6 . 7 . V e r a H e l e n B u c k (E d.), Four Autos Sacramentales of 1590, 5. 1937. ( E d . ) , Religious Plays of 1590: Comedia de la Historia y Adoración de los Tres Reyes Magos; Comedia de Buena y Santa Doctrina; Comedia del Nacimiento y vida de Judas, 1 9 3 8 . 9. E d m u n d d e C h a s c a , Estructura y Forma en “El Poema de Mío Cid”, 1 9 5 5 . 10. R o b e r t B . B r o w n , Bibliografía de las comedias históricas, tradicionales y legendarias de Lope de Vega. P r ó l o g o d e E d ­ 8. Carl A l l e n T yre m u n d de C h asca, 1958. 11. 12. 13. 14. 15. A. R o g g i a n o , Una obra desconocida del teatro his­ panoamericano: “Una venganza fe liz ’, de Manuel López Lo­ renzo, 1 9 5 8 . , Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos, 1 9 6 1 . G e o r g e Z u c k e r , Indice de materias citadas en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés, 1 9 6 2 . J o r g e G u z m á n , Una Constante didáctico-moral del Libro de Buen Amor, 1 9 6 2 . F r e d e r i c k P . B a r g e b u h r , El Palacio de la Alhambra en el siglo X I, 1 9 6 3 . A lfredo http://ir.uiowa.edu/uissll/ UNA C O N S T A N T E DIDACTICO-MORAL del LIBRO DE BUEN AMOR JORGE GUZM AN M é x ic o , D. F. 19 6 3 http://ir.uiowa.edu/uissll/ D erechos de p r o p ie d a d literaria reservados del autor v,j) por State U n iv e r sity o f I o w a IM P R ESO Y H E C H O E N M E X IC O PR IN T E D I N M EX IC O http://ir.uiowa.edu/uissll/ El trabajo que con algunas correcciones se publica ahora, fue elaborado durante mi permanencia en la State Uni­ versity of Iowa, becado por la Comisión Fulbright, durante el año académico 1960-1961, y se originó en una investi­ gación previa hecha en la Universidad de Chile. Es un grato deber y una profunda satisfacción dejar aquí constancia de mi agradecimiento al Dr. Edmund de Chasca, Jefe del Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Iowa, por sus valiosos consejos y sugerencias de todo orden y a la Profesora Dra. Ruth Davis por su amable interés y su constructiva crítica. S ta te U n iv e rs ity o f Iow a I B R A R IE 3 http://ir.uiowa.edu/uissll/ ' http://ir.uiowa.edu/uissll/ problema de la comprensión del Libro de buen amor en cuanto a su signo moral, tiene tanta edad como la obra misma. En el prólogo, dice Juan Ruiz: “ Onde yo de mi poquilla ciencia e de mucha e grand rudeza, entendiendo cuantos bienes facen perder el alma e al cuerpo, e los males muchos que les aparejan e traen el loco amor del pecado del, mundo, escogiendo y amando con buena voluntad sal­ vación e gloria del parayso para mi ánima fiz esta chica escriptura en memoria de bien” ,1 y agrega que ha incluido en su obra “ algunas maneras e maestrías e sotilezas enga­ ñosas del loco amor del mundo, que usan algunos para pe­ car” .2 Sin embargo, algo había en la obra que hizo pensar al autor que quizá sus enseñanzas podrían ser utilizadas E l justamente para pecar, porque dice: “ empero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los conssejo, quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas mane­ ras para ello.” 3 Y parece que la conciencia de la poca cla1 J e a n D u c a m in , ed., L i b r o de b u e n a m o r , por J u a n R u iz (T o u lo u s e , 1 9 0 1 ), p. 5. T o d a s las citas q u e aparezcan en este trab ajo estarán to m a d a s d e esta ed ic ión . S im p lif ic a r e m o s las in i c ia l e s d ob les, pero no las in ter ior e s; alte r ar em os la p u n tu a c ió n de los casos en q u e el s ig n if i c a d o e s in d u d a b le , y resp etarem os las g r a fías d el e ditor c u a n d o la gra fía u s u a l lo p e r m ita. S ie m ­ pre q u e sea p o sib le , c ita r e m o s la le c c ió n d el m s. S. E ste m s., ú n ic o en qu e a p a r e ce este pró lo g o , trae “e n tie n d o ” en lu g a r de entendiendo, qu a ya h a b ía h e c h o C e jad or (c f. su e d ic ió n del L i b r o , p. 1 1) m a M a ría R o sa L ida, “N o ta s para la in ter p r e ta c ió n , in f lu e n c ia , te x to del L i b r o d e b u e n a m o r ” , R F H , 1 1 ( 1 9 4 0 ) , p. 139. 2 E d. D u c a m in , p. 5. 3 D u c a m in , p. 6. http://ir.uiowa.edu/uissll/ corr e c ción y q u e c o n fir ­ fu e n te s y ridad con que la obra mostraba su propósito, siguió viva en el poeta, porque una y otra vez reiteró que había en su poema un sentido oculto, opuesto al “ son feo de las pala­ bras” . La copla 16 insiste en la idea: Non tengades que es libro negio de devaneo, Nin creades que es chufa algo que en él leo; Ca segund buen dinero yaze en vil correo Ansí en feo libro está saber non feo. Y las dos coplas siguientes (1 7 y 1 8 ) dan ejemplos de otros objetos cuya apariencia es vil, pero que guardan en su in­ terior un contenido apreciable por su belleza, su dulzura, su color. Y las advertencias continúan. Las diecinueve coplas que forman la disputa de los griegos y los romanos, más su introducción (c. 4 5 -6 3 ), como asimismo las conclusiones aplicables al Libro que la siguen (c. 6 4 -7 0 ) , todo ello in­ siste sobre la misma idea en diferentes maneras: en esta obra hay elementos insertos que sólo quieren alegrar y cuan­ do se los lea, 4iay que suspender juicio, excepto en cuanto a su calidad poética (c. 4 5 ) ; es de necios malentender una señal (c. 4 6 -6 3 ) ; lo importante no son las palabras, sino la intención con que se dicen (c. 6 4 ) ; el lector debe apli­ carse a desentrañar el sentido de una obra escrita por quien conoce el bien y el mal y al mismo tiempo es un poeta di­ fícil y elegante, lo que no suele encontrarse en inexpertos (c. 6 6 -7 0 ) ; los libros son para todos, cuerdos y necios, pero cada uno los entiende de acuerdo a sus posibilidades (c. 6 8 ) ; las palabras del buen amor no están a la vista, y sólo cuando se adviertan señales suyas ciertas hay que esfor­ zarse en comprender, y entonces, si a través de ellas se lle ­ ga a la comprensión, ya no se rechazará el Libro (c. 6 8 ) ; cuando parece que hay falsedad es justamente cuando el sentido oculto es más verdadero (c. 6 9 ) ; por último, todo http://ir.uiowa.edu/uissll/ depende del lector y su modo de leer o “ ejecutar” este li­ bro-instrumento que es fácil de recordar si se lo toca ade­ cuadamente (c. 7 0 ) . En medio de las aventuras serranas, aparece de nue­ vo la admonición: hay que suspender juicio hasta que la v obra sea bien entendida, porque se corre riesgo de error (9 8 6 c d ) . Dentro de la fábula del gallo que encontró un zafiro en un muladar, se dice que lo mismo ocurre con el Libro que con el zafiro: muchos lectores no se dan cuenta de lo valioso que tienen frente a los ojos. Una vez terminado el Libro, toma el autor la palabra de nuevo para advertir que hay allí un sentido oculto, y que se lo encuentra en cada “ fabla” (c. 1 6 3 1 ) ; cual sea tal sentido, lo explica cuando dice que ha escrito un “ licionario” de gran santidad, y que lo pequeño es allí el jue­ go y la burla (c. 1 6 3 2 ). El propio autor reconoce, pues, que hay dos clases de elementos en la obra:<íinos regocijados, los Qtros doc­ trinales? Además, él mismo dice que hay algo de oculto en lo que se refiere a la moralidad de la obra, puesto que tanto insiste en ello y tan encarecidamente pide a sus lectores que no le interpreten mal. Naturalmente que una mirada al contenido del Buen amor, donde la contradicción parece ser la norma, basta para creerle al Arcipreste que el sen­ tido moral, si existe, necesita aclaración; parece en efecto, o que lo moral no le importaba al poeta o que escribió para halagar las inclinaciones de los menos castos entre sus lec­ tores. Al leer nos parece, a veces, entrever la mano de un gran gustador de los placeres que ofrece el cuerpo; nos parece, igualmente, que el autor está animado por un po­ deroso impulso vital, muy lejano de toda ascesis.4 4 Cf. A m é r ic o Castro, E s p a ñ a e n su, h is to r ia 383 y ss. ( B u e n o s A ir es, 1 9 4 8 ) , pp. T a m b ié n E v ely n L an g, “ E l te m a de la a le g r ía en el L i b r o d e b u e n q http://ir.uiowa.edu/uissll/ 1 A mayor abundamiento, ya desde temprano en su his­ toria, los que no aceptaron la indicación del autor en el sentido de limitar sus juicios a lo estético, mutilaron el Libro quitándole las treinta y dos coplas que sucedían a c. 8 7 7 , y donde, probablemente con tintas algo cargadas para la sensibilidad del censor, Juan Ruiz describiría la casi violación de Doña Endrina por Don Melón, y si tene­ mos en cuenta los versos correspondientes de la fuente, po­ demos formarnos una idea de cómo trataría la escena nues­ tro poeta. Pero si el contenido del Libro tuvo tempranos 'atacan­ tes,' tuvo también (defensores* Según un ms. de que habla Ducamin,5 el dibujante que pintó allí al poeta, en 1753, agregó a su dibujo, abajo, las palabras “ Lascivus versu, mente pudicus eram” . Señalando otra vez esta contradic­ ción entre forma y pensamiento que el propio autor parece haber visto, y aceptando al mismo tiempo su fundamental buena intención. Con la publicación del Libro en 1790, por Tomás An­ tonio Sánchez, se abrió el campo a nuevos juicios por parte de los estudiosos; el primero de estos juicios fue el del propio Sánchez, para quien había elementos que pudieran considerarse “ de mala enseñanza” en él, “ si a este veneno no opusiera siempre el poeta la represión, la desaprobación y la recordación de las funestas consecuencias que resultan de tales documentos [las lecciones de Don Amor, Doña V e­ nus y los hechos y dichos de Trotaconventos].”6 Sin em ­ bargo, Sánchez se siente obligado a justificar su publica­ ción diciendo que el amor profano era frecuentemente in­ amor”, R H M (S e c c ió n e sco la r), X X II (1956), 13-16, q u e s ig u e p r in c ip a l­ m e n t e a C astro en c u a n to a lo s lu g a r e s d e la obra q u e analiza. ® P. X X X III. 0 a n te r io r e s “P r ó lo g o ” a P o e s ía s del A r c i p r e s t e d e H ita , a l s ig lo X V , n u e v a ed., dir ig id a por E u g e n io 1 8 4 2 ) , pp. 421 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ en P o e s ía s c a ste lla n a s de Ochoa (P a rís, cluido en los libros caballerescos de toda Europa, que su intención personal es dar al público un documento para la gramática histórica española y para la historia de las cos­ tumbres, y que, por fin, la publicación interesa a la histo­ ria literaria, que encontrará en ella una gran variedad de metros. Agrega que, a pesar de todo esto, ha “ suprimido una poesía entera, y varios pasages, no los menos festivos é ingeniosos, por no ofender a los que lean estas composi­ ciones olvidados del fin con que se publican” .7 Importa agregar, respecto de Sánchez, que hay en sus palabras una suposición antojadiza: suponer que mientras pueda probarse la buena conducta personal de Juan Ruiz, se podrá, en consecuencia, probar el carácter moralmente bueno de su obra. En efecto, apoya Sánchez su razóna- miento en el hecho de que e l propio autor declara que él no fue el protagonista del episodio de Doña Endrina (c. 9 0 9 ) , y agrega: “ Bajo la misma ficción deben entenderse tam­ bién los amores que tuvo con una mora. . . y los que había tenido con una monja. . .” Aunque Juan Ruiz hubiera sido el protagonista de las aventuras que no atribuye expresamen­ te a otra persona, esto no sería por sí suficiente para probar nada sobre el carácter didáctico-moral de su Libro. En efecto, nada impide que un hombre cambie de conducta a lo largo de su vida, y utilice su propia experiencia de p e­ cador para amonestar, una vez que se siente libre de sus propias limitaciones en este sentido. Sin afirmar que este sea el caso de Juan Ruiz o no lo sea, queremos solamente señalar la perfecta desconexión entre la experiencia perso­ nal de un autor y el carácter de su obra, por lo menos en lo que se refiere a las intenciones manifiestas suyas en ella, ya sea como contenido o explícitamente declaradas. 7 l b í d . , p. 422. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Para don Marcelino Menéndez y Pelayo,8 el Libro cons­ tituye la Com edia Humana del siglo xiv, y en él se encuen­ tra la persona entera del autor “ con absoluta y cínica fran­ queza” . Explícitamente nos dice que la obra revive ante nuestros ojos las ciudades castellanas, “ teatro de las per­ petuas y non sanctas correrías del autor” .9 Supone igual­ mente, que en el retrato de las coplas 14 8 5 -14 8 9 se pinta Juan Ruiz a sí mismo como un individuo pescozudo, peludo de cuerpo y cabeza, moreno, de andar enhiesto, muñecas fuertes y grandes espaldas, con todo lo cual lo tendríamos caracterizado más como un hombre hecho para amoríos y aventuras que para asceta.10 Igualmente, cree Menéndez y Pelayo que en la cantiga de los clérigos de Talavera, el arcipreste encargado de llevar el mensaje que prohíbe a los miembros de la disoluta comunidad mantener mancebas, es el anciano Juan Ruiz, que al mostrarse pesaroso de su embajada (c. 1 6 9 1 -1 6 9 2 ), estaría actuando de acuerdo a sus personales inclinaciones.11 _____ Critica Menéndez y Pelayo como runa inocentada la su­ posición de Amador de los Ríos “ de querer convertir a tal hombre en un severo moralista y clérigo ejemplar, que si es cierto que cuenta de sí propio mil picardías, lo hace para ofrecerse como víctima expiatoria de los pecados de su tiempo, acumulándolos sobre su inocente cabeza” .ie La 8 A n t o l o g í a d e p o e ta s U ri co s c a ste lla n o s, en O b r a s com pletas (S antan­ der, 1 9 4 4 ) , X V I I , pp. 257-314. ® I b íd ., p. 259. *0 I b íd ., 11 R a m ó n M e n é n d e z P id a l, P o e s ía j u g l a r e s c a y j u g l a r e s (M a d r id , 1 9 2 4 ) , pp. 263-264. pp. 268 y ss., ha •exam inado la s fu e n te s de este relato y prob ad o q u e el as u n ­ to no es o r ig in a l de J u a n R u iz, s in o q u e se trata la c o n s u l t a d o s a c e r d o t u p i _ - de una a d a p ta c ió n de __________ 12 I b íd ., p. 266. ^ J o s é A m a d o r de los R íos, ¡ H isto ria c r ít ic a d e la l i t e ­ r a tu r a e s p a ñ o la (M a d r id , 1 8 6 3 ) , IV, pp. 155-204, cre ía en e l cará c te r m or al del lib ro d el A r cip re ste . de un a D e c la r a q u e n o h ay razón para v e d ad e r a a u to b io g r a fía , y q u e el e le m e n to http://ir.uiowa.edu/uissll/ p e n sa r q u e se trata a u t o b io g r á fic o e s artís- explicación del error la encuentra Menéndez y Pelayo en las continuas protestas de tipo moral que Juan Ruiz espar­ ció por su Libro. Sin embargo, la contradicción continua a que el poeta somete sus propias palabras, y la insistencia misma en sus buenas intenciones es para él una prueba en contra.13 A esto agregaba los elementos ovidianos, la pa­ rodia de las horas canónicas y el triunfo del Amor con las consiguientes procesiones. Por otra parte, sin embargo, rechazaba el sabio espa­ ñol las imputaciones de Puymaigre en el sentido de que Juan Ruiz hubiera sido un librepensador, y aducía en fa ­ vor de su aserto el carácter no autobiográfico de su alusión a Roma ( “ Yo vy en corte de Roma. . c. 4 9 3 a ) , sus canti­ gas marianas y, además, las quejas contra la simonía que se encuentran en autores perfectamente ortodoxos.1'1. Advertía, además, Menéndez y P elayo que en el Libro se notaba una mezcla de lubricidad y devoción, y la expli­ caba como resultado de la vida pecaminosa del poeta, unida a su falta de vocación para el sacerdocio y a su robusta fe medieval. No admite, sin embargo, que la “ prisión” de que habla nuestro poeta pudiera tener nada que ver con su obra, y la razón que da es irrefutable: no puede enten­ derse que dedicara los años pasados en prisión a pulir y aumentar la obra por la cual lo habrían encarcelado. Y terminaba sus consideraciones sobre el aspecto mo­ ral del Arcipreste y su Libro, diciendo: tic o y sirve a la u n id a d de la obra m ism o c o n sid e ra s o sp e c h o s a (p . 1 7 1 ) . La in s is te n c ia m oral, q u e él (p . 1 7 4 ) , le p a r e ce natu ral c o n s e c u e n c ia c o n c e p c ió n de la obra (p p . 193 y ss., n. 1 ) . d e su C om para, en c u a n to al p a p el del “y o ”, e l L i b r o d e b u e n a m o r c on la D iv in a c o m e d i a (p p . 192 y s s . ) ; e n Ju a n R uiz , se h a c e un a d e ta lla d a r evisión d el m u n d o terrestre, u n ific a d o por “ yo” del p o e ta ; de a q u í lo q u e p a r e ce d e sv ergüenza . A n t o l o g í a d e p o e t a s l í r i c o s . . . , p. 266. 14 I b íd ., pp. 2 6 8 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ el , ___J En resolución, el Arcipreste, que por lo que toca a su vida inhonesta y anticanónica, debe ser considerado con relación a su tiempo y no con relación a los tiempos posteriores a la gran reforma de Trento, 110 tuvo, considerado como poeta, el menor intento de propaganda moral ni inmoral, religiosa ni antirreligiosa: fue un cultivador del arte puro, sin más pro­ pósito que el hacer reír y dar rienda suelta a la alegría que rebosaba en su alma aún a través de los hierros de la cár­ cel.15 En cuanto a las razones del especial carácter que toma en Juan Ruiz hasta lo que imitó, en cuanto “ al espíritu ge­ neral libre y cáustico de los versos del Arcipreste, a su inso­ lencia satírica y a su desenfreno erótico. . . es el espíritu general del siglo xiv y de su literatura, que en todas partes es cínica, desmandada y turbulenta, como el más evidente signo de la avanzada descomposición del gran cuerpo de la Edad Media” .16 v Resumiendo, para don Marcelino Menéndez y Pelayo, la pregunta por la moral de Juan Ruiz, e l hombre, debe ser contestada negativamente: el Arcipreste está tratando de hacer reír, 110 de incitar al vicio o a la virtud; se trata en él de un fenómeno histórico (fin de la Edad M edia) y personal (vocación para doñeador y juglar y no para clé­ rigo). I Leo S pitzer ha expresado su opinión acerca del Libro en varias oportunidades.17 Para él, las repetidas incitacio­ nes de Juan Ruiz a sus lectores para que entiendan bien su obra, caben enteramente dentro del marco literario medieval 15 I b íd ., 1« I b íd ., p. 300. 17 Zs. t p. 270. L eo Sp itzer, “Zur A u ff a s s u n g der K u n st des A r c ip r e s te de H ita ” , . P h ., L IV ( 1 9 3 4 ) , pp. 237-270; tam b ié n en su reseña al e st u d io de L ecoy, R P H , I ( 1 9 3 9 ) , pp. 266-274, y e n un a r e f u n d ic ió n d el prim e r o d e e stos a r tíc u ­ lo s : “E n torno al arte d el A r cip re s te de H it a ”, L i n g ü í s t i c a e h is to r ia lite r a r ia (M a d r id , 1 9 5 5 ) , pp. 103-160. http://ir.uiowa.edu/uissll/ y tienen su paralelo en las obras de María de Francia,18 que declara en el prólogo de sus layes que los antiguos hablaban oscuramente en sus libros de manera que las generaciones futuras pudiesen glosarlos sin dejar que su inteligencia les apartara del recto sentido de lo que iban a leer,10 con lo cual resulta que se trata aquí de una ubicación del poeta en la sucesión de las generaciones de filósofos, dentro de la cual adquirirá la obra su sentido. Este ver una obra, una forma expresiva, como mensaje, como sentido, como conte­ nido, trasforma la palabra, durante la Edad Media, en una especie de cobertor para un valor que yace escondido en ella. Este valor requiere una actitud activa por parte del lector, que ha de develarlo, y por eso el autor no puede sino tener en cuenta a su público como el vehículo de la futura perfección de lo que escribe.20 El primer ejemplo del Arcipreste (el de la disputa de los griegos y los romanos) muestra ya, para Spitzer, que en Juan Ruiz opera la idea “ de que Dios, que ha dado a los hombres [palabras y] gestos para que se entiendan unos a otros, lleva a cabo por encima de los designios de los hombres y a pesar, por decirlo así, de sus equivocaciones un hecho racional [ el de la trasmisión de las leyes | ” .ei En la disputa del sabio y del ribaldo, el sabio resulta derro­ tado, porque Dios guía la mano de su oponente, poniendo así de manifiesto la ambigüedad de la comunicación hu­ mana que trae como consecuencia la humildad del autor y su deseo de que se le entienda bien. De lo anterior nace la posición de Spitzer respecto del sentido moral del Buen amor. Para el poeta todos los aspectos de la vida caben dentro del ordo dei. 18 Sp itzer, L i n g ü í s t i c a e his to ria . . . , p. 105. 1» I b íd -, pp. 105-107. - » I b íd ., pp. s i lb id p. 124. 115-119. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ No cons­ tituyó (dice, por tanto, Spitzer) problema ninguno para Juan Ruiz lo que tantas dificultades parece crear a los críticos modernos, es a saber, cómo un libro acerca del buen amor, del amor divino, puede tratar tanto del amor necio, del amor pecaminoso. La Locura está ahí en el mundo; el mundo es locura a los ojos de Dios, pero sólo ella completa el mundo: sin necedad no hay verdad” .22 Critica luego Spitzer a Bonilla por suponer que el Ar­ cipreste hubiera sido un escéptico socarrón, y a O. Tacke por creer que las protestas morales de Juan Ruiz han de atribuirse a sus intenciones de quedar bien con algún su­ perior y por parecerle que hay un respiro de alivio en el Arcipreste cuando puede pasar de las coplas moralizantes (8 9 2 -9 0 9 ) que siguen al episodio de Doña Endrina a una nueva aventura.2'" En cuanto al carácter autobiográfico del libro, no duda Spitzer de que en efecto su forma es la de la autobiografía, pero declara que no hay que suponer, por eso, que cuanto aparece en la obra sean hechos de la experiencia personal vivida por el autor. La razón que da, es que el yo moder­ no romántico y posromántico no es el yo medieval, y que la mención que el poeta hace de su propio nombre y de la fecha en que concluyó su poema son parangonables a los datos bibliográficos en una edición moderna.24 En cuanto a la prisión del Arcipreste, interpreta los versos que en Juan Ruiz hablan de ella, como portadores de un sentido no literal, sino metafórico en que “ prisión” se opondría a la “ civitas” celestial, y significaría meramen­ te el mundo o cualquier situación apurada o penosa.2" 22 I b íd ., p. 129. 23 l b í d . , pp. 24 lbíd., 23 J u n to 130-132. pp. 133 y ss. a lo s versos S p itz er c ita la c. 1666: en que “ prisión” tie n e un s ig n ific a d o “E l d i a b l o . . . E n c á r c e l p e lig r o s a http://ir.uiowa.edu/uissll/ Ya du doso, ponía” , y c. Los elementos morales generales que Spitzer ve en el Libro, son los siguientes: la obra aparece encuadrada en un marco moral, porque comienza y termina con adverten­ cias sobre su sentido total. Continuamente se invoca la autoridad de sabios que dan peso a sus palabras. La fábu­ la del león enfermo, en que una zorra aprende por la ex­ periencia del lobo, y que es narrada por una dama, que a su vez ha aprendido en la experiencia de otras mujeres, muestra que hay aquí enseñanzas de varios grados. La mis­ ma idea de enseñar por experiencia ajena se encuentra en c. 89, 905-9 0 6 . El uso de un refrán como verso d, es tam­ bién de significado didáctico-moral, porque pone la acción en un nivel general (c. 423, 4 3 6 y 4 3 7 ) , y hasta en ocasio­ nes la copla entera está formada de refranes sentenciosos (c. 17, 18, 1 1 1 ) .IS0 El problema que trata en seguida Spitzer es el de que “ no podemos comprender sin más ese temperamento ena­ morado de lo individual y concreto, al servicio de una in­ tención didáctica generalizadora” .27 Busca, luego, la solu­ ción a esta contradicción en la materia del libro; en primer lugar las descripciones. Señala que ellas son tópicas, que enumeran los rasgos físicos de personas de arriba abajo y que tales rasgos son fijos.28 Cuando Juan Ruiz estaba dan­ 7 87, en q u e h a b la n d o a su corazón en am ora d o, d ir e D on M e l ó n : “ P o s ís te te e n p r e s ió n e sospiros e c u id a d o ” , I b íd ., p. 138. -6 I b íd ., pp. 139-142. 2T I b íd ., p. 143. 28 Sin e m b a rgo, cu a n d o Sp itzer c re e q u e Jua n R u iz pu d o c o n o c er este p r o c ed im ie n to e n la V e l u la ( P a m p h i l u s d e a m o r e ) m a n ifie s t a m e n te se e q u i ­ voca, p orqu e n o h a y a llí d e s cr ip c ió n Sólo se m e n c io n a “Q u a m form osa, la a p a r ie n c ia D eus, hab lan s im p le m e n t e de de m u je r q u e n u d is v e n it illa la au toric e la su p osic ión . fís ic a de G alatea en los s ig u ie n te s versos: b e lle z a ca p illis!” ( “fo r m a ” ) de (1 53) ; la 367, 395 m uch ach a; y 503 “A r d e n te s oc u li, caro c an d id a, v ultus h e r ilis ” ( 7 0 7 ) , e s la d e s cr ip c ió n m á s e x te n s a qu e trae la c o m e d ia . Si c o m p a r a m o s e stos datos fís ic o s disp ersos con un a v e r ­ dad era d e scr ip c ió n r etórica de person as, se ve q u e no h a y e n tre e llo s r ela ­ ció n alg un a. S e s a b e q u e ta le s d e s c r ip c io n e s c o n tie n e n c ie r to n ú m e ro de ele- http://ir.uiowa.edu/uissll/ do a conocer una dama conforme al ideal de belleza, usa rl canon medieval habitual; cuando habla de sus aventuras, en cambio, da sólo rasgos generales que tienen elementos “ burgueses y cortesanos (así, en estrofas 77-79, 581-583, 9 1 1 -9 1 2 , etcétera). Lo corporal queda excluido aquí de la descripción individual, y sólo aparece lo espiritual y psí­ quico con caracteres inalterables, sin color personal” .1'0 S e­ gún Leo Spitzer, pues, Juan Ruiz se muestra aquí simple­ mente seguidor de la tópica de su tiempo y no está mos­ trando algún particular entusiasmo por el objeto individual que describe. Reafirma esta conclusión el hecho de que vacila en las descripciones detalladas y se aparta de las en­ señanzas retóricas como si no viera claramente la imagen que pinta. También la tercera es típica, tal como la bella del pá­ rrafo anterior. Sólo en el episodio de Doña Endrina apa­ rece por primera vez el nombre Trotaconventos como pro­ pio (c. 7 3 8 ,8 4 5 ) , pero es de nuevo genérico más adelante (c. 9 1 2 ) , y la vacilación se mantiene a todo lo largo del libro. Cree Spitzer que la vieja no es tan española como medieval, y que en Juan Ruiz, se trata simplemente de una cristalización de u naj)rofesión en un individuo típico. Cita10 a Petriconi, cuya opinión de “ que el episodio de Doña Endrina no se sale del marco del libro en modo al­ guno, y tiene el mismo carácter para todas las otras narra­ ciones, fábulas y ficciones” , apoya el aserto de Spitzer en el sentido de no considerar que aquí los personajes tienen un valor de que carece el resto de la obra ni que la narra­ m e n to s s iem p r e p r e se n tes y, en nado. Cf. E d m o n d P aral, L e s g e n e ra l, p r e se n ta d o s en ar ts p o étiq u es du XHe nn orden et du d e te im i- X IIle s iè c le (P a r is, 1 9 2 4 ) , pp. 75 y ss., y los textos de lo s r etó ricos q u e a p a r e ce n en la m is m a obra, en e sp ec ia l, G e o ffr o i d e V in s a u f, P o etria no va, vv. 563-597 y M a th ie u de V e n d ô m e , A r s v e r s i j i c a t o r i a , I, s e c c ió n 5 0 y ss. -y Spitzer, L i n g ü í s t i c a s» I b id ., p. e h i s t o r i a . . . , p. 144. 151. http://ir.uiowa.edu/uissll/ ción misma difiere de las demás. Y a propósito de esto, se pregunta Spitzer, a qué se debe que los acontecimientos sean siempre los mismos en todos los relatos, que el enamorado recurra siempre a los mismos medios, que no haya en la ordenación de las historias amorosas un principio selectivo psicológico. Y contesta que Juan Ruiz está simplemente presentando un panorama estático constituiHó por ejemplos de loco am or; la disposición de la acción no es, por lo tan­ to, lineal, sino radial y está ordenada alrededor de la ver­ dad única, de la que cada relato es un símbolo. Para Spit­ zer, la repetición del carácter artero de la alcahueta en sus nombres y acciones, lo mismo que la igualdad de las aven­ turas amorosas, es un rasgo didáctico moral ligado a la sensibilidad estética del medieval, a quien la dem onstrado delectat con igual gusto cada vez que se repite.31 En el prólogo a su edición del Libro, María Rosa Lida expuso lo que era para ella el sentido y las características de la obra.3J Un año antes, había publicado un estudio,'“ al que casi veinte años después, agregó otro.34 No cree María Rosa Lida que el Libro sea autobio­ gráfico en el sentido de documentar los hechos de la vida exterior del Arcipreste. En los primeros dos trabajos cita­ dos, vinculaba la forma autobiográfica con el propósito di­ dáctico: “ es el_yo del maestro que, para mayor eficacia, presenta como vivido u observado en propia persona el, caso abstracto sobre el que dogmatiza” .35 Este yo adoctrinante es el que da cohesión al poema, tal como ocurre en el 31 I b id ., pp. 151-155. 32 M aría R osa L id a, ed., L i b r o d e buen a m o r , por Ju a n R u iz (B u e­ nos A ir es, 1 9 4 1 ) . 33 “N o ta s para la in ter p r e tac ió n , in f lu e n c ia , fu e n te s y te x to del L i b r o d e b u e n a m o r ”, R F H , II ( 1 9 4 0 ) , pp. 105-150. 34 M a ría R o sa L id a de M a lk ie l, “ N u e v a s n o tas para la d e l L i b r o d e b u e n a m o r ”, N R F H , X I I I 35 ( 1 9 5 9 ) , 17-82. “ N otas. . . ” , p. 109. http://ir.uiowa.edu/uissll/ in terpretació n - I g p J M K lb 'l — " £f) u ¡U v o( e k p '* ¡ O IA a A '' E clesiastés; pero no siempre en la historia de la literatura ni en el Libro este yo aparece a buena luz; a veces utiliza sus propios yerros para cumplir su función moralizadora, y esto es lo que hace el Arcipreste, que según la autora, es siempre derrotado en sus intentos amorosos.38 En su nuevo artículo, insatisfecha con la fuente árabe que Castro había señalado al Buen amor, dice: “ Aquí creo que Gvbbon-Monypenny acierta en señalar que el escrito de <Ib n Hazm es fundamentalmente un tratado didáctico, no una obra de literatura amena como el Buen am or” .s7 Es, en ' efecto, el Collar de la palom a, una risdla, es decir, un tra­ tado en forma epistolar, con plan, subdivisiones y asunto teórico. Por lo demás, lo aristocrático del tono en el Collar, la delicadeza de su psicologismo, el que use las aventuras amorosas que narra como ilustraciones de la doctrina que expone, todo esto lo aleja de la obra del Arcipreste. María Rosa Lida señala, entonces, una nueva posibilidad, la de la influencia de las m aqám at hispano-hebreas en Juan Ruiz, ( y describe especialmente una cuyo autor es un médico judío barcelonés del siglo x i i , Y osef ben Beir ibn Sabarra, el /L ib ro de delicias.38 En cuanto a lo didáctico, María Rosa Lida discute las ideas de varios autores, a saber, Américo Castro, W. Keller­ mann, Ramón Menéndez Pidal, todos ellos opuestos a la interpretación didáctica del Buen amor. A la objeción de Castro de que la obra no cabe dentro de los límites de la didáctica, repara en que son didácticas las maqámat, aun­ que no cree que sea prudente desvincular totalmente el Buen amor de la didáctica de la clerecía europea. Sobre la relación entre lo externo y lo interno, no cree la autora que sean intercambiables, sino que hay entre las »8 “ N o t a s . . . ”, pp. 110-112. 37 “Nueva n o ta s.. p. 23. 