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El último círculo
Héctor Abad Faciolince · Monday, September 27th, 2010
A las puertas de un avión Hércules, envuelto a medias en una bolsa de plástico, con el
uniforme lacerado, el cuerpo inerte dispuesto en una bandeja metálica, más algunas
tomas detalladas de sus pertenencias: un reloj Rolex y un fajo de billetes de 50 mil
(nuestra más alta denominación) salpicados de sangre. Las fotos las envía el Comando
General de las Fuerzas Militares y parecen tomadas de un cuadro del Bosco, de una
escena