REPERTORIO DE POESÍAS PARA EL CONCURSO DE RECITADO 1. ROMANCE DE LA LOBA PARDA Anónimo Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas altas iban y la luna rebajada; mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada. Venían echando suertes cuál entrará a la majada; le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda, que tenía los colmillos como punta de navaja. Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada; a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca, hija de la oveja churra, nieta de la orejisana, la que tenían mis amos para el domingo de Pascua. -¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana, aquí, perro el de los fierros, a correr la loba parda! Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza, y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada. Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban; siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias. Al subir un cotarrito la loba ya va cansada: -Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba. -No queremos la borrega de tu boca alobadada, que queremos tu pelleja pa’ el pastor una zamarra; el rabo para correas, para atacarse las bragas; de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas; las tripas para vihuelas para que bailen las damas. Página 1 de 10 2. ROMANCE DE DOÑA ALDA Anónimo En París está doña Alda, la esposa de don Roldán, trescientas damas con ella para la acompañar; todas visten un vestido, todas calzan un calzar, todas comen a una mesa, todas comían de un pan, si no era doña Alda, que era la mayoral. Las ciento hilaban el oro, las ciento tejen cendal, las ciento instrumento tañen para doña Alda holgar. Al son de los instrumentos doña Alda adormido se ha; ensoñado había un sueño, un sueño de gran pesar. Despertó despavorida con un dolor sin igual, los gritos daba tan grandes que se oían en la ciudad. Allí hablaron sus doncellas, bien oiréis lo que dirán: —¿Qué es aquesto, mi señora? ¿Quién es el que os hizo mal? —Un sueño soñé, doncellas, que me ha dado gran pesar: que me veía en un monte en un desierto lugar: do so los montes muy altos un azor vide volar; tras dél viene una aguililla que lo ahínca muy mal. El azor con grande cuita metióse so mi brial; el águila con gran ira de allí lo iba a sacar; con las uñas lo despluma, con el pico lo deshaz. Allí habló su camarera, bien oiréis lo que dirá: —Aqueste sueño, señora, bien os lo entiendo soltar: el azor es vuestro esposo, que viene de allen la mar: el águila sedes vos, con la cual ha de casar, y aquel monte es la iglesia, donde os han de velar. —Si es así, mi camarera, bien te lo entiendo pagar. Otro día de mañana cartas de fuera le traen: tintas venían de dentro, de fuera escritas con sangre que su Roldán era muerto en la caza de Roncesvalles. Cuando tal oyó doña Alda muerta en el suelo se cae. Página 2 de 10 3. ROMANCE DE LA CONQUISTA DE ALHAMA Anónimo Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada, desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla. Cartas le fueron venidas cómo Alhama era ganada. ¡Ay de mi Alhama! Las cartas echó en el fuego, y al mensajero matara; echó mano a sus cabellos y las sus barbas mesaba. Apeóse de la mula y en un caballo cabalga; por el Zacatín arriba subido había a la Alhambra; mandó tocar sus trompetas, sus añafiles de plata, porque lo oyesen los moros que andaban por el arada. ¡Ay de mi Alhama! Cuatro a cuatro, cinco a cinco, juntado se ha gran campaña. Allí habló un viejo alfaquí, la barba bellida y cana : -¿Para qué nos llamas, rey , a qué fue vuestra llamada? -Para que sepáis, amigos, la gran pérdida de Alhama. ¡Ay de mi Alhama ! -Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara; mataste los abencerrajes, que eran la flor de Granada; cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada. Por eso mereces, rey, una pena muy doblada, que te pierdas tú y el reino y que se acabe Granada. ¡Ay de mi Alhama! Página 3 de 10 4. COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE Jorge Manrique (Fragmento) Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor. Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido y acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera más que duró lo que vio porque todo ha de pasar por tal manera. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos. (…) Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pensar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos. Página 4 de 10 5. CANCIÓN V (Fragmento) Garcilaso de la Vega Si de mi baja lira tanto pudiese el son, que en un momento aplacase la ira del animoso viento, y la furia del mar y el movimiento; y en ásperas montañas con el suave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese, y al son confusamente los trajese; no pienses que cantando sería de mí, hermosa flor de Gnido, el fiero Marte airado, a muerte convertido, de polvo y sangre, y de sudor teñido; ni aquellos capitanes en las sublimes ruedas colocados, por quien los alemanes el fiero cuello atados, y los franceses van domesticados. Mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada, y alguna vez con ella también sería notada el aspereza de que estás armada; y cómo por ti sola, y por tu gran valor y hermosura, convertido en viola, llora su desventura el miserable amante en tu figura. Hablo de aquel cautivo, de quien tener se debe más cuidado, que está muriendo vivo, al remo condenado, en la concha de Venus amarrado. Por ti, como solía, del áspero caballo no corrige la furia y gallardía, ni con freno le rige, ni con vivas espuelas ya le aflige. Página 5 de 10 6. COPLAS DEL ALMA QUE PENA POR VER A DIOS San Juan de la Cruz Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no muero. En mí yo no vivo ya, y sin Dios vivir no puedo; pues sin él y sin mí quedo, este vivir ¿qué será? Mil muertes se me hará, pues mi misma vida espero, muriendo porque no muero. Esta vida que yo vivo es privación de vivir; y así es continuo morir hasta que viva contigo. Oye, mi Dios, lo que digo, que esta vida no la quiero, que muero porque no muero. mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida en este lazo tan fuerte; mira que peno por verte y mi mal es tan entero, que muero porque no muero. Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida, en tanto que detenida por mis pecados está. ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será cuando yo diga de vero: vivo ya porque no muero? Estando ausente de ti, ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer, la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí, pues de suerte persevero, que muero porque no muero. El pez que del agua sale aun de alivio no carece, que en la muerte que padece al fin la muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale a mi vivir lastimero, pues si más vivo más muero? Cuando me pienso aliviar de verte en el Sacramento, háceme más sentimiento el no te poder gozar; todo es para más penar por no verte como quiero, y muero porque no muero. Y si me gozo, Señor, con esperanza de verte, en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando como espero, muérome porque no muero. Sácame de aquesta muerte, Página 6 de 10 7. ÁNDEME YO CALIENTE Luis de Gongora Ándeme yo caliente, y ríase la gente. Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, y ríase la gente. Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados como píldoras dorados; que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla que en el asador reviente, y ríase la gente. Cuando cubra las montañas de blanca nieve el enero, tenga yo lleno el brasero de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del Rey que rabió me cuente, y ríase la gente. Busque muy en hora buena el mercader nuevos soles; yo conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a Filomena sobre el chopo de la fuente, y ríase la gente. Pase a media noche el mar y arda en amorosa llama Leandro por ver su Dama; que yo más quiero pasar del golfo de mi lagar la blanca o roja corriente, y ríase la gente. Pues Amor es tan cruel, que de Píramo y su amada hace tálamo una espada, do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente, y ríase la gente. Página 7 de 10 8. CASTILLA Manuel Machado El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos, -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Cerrado está el mesón a piedra y lodo. Nadie responde... Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder. ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules, y en los ojos, lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. "Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!" Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: "¡En marcha!" El ciego sol, la sed y la fatiga... Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Página 8 de 10 9. A JOSÉ MARÍA PALACIO Antonio Machado Palacio, buen amigo, ¿está la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los caminos? En la estepa del alto Duero, Primavera tarda, ¡pero es tan bella y dulce cuando llega!... ¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas? Aún las acacias estarán desnudas y nevados los montes de las sierras. ¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa, allá, en el cielo de Aragón, tan bella! ¿Hay zarzas florecidas entre las grises peñas, y blancas margaritas entre la fina hierba? Por esos campanarios ya habrán ido llegando las cigüeñas. Habrá trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardíos con las lluvias de abril. Ya las abejas libarán del tomillo y el romero. ¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas? Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarán. Palacio, buen amigo, ¿tienen ya ruiseñores las riberas? Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde está su tierra... Página 9 de 10 10. VIENTOS DEL PUEBLO Miguel Hernández Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta. Los bueyes doblan la frente, impotentemente mansa, delante de los castigos: los leones la levantan y al mismo tiempo castigan con su clamarosa zarpa. No soy de un pueblo de bueyes, que soy de un pueblo que embargan yacimientos de leones, desfiladeros de águilas y cordilleras de toros con el orgullo en el asta. Nunca medraron los bueyes en los páramos de España. ¿Quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza? ¿Quién ha puesto al huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayo detuvo prisionero en una jaula? yugos que habeís de dejar rotos sobre sus espaldas. Crepúsculo de los bueyes está despuntando el alba. Los bueyes mueren vestidos de humildad y olor de cuadra: las águilas, los leones y los toros de arrogancia, y detrás de ellos, el cielo ni se enturbia ni se acaba. La agonía de los bueyes tiene pequeña la cara, la del animal varón toda la creación agranda. Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba. Cantando espero a la muerte que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas. Asturianos de braveza, vascos de piedra blindada, valencianos de alegría y castellanos de alma, labrados como la tierra y airoso como las alas; andaluces de relámpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas; extremeños de centeno, gallegos de lluvia y calma, catalanes de firmeza, aragoneses de casta, murcianos de dinamita frutalmente propagada, leoneses, navarros, dueños del hambre, el sudor y el hacha, reyes de la minería, señores de la labranza, hombres que entre las raíces, como raíces gallardas, vais de la vida a la muerte, vais de la nada a la nada: yugos os quieren poner gentes de la hierba mala, Página 10 de 10