38 I b íd ., pp. 2 3 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ interpretaciones opuestas posibles, una diferencia de valor en que uno de los términos es declarado “ mejor” ; detrás de las diferentes interpretaciones hay, además, una reali­ dad firme. En lo que se refiere al amor, puede ser, dentro del Libro, divino, cortés o loco.39 Por lo demás, la mera presencia de disquisiciones di­ dácticas en el Libro, como también la de las fábulas y los apólogos, son clara “ prueba de que el tono de 1.a obra no es incompatible con el dogmatismo moralizante” .40 A la in­ versa, tales elementos no tendrían sentido artístico si no estuvieran en una obra cuyo fin es didáctico. Lo mismo puede decirse de la tendencia generalizadora del estilo, que María Rosa Lida ya había señalado en el prólogo de su edición, siguiendo a Spitzer. El humorismo del Arcipreste es para la autora una bue­ na prueba de la gran firmeza de las valoraciones morales que subyacen a la construcción del L ibro; porque el hecho de que Juan Ruiz haya utilizado como formas predilectas de su humorismo la ironía, la paradoja y la parodia, tiene que estar basado en un substrato de valoraciones morales cuya firmeza lo haga posible.41 __ En su comentario a las opiniones de W. Kellermann, dice más adelante: La polarización entre Dios y el mundo es inherente al pen­ samiento cristiano, resultado de su buceo en la n o n s i m p l e x n a t u r a h o m i n i s . . . y por eso asoma a cada paso en las letras medievales . . . Pero lo característico de la actitud medieval corriente es la falta de tensión tragica entre esos dos planos, el no sentir como incompatibles, aunque, por supuesto, no como igualmente valiosos, el cielo y la tierra, el alma y el cuerpo, el juzgar todo vanidad salvo el amor de Dios, con­ 39 Ibíd., pp. 28 y ss. 4n Ibíd., p. 33 41 Ibíd., p. 35. http://ir.uiowa.edu/uissll/ > forme al Eclesiastés (copla 105), y el admitir para la acción humana los móviles indicados por Aristóteles (copla 71) ya que, al fin de cuentas, Dios ha creado a ambos ,42 Respondiendo a don Ramón Menéndez Pidal, sienta la autora que en las coplas sobre las mujeres pequeñas, Juan Ruiz no establece una alternancia que pudiera mostrar una visión filosófica contradictoria con el carácter didáctico, sino que está simplemente entregándose a “ un juego epigramá­ tico que consiste en inducir al lector a orientarse en un sen­ tido y desconcertarle presentándole de improviso la dirección opuesta” .43 A la afirmación de Menéndez Pidal de que el tema del Libro sería en definitiva el que expresa 6 4 d ( “ en­ tiende bien mi dicho e avras dueña garrida” ), María Rosa Lida responde que ve allí sólo una pirueta de escasa impor­ tancia que sólo responde a la doctrina de amenizar la ense­ ñanza.44 La duda de Menéndez Pidal sobre la viveza de la fe del Arcipreste, como no la acompañan las obras, la consi­ dera María Rosa Lida una transposición de los modos de pensar modernos a una obra medieval; es normal en la Edad Media el presentar la fe sin obras, como atestiguan muchos milagros de Berceo, en que ladrones, clérigos bo­ rrachos o abadesas encinta reciben ayudas milagrosas por su pura fe.4"' Finalmente, no se puede considerar el Buen amor como obra tardía que despidiera humorísticamente la poesía didáctica, porque estaba entonces en pleno auge y siguió es­ tándolo.4“ Aunque las partes amenas del Buen amor le parecen su­ periores a las meramente edificantes, no por eso encuentra razón para negar que hay en ambas idéntico propósito. La 42 43 Ibíd., pp. 42 y Ibíd., p. 43. s. 4 * I b íd ., p. 46. 45 Ibíd., p. 47. 4<i Ibíd., p. 50. http://ir.uiowa.edu/uissll/ pedagogía medieval “ consiste en enseñar por ejemplos vi­ tandos” . Las repeticiones estructurales son uno de los elementos del Libro que mejor se explica a partir de una intención di­ dáctica: no le importa repetir a trueque de enseñar. Lo mis­ mo ocurre con el desenlace semejante de las aventuras, que fracasan, con excepción de la de Doña Endrina y la de las serranas. También por el didactismo se explicaría el fenó­ meno observado por Castro del contraste entre la claridad de la descripción de objetos, ambientes y acciones, frente al carácter más desdibujado de las de persona: Trotaconventos no llega a persona porque el único interés del autor en ella es de tipo moral, no le interesa su biografía, sino sus mañas.47 El nombre de Doña Endrina, que apunta a la facilidad con que esta ciruela silvestre pierde al contacto más fino el polvillo o cera que la cubre, es otro elemento didáctico de la obra para María Rosa Lida.48 Cita, por último, los recono­ cimientos de elementos de enseñanza en el Libro, hechos por autores opuestos a ver didactismo en él.4'9 A lAmérico Castro, el problema del carácter moral del Libro d e buen amor, no le preocupa en sí mismo, sino en su relación con los._demás caracteres de la obra que parecen irreconciliables a la mente occidental con la moralidad, como por ejemplo, la naturalidad con que se refiere al atractivo sexual femenino, los elementos de la vida menuda que se acogen como material poético en toda su poderosa indivi­ dualidad. Pero, principalmente, atrae la atención de Castro el que con este libro “ Oímos . . .por primera vez en castella­ no una voz poética que habla desde la conciencia de una 47 I b íd ., pp. 5 4 y s. 48 I b íd ., pp. 56 y s. 49 I b íd ., pp. 58-60. http://ir.uiowa.edu/uissll/ persona, la cual importa poco fuera o no la del poeta” .50 En lo que se refiere al sentido mismo del libro, Castro ha modificado posteriormente la opinión que sostenía en España en su historia. Partía allí de las palabras del Arci­ preste en que pide a Dios que le ilumine para que pueda hacer “ un Libro de Buen Amor, que los cuerpos alegre e a las almas preste” (c. 13 J, combinación de propósitos que Castro llamaba “ centáurica” y que explicaba como influen­ cia del tratado de amor de Ibn Hazm sobre Juan Ruiz,61 atendiendo a que en la obra árabe se mezclan la devoción y la reflexión moral con los detalles menos edificantes. Posteriormente, en un artículo cuyas ideas reaparecen en la refundición de España en su historia,52 el punto de partida para la interpretación lo dan los versos de las coplas 71-73 que estudió Erasmo Buceta,83 y en que Juan Ruiz de­ clara seguir a Aristóteles cuando dice que todo ser vivo quiere compañía del sexo contrario siempre renovada y que el hombre más que cualquier otro, porque, “ a toda cosa se mueva” . Las ideas de “ trabajo” , “ movimiento” , “que­ rer” , le parecen a Castro muestras de la fascinación que sentía Juan Ruiz ante el espectáculo dinámico de la actividad humana. Más que el amor mismo, el tema del libro sería, entonces, “ el trabajo e inquietud anejos a la necesidad de E s p a ñ a en s u h is to r ia , p. 371. P o c o d e sp u é s G arcía H azm G óm ez (M a d r id , 1 9 5 2 ) d u ce los p ar a le los a de s ó lo cuatro, la p u b lic ó su que p u b lic a c ió n tr a d u cc ió n de de E l E spaña en su c o lla r d e h is to r ia , E m ilio l a p a lo m a , de Ibn con un pró lo g o en q u e analiza la obra y d o n d e r e ­ que Castro h a b ía s e ñ a la d o c on el L ibro de buen amor G arcía G óm e z n o c o n sid e ra s u fic ie n te s para probar un c o n o c im ie n t o d ir e c to del lib ro ár a b e por parte de Ju a n R uiz. Cf. la “I n ­ tr o d u c c ió n ” d e G a r c ía G óm ez, pp. 5 3 y ss. 02 192-213. “E l L i b r o d e b u e n a m o r d e l A r c ip r e s te d e H it a ” , C L , IV ( 1 9 5 2 ) , pp. L as m is m a s id e a s q u e s e e x p o n e n a q u í son las q u e sirvieron al autor para su c a p ítu lo d e l m is m o n om b r e en L a r e a l i d a d h is tó r ic a d e E s p a ñ a (M é x ic o , 1 9 5 4 ) , pp. 378-442. 03 E rasm o B u c e ta , “La P o l í t i c a de A r istó te les , fu e n te d e l A r cip re ste de H ita ” , R F E , X II ( 1 9 2 5 ) , pp. 56-60. http://ir.uiowa.edu/uissll/ de u n o s versos amar y desconocidos de los ascetas desengañados” .54 Lo más importante en el Libro, por lo tanto, está lejos de ser la moralidad; pero más todavía, la oposición no se da en­ tre la virtud y el pecado, sino entre “ las vivencias del im­ pulso vital (esfuerzo, ligereza, alegría, etc.) y del obstáculo encontrado (rechazo, desengaño, tristeza, e t c .)” . Poco más adelante dice: “El Libro de buen am or no cabe en los límites de la poesía didáctica, en la cual la vida es contemplada desde fuera de ella, puesta entre paréntesis y vista en la firme realidad del deber ser, no en la realidad problemá­ tica de su existir” / 1' No ocurre lo mismo en la literatura his­ panoárabe, donde “ la moral se presenta como una función del vivir, ilustrada mediante experiencias autobiográficas” . Dentro de esta concepción, las referencias a sus fuentes que hace el Arcipreste, no serían producto de su pertenencia a una abstracta medievalidad, sino de su manera de ver al hombre. Disuelve Américo Castro lo que se había tenido por contradictorio dentro del Buen amor, en una unidad de ten­ siones y de continuo movimiento que no permite a los per­ sonajes tener definitivo asidero en el espacio y en el tiempo, ni adquirir una completa individualidad, mientras que las cosas sí la tienen, o las cualidades personales comparadas con e l personaje que las sustenta (por ejemplo, el paso de Doña Endrina por la plaza respecto de Doña Endrina mis­ m a ). La razón que Castro encuentra para explicar esta ex­ traña característica es que Juan Ruiz se sentía libre frente a la realidad no “ categorizada” , pero cuando se enfrentaba con personajes, no podía tener la fuerza necesaria para sa­ carlos de las estructuras en que habían sido creados por otros.56 ’’ 1 L a r e a l i d a d h i s t ó r i c a . . . , p. 382. I b íd ., p. so 383. l b í d . , pp. 384-386. http://ir.uiowa.edu/uissll/ A pesar de esta unidad, Castro acentúa el carácter de tensión entre los opuestos designios del poeta, que quiere hacer un libro “ que los cuerpos alegre e a las almas preste” (c. 1 3 ) , pero que resiente esta tarea, porque no tiene la po­ sibilidad musulmana de pasar de los deleites físicos a las consideraciones religiosas con naturalidad. Le quedan, em­ pero, rasgos que se explican por las doctrinas morales ára­ bes; así, su rechazo del vino, contrario al espíritu goliardesco y acorde, en cambio, con las enseñanzas judías y árabes, que a su vez concuerdan con la sobriedad y el desprecio de la intemperancia por parte de los castellanos. Hay, además, en Juan Ruiz, el elemento de la alegría, que aparece mencionado abundantemente en su Libro, y ale­ gremente se mueve el poeta entre acciones que apuntan en diversas direcciones morales, sin declararse en abierto y de­ finitivo favor de una u otra postura. Para explicar la prefe­ rencia de Juan Ruiz por la alegría, Castro lo presenta como opuesto a la pesadez, pasividad e inmovilidad del triste o del sarcástico. Estudiando las declaraciones de Don Amor sobre lo que hizo durante la Cuaresma, Castro insiste en su idea de la es­ tructura fluida del Libro, refiriéndose esta vez a la moral. Puesto que al Amor no lo rechazaron en todas partes, se sigue que lo que el autor está aquí mostrando es la dependencia de la moral de la condición del que actúa. “La moral, como todo lo demás, se subordina a la estructura de transición y deslizamiento en que el Libro consiste. La vida es aquí im­ pulso y movimiento reiterado, no una sucesión de contenidos cerrados y fijos” .57 Y luego: “ El Amor (¿loco? ¿bueno?) es, por lo mismo, más una incitación reiterada que una ocasión para dogmatismos moralizantes, incompatibles en absoluto con el tono y estilo de la obra” .58 bt ¡ b íd ., p. 398. 58 Ibíd., p. 400. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Lo que Castro ha hecho, en el caso del Buen amor, es replantear enteramente el problema de su interpretación. Toda explicación que partiera de los conceptos abstractos de “ virtud” y “ pecado” se encontraba en el caso de tener que aceptar una contradicción dentro de la obra o tomar cada uno de los términos separadamente, lo cual tendía a destruir la unidad interna de la obra.50 Castro, trayendo a escena un pensamiento en que “Vivir es caminar entre símbolos de sím­ bolos; no entre aparencias de sustancias, sino entre ‘sesos’ o significaciones” ,00 y en que la realidad tiene como carac­ terística el ser deslizante, y poniendo a colación una moral oriental en que la ascesis no excluye el amor carnal, ha in­ tentado resolver el problema variando los principios que han de servir para solucionar el problema. Quisiéramos, finalmente, poner juntas tres declaracio­ nes de Castro, en cuanto a lo esencial en el Libro, que han venido a quedar en La rea lid ad histórica d e España después de la revisión y adición de que fueron objeto sus ideas pri­ meras. Una dice: “ El libro de Juan Ruiz es más que un Ars am andi; su tema radical sería más bien e l trabajo e in­ quietud anejos a la necesidad de amar, y desconocidos a los ascetas desengañados” .61 Más adelante dice: “ E>n último tér­ mino, el tema esencial del Libro es esa oscilación entre la ambigüedad de las palabras, entre moralidad y fantasía, en­ tre amor bueno y amor loco, entre rudeza vulgar y refina­ miento artístico” .02 Por último dice: “ No sólo tomó Juan 99 Cf., por e je m p lo , la r ese ñ a de Sp itzer a las R e c h e r c h e s . . . , de L ec oy ( R F H , I ( 1 9 3 9 ) , pp. 2 6 6 -2 7 4 ) d o n d e s eñ a la q u e la d e c la r a ció n de L e c o y en favor d e dos a s p e cto s sep a ra d o s en valor e stético t i v o ) , ate n ta contra la co m p r e n s ió n de la lu ción obra. (u n o , m o r a l; otro, narra­ S p itz er h a b ía o fr e c id o s o ­ al p r ob le m a , d e te r m in a n d o el te o c e n tr ism o de y la no la fil o s o fí a de c o n tr a d ic c ió n e n tr e los e le m e n to s d e l L i b r o , cf. L i n g ü í s t i c a to r ia . . . , pp. 121 y ss. '60 Castro, L a ei I b id ., p. r e a l i d a d h is tó r ic a . . . , p. 413. 382. «2 I b íd ., p. 418. http://ir.uiowa.edu/uissll/ H ita, e h is ­ Ruiz del árabe fábulas y apólogos, o anécdotas morales como la censura de la embriaguez, sino que es islámico el motivo central del libro, o sea, la experiencia erótica en doble vertienteí~ímpulso sensual, freno ascético” .** Según Castro, hay, pues, una oscilación entre términos de signo opuesto, donde lo más importante es la actividad del ser humano y su inquie­ tud, derivadas de la necesidad de amar. I Claudio Sánchez-Albornozjlha manifestado últimamente sus opiniones acerca del Libro d e buen amor en dos oportu­ nidades. Primero, respondió a Castro en un capítulo de su análisis del enigma español. El capítulo se titula “ Frente al supuesto mudejarismo del Arcipreste” 84 y empieza por es­ tablecer que su propósito es aquí mostrar su disentimiento frente a la explicación orientalista que propone Castro. Li­ mita, sin embargo, su oposición de esta manera: “ Cuanto he de alegar contra el engarce directo del Libro de Buen A m or con la literatura hispano-arábiga no implica, claro está, una precisa negativa de la posible influencia de ideas, inclina­ ciones, inhibiciones, gustos estéticos, supersticiones, costum­ bres, modas, usos lingüísticos, fábulas, leyendas, tradiciones y temas literarios orientales o para mejor decir hispano-árabes, en el Arcipreste” .60 Lo que niega, pues, Sánchez-Albornoz es la relación directa entre el Libro y la base literaria islámica. En cuanto a carácter, Sánchez-Albornoz describe a Juan Ruiz, por oposición a Ibn Hazm, a quien “ Un abismo sepa­ ra. . . . de la silueta espiritual del clérigo jocundo, epicúreo, travieso, sensual, cazurro, socarrón, gran gozador de la vida, gran gustador de los encantos femeninos e irónico con incli­ nación a lo grotesco que fue Juan Ruiz” .60 Y más adelante: es Ibíd,., p. 423. E s p a ñ a , un e n ig m a h is tó r ic o ( B u e n o s A ires, 1 9 4 6 ) , pp. ,l"' I b íd ., pp. 454 y s. fi0 I b íd ., p. 456. http://ir.uiowa.edu/uissll/ 451-533. “El yo del Arcipreste está obseso de sí mismo, no es inter­ cambiable con ninguno. A Juan Ruiz no le interesa sino su propia vida amorosa. Y jamás pensó en renunciar a las dulzuras— para él eran algo más que dulzuras, eran apre­ miantes apetitos — engañosas— para él no eran engañosas, sino sabrosísimas y urgentes— del amor” .67 Luego, al hablar de las ferias, dice: “ Juan Ruiz se habría paseado muchas veces por esos mercados de los lunes, los miércoles, los vier­ nes. • . ojo alerta y corazón alegre, a la caza de alguna m u­ chacha de su agrado” .68 Pero al tratar del realismo del poeta, que atribuye tanto al secular genio hispánico como a la peculiar fórmula psicofísica del poeta, dice: “ Fueron, pues, muchas circunstancias coincidentes. . . las que. . . empuja­ ron al Arcipreste a situar su fingida o auténtica autobiografía poética en una densa atmósfera de realismo” ;09 con lo cual introduce Sánchez-Albornoz la duda que ya Menéndez y Pelayo tuvo sobre cuánto de lo “ autobiográfico” del Libro co­ rresponde a la vida real de su autor. En cuanto a las protestas morales que vimos en nuestra obra, Sánchez-Albornoz forma fila con los que creen que se trata de un clérigo hipócrita en trance de prevenirse con­ tra el juicio de sus contemporáneos, para quienes “ sí era en verdad Juan Ruiz un clérigo cínico y desvergonzado” .'0 A mayor abundamiento, este clérigo libertino nos habría dejado la estampa de su verdadera figura por boca de Tro­ taconventos, que no describía un personaje típico, sino al poeta de carne y hueso. En cuanto a los resultados de la contradicción presen­ te en la vida de este mal sacerdote, Sánchez-Albornoz dice: “El enfrentamiento entre su ímpetu sensual y esos mensa­ 07 I b íd ., pp. 4 57 y ss. e» I b íd ., p. 491. I b íd ., p. 481. 70 I b íd ., p. 494. http://ir.uiowa.edu/uissll/ jes inhibitorios subconscientes y esas conscientes llamadas al orden no llegó nunca a constituir una inquietante bata­ lla inlerior para Juan Ruiz, porque nunca dramatizó su íntima contradicción y porque de ordinario la ahogó entre burlas y sonrisas” .71 Y si Juan Ruiz salpicó su poema de sermones morales y trozos religiosos, fue porque su tradi­ ción castellana, el lado moral de su fe y el temor terreno a que lo exponía la torpeza de su conducta y la libertad de sus creaciones, le obligaron a incluirlos. Esta intermitente recrudescencia de la conciencia moral y del temor al cas­ tigo, entreverada con claudicaciones motivadas por un tre­ mendo impulso sexual, serían la explicación de la mezcla de elementos que el Libro exhibe. Respecto de la forma autobiográfica, y sin contar los de­ más ejemplos del mismo fenómeno en otros autores, la atri­ buye el autor al carácter amatorio del Libro. Se trata, pues, simplemente de que cuando alg u ien — cristiano, musulmán o pagano— quiere dar consejos amorosos, usa la forma au­ tobiográfica, habla desde su propia experiencia. Además, no es necesario que se explique el autobiografismo de Juan Ruiz a partir de una influencia; la vigorosa personalidad del Arcipreste basta para hacerle apropiarse la realidad, y esta apropiación constituye el verdadero autobiografismo de su obra.'2 No hay, pues, por todo lo dicho, intención moral al­ guna en el Libro. Si hay protestas de moralidad, ello se debe a que ‘“Un clérigo castellano no podía en 1 3 3 0 ni en 1343 escribir a las claras y derechamente un A rs am andi sin envolver su obra, . . . en una hojarasca de ejemplos y con­ sejos morales. Pero el “ líbrete” de Juan Ruiz es en verdad un recetario de fórmulas para halagar, enamorar, seducir, burlar a las dueñas, cuyos talantes y secretos conocía a ma71 I b í d . , p, 500. 72 I b íd ,, pp, 504* y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ ravilla” .73 En otras palabras, Juan Ruiz escribió un libro de ‘‘amor loco” , y cuando afirma otra cosa," es insincero. De los términos opuestos “ buen amor” y “ loco amor” , se que­ da, pues, Sánchez-Albornoz con el segundo, porque “ an­ teayer como ayer y hoy como mañana han sido, son y serán difícilmente conciliables las antítesis” .74' Termina el capítulo con una declaración de burguesía en el Arcipreste; la razón es que “ Juan Ruiz iluminó con su sonrisa nada sañuda la gran comedia humana de su época y se burló de la vida religiosa, de la vida caballeresca, de las prácticas piadosas, de los ejércitos y batallas, de la jus­ ticia, de la clerecía, de los teoréticos rigores morales y hasta del mismo buen amor” ,75 con lo cual se rompe con la tra­ dición y se introduce uno en un mundo de valores burgueses nacientes, donde empezaban a hacer crisis los valores an­ teriores caballerescos y clericales. Este año, Sánchez-Albornoz ha vuelto a tomar la plu­ ma para tratar sobre el Arcipreste, esta vez para responder a María Rosa Lida en un artículo.76 Las aproximaciones que María Rosa Lida establece entre el Buen amor y el Libro d e delicias) de Yosef ben Meir, no le parecen"a Sánchez su­ ficientes para suponer influencia de éste en aquél.77 El co­ nocimiento que Juan Ruiz manifiesta sobre los judíos (y judío es el Libro d e delicias) es de tal manera que ningún castellano de la época podía no tenerlo. Agrega que, puesto que María Rosa Lida misma ha dicho que ambos libros di­ fieren ampliamente, las coincidencias de detalle que se en­ cuentran pueden explicarse más fácilmente por fuentes de la romanía. Pregunta luego Sánchez-Albornoz a María 73 I b íd ., p. 516. 74 E s p a ñ a , u n e n i g m a h is tó r ic a , p. 518. ™ I b í d . p. 531. 76 “ O r ig in a lid a d c read ora d el A r cip re s te ” , C u a d e r n o s pp. 75-83. 77 I b íd ., pp. 76 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ X LVII (19 6 1 ), Rosa Lida: “ ¿No le parece inverosímil que, de haber tenido noticia de tal obra lo que es muy improbable como queda apuntado, Juan Ruiz se acordara siquiera de ella al escri­ bir su auténtica o fingida — yo diría fingida y auténtica— autobiografía amorosa?” '8 Insiste aquí Sánchez-Albornoz en la posibilidad de que las innovaciones literarias de Juan Ruiz sean producto de su propio talento y no haya que buscarles filiación en ante­ cedentes. Para probarla, recuerda el vigor de la personalidad del Arcipreste, que explica por sí mismo la forma autobio­ gráfica que preocupa a los críticos desde hace tiempo. A m ­ plía, además, las opiniones de su libro, trayendo a colación las ideas de Gybbon-Monypenny sobre la existencia en Eu­ ropa de autobiografías eróticas, y las de Kellermann sobre la facilidad con que los temas que el Arcipreste trató po­ dían sugerirle la forma autobiográfica.79 Vuelve al problema de la moralidad del Buen amor, y rechaza la interpretación didáctica de María Rosa Lida. Repite que nadie niega la existencia en Juan Ruiz de un deseo de presentar la obra como moralizante. Y precisa: “ Porque no nos hallamos en presencia de un juego litera­ rio en el que relatos inmorales sirven para hacer amar la virtud. E l Buen am or no es una textura de ejemplos y cuen­ tos salaces sobre los que el autor funda una sermoneadora catequesis incitadora a huir de la tentación y del pecado” .80 Sobre el punto, cita la copla 9 3 3 en que el poeta dice que por la vieja llamó “ buen amor” al libro, y también el fa ­ 78 I b í d ., p. 78. 78 I b íd ., pp. 7 8 y s. Cf. G. B. G y b b o n -M o n y p en n y , “A u t o b io g r a p h y in th e L i b r o d e b u e n a m o r in th e L ig h t o f s o m e L iterary C o m p a r iso n s” , B H S , X X X I V ( 1 9 5 7 ) , pp. 63-48, d o n d e s e trata d e dem ostrar e l c a r á c te r n o in s ó lit o de la a u to b io g r a fía liter a r ia e n la p r o d u cc ió n m e d ie v a l e u ropea . T a m b ié n el e n s a y o d e K e lle r m a n n , “Z ur C h ar ak te r istik des L i b r o del A r c ip r e s te de H it a ” , Z R P h , L X V I I ( 1 9 5 1 ) , pp. 225-254. 80 “ Or i g i n a l i d a d . . p. 81. http://ir.uiowa.edu/uissll/ moso verso d de la copla 6 4 ( “Entiende bien mi libro: avras dueña garrida” ), y sigue mencionando los lugares en que el conocimiento del Libro puede producir en el lector con­ ductas encaminadas a seducir mujeres sabiamente.81 Por fin, explica la mezcla de devoción y lubricidad en la obra como un resultado de su fe ardiente y de sus temo­ res conscientes o subconscientes. W La lectura de las observaciones anteriores que resumen someramente el pensamiento de algunos de los más destaca­ dos estudiosos del Libro de buen amor, muestra que la una­ nimidad está bastante lejos de alcanzarse en los juicios de quienes mejor conocen la obra. Es patente, además, que la oposición o diferencia en las opiniones está casi siempre sólidamente basada en observaciones tanto del material que ofrece el Libro como del ambiente cultural en que se pro­ dujo. Se afirma, pues, que el libro es primordialmente mo­ ral, que ciertamente es inmoral, que el autor cabe de lleno en la tradición europea, donde el sentido oculto declarado por el autor y la mezcla de profanidad y religiosidad no excluyen la intención primordial aleccionadora, que la única explicación posible del sentido del Libro se encuentra en su entronque con la poesía amorosa hispano-árabe, que tal ex­ plicación no es posible si no se atiende a las maqámat hispano-hebreas, que se trata de un libro destinado a enseñar el loco amor, etc., etc. Naturalmente que presentando estas afirmaciones con­ tradictorias revueltas y fuera de su serio contexto, no se hace justicia al esfuerzo y la erudición desplegados por los estudiosos para desentrañar uno de los enigmas más apa­ sionantes de nuestra literatura: el del sentido del Libro de buen amor. En forma laboriosa y brillante se ha aclarado 81 l b í d . , pp. 81 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ así el problema de las fuentes del Arcipreste,82 el muy im­ portante del título que dio a su L ib ro sa y el de la existencia de dos “ ediciones” salidas de manos de Juan Ruiz con trece años de diferencia (1 3 3 0 - 1 3 4 3 ) ,84 el de sus relaciones con el pensamiento y la sensibilidad religiosa de su época;8" y juntamente, se han planteado nuevos problemas cuya solu­ ción definitiva promete aclarar y señalar peculiaridades de la literatura española y del Libro, que los vinculan con cul­ turas cuya relación con la española ya es una mina de nue­ vos descubrimientos y actitudes que algún día permitirán quizá poner en claro los misterios de la peculiaridad his­ pánica fuera de toda duda razonable. Sin embargo, a la gran cantidad de conocimientos fir­ mes que los estudiosos han establecido acerca del Buen amor, se opone el carácter discutible y polémico de casi todas las afirmaciones que pretenden fijar su sentido general, como también las que se refieren a la relación entre la obra y la vida exterior del autor. Ya notamos, al principio de este trabajo, cómo las de­ claraciones del prólogo en prosa y también algunas coplas del cuerpo mismo del Libro expresan elementos contradic­ torios en cuanto por un lado el autor declara su intención moral, pero por el otro advierte que quienes quieran usar de su libro para pecar, pueden hacerlo. Vimos que a m e­ nudo pide para su obra una comprensión más profunda que la del simple sonido de las palabras. Pero junto a estas advertencias, las “ bulras” y las “ fablas” , cuyo sentido hay que encontrar, son de apariencia 82 P r in c ip a lm e n te 83 en L ecoy, R e c h e r c h e s . . . R a m ó n M e n é n d e z F i d a l, P o e s í a á r a b e y p o e s ía e u r o p e a rea, 1 9 4 1 ) , pp. 119-124, rep ro d u c ció n d e un a r tíc u lo p u b lic a d o RABM. ** l b í d . , pp. 124-128. 85 L. Sp itzer, L i n g ü í s t i c a e h isto ria .. . , http://ir.uiowa.edu/uissll/ pp. 103-160. (B uen os A i­ en 1898 en harto indecorosa, y por si esto fuera poco, en una ocasión por lo menos, una copla parece decirnos que una correcta comprensión de la obra tendría por resultado. . ., adueñarse de mujeres hermosas: Por esto dize la pastraña de la vieja ardida; Non ha inala palabra si non es a mal tenida; Verás que bien es dicha, si bien fuese entendida; Entiende bien my dicho e avrás dueña garrida.88 (c. 64) A mayor abundamiento, la obra está escrita en prim e­ ra persona, y puesto que no poseemos mayor información biográfica que la bien pobre que el autor nos da en su l i ­ bro,87 y que sólo una vez dice explícitamente que la aven­ tura amorosa que narra no le ocurrió a él (c. 9 0 9 ) , la con­ fusión aumenta. En efecto, todo el mundo tiene perfecto derecho a suponer que las demás aventuras, fracasadas o exi­ tosas, son las suyas propias, mostrando así, por lo menos, que se trataba de un clérigo de continuas intenciones fornicarias, y arrojando sobre el Libro una determinada luz, que tiende a contradecir sus pretensiones morales. Esta primera persona, este “ yo” , se declara, además, compelido por las estrellas a ,“ servir” mujeres. En c. 9 1 3 d pide a María que lo guarde de mal mensajero. En c. 9 1 2 llama “ santo pasaje” al en­ redo amoroso. En 1 2 2 2 d se refiere con aparente afición y regocijo al reinado de Carnal, y lo mismo en 1216c. coplas 1225 y ss. obviamente alaban al amor. Las Frente a esta baraúnda, lo primero que había que ha86 S o b re e l v. d de e s t a c op la, S t e p h e n R e c k e r t, “ . . . a v r á s d u eñ a g a ­ rrida” , R F E , X X X V I I ( 1 9 5 3 ) , pp. 227-237, p r e s e n t ó la c o n je tu r a te x tu a l, ba s­ tan te b ie n fu n d a d a en lu g a r de “ d u eñ a m oral. a n u estr o j u ic io , de q u e p o d ía le e r s e garrida” , d a n d o a sí “b u en a M a r ía R o sa L id a in c lu y e la c op la en u n a c la se d e e x p r e s ió n le c ta d e l p o e ta : la q u e sorp re n d e al le c to r p or lo in e s p e r a d a ; n o t a s . . . ”, pp. 4 4 y s., n. 38. 87 g u a r id a ” a la c o p la u n d irecto s ig n ific a d o Cf. la e d ic ió n de M a r ía R o sa L id a , pp. 7 y s. http://ir.uiowa.edu/uissll/ c f. p r e d i­ “N u e v a s ’ cer, naturalmente, era saber si en los siglos medios tal mez­ cla de moralidad y lubricidad, unida, además, a una devo­ ción m añ an a que parece completamente sincera, podían existir juntas. Creemos que María Rosa Lida y Leo Spitzer han probado innegablemente que la convivencia de tales ca­ racteres en una sola obra es, a lo menos, explicable y no implica la enorme contradicción que se la hacía repugnan­ te a Menéndez y P elayo.88 Sin embargo, el problema del verdadero carácter del Libro sigue en pie. Hasta el momento, los estudiosos se dividen, como se ha visto en las páginas anteriores, en dos 7 . ^grupos: los que simplemente descartan lo didáctico en la obra, considerándolo ya prevención, ya hipocresía, ya lu ­ gar común, y los que admitiendo la existencia de constitu­ tivos pecaminosos y morales en ella, consideran que ambos deben valorarse con igual seriedad. E l verdadero proble­ ma, nos parece, se encuentra en el enfoque, en la manera en que las soluciones se han presentado hasta ahora. Siendo María Rosa Lida quien más se ha acercado a un reconoci­ miento y análisis de los elementos didácticos en la obra,™ dentro de la obra misma, todavía falta en su excelente aná­ lisis mostrar la coherencia interna que enlaza tales ele­ mentos y les da sentido. G. M. Bertini, que también postula el carácter didáctico del Libro, ha mostrado la coherencia de una de las más frecuentes manifestaciones que encontra­ mos en é l : "Tá^atíraT0^ una sátira despiadada y amarga,91 cuyo blanco es la corrupción clerical de su época; en efecto, 88 O bras com pletas, X V II, n a n te p a r a n o s o tr o s ” 269, d on d e , s in em bargo, al (c u r s iv a m í a ) , m u es tr a su co m p r e n s ió n d e c ir “r e p u g ­ h is tó r ic a del fen ó m en o . 89 “I n tr o d u c c ió n ” a s u e d ic ió n , pp. 10 y ss. y “ N u e v a s N o t a s . . . ” , pp. 2 8 y ss. 90 G. M. B er tin i, S a g g i o de H ita (T o r in o , s . f . ) , passim . r a tu r a e s p a ñ o la sitl L i b r o d e l “B u e n A m o r ” d e W A rcipreste A g u s tín M illa r e s Cario, H i s t o r i a d e la l i t e ­ ( M é x ic o , 1 9 5 0 ) , p. 150, da c o m o fe c h a p r o b a b le 1928. 