HARVARD DEUSTO BUSINESS REVIEW Martina Gónzalez-Gallarza Granizo Departamento de Márketing. Facultad de Estudios de la Empresa (Valencia).of Management del MIT. Fidelidad ‘versus’ lealtad: ¿clientes “perros” o “amigos”? Como clientes y consumidores hoy en día, vemos proliferar a nuestro alrededor promesas de ventajas que buscan premiar nuestra fidelidad. Al igual que fuimos aprendiendo a tener varias tarjetas de crédito en la cartera, hemos aprendido a llevar múltiples tarjetas de cliente con nombres más o menos imaginativos y sugerentes: así, pertenecemos a clubes en los que nunca coincidimos con ningún otro miembro, nos hacen amigos de tiendas que hemos frecuentado una o dos veces, o socios de asociaciones cuyas causas nos resultan totalmente indiferentes, formamos parte de círculos de usuarios y recibimos correspondencia encabezada por “Querido amigo” de personas con nombre y apellido, pero perfectamente desconocidas. Todo esto debe hacernos reflexionar sobre el verdadero sentido de las políticas de fidelización y de las asociaciones del márketing de relaciones 2 esulta razonable que las empresas tomen buena nota de la importancia de mantener excelentes relaciones a largo plazo con todos los interlocutores posibles: accionistas, proveedores, distribuidores, prescriptores, empleados, directivos y, por supuesto, clientes. El cambio de orientación que propuso el llamado “márketing relacional” –o, más gramaticalmente correcto, “márketing de relaciones”– conduce a una preocupación por crear relaciones estables en todas las direcciones. Este advenimiento ha sido criticado por los más escépticos, que consideran que en los mercados no hay nada nuevo bajo el sol y que “relaciones” han hecho las empresas desde tiempos remotos. Cuando no existían documentos escritos ni telecomunicaciones, ¿qué podía explicar la continuidad de clientes y proveedores, si no es una relación de confianza mutua? Sin embargo, al margen de la discusión sobre la rancia novedad de las prácticas de márketing de relaciones, es indudable que la fidelización de clientes es uno de sus objetivos y que ésta se ha convertido en lo que algunos han calificado como “la búsqueda del Santo Grial”. Queremos, desde estas líneas, proponer una reflexión en voz alta sobre los fines y medios de esta “nueva” orientación hacia la fidelización de clientes. De forma inicial, una simple reflexión semántica puede llevarnos a entender que el objetivo de las empresas no es la fidelización, sino la lealtad. La lealtad es la actitud o predisposición del cliente hacia la marca, producto, servicio o establecimiento. La fidelización es el camino que la empresa diseña para conseguir dicha lealtad. Es decir, la lealtad es el su- R Para poder hablar de lealtad en el cliente, deben darse tres tipos de antecedentes en la conducta de consumo: cognitivo, afectivo y conativo o de comportamiento ceso o resultado, y la fidelización, el proceso o acción que conduce a ello. Sin embargo, una inversión maquiavélica de los términos de esta relación puede generar una comprensión muy defectuosa de los mecanismos subjetivos que mueven a la compra y consumo de productos y servicios. Un símil algo simple, pero muy evocador, puede ayudarnos a madurar esta distinción semántica: el adjetivo fiel se asocia naturalmente al sustantivo perro (un perro es fiel a su amo); el adjetivo leal se asocia naturalmente al sustantivo amigo (un amigo leal). ¿Y qué esperamos de nuestros clientes? ¿Que sean “perros” o “amigos”? En la literatura sobre lealtad y fidelización se suele admitir la necesidad conjunta de tres antecedentes en la conducta de consumo para poder ha- blar de lealtad en el cliente: el antecedente cognitivo, el antecedente afectivo y el antecedente conativo o de comportamiento. Así, son clientes potencialmente leales aquéllos que simultáneamente manifiestan un conocimiento de la marca o establecimiento, que demuestran una predisposición de afecto hacia estos y que, además, han experimentado los beneficios que reportan. La coincidencia de estos tres antecedentes es condición necesaria –que no suficiente, porque recetas mágicas no existen– para conseguir la lealtad de un cliente. Asimismo, la inexistencia de alguna de ellas nos obliga a preparar el terreno con políticas que favorezcan la aparición de los antecedentes ausentes. A continuación se propone, en primer lugar, una reflexión en torno a la CUADRO 1 LOS TIPOS DE CLIENTES QUE DESEAMOS CONVERTIR EN AMIGOS LEALES El perro AFECTO COMPORTAMIENTO El amigo El conocido El mercenario y el rehén CONOCIMIENTO 3 TRES ESTRATEGIAS PARA GESTIONAR UN CRECIMIENTO RÁPIDO tipología de clientes que carecen de alguno de los tres antecedentes y, en segundo lugar, una exposición de algunas de las políticas más adecuadas para favorecer, en cada uno de estos casos, la consecución de la deseada lealtad. π Los “mercenarios” y