Ologuagdi, Irreductible Indio de Acero Inoxidable y Los

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Nota: Estos textos sobre mi hermano Ologuagdi los escribí en algún momento en la primera
década de los ’90. Olo iba a tener una exposición de pinturas y se necesitaban algunos textos
sobre él. No recuerdo que aquella exposición finalmente se haya realizado, pero lo que escribí
fue publicado en la Revista Nacional de Cultura, numero 27, de diciembre de 1997 (publicación
periódica del Instituto Nacional de Cultura de Panamá).
Son textos motivados y que a mi me gustan mucho. Por eso he solicitado se vuelvan a publicar
en Equinoccio. Como la mayoría de las personas que conocen a Olo, yo también tengo la
certeza que sus experiencias y saberes son referencia imprescindible para los y las jóvenes
kunas de hoy, sea en la Comarca, sea en la urbe –
Ologuagdi, Irreductible Indio de Acero Inoxidable
Por Jorge Ventocilla
El mundo es una esfera de cristal.
El hombre anda perdido sino vuela:
no puede comprender la transparencia.
Neruda
1. Con su cabello largo, sus jeans, sus zapatos
inmortales y sus camisas muchas veces salpicadas de
pintura, Ologuagdi es para sus amigos una necesidad y
un grato descanso bajo la sombra de un árbol, en esta
ciudad nuestra que a veces nos la ponen tan
demasiado de servicios, consumista y consumida.
Conozco de Olo ciertas cosas que únicamente se
aprenden luego de caminar con él por la selva,
comernos un dule masi con ari (Iguana iguana), o
vagar en un islote coralino allá en su Dule Nega (la
Comarca de San Blas). Indio urbano en la actualidad,
me consta que aun sabe bajar cocos trepando por las
palmeras, como hacen los indios de verdad.
2. Su madre, Nandelfina, fue la primer testigo de sus garabatos. Recuerdo
cuando me describió en el aeropuerto de Akuanusadup, a Ologuagdi chiquitito
dibujando escondido tras una tapia a un grupo de paisanos. Años mas tarde – ya
crecidito – le mostraría a su preceptor el Padre Ibelele (“Tokorbio”, para los
amigos), sus primeros dibujos eróticos, terminando así con una carrera
sacerdotal incipiente que bien hubiera podido llevar a nuestro Olo a los altares.
Ologuagdi vivió su infancia en una casa donde el abuelo materno era la figura
máxima para los habitantes niños. Guillermo Rivera, albañil y carpintero de
profesión, es hoy dia recordado a lo largo de Dule Nega por realizaciones tan
notables como haber delineado calles y cementerios de diversas comunidades, y
por haber levantado casas de arquitectura afrancesada. El hizo para sus nietos
un caballo de madera (según modelo aparecido en Mecánica Popular), y una
casa en un árbol. En mayo, cuando caen las primeras lluvias y nacen los
reptiles, el abuelo traía del monte iguanitas para que viviesen en la casa del
árbol.
Olo y su hermano Naibe jugaban de niños con mascaras gigantescas que sabe
Dios que familiar había traído del Africa. Su tío Salisipu, marinero de alta mar,
recortaba figuras de revistas que encontraba en distintos puertos de los 7 mares,
y se las traía al Olo encuadernadas rústicamente. Una vez el tío demoro 5 años
en la mar. Pero volvió siempre, con los recortes ya amarillentos coleccionados
durante todo ese tiempo para el sobrino.
3. “¿Cómo no van a haber tantos pintores en Dule Nega?” – me dijo una vez
Ologuagdi -, “!Si desde que nacen toman teta mirando de cerquita a su madres
vestidas con molas llenas de colores!” Pintor de pintores, Ologuagdi de niño fue
amamantado tanto por su madre como por su abuela.
Al que no es indio le cuesta trabajo entender lo que puede significar la tierra para
un ser humano, poseerla, preservarla. Pienso que quienes estamos contentos
de tener a Ologuagdi en el batallón de los vivos despiertos, tenemos una deuda
con Dule Nega. Esa risa explosiva, su seguridad, su solidaridad y sus
esperanzas, se deben en gran parte a la fortaleza que siente como indio dueño
de su tierra.
4. Me imagino un dia a Olo montando un Taller de Artes Plásticas en alguna isla
de la Comarca. Lo veo dedicado a enseñar a pintar a niñitos kunas el paso de
las nubes y las huellas que dejan los cangrejos ermitaños sobre la arena.
Mientras escribía estas líneas se me acerco uno de mis hijitos – en ese entonces
de 12 años – y me pregunto qué hacia. Yo le explique y él me dijo que debía
añadir algo, y me dictó: “Olo es un trecho estrecho pero fresco… Es un animal
que le gusta cultivar la semilla de los demás”. Me he preguntado siempre si hay
mejor homenaje que el de los niños.