91 I b íd ., pp. 13 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ sería el resentimiento del poeta por lo que veía lo que le llevó a parodiar un texto para él sagrado — el de las horas— del mismo modo que una misa de Santa Simonía satirizaba este delito eclasiástico; producto también de su furia sería la acogida que monjas y curas dispensan al Amor en una parodia de procesión religiosa, en que las gentes clericales rinden un tributo humillante al Amor; y por último, ex­ tiende el Arcipreste su indignación sobre todas las clases dirigentes de su época, lo que “E. . . un atteggiamento de­ mocrático popolare che si scaglia contro i nobili ed i richi e fra questi gli abati ed i prelati” .92 Esta aclaración de uno de los más destacados caracteres del Libro es excelente, pe­ ro deja residuo, y muy considerable: no da cuenta del deta­ lle de la materia del Buen amor, donde hay razones para dudar de las afirmaciones de Bertini, tan justas en cuanto se refiere a la sátira, pero que son inaplicables a las aven­ turas amorosas. Mientras, pues, no se consiga un entronque indudable de la obra en manifestaciones de una cultura que explique sus peculiaridades, nos parece necesario tratar de ver de cerca, una vez más, y a la luz del gran adelanto que la in­ vestigación ha hecho en los últimos años, la materia del Libro mismo, y buscar manera de reducir sus contradiccio­ nes a un todo que sea comprensible y que a su vez explique un número importante de caracteres problemáticos. Que hay elementos didáctico-morales en el Libro, es cosa indudable; lo han reconocido así incluso los que nie­ gan su importancia.93 Si por otra parte pensamos que un consejo moral tiene que suponer un auditor que lo necesi­ ta y a quien se lo dirige, tenemos que concluir en que uno de los más indudables momentos morales del Libro son las coplas que siguen al episodio de Doña Endrina. ®2 I b íd ., p. 2 0 ; f. T a m b ié n pp. 14 y ss. 93 Cf. M a ría R osa L id a, “N u e v a s n o t a s . . . " , pp. 58 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ http://ir.uiowa.edu/uissll/ se sabe, esta parte del Buen amor está tomada de una comedia latina medieval que se conoce con el nom­ bre de Pam philus de amore o L ib er P am p h ili.1 Las rela­ ciones entre ambas, sin embargo, están aún poco aclaradas y muy poco valoradas, a pesar de que un número apreciable de autores han comparado los dos textos, sin llegar si­ quiera a ponerse de acuerdo sobre el mérito estético de la imitación y de la fuente. Los juicios van desde el entusias­ mo de Menéndez y Pelayo por las excelencias del episodio om o C 1 latín , E sta obra p e r te n e c e al gr u p o de la s lla m a d a s c o m e d ia s e le g ia c a s , en y cuyo n ú m e ro , según A. B o n illa , es de a p r o x im a d a m e n te (c f. “ U n a c o m e d ia la tin a del s ig lo x n ” , B A H , L X X drid, 1 9 1 7 ) , p. 6 ) . ( 1 9 1 7 ) ; s ep arata C o r respo nden a un a e q u iv o c a d a c o n c e p c ió n d e l v e in te (M a­ g énero por p ar te d e los a u tores m e d ie v a le s , q u e no a te n d ie r o n a la fo r m a d ra m ática n i al carácter de lo s p e r so n a je s, s in o al d esarro llo d e la tram a. E je m p li fic a esta c o n c e p c ió n e l f a m o so p árrafo del p r o e m io d e S a n tilla n a a la C o m e d í e l a de Ponça: “ C o m e d ia es d e sp u é s e l m e d io e fin d ic h a a q u e lla d e sus días, cu y o s a le g r e, c o m ie n ç o s g o ç o ço s d e s te usó T e r e n c io p e n o e D a n te e n e l su libro, e tr ab ajosos, e b ie n a v e n t u r a d o ; son e d on d e prim ero d iç c e aver v isto lo s do lores e p e n a s in fe r n a le s , e d e s p u é s el p u rgato rio, e a le g r e e b ie n ­ a v e n tu ra d a m e n te d e s p u é s e l p a r ayso” . De a q u í v ie n e el n o m b r e “ c o m e d ia ” q u e s e da al P a m p h i l u s , m á s o p o r tu n o a q u í p o r q u e p or lo m e n o s se tr ata d e u n a obra rep re s en ta b le , t La r ela ció n d el P a m p h i l u s y el L i b r o se c o n o c e ya d e s d e la prim era p u b lic a c ió n m o d e r n a d e este ú ltim o , y s e d e b e a un a nota q u e P e lli c e r l e p r o p o r c io n ó a S á n c h e z y d o n d e le c o m u n ic a b a su d e s ­ c u b r im ien to ( c f. P o e s ía s c a ste lla n a s a n te r io r e s a l s ig lo X V , p. 4 2 3 ) . N o se s a b e q u ié n fu e el autor d e la c o m e d ia , ni d ón d e s e c o m p u so , pero M e n é n d e z y P e la y o d e te r m in ó la é p o c a d e su ap arición e n la s e g u n d a m ita d d el s ig lo XII, a te n d ie n d o a la s a fin id a d e s q u e p r e se n ta c on un gru p o de obras d e la m is m a e sp e c ie , p ro d u cid a s e n to n c e s ( c f . “P a m p h il u s de a m o r e ” , T e a t r o a n ­ te r i o r a L a p e d e V eg a , e n O b r a s c o m p l e t a s ( S a n ta n d e r , 1 9 4 1 ) , V II, pp. 2 5 9 ­ 2 6 7 ) . L a obra tu vo n o ta b le é x ito , s eg ú n a te s tig u a n las 42 c o p ia s tota les o p a r c ia ­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ frente a la pobreza de la comedia,2 pasan por la ambigüedad de Lecoy,3 y llegan hasta la franca frialdad de B onilla.4 Lo que importa a nuestro propósito, sin embargo, no es la valoración poética de esta parte del Libro, sino su in­ tención, que en este caso no es problema, porque el autor la pone él mismo y muy claro. En efecto, después de haber relatado cómo Don Melón escogió a Doña Endrina para ena­ morada, cómo buscó una vieja tercera para ayudarse, cómo consiguió “ lo que quiso” , y llegó, por fin, a casarse con la joven, hay una serie de coplas que nos dan a conocer cuál fue el propósito moral con que la fábula de la come­ dia entró a formar parte del Libro. Las coplas 8 9 2 -9 0 9 son explicaciones del autor sobre su episodio. En la última, nos dice: Entyende byen mi estoria de la fija del Endrino dixela por te dar ensiempro, non porque a mí avino guárdate de falsa vieja, de rico del mal vecino sola con orne non te fyes, nin te llegues al espino. (c. 9 0 9 )3 le s q u e h a n l le g a d o h a s ta nosotros y e l q u e fu e r a tr a d u cid a al fr a n c é s, al ita lia n o y al is la n d é s (c f. B o n illa , op. cit., p. 7, n. 1 ) . 2 O b r a s c o m p l e t a s , V II , pp. 263 y ss. 3 R e c h e r c h e s . . . , p. 307, n. 1, d o n d e d ic e : le m é r ite de l ’A r c h ip r ê te , le grand c ritiq u e C e p e n d a n t, q u el [M e n é n d e z y P elayo] que soit lu i fa it la part u n p e u trop b e lle ” . P e r o , m á s a d e la n te a g r e g a : “M a is il fa u d r a it aussi m on tr er par q u e l m ir a c le d e s ty le e t d ’e sp rit l e te x te d e l ’A r c h ip r ê te , tou t e n r estan t p r e sq u e c o n s ta m m e n t fid è l e a la le ttr e du la tin , e n e st a u s si c o n s ta m ­ m e n t d if fé r e n t” (p . 327). G. Cirot, “ L ’é p is o d e de D o ñ a E n d r in a dan s le L i b r o d e B u e n A m o r ” , B H i , X L V ( 1 9 4 3 ) , pp. 139-156, e stu d ia a lg u n a s a d ic io n es d e Ju a n R u iz a la fu e n t e y c o n c lu y e q u e el m a y o r valor d e l e p is o d io e s el dram ático. 4 O p . cit., p. 9, d ic e : “ . . . l o q u e e l A r c ip r e s te a ñ a d e d e s u propia c o s e ­ cha, son m o d ific a c io n e s acce so ria s, a u n q u e a d m ir a b le s, y q u e e n n a d a alteran lo s rasgos c a ra c te r ístic o s d e c a d a u n o d e los p e r so n a je s ” . Leo, Z u r d i c h t e r i s c h e n O riginalität des A rc ip reste M a in , 1 9 5 8 ) , c o n s id e ra q u e el ca rá c te r d if e r e n c ia l a m b ie n te b u r g u é s en q u e se m u ev e n los de d el U ltim a m e n te , U . H ita, (F r a n k fu r t am e p is o d io está e n el p e r son aje s, m á s la atm ó sfe r a de c u e n to de h a d a s en q u e los e n v u e lv e n sus n om b r es v e g e t a le s (p p . 51 y s s . ) . 5 E sta c o p la cierra lo r e la c io n a d o d ir e c ta m e n te c on la tram a d e l e p is o ­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ Tenemos, pues, que el episodio se escribió con el ob­ jeto de prevenir a las mujeres por medio de lo que María Rosa Lida llama “ ejemplo vitando” . Según declara la co­ pla citada, se trataba de advertir a las mujeres que se cui­ daran de las viejas terceras y de la aparente buena voluntad de los hombres, con quienes no deberían permanecer a so­ las, evitando acercarse a una realidad lacerante, cuya na­ turaleza es arañar, y de la que no se puede esperar sino daño. Que las coplas 8 9 2 -9 0 9 están dirigidas a las mujeres, ya lo notó el copista del ms. S cuando al poner título a estas coplas, escribió: “ Del castigo que el Arcipreste da a las due­ ñas. . . ” Don Tomás Antonio Sánchez consideró que todo el episodio estaba destinado, como declara el autor, a “ que de ello saquen las mujeres incautas cautela, para que se guar­ den del amor profano y para que sólo pongan en Dios su amor” .6 En otras palabras, su primer editor le creyó al Arcipreste, pero no demostró que dentro del episodio mis­ mo hubiera base para creerle, y nos parece que puso en la intención del autor más de lo que éste había dicho; en efec­ to, aduce el ejemplo del león doliente, que comienza en la copla 8 9 3 (8 6 7 en la numeración de Sánchez), para probar que en verdad el episodio pretende adoctrinar a las muje­ res, siendo así que este apólogo no pertenece al cuerpo del cuento de Doña Endrina y pudiera ser uno de los agregados hipócritas de un autor cuidadoso de su seguridad personal; por otro lado, sólo la copla 9 0 4 hace referencia al “ amor de dios lynpio” y no creemos que haya razón para suponer que Juan Ruiz quiere que las mujeres se consagren al amor d io ; la s ig u ie n te d ic e : “ S e y e n d o yo d e s p u é s d e s t o . . .” (c. 9 1 0 ) , lo q u e in ­ d ic a un n u ev o com ienzo. 6 P o e s ía s c a s te lla n a s a n t e r i o r e s . . p. 421 y s. E n tie n d e S á n c h e z q u e igu al in ter p r e ta c ió n h a y q u e dar a la aven tu ra de la m ora y a la de D o ñ a G aroza; cf. p. 422. http://ir.uiowa.edu/uissll/ de Dios, ni en el episodio ni en las copias 8 9 2 -9 0 9, que contienen la moral. En las copias morales, para reafirmar la idea de que ellas están dedicadas a las mujeres, ocurren varios versos en que se les habla directamente; apenas terminado el epi­ sodio, dice la copla 8 92: Dueñas, aved orejas, oyd buena liçiôn, Entendent bien las fablas, guardatvos del varón. Y relata en seguida el ejemplo del león doliente y del asno que pudo haber evitado su desgracia si hubiera tenido co­ razón y orejas, de donde saca Juan Ruiz de nuevo una mo­ raleja: Assy señoras dueñas, entended el romançe, Guardatvos de amor loco, non vos prenda nin alcançe, A brid vuestras orejas, vuestro coraçon se lançe En amor de dios lynpio, vuestro loco nol trançe. (c. 904) Y a renglón seguido: La que por ventura es o fue engañada. . . (c. 9 0 5 a ) Para continuar hablándoles a las mujeres: En muclias engañadas castigo e seso tomen. . . (c . 9 0 6 a ) Y por último, les recuerda que se infamarán si no se condu­ cen cuerdamente en asuntos amorosos: Andan por todo el pueblo della muchos desires, Muchos después la enfaman con escarnios e reyres; http://ir.uiowa.edu/uissll/ Dueña, por te desir esto non te asañes nin te ayres, Mis fablas e mis fasañas ruégote que bien las mires. (c. 908) No puede, pues, caber duda sobre a quién dedica Juan Ruiz estas coplas: las mujeres. A ellas dice que oigan con cuidado, que se guarden de los varones, que observen en la legión de las ya engañadas cuál será su propia suerte si no se guardan, que atiendan a la posibilidad de volverse pasto de las hablillas y murmuraciones del pueblo. Sin embargo, cabe preguntarse si hay razón para ver en el episodio mismo, no sólo en las coplas posteriores, algo que autorice las palabras de Juan Ruiz. En primer lugar, si se encontrara algún elemento moral incorporado al epi­ sodio, el hallazgo sería bastante significativo, porque en la comedia no hay nada que muestre intención aleccionadora alguna. En general, comedia y episodio tienen igual asun­ to, y puede determinarse casi con entera certeza qué cam­ bios ha introdudido Juan Ruiz en la materia original, qué cosas ha adoptado sin modificación alguna, y cuáles ha dejado pasar; es perfectamente perceptible también cuan­ do agrega novedades que no se encontraban en la fuente.7 Examinemos, pues, tres momentos diferentes del episodio que parecen contener algo de interesante para nuestro pro­ blema de si hay dentro del episodio mismo elementos de en­ señanza que concuerden con las declaraciones de la mora­ 7 H a y tab las de c o r r e sp o n d e n c ia s e ntre el P a m p h i l u s y e l B u e n a m o r en J. P u y o l y A lo n s o , E l A r c i p r e s t e d e H i t a (M a d r id , 1 9 0 6 ) , pp. 271 y s s . ; tam b ié n en J. M . A g u a d o , G lo s a r io s o b r e l u á n R u i z (M a d r id , 1 9 2 9 ) , pp. 198 y ss. P e r o la m ás c o m p le ta h a s ta e l m o m e n to e s la d e L ecoy, R e c h e r c h e s . . . , pp. 309-317, l a cu a l, a pesar d e sus e x c e le n c ia s , c a r e c e d e u n a in ter p r e ta c ió n adecuada, y tie n d e a con sid e rar c o m p a r a b le s s in m a y o r c om e n tar io, versos de los do s te x to s m e r a m e n te y u x ta p u e sto s por s u s v in c u la c io n e s ló g ic a s , no por c u a lid a d e s p o é tic a s. tom a d a s del L as citas del P a m p h i l u s te x to q u e p u b lic ó M e n é n d e z y q u e h a c e m o s a q u í están P e la y o , ed. L a C e l e s tin a , por F e r n a n d o de R o ja s ( V ig o , 1 9 0 0 ) , c o m o a p é n d ic e d e la e d ic ió n . http://ir.uiowa.edu/uissll/ leja que le sigue. En dos de los trozos seleccionados se trata de agregados hechos por Juan Ruiz a la materia original, sin conexión alguna con ella; estos agregados son las coplas 69 9 , 865-6. El otro caso es una alteración de la fuente de tal manera que algo del original ha pasado a la imitación, pero modificado para servir una nueva intención. E xam i­ nemos primero los agregados. En la copla 69 7 , dice Don Melón que buscó una ter­ cera, siguiendo el consejo del Amor, y alaba a la vieja lla ­ mándola la mejor de las maestras y corredora sabia; en 6 9 8 , agrega que la acción de esta vieja fue decisiva en sus empresas. A esta altura del episodio, esta copla nos infor­ ma sobre cómo veía Juan Ruiz a la tercera de su L ib r o ; en efecto, en la copla que comentamos dice lo siguiente: “ D o­ ña Venus por Pánfilo non pudo más fazer / De quanto fizo aquesta por me fazer plazer” ; en otras palabras, el Arci­ preste pensaba que el factor determinante en el éxito de Pánfilo sobre Galatea era Doña Venus y no la vieja tercera que allí se llama Anus; en su episodio, en cambio, considera que lo más importante es la vieja Trotaconventos,8 que hizo s Leo Sp itz er h a s e ñ a la d o la e v o lu c ió n de T r o ta co n v en to s de tip o a pe r so n a je y n o t a d o q u e en el e p is o d io d e D o ñ a E n d r in a e s d o n d e prim ero se u s a e st e n om b r e c o m o propio (c. 7 38 y 8 4 5 ) sin p e r d e r por e so su c o n ­ n o ta ció n ge n é rica. Cf. L i n g ü í s t i c a e h i s t o r i a . . . , pp. 146 y ss. P a r a U . L eo, T r o ­ ta c on ve n tos e s p e r so n a je de un a “e p o p e y a ” que J u a n R u iz nunca lle g ó a c om p le ta r , c o n l o c u a l r e c o n o c e la im p o rta n c ia d e la v ie ja dentro d e l L i b r o , pero p o n e una barrera in f r a n q u e a b le a to d a in ter p r e ta c ió n un itar ia de la obra, al s u p o n e r q u e a lg u n o s trozos q u e p a r e ce n girar e n torno a la vie ja , fu er o n in c lu id o s e n e l B u e n a m o r s ó lo p o r q u e e l autor n o te n ía v alor para r en u n c ia r a nad a q u e h u b ie ra s a lid o d e sus m a n o s; cf. Z u r d i c h t e r i s c h e n . . pp. 14 y ss. E l p e r so n a je h a s id o e x te n s a m e n te e s t u d ia d o ; cf. A d o lf o B o n illa , “A n te c e d e n te s d e l tip o c e le s tin e s c o e n la liter atu ra la tin a ” , R H i , X V (1 9 0 6 ), pp. 3 72-3 86; A m é r ic o Castro, E s p a ñ a e n s u h is to r ia , pp. 4 48 y ss. y L a r e a li­ d a d . . . . , pp. 4 2 9 y ss.; S á n c h e z A lb orn oz, E s p a ñ a , u n e n i g m a . . , pp. 4 1 0 y 473 y ss. D e donde, lo m á s s ó lid o q u e p u e d e sa ca r se e s q u e h a y a n t e c e d e n te s lite r a ­ r ios la tin o s p a r a la fig u r a d e la v ie ja , c o m o ta m b ié n a n t e c e d e n te s literarios y reales árabes, y a s im is m o m o d e lo s e sp a ñ o le s reales. J u a n R u iz pu d o utilizar la literatu ra la tin a en la http://ir.uiowa.edu/uissll/ En c re a c ió n otras palabras, de su v ie ja (y cuanto estuvo de su parte para conseguir satisfacción a los deseos de Don Melón. Las dos coplas de que venimos ha­ blando, son ciertamente parte del discurso del enamorado de Doña Endrina, para quien cuanto ayude a sus designios merece alabanza, y cuanto los obstaculizara tendría que me­ recer reprobación; en estas condiciones llegamos a la copla Era vieja buhona, destas que venden joyas; Estas echan el lago, estas cavan las foyas; Non ay tales maestras como estas viejas troyas: Esats dan la magada; sy as orejas, oyas. (c. 699) Estos cuatro versos están en abierta contradicción con el tono agradecido y laudatorio de las dos anteriores. Sin duda que aquí no se trata de alabar a la vieja; Carlos Clavería8 ha demostrado que el significado de “ troya” es “ cer­ da” , atendiendo a los caracteres de lujuria y suciedad que se suponen atributo de este animal.10 Pero, lo que es más importante, después de decir que estas viejas son quienes preparan las trampas para que en ellas caigan las mujeres y que acaban con ellas en un golpe final, manda a un interlocutor, enérgicamente, que escuche, que preste aten­ ción. Obviamente, este interlocutor no puede ser sino una mujer, y obviamente también, el que habla aquí no es Don Melón, que sólo tiene motivos para estar agradecido de los buenos oficios de la tercera. Hay, pues, aquí una v o z — 110 la del enamorado— que se dirige a las mujeres y les manda escuchar sus advertencias acerca del papel que puede jugar c ie r t a m e n te la usó al adap ta r el P a m p h i l u s a su L i b r o ) , o la liter atu ra y la v id a ár ab e s o s im p le m e n t e tom arla de la r ea lid a d a m b ie n te q u e su, propia obra trasparenta. 9 “L i b r o d e b u e n a m o r , 6 6 9 c : ‘ . . . e s t a s v ie ja s troyas’ ”, N R F H , I I ( 1 9 4 8 ) , pp. 268-272. Cita ta m b ié n la le c c ió n d e G. en 9 7 2 6 ( “c h a ta tr oya ” ) , y 937c. 10 J u lio G ejador en la nota c o rr e sp o n d ie n te a su e d ic ió n , cree q u e se trata de un a alu sión a la r uina por m e d io d el n om b r e Troya. http://ir.uiowa.edu/uissll/ d e la c iu d a d de \ en su ruina la “ puerca” tercera. Lo que nos obliga a pensar que el interlocutor es aquí la mujer, es que la fábula de la moral gira toda alrededor de tener orejas o no tenerlas (ser o no capaz de oír una advertencia), y ya el primer verso del “ castigo” dice “ Dueñas, aved o r e ja s ...” (8 9 2 a ) , después de lo cual viene un ejemplo que recalca la necesidad de tenerlas, y sobre el que volveremos después. Continuemos nuestro examen. En la entrevista en que por fin Trotaconventos convence a Doña Endrina de que se entretendrá y hasta aliviará sus penas de amor si la visita en su casa, le describe todas las frutas que podrá gustar (c. 8 6 1 -8 6 2 ) , le sugiere que la cosa es aún más fácil de lo que parece, puesto que ni siquiera deberá llevar otra cosa que sus vestiduras caseras, dada la corta distancia que se­ para las dos casas,11 y se encomienda a Dios para que no permita que nada desagradable le ocurra a su invitada du­ rante la visita (c. 8 6 4 ) . Luego vienen las dos coplas si­ guientes: 11 C reem os q u e F e m a n d o Lázaro, “ Los a m o r e s d e don M e ló n y doña E n d r in a ” , A r b , X V I I I ( 1 9 5 1 ) , pp. 210-236, se e q u iv o c a al in terpretar D e s d e a q u í a la m i tie n d a non a y s in o n la pasada, En p e llo te vos ir e d e s c o m o por vuestra m orada, T o d o a q u í e s barrio e v e sin d a t pob lada, (c . 863) co m o u n a in c it a c ió n d e la v ie ja a q u e la m u c h a c h a s e r e s g u a r d e c u b r ié n d ose . S e g ú n J o s é G uerrero L ov illo, L a s c a n tig a s (M a d r id , 1 9 4 9 ) , pp. 55 y ss., el “ p e llo t e ” se usaba a sí: d ir e c ta m e n te sobre el c u e rp o lle v a b a n las m u je r e s la cam isa, la r g a y con m a n g a s, q u e se v e ía e n el c u e llo y en lo s p u ñ o s ; sobre e lla, la “s a ya” , en c o rd a d a a un la d o , lo q u e p e r m itía a ju star la, y al m is m o t ie m p o d e ja b a ver la c a m is a y a v e ce s la p ie l de la c in tu ra p or un as a b e r tu ­ ras q u e las m u je r e s p r ac tic ab an en la c a m isa para lu c ir la b la n cu ra de la p ie l, y q u e lo s p r e d ic a d o r e s lla m a b a n “ve n ta n a s d el d e m o n io ” . S ob re la s a ya v e n ía e l p e llo te , sin m a n g a s n i c u e llo , con gr a n d e s aberturas la te r a le s q u e b aja b an d el hom b ro a la cadera, y q u e d e ja b a n ver la sa y a y su e n c o r d a d o . P ar a salir a la c a lle , las d am as se en volvían h asta lo s pies. en un m a n to q u e la s cubría P o r tanto, lo q u e a q u í está d ic ie n d o T ro ta c o n v e n to s e s j u s ­ ta m e n te q u e D o ñ a E n d r in a no n e c e s ita tom ar p r e ca u ció n a lg u n a y q u e p u ed e ir a visitarla tal c o m o s u e le estar en su casa, en “ p e llo t e ” . http://ir.uiowa.edu/uissll/ Los ornes muchas vegadas, con el grand afyncamiento Otorgan lo que non deven, mudan su entedimiento; Quando es fecho el daño viene el arrepentymiento: Ciega es la mujer seguida, non tyene seso nin tyento. Muger, liebre seguida, mucho corrida conquista, Pierde el entendimiento, siega e pierde la vista; Non vee redes nin lasos, en los ojos tyene arista: Andan por escarnegerla, coyda que es amada e quista. (c. 865-866) Resulta imposible pensar que estas dos coplas, de nue­ vo, sean el comentario anticipado de Don Melón a la acep­ tación de Doña Endrina. Es, otra vez, una voz distinta de la del enamorado, la que ciertamente está lamentando lo que va a pasar en la copla que sigue ( 8 6 7 ) : la aceptación de Doña Endrina a visitar la vieja. Me parece, además, ver cierto tono pesaroso en el verso d de 8 6 6 ; creo que nadie diría, por lo menos, que hay en ellos alegría por el enga­ ño que describen. Agreguemos, antes de pasar al tercer elemento del epi­ sodio que hemos escogido, que a pesar de que las coplas examinadas tienden a apoyar las declaraciones del autor en las coplas morales, todavía, como hemos visto, se trata aquí de una voz que podríamos llamar intrusa, porque brus­ camente aparece, sin ilación con la trama del episodio mismo, para juzgar como condenable lo que en el episodio se cele­ bra. El caso que sigue, me parece, es de diferente índole. Entre las coplas 8 7 7 -8 7 8 hay una laguna que corres­ ponde a las treinta y dos en que Don Melón violaría a Doña Endrina, tal como en la comedia Pamphilus fuerza a Ca­ latea, pero que deben haber sido poco aceptables a los ojos de un antiguo lector que las suprimió. Al reiniciarse el episodio, en c. 87 8 , nos hallamos con que Trotaconventos ha regresado de la salida que le permitió dejar solos a los dos http://ir.uiowa.edu/uissll/ jóvenes, y está hablando a Doña Endrina, sin duda para responder a los cargos que ésta le hace por haberla dejado sola, a merced de Don Melón:12 [Vieja.] “ Cuando ya saly de casa, pues veyades las redes “ ¿ P or qué fyncávades con él, sola, entre estas paredes? “A mí non rebtedes, fija, que vos lo meresgedes; “ El mejor cobro que tenedes, vuestro mal que lo calledes. “ Menos de mal será que esto poco celedes, “Que non que vos descobrades e ansy vos pregonedes; “ Casamiento que vos venga, por esto non lo perderedes; “Mejor me paresge esto que non que nos enfamedes. “ E pues que vos desides que es el daño fecho, “ Defyenda vos e ayude vos atuerto e a derecho: “ Fija, a daño fecho aved ruego e pecho, “ ¡Callad! Guardat la fama no salga de so techo: “ Sy non parlase la pycaga más que la codorniz, “ Non la colgarían en la plaga, nin reyrían de lo que dis; “ ¡Castigad vos, amiga, de otra tal contra is! “ Que todos los ornes fazen como don Melón Ortiz.” Doña Endrina le dixo: “ ¡Ay, viejas tan perdidas, “A las mugeres trahedes engañadas, vendidas! “Ayer mili cobros de davas, mili artes, mili salidas; “ Oy que so escarnida, todas me son fallidas. “ Sy las aves lo podiesen byen saber e entender “ Quantos lagos les paran, non las podrían prender: “ Quando el laso veen ya las lyevan a vender; “Mueren por el poco gebo, non se pueden defender. “ Sy los peges de las aguas, quando veen el ansuelo “Ya el pescador los tiene e los trahe por el suelo; 12 D e la s c o p la s q u e cita m o s, 5 78-5 80 se e n c u e n tr a n sólo en S, de m a ­ nera q u e p e r te n e c e n a la s e g u n d a r e d a c c ió n , la d e 1343. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ La muger vee su daño quando ya finca con duelo, “ N on la quieren los parientes, padre, madre nin avuelo. “ El que la ha desonrrada déxala, non la m antyene; “V ase perder por el mundo, pues otro cobro non tyene; “ Pyerde el cuerpo e el alma, a muchos esto aviene: “ P ues otro cobro yo non he, asy fazer me con vyen e” . (c. 8 7 8 -8 8 5 ) Después de esto se anuncia que la solución del pro­ blema vino de la vieja, que “ dio en este pleito una buena sentencia” . En efecto, dice la tercera que quejarse es inútil; cuando lo que se sufre no tiene remedio alguno posible, lo único que puede hacerse es aguantar (c. 8 8 7 ) ; cuando, en cambio, se padecen “ grandes dolencias” , “ desaventuras” , “ acaecimientos” o “ yerros de locuras” , lo que hay que ha­ cer es buscar cómo solucionar lo que sucede (c. 8 8 8 ). P a ra el caso presente, su consejo es que los dos enamorados se casen. P a ra analizar las coplas citadas antes, quisiéramos con­ frontarlas con los versos correspondientes del Pam philus. En prim er lugar, las dram áticas coplas 878-883, no tienen correspondencia alguna con el original. Anus, en la come­ dia, vuelve de su muy oportuna salida y manifiesta extrañeza de que Galatea esté llorando, al mismo tiempo que alude a la garrulería de la vecina que la retuvo fuera de la casa con su incesante charla, y pregunta por fin cínicamen­ te, qué es lo que ha pasado (vv. 723-728), a lo que Gala­ tea replica acusándola de haber planeado todo, invitación y salida, para perm itir que Pam philus se saliera con la su­ ya, y se describe a sí misma como la liebre que por huir cayó en las redes (vv. 729-740). Viene en seguida la res­ puesta de la vieja (vv. 741-750), a la que deberían corres­ ponder las coplas 878-881 que citamos; sin embargo, lo que dice la vieja de la comedia es esto: http://ir.uiowa.edu/uissll/ 741 Increpor injuste nunc; hoc m ichi crimen inesse! Qua ratione velis, me satis expediam . Etati nostre male nom en crim inis hujus Convenit, ars tanti nec studiosa mali. 745 Si qua modo concepta jocis contentio vobis Contigit, absenti que m ichi culpa fuit? Sit quodcum que potest, nil ad m e lis utriusque Quam movet insipiens (non eg o) vester amor! D ic tamen ignoti seriem m ichi, P am p hilus facti, 75 0 Hujus origo mali ne sit operta m ich i.13 Si comparamos estos versos con las coplas que pudieron originarse en ellos (878-881), vemos que Trotaconventos tiene una actitud muy diferente de la que m anifiestan las palabras de Anus. La vieja de la comedia frente a la acu­ sación de Calatea, se limita a razonar en su descargo de la siguiente m anera: la verdadera razón de lo que ocurrió en­ tre ustedes no fui yo, sino la im prudencia de los juegos amorosos a que ustedes se entregaron, y el carácter mismo del amor que los une; por lo tanto, es absurdo culparme a mí por algo que yo ni siquiera presencié; los culpables son ustedes. En el mismo lugar en que Anus dice lo anterior, T ro­ taconventos se expresa de m anera completamente diferente. Ni siquiera trata de justificarse; se limita a aceptar la acu­ sación en principio y a m ostrar la situación práctica en que ha venido a p a ra r todo. Pero lo fundam ental es que la vie­ 13 “Ahora se me acusa injustamente. |¿ Q u e pudiese haber en m í se­ mejante delito?! Me libraré perfectamente de cualquier acusación que quie­ ras. Mal se aviene tal crimen con mi edad, ni mi habilidad industriosa con tanto mal. Si de alguna m anera la contienda empeñada creció con vuestros juegos, ¿qué culpa tuve yo? Sea como sea, nada tiene que ver conmigo una contienda ajena que originó vuestro loco amor, no yo. Díme, sin embargo, Panfilo, el curso del asunto, a mí que no lo conozco, para que no me sea desconocido el origen de este m al”. La traducción es tan literal como se puede, aun a riesgo de que el castellano suene mal. http://ir.uiowa.edu/uissll/ ja culpa d e todo a Doña Endrina: si vio que la vieja la de­ jaba sola con Don Melón, ¿por qué no se fue? (c. 8 7 8 ) ; pero aún va más lejos, y con una crueldad desconocida de su modelo, trata de cerrar la boca de la muchacha diciéndole que si habla, lo único que conseguirá será arru in ar sus po­ sibilidades de casarse en el futuro (c. 8 7 9 ). El amargo desamparo en que la vieja deja a Doña E ndrina en estas coplas no tiene nada que ver con el original latino. Se atre­ ve, todavía, hasta a hacer befa de su víctima, mostrándole su caso más como ridículo que como trágico (c. 8 8 1 a 6 ). Y termina, ella misma, dícíendoIe: “ ¡Castigad vos, amiga, de otra tal contra is! “ Que todos los ornes fazen como don Melón Ortiz” . (c. 8 81 cd) En estos dos versos, vemos claramente la intención de generalizar, propia del consejo m oral: “ todos los omes fazen . . . ” , y son, por lo demás, paralelos de lo que dice la m oraleja en que el autor declara su intención m oral: La que por ventura es o fue engañada, Guárdese que non torne al mal otra vegada, (c. 9 0 5 ab) de manera que tenemos, incorporado dentro d e l desarrollo mismo d el episodio, parte del mismo propósito moral que el autor declara en su m oraleja. Además, el hecho de que, como vimos, la vieja culpe aquí a Doña E ndrina y la fuerce a un cruel y desam parado silencio, además de mofarse de ella, y que nada de esto se encuentre en el original, prueba que efectivamente el episodio fue escrito para prevenir a las mujeres, para “ d ar ejemplo” , como dice Juan Ruiz (c. 9 0 9 ). http://ir.uiowa.edu/uissll/ También en el trozo que citamos antes y que estamos analizando, se encuentran elementos tomados del Pam philus, pero ordenados en una nueva disposición que les da un nue­ vo significado, coincidente con la intención que proclaman las coplas de la m oraleja. Según puede notarse fácilmente, hay algunos versos de intención generalizadora y didácti­ ca:14 D oña Endrina le dixo: “ ¡A y, viejas tan perdidas, “ A las mujeres trahedes engañadas, vendidas! (c. 8 8 2 ) Pero el pensamiento del autor y su m anera de enseñar, se ven aún con más claridad si de nuevo se comparan las co­ plas 882-885 con los versos correspondientes del Pam philus. Estrictamente hablando, las coplas 882 y 883 no tienen un correspondiente preciso en la comedia; las otras dos se rela­ cionan con ella asi:15 14 M aría Rosa Lida, Nuevas n o t a s . .. , p. 21, n. 12, habla de la ge­ neralización en 884cd, al analizar la “dificultad del poeta medieval de ob­ jetivar sus personajes”. 