los “rehenes” os clientes que nos conocen y nos frecuentan son evidentemente fieles, puesto que repiten, de forma consciente, sus compras. No obstante, estos clientes fieles no son leales, porque no manifiestan afecto hacia la empresa o hacia sus productos. Se trata, por tanto, de una fidelidad claramente inducida por la empresa, promovida esencialmente de dos formas: de forma positiva mediante los sistemas de puntos descontables de futuras compras y, de forma negativa, con las llamadas “barreras al cambio”. Esto genera respectivamente dos tipos de clientes, que, siguiendo la nomenclatura de la Harvard Business School, podríamos denominar “mercenarios” y “rehenes”: los mercenarios son clientes oportunistas, dispuestos a ser comprados por el mejor postor; los clientes cautivos o rehenes son aquéllos que están, pero no desean estar. Los mercenarios corresponden al resultado de las primeras manifestacio- L nes de políticas de fidelización, cuyo primer y mejor exponente fueron los programas de frequent flyers de las compañías de aerolíneas. Los clientes rehenes son cautivos debido a la existencia de las barreras al cambio. Tradicionalmente, el márketing de relaciones se ha apoyado en éstas últimas, para asegurar la retención de los clientes, sobre todo en determinadas industrias y servicios (business-to-business, seguros e, incluso, banca). Ésta es una política de “zanahorias” y “palos” que se limita a promover una lealtad inducida, pero no orgánica; ésta última es la que pertenece a la propia naturaleza del cliente y, por tanto, la que debemos buscar. La política de “palos” es una lucha contra la posible infidelidad del cautivo basada en la imposición de barreras al cambio, que genera deseos de partir y no de quedarse. Sólo es aplicable en entornos monopolísticos u oligopolísticos y, por consiguiente, tiene un horizonte muy corto. Las empresas públicas o las de suministros de energía doméstica deben comprender que la lealtad del cautivo es circunstancial. En la empresa que ofrece “zanahorias”, aun cuando éstas sean cada vez más sofisticadas, la política de clientes queda esclavizada por las ofertas competidoras, generando verdaderas subastas que fomentan clientelas efímeras. Y la lealtad del mer- En la empresa que ofrece “zanahorias”, la política de clientes queda esclavizada por las ofertas competidoras, generando verdaderas subastas que fomentan clientelas efímeras 4 HARVARD DEUSTO BUSINESS REVIEW cenario está sujeta a cambios circunstanciales, que la convierten en una potencial fuente de infidelidad que no manejamos, puesto que queda a la merced de un coste de oportunidad incontrolable. En el mercado de la telefonía, por ejemplo, el constante bombardeo de ofertas publicitarias cada vez más ajustadas sólo genera espirales de precios, en las que el consumidor se pierde y acaba dudando de que el máximo beneficio ofrecido hoy no sea superado mañana por el rival más próximo. Resulta, por tanto, imperioso hallar caminos que lleven a cautivos y mercenarios a convertirse en amigos leales. π El cliente “perro” uando falta el primer antecedente (los aspectos cognitivos), la empresa se encuentra ante un cliente que compra con asiduidad y que está unido por lazos sentimentales o afectivos; su comportamiento es repetitivo y, por ello, puede ser hasta muy beneficioso para la empresa. No obstante, la falta del antecedente cognitivo hace que este tipo de cliente no sepa dar razón de su elección, por lo que genera un comportamiento más animal que racional, semejante por tanto a la fidelidad de un perro para con su amo. En mercados claramente competitivos, este tipo de fidelidad no es suficiente, porque no garantiza una lealtad conscientemente elegida, capaz de soportar vientos adversos. Además, a pesar de poseer lazos afectivos hacia la empresa, este cliente “fiel” no es capaz de comunicar a otros consumidores su satisfacción, puesto que carece del antecedente cognitivo. Y sabemos hasta qué punto resulta importante la recomendación en determinados mercados, puesto C El uso indiscriminado que ésta es generadora de esa lealtad orgánica y no inducida por la empresa. En estos casos, la empresa debe buscar truncar la fidelidad del cliente “perro” por la lealtad del amigo, que frecuenta y quiere a la empresa, pero que también la conoce, y ejerce, por tanto, una opción libre, voluntaria y consciente. π El cliente “conocido” uando falta el tercer elemento (el comportamiento), no se trata más que de un posible cliente, que nos conoce y nos estima, pero no nos frecuenta. Se trata, por tanto, de un simple “conocido”, cuya lealtad hacia la empresa es sólo latente. Sería absurdo pretender pasar a un perfecto desconocido a la categoría de amigo leal. El uso indiscriminado de un trato falsamente cercano con todos los clientes genera una desconfianza que puede provocar una actitud negativa hacia la empresa y hacia sus empleados. Es más, la desconfianza que puede generar dicha voluntad estratégica es nociva por partida doble: por un lado, corremos el riesgo de espantar con nuestros escarceos a un potencial futuro cliente, acosado por nuestro afán de conquista; por otro lado, ponemos en juego la credibilidad de la exclusividad de nuestro compromiso con respecto a los demás clientes, que pueden entrever una discriminación positiva en nuestro comportamiento. Moraleja: los clientes que tan sólo son “conocidos” no merecen ser fidelizados: no queramos tener tantos amigos que al final nadie quiera ser amigo nuestro. Una vez conocidos e identificados los tipos de clientes, ¿cuáles son las acciones que debe emprender la empresa para conseguir la lealtad de C clientes “conocidos”, “perros”, “mercenarios” y “rehenes”? Deberá basarse en las necesidades que el cliente manifiesta, apoyándose en la carencia de uno u otro antecedente. π Pasar del cliente “conocido” al cliente “amigo”: reforzar el comportamiento l manejo de una cartera de clientes que conocen y aman a la empresa, pero que la frecuentan poco o nada, es probablemente la situación más difícil. En estos casos, la empresa tiene gran notoriedad y goza de buena reputación, por lo que debe plantearse cuál es su política frente a los clientes “conocidos”. Entre éstos, debemos diferenciar dos categorías: los reales (aquéllos que nos han comprado alguna vez) y los potenciales (aquéllos que nunca nos han comprado). Frente a los reales, la empresa debe recoger suficiente infor- E de un trato falsamente cercano con todos los clientes genera una desconfianza que puede provocar una actitud negativa hacia la empresa y sus empleados mación para poder discriminar cuáles pueden llegar a convertirse en amigos leales y cuáles deben seguir en esa categoría de “conocidos”. Un error bastante común sería el de felicitarse por un número elevado de clientes que automáticamente obtuvieran la categoría de fidelizables. Recordemos CUADRO 2 ACCIONES PARA CONSEGUIR LA LEALTAD DE LOS CLIENTES CARENCIAS NECESIDADES Conocimiento Ser escuchado Afecto Ser querido Comportamiento Ser servido 5 TRES ESTRATEGIAS PARA GESTIONAR UN CRECIMIENTO RÁPIDO ACCIONES Segmentación Investigación comercial Customer Care Márketing tribal y valores sociales Calidad, valor Información sobre la empresa Creer que el polo de atracción para conseguir clientes fieles era la variable precio supone olvidar la dimensión afectiva del comportamiento humano en el mercado el caso de Nintendo en Francia, que en 1995 tuvo que abandonar la idea de un club porque el espíritu del club se perdía en la indiferencia de un número de socios demasiado elevado (cuando todos pueden ser miembros, ¿qué diferencia frente a sus amigos aporta al adolescente o al niño su pertenencia al club?). Frente a los potenciales, puesto que el crecimiento puede provenir de una búsqueda de nuevos mercados, la empresa debe tener muy claro el perfil de su público ideal antes de tratar una captación y, por supuesto, mucho menos una retención. La herramienta clave en ambos casos es la tan manida segmentación, que no deja por ello de ser esencial para conseguir la lealtad de los clien- tes. La empresa debe utilizar la segmentación como quien utiliza el zoom de una cámara de fotos: cuando ésta se utiliza de forma correcta, se puede tomar una foto nítida de cada cliente; sin embargo, si se utiliza de forma incorrecta, el resultado es borroso y poco concluyente o sólo ofrece una panorámica, en la que los detalles no se aprecian. Resulta, por tanto, necesario segmentar de forma precisa para seleccionar a los que pueden convertirse en amigos fieles. En estos casos, la responsabilidad del paso del “conocido” al “amigo” recae totalmente en la empresa, puesto que existe conocimiento y la actitud del cliente es totalmente favorable; es por este motivo por lo que la dimensión óptima de la cartera de clientes “amigos” es de muy difícil delimitación. Algunas empresas han llegado incluso a poner precio a esta transformación del “conocido” en “amigo”: en Francia, la empresa Swatch exige el pago de 500 francos y la compra de un determinado modelo para pertenecer a su club. Este práctica resulta peligrosa, puesto que existe un determinado punto de inflexión en la actitud o afecto del conocido, que puede tornarse en predisposición desfavorable hacia la empresa (al igual que se cansa el que Una solución para prevenir la infidelidad del “mercenario” y conseguir la lealtad del “cautivo” consiste en la creación de vínculos afectivos, que es el elemento del que carecen 6 HARVARD DEUSTO BUSINESS REVIEW desea la amistad de alguien que resulta altivo). No obstante, empresas como Ferrari se permiten elegir a sus clientes, para determinados productos... Como decíamos más arriba, el paso del “conocido” al “amigo” es el más delicado. π Pasar del cliente “mercenario” o “rehén” al cliente “amigo”: reforzar el afecto urante tiempo se ha creído que el polo de atracción para conseguir clientes fieles era la variable precio. Sin embargo, eso supone olvidar que el consumidor puede moverse por otros criterios que los puramente monetarios y obviar así la dimensión afectiva del comportamiento humano en el mercado. De acuerdo con nuestro diagrama, una solución para prevenir la infidelidad del “mercenario” y conseguir la lealtad del “cautivo” consiste en la creación de vínculos afectivos, que es el elemento del que carecen. Para hacernos una idea de la situación, pensemos que el mercenario necesita ser enganchado como lo son los adeptos a una secta, por razones afectivas, pero, a diferencia de éstos últimos, sin por ello perder el raciocinio de su elección; y los cautivos necesitan sufrir un síndrome de Estocolmo, que les permita “amar” a sus captores. Una primera posibilidad consiste en socializar el consumo de nuestros productos y servicios: basándonos en las necesidades sociales del consumidor, se pueden promover vínculos afectivos más que entre clientes y empresa, entre los mismos clientes, generando lo que algunos han llamado un “márketing tribal”. Algunos servicios con importantes carac- D terísticas de experiencia (gimnasios o escuelas de negocio que ofrecen másters de alto nivel) han comprendido la importancia de promover estos lazos afectivos intra-clientela, aunando la simple frecuentación con un cierto sentimiento de orgullo de pertenencia y estimación. Otra posibilidad para reafirmar vínculos emocionales con los clientes “mercenarios” consiste en la oferta de valores sociales añadidos a productos y servicios, como colaboración con fundaciones, ONG o demás entidades benéficas. Indudablemente, ésta es una práctica comercial, con objetivos lucrativos para la empresa. Sin embargo, el efecto sobre la actitud de los clientes puede ser satisfactorio siempre que la colaboración sea real y verificable por parte del consumidor. Además, cuando existe una relación de afinidad entre la entidad escogida y los productos de la empresa (por ejemplo lavavajillas “antibacterias” y vacunas para niños africanos, o muñecos soldados y ACNUR), además de mejorar el vínculo afectivo, mejoramos otro de los antecedentes de la lealtad, el conocimiento del cliente con respecto a la empresa, lo que resulta vital en un entorno competitivo. Y esto nos lleva a nuestra tercera posibilidad. π Pasar del cliente “perro” al cliente “amigo”: reforzar el conocimiento n este último caso, se trata de reforzar los elementos de conocimiento, esto es, el raciocinio del cliente. En algunos sectores, tradicionalmente habituados a comportamientos de fidelidad, como los comercios de barrio de alimentación, librerías, ferreterías o mercerías, se E Una posibilidad para reafirmar vínculos emocionales consiste en promover vínculos afectivos entre los mismos clientes, más que entre clientes y empresa, generando lo que algunos han denominado un “márketing tribal” han alzado voces alarmadas por la huida de clientes. Estos establecimientos seguían una política de clientes que vivía a la sombra de un tipo de monopolio local: tenían un número de clientes “perro”, con compras repetidas y con los que mantenían una relación afectiva satisfactoria en ambos sentidos. Sin embargo, se han visto sorprendidos por una competencia que utiliza canales virtuales para captar clientes (léase Amazon o similar), a los que, además, no pueden dar un trato directo, porque ni siquiera les ven la cara.... Irónicamente llaman a estos nuevos competidores “competencia desleal”, sólo porque han sabido ofrecer a sus “perros” una vida mejor, pero con el mismo nivel de afecto y frecuentación. Esto se debe a que el afecto (léase “atención al cliente”) debe estar acompañado de altísimos niveles de resultado. Efectivamente, en la gestión de la lealtad no se deben descuidar las herramientas más clásicas como la calidad (hacer bien el trabajo) y el valor (hacer un buen trabajo). Además, el consumidor actual, cada vez mejor informado, está dispuesto a sacrificar algo de dicho afecto a favor de precios más ventajosos, de garantías mayores o de servicios añadidos, todas ellas variables cognitivas, de ese tercer pie que es el conocimiento, que permite que los clientes “perro” se conviertan en amigos leales. 7 TRES ESTRATEGIAS PARA GESTIONAR UN CRECIMIENTO RÁPIDO En definitiva, para no perder el norte, busquemos la lealtad, que no la fidelidad, sin descuidar los tres frentes de nuestra relación con los clientes: éstos quieren ser servidos, ser escuchados y ser amados. π «Fidelidad ‘versus’ lealtad: ¿clientes “perros” o “amigos”?». © Ediciones Deusto. Referencia n.° 1796. Si desea más información relacionada con este tema, introduzca el código 641 en www.e-deusto.com/buscadorempresarial.