Protagonista: Diego Ventura - Plaza de Toros de Las Ventas

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protagonist
Texto: Miguel Ángel Bravo
Fotos: Juan Pelegrín
Diego Ventura:
“Quebrar al toro a porta gayola está reservado a Madrid”
Dos de dos. Diego Ventura consiguió abrir la Puerta Grande el pasado 19 de mayo.
El primero de su lote, que se enceló en tablas, dejó ver la raza del rejoneador y la
confianza de los equinos en su jinete: “Fuera de ahí”, dijo a su cuadrilla cuando
intentaban sacar el toro al centro. Él solo, con suavidad y tacto, tiró del toro con el
caballo metiendo la grupa entre los pitones. Consiguió salir a hombros tras cuajar una
excelente actuación en la que sorprendió con un quiebro a porta gayola para poner el
primero de castigo con su caballo Chocolate. El día 25, sin lugar a dudas, suya era la
sustitución, y volvió a triunfar.
T
odo aquel que hace el paseíllo en Las
Ventas sueña con cruzar la Puerta de
Madrid, la de la calle Alcalá. Diego Ventura,
pese a su juventud, conocía lo que se sentía
al atravesar su umbral fuera de feria. Su primera salida a hombros llegó en otoño de
2005 con una corrida de Fidel San Román.
Para muchos pasó inadvertido, pero fue su
punto de partida para llegar a ser figura.
El pasado día 19 dejó claro su objetivo,
ser líder del escalafón: “Aunque el número
uno es Pablo, de manera indiscutible, con
quien me une una fuerte amistad”. En su
primera Puerta Grande en un San Isidro,
fruto de dos orejas en el mismo toro, arriesgó, apostó y triunfó. Chocolate puso mucho
de su parte para conseguir el triunfo. De
salida, con las orejas puestas en la bocana
de toriles, esperaba al de Benítez Cubero en
una faena que no estaba ni mucho menos
premeditada: “Ir a porta gayola y quebrar
de salida es sólo para Madrid. Se necesita
una puerta pequeña y pensar que el toro
pueda salir con rectitud. Es una suerte de
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mucho riesgo por la velocidad del toro y el
escaso margen de actuación”.
Una innovación, quebrar de salida, basada en el conocimiento de su cuadra: “Mi
mayor obsesión es que los caballos estén
muy domados a la hora de torear. Con ello
se evitan los tirones y la violencia. El toreo
es suavidad y mucho ritmo. Para disfrutar,
lo que hay que hacer es ir de frente y cargar
la suerte al pitón contrario para hacer las
cosas con pureza”.
“El caballo debe sentir
mi personalidad,
que es muy definida”
Todo un concepto basado en su aprendizaje desde niño con su padre, que le inició
en este mundo y en la docena de años que
pasó en la Casa Peralta. Pero la esencia, la
confianza entre jinete y caballo, nace del
trabajo. “El caballo es un 50 y el jinete otro
tanto. La calidad del rejoneador radica en
conseguir sacar el torero que lleva dentro
el caballo con naturalidad, espontaneidad
y sensibilidad. Eso es lo que te permite sorprender, porque si no sorprendes, pasas
de moda”.
Sus faenas con galope a una pista y
el cambio de pie y mano delante de los
pitones, frente la puerta de toriles, levantaron al público del asiento ambas tardes
con Trincherazo. Los quiebros provocando
la embestida, seguida del paso atrás de
Distinto, dejaron ver novedad. Pero con
humildad, con ese lado humano que lo
caracteriza confiesa que “lo importante
es que recuerden mi cuadra completa. No
quiero ser rejoneador de un solo caballo.
Entre los potros que pruebo, unos veinticinco al año, el que se acopla a mi forma
de ser se queda en mi cuadra. Tengo una
personalidad muy definida. Piso terrenos
muy complicados y eso mi caballo lo tiene
que sentir”.
Con el caballo en la mente las veinticuatro horas del día recorre las distintas
plazas con el apoyo de un equipo compenetrado: “Son mi familia. Son con quienes
como, con quienes salgo de noche. Desde
que empiezo a montar a las nueve de la
mañana hasta las dos de la tarde y desde las
cuatro hasta las doce, estoy con ellos. Son
una parte muy importante de mis triunfos,
cuidan muy bien de los caballos, se lo agradezco y ellos lo saben. Porque no son mis
trabajadores, son mis amigos”.
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