15 Los versos de la comedia dicen: Galatea 757 Pamphile, die ille nostros (quasi nesciat) actus, Res ut percipiat qualiter ista venit. Quod tibi consuluit te (quasi n-escia) querit, Ut videatur in hoc non nocuisse michi! Artibus innumeris michi devia plura dedisti, Sed tamen indiciis res patet ipsa, suis. Ut piséis curvum jam captus precipit hamum, Sic mens hum ana capta videt laqueos! Et modo quid faciam fugiam captiva per orbem? Ostia jure michi claudet uterque parens. Metior hac illac oculis vigilantibus orbem, 768 Leta tamen misere spes michi nulla venit! http://ir.uiowa.edu/uissll/ Buen amor c. 8 8 4 c. 8 8 5 ab Pamphilus c 763 764 d 766 a b c d v. 765 Puesta así, la correspondencia parece bastante próxim a; sin embargo, el parlamento completo de Doña E ndrina dice que las viejas terceras venden y engañan a las mujeres, y que los ardides y soluciones que ofrecen antes de conseguir que las mujeres se rindan, se conviertan en nada una vez que consiguen lo que quieren (c. 8 8 2 ) ; compara luego a los pájaros con las mujeres y dice que si unos y otras supieran las artimañas que se usan para cogerlos, se librarían de caer (c. 8 8 3 ) ; extiende luego la comparación de los p ája­ ros a los peces, y nota ■— de acuerdo con la comedia— que el pez advierte el anzuelo cuando ya está cogido,16 y que lo mismo le pasa a la mujer,17 sobre quien cae el repudio de sus parientes (c. 8 8 4 ) ; abandonada de todos, incluso de su seductor, la deshonrada se convierte en una perdida de al­ ma y de cuerpo, porque no le queda otro remedio. El parlamento de Galatea, en cambio, m uestra primero su enojo por la pretendida inocencia de la vieja (vv. 757­ 760) que lo preparó todo (v. 7 6 1 ), luego hace un razona­ miento general sobre la conducta humana, notando que es propio al hombre, como al pez, ver el anzuelo cuando ya está cogido (vv. 763-764); se pregunta luego si le estará bien en 16 Tanto el “Ut” comparativo de la fuente (v. 763) como el sentido de la copla 884, muestran que el significado del “Sy” inicial del verso es “así” . 17 Nótese que en la comedia (vv. 763-764), el pez se compara con el alma hum ana en general, no específicamente con las m ujeres como aquí. http://ir.uiowa.edu/uissll/ su desgracia huir por el mundo, pues sus padres le cerrarán sus puertas, y piensa que la alegría se habrá entonces ter­ minado p a ra ella sin remedio (vv. 765-768). Si se comparan los dos parlamentos, en que hay varios elementos iguales, se ve que el de Galatea es solamente la expresión de la pena o de la desesperación personal de la muchacha, con una observación incidental y general sobre la naturaleza humana, que no se percata del peligro hasta que ya no puede evitarlo. En este sentido, el parlamento de Doña E ndrina es casi de sentido contrario, porque ella no dice que esté en la naturaleza hum ana dejarse coger desapercibido, sino, al revés, que si las mujeres, como tam­ bién los pájaros, pudieran saber qué tram pas se les pre­ paran, las evitarían. Resumiendo lo anterior, podemos decir que efectiva­ mente, tal como lo declaran las coplas que siguen al epi­ sodio y que le son una como m oraleja y explicación a la vez (c. 892-909), el episodio de Doña E ndrina contiene dentro d e su m ism o desarrollo, elementos que muestran claram en­ te que la intención declarada por el autor, de que su pro­ pósito es d ar ejemplo a las mujeres, es verdadera. Quiso Juan Ruiz en esta parte mostrar cómo se cum plía una se­ ducción, porque, como dice Doña E ndrina, si las mujeres conocieran las tram pas que se les preparan, podrían evitar­ las. Dentro del episodio, el elemento que le pareció deter­ minante fue la vieja, y se sintió así compelido a tomar él mismo la palabra (c. 699) y advertir a sus lectores fem e­ ninos sobre la importancia grave de la vieja Trotaconven­ tos. Toma luego de nuevo la palabra en el momento en que Doña E ndrina va a aceptar la invitación de la vieja que se la ofrece como un modo de aliviar sus penas de amor (c. 8 6 1 ), para advertirles que cuanto venga de la tercera es seducción y no ayuda (c. 865-866). Por fin, altera la m a­ teria misma de su fuente, agregando un parlamento de la http://ir.uiowa.edu/uissll/ vieja en que las mujeres lectoras o auditoras sintieran la garra de la desesperación y el estado de desamparo en que queda Doña E ndrina (c. 878-881), y hace que Doña E n­ drina misma exprese la necesidad en que están las mujeres de conocer las tram pas que se les preparan para no caer en ellas (c. 882-884). N aturalmente que el “ enxiemplo” de Doña E ndrina no es sólo lección seca ni recomendación abstracta. La m ateria original del Pam philus se ha vuelto más concreta, más caso particular al pasar al episodio. Al mismo tiempo, el humor epigramático y subido de color del Arcipreste, se muestra aquí como en cualquier otra parte del L ib ro .ls En efecto, justamente antes y después de las dos coplas (865-866) que citábamos como ejemplo de la intención moral del autor, habla la vieja, tratando prim ero de convencer a Doña E n­ drina de que vaya a su casa a aliviar su pena de amor: “ V erdat es que los plaseres conortan a las deveses, „ „ P or ende, fija señora, yd a m i casa a veses, Jugarem os a la pella e a otros juegos raeses, „ Jugaredes e folgaredes e dar vos he, ¡ay, que nueses! (c. 8 6 1 ) Donde indudablemente las palabras están cargadas de do­ ble sentido. En el original latino19 ya había mención de juegos y alusión a las pomas y nueces del campito de la vieja. Pero aquí se va más lejos; “ jugar” tiene el sentido recto de la actividad lúdica, pero también el de jugueteo amoroso.20 En cuanto a “ folgar” , también tiene un sentido 18 Cf. María Rosa Lida, Nuevas n o t a s ..., pp. 45 y s., n. 38. 19 647 E t modo sola veni paulisper ludere mecuin: En tibí nostra domus poma necesque dabit; 649 Vix erit iste meus sine fructibus ángelus unquam. '■* Cf. c. 981, donde “el juego” significa simplemente manejos amoro­ sos físicos. También la idea está en la comedia; vid. v. 745 de la cita, http://ir.uiowa.edu/uissll/ que es simplemente “ divertirse” , “ estar a sus anchas” ,21 pero otro, bien conocido, que designa el acto sexual.2" D a­ do el contexto, se puede fácilmente suponer que la excla mac:¡ón sobre las nueces tiene también connotaciones grose­ ras. En relación con esto, los dos versos narrativos de O torgóle doña Endrina de yr con ella fablar2:i A tomar de la fruta e a la pella jugar, (c. 8 6 7 ) toman también el mismo aspecto. Juan Ruiz acaba de ad­ vertir a las mujeres que cuanto viene de la vieja es en su daño, y parece lam entar la respuesta afirm ativa que va a dar Doña E ndrina (c. 865-866), pero cuando n a rra esa mis­ ma respuesta, usa los mismos elemento de la invitación de la vieja, que conservan también aquí su doble sentido. Ahora bien, creemos que estas bromas gruesas del Ar­ cipreste no alteran en absoluto su propósito moral. Desde el punto de vista del lector masculino, son chistes que pi­ den una carcajada saludable; desde el punto de vista de la mujer lector, el sarcasmo antes agrega a la lección que la debilita, y como el propósito moral que clama Juan Ruiz va aquí explícitamente dirigido a las mujeres, no pierde nada de su validez. Hay que notar, igualmente, que parte de la enseñanza moral a las mujeres nace de las propias palabras de la vie­ ja, que con su crueldad muestra el desamparo de la sitúadonde la anus se refiere a las acciones de la pareja con las palabras “jocis vobis”. 21 Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (M adrid, 1954), da como significados “ descansar” , “ disfrutar”, “yacer car­ nalmente”, s. v. HOLGAR. 22 Recuérdese el conocido romance “Día era de los Reyes”, en que Ximena dice al rey que un soberano que no es justiciero no debería reinar, ni usar caballo, “ni con la reina f o l g a f \ y también el conocido “Folgaba el rey Rodrigo” , de Fray Luis de León. 523 En lugar de “fablar”, el ms. G trae aquí “ folgar” . http://ir.uiowa.edu/uissll/ ción de la joven viuda después de su seducción. Asimismo, de boca de la vieja escuchamos una de las bases que podrían explicar este aspecto de la m oralidad pro-femenina de Juan Ruiz: “ Que todos los ornes fazen como don Melón Ortiz” . (c. 8 8 1</) En verdad, si Juan Ruiz consideró, como no podía por m e­ nos, que las palabras de la vieja estaban respaldadas por una sólida experiencia del mundo, es casi seguro que esto explica su actitud moral. La vieja misma reconviene a Don Melón porque con sus sacudones amenaza rom per las puer­ tas “ que del abad de Sant Paulo / Las ove ganado” . Y sin entrar en detalles innecesarios, es patente que no hay en todo el Libro varón alguno que no se despepite tras las mujeres. Ya lo dice la copla: Como dize Aris-tótiles, cosa es verdadera, El m undo por dos cosas trabaja: por la primera Por aver m antenengia; la otra cosa era P or aver juntamiento con fenbra plazentera. (c. 7 1 ) Juan Ruiz declara, con su habitual m ordacidad, que si esta fuera su opinión personal, podría echársele en cara tenerla, y agrega que no debe ponerse en duda lo que dice el gran filósofo, porque lo prueban los hechos (c. 7 2 ) ; observa, en seguida, que la tendencia natural de los animales comprue­ ba la verdad del dicho, pero que aún es más valedero el caso del hombre, a quien todo mueve (c. 7 3 ), y cuya dis­ posición p a ra esta actividad es, a diferencia de los anim a­ les, continua (c. 7 4 ) ; a pesar de que la sabe pecaminosa, pues, se deja llevar por su naturaleza (c. 7 5 ) ; un caso p a r­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ ticular de esta observación es el del personaje de las aven­ turas amorosas, que siendo hombre, como los demás, ha sentido el poderoso atractivo de las mujeres algunas veces (c. 7 6 ). Este yo, a lo largo del Libro, no tiene más carácter distintivo que su deseo de m ujeres; el yo de las aventuras amorosas es ciertamente un incansable am ador y nada más. No llega a persona, y la monotonía de sus procedimientos resulta moral p a ra las lectoras, que aprenden a evitar las artimañas de sus seductores, viéndolas repetirse una y otra vez, con lo cual disponen del arm a que pedía p a ra sí Doña E ndrina cuando decía que si las mujeres conocieran la m a­ nera de operar de sus captores, se librarían de ellos. Sobre las mujeres del Libro, hablaremos más adelante; digamos sólo por ahora, que frente a la conducta invariablemente proclive a la “ locura” amorosa de los h om bres— casi todos clérigos — del Buen amor, ellas se muestran muy a menudo remisas a seguir las incitaciones de sus enamorados. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ UNA APUESTA DUEÑA” haber probado en nuestro análisis anterior lo ' que queríamos, a saber, que en efecto el episodio de Doña E ndrina fue escrito para que las mujeres aprendieran en él a reconocer cuáles eran los elementos que conspiraban contra sus buenas intenciones. Sin embargo, queda una du­ da. ¿No hay cierta contradicción entre cualquier intención moralizante y un final feliz para una acción reprobable? Porque lo cierto es que en el episodio todo acaba en alegría C reem os y en boda. Partiendo de la intención declarada del autor, es indudable que hay que preguntarse si el efecto del final feliz sobre las lectoras a quienes sujetaba el temor de las consecuencias, no podría ser el hacerles pensar que si a través de las m aldades de las terceras y la lujuria m asculi­ na se llegaba al matrimonio, el peligro no era tan grande. El análisis de las coplas morales que siguen al episodio, co­ mo también el de la aventura amorosa que las sucede, mos­ trará que Juan Ruiz tenía conciencia del problem a y quiso solucionarlo. Revisaremos prim ero las coplas 892-909. Como de­ cíamos, ellas hablan directamente a las mujeres.1 En 892, hay una de las alusiones al sentido oculto de “ las fablas” : si las mujeres las entienden bien, se guardarán del varón.12 1 Cf. supra, pp. 37 y ss. 12 Creemos que vale la pena señalar aquí, con especial énfasis, este mo­ mento del Libro, no incluido, que yo sepa, en ninguna de las listas de citas http://ir.uiowa.edu/uissll/ La copla siguiente inicia el relato de la fábula Cor cervi, que tiene dos versiones, una oriental, representada en Es­ paña por Calila e Dimna, VII, y una occidental (se encuen­ tra en E s o p o ) ; como en Calila, la víctima es en Juan Ruiz un asno y se traía del corazón y las orejas, mientras en la mayoría de las otras versiones, sólo se trata del corazón. Por último, Juan Ruiz agrega la cólera del león, la voz del asno y el que la zorra atraiga a éste halagándole sus talen­ tos de cantor.3 El contenido de la fábula es el siguiente: un león sanó de un dolor de cabeza, y para celebrarle la curación, los animales se reunieron en una fiesta un día domingo (c. 893) y determinaron que el juglar fuese el asno, que de in­ mediato se puso a tocar su “ atanbor” y a rebuznar atrona­ doramente (c. 8 9 4 ), lo que despierta la cólera del león, que quiere m atarlo, pero yerra el golpe y la víctima escapa (c. 8 9 5 ) ; m anda, entonces, el león que lo llamen p a ra perdo­ narlo, y la zorra se ofrece de em isaria (c. 8 9 6 ) ; llegada donde el asno, que pastaba, la zorra le asegura astutamente que la fiesta se ha arruinado sin sus músicas (c. 89 7 ) y que el león le garantiza salvedad y paz si torna “ al juego” (c. 8 9 8 ). Comenta entonces Juan Ruiz “ Creó falsos falagos, él coa que ejemplifican las advertencias de Juan Ruiz a sus lectores sobre la la correcta comprensión de la obra. M aría Brey Marino en su versión m oderna (Arcipreste de Hita, Libro de buen amor. Valencia, 1954), tras­ cribe 8926: “entended bien el cuento, guardáos del varón” . Cejador, en su edición, sigue el ms. G: “Entendet las palabras: guardatvos del varón” . Nosotros preferimos la variante de S, por ser más clara, porque no contra­ dice a G, porque en general la versión de S es m ejor que las otras dos (cf. Lecoy, op. cit., p. 4 9 ): “Entendet bien las fablas, guardatvos del varón” . Por último, autorizan esta lección los vv. 908 cd: Dueña, por te desir esto, non te asañes nin te ayres, M is fablas e mis fasañas ruégote que bien las mires. 3 Todos estos datos en Lecoy, op. cit., p. 141. Puesto que el corazón se consideró durante la Edad Media como centro del buen juicio y la memo­ ria, y las orejas son el canal del aprendizaje, es natural, dentro de la in­ tención de Ju a n Ruiz, utilizar ambos órganos en su versión, a pesar de que, según Lecoy (p. 141) conocía ambas tradiciones, oriental y occidental. http://ir.uiowa.edu/uissll/ escapó peor” , agregando que volvió a la fiesta (c. 8 9 9 ), que lo prendieron los monteros del león y éste le mató (c. 9 0 0 ), y le dio a guardar al lobo, que a poco andar, se comió las orejas y el corazón del asno necio (c. 9 0 1 ) , por lo que el león se enfureció cuando quiso comerlo (c. 9 0 2 ), pero la respuesta del lobo no admitía réplica: el asno había nacido así; ¿cómo, si no, hubiera dejado de entender las mañas del león y no le hubiera llegado noticia de sus hechos? Sin duda, sólo suponiendo que no tenía juicio ni audición po­ día explicarse su regreso a donde ya una vez habíá peli­ grado su vida (c. 9 0 3 ). Indudablemente, lo que hay que entender aquí es que, aunque uno se haya salvado una vez , de un gran peligro — como le ocurrió a Doña E ndrina— eso sólo un necio desorejado podría interpretarlo como una incitación a repetir la ocasión. Por lo tanto, podemos su- ' poner que al propio Juan Ruiz le preocupó el desenlace feliz del caso de Doña Endrina. Es significativo, además, dentro de la fábula, que sea una enviada astuta la que con halagos engañosos trae el asno a la muerte. Por lo demás, si hacemos las sustituciones restantes, tenemos que suponer que el asno es la mujer que reincide en una acción peligro­ sa; la zorra mensajera, la vieja zurcidora de voluntades, que con halagos lleva a las víctimas a su perdición,4 y el león mismo, el hombre, a cuya continua inclinación se refiere la copla D ijo al león el lobo quel asno tal nasgiera: Que sy el coracon e orejas toviera, Entendiera sus m añas e sus nuevas oyera, Mas que lo non tenía e por end veniera. (c. 9 0 3 ) 4 La comparación de la tercera con la raposa está explícita al fin de la lista de nombres de la alcahueta: Desir todos sus nombres es mi fuerte cosa, Nombres y maestrías más tienen que raposa. (c. 921 c d ) http://ir.uiowa.edu/uissll/ donde las maestrías ( “ mañas” ) y los actos (“ nuevas” ) del león se refieren a las de los varones. En consonancia con este interés de enmendar el posible mal ejemplo del episodio de Doña E ndrina, está La que por desventura es o fue engañada, Guárdese que non torne al m al otra vegada, D e coragón e de orejas non quiera ser m enguada, En ajena cabeza sea bien castigada. (c. 9 0 5) Pero hay todavía más. En la prim era redacción de la obra, representada como se sabe por los mss. G y T, el Libro pasaba directamente de la copla 909 (que es la últi­ ma que se refiere directamente al episodio de E ndrina) a la actual 950 (prim era de las aventuras con las serranas). En la segunda redacción, representada por el ms. S,B se han intercalado, pues, cuarenta coplas,8 que comprenden una aventura amorosa (910-944) y una visita de la vieja a casa del protagonista (Q45-949). El lector no puede menos de notar el carácter esquemático de la aventura. ¿P or qué la incluyó Juan Ruiz en su segunda redacción? Si miramos la aventura con cuidado, notaremos que es constante el paralelismo que muestra con el episodio de Doña E ndrina; y no es un paralelism o de situación, que no indicaría nada, porque todas las aventuras se parecen; son comunidades hasta de vocabulario y especialmente de cons­ trucción de las coplas. H ablando de los caracteres de Doña Endrina, dicen las coplas: 5 Fue Ramón Menéndez Pidal (cf. Poesía á r a b e ..., pp. 124 y ss.) quien primero propuso la idea de las dos redacciones del Libro, partiendo de la diferencia de fechas entre los mss. T y G. La idea ha sido completamente aceptada luego por Lecoy, R ech erch es.. . , p. 364 y por U. Leo, Zu r dichteris­ chen. . . , passim. 6 U. Leo, Zur d ich terisch en .. pp. 19 y ss., considera que este es uno de los lugares donde quedan huellas del libro nunca terminado sobre T ro­ taconventos. http://ir.uiowa.edu/uissll/ La m ás noble figura de quantas yo aver pud, Biuda, rica es m ucho e moga de juventud E bien acostumbrada, es de Calataut: D e mí era vesina, m i muerte e m i salut. F ija de algo en todo e de alto linaje, Poco salíe de casa segunt lo an de usaje; F uym e a doña V en us que le levase mensaje, Ca ella es comiendo e fin deste viaje. (c. 58 2 -5 8 3 ) La muchacha de la aventura que analizamos se describe así: D e talla la mejor que quantas yo ver pud, N iñ a de pocos días, rica e de virtud, Fermosa, fijadalgo e de mucha joventud, N un ca vy tal como esta ¡sy D ios me dé salud! Apuesta e logana e dueña de lynaje, P o co salya de casa, era com o salvase; B usqué trotaconventos que siguiese este viaje, Que estas son comiendo par el santo pasaje. (c. 9 1 1 -9 1 2 ) La semejanza de estos dos pares de estrofas no nece­ sita comentario. Los conceptos son casi idénticos, y la iden­ tidad de rim a hace pensar que Juan Ruiz quería que sus lectores decidieran que había relación entre las dos cosas. Musicalmente, no puede leerse el segundo par, sin que re ­ suene en los oídos el primero. Cuando la vieja, bajo pretexto de vender su mercancía, pasa por la casa de Doña Endrina y ésta la llam a, sucede lo siguiente: Entró la vieja en casa, díxole “ Señora fija, “ Para esa mano bendicha quered esta sortija; “ Sy vos non me descobrierdes desir vos he una pastrija “ Que pensé esta noche.” Poco a poco la aguija. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Y cuando la vieja aparece en casa de la nueva muchacha, el relato dice: Comengo a encantalla, díxole: “ Señora fija, “ Catad aquí que vos trayo esta pregiosa sortija; “ D am vos e s t a . . . 7 P oco a poco la aguija. “ S y m e non mesturardes, dirévos una pastija” . (c. 9 1 6 ) De nuevo la semejanza ahorra todo comentario. Sólo que ahora puede decirse con toda seguridad que no se debe so­ lamente al acaso, porque no hay duda que Juan Ruiz pudo encontrar otra m anera de describir a la niña, como tam­ bién otra manera de meterle la vieja en casa. Pero donde ya no puede dudarse de la intencionalidad de las referen­ cias es en el paralelo siguiente. Ya vimos que en el episo­ dio de Doña Endrina hay una voz que advierte sobre la alcahueta: Era vieja buhona destas que venden joyas; Estas echan el lago, estas cavan las foyas; N on h ay tales maestras como estas viejas troyas: Estas dan la m agada; sy as orejas, oyas. C omo lo han de uso estas tales buhonas, A ndar de casa en casa vendiendo m uchas donas, N o n se reguardan dellas, están con las personas, Fazen con el m ucho viento andar las atahonas. (c. 6 9 9 -7 0 0 ) Y el episodio siguiente trae la misma voz: Fizóse corredera, de las que venden joyas, Y a vos d ix e que éstas paran cavas e foyas, N on hay tales maestras com o estas viejas troyas, Estas dan la magada, si as orejas, oyas. 7 Hay aquí una palabra borrada en el ms., que atendiendo al parale­ lismo, podría ser “mano” . http://ir.uiowa.edu/uissll/ Otrosí vos dixe que estas tales buhonas A ndan de casa en casa vendiendo muchas donas, N on se guarda dellas, están con las personas, Fazen con el su viento andar las atahonas. (c. 9 3 7 -9 3 8 ) Si como vimos antes, aquellas coplas estaban dirigidas a las mujeres, no me parece arriesgado suponer que éstas tam­ bién lo estén, dada la casi identidad de los dos pares, y dado que el Arcipreste refiere a las de Doña E ndrina expresa­ mente, con su “ ya voz dixe” y su “ Otrosí vos dixe” , que no parecen dejar duda alguna sobre su intención de despertar en el lector el recuerdo del episodio anterior y de ligarlo así con éste. ¿Con qué fin? P ara contestarlo, revisemos el desarrollo de la nueva aventura. Después de terminado el episodio de Doña Endrina, el protagonista vio a una dueña estar en su estrado y le satisfizo en extremo lo que vio (c. 9 1 0 ) ; describe entonces las prendas de su am ada (c. 9 1 1 ­ 9 1 2 ), cuenta que se cuidó de buscar otro mensajero varón que pudiera traicionarlo como Fernán García hizo en el caso de Cruz (c. 9 1 3 ), pero en cambio se agenció los oficios de una vieja sumamente activa en su menester (c. 9 1 4 ), que consiguió soliviantarle el seso a la niña (c. 915-918). Sin embargo, sucedió que la vieja comunicó al enamorado su decisión de no seguir practicando sus m alas artes, con in­ tención de aumentar quizá su paga (c. 9 1 9 ), lo que motivó una respuesta algo punzante del enamorado, que no parece haberla tomado muy en serio (c. 9 2 0 ) , para desgracia suya, porque la tercera se enfureció, publicó sus amores y la m a­ dre empezó a guardar a la muchacha en la m edida de sus fuerzas, de manera que las entrevistas se espaciaron m uchí­ simo entre amante y enam orada8 (c. 9 2 2 ), lo que hace al 8 Como dijimos, esta copla sólo se encuentra en el ms. S, y la lectura del verso b es: “Non la podía aver ansí tan a menudo”, lo que según el desa­ rrollo posterior de la aventura tiene que ser error por . .ver ansí. . Es http://ir.uiowa.edu/uissll/ protagonista aconsejar a sus lectores que se callen, porque no hay peor que la verdad en la crítica a los demás (c. 9 1 3 ), de donde pasa a una lista de nombres que no deben dársele a la tercera (c. 924-927). Luego explica que, pues la ne­ cesidad carece de ley, apretado por la suya amorosa y por la compasión que le daba su am ada solitaria (c. 9 2 8 ), que se avino a rogar el perdón de la vieja, para que le diera apariencias albas al asunto (c. 9 2 9 ), lo cual la vieja entien­ de en su justo valor, es decir, como expresión de necesidad (c. 9 3 0 ), pero promete solucionar el problema (c. 9 3 0 ) y pide para sí un tratamiento de “ buen am or” como precio de su lealtad (c. 9 3 2 ) , a lo que el autor accede por dos moti­ vos: “ por amor de la vieja” y “ por decir razón” (c. 9 3 3 ), y obtiene que la vieja deshaga el m al que había hecho, echándose desnuda a la calle, como si estuviera loca. Con esto, la gente dejó de creer en lo que antes había dicho, la m adre levantó la vigilancia que m antenía sobre su hija y se alegró el enamorado (c. 934-936). Las dos coplas si­ guientes recuerdan que ya en el episodio de Doña Endrina se habían señalado las características de la tercera (c. 937­ 9 3 8 ), que ahora promete dar cumplida cima a la empresa, introduciéndose en la casa de la muchacha a vender (c. 9 3 9 -9 4 0 ); sin que el enamorado sepa a ciencia cierta de qué medios se valió, declara que la vieja alborotó a la mucha­ cha9 (c. 941) y consiguió, por fin, “ traerla al rincón” , h a ­ ciendo honor a su experiencia y a su ciencia (c. 9 4 2 ). H as­ ta este momento, el desarrollo de la anécdota es, en líneas curioso notar, además, que aquí coincide Juan Ruiz con el Capellán Andrés, De arnore (Castelló de la Plana, 1930), que dice que el amor divulgado habitualm ente termina, y que si por acaso se mantiene, se hace imposible, porque los que guardan a la m ujer se vuelven en extremo cuidadosos y qui­ tan a los amantes toda oportunidad de comunicarse (p. 8). 9 Elisha K. Kane, “The Electuaries of the Archpriest of H ita”, Modern Philology, XXX (1932-1933), pp. 263-266, dice que las substancias aquí enume­ radas son afrodisiacas (p. 264, n. 7). http://ir.uiowa.edu/uissll/ generales, el mismo de Doña Endrina. En efecto, en esen­ cia, se trata de que la vieja, de nuevo, consiguió una mucha­ cha para el enamorado. Sin embargo, el final feliz de boda y regocijo, no se repite. En las dos coplas que terminan esta aventura, se n arra que Como es natural cosa el nasger e el morir, Ovo por mal pecado la dueña a fallyr; Murió a pocos días, non lo puedo desir; ¡D ios perdone su alma e quiérala resgebir! Con el triste quebranto e con el gran pesar Y o cay en la cama e coydé peligrar; Pasaron byen dos días que me non pud levantar; D ixe y o: “ ¡qué buen manjar, sy non por el escotar!” (c. 94 3 -9 4 4 ) La prim era de estas dos coplas arroja su sombra sobre lo anterior. Se murió la muchacha. Y en el verso d, se dice, piadosamente, que ojalá Dios quiera perdonarla y recibir­ la. En cuanto a la segunda de estas dos coplas, no me parece que esté aquí expresando profunda pena por la muerte de la am ada; sin contar los dos días de cama, el verso d me parece ferozmente cruel; hay dos modos de entenderlo, nin­ guno de los cuales parece destinado a demostrar la an­ gustia del enamorado dolorido. Si se entiende que el verso se refiere a los gozos que tuvo la muchacha en el “ rincón” , la connotación era escalofriante para una mentalidad m e­ dieval; si se refiere, en cambio, al precio de dos días de cama que tuvo que pagar el enamorado por sus anteriores goces, su falta de sentimiento es repugnante. En ambos ca­ sos, no puede pensarse sino que cualquier m ujer que leyera la aventura, tendría materia de meditación acerca de que no siempre las cosas terminan bien y de que la condición amorosa masculina es más bien cruel. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Si reunimos, pues, cuanto se dijo sobre el episodio de Doña Endrina, la fábula del asno insensato, las coplas que refieren al episodio de Doña E ndrina en la aventura que acabamos de analizar y las que especialmente lo mencionan, y, sobre todo si pensamos en ambos finales a la luz de todo lo anterior, me parece que se impone la conclusión de que esta aventura fue escrita para corregir el posible mal ejem­ plo o invalidación de la enseñanza a las mujeres que la an­ terior arriesgaba al dar un final feliz a una acción repro­ bable. Al mismo tiempo, quisiéramos notar que a esta al­ tura ya va resultando que las coplas 576-944 obedecen to­ das al propósito de enseñar a las mujeres, es decir, un cuar­ to de la totalidad del Libro. http://ir.uiowa.edu/uissll/ DUEÑAS CUERDAS explicados los dos episodios en que el seductor consigue lo que se propone;1 ambos, como vimos, se crearon alrededor de la idea de servir moralmente a las m u­ jeres. Veamos ahora aquellos otros, en que las amadas recha­ zan las solicitaciones del clérigo fornicario. En las coplas 77-104, se relata cómo el protagonista se enamora de una m ujer noble. E lla sabe cuanto debe sa­ ber una dueña de alcurnia: trabajos de oro y seda (c. 7 9 ). Está estrechamente guardada por sus parientes (c. 7 8 ) , y su porte y sus maneras respiran dignidad (c. 7 9 ). enem os T El clérigo le hace llegar una carta con una tercera, pe­ ro de inmediato se anuncia que la mujer que no quiere amo­ res responde mal (c. 8 0 ), y la copla siguiente es así: D ixo la dueña cuerda a la mi mensajera: “Y o veo otras m uchas creer a tí, parlera, “ E fállanse mal ende; castigo en su manera, “Bien como la rapossa en agena mollera. (c. 8 1 ) Por una parte, a 1.a muchacha se la llam a aquí “ cuer­ da” por su respuesta, la cual viene en la form a de un “ en1 No entra aquí naturalmente, el grupo de las dos primeras serranas, que son ellas las seductoras. Conviene recordar, sin embargo que Thomas R. Hart, La alegoría en el “Libro de buen amor” (M adrid, 1959), pp. 67 y ss., ha interpretado las aventuras serranas dentro del marco de su significación alegórico-religiosa. http://ir.uiowa.edu/uissll/ xiemplo” . Por otra, el “ enxiemplo” relata cómo los demás animales vinieron a ver a su rey enfermo y se mató al toro para alimentarlos. El lobo, encargado del reparto, deter­ minó que los menudos serían para el león convalesciente por ser “ vianda liviana” , y lo demás, por substancioso, para él mismo y los demás. El león alzó la zarpa como para bendecir la mesa y la dejó caer sobre la cabeza del lobo. Puesta entonces la zorra al reparto, invirtió la operación, dando al león lo mejor y separando para sí y los demás los menudos. Interrogada sobre dónde había aprendido a repartir tan bien, la zorra contestó: “ En la cabeza del lobo tomé yo esta lección / En el lobo castigué qué hiciese y qué no”2 (c. 8 8 ). Y en la copla siguiente, la muchacha genera­ liza la enseñanza, mandando a la vieja que no aparezca más ante ella, porque “ el cuerdo y la cuerda en mal ajeno se castiga” . La doctrina de este episodio está bien clara; se trata de la base misma del método de aleccionar por ejemplos. El sistema, en efecto, sólo puede estar basado en la creen­ cia de que es posible para los lectores sacar un saber pro­ vechoso de la observación de las desdichas que acarrea el actuar mal o de las ventajas que se obtienen siguiendo la buena senda. Creemos que es importante destacar esla idea de “ exjie rim e n ta r en cabeza ajena” , porque explica buena parte de lo que se considera “ desvergüenza” o proclividad al mal en Juan Ruiz. Dada su idea de que es beneficioso poner ejem­ plos de pecado a la vista de las mujeres cuerdas p a ra que puedan sacar la enseñanza que se desprende de observar el , mal, el contenido del Libro aparece menos sorprendente, y 2 La misma idea de experimentar a través de una enseñanza verbal y no por experiencia directa aparece en el ejemplo que ya tratamos del león y el asno (c. 893-903), con la importancia concedida a las “ orejas” como guía de la conducta (especialmente, c. 903). http://ir.uiowa.edu/uissll/ el. decantado “ realismo” del autor calza perfectamente den­ tro de su intención moral, tantas veces declarada. Volviendo a nuestro episodio, le sucedió al amante que no pudo volver a ver a la joven, la cual, sin embargo, le pidió que le escribiese algún poema, lo cual él cumplió. La razón de la separación fue que el amor se hizo público, se perdió la “ poridad” (c. 9 0 ) . A lo que vino a agregarse que personas interesadas dijeron a la am ada que su enamo­ rado se alababa de ella (c. 9 4 ), lo que la hizo desconfiar, y narrarle a la tercera la fábula de cuando la tierra bram a­ ba, que se introduce por la alabanza a la cordura de ella: Como la buena dueña era m ucho letrada, Sotil, entendida, cuerda, bien messurada, D ix o a la m i vieja, que le había enviada, Esta fabla conpuesta, de Isopete sacada. (C. 9 6 ) Viene entonces la fábula, que relata las temibles señales que daba la tierra antes de p a rir. . . una ratita. El cuento tiene dos m oralejas: una (c. 9 5 d ) que lo precede y que in­ vita a desconfiar de las promesas de los hombres ( “ Los no­ vios no dan cuanto prometen” ) ; otra, que lo sigue: Orne que m ucho fabla, faze menos a vezes, P on e m uy gran espanto, chica cosa es dos nuezes; (C. 102) Ambas moralejas no tienen sentido si no se las aplica a las mujeres. Porque, sin duda, no hay posibilidad de que sean las mujeres quienes ofrezcan más de lo que pueden cumplir para conseguir los amores del clérigo; y por el otro lado, tampoco la hay de que sea el discurso de las mujeres el que infunda terror en el clérigo. Por último, el “ yo” se confiesa engañado por su amada http://ir.uiowa.edu/uissll/ y declara que habiendo tenido él la intención de engañar, las cosas salieron al revés. La ejem plaridad de esta aventura es, pues, que es posible y beneficioso para las mujeres des­ confiar de los manejos de la vieja sin necesidad de sufrir personalmente sus consecuencias, y además, que hay sobrada razón p a ra desconfiar de las promesas que hace un galán apremiado por el ansia amorosa. Es igualmente importante notar de nuevo que dos veces se llam a “ cuerda” a la mucha­ cha que rechaza los avances del enamorado por medio de la tercera (c. 81 y 9 6 ) . Esto volverá a repetirse en cada caso en que una mujer se aparta de amante y vieja, por propia decisión, y no se encuentra, en cambio, en ninguno de los dos casos (Doña Endrina y la aventura siguiente) en que las m u­ jeres ceden. Estas alabanzas a las mujeres “ cuerdas” , que iremos notando a medida que analicemos las aventuras, son una indicación más de la actitud del autor en cuanto al sen­ tido de la enseñanza moral de su Libro. Después de relatar el chusco episodio de Cruz, que si no cae con el “ yo” cae lo mismo con Fernán García, y de hacer diversas consideraciones sobre la vanidad del mundo y la in­ fluencia de los astros en las inclinaciones humanas, se n arra la aventura de la “ dueña encerrada” (c. 166-178). De nuevo, como en la anterior, en esta aventura no tiene éxito el ena­ morado, y de nuevo, se describe a la am ada como “ cuerda e de buen seso” y se dice que “ non sabe de villeza” (c. 168). Una vez más, el enamorado recurre a la poesía y le manda “ trobas e cantares” que no obtuvieron resultado alguno (c. 1 7 0). En la copla siguiente, lo que me parece estar ha­ ciendo el autor es un chiste: Cuidando la yo aver entre las benditas D avale de m is donas, non paños e non cintas, N on cuentas nin sartal, nin sortijas, nin mitas, Con ello estas cantigas que son de yuso escripias. (c. 1 71 ) http://ir.uiowa.edu/uissll/ El verso a contiene la palabra “ benditas” , que todavía hoy se encuentra en uso p a ra designar a una persona poco avisada; decir de alguien que “ es un bendito” significa que se trata de una persona con poquísima m alicia y muy fácil de engañar. Los tres versos restantes me parecen indicar sim­ plemente que lo único que el amante envió a su elegida fue . . . versos. La copla que sigue (1 7 2 ), tiende a afirm ar nuestra interpretación, porque la dueña dice: “ Non mues­ tran grand pereza / Los omes en d ar poco por tomar grand riqueza” . Y aún más, sigue diciendo (c. 173) que no piensa perder a Dios y el Paraíso por un pecado; lo que tiende a contrastar lo poco que ofrece el enamorado ■— versos— a cam­ bio de bienes que para un medieval eran los máximos. Vuel­ ve en seguida (c. 174) a ser alabada la dueña con la expre­ sión “ dueña de prestar” , a causa de su buen juicio. Pero lo más significativo es que a la aventura siguen de inmediato más alabanzas a la bondad y sensatez de la mujer, por medio de un ejemplo que se anuncia así:3 A nssy contegió a m í con la dueña de prestar Como contenió al ladrón que entrava a íurtar, Que falló un grand m astyn, comengólo de ladrar, El ladrón, por furtar algo, comengóle a falagar. (c. 174) Las coplas siguientes (c. 175-178) cuentan cómo el ladrón le arrojó al perro como regalo un pan, dentro del cual iban agujas que m atarían al animal si llegara a ingerirlas, pero el sabio animal razona así: . . . “ N on quiero mal bocado, non serie para m í sano “Por el pan de una noche non perderé quanto gano. 3 Naturalmente, no puede ser la voz del clérigo lujurioso la que oímos aquí. Sobre la distinción de dos “yoes” de signo moral opuesto en el Libro, volveremos más adelante. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “P or poca vianda que esta noche genaría, “N o n perderé los m anjares nin el pan de cada día; “ S y yo tu mal pan com iese con ello me afogaría, “Tu furtarías lo que guardo e yo gran trayción faría. “A l señor que m e crió non faré tal falsedad “ Que tu furtes su thesoro que dexó en m i fealdad; “Tu levaríes el algo, yo faría grand m aldat “ Vete de aquí, ladrón, non quiero tu p orid ad” . (c. 175-77) Las alusiones a la religiosidad son casi demasiado evi­ dentes. Si igualamos personajes, resulta que el ladrón es el enamorado que, so capa de regalar, quiere producir la m uer­ te; el perro fiel es la dueña, que se resiste a perder bienes mayores “ Por poca vianda que esta noche cenaría” . EL “ the­ soro” es sin duda la pureza de la dueña, y el “ señor que me crió” no puede sino ser Dios. Tenemos, pues, una dueña que aparece alabada, justa­ mente a causa de que ha hecho caso omiso de los placeres de un momento que su seductor le ofrecía, por razones de “ lealtad” con Dios, cuyo “ tesoro” , puesto bajo su custodia, . se perdería si accediera a aceptar el falso regalo. Una vez más, por lo tanto, el relato está dirigido a las mujeres, a quienes se proponen consideraciones religiosas p a ra que no cedan a 1.a presión de un enamorado lujurioso. / Otra aventura brevísima, que como la de Endrina tam ­ bién afecta a una viuda, se encuentra en las coplas 1317­ 1320. La vieja propone intentar la conquista y describe a la posible víctima como viuda, hermosa y ufana (c. 1 3 18). El clérigo le envía, una vez más, sus versos, y de nuevo, se co­ menta su rechazo en términos elogiosos: Con la m i vejesuela enbiéle ya que, Con ellas estas cantigas que vos aquí robre; http://ir.uiowa.edu/uissll/ Ella non la erró e yo non le pegué; Si poco ende trabajé, m uy poco end e saqué. (c. 1 3 19) Donde se alude a la negativa de la joven como un acierto de su parte, puesto que “ no la erró” , y juntamente, al poco tra ­ bajo que el enamorado había puesto en su empresa. Casi a renglón seguido ocurre 1.a aventura de la dueña a quien el clérigo vio estar haciendo oración (c. 1321-1330). Nos parece que hay razón para creer que esta mujer es tam ­ bién viuda, a propósito de: Fabló la tortolilla en el regno de rodas, D iz: “ ¿ N o n habedes pavor, vos, las mujeres todas, “D e mudar vuestro amor por aver nuevas bodas? “ P or ende casa la dueña con caballero apodas” . (c. 1 32 9) Donde la mención de la tórtola trae de inmediato a la m e­ m oria la casta viudez,4 y sugiere que el deseo del enamorado es que la dueña permanezca viuda y sola, pero con el objeto de poder continuar el asedio. La recomendación, que con­ * Cf. el excelente artículo de Marcel Bataillon, “ La tortolica de Fontefrida y del Cántico Espiritual”, N R F H , VII (1953), pp. 291-306. La extensión que la tórtola alcanzó en toda Europa como símbolo de la viudez casta y do­ liente, no permite sino pensar aquí que el clérigo lujurioso está usando el tópico al servicio de sus propias necesidades, y que la alusión era perfec­ tamente comprensible para cualquier lector. En el episodio de Doña E n­ drina, la vieja menciona la tórtola viuda “As! estades, fija, biuda e mancebilla, “Sola e sin compañero como la tortolilla, (c. 757) y tampoco aquí se trata de recomendar la viudez casta, sino de incitar a Endrina a dejar de sufrir. Se recordará que hacia el siglo X I I los caracteres de este pájaro ya estaban fijados en la siguiente forma: gime continuamente, huye de la verdura y es tanto su dolor que no bebe agua clara, sino que la enturbia antes de bebería. http://ir.uiowa.edu/uissll/ cuerda con el consejo general de Pablo a los Corintios (7: 8-9), no parece, sin embargo, del gusto del autor, por­ que hace decir a su personaje: E desque fué la dueña con otro ya casada, Escusóse de m í e de mí fué escusada Por non faser pecado o por non ser osada; Toda muger por esto non es de orne usada. (c. 1 3 30) Se pronuncia, por lo tanto, este episodio, en favor del matrimonio como solución al problema de la seducción de las viudas, y está siguiendo el consejo paulino en su restric­ ción: “ Dico autem non nuptis, et viduis: bonum est illis si sic permaneant, sicut et ego. Quod si non se continent, nubant. M elius est enim nubere quam u ri’’. En todo caso, sin embargo, se trataría de recomendar el matrimonio como re­ medio contra las acechanzas a que están sujetas las mujeres, como lo prueba el verso d de la copla citada. Merece notarse que a esta dueña no se la llam a “ cuer­ da” como a las que por un acto de libre decisión rechazan al clérigo desvergonzado, y esto está perfectamente de acuerdo con la razón por la que ella se sustrajo a la compañía del enamorado, que no es necesariamente razón virtuosa, ya que el narrador ofrece una alternativa como explicación: “ Por no faser pecado o por no ser osada” . Y llegamos, por fin, a la más importante de las amadas que no ceden: Doña Garoza. Los elementos de enseñanza des­ tinados a las mujeres son aquí muchísimos. Veamos los p ri­ meros. Es Trotaconventos quien aconseja al arcipreste que dedique sus atenciones a una monja: Ella dixo: “A m igo, oydm e un poquiello, “ A m ad alguna monja, creedme de conssejo, http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ N on se casará luego, nin saldrá a conge jo, “ A ndaredes en amor de grand dura sobejo. (c. 1 33 2) Según esto, las razones p a ra buscar am or de monja son tres: que “ no se casará luego” , que el secreto se m antendrá y que las relaciones serán de larga duración ( “ de grand dura” ). La copla es “ verdadera” desde dos puntos de vista opuestos. En lo que se refiere al clérigo, las afirmaciones son directamente verdaderas, porque en realidad, las posi­ bilidades mundanas de semejante amor son buenas para quien, por su condición de sacerdote y de lujurioso, sólo podía encontrar ventajas en am ar a alguien con grandes razones para mantener el secreto, sin la amenaza de un m a­ trimonio obstaculizador, y cuyo amor, por lo tanto, daba todas las señales posibles de ser duradero y proporcionar segura, larga y secreta satisfacción a las necesidades del amante eclesiástico. Sin embargo, todas estas condiciones son opuestas a lo que el propio Libro contiene de medieval y religioso, y en este sentido, resultan “ verdaderas” en cuanto son capaces de enseñar lo bueno por su contrario. En cuanto al secreto, el mismo Juan Ruiz ya había dicho en la prim era aventura que cuenta: E, segund Jhesu X pisto, non ay cosa escondida Que a cabo de tienpo non sea bien sabida. (c. 9 0 ) Además, la m era posibilidad de de un Dios omnisciente como es Especialmente tenía que ser esto dada la condición de novias de que algo escape a la m irada el cristiano, es inconcebible. verdad para el propio autor, Cristo que místicamente tie­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ nen las religiosas y que refleja el nombre de Garoza.5 La propia afirmación de Trotaconventos tiende a afirm ar la idea, puesto que lo que restringe su frase (“ Non se casará luego” ) no es la posibilidad misma de “ matrimonio” monjil, sino el momento en que va a ocurrir. La vieja está, entonces, pro­ nunciando aquí palabras sacrilegas a los oídos medievales, que tenían que sugerir en el oyente o lector la idea de una especie de adulterio respecto de la condición de desposadas de Cristo que tenían las monjas. Por último, la tercera de estas condiciones que a los ojos de la vieja hacen deseable el amor de las monjas, por­ que dura largamente, está en abierta contradicción con el pensamiento medieval sobre la vida humana, que no es de ninguna manera de gran duración, sino que “ se va apriesa, como sueño” .6 Tenemos, pues, que esta copla 1332 es tan “ verdadera” desde el punto de vista moral (porque contradice abierta­ mente un pensamiento que debe haber estado presente en todos los lectores para quienes se escribió), como desde el punto de vista de un “ ars am andi” (porque efectiva­ mente el amor carnal de una monja sería prácticamente ven­ tajoso para un clérigo que quisiera tener la mayor seguridad posible en la satisfacción de sus apetitos). El doble significado de esta copla no queda, sin em­ bargo, indeciso. Lo único que nos podría haber hecho dudar 5 Jaime Oliver Asín ( “Historia y prehistoria del castellano ‘alaroza’ ”, B AE. XXX (1950, pp. 389-421) ha confirmado la etimología árabe “ aruza” ( “novia” ) para el nombre de nuestra m onja; cf. pp. 409-410. <i Juan Ruiz insiste en la finitud de la vida hum ana a lo largo de su Libro. En el mismo episodio que tratamos dice: “A morir han los hom­ bres, que son o serán nados” (c. 1506). En el epitafio de Trotaconventos habla de lo inesperado de la m uerte: “ Cay en lina hora so tierra del altu­ ra” (c. 1576); y la vieja aconseja desde su tumba que se obre bien, por­ que “ byen como yo morí, así todos m orredes”. Ya antes nos referimos a la otra amada m uerta (c. 910-944), y a la idea moral del m orir que su episo­ dio ejemplifica. http://ir.uiowa.edu/uissll/ de nuestra interpretación sería que alguna de las suposicio­ nes de la vieja saliera verdadera. Lo cual no ocurre. Sabe­ mos por la copla 1506 que la monja muere cuando apenas han pasado dos meses desde el principio de sus relaciones con el Arcipreste. Por lo tanto, es el significado moral, opues­ to del literal, el que sale finalmente verdadero, porque la monja sí “ se casó luego” , porque el pensamiento de los lectores no podía dudar de que su conducta no escapó a la omnisciencia divina, y porque la duración de los “ amores” fue brevísima y no “ de grand d u ra ” . Por lo demás, podemos imaginarnos cuál sería el juego de la sensibilidad de un me­ dieval al leer esto; por razón de su calidad de novia de Cristo, una monja tenía que sentirse como especialmente afec­ tada por un pecado como la fornicación, y quizá la imagina­ ción de las lectoras de convento, si llegaron a conocer el Libro, tiene que haberse estremecido al pensar que Garoza pudo haber escogido aceptar al clérigo como amante para m orir dos meses después. A las consideraciones ultraterrenas de los medievales como razones para bien actuar, h ay que agregar su pensamiento de que la seguridad de la muerte quita valor a todo deleite y bien terrenos. Por otra parle, pero en estrecha conexión con lo ante­ rior, podemos aducir el contenido de los ejemplos con que discuten Garoza y la vieja. En los ejemplos con que Garo­ za explica su conducta aparece continuamente otra idea de “ muerte” , que ya no es la muerte física,7 sino más bien el pecado, la perdición.8 7 Aunque una vez la menciona como resultado general del pecado, pero también lo hace la Biblia. Cf. nota siguiente. 8 Abundantes son las ocasiones en que la Biblia iguala muerte y con­ denación. “Y la m ujer respondió a la serpiente: del fruto de los árboles del huerto comemos, mas del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él ni le tocaréis, porque no m uráis”. (Génesis 3 :2 ). “ He aquí que todas las almas son m ías; como el alma del padre así el alma del hijo es m ía; el alma que pecare esa m o r ir á .. . El alma que pecare, esa m o r ir á .. . (Exequiel 18:4). “Porque la paga del pecado es m uerte; más http://ir.uiowa.edu/uissll/ Revisaremos, en seguida, las conversaciones entre las dos mujeres, destacando en cada caso las alusiones a la m uer­ te (“ condenación” ), a la vez que haciendo notar ese curioso zigzagueo del humor de la monja, que a ratos parece dejarse persuadir por los argumentos de la vieja, para en seguida rechazarlos de nuevo, cada vez con más elocuencia, y term i­ nar resultando un factor de mejora en la vida del clérigo libertino, que tiene que ceder a la piedad de la monja, aun­ que sólo momentáneamente, pues, según la versión del ms. S, después que toda esta santa relación ha terminado, exclama: “ M urió la buena dueña, ove menos cu yd a d os” , (c. 1 5 06), donde se ve que una buena monja puede convertir momen­ táneamente a un pecador en objeto de su “ caritas” , pero que p ara él es casi un alivio no disfrutar semejantes beneficios. Una vez más, vemos aquí claramente dibujado el pensamiento de H ita sobre los hombres, que invariablemente, todo a lo largo del Libro no tienen otro objetivo que pecar, y especial­ mente por vías amorosas.9 Las conversaciones entre la vieja y la monja se desarro­ llan casi exclusivamente en form a de “ enxiemplos” que se la dádiva de Dios es vida e t e r n a . . . ” (Romanos 6 :23). “Y no temáis a los que m atan el cuerpo, mas al alma no pueden m atar: temed antes a aquel que pue­ de destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). “ Sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador de su camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá m ultitud de pecados” (Santiago 5:20). Ju a n Ruiz dice en la pelea con el am or: “Das m uerte perdurable a las almas que fieres” (c. 399). En una cántica de loores a María, dice que ella es “de m uerte destruimiento” (c. 1674) y en otra declara que Nunca fállese la tu merced conplida, Syenpre guaresges de coytas e das vida; Nunca pares(e nin entristece Quien a ty non olvida. 9 Hasta donde recuerdo, la única excepción es Francisco de Asís, que no va en la procesión del Amor (c. 1238). Sobre el carácter zigzagueante de la conduta de Garoza, cf. las excelentes observaciones de María Rosa Lida, Nuevas notas. . . , pp. 60 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ narran una a otra. Una vez que Trotaconventos ha aclarado la razón de su venida (c. 1345), la monja le responde con el ejemplo del hortelano y la culebra (c. 1348-1355) que después de haber sido protegida por él, le llenaba de veneno su casa y que terminó ciñéndolo estrechamente entre sus ani­ llos cuando el benefactor se quejó de su conducta.10 De nuevo aquí, como en casi todo lo que contiene el Libro, hay por lo menos dos posibilidades de comprensTón: una, en relación con la prim era caída, asociada a un pecado de la carne, y otra, en relación con la situación presente en que el sentido es el siguiente; tú, dice Doña Garoza a la vieja, haces como la culebra que maltrató a su benefactor; con lo cual alude a una previa relación entre ellas dos, en que la monja habría socorrido a la tercera en un momento de penuria económica y social: “ Tú estavas coytada, poblé, syn buena fama, “ Onde ovieses cobro non tenías adama, 20.5 “A yúdete con algo, fu y grand tyenpo tu ama, “ Consséjasme agora que pierda la mi alma.— ” (c. 1 3 55) Esto arroja sobre la monja una luz de caridad y buenas acciones pasadas, que tiende a reafirm ar el buen juicio que al poeta parece merecerle (c. 1347). No es la monja, pues, un esquema de m ujer; al contrario, se trata TIé un perso­ naje bastante complejo, que a sabiendas de la m ala conducta de un necesitado, y sin que necesite sus oficios, le presta ayu­ da. La propia Trotaconventos reconoce haber recibido lal 10 Thomas R. H art (L a alegoría.. . pp. 108 y ss.) habla de este cuento, relacionándolo con la caída original por los elementos de tiempo ( “enero”, el principio) y de situación ( “un peral”, el á rb o l), y porque aparece una serpiente. Nota, sin embargo, que no pueden identificarse ambas historias, porque no hay en ésta ni m ujer ni desobediencia, M aría Rosa Lida (N o­ tas. . . . pp. 147 y ss.) propone la lectura “M onfernando” o “Monferrando” para el nombre del lugar del ratón campesino. http://ir.uiowa.edu/uissll/ ayuda y declara que es en pago de ella que se le ha ocurrido aconsejar a Garoza que acepte al clérigo amador (c. 1347). Al cuento del hortelano y la culebra, responde la vieja tomando en cuenta sólo lo que obviamente se le aplica, con el ejemplo del galgo y su amo; el tal galgo había sido cazador excelente en sus días de juventud, pero con la edad y sus achaques, dejó un día que la caza se le fuera y su dueño le apaleó (c. 1357 y ss.). La vieja se extiende sobre la conve­ niencia de respetar a los ancianos (c. 1362-1363) y sobre la m aldad de los que sólo reciben sonrientes a quienes traen regalos (c. 1364-1366). Para librarse de la acusación, Doña Garoza explica a la vieja cuál fue el verdadero motivo de su ira, por medio del ejemplo del ratón de ciudad y el ratón de aldea (c. 1370­ 1384). Fuese una m añana el de G uadalajara a Monferrado, de compras, y allí le invitó un simpático ratón campesino, que le sirvió pocas cosas, pero sazonadas con paz y buena voluntad. Term inada la comida, el de G uadalajara invitó al otro a visitarle en su ciudad; y allí, en buenos manteles, le sirvió variedad de m anjares ciudadanos, escogidos y ri­ cos, pero a deshora entró la dueña de la casa, y mientras el invitante se escabullía dentro de su cueva, el invitado, entor­ pecido por el temor, se desalaba de aquí para allá, y termi­ naba arrimándose a la pared en un rincón obscuro. Salió por fin la dueña, volvió el de G uadalajara y exhortó a su huésped a reanudar el banquete, diciéndole: “ Este manjar es dulce, sabe com o la m iel” .— D ix o el aldeano al otro: “V enino yaz en él; “ El que teme la muerte, el panal le sabe f i e l ; “A ty solo es dulge, tú solo com e dél. “Al orne con el m iedo nol sabe dulge cosa, “Non tiene voluntad clara la vista temerosa, “ Con miedo de la muerte, la miel non es sabrosa, “ Todas cosas amargan en vida peligrosa. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “Más quiero roer fava seguro e en paz “ Que comer mili m anjares corrido e syn solaz; “ Las viandas pregiadas con m iedo son agraz, “T odo es amargura do miedo mortcd yaz. (c. 1379-1381) Y no para aquí el campesino; sigue refiriéndose a su miedo (c. 1 3 82), p a ra luego despreciar la mansión del ciu­ dadano, donde es posible ser pisado por el hombre o arañado malamente por un gato (c. 1383). Por fin declara que lo \ más importante es la paz y la seguridad, que hacen buena la pobreza, mientras el temor am arga la riqueza (c. 1384). Aquí termina la fábula propiamente tal, y viene luego la aplica­ ción que de ella hace Doña Garoza a sí m ism a; declara que prefiere las pobres viandas del, convento en paz a las delicias entre las que perdería el alm a en otro lugar. Lo que nos importa notar, por ahora, es que el concepto de “ muerte” aparece claramente en el ejemplo, y que su temor es una buena razón para am argar cualquier deleite que pueda tener un hombre. A nuestro propósito basta esto. La respuesta de la vieja es el ejemplo del gallo que en­ contró un zafiro en un m uladar (c. 1387-1391). Puesto que la fábula de Doña Garoza se pronunciaba sobre el valor de dos modos de vida, la respuesta se refiere también al valor de lo que se le viene a uno a las manos. Aquí el gallo en­ cuentra la joya, pero, a pesar de su gran precio, como no podía comerlo, lo tuvo en menos; el zafiro se resiente, por cierto, y le endereza un discurso al gallo sobre la necedad que es no tomar la ventura que Dios le da (c. 1 3 91). Las tres coplas siguientes son la aplicación del ejemplo al caso de Doña Garoza, presentándole una sombría pintura de la es­ trecha vida del claustro en paralelo con la existencia de deli­ cias que puede dar un amante. No responde la monja, pero promete m editar el asunto. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Al día siguiente la vieja abre la disputa contando el ejem plo.del asno y el perrillo (c. 1401-1406), que se anun­ cia como un cuentecito más para hacer reír que otra cosa (c. 1 4 00), y que relata cómo un asno, queriendo recibir buen trato de su ama, imitó la conducta de un perro faldero para horror de la señora, que viéndose acariciar por el asno, pidió auxilio e hizo que le apalearan. La vieja lo cuenta, entre burlas y veras para provocar la respuesta que Garoza le prometió el día anterior. Y viene la respuesta, en forma del ejemplo de la raposa (c. 1412-1420), que viendo todas las salidas de la ciudad cortadas, decidió hacerse la muerta, y dejó que un zapatero la descolara, que un alfajeme le sacara un colmillo, que una vieja la dejara tuerta, que la desorejara un médico, todo sin que la raposa se moviera; sin embargo, cuando el médico decide que el corazón del animal también puede servir, la víctima se levantó y escapó corriendo, porque: D ix o : “ Todas las coytas puede orne sofrir, “ M as el corazón sacar e M uerte resgebir, “ N on lo puede n in gun o nin deve consentir, “ Lo que emendar non se puede non presta arrepentyr” .— (c. 1 420) Y al aplicar a su caso el ejemplo, Doña Garoza dice: “ D esque ya es la dueña de varón escarnida, “ Es dél menospregiada e en p oco tenida, “ Es de dios ayrada e del m undo aborrida, “P ierde toda su onrra, la fam a e la vida. “ E pues tú a m í dises rasón de perdim iento, “Del alma e del cuerpo e muerte, e enfam amiento, “Y o non quiero fazerlo, vete syn tardam iento. . . ” (c. 1422-1423 ) De nuevo, pues, Doña Garoza introduce la idea de “ muerte” en su discurso, y ahora con tremenda energía, por- http://ir.uiowa.edu/uissll/ que llega a amenazar a la vieja, advirtiéndole que si no se va, ha de pesarle. Trotaconventos, atemorizada, la apacigua re­ latándole la fábula del león y el ratón (c. 1425-1434), iden­ tificándose a sí misma con la pequeña bestiecilla que ni si­ quiera vale la pena matar, pero que puede ser útil algún día, y hasta salvar la vida del poderoso (c. 1432). Como respuesta a la vieja, Garoza relata la fábula del cuervo y el zorro (c. 1437-1441) que le hizo soltar su pe­ dazo de queso con halagos. De la misma m anera, teme Ga­ roza que la dulzura de la vieja la prive de su castidad, sin la cual una religiosa es “ perdida toronja” (c. 1443). A1, te­ mor achaca entonces Trotaconventos las repulsas de la joven, y le relata el ejemplo de las liebres (c. 1445-1449) que huye­ ron sin motivo, y las reprueba diciendo: “ En tal m anera tema el que bien quiere bevir, “ Que no pierda el esfuerzo por m iedo d e morir. Y continúa incitando a la muchacha a que deponga su temor y acepte el “ buen amor” de un “ buen amigo” (c. 1452). Esta confusión de conceptos parece despertar un fuer­ te sentimiento de repulsa en la monja, que responde con el ejemplo del ladrón que tenía pacto con Satanás (c. 1454­ 1476), uno de los ejemplos más dramáticos y en que la ca­ pacidad plástica de Hita llega más alto, al describir, por ejemplo, lo que el ladrón ve desde 1.a espalda del demonio: sus “ pies descalabrados” , un gran monte de zapatos viejos, las manos de Satanás llenas de garfios de donde cuelgan ga­ tos y gatas (c. 1471-1472). Una vez más, aparece aquí el motivo de la muerte, esta vez como leitm otiv del cuento, porque todo a lo largo de él, se trata de que el demonio ayude al ladrón a librar su vida, empeño vano ciertamen­ te, que termina con el abandono del maleante por parte del tentador, justamente en el momento en que se encuentra en http://ir.uiowa.edu/uissll/ la horca. Este igualar Satanás-Trotaconventos, en cuanto ambos tientan y en cuanto ambos abandonan a quienes se­ dujeron, es prueba bastante del carácter moral del episodio entero. "Paralelas de las enseñanzas que ofrece el de Doña Endrina, son las coplas: “ D e los malos am igos vienen malos escotes, “ Non viene dellos ayuda m ás que de unos alrrotes, “ Si non falssas escusas, lysonjas, amargotes; “ ¡G uarde vos dios, amigos, de tales am igotes! “ N on es dicho am igo el que da mal conssejo, “Ante es enem igo e mal queriente sobejo; “Al que te dexa en coyta nol quieras en trebejo, “Al que te mata so capa nol salves en congejo” . ( c .1 4 7 8 - 1 4 7 9 ) Lo que se aclara cuando al pedido de una cita con el galán, hecha por la vieja, Doña Garoza contesta: “ Farías,” — dixo la dueña— “ S egund que ya te digo “ Que fiso el diablo al ladrón su am igo: “ D exar me ías con él sola, cerrarías el postigo; “ Sería mal escarnida fyncando él con m igo” . (c. 1 48 1) Pero la joven parece ceder una vez más, cuando le p i­ de a Trotaconventos una descripción de la figura de su ena­ morado. Sobre esta descripción, subsiste aún la pugna por probar que es retórica y típica o personal del poeta. Dentro del contexto de este trabajo, me parece que basta la suposi­ ción de que se trata de una descripción retórica y típica, aunque no dañaría a nuestra tesis suponer que pudiera ser la del propio poeta. Si en efecto Juan Ruiz tenía esta apa­ riencia sensual, llena de vida y apetitos, el valor que puede http://ir.uiowa.edu/uissll/ concedérsele dentro de la obra es simplemente la de otro elemento más cuya coherencia es necesario mostrar. Dentro del Libro no puede sino suponerse que este clérigo fuerte y ágil, juglar y músico, es un mero exponente del sexo m as­ culino y su irreductible propensión al amor sensual, una caracterización física conveniente, tanto al “ arcipreste” de la m ayoría de las aventuras, corno a cualquiera de los va­ rones que siempre que pueden “ quieren fazer esta locura” .11 Sin embargo, claro está que la descripción cumple aquí un propósito específico. Las virtudes de am ador vehemente y viril que corresponden a los ragos de la descripción y tam­ bién sus salaces implicaciones— tal como las ha explicado E. Kane en el artículo citado— tienen como respaldo la su­ posición de la vieja de que las defensas de la monja están flaqueando. El autor se desentiende aquí, sin embargo, del caso particular que se está narrando y hace que al final de la descripción (1490a) la tercera recomiende abierta­ 11 La cuidadosa distinción que hace U. Leo (Zur dichterischen.. ”, pp. 59 y ss.) entre el “yo” de las aventuras y Don Melón, me parece importante sólo en cuanto ilustra la posibilidad de existencia de más de un “yo” en una misma aventura. En lo demás, la única diferencia real entre Don Melón y el “yo” principal, es que uno es clérigo y el otro seglar; pero en cuanto a lo central de la obra, ambos comparten las características (por lo general, artísticamente descolori3ás) 3e estar sujetos a la vehemencia del deseo amo­ roso, de usar terceros en sus empresas, y de seguir un código práctico en la conquista de la am ada: ser alegre, guardar el secreto, etc. Sobre los sig­ nificados de los rasgos distintivos del retrato que hace la vieja, y su re la ­ ción con virtudes eróticas, véase Elisha K. Kane, “The personal appearence of the Archpriest of H ita” , ML,N, XLV (1930), pp. 103-109. El artículo termi­ na así: “The graphic picture of the archpriest, therefore, is very real just because it easily could but perhaps never did resemble the actual Juan Ruiz” . Gonzalo Menéndez Pidal, “ El Arcipreste de H ita” , Historia general de las literaturas hispánicas (Barcelona, 1949), I, pp. 473-490, no cree en el didactismo del Libro, y se pronuncia en favor del carácter realista de este re­ trato, donde considera que el autor está hablando de sí mismo, y afirma que cuando se introduce en su obra, 110 da cabida a la imaginación, “así al ofrecerse el mismo Arcipreste como galán, el retrato que de él hace T ro­ taconventos.. tiene un marcado tinte realista bien lejano a cualquier mo­ delo retórico” (p. 474). http://ir.uiowa.edu/uissll/ mente a las dueñas en general el amor del, tipo de hombre que acaba de pintar. El carácter moral de este verso lo prue­ ba el que lo pronuncie Trotaconventos, y el que jam ás ni siquiera