Constancia histórica de la masacre.

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26feb05
Constancia histórica de la masacre en San José
de Apartadó .
Ante el desconcierto y la indignación, reproducimos el texto entregado al Estado y Gobierno
Colombiano, como expresión de nuestra constancia histórica y censura moral por el bárbaro
asesinato del que fue víctima la comunidad de Paz de San José de Apartadó en los cuerpos de
Luis Eduardo Guerra y 6 personas mas, entre ellos tres menores de edad y tres adultos, por
parte de la Brigada XI del Ejército.
Doctor Francisco Santos
Vicepresidente de la República
Doctor Edgardo Maya Villazon
Doctor Volmar Perez
Reciban un respetuoso saludo.
Nuestra Constancia Histórica y Censura Moral ante los daños irreparables
cometidos por miembros de la Brigada XI del Ejercito Nacional contra 7
campesinos que habitaron en el corregimiento de San José de Apartadó, entre
ellos tres menores de edad. Todas y todos fueron amenazados de muerte,
detenidos arbitrariamente, torturados y asesinados, y luego enterrados en dos
fosas.
Hoy sábado en horas de la mañana hemos tenido la confirmación de que los
restos que se encontraban en dos fosas comunes eran los Luis Eduardo
Guerra, reconocido coordinador y defensor de derechos humanos de la
Comunidad de Paz de San José de Apartadó, Alfonso Bolívar Tuberquia
Graciano, 30 años, Sandra Milena Muñoz Pozo de 24 años Bellanira Areiza
Guzman de 17 años, Deiner Andres Guerra de 11 años Santiago Tuberquia
Muñoz, de 2 años, Natalia Andrea Tuberquia Muñoz de 6 años.
Como ha sido de conocimiento a través de la Comunidad de Paz y
organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos, el lunes
21 de febrero Luis Eduardo fue detenido arbitraria e ilegalmente por hombres
armados que se identificaron como integrantes del Ejército Nacional, Brigada
XI, en los alrededores del caserío de Mulatos. Los uniformados amenazaron de
muerte a los campesinos, expresando que los iban a asesinar. Dos días
después varios pobladores informaron del hallazgo de una fosa común en la
que se observaron los restos de uno de los niños, Deiner Andres.
De acuerdo con lo que hemos conocido a través de acompañantes de la
Comunidad de Paz de San José de Apartadó, el día viernes 25 en horas de la
tarde fueron encontradas dos fosas comunes. En ellas se encontraron los
restos de las personas que han sido un signo de esperanza y de vida para San
José de Apartadó y para muchas comunidades en Colombia y la humanidad.
El próximo 23 de marzo serán, 8 años desde que nació la Comunidad de Paz
de San José de Apartadó. Desde su mismo nacimiento esta experiencia ha
vivido una persecución, que no dudamos en calificar de sistemática. Las
estrategias militares estatales-paraestatales han estigmatizado, perseguido
sistemáticamente a sus integrantes, bajo el argumento de enfrentar a la
guerrilla de la FARC. Amenazas de muerte, bloqueo económico, falsas
acusaciones, torturas, desapariciones, asesinatos selectivos, masacres,
desinformación mediática han sido parte de las técnicas de control y de
represión que han pretendido destruir una iniciativa de la población civil de
autonomía en medio de la confrontación armada, de afirmación de la verdad en
medio de la mentiras institucionales, de afirmación de la justicia en medio de la
impunidad y de la dinámica de institucionalización paramilitar en la región.
Hace menos de un año, en mayo de 2004, el presidente Alvaro Uribe Velez, en
visita a Apartadó, se expresó contra la Comunidad de Paz y los acompañantes
internacionales, dejando no solamente una estela de dudas sobre esta
experiencia, sino al tiempo avalando una serie de abusos de autoridad, que
encontraron su aval en las expresiones del primer mandatario, Supremo
comandante de las Fuerzas Militares de Colombia.
Algunos de ustedes, como nuestra Comisión de Justicia y Paz, conocieron a
Luis Eduardo Guerra, campesino, gestor de la experiencia de la Comunidad de
Paz de San José de Apartadó. Ustedes conocieron la rectitud, la honestidad y
la transparencia de su vida y de sus palabras, lo que ha sucedido en san José
de Apartadó es grave y absolutamente repudiable, la defensa institucional no
puede realizarse a merced de la mentira y de la ceguera ante los abusos de
poder.
Los cuerpos sin vida encontrados en dos fosas comunes son los de Luis
Eduardo, su compañera e hijo, la de los niños y los adultos, corresponden a los
que fueron detenidos arbitrariamente por agentes estatales. Hoy estamos
siendo testigos, una vez más de una expresión de terror institucional, de
inconmensurables dimisiones que debe generar en la conciencia institucional
no solamente su repudio sino la necesidad de un replanteamiento a fondo de
una política de seguridad que continua sustentando su razón de ser en el
ataque a la población civil.