Por ahora Ologuagdi está donde está: ya para siempre irreductible. Muchas
veces riendo a carcajadas, pero otras también triste y dolido y con las
preocupaciones primarias de todos los que venimos a para a este plano.
Afortunadamente, Olo ya no cambia.
Ahí les dejo al Olo. Con su bolsa de lana indígena donde carga todo lo necesario
para sobrevivir hasta el dia siguiente en cualquier parte del mundo. Rodeado por
sus pinturas, sus bocetos de proyectos, y resguardado siempre por el cariño de
sus entrañables amigos.
Los Diseños para Mola de Ologuagdi.
Por Jorge Ventocilla
1. De la pluma del doctor y bucanero Lionel Wafer se conserva uno de los
primeros relatos sobre los kunas y sus costumbres. Entre otros temas, Wafer
describió las pinturas que en aquel entonces (Siglo XVII) se hacían sobre el
cuerpo. Y es que cuando los kunas eran habitantes de la selva y de las riberas
de los ríos, los diseños de las molas se llevaban no sólo en telas sino pintados
sobre la piel.
Wafer describe a las mujeres como pintoras que “…con gran deleite cubrían los
cuerpos propios y ajenos – especialmente los rostros – con figuras estilizadas de
aves, bestias, árboles y seres humanos”. Los colores preferidos eran los mismos
de hoy: rojo, amarillo, azul…
2. Para mantenerse en vida, el pueblo kuna ha tenido que vérselas con una
serie de gentes superiores a ellos en números y en técnica, mas no en burba
(“espíritu” o esencia”, que en la mentalidad kuna es poseído por todo, incluso por
las piedras).
Españoles colonialistas, piratas ingleses, emigrantes escoceses y franceses: con
todos ellos hubo que combatir o aliarse, o hacer las dos cosas a la vez. Pasó el
tiempo y a pesar de todos, los kunas son hoy por hoy uno de los pueblos
aborígenes americanos que mayor independencia física y cultural mantienen con
respecto a la civilización occidental.
Pero las presiones para desnaturalizarse no han cesado, ahora vienen a través
del dinero y su papel creciente en la subsistencia cotidiana.
3. Cuando tomamos una mola en nuestras manos no solamente estamos
tocando una artesanía que cuesta 5, 10 o 20 dólares. Sépase o no, se esta en
contacto con una expresión cultural que representa a un pueblo (los kunas), y
que además para mucha gente del extranjero representa a un país: Panamá.
Esto lo saben y lo sienten algunos kunas. Y hay que defender la creatividad –
intuyen -, porque es un refugio de autonomía.
Son principalmente las mujeres quienes hacen las molas. Pero no solamente
eso: son ellas, las mujeres, quines más conservan el burba de los kunas. Quizás
sobre la mitad de las mujeres kunas no hablan sino el dule gaya, el idioma
propio. Son ellas, abuelas, madres y hermanitas, quienes primero enseñan a los
niños - a veces susurrándoles al oído -, sobre las cosas de la vida. Son las
mujeres quienes siguen usando su traje típico y su aro de oro en la nariz, sea en
Kuna Yala o en la Avenida central. Y es por ellas por quienes se danza durante
4 días en la inna suid o fiesta de la chicha brava.
4. Como todas las cosas que toca el mercado, la mola de las mujeres paso de
ser una expresión del burba a una artesanía: es decir, se volvió mercancía.
Pienso que la misión del artista – el o ella – es escarbar y encontrar la esencia
de su pueblo, aquello que lo mantiene en sí. Esa esencia circula en la leche
materna, en los cantos para dormir, en las leyendas que llevan los abuelos. La
creatividad que un artista cual duende escogido lleva consigo, es a fin de
cuentas una expresión de una esencia, la cual el artista sabe descifrar y
defender.
Así veo a estos últimos diseños para mola que nos trae Ologuagdi. Reduce la
mola a un elemento esencial: las cuatro direcciones de la madre tierra – norte,
sur, este, oeste – y se lo entrega a las creadoras de la mola como una
posibilidad. Unas líneas y algunas tramas orientadas en las cuatro direcciones,
y un gran espacio en blanco para que lo llenen sus paisanas. Esta creación
compartida no es extraña a las molas que con frecuencia son hechas por varias
manos.
5. Ese es el punto: volver al punto. A la esencia. Para liberar al hecho cultural
de aquello que lo erosiona, que lo aleja de su creadora y lo reduce a un numero
muerto, entre la oferta y la demanda. Ojala y el vuelo poético de Ologuagdi
encuentre aquí otra vez, en sus diseños para molas, donde anclar y
reproducirse.
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