el hablante desvergonzado se dirija a las mujeres con exhortaciones de este tipo. El verso mismo prueba, ade­ más, que el destino de la descripción no es reproducir los rasgos particulares de un individuo, sino presentar un p a ­ radigma. En completa relación con la oculta salacidad del retra­ to, está la desvergüenza abierta de la copla 1491. También aquí el lector y tercera se inclinan a prever el final con­ sentimiento de Garoza; de la convicción de la vieja nos entera ella misma cuando al dar cuenta del éxito de su misión, ella le dice: “ S e que el que al lobo enbía, ¡a la fe! carne espera” ( 1 4 9 4 c) Todavía antes de verla, el enamorado le manda una carta que la muchacha responde, pero cuya contenido no se nos comunica. La prim era vista de la monja hace al clérigo lam entar que tanta belleza se esconda bajo un hábito de lana (c. 1 49 9), declarar que lo que conviene a semejante m ujer es tener hijos y nietos, y no velo y hábito (c. 1 5 00), y desear como una ventura el pecado que le recaería por seducirla, por el cual siempre podría después hacer peni­ tencia (c. 1 5 01). Por último, la monja lo m ira con unos ojos como fuego, hablan y se enamoran (c. 1 5 02). Pero cuando el lector espera el desenlace que tanto las palabras de la vieja como las ansias del enamorado hacen esperar, sucede que el amor que une a estos dos es “ limpio am or” (c. 1503), que consiste en que la monja le dedica sus oraciones y le ayuda mortificándose por él, a la vez que saca sus goces p er­ sonales, no de la “ locura del mundo” , sino de Dios (c. 1504). Esta actitud de la monja no me parece en absoluto contradic­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ toria con lo demás que sabemos de ella, especialmente con lo que nos enseñan los versos de la copla 1355, cuando dicen que Garoza recibió a la vieja, porque estaba desam parada, aunque sabía que no tenía “ buena fam a” . No es mucho que haya tratado de ejercitar su caridad también con un clérigo peca­ dor, cuya fam a quizá conocía. En este sentido, resulta que es aquí una mujer la única que practica la verdadera caridad cristiana, aun a su peligro personal. En cuanto a moral, hemos leído un cuento donde ya des­ de el principio un lector medieval percibiría mucho más d ra ­ ma y mucho más conflicto del que espontáneamente adver­ timos hoy. La posible condenación pende sobre Garoza todo a lo largo del desarrollo de la aventura, y es ella misma la que está escindida en intención entre dos solicitaciones de sentido opuesto. La aventura es esencialmente una larga lucha entre la castidad y el deseo amoroso, con alternativas de momentá­ neo predominio aparente de cada una de las dos llam adas. La pugna se mantiene indecisa durante 160 de las 165 coplas que comprende el episodio (1332-1507), y el desenlace pro­ piamente tal, con la victoria de la castidad se enuncia brusca­ mente, apenas cinco coplas antes del final, con sólo tres des­ tinadas a describir el “ limpio am or” que unió a la pareja. Tiene, pues, el episodio la estructura de una obra de las que llam aríam os hoy de suspenso. Las tres visitas de Trotacon­ ventos a Garoza las ocupan casi enteramente los “ enxiemplos” con que las dos mujeres discuten; las oscilaciones de la volun­ tad de la monja son más y más amplias a cada estadio que el cuento avanza, sin que pueda decirse, sin embargo, que hay en él una verdadera progresión, porque si bien es cierto que el último ejemplo que narra Garoza es el más enérgico en sig­ nificado moral — identifica a la vieja con el mismo demo­ nio— , también lo es que el momento más cargado de afec­ tividad ocurre mucho antes, cuando U rraca es amenazada abiertamente (c. 1423). Ya casi al fin del relato, sin em« http://ir.uiowa.edu/uissll/ bargo, parece que pese a todo la vieja triunfará, al aceptar Garoza una cita con el clérigo enamorado y pedir una des­ cripción de su figura. A los ojos del lector medieval, que tenía presente con­ tinuamente el peligro ae condenación que dentro del contex­ to amenaza a la monja, tiene que haber habido un tenso d ra­ matismo en el desarollo de la aventura, dramatismo que rebasa en significado moral y estético la pugna de volun­ tades entre la tercera y la muchacha, porque el resultado del, conflicto trasciende la esfera de las acciones humanas. En otras palabras, vistos los conceptos con que el relato es­ tá construido, no puede pensarse que un lector medieval tuviera siquiera la posibilidad de enfrentarse al cuento en la actitud del que simplemente asiste a una competencia de voluntades, cuyo interés se refiriera sólo al ámbito de las acciones a que su resultado pudiera llegar. La decisión de la monja tenía que aparecer en prim er término como un com­ promiso de condenación o de salvación. Digamos, por último, que aquí la muerte de Garoza no significa más que el término de la vida biológica. Es­ tructuralmente se refiere, claro está, a la promesa de un amor “ de grand d ura” hecha por la vieja al principio, y ejemplarmente constituye una como llam ada de atención ha­ cia el carácter perecedero del hombre, lo que a su vez realza el valor moral de la decisión de la monja retroactivamente. Anecdóticamente, es decir, en cuanto al destino personal de Garoza, se trata del fin esperable y natural de una persona concreta; sólo se comenta así: Murió la buena dueña. . . A m orir han los ornes que son o serán nados, D ios perdone su alma y los nuestros pecados. ( 1 5 0 6 6 « / ) 12 13 En vista de todo lo dicho aquí, no puedo compartir la opinión de http://ir.uiowa.edu/uissll/ Inmediatamente después, y para olvidar sus sufrimien­ tos, el desvergonzado Arcipreste pide a la vieja que le bus­ que nueva amante, lo que resulta en la breve y fracasada aventura de la mora (c. 1508-1512). Sabemos que los es­ pañoles tenían juicio reprobatorio singularmente severo en el caso de relaciones amorosas con mujeres de origen mo­ ro.13 Sin embargo, nuestra vieja considera, a una voz con su empleador, que tal asociación cabe perfectamente dentro del marco de la conducta amorosa posible y deseable. Ya eso sólo contiene una reprobación implícita de la conducta de ambos; pero, además, otra vez el Libro alaba la cordura de la m ujer por rechazar vieja y Arcipreste: Ulrieh Leo (op. cit., pp. 67 y ss.), que prácticamente propone que el episodio se divida en dos: una historia sólo amorosa en que el amante consigue lo que se propone y que llegaría hasta c. 1502, cuyo v. d m arcaría el momento del éxito del clérigo ( “Enamoróme la monja y yo enamórela” )7 y otra, las tres coplas donde se habla, falsamente, de la santidad de la relación A par­ te de que en esta forma las tFes coplas mentirosas vendrían a quedar sin explicación ni ubicación artística dentro del Libro, y que habría de hallárseles causa en los temores personales del autor, no creo gu£ hay razón para pen­ sar que Garoza se conduce de modo que deba term inar seducida; todo lo que Te oímos son juicios sensatos o moralmente buenos. Los que le dan un am ­ biente de carnalidad al episodio son la vieja y el enamorado, pero no hay a bsolutamente nada en los parlamentos de la m onja que haga necesaria su perdida. La aparente vacilación suya aparece interpretada por los otros dos, de modo que no sabemos qué es lo que realmente significa. Creemos que el Arcipreste calculó todo el episodio con una especie de rudimentario suspenso, en que sin decirnos nada realmente significativo, nos hace ver las cosas desde el punto de vista de la vieja y el enamorado; me inclina a pensar así el que no se nos dé el contenido de la carta que Garoza respondió (c. 1498), lo que se me aparece como un medio de excitar en mal sentido la curiosidad y el mal juicio de los lectores, igual característica me parecen tener los co­ mentarios que la vieja hace ante el enamorado y lo mismo las palabras de éste. Visto de cerca, hay en el episodio dos líneas de pensamiento, una es la de Garoza, perfectamente intachable, y otra la de sus seductores, que interpretan los dichos y hechos de ]a_ monja dentro del contexto de sus intenciones 'personales. 13 En los Castigos e documentos del R ey Don Sancho, Cap. XX, se dice: ‘‘Otrosí, mió fijo, non debes tú contar la mora por m ujer, más cuén­ tala por bestia, pues que non ha ley ninguna sino la de Mohamad” . Citado n Puyol, F.l Arcipreste de Hita, p. 266. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Fabló con una mora, non la quiso escuchar, Ella fiso buen seso , yo fiz m ucho cantar. (c. 1508ed) Donde la digna gravedad de la muchacha se contrasta con la liviandad del clérigo, que no perdonaba siquiera 1.a re­ lación con moras, contra la ética de su propia raza. Implícito en esta pequeña aventura está también un ju i­ cio favorable a las mujeres en general, puesto que se atriye “ buen seso” y virtud natural a una mujer ajena al m un­ do ideológico cristiano. http://ir.uiowa.edu/uissll/ DOS PROPOSITOS Y DOS HABLANTES el momento, hemos revisado, a la luz de la idea de servir moralmente a las mujeres, la m ayoría de las aventuras amorosas que aparecen en el Libro, y hemos visto que, en efecto, el único sentido moral posible en ellas es el de inducir a las muieres a mantenerse castas, proporcionán­ doles el conocimiento que el autor consideraba necesario H asta para ello, alabando a las que dentro de la obra se condu­ cen sabiamente, recordándoles que la vida es breve y sus placeres pasajeros, frente a los deleites eternos o los sufri­ mientos interminables que eran, para el autor y su público, consecuencia de una vida virtuosa o pecaminosa, respecti­ vamente. El enfoque es, sin embargo, eminentemente práctico, co­ mo lo demuestra el que el autor no reprueba nunca el amor físico en sí, sino las formas no aceptadas de satisfacer su urgencia? Parece, en efecto, que a Juan Ruiz sólo le preo­ cupa el caso más obvio de pecaminosidad: aquel en que el acto sexual se cumple sin matrimonio, y más específica­ mente, las relaciones sacrilegas de clérigos con mujeres.2 1 Tampoco l os autores cristianos medievales reprobaron el amor físico como acto, sino como enajenación. Por otra parte, tampoco lo alabaron, aunque respecto del placer sexual, teólogo hubo que dijera que sin el pe­ cado original habría sido mayor; cf. C. S. Lewis, The Allegory oj Love (New York, 1959), pp. 13 y ss. 2 Todas las aventuras, menos la de Doña Endrina, pertenecen a un a r­ cipreste, y Juan Ruiz dice, al describir el cortejo de Don Amor: http://ir.uiowa.edu/uissll/ De lo que venimos diciendo parece desprenderse, igualm en­ te, que m ira el problema de la seducción femenina como soluble desde el lado de la mujer, porque es sólo la con­ ducta femenina la que se ofrece como problemática en el Libro y no la de los varones. No todas las mujeres que Juan Ruiz presenta son, desde luego, virtuosas, pero la m ayoría de las que aparecen como personajes singularizados sí lo son. Digamos, desde ya y de una vez, que si bien es cierto que hasta el momento parece que el propósito didácticomoral básico del Libro está dirigido a las mujeres, también es cierto que, sin duda, este propósito no es el único. En su prólogo en prosa, después de haber dicho que el pecado es producto de la “ flaqueza de la natura hum ana” , de que nadie está libre, y de la “ pobledad de la mem oria” que no recuerda el bien, establece Juan Ruiz el, propósito moral de su propia obra; y dice, por último, que la dedica a todos: “ E ansí este mi libro a todo orne o muger, al cuerdo e al non cuerdo. . .” Y hacia el final (c. 1627) menciona de nuevo a los dos sexos, cuando dice que hombres con mujeres feas y mujeres con maridos viles se beneficiarán de la lec­ tura. Sin embargo, si se m ira con cuidado el prólogo en prosa, resulta difícil aceptar que las intenciones morales universa­ les del poeta no dividan la hum anidad en dos mitades — hom­ bres y mujeres— y les hablen separadamente. En el mismo prólogo en prosa dice que ha escrito su obra “ porque sean todos apercibidos y se puedan mejor guardar de tantas maes­ trías como algunos usan por el loco am or” . M irando la oración de cerca y en relación con el contenido del IJbro, nos parece que ese “ todos” se limita a lo que podríamos Muchas vienen con el gran ti era per ante, A a p r e s t e s e d u eñ a s, e sto s v ien en d e la n te (c. 1245a¿) http://ir.uiowa.edu/uissll/ llam ar lado femenino de las relaciones amorosas: la mujer y los que la guardan; mientras queda fuera lo que compone el lado masculino: el enamorado, los alcahuetes. En efec­ to, no hay en toda la obra razón p a ra pensar que los “ al­ gunos” que usan maestrías p a ra conseguir el loco amor sean las mujeres, porque no vemos de su parte acción alguna, des­ tinada a seducir al protagonista, con excepción de las “ se­ rranas” , que tienen un sentido alegórico especial3 o en todo caso, muestran un realismo grotesco destinado más a la crí­ tica burlesca de la “ pastourelle” cortés y los conceptos que la informan que a cualquier otra cosa. Como único caso de “ m aestría” femenina en beneficio del loco amor, podría señalarse la mujer de don Pitas Payas, que es quien idea la reposición de 1.a pintura del cordero sobre su propio cuerpo a fin de que su m arido no llegue a notar la desaparición del original. Sin embargo, cuando Don Amor n a rra el ejemplo, no lo hace para señalar el en­ gaño femenino y ponerlo de manifiesto, sino p a ra criticar la tontería de los hombres que dejan solas a sus mujeres. Tenemos pues, que cuando Juan Ruiz dice que “ sean todos apercibidos” , no puede sino estar pensando en el lado femenino de la relación amorosa. Esto se hace todavía más patente, cuando a renglón seguido agrega: “ Ca dize sant Gregorio que menos fieren al onbre los dardos que ante son vistos é mejor nos podemos guardar de lo que ante hemos visto” . Aparte de la relación de motivo a acción que esta­ blece el “ Ca” inicial con la frase que discutíamos, lo que dice aquí Juan Ruiz es obviamente paralelo de lo que de­ claraba Doña E ndrina cuando lam entaba no haber conoci­ do antes las mañas de enamorados y terceras.4. Hay, además, en el mismo prólogo, un momento en 3 Cf. T. R. Hart, La aleg oría .. . . pp. 67 y ss. 4 Coplas 883-884. http://ir.uiowa.edu/uissll/ que Juan Ruiz se refiere específicamente a los hombres en relación con el tema que tratamos: " , . .é los porfiosos de sus malas maestrías e descobrimiento publicado de sus m u­ chas engañosas maneras que usan para pecar e engañar las mujeres, acordarán la memoria e non despreciarán su fam a; ca mucho es cruel quien su fam a menosprecia, el Derecho lo dize, e querrán más am ar a sí mesmos que al pecado; que la ordenada caridad de sí mesmo comienza, el Decreto lo dize, e desecharán e aborrescerán las maneras e maestrías malas del loco amor que faze perder las almas a caer en saña de D io s.. . ” De la confrontación de esta cita con la anterior que analizábamos, me parece que puede salir, con cierta clari­ dad, una actitud frente al Libro, que tiende a aclarar su contenido. En la cita anterior veíamos que Juan Ruiz de­ claraba su intención de mostrar a las mujeres y sus guar­ dadores cuáles eran las maestrías que amantes y alcahue­ tes usaban contra ellas, porque es más fácil guardarse del peligro que se conoce. Me parece que tal declaración está completamente justificada por las aventuras que hemos ana­ lizado antes. Ahora bien, si miramos a esta segunda de­ claración, recién citada, vemos que es la natural contrapar­ tida de la obra. Pero hay otros elementos que la hacen ver­ dadera, además de ser justamente lo contrario de lo que el autor se propuso enseñar a las mujeres. Aquí se declara que el beneficio que los hombres in­ clinados al loco amor sacarán, será que verán hechas pú­ blicas sus malas artes y temerán, por ello, la pérdida de su fam a.5 Si pensamos ahora en el contenido del Libro, ve­ 5 María Brey Marino, trad. Libro de buen amor (Valencia, 1954), vier­ te así al castellano moderno: “ . . . y los reincidentes en malas mañas, al ver descubiertas públicamente las muy engañosas maneras que usan para pecar y engañar a las mujeres, aprestarán la memoria y no despreciarán su propia honra, pues muy cruel es quien su fama menosprecia, el Derecho lo dice, y http://ir.uiowa.edu/uissll/ mos que en el grupo de narraciones que responde a esta intención caen todos los trozos que Bertini señaló como de sátira violenta en él.6 Tenemos, pues, dos clases de ele­ mentos morales dentro del Libro: unos son los destinados a advertir a las mujeres, otros, los que al exponer crudamente los vicios masculinos, ponen a los varones ante los ojos pú­ blicos y les exponen así a la crítica social. Este último or­ den de elementos aparece aún más significativo si pensamos que la m ayoría de las desvergüenzas abiertamente satiriza­ das por el Libro afecta a clérigos; en verdad, la única ex­ cepción importante es el seglar Don Melón. Esta división de dos propósitos morales aparentemente diferentes dentro de una misma obra, no atenta, por lo de­ más a su unidad profunda. J uan Ruiz considera las rela­ ciones amorosas como una lucha en que la victoria del lado masculino trae como consecuencia la ruina del otro; aparte de las frecuentes ocasiones en que la mujer a quien un loco amador solicita se compara con un pájaro o en que se habla del “ anzuelo” que las coge (c. 878 ss.; 8 66; 1573; 524, etc.), en otra ocasión dice, por ejemplo, a las mujeres: A nssy entendet sano los proverbios antiguos E nunca vos creades loores de enemigos. (c. 1 6 5 « /) Se trata, pues, de una lucha de ingenios y m añ a^ is entre hombre y mujer, y para apaciguarla el Arcipreste escoge m irarla desde dos puntos de vista diferentes, que requieren remedios específicos. Dentro de este contexto, la famosa frase del. prólogo preferirán amarse a sí mismos que amar el pecado, ya que la ordenada ca­ ridad por uno mismo comienza, el Decreto lo dice, y desecharán y aborre­ cerán las maneras y malas mañas del loco amor que hace perder las almas y caer en saña de D i o s ...” (p. 39). 8 Saggio sul Libra. . . , passim. http://ir.uiowa.edu/uissll/ dirigida a los pecadores empedernidos, no aparece ni como broma ni como desvergüenza, sino como muestra de la con­ ciencia clara que tenía el autor de lo que estaba haciendo. Como se sabe, dice Juan Ruiz: “ Enpero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos (lo que non los consejo) quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello” . Si el autor ha declarado que va a m ostrar en su libro “ las maneras a maestrías que usan algunos p a ra pecar” , no podía escapar a su propio juicio que junto con prevenir a las mujeres, tenía que estar dando a la otra parte consejos que podían aprovecharse mal, y como no podía pensar que estaba en su mano detener a cuantos desearan, fam a o no fam a, actuar locamente, tenía que reconocer la posibilidad de que fueran mal usados. Pero el mal uso de los unos se compensa con el conocimiento de las otras. Quisiéramos todavía agregar otro momento del Libro como prueba de que Juan Ruiz tenía continuamente en el pensamiento su propósito de enseñanza moral, dirigida a las mujeres. En verdad, no sabemos cuándo le apareció esta idea didáctico-moral. Ahora, como el prólogo en prosa es una adición de la “ segunda edición” uno se pregunta si no sería una explicación posterior a la “ prim era” . Hay una copla, sin embargo, que pertenece a ésta últim a y dice: Era de mili a tresyentos e sesenta e ocho años Fue acabado este lybro por muchos males e daños Daputs que fasen muchos e muchas a otros con sus engaños. . . (c. 1634, ms. T ) Excepto la palabra incomprensible con que empieza el verso c, lo demás es perfectamente inteligible,7 y es evidentemente lo mismo que habíamos señalado antes en el prólogo; dire7 Ducamin advierte en nota que todas las letras de la palabra “daputs” son muy claras. http://ir.uiowa.edu/uissll/ mos de nuevo, que los “ muchos e muchas” que dañan a “ otros” no pueden ser, dado el contenido del Libro, sino los amadores y sus alcahuetas,8 y los “ otros” , las mujeres sedu­ cidas; lo cual aparece más claro en: Era de m ili e tresientos e ochenta e un años Fue conpuesto el romance, por m uchos m ales e daños Que fasen muchos e muchas a otras con sus engaños. . . (c. 1634, ms. S ) donde el significado que señalamos es indudable. Hasta el momento, hemos destacado los elementos en que más aparentemente se manifiesta la intención de Juan Ruiz de aconsejar mujeres; lo numerosos que van resultan­ do, hace que sea necesario, ahora, aclarar algo más su po­ sición. No todo es alabanza feminista en el Libro, ni mucho menos. La verdad es que es difícil determ inar a prim era vista, en otros lugares del Libro que no hemos analizado, cómo piensa el poeta mismo. Quisiéramos introducir aquí una distinción necesaria como instrumento para examinar el Buen amor más de cerca. Ya notamos que en el episodio de Doña Endrina, apa­ rece una voz, que no es la del narrador, y que interrum pe dos veces el relato para introducir consideraciones morales, una de las cuales condena y denuncia a la tercera (c. 699­ 700) y la otra deplora anticipadamente que Doña Endrina haya aceptado la invitación de la vieja (c. 8 6 5 -8 6 6 ); nota­ mos que los conceptos que se expresan en los dos lugares citados, están en contradicción con los intereses de Don Me­ lón, y por lo tanlo no pueden haber sido proferidos por él, 8 El autor no parece considerar especialmente peligrosos a los hombres que hacen oficio de terceros. F errand García es protagonista de una aven­ tura que el propio burlado considera chusca, y el otro, Don Hurón (c. 1618 y ss.) más arruina que arregla. http://ir.uiowa.edu/uissll/ sino por el autor mismo, que irrum pe con su m oralidad.9 Creemos que no es ésta la única vez que esto ocurre. Cejador advirtió otra ocasión en que sucede lo mismo en su nota al v. 439 d ; está hablando Don Amor, y aconseja al “ yo” que utilice los servicios de una vieja tercera, de las que se usan para el caso (c. 436 ss.), pero en medio de la descripción, exclama: “ ¡ ay ! ¡Quanto mal que saben estas viejas arlotas!” (c. 4 3 9 d) lo que, naturalmente, no puede atribuirse a Don Amor, si no que hay que suponer, como en los casos mencionados antes, que es la voz del moralista que no puede dejar de ad­ vertir (tal como en c. 699) lo peligrosas que son las ter­ ceras. Nos parece ver el mismo fenómeno repetido a propó­ sito de la muerte de Trotaconventos. En c. 1518-1519, se anuncia el deceso de la vieja, y en c. 1520 comienza el largo denuesto contra la muerte que se prolonga hasta c. 1572, y entonces, bruscamente, una voz dice: Dueñas, non me retebdes nin m e digades moguelo! Que si a vos syrviera vos avríades della duelo, Lloraríedes por ella, por su sotil ansuelo. Que quantas sig u ía todas yvan por el suelo. A lta m uger nin baxa, encerrada nin ascondida, N o n se le detenía do fasía debatida; N on sé om e nin dueña que tal oviese perdida Que non tomase tristesa e pesar syn m edida. (c. 1 573 -1 5 7 4 ) De nuevo aquí, esta no puede ser la voz de clérigo lujurioso que ponía a trabajar a la vieja a su servicio para que le con­ ® Cf. supra, pp. 45 ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ siguiera mujeres. Esta nueva voz habla directamente a las mujeres, con un vocabulario parecido al que usaba el li­ bertino; les dice, en efecto, que ellas también llorarían si Trotaconventos las hubiera “ servido” . Naturalmente que ya no se trata de llorar a la vieja, sino p o r causa d e la vieja; no porque hubiera muerto, sino porque con sus mañas ha­ bría traído a las dueñas a la perdición. Tenemos, pues, de nuevo, el doble aspecto — masculino-femenino— que ya he­ mos señalado como polos de la intención moralizante de Juan Ruiz. El llanto por la vieja es consecuencia de la pena que su pérdida le produce al clérigo licencioso; en el caso de las mujeres, en cambio, el llanto habría sido precisamente resultado de que estuviera viva y activa. El último verso de 1573 y los dos primeros de 1574 se refieren al tremendo poder de seducción de la tercera, causa del llanto de las mujeres. Los dos versos finales de 1574 nos parecen una mues­ tra de la genialidad del Arcipreste como poeta, en cuanto condensan en unas cuantas palabras, dos ideas no sólo di­ ferentes, sino opuestas, que a su vez son como un resumen de la doble actitud moral del autor que divide al mundo de los amantes en dos polos de intereses opuestos. Tenemos primero la voz del libertino que se queja amargamente de la pérdida de su vieja auxiliar; tenemos luego una segunda voz que dice que las mujeres también llorarían si hubieran experimentado los “ servicios” de la vieja, y la misma voz resum e: N on sé orne n in dueña que tal oviese perdida Que non tom ase tristesa y pesar syn m edida. (c. 1 57 4) Lo cual comprime el pensamiento del autor así: una misma oración con dos sujetos diferentes tienen formalmente un http://ir.uiowa.edu/uissll/ solo predicado que puede leerse de dos maneras, según se aplique a un sujeto o al otro. Si la pensamos desde el punto de vista del hombre libertino, la oración significa: No sé de ningún hombre que hubiese perdido tal (ayudante), que no se entristeciera inmensamente; si, en cambio, la pensa­ mos desde el punto de vista de la m ujer: No sé de ninguna mujer a quien tal (vieja) hubiese perdido, que no lo deplo­ rara inmensamente. En otras palabras, en el prim er caso “ tal” es complemento directo de “ oviese perdida” y en el segundo, “ tal” es el sujeto de la subordinada y “ que” es complemento directo de “ oviese perdida” y reproduce a “ dueña” . Me parece que bastan los tres ejemplos propuestos pa­ ra probar que en el Libro hay por lo menos dos voces. Una es la del narrador desvergonzado ( “ yo” o Don Melón) ; otra es la del, propio Juan Ruiz.10 Tenemos que confesar que la distinción concreta en todos los casos nos parece muy difícil, pero creemos que en muchas lugares se impone por sí mis­ ma. Así, por ejemplo, no creo que pueda dudarse de que en todas las ocasiones en que se alaba la cordura de las m u­ jeres que rechazan al “ yo” o a la tercera, el discurso no pertenece al ” yo” , sino al moralista. 10 Leo Spitzer, Lingüística e historia.. . , trata del “yo” del Libro como un colectivo, representante de todos los seres humanos, a diferencia del “yo” romántico, estrictamente personal (pp. 113 y ss.). En “Note on the poetic and empirical T in medieval authors” , Trad., IV (1946), pp. 414-422, identifica Spitzer al narrador con Don Melón. M aría Rosa Lida sigue a Spitzer en el prólogo de su edición (pp. 3 y ss. y 17 y ss.) en lo que toca al carácter genérico y no personal del “yo”, pero en Nuevas n o t a s ... rechaza la identi­ ficación suya con Don Melón (pp. 20 y ss. y n. 12). Leo, Zur dichterischen. . . , piensa que Don Melón es una persona diferente del “yo” central (pp. 59 y s.). Fernando Capechi, “II Libro de buen amor di Juan Ruiz, Arcipreste de H ita”, I, CuN. XII (1953), pp. 135-164; II, XIV (1954), y 59-90, considera que la obra es directamente autobiográfica y documenta hechos y características perso­ nales del autor; habla de “la poderosa personalità del p rotagonista—lo stesso Arcipreste” (I, p. 137); piensa, también, que Don Melón y Juan Ruiz son una misma persona (II, p. 69 y s.). Cf. n. 11 del capítulo anterior. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Creemos que eso ocurre también en las coplas 161-165, que contradicen a las que las anteceden. En c. 156-159, una voz había descrito las bondades transformantes del amor, para beneficio de los varones, que amando se cambiarían de “ rudos” en “ sutiles” , de cobardes en atrevidos, etc., etc. Pero pronto, una nueva voz habla a las mujeres: Una tacha le fallo al amor poderoso, La cual a vos, dueñas, y a descobrir non oso; Mas, porque non me tengades por dezidor medroso, Es esta: que el amor sienpre fabla mentiroso. (c. 161) Y después de esta declaración, refiere a sus lectoras especí­ ficamente a lo que ha dicho antes a los hombres: Ca, segund vos he dicho en la otra consseja. Lo que en sí es torpe con amor bien semeja, T ien e por noble cosa lo que non vale una arveja; Lo que semeja non es, oya bien tu oreja. (c. 162) Donde el Arcipreste, además de dar una buena m uestra de que para él existe una realidad firme, con un valor “ en sí” , refiere a sus lectores a lo que ha dicho anteriormente y lo desvaloriza cuando se aplica a mujeres. Se extiende en se­ guida, sobre las apariencias que no responden a su verda­ dero contenido; no de otra m anera puede interpretarse su comparación del amor con las manzanas (c. 163-164) en cuanto éstas tienen un exterior hermoso y despiden un aro­ ma agradable, pero se pudren más fácilmente que las de­ más frutas, en lo que se parecen al amor, del que no hay que creer que cuanto manifiesta al exterior es bueno. Tenemos, pues, de nuevo aquí, una voz moral que ha­ bla a las mujeres, y una voz que al describir los efectos del amor sobre los hombres está, en verdad, denunciando la http://ir.uiowa.edu/uissll/ falsedad de sus propias afirmaciones. Es digno de notarse, además, que el significado directamente verdadero apare­ ce en este caso cuando el moralista habla a las mujeres. Quisiéramos analizar a continuación un grupo de co­ plas (107-110), que parecen pertenecer al discurso del “ yo” moral, pero de las cuales sólo la prim era nos interesa aquí por su relación con otras, y sólo ella puede ser indudable­ mente atribuida al autor mismo como discurso suyo, dentro de nuestro contexto. Las coplas referidas ocurren inme­ diatamente después de la prim era aventura amorosa fraca­ sada, y casi inmediatamente antes del chusco episodio de la panadera “ non santa” Cruz. Dice allí: Sabe D io s que aquesta dueña e quantas yo vy, Sienpre quise guardarlas e sienpre las serví, S y servir n on las pude, nunca las deserví; D e dueña m esurada sienpre bien escreví. M ucho sería villano e torpe pajez S y de la muger noble dixiese cosa refez, Ca en m uger locana, ferm osa e cortés, T od o bien del m undo e todo plazer es. Sy D ios, quando form ó el orne, entendiera Que era m ala cosa la m uger, non la diera A l orne por conpañera nin dél non la feziera; S y para bien no fuera, tan noble non saliera. S y orne a la muger non la quisiesse bien, N on te m ía tantos presos el amor quantos tiene; Por santo n in santa que seya, non sé quién N on cob dicie conpaña, sy solo se m antién. (c. 1 0 7 - 1 1 0 ) Y es difícil decir exactamente quién habla aquí y si es o no es un solo hablante el que pronuncia toda la tirada. Indu­ dablemente que la totalidad puede simplemente interpretar­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ se como una cortesía de clérigo liviano a las mujeres en ge­ neral, y entender que las coplas se limitan a decir, si se las toma en conjunto, que alguien ha mantenido una actitud caballerosa hacia las mujeres y cree que tiene razón para pensar que en ellas hay valores que las hacen deseables. Me parece, sin embargo, que hay cierta diferencia de tono entre la prim era de las coplas citadas y las otras tres; aquella se refiere a la actitud personal de un individuo respecto de las mujeres, mientras las otras son considera­ ciones generales. Además, la prim era habla de una carac­ terística interior de la mujer que merece alabanzas — la m esura— en relación con la actividad poética del que habla. Hay, también, otro lugar en que se expresa un con­ cepto parecido; ocurre después de las consideraciones sobre la astrología, en que dice que sólo Dios puede quitar las m a­ las cualidades de los signos celestiales; y se declara tam ­ bién que la experiencia confirma que aquellos que nacen en Venus dedican la mayor parte de su vida a am ar m uje­ res, y que sin embargo, no suelen obtener lo que desean (c. 1 5 2). Y luego agrega: En este signo atal creo que yo n a sg i: Sienpre pune en servir dueñas que conosgi, El bien que me fegieron non lo desagradesgí, A muchas serví m ucho; que nada non acabesgí. Como quier que he provado m i signo ser atal: En servir a las dueñas puno11 e non en ál, 11 El ms. S, único que trae esta copla, tiene aquí “punar”, lo cual no parece satisfactorio. Esta lectura lia sido aceptada por M aría Brey Mariño en su versión. Cejador lee, en cambio, “ puno”, que sin llegar a hacer la copla completamente clara, nos parece que m ejora el texto. Autorizan la corrección las varias ocasiones en que S cambia el tiempo del verbo principal al infinitivo presente por una especie de asimilación al tiempo del subor­ dinado: fel amor] “Al perezoso fazer ser presto y agudo” (1566). [Tú, Amor,] “ Fazer perder la fama al que más amor dieres” (399c). O hasta sin razón aparente: “sitóla, odreQillo non amar caguyl hallago” (1516c). http://ir.uiowa.edu/uissll/ Pero aún que orne non goste la pera del peral, En estar a la sombra es placer comunal. (c. 153-154) Lo que aquí dicen las coplas puede ser interpretado a p ri­ mera vista, tanto como discurso del “ yo” ejem plar de las historias como discurso moral del autor con una broma fi­ nal. Notaremos, además, ahora mismo, que hay cierto p a ­ ralelismo entre estas dos coplas y la c. 107 que citábamos antes; en ambos lugares se dan las ideas de “ servicio” ejem­ plificadas abundantemente, y como tema central de la idea que se expresa. Me parece algo más fácil tratar de deter­ minar el sentido y la razón de estas últimas, sin embargo, y como el contenido es sustancialmente igual, me parece que lo que se aplique a ellas se aplicará también a la anterior. Lo prim ero será aclarar la idea de “ servicio” . Por un lado, se trata de la misma idea que la palabra tiene para nosotros: “ hacer algo en favor de alguien” , “ ser útil a al­ guien activamente” . Hay además el significado que parece haberle agregado el amor cortés, con su idea de que el aman­ te debe obediencia a la amada, que es su “ señor” y a quien “ am ar” es lo mismo que “ servir” .12 Hay también el signi­ ficado religioso de “ cantar loores a” un santo o Cristo o M aría.13 Todos estos significados aparecen en el L ib r o ; el sentido derivado de la relación vasallo-señor aparece en 12 Esta idea de obediencia y veneración parece haberse debido al ries­ go que corría la m ujer al entregarse a este amor, necesariamente adúltero. Cf. Gastón París, “ Le conte de la charrette”, Ro, XII (1883), pp. 459-534. vid. p. 530. Cf. también A. Jeanroy, La Poésie Lyrique des Trobadaurs, (París, 1934), tomo I, pp. 90 y ss., en p. 9] dice: “L’assimilation du service amoureux au service féodal est. . . un des lieux communs les plus répandus dans la poésie courtoise. . Y luego, hablando del papel que jugaban en las cortes los caballeros pobres, dice: “ ils étaient nombreux, ces chevaliers pauvres, forcés, pour vivre, de louer leurs services à des seigneurs plus ric h e s.. . que certains d ’entre eux aient en l’idée de ‘servir’ par le chant aussi bien que par l’épée, cela était tout naturel”, (p. 92). l® En Berceo se encuentra: “Pero el non cessaba al Criador servir■” (Vi­ da de Santo Domingo, c. 163). http://ir.uiowa.edu/uissll/ O sy, por aventura, aqueste que lo erró A l rey, en algund tiempo, atanto le servio. . ,14 (c. 144) Un sentido simplemente amoroso se encuentra en: “P or cobdigia feciste a Troya destroyr, “ P or la mangana escripia, que se non deviera escrebir, “ Quando lo dio a V enus Paris, por le induzir, “ Que troxo a Elena, que cobdigiava servir.15 (c. 2 23) El sentido religioso lo encontramos en: Madre de D ios gloriosa, ................................... dame agora La tu gracia toda ora, Que te sirva toda vía Porque servirte cobdigio Y o, pecador, por tanto Te ofresco en servicio Los tus gozes que canto.30 (c. 163 5 -1 6 3 6 ) Pueden “ servir” , pues, todos según su oficio y su po­ sición. Las terceras “ sirven” a veces como criadas (c. 1 333), a veces como agentes de perdición de las mujeres (c. 1573). Los enamorados “ sirven” , es decir, se esfuerzan por complacer a sus amadas. Los devotos “ sirven” a los personajes celestiales de quienes escriben. Tenemos, pues, que el concepto tiene varias connotaciones, todas más o me­ 14 También en 183c, 1333a, 1346c, etc. 15 También en 450a, d , 452 5776, etc. 16 También en 1678, 1621, etc. http://ir.uiowa.edu/uissll/ nos vagas, y que, cuando se trata de que “ servidor” y “ se­ ñor” están relacionados por un vínculo am oroso— o hasta político, históricamente— el servicio puede consistir en es­ cribir en loor o favor de quien se ama. Volviendo ahora a nuestras dos coplas (153-154), me parece que si las miramos a la luz de cuanto se ha dicho en esta tesis sobre la intención manifiesta en el Libro de ser útil a las mujeres, ellas bien pueden ser parte del discurso del moralista, que estaría aquí declarando sus verdaderas intenciones cuando dice que cree haber nacido en el signo de Venus, porque (c. 1536) “ Siempre puné en servir dueñas que conosgí” , y luego agrega que su intención no es pasada, sino que (c. 1546) “ En servir a las dueñas puno e non en ál” . En efecto, cuando este hablante confiesa que vive bajo el signo de Venus, no quiere decir con eso que su intención sea necesariamente mala, puesto que antes (c. 140-150) se ha extendido sobre el poder que le supone a Dios para librar a un hombre de la fuerza m ala de su signo, lo cual se dice claramente en: Anssy que por ayunos e lym osna e oragión E por servir a D ios con mucha contrición, N on ha poder mal signo nin su costellagión ; El poderío de D ios tuelle la tribulación. (c. 1 49) No es, pues, muy aventurado pensar que un hombre que habla de su inclinación a las mujeres producida por la in­ fluencia de las estrellas, esté hablando de una proclividad de signo moralmente positivo, y que su manera de “ servir” (am ar) a las mujeres, sea aconsejarlas de m anera que pue­ dan librarse de los efectos del amor loco. En este sentido nos parece que hay que interpretar las tres coplas citadas antes (107; 153-154). Las tres que siguen a 107, sin em­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ bargo, no me parecen tener que ver directamente con las in­ tenciones de Juan Ruiz como moralista, sino ser simple­ mente expresión de su simpatía por el bello sexo, contra las diatribas violentas de que se lo hizo objeto tanto antes del Arcipreste, como después de él. http://ir.uiowa.edu/uissll/ http://ir.uiowa.edu/uissll/ largo tiempo, quizá hasta hoy mismo, la opo­ sición de los sexos se ha manifestado en form a de li­ teratura pro-femenina y anti-femenina. La E dad Media co­ D urante noció ambas clases de productos poéticos y en los dos casos los escritores extremaron la medida. La fam iliaridad medieval con la leyenda bíblica y su continua preocupación por la salvación o la perdición de las almas, produjeron abundante material para las diatribas contra las mujeres. La vinculación de la m ujer a la p ri­ mera falta y su papel de prim ero seducida, tenían que traer­ le la violenta condenación de los que querían insultarla. De hecho toda actitud en favor de la sujeción de la mujer al hombre, y cuya tradición arranca de Pablo, se basa en el desdichado papel que el Antiguo Testamento le atribuye en la comisión del prim er pecado. Los autores se encangaron de completar el cuadro, atribuyéndole a su vez m aldades 'de todas clases, especialmente la vanidad, la simulación, la artería, la codicia y la lujuria.1 1 Cf. Blanche Hinm an Dow, The Varying A ttitu d e toward Women in French Literature of the Fifteenth Century: the Opening Years (New York, 1936); vid. especailmente “Literary Ancestors of the Quarrel”, pp. 48 y ss. Na­ turalmente que al hablar de actitudes en favor o en contra de las mujeres, no queremos decir con ello que Juan Ruiz estuviera tomando parte en una polémica cuyo tema fuera la mujer. La intención moral de Juan Ruiz, que parece asunto personal, es decir, producto de sus observaciones, tenía que encontrar material para llevar a cabo lo que se proponía en las ideas que http://ir.uiowa.edu/uissll/ Del otro lado está la conocida1idealización que los poe­ tas del amor cortés hicieron sufrir a la mujer, hasta llevarla al lugar de una especie de ser divinizado en quien no cabía tacha alguna y que sobrepasaba al amante por una distan­ cia infinita. A prim era vista se advierte que el libro de Juan Ruiz no manifiesta ninguna de las dos aberraciones. M aría del P ila r Oñate en El fem inism o en la literatura española (pp. 22-24), no encuentra dónde ubicar al Arcipreste, y termina diciendo que no está contra las mujeres, pero que sólo las considera objeto de placer amoroso. Por diferentes razones, tenemos que adm itir que no cuanto se encuentra en el Buen am or es alabanza del sexo femenino, como es natural que suceda si en efecto se trata en él de im partir enseñanza, p a ra lo cual tiene que loar lo bueno y reprobar lo malo. Veremos a continuación unos cuantos casos que muestran 1^ actitud de reproche, pero an­ tes quisiéramos notar que no hay nunca bajeza grosera en las consideraciones que se hacen sobre las mujeres en el Libro? Se sabe, por ejemplo, que la historia del mancebo que quería casar con tres mujeres era parte habitual de la tenía a m ano; por eso estamos señalando aquí las líneas generales del pen­ samiento antifemenino y del profemenino, en cuanto coinciden con caracterís­ ticas visibles del Libro. Jacob Ornstein, “La misoginia y el profeminismo en la literatura castellana” , R F H , III (1941), pp. 219-232, establece que la pri­ mera fase del debate sobre la m ujer no se conoció en España: “No se es­ cribió ninguna obra nacional sobre el tema hasta el siglo xv” (p. 220). Ade­ más, su conclusión es que en España nunca hubo una literatura genuina y fuertemente antifemenina (pp. 231-232). Sobre el tema, cf. también María del Pilar Oñate, E l fem inism o en la literatura española (M adrid, 1938), es­ pecialmente los tres primeros capítulos. 2 Ni siquiera los relatos de Cruz o de las serranas contienen grosería como carácter importante. La panadera Cruz es declarada “non santa” (c. 112) desde el principio, y la declaración se afirma cuando el enam orado dice que “otro la avíe valdía”, lo que significa que ella pertenecía en ese mo­ mento a otro amador. Rápidamente se narra que un amigo del nuevo pre­ tendiente hizo de tercero, pero sólo para quedarse con la panaderita. El pretendiente se burla entonces del incidente en una trova cazurra (c. 115- http://ir.uiowa.edu/uissll/ literatura anti-femenina de los siglos XIV y xv; dice Lecoy que el cuentecito era muy conocido en Francia; pero se presentaba en forma muy diferente: a la m ujer del relato francés le produce un maligno placer arruinar las fuerzas de su marido ( o p . cit., p. 5 7 ) . En Juan Ruiz, en cambio, no sólo este elemento está ausente del relato, sino que ni siquiera la m ujer misma juega papel alguno. Sin embargo, a continuación veremos que hay en el Dice, por ejemplo, que la corneja se arrancó del cuerpo sus pro­ pias plumas, se puso las del pavo real y Libro crítica expresa de algunos rasgos femeninos. “ Fermosa e non de suyo, fuese para la iglesia: “A lgunas fazen esto, que fizo la corneja. (c. 2 8 6 ) donde la intención es obviamente criticar lo postizo de al­ gunos aderezos femeninos. Más adelante y dentro de la misma pelea con Don Amor, el acusador describe el efecto del amor en las m u­ jeres: ,120). Lo que me parece más significativo es que la copla que cierra la aventura propiamente tal, dice: Quando la Santiguávame a El conpaño de Del mal de la cruz veía, yo sienpre me omillava, ella, do quier que la fallava; cerca en la cruz adoraba cruzada yo non me reguardaba. (c. 121) Lo cual indica ciertamente que todo es aquí sátira. La copla citada es del mismo espíritu que las de las horas canónicas, donde se describe la activi­ dad de un clérigo lujurioso a lo largo de todo un día, utilizando para ello textos sagrados, aplicados a actividades fornicarias. Sobre la parodia de las horas canónicas, véase el artículo de Otis H. Green, “On Juan Ruiz’s Parody of the Canonical Hours” , H R . XXVI (1958), pp. 12-34. Notemos, sin embargo, que la aventura de Cruz no contiene connotación alguna que tien­ da a degradar a las mujeres, y la misma figura de Cruz se convierte sólo en un nombre, que a su vez da motivo a una actitud satírica. El relato, pues, http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ Tyene orne su fija de coragón amada, “ Logana e fermosa, de muchos deseada, “Engerrada e guardada e con vycios criada: “D o coyda algo en ella tyene nada. “ Coydan se la cassar como las otras gentes “P orque se onrren della su padre e sus parientes; “ Como muía camursia agusa rostros e dientes, “Remege la cabega, a mal seso tiene mientes. “ Tú le ruyes a la oreja e dasle mal conssejo; “Que faga tu mandado e sigua tu trebejo, “ Los cabellos en rueda, el p ey n e e el espejo, “ Que aquel am igo oveja non es della parejo. “ El coragón le tornas de mil guisas a la ora; “ Sy oy cassar la quieren eras de otro se e n a m o ra ; cabe dentro de la intención moral de descubrir y hacer pública la mala con­ ducta masculina. Respecto de las serranas, me parece que la intención es diferente. Por una parte, creo que la comparación con cualquiera de las “pastourelles” francesas (Véase, por ejemplo, Jean Audiau, La pastourelle dans la poésie occitane du M oyen-Age [Paris, 1923]), de espíritu cortés, ejemplifica la ac­ titud de Juan Ruiz respecto de esa literatura alambicada, que hacía hablar a las campesinas como lo muestra esta traducción al francés moderno hecha por Audiau de una pastourelle de Giraut de Bornelh: “Doux messire, jamais quiconque s’allie à dame de haute condition ne sera, par le Christ, exempt de se plaindre, eût-il beaucoup vu et beaucoup entendu; car une noble Dame veut bien qu’on lui rende en actes' ses faveurs, mais elle veut que soit oublié le mal qu’elle fait. Ne soyez point disposé à subir ce caprice, il vous en ira de tout autre manière! Ces inconstantes là on tôt fait de changer de voie!” (p. 12). Sobre el carácter de estas pastoras de salón, trata Audiau en su Introducción (pp. XVI y ss. ). Por otra parte, el mensaje moral de las se­ rranas me parece ser el que determina H art (op. cit., pp. 67 y ss. ) y que re­ sume así: “Todas [las aventuras de las serranas] representan la batalla del hombre con el demonio, y también con los elementos bestiales de su propia naturaleza. . . ”. Sin entrar en el detalle de la explicación de Hart, me pa­ rece que acierta completamente en señalar que aquí la m oralidad está diri­ gida hacia el clérigo, a quien se presenta la experiencia amorosa como poco deseable. Hay que agregar que de las cuatro serranas, sólo las dos primeras aparecen lujuriosas; las dos segundas están simplemente interesadas en bie­ nes materiales, y el viajero no dice que tuviera con ellas contacto íntimo. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “A las vezes en saya, a las vezes en alcandora, “Remírase la loca ado tu locura mora. (c. 39 4 -3 9 7 ) Lo cual está en la misma línea de la cita anterior. Las dos prim eras coplas describen lo que ocurre en una muchacha caprichosa cuando su padre ha decidido darla por mujer a un pretendiente honrado y honroso que satisfaría a todos. La copla 395 es típica de Juan Ruiz y su plástica m anera de criticar; la cara de la muchacha reacia se asemeja aquí a la de una muía espantada, cuya apariencia se deforma. Las dos coplas siguientes se refieren de nuevo al atuendo de la muchacha, pero ahora se trata de que es el amor lo que la hace estar frente al espejo considerando lo hermosa que es, y pensando que el m arido que le han destinado sus padres no merece ser su igual. Por último se ofrece una nueva im a­ gen de la mujer “ enloquecida” por el amor, esta vez m i­ rando su cuerpo con poca ropa.3 La intención es la misma que la de cualquier moralista que reprueba la vanidad per­ sonal, nacida de poner atención a la herm osura física. Poco más adelante, aparece una consecuencia del ca­ rácter engañoso del amor, que ya se había señalado antes (c. 162) directamente a las mujeres y que ahora aparece como una imputación de culpa a Don Amor: “ D e la logana fazes muy loca e m uy bova, “ Fazes con tu grand fuego como faze la loba, “ El más astroso lobo al enodio ajoba, “Aquel da de la mano e de aquel se encoba. “ A nsy muchas fermosas contigo se enartan; “ Con quién se les antoja, con aquel se apartan, 3 José M aría Aguado, Glosaría sobre Juan R u iz (M adrid, 1929) para “alcandora” los significados de “ camisa”, “bata”. Joan Corominas, Diccionario... , “especie de camisa” y explica que podía ser de varios colo­ res. http://ir.uiowa.edu/uissll/ da “ Quier feo quier natyo, aguisado non catan: “ Quanto más a ty cree, tanto peor baratan.4 (c. 4 0 2 -4 0 3 ) En c. 468-471, Juan Ruiz acoge y pone en boca de Don Amor, algunos de los lugares comunes de la literatura anti-feminista. Don Amor está aconsejando al Arcipreste des­ vergonzado, y le da a entender la importancia que tiene para el seductor que las mujeres nierdan el recato: “ Fazle una vegada la verguenga perder, “ Por aquesto fas mucho sy la podieres a v e r ; “ D esque una vez pierde verguenga la muger, “Mas diabluras faze de quantas orne quier. “Tálente de mugeres ¿q uién lo podría entender, “ Sus malas maestrías e su m ucho mal saber? “Q uando son engendidas e mal quieren fazer, “A lm a e cuerpo e fam a todo lo dexan perder. “ D esque la verguenga pierde el tafur al tablero, “Sy el pellote juega, jugará el braguero; “ D esque la cantadera dize el cantar primero, “ Syenpre le bullen los pies e mal para el pandero. “Texedor e cantadera nunca tyenen los p ies quedos, “ En el telar e en la danga syenpre bullen los dedos; “La muger syn verguenga, por darle diez Toledos “ Non dexaría de fazer sus antojos asedos. (c. 4 6 8 -4 7 1 ) No cabe duda alguna de que esto es una crítica, pero una m irada basta para encontrar una vez más, la intención con­ 4 Corominas, Diccionario. . . , da para “ajobar” el significado “cargar con algo” y figuradam ente “juntarse” hombre y mujer. Da “natyo” como preferible a “ enatío” ambos significan “ feo, deforme”. P a ra “enodio” da “ciervo joven” y le parece dudoso qu-e deba leerse así; aquí parece mejor la lección “enatío” del ms. G por el metro. P a ra “ encobar” da “incu­ bar” y “encerrar” , j. v. INCUBAR. http://ir.uiowa.edu/uissll/ denatoria de tipo didáctico. En prim er lugar, no se trata aquí de decir que todas las mujeres carecen de vergüenza, sino de señalar los efectos de su pérdida y la facilidad con que puede ocurrir. Aún la c. 469, la más condenatoria de todas, que declara la imposibilidad de entender las inclina­ ciones femeninas, restringe el juicio a sólo aquellas que “ es­ tán encendidas” y “ quieren hacer m al” y además, en la re­ probación les da el remedio: no empezar. La característica de la codicia, tan destacada por los anti-feministas medievales, también aparece en Juan Ruiz: “ Por dineros se muda el m undo a su m anera; “Toda muger cobdygiosa de algo es falaguera, “P or joyas e dineros salyrá de carrera, “ El dar quebranta peñas, fyende dura madera. (c. 5 1 1 ) Sin embargo, no insiste el Arcipreste en el carácter codicio­ so femenino, y de nuevo, como en el caso anterior, restringe su afirmación a aquellas entre las mujeres que son codicio­ sas. Además, la mayor parte de la diatriba está dirigida contra el dinero y no contra las mujeres, que aparecen co­ mo un caso particular casi oculto y poeo grave en medio de las terribles imágenes con que el autor satiriza la simonía, el amor de los religiosos por las herencias, la avidez de las órdenes, la venalidad papal. La misma serie de coplas, que comienza en 490, tiene como motivo no la venalidad feme­ nina, sino la conveniencia de regalar a los que están próxi­ mos a la m ujer que se desea (c. 488-489); y las coplas que siguen a la que citamos, se distribuyen así: 512, con­ tiene generalidades sobre el poder del dinero; 513, habla de la conveniencia de ser generoso con la tercera, y lo mis­ mo 514. Agregaremos que en la serie de consejos que Doña Venus da a Don Melón, los regalos a la muchacha no apa­ recen como medio de seducción. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Si pensamos, por ejemplo, en el capítulo que más tarde dedicará el Arcipreste de Talavera a la avaricia femenina, veremos lo suave que es la copla que citamos antes:5 Por quanto las mugeres que malas san, viciosas e desonestas o enfam adas, non puede ser dellas escripto n in dicho la m eytad que dezir o escreuir se podría, e por quanto la verdad dezir non es pecado, m as virtud, por en de digo pri­ meram ente que las m ugeres com unm ente por la m ayor parte de avaricia son doctadas. E por esta rrason de avaricia m u ­ chas de las tales yn fin itos e diuersos m ales com eten; que sy dineros joyas presciosas e otros arreos ynteruengan, o dados les sean, es dubda que a la m ás fuerte non derruequen e toda maldad espera que cometra la avariciosa m uger con desenfre­ nado apetito de aver, asy grande com o de estado pequeño. Después de lo cual, para aclarar su pensamiento, cuenta la historia de una reina que “ era muy honesta con ynfingimiento de vanagloria, que pensaba aver más firmeza que otra” , y que naturalmente, comprueba su error cuando al­ guien le ofrece más de lo que su virtud puede resistir. Siempre entre los consejos de Don Amor al Arcipreste lujurioso, aparecen estas otras coplas: “ Coyda su madre cara que por la sosañar, “P or corrella e ferilla e por la denostar, “Que por ende será casta e la fará estar: “ Estos son aguijones que la fazen saltar. “ D evía pensar su madre de quando era doncella, “ Que su madre non quedaba de ferirla e corella, “ Que más la engendía e, pues, debía por ella “Judgar todas las otras e a su fija bella. “Toda muger nasgida es fecha de tal massa, “Lo que más le defienden aquello antes passa, 5 Alfonso Martínez de Toledo, El Arcipreste de Talavera o sea el Cor­ bacho (Berkeley, California, 1939), pp. 119 y s. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “Aquello la engiende e aquello la traspassa; “ Do non es tan seguida anda más floxa, laxa. (c. 52 1 -5 2 3 ) Aquí, como en casi todo el resto del Libro algunos concep­ tos aparecen con valor doble. Las tres coplas citadas están en medio del consejo de Don Amor que indica la conve­ niencia de ser constante en la persecución de la m ujer (c. 519-520). Del asedio que debe poner este enamorado a su amada, se pasa a otro asedio: el de la m adre que para p re­ venir que la muchacha se someta a su perseguidor. En este caso, es fácil percibir que la intención del autor es aconse­ jar a las m adres sobre la inconveniencia de intervenir dura y directamente en estos asuntos, porque eso sólo consigue espolear a sus hijas en el mismo sentido que quiere prohi­ bírseles. Dos veces se dice que la m adre “ debía” tener otra actitud, basada en la propia experiencia y en el buen ju i­ cio (c. 5 2 0 ). Y sin embargo, las coplas citadas son p a rla ­ mento de Don Amor, lo que de nuevo prueba la persisten­ cia de la preocupación moralizante del autor. En ellas es claro, además, que Juan Ruiz no idealiza a las mujeres. El ve las constantes de la conducta fem eni­ na y quiere valerse de ellas, aunque sean defectos, para po­ nerlas al servicio de su intención. No hay en Juan Ruiz fría m oralidad de imperativos, de esos que parecen desti­ nados a cambiar la naturaleza hum ana; acepta, en cambio, lo que en ella es dado y se propone usarlo en beneficio de una conducta moralmente buena. Una m irada a unas cuantas opiniones sobre las m uje­ res de autores que las condenan sin más, servirá, por con­ traste, para dejar más en claro la actitud de este curioso “ am ador” de las mujeres que nos parece haber sido Juan Ruiz. Alrededor de 1253, el infante don Fadrique hizo tra­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ ducir del árabe lo que en castellano se llam a Libro de los engaños y los asayamientos d e las m ujeres ,6 obrita que nos ilustra sobre el lado oriental del pensamiento medieval anti­ femenino. Como se sabe, la tram a es simple: cuenta la histo­ ria de un rey que fue padre de un príncipe cuando ya no era joven. El niño fue entregado a un sabio para que le educara; pero el maestro debía completar la educación en un breve plazo, y el día que el príncipe debía aparecer ante el rey p a ra lucir sus talentos, descubrió el maestro que el horóscopo del príncipe señalaba que si hablaba antes de siete días, se vería en peligro de muerte. Temiendo que si ofrecía tal ex­ plicación se supondría que no había podido cum plir su tarea a tiempo, el sabio instruyó al niño sobre la necesidad de guardar silencio, y desapareció. Los cortesanos hacen cábalas sobre el inexplicable silencio del príncipe, y la favorita del rey pide que la dejen sola con él p a ra ver si puede ha­ cerle hablar. Lo que propone al muchacho, sin embargo, es que asesinen al rey y tomen juntos el poder. El príncipe ol­ vida la necesidad de silencio por un momento; la m ujer adi­ vina de inmediato la razón que le impedía hablar y le acusa de haber tratado de forzarla. Furioso, condena el rey a su propio hijo a muerte, y el resto'del libro es una disputa por ejemplos, en que los sabios relatan al rey casos de malas m u­ jeres para disuadirle de condenar a su hijo por un testimonio de mujer, y la esposa relata a su vez casos que tienden a de­ cidir la voluntad de su m arido por la ejecución del príncipe. Naturalmente que, entre las vacilaciones del monarca, pasan los siete días, todo se aclara, y termina la obrita contando que el castigo de la mujer fue ser asada viva. Entre los cuentos con que los sabios tratan de persuadir al rey de que no mande ejecutar a su hijo, no hay, desde luego, infam ia femenina que no se mencione. El primero 6 Citamos la edición de Adolfo Bonilla y San M artín (M adrid, 1904). http://ir.uiowa.edu/uissll/ (Enxenplo del orne, e de la muger, e d el p apagayo e d e su moga) relata cómo una m ujer adúltera se ingenió para hacer que su marido perdiera la confianza en un papagayo es­ pía que le había dado noticia de las m aldades de su esposa; el sabio que lo relata, term ina diciendo: “ e yo, señor, non te di este ensenplo sinon porque sepas el engaño de las mujeres, que son muy fuertes sus artes, e son muchos que no han cabo nin fin” .7 Que es la misma form a en que concluyen todos los ejemplos sobre mujeres que cuentan los sabios, y no sin razón, porque la suciedad, la lujuria y la m aldad de las protagonistas es, en efecto, sin límites. Puyol y Alonso cita en su estudio sobre el Libro una serie de ocasiones en que se expresa la desconfianza, el des­ precio o el fastidio por las mujeres. Cita, por ejemplo, del H itopadeza (p. 2 5 6 ) : “ Ni la modestia, ni el decoro, ni el talento, ni el temor, sino la falta de un pretendiente, es la causa que mantiene la pureza en la m ujer” . Y “ Ni con rega­ los, ni con respetos, ni con vigilancia, ni con razón, ni con castigos, se logra honestidad en las mujeres: son de todo pun­ to indomables” . Con lo cual ejemplifica el crítico la univer­ salidad de la literatura antifemenina y su independencia de la leyenda cristiana del pecado original. Cita también Puyol (pp. 258-259) el Libro de los enxemplos, donde se lee: Red del diablo es la mujer. Mulieres astutia superat omnem dolum. M ulieres caro ign is dicitur esse. Recordemos también el cuento del filósofo Segundo que trae la Prim era crónica general (Cap. 1 9 6 ), donde este p er­ T I b í d .. p. 31. http://ir.uiowa.edu/uissll/ sonaje empieza por comprobar amargamente “ lo quel dixieran en escuelas de las m ujeres” cuando ve que su propia m adre acepta fácilmente prostituirse. Más tarde, llam ado a dar una definición de la m ujer en general, escribe lo si­ guiente: “ Confondimiento dell omne, bestia que numqua se farta, cuydado que non ha fin, guerra que numqua queda, periglo dell omne que non a en si m esura” . Y hay que agre­ gar que el tono en que se hace el relato indica la fuerte aprobación que el cronista parece prestar a los juicios del filósofo. Casi un siglo después del de Hita, el Arcipreste de T a­ layera tuvo ocasión de reprobar el amor mundano haciendo una crítica de ambos sexos por separado. Sin embargo, la que corresponde a las mujeres es tres veces más larga y m u­ chísimas veces más violenta que la de los hombres, de los cuales el autor se limita a señalar que sea cual sea el signo en que nazcan y el tipo a que pertenezcan, nunca pueden las mujeres esperar de sus relaciones con ellos, sino dolor. Hay un momento en que podría ejemplificarse la acti­ tud del autor del Corbacho hacia las mujeres y su diferencia con la de Juan Ruiz. Ocurre cuando dice: “ Demás aprende a fazerle [a la m ujer] como te faze; pues ella non te dize su coraron, non le digas tú el tuyo; que oydo has como contescio a muchos pasados, e contesce oy a los biuientes que por descobrir sus corazones e poridades padescen” .8 Esta actitud recomendada a los hombres y que aquí se expresa como una versión casi infantil de la ley del Talión, muestra como el autor está ciertamente del lado de los hombres, a quienes parece considerar víctimas de las mujeres. Talavera relaciona, además, uno de los vicios que con­ sidera femeninos con la leyenda bíblica: 8 Corbacho, pp. 157-158. Cuenta en seguida la historia de Sansón y Dalila, como prueba de lo que acaba de decir. http://ir.uiowa.edu/uissll/ E non me marauillo ser en las fenbras esta macula [la v a ­ n a g lo r ia ], pues naturalmente les viene de nuestra madre Eua, que creyó a la serpiente, el diablo Sathanas, que le vin o a engañar, diziendole: “ S y del fruto deste árbol de sabyduria de bien e mal comieres, en saber seras egual al Alto que te form o” . E luego con su fragilidad de entendimiento e con grand vanagloria, creyendo e pensando com o Lucifer ser egual de Aquel cu yo saber non ha par, e que seyendo egual a El en saber que será luego a El egual en poder. L uego com etio lo vedado: gustar. E asy vino el onbre e m uger a decaym iento, do troxieron sus sobcesores, que fueron, e avn, e avn oy dia son e serán, eso mesmo, caso de vanagloria en querer ser gran­ des, poderosas, tem idas, e non de burla, por grand vanagloria que lo procura.0 De nuevo, pues, tenemos aquí presente la relación entre el misoginismo y el relato bíblico de la prim era caída. Que la actitud de que es muestra la cita estaba bastante extendida, lo muestra la observación de B. Hinm an Dow en su libro antes citado, sobre la apreciación de las mujeres en Francia, en que la flaqueza femenina y su efecto sobre la raza hum ana se hacía descender desde Eva hasta los hombros de todas sus descendientes, que aparecían como co-responsables a los ojos de muchísimos clérigos medievales.10 Encontramos en España, sin embargo, huella de un sen­ timiento reivindicalorio de las mujeres cuando leemos en Berceo: Si por m ugier fuem os e por fuste perdidos, P or muger é por fuste somos ia redem idos; Por esos m ism os grados que fuem os confondidos, Som os en los solares antiguos revestidos. Madre, el tu linage m ucho es enalzado S i Eva falta fizo, tu lo as adobado, 9 Ibíd., pp. 173 y ss. 10 Cf. B. Hinman Dow, op. cit., pp. 48 y ss. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Bien paresce que X p o fué vuestro abogado, P or ti es tu linage, sennora, desreptado. (Loores de Nuestra Señora, 1 1 1 -1 1 2 )11 La razón porque Berceo defiende aquí a las mujeres tenía que ocurrir cuando los escritores medievales pusieran aten­ ción a la teología cristiana, en virtud de la cual, si era cierto que la raza hum ana se había perdido por la debilidad de una mujer, también lo era que la redención había ocurrido a tra ­ vés de otra, en la cual se había engendrado el expiador de l^i prim era culpa. El mismo argumento se encuentra en Le Bien des Fames y en un contexto que recuerda el tono y hasta las palabras de Juan Ruiz: Quique des fam es vous mesdie, Je n ’ai talent que mal en die; C’onques à courtois ne à sage N ’oï de fam é dire outrage, Mès li hom qui est mesdisanz, Et envieus et despisanz, Qui ne crient ne honte ne blasme, M esdit des fames et les blasme; Mès qui los ne pris veut avoir, N ’en mesdira por nul avoir; 11 Tam bién consitiera Berceo un descargo en favor de las m ujeres en general, el que fueran mujeres quienes dieron la noticia de la resurrec­ ción : Unas buenas m ujeres del sepulcro vinieron, Estas nuevas tan buenas ellas nos las dixieron, Cataron el sepulcro, la mortaia vidieron, Saludes especiales a F’eydro traxieron. A la m ujer en esto grant gracia li acrovo, Todo lo a meiorado el tuerto que nos tovo, En esto con lo al grant privilegio ovo, Por mugieres al mundo grant alegría crovo. i (Loores, c. 108-109). http://ir.uiowa.edu/uissll/ Quar il n’est en cest mont, nus hom, Porque il ait sens ne réson, N e doie honor porter à fame, P o r l ’onor à la haute dame Que Jhésu-Christ tant d’onor fist Que desús les angles l’assist. le i est la réson première Par qoi Fen doit fam e avoir chière.12 Hemos visto extensamente la actitud de Juan Ruiz en favor de las mujeres, y hemos visto también que su partidarismo admite la crítica, lo que no puede explicarse sino como consecuencia de su intención moralizante. ¿No podría pen­ sarse, también, que la raíz de la intención de adoctrinar m u­ jeres, de enseñarles ad oculos cuáles son los caminos que llevan a la perdición, pudiera tener origen en su devoción m ariana? Américo Castro ha notado que las “ únicas expre­ siones de amor ‘directo’ ” en el Libro están dirigidas a M a­ ría,13 con lo cual, me parece, quiere decir que el poeta, al hablar por sí mismo en el lenguaje subjetivo y personal de la lírica, que no admite desdoblamientos en dos “ yoes” de sentido opuesto, no habla sino a M aría. En efecto, las poesías líricas tan frecuentemente anunciadas en el Libro no aparecen, sino cuando su intención es burlesca (troba cazu­ rra sobre Cruz) o su razón el encargo (cantares de ciego) o su tema M aría; es posible que los poemas líricos que tan frecuentemente se anuncian y no aparecen, hayan estado al­ guna vez allí y fueran dejados de lado por el descuido de los copistas,141 pero cuesta creer en una destrucción sistemá12 Citado por B. Hinm an Dow, op. cit., p. 91. Más adelante cita tam ­ bién una defensa burlesca de las mujeres, en que “Folie” es el abogado y arguye a favor de ellas con el argumento mariano (p. 119). 13 España en su historia, p. 382. Hay que notar, sin embargo, que Don Melón dice a Doña Endrina “ Amovos más que a Dios” (c 661). 11 Castro, España en su, historia, pp. 396 y s., rechaza esta posibilidad y atribuye la supresión a que la libertad de expresión del Arcipreste se topaba aquí con la rigidez moral castellana. Menéndez Pidal, Poesía ju g la r e s c a ..., pp. 271 y s., las supone suprimidas por el copista. http://ir.uiowa.edu/uissll/ tica tan completa y tan unánime. Nosotros nos inclinamos a creer que se trata de una razón interna, y es que el Arci­ preste nunca escribió sus anunciados poemas, porque fue incapaz de inventar y sentir una relación personal con las “ am adas” en cuanto objetos de amor individuales. Tal re­ lación, en otro sentido, no le resultaba difícil, en cambio, cuando su objeto era M aría. Las alusiones a los poemas lí­ ricos escritos a las “ am adas” del Libro tienen, por lo demás, el mismo carácter general que los personajes del L ib r o ; entre las cualidades del enamorado que describe U rraca a Garoza está que “ Sabe los instrumentos e todas juglarías” (c. 1 489), y continuamente se demuestra el papel que el autor atribuye a los poemas como obsequios, puesto que es lo único que realmente hace ofrecer a las mujeres por su personaje. En vista de la continuidad con que el Libro expresa devoción m ariana, de la ternura con que “ sirve” a M aría en sus poemas (como el amante de dueñas trata de “ servirlas” con los poemas que no aparecen), del papel que M aría p a ­ rece haber jugado como razón para reivindicar y defender a las mujeres; en vista de todo esto, me parece que no es aventurado suponer en Juan Ruiz una relación de causa a efecto entre su intención moralizante de ser útil a las mujeres y la poesía m ariana que leemos en su Libro, y cuya since­ ridad nadie hasta ahora ha puesto en duda. A la luz de esta observación y de otras anteriores, qui­ siera sugerir la posibilidad de incluir otro significado entre los que ya tiene el título de la obra. La expresión “ buen am or” significa dentro del Libro, en prim er lugar, el amor de Dios (Prólogo, pp. 3 y 4 ). Designa también una relación apacible y armoniosa entre dos personas o la demostración de afabilidad y cortesía por parte de una de ellas (c. 443, 9 3 2 ). Por último, a veces es ambiguo; cuando, por ejemplo, la vieja está hablando a Garoza, le dice: “ Amad al buen amigo, quered su buen amor ’ (c. 1452). En este caso, pues­ http://ir.uiowa.edu/uissll/ to que sabemos qué clase de amor tiene para ofrecer el enamorado por medio de la tercera, tenemos que suponer que aquí Trotaconventos trata de engañar o usa un eufemismo, pero p a ra el lector la expresión se carga de todos sus senti­ dos al mismo tiempo, porque él sabe qué clase de persona es el enamorado y además ha leído el prólogo en que se dice que el amor bueno es el de Dios y también las coplas en que “ buen am or” designa una amable cualidad social. ¿Cuál de éstos es el significado que da título al Libro? Yo diría que todos, porque dentro de la m anera poética que es peculiar de Hita, una expresión puede estar cargada con sentidos opuestos. Este es un libro acerca del “ buen amor” por varias razones. Lo es, porque el autor nos informa que lo ha escrito “ escogiendo e amando con buena voluntad sal­ vación e gloria del paraíso p a ra m i ánim a” . De m anera que algo veía Juan Ruiz en su obra que le hacía pensar que él, personalmente, había mejorado sus expectativas de alcanzar salvación y bienaventuranza por el hecho de escribirla. A través de todo este trabajo, sin embargo, nosotros he­ mos tratado de probar que hay una constante preocupación de parte del autor por enseñar a las mujeres. Por otro lado, es imposible determinar un solo sentido p a ra la expresión dentro del Libro, y la consideración de su opuesto ( “ loco amor” ) tampoco ayuda mucho, porque su significado es uní­ voco y no puede confrontárselo con los varios de “ buen amor” .15 Tenemos, entonces, que los significados de la ex­ 15 Cf. R. Menéndez Pldal, “ Notas al Libro del Arcipreste de H ita”, Poesía árabe y poesía europea (Buenos Aires, 1941), p. 121, donde dice: “Es de saber que la lengua antigua usaba como contrapuestas las dos ex­ presiones de buen amor y loco amor. El primero es el amor puro, ordenado y verdadero, capaz de inspirar nobles acciones, como la de la infanta de N a­ varra, que se arriesga a sacar al conde Fernán González del castillo en que yacía preso por amor de ella: Buen conde, dixo ella, esto face buen amor Que tuelle a las dueñas vergüenga e pauor, http://ir.uiowa.edu/uissll/ presión hay que buscarlos en la obra misma y ver si es posible ordenarlos alrededor de una idea que les dé sentido y perm ita comprenderlos incluso en su aparente contradic­ ción. Creemos que dentro de un sistema hay lugar para conceptos contradictorios, siempre que sea posible m ostrar su coherencia respecto de un concepto o una actitud centra­ les; y creemos que si una palabra tan importante en la vida religiosa y amorosa como “ servir” lleva en sí, cuando la usa Juan Ruiz, significados opuestos explicables a partir de su intención de ser moralmente útil a las mujeres, no hay razón para que no pueda ocurrir otro tanto con “ buen am or” . Según nuestro análisis de las coplas 107, 153-154, el autor se propone ayudar a las mujeres a conducirse bien, y p a ra describir esta intención usa la palabra “ servir” uno de cuyos significados es amar. ¿No podrá ser posible, a esta luz, considerar que dentro del título del Libro se encuentre también la intención de hacer a las mujeres servicios de buen amor, de amor que sirve para evitar el pecado y no para cometerlo? El carácter personal que tantas veces se ha seña­ lado en la poesía de Juan Ruiz ¿no haría posible considerar que su propia intención estuviera incluida en el título como muestra de su afectividad personal respecto de las mujeres a quienes “ am a” y a quienes quiere “ servir” moralmente por medio de su poesía? Hay un solo momento en el Libro en que la mención del E oluidan los parientes por el entendedor, De lo que ellos se pagan tienenlo por mejor. (Poema de Fernán González, copla 628) El amor loco es el amor desordenado, vano y deshonesto, del cual se si­ guen, según las animadas páginas del Arcipreste de Talavara, tantas dis­ cordias. . ." En el mismo lugar, n. 1, dice que dada la equivalencia de “amor” y “ amistad” en “dar su amor” o “poner amor”, la expresión significa también paz y concordia. La frase “muy de buen amor” , equivale a “de muy buen grado” (Alexandre, 44; Apolonio, 497). Por último, también “loco amor” se extiende a significar todo amor terreno. http://ir.uiowa.edu/uissll/ buen amor está directamente vinculada a Trotaconventos; lo que lo hace particularm ente importante es el hecho de que allí, de alguna manera, se ofrece como causa de la no­ minación de la obra, nada menos que la vieja. La cosa ocurre en la aventura de la “ apuesta dueña” (c. 910-944) que ya analizamos. Recordaremos que allí el enamorado se ena­ jena el favor de la tercera por una broma desgraciada (c. 9 2 0 ), que determina a la vieja a arruinar su relación con la am ada de turno, descubriendo la “ poridad” . H ay entonces una serie de coplas en que el frustrado galán lamenta su tor­ peza y enuncia una lista de nombres que ningún enamorado debería dar a la alcahueta que le sirve si es que quiere man­ tener su concurso (c. 923-927).16 Por último, ante la hum il­ dad del enamorado, la vieja decide ayudarlo de nuevo, no sin antes decirle: “ N unca digas nonbre m alo nin de fealdat, “ Llam atm e buen amor e faré y lealtat “ Ca de buena palabra págase la vesindat, “ El buen desir non cuesta más que la nesgedat” . (c. 9 3 2 ) Y entonces viene la copla en que se declara: Por amor de la vieja e por desir rasón, Buen amor dixe al libro e a ella toda sagón; D esque bien la guardé ella m e dió m ucho don; Non ay pecado syn pena, nin bien syn gualardón. Tenemos que decir, primero, que en lo que respecta al contenido ideológico de estas dos coplas, ellas no están en absoluto desvinculadas del resto del L ibro; prueba de ello es que entre los consejos de Don Amor a su discípulo, des­ pués de describir a las alcahuetas, hallamos el siguiente: Ya notamos que Leo trata esta aventura extensamente y que la con­ sidera centrada en Trotaconventos. http://ir.uiowa.edu/uissll/ “ D e aquestas viejas todas ésta es la m ejor; “ R uegal que te non mienta, muestral buen amor, “ Que m ucha mala bestia ven de buen corredor, “ E m ucha m ala ropa cubre buen cobertor. (c. 4 4 3 ) Y reafirm ando lo mismo, dice más tarde que si no puede dársele algo a la vieja, por lo menos hay que tratarla bien: “ S y algo non le dieres, cosa m ucha o poca, “ Sey franco de palabra, non le digas razón loca; “ Quien non tiene mil en la orga, téngala en la b o c a ; “Mercador que esto faze byen vende e byen troca” . (c. 5 1 4 ) En substancia, pues, la semilla de todas las vicisitudes por que atraviesa el enamorado a causa de su broma insul­ tante, ya se encontraba entre los consejos de Don Amor, y también en este sentido esta aventura se vincula con la de Doña Endrina, porque ambas resultan como un desenvolvi­ miento de la conversación que las antecede; esto sin contar con la vinculación de sentido moral que ya notamos. La relación se hace clarísima, porque en el prim ero de los con­ sejos citados Don Amor dice que hay que mostrar “ buen am or” a la vieja para asegurar sus servicios; en el segundo consejo, sin duda del mismo espíritu que el anterior, se exhorta al enamorado a tratar bien de palabra a la men­ sajera, que es lo mismo que la propia tercera pide más ta r­ de p a ra sí (c. 9 3 2 ) cuando declara que todo el mundo se paga de palabras corteses. No creo que pueda caber duda de que lo que dice allí Trotaconventos es meramente que ella, como todos, quiere un tratamiento cortés, y no que está pidiendo la designación que corresponde al amor de Dios. Esto, sin embargo, en cuanto a la coherencia anecdótica del Libro. También aquí, http://ir.uiowa.edu/uissll/ para el lector, que no puede olvidar los otros conceptos que la expresión connota, lo que dice la vieja se carga de sen­ tido y de sorpresa cuando ve semejante nombre aplicado a Trotaconventos.17 En cuanto a la declaración de c. 933 sobre la razón del nombre del Libro, es claro que las causas señaladas son dos; no sólo “ por amor de la vieja” se lo llamó “ buen amor” , sino también “ por decir razón” . El problema sub­ siste, sin embargo, hasta cierto punto, porque la expresión “ por amor de la vieja” parece indicar que fue el afecto por Trotaconventos lo que hizo que el nombre del tratamiento que ella había pedido para sí se le pusiera luego al Libro. Me parece que la frase “ por amor de” pertenece en este caso al mismo ámbito poético de cuantas en la obra se ofre­ cen al lector cargadas con más de una intención y más de un significado. Sin duda que originalmente debe haber tenido en castellano el sentido que hoy nos parece obvio; a saber, señalar que una acción es ejecutada por un sujeto por esti­ mación o afecto hacia algo o alguien. En efecto, ejemplos de esta m anera de significar se encuentra en obras que van del P oem a d el Cid al Quijote. El rey Alfonso dice en el P oem a que ha convocado cortes por tercera vez en su reina­ do “por el amor de mió Cid” (v. 3 1 3 2 ) ; en la P rim era cró­ nica general hay dos ejemplos casi iguales al del Libro que nos preocupa: “ .. .P ria m o .. .gano una tierra por fuerga, 17 Me parece que prueba el carácter social de la expresión el que más tarde se diga: Enbié por mi vieja; .................................................... Vino a mi reyendo, diz: "Omíllome, don Polo, “Fe aquí buen amor qual buena amiga buscólo” . (c. 1331) Donde la alegría d-e la vieja parece deberse al buen trato que recibe, y ella semeja estar diciendo que ha encontrado tanta gentileza en el enamorado como esperaba. La versión de M aría Brey Marino ( “ ¡A fe de buen amor, que acudo con lealta d !” ), se diría directamente relacionada con c. 932-933; sin embargo, no es satisfactoria. http://ir.uiowa.edu/uissll/ e p or am or de su hermano [Anthenor] pusol nombre Ger­ mania. . (Cap. 3 ) , “ . ..[ P ir u s ] poblo y una cibdat, e por am or d e su mugier [L iberia], pusol nombre L ib ir a .. . ” (Cap. 1 1 ). Los ejemplos podrían m ultiplicarse; limitémonos a uno más, tomando del Quijote: . .y yo sé que mi señora la Princesa será servida, p or mi amor, de m andar a su escu­ dero. . . ” (I, xxix). Quizá la frecuencia del uso de la ex­ presión, unida a la vaguedad de la palabra “ am or” 18 hi­ cieron que ya desde el principio su significado no fuera n a ­ da preciso; así, ya en el Poem a d e l Cid se dice “p or am or de caridad” (vv. 720, 3253) con el valor de una mera fórmula de ruego. Por otra parte, cuando la expresión rige infinitivo, significa “ por deseo de” : “ coydo se Almogor del buen con­ de vengar / p or amor d e acabarlo nos podía dar vagar” . {Fernán González, c. 3 8 7 ) ; “ O rígenes.. . era muy loado por muchos libros que fazie; e por am or d e perder enoio de los poder complir, tenie siete escri banos. . ( P rim era (trónica general, Cap. 2 5 5 ) ; probablemente en este significado tomó origen la expresión “ por amor que” , equivalente a “ p a ra ” , “ a fin de que” ; así en Fray Iñigo de Mendoza: Sobre esta preservación A y m u y grand disputación Mas, pues todos nos fundam os En la catholica intención, Por amor que no riñamos, Es bien que sobreseamos Las pruebas desta question.19 18 Ralph S. Boggs et al., Tentative Dictionary of Medieval Spanish (Chapel Hill, N. Carolina, 1946) dan los siguientes significados: gracia del señor para con su vasallo, favor, afecto, inclinación, pasión que atrae un sexo al otro, agasajo. Citan también las frases: por amor de (salir), a fin de ( s a l i r ) ; por amor de caridad, frase usada para implorar un favor; por amor que, para que; por amor si, para que, etc. 19 Foulché-Delbosc, Cancionero castellano del siglo X V (M adrid, 1912), p. 22, cursiva mía. http://ir.uiowa.edu/uissll/ Se habría perdido en este caso la preposición “ de” ante “ que” , inevitable cuando la frase regía un verbo en form a personal. Por fin, el significado vino a quedar en los dicciona­ rios hasta hoy en “ por causa de” ; sin embargo, lo im por­ tante es que la significación de “ amor” aquí es lo sufi­ cientemente descolorida como p a ra adm itir que la frase se construyera con substantivos, cuya connotación afectiva es negativa. En el Diccionario de Construcción y régimen de Cuervo, aparecen los siguientes ejemplos: “ . . .hacen barro para em barrar las trojes por am or d e los ratones ” . (H erre­ ra, Agricultura g e n e r a l) ; “ Agora comienzan ya las palo­ mas á a h ij a r ...; por ende, dende agora las limpien mucho por amor d e los piojos” . (Id .) , y “ Si le venían anchos [los zapatos] decían que así habían de venir por am or d e la gota” . (Cervantes, Nov. 5 ) . La vaguedad de la expresión que comentamos es, pues, de las que admiten fácilmente la ambigüedad retórica, y mucho debe haberse empleado en diversos sentidos para ve­ nir a perder casi toda su determinación semántica y quedar reducida a una m era función preposicional equivalente a “ por” . Sería fácil en los versos 933 ab, limitarse a dividirlos en dos oraciones, una de las cuales fuera “ por amor de la vieja dije a ella buen amor toda sazón” , y la otra “ y por decir razón dije buen amor al libro” . Lo cual quizá no es­ taría muy descaminado, porque es imposible entenderlos en sentido recto sin practicar en ellos alguna división acla­ ratoria. Lo cierto es, sin embargo, que se dan dos razones para dos acciones diferentes. Las dos causas son “ por amor de la vieja y por decir razón” . Sus consecuencias son que “ buen amor dije al libro e a ella toda sazón” . Mejor nos parece http://ir.uiowa.edu/uissll/ aquí tratar de entender estos versos como que la razón de cada uno de los dos efectos es dual, es decir, como que el decir buen amor a la vieja se debe a la vez a las dos razones enunciadas, y lo mismo ocurre con el decir buen amor al libro. Veamos el caso de la tercera. Lo que señala “ por amor de” cuando se usa p a ra indicar la razón de darle a T rota­ conventos cierto tratamiento, sería sólo que ella es causa de las cortesías que recibe. Lo cual está enteramente de acuerdo con el contexto particular de la aventura de los nombres, donde ella se gana el respeto de su empleador es­ tropeándole un negocio amoroso. Conviene citar aquí las pa­ labras del Diccionerio de autoridades, cuando al aclarar la frase “ por amor de” (s.v. a m o r ), dice que con ella “ se explica el motivo de hacerse alguna cosa con relación a otro sugeto, por la amistad, o afecto que se le tiene, y a veces por temor” . “ Por decir razón” no tiene que significar aquí más que “ por h ablar sensatamente” , en relación con lo que la misma tercera ha dicho en la copla anterior: “ El buen desir non cuesta más que la nes^edat” . También conviene recor­ d ar los consejos de Don Amor, cuyo no cumplimiento ori­ gina todo el problem a: “ Sey franco de palabra, non le digas razón loca” . En cuanto a “ dije buen amor a ella toda sazón” , nos p a ­ rece que habría que comprenderlo como que desde ese mo­ mento en adelante siempre, en toda ocasión se la trató bien la palabra. “ Amor” tendría entonces un uso semejante al del plural “ amores” en expresiones como “ ¿En qué jardín, en qué fuente / No me dijo el conde am ores?” (Castigo sin venganza , Acto I I ) . En cuanto a “ buen am or” , su uso se­ ría como el que tiene en el mismo Libro, 1630a6: “ Pues es 20 Cf. capítulo anterior. http://ir.uiowa.edu/uissll/ d e Buen Am or, emprestadlo de grado, / No l’negedes su nonbre ni l’dedes rrehertado” , y sim ilar también a: . .es­ tos ofrecimientos, estas palabras de buen amor, no obligan” (Celestina, Acto X I I ). Cuando se trata, en cambio, de la nominación del L i­ bro, las mismas expresiones que comentábamos antes ten­ drían valores diferentes al form ar parte de la oración: “ Por amor de la vieja y por decir razón, buen amor dije al libro” . Aquí, “ por amor de” tendría directamente el significado “ por causa de” . Hemos visto que tal frase pudo regir un sustantivo con implicaciones negativas. La declaración es­ taría, entonces, señalando que la presencia de la vieja es una de las razones del. título de la obra. Puesto que Juan Ruiz pensaba que la ignorancia de las artimañas y las tram ­ pas que se usaban contra las mujeres, las hacía más vulne­ rables; puesto que la aparición de la vieja en escena va fre­ cuentemente acompañada de palabras de aviso y preven­ ción destinadas a las mujeres, no me parece aventurado pen­ sar que Juan Ruiz haya considerado que al poner en acción su Trotaconventos en el Libro hacía labor de buen amor p ara su público femenino. “ Decir razón” aparecería aquí con el significado que le atribuimos a prim era vista, es decir, el de “ poner de m a­ nifiesto lo verdadero, hablar de acuerdo a la razón” . F i­ nalmente, en “ dije al libro” , el significado de “ dije” sería el de “ nominé” , frecuente en castellano, como lo prueba el Diccionario d e construcción de Cuervo, de donde tomamos (s.v. d e c i r ) : “ El río Jenil, que quasi toca los edificios, di­ cho de los antiguos Singilia” ( Guerra d e Granada) . La oración que analizábamos tendría, pues, dos sen­ tidos; uno anecdótico, para cuya comprensión es válido y suficiente el contexto de la aventura que se n a rra ; otro, válido en el contexto de la obra en su totalidad. Por el p ri­ mero se declara que a la vieja se la trató siempre bien, a http://ir.uiowa.edu/uissll/ partir de la aventura de los nombres, atendiendo al temor y al buen sentido. P or el segundo, que su presencia y el papel que ella juega en la totalidad de la obra son razones principales entre las que determinaron el nombre de ésta. A nuestra oración se habría llegado partiendo del mo­ mento en que los consejos de Don Amor se trasform an en anécdota por una broma ofensiva, y entonces, como si es­ tuviera recordando las palabras del Amor, la vieja pide que se le dé un tratamiento cortés ( “ buen am or” ), lo cual su­ giere al poeta el verdadero significado de Trotaconventos en su Libro y declara que por ella, por la publicación que se ha hecho de sus mañas p a ra beneficio de las mujeres, lo tituló Libro d e buen amor. Esta designación, en este punto de la obra, no consistiría, por lo tanto, en aceptar p ri­ mero que la vieja merece el nombre (directamente o por antífrasis) y luego trasladar este pensamiento al título; más bien, habría partido del significado social, cortés, que tiene “ buen amor” y entonces habría saltado, aclarándolo, al que siempre tuvo en mente cuando bautizó su obra.21 Repetimos, pues, que p a ra nosotros, el título del Libro puede también significar la actitud personal de Juan Ruiz respecto de las mujeres, a quienes “ am a” y “ sirve” al mos­ trarles las artimañas por las cuales son llevadas donde no quisieran ir. Quisiéramos decir, por fin, que la dificultad que nos parece haber para la comprensión del L ibro no es tanto el carácter contradictorio de situaciones y declaraciones, si­ no la presencia de significados opuestos en palabras de for­ ma igual (“ servir” , “ buen am or” ) ; y éste no es, desde lue­ go, rasgo que pueda explicarse por razones morales, sino 131 Hay que hacer notar que no es en c. 933 cuando por primera vez aparece la expresión como título del Libro, sino que, al contrario, esta copla sólo se encuentra en el ms. S, que representa la redacción de 1343. En la de 1330, ya el Libro tenía el mismo nombre. http://ir.uiowa.edu/uissll/ estéticas. No es cosa extraña en ningún autor,22 pero lo que eleva la calidad poética del Arcipreste aun por encima de lo que le reconocemos, es que justamente emplea sin defi­ nición palabras importantes p a ra la interpretación de su texto, dándole así una riqueza y una dimensión significativa, poéticamente, que no produce el uso accidental de una mis­ ma palabra con una o más significaciones. Por otra parte, tampoco este carácter de su propia creación podía escapar al poeta, y ésta es otra razón más p a ra que insista con tanta frecuencia en el segundo significado de lo que dice. Cf. La Celestina, Acto VI, donde Calisto le habla al cordón que ciñó a Melibea: “ ¡ O . . . , cordón, que tanto poder e merescimiento touiste de ceñir aquel cuerpo, que no soy digno de servir! . . . ¡ Dezime si os hallastes presentes en la desconsolada respuesta de aquella a quien vos servís e yo a d o r o . . . ! ” (cursiva m ia ). http://ir.uiowa.edu/uissll/ http://ir.uiowa.edu/uissll/ C O N C L U S I O N Hemos examinado un número bastante importante de coplas en el Libro de buen am or y hemos encontrado que muchas de ellas tienen un sentido moral que consiste en querer adoctrinar a las mujeres sobre cuáles son los lazos masculinos. Hemos visto, igualmente, que esta actitud es más práctica que cualquier otra cosa, y que se lim ita a tra ­ tar de proporcionar cuantos remedios le parecen a la mano para mantener a las mujeres castas, ya dándoles el conoci­ miento que les perm itirá defenderse, ya recordándoles la brevedad de la vida y los resultados del pecado, ya mos­ trándoles cómo mujeres sensatas se libraban de viejas y ena­ morados, ya, por fin, ofreciendo a sus guardadores conse­ jos sobre cómo manejarlas. M oralista práctico, parte Juan Ruiz de la base de que el deseo sexual es un elemento presente en ambos sexos y sumamente poderoso; tienta incluso pensar que él mismo ha experimentado alguna vez en su vida la urgencia del lla ­ mado y quizá ha respondido a él; sin embargo, el que atri­ buya a Dios el poder de anular la influencia de los astros (c. 140 y ss.) y el que diga confiadamente que la m anera de obtener el concurso divino es “ ayuno e lymosna e oración” ,1 junto con la importancia que concede a la relación entre co­ 1 El ayuno aparece mencionado en c. 292, 1603, de nuevo en relación con el pecado de la carne. Y otra vez en 1621, en relación con Don Hurón, de quien se implica que no ayunaría si no lo obligara la miseria. El tema http://ir.uiowa.edu/uissll/ m ida y lujuria,2 parecen indicar que él mismo ha visto en sí los buenos resultados de su receta. Sea esto como sea, las cualidades personales del hom­ bre, aunque tengan importancia para su labor poética, no in­ dican nada sobre el signo moral de su producción, y aunque supiéramos a ciencia cierta que el Arcipreste fue él mismo un clérigo de vida airada, eso no nos autorizaría para deri­ var de ese hecho conclusión alguna acerca de sus intenciones y realizaciones manifiestas en su Libro. Muchísimo menos derecho hay, desde luego, para empezar por declarar que miente cuando protesta sus buenas intenciones y reconstruir su vida a partir de lo que deseamos creerle entre todo lo que djce. En general, nos parece más prudente creer lo que los autores mismos declaran sobre sus intenciones, que negarlo y declararlos mentirosos, a menudo sólo porque la estrechez de nuestros puntos de vista aplica medidas actuales a m a­ nifestaciones culturales producidas en otro suelo espiritual. En el caso de Juan Ruiz, además, el número de coplas que habría que retirar de la obra si no se aceptaran como ver­ daderas las declaraciones del autor, sería abrum ador. Co­ mo ejemplo, recordemos el final del episodio de Doña E n­ drina, que desprovisto de la intención de adoctrinar m uje­ res que el autor proclama, no aparecería explicable sino como un error estético. Otro tanto ocurre con el de Garoza, cuyo final calza perfectamente dentro de una intención moral de enseñanza femenina, lo mismo que todos los “ enxiemse encuentra una vez más en la detallada penitencia de Carnal (c. 1163­ 1169) a quien en c. 1166 se le reduce aún más la exigua dieta por su “ grand loxuria”. A mayor abundamiento, es el Ayuno el encargado de desa­ fiar a Carnal (c. 1075). 0 Es curioso que para acusar al Amor como padre de la gula, se relate un ejemplo en que este pecado aparece junto al amor sexual. La relación aparece de nuevo en c. 982-983, en que el viajero dice a la serrana: “ Sy ante non comiese non podría byen luchar” . http://ir.uiowa.edu/uissll/ píos” construidos alrededor de la idea de la perdición eter­ na que le escuchamos a la monja. El principal problema, pues, de las interpretaciones que niegan la existencia de un contenido moral para el Libro es que tienen que atribuir un abundantísimo número de coplas a razones que son com­ pletamente externas a la obra. En lo que se refiere a nuestro trabajo, creemos sincera­ mente que aceptando en el Buen am or un propósito moral de doble signo, se encuentra explicación p a ra gran canti­ dad de características que de otra m anera aparecen con­ tradictorias entre sí, y que a esta luz se nos presentan co­ mo dos aspectos de un fenómeno único. No es en absoluto difícil de im aginar que un devoto de M aría de humor vio­ lento y lengua desenvuelta, pero con una enorme compren­ sión humana, haya podido llegar a concebir la relación amorosa ilícita (de la otra no habla) como una lucha en que cuanto satisfacía las malas inclinaciones de uno de los contendientes, iba en desmedro del otro, y que llevado de un sincero interés por m ejorar a ambos, haya considerado que la medicina era en un caso la sátira sangrienta, y en el otro, Ta exposición de los ardides de guerra de los prim e­ ros. Ciertamente que este esquema no da cuenta sino de un aspecto del Libro. Nosotros nos habíamos propuesto desde el principio una tarea de ámbito reducido, y hemos tratado de mantenernos dentro de él cuanto nos ha sido posible. Lo que ha quedado fuera es enorme. N ada menos que el lado estético del Libro. Consideraciones de claridad, sin em­ bargo, han hecho que desistiéramos de todo propósito en ese sentido, aunque creemos que la atención que el Arcipreste dispensó a las mujeres aparece reflejada también en la m a­ nera misma en que cumplió su tarea poética. http://ir.uiowa.edu/uissll/ http://ir.uiowa.edu/uissll/ B I B L I O G R A F I A SELECTA A guado, José María. Glosario sobre Juan Ruiz, poeta castellano del siglo X I V (M adrid, 1 9 2 9 ) . A ndrea Capellanus. De amore libri tres (Castellò de la Plana, 1 9 3 0 ). A udiau, Jean. La Pastourelle dans la poesie occitane du M oyen-Age (París, 1 9 2 3 ) . Bataillon, Marcel. “ La tortolica de Fontefrida y del Cántico espiri­ tual” . NRFH, V II ( 1 9 5 3 ) , 291-30 6. Bertini, Giovanni Maria, Saggio sul “Libro del Buen A m or ’ dell’ Arcipreste de H ita ; l’unità del poema (Torino, s. f . ) . Boggs, Ralph S., Lloyd Kasten, H ayw ard Keniston, H . B. R ich ard ­ son. 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