María Rosal Nadales Pastorea la tarde los silencios. Cautivo y

Anuncio
María Rosal Nadales
Del libro Tregua
(Premio de Poesía Ciudad de Córdoba Ricardo Molina. Ed. Hiperión)
Pastorea
la tarde los silencios.
Cautivo y desarmado,
el corazón cubre su desnudez con la apariencia.
Entonces llega alguien y le toca en un hombro, alguien que apenas
roza la cintura, pero huele a romero y a pámpano de
agosto.
No es fácil resistir, abolir los cerrojos, recordar otras tardes, olvidar
las historias.
Casi un susurro sobre el hombro de una mujer que no tiene rostro,
sólo un hombro erguido y desnudo que un hombre muerde
como un fruto.
Una mujer que busca la última razón del cuerpo que respira junto a
ella, una mujer que baña los motivos de la noche en un
coágulo de cieno, una mujer que deposita sus lágrimas
sobre una urna mineral y observa cómo se convierten en
peces de lomo dorado y fauces afiladas.
Una mujer de noche, una mujer sin luna, una mujer sin camino
avanzando por la senda trazada por el frío grito de la
corneja.
Una mujer de espaldas al murmullo de la razón.
Un hombre con un asta entre los dientes.
Un hombre con una espina de carne entre los muslos.
Un hombre con un panal de espuma en el costado, más allá del olor
de la tormenta,
Una noche de cerezos ocultos entre las sombras del jardín, casi
una letanía.
Sierra que corta los cuerpos en su mitad exacta, en el meridiano
imposible que atraviesa la duna dulce del deseo. Un
cornetín grita tras el silencio bullicioso de la carne,
equipaje de flores mutiladas.
Un camisón de novia y
dos pétalos de azahar fosilizados.
Un hombre pez nadando entre las turbias aguas de los muslos de
la mujer alada. Un hombre anfibio resbalando sobre la
espalda de la mujer cangrejo, con las pinzas de púas y el
corazón amanecido.
Descargar