De la amenaza de muerte, se pasó a la detención arbitraria, de la amenaza a la
realización del acto cobarde de asesinar de forma cruenta y en total estado de
indefensión a niños, adultos y a una persona como Luis Eduardo, que
representó a nivel nacional e internacional a la Comunidad de Paz. Estamos
ante la absoluta ausencia de garantías, los remedos bajo los cuales el Estado
ha obrado se han desecho, estamos ante el desbordamiento absoluto de la
autoridad y de la fuerza. Si esto sucedió con Luis Eduardo, reconocido
coordinador de la Comunidad de Paz que se ha entrevistado con las altas
instancias desde el gobierno del Presidente Ernesto Samper Pizano, pasando
por el de Andres Pastrana Arango y el actual Alvaro Uribe, exigiendo la
protección de su comunidad, ¿qué se puede esperar, de aquellos miles de
anónimos para las esferas de gobierno, para los militares que en una suerte de
obediencia ciega, amenazan, detienen, torturan y matan como borregos lógicos
o mejor sin razón?
La actuación institucional refleja la ausencia absoluta de respeto al cuerpo
humano, la negación absoluta del respeto a los mínimos de la dignidad humana
por parte de los agentes del Estado en un contexto de conflicto armado interno.
La actuación de sus victimarios refleja la degeneración absoluta de la guerra
estatal. Una guerra que no se ha dirigido contra los armados sino contra
campesinos inermes que han cometido, a los ojos de la institucionalidad, el
delito de pensar, de construir, de afirmar alternativas a la guerra. Sus
victimarios no solo destruyen la vida humana, sus técnicas criminales son
bárbaras, reflejan odio e impulsos irracionales en prácticas proscritas por la
conciencia de la humanidad, que se asemejan a la de los campos de
concentración en Alemania o de las experiencias de las dictaduras del cono
sur. Su capacidad de mentir pretende atribuir al otro polo de la guerra sus
crímenes, mediáticamente esta mentira que se hace verosímil, encubre la
deslegitimación de la autoridad.
No existen palabras para expresar el hondo, el profundo daño que ya se ha
causado a la Comunidad de Paz, a la conciencia moral de la humanidad. Pero
tal vez, lo que más conmoción produce es la posibilidad, es la certeza de
conocer, que estos crímenes reflejan el Estado de Hecho que se ha ido
instaurando en Colombia.
La detención arbitraria de Luis Eduardo y la amenaza de muerte, era tal vez
previsible en las lógicas de seguridad de hoy. Era inesperable, sin embargo, o
nadie podría imaginar tamaña barbaridad el haberlo asesinado con 6 personas
más y enterrarlos a todas y todos en dos fosas comunes. No hay sindéresis,
todo es irracional. Detener arbitrariamente, amenazar de muerte, desaparecer y
asesinar a un hombre transparente, coherente con lo que construyó a través de
la Comunidad de Paz, es absolutamente desbordado.
El asesinato colectivo ha sido una decisión criminal absolutamente cobarde y
banal, síntoma de temor que inspira al poder cuando se ven descubiertos en
sus mezquinos propósitos o en su gesta de barbarie. Hoy no existe el más
mínimo pudor, el más mínimo intento de diferenciarse de estructuras
criminales. Pasa en Arauca, en el bajo Atrato Chocoano, en el Cauca, en
Cundinamarca, en Nariño. Se repite una y otra vez. No es un accidente, es un
modo de pensar y de actuar. Lo ejecutado bajo la institucionalidad se mimetiza
en lo irregular, lo ejecutado bajo la institucionalidad se justifica en el combate
legítimo, lo ejecutado bajo la institucionalidad se atribuye al enemigo militar.
En la nueva masacre de San José de Apartadó, se percibe la tragedia de este
país, la implementación de una política de seguridad que no tiene límites, pues
el Derecho es el Hecho. No hay distinción, no hay regulación, no hay garantías,
no hay protección, solo terror.
Ante los signos evidentes de la erosión del Estado de Derecho, nos unimos a
las exigencias de la Comunidad de Paz, exigencias que son una Constancia
Histórica y para nosotras y nosotros los creyentes una Censuro Moral.
"Todos son perros mudos, no pueden ladrar, son perros voraces, no conocen
hartura. El justo perece, y no hay quien haga caso; los hombres buenos son
arrebatados y no hay quien lo considere" (Is 56,10-11; 57,1)
Esperando, que por lo menos, ahora, por lo menos hoy sea posible la justicia
ante mas de 150 crímenes de lesa humanidad cometidos contra la Comunidad
de Paz.
Con profundo dolor e indignación,
Bogota, D.C Febrero 26 de 2005
Comision Intereclesial de Justicia y Paz
http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/masacre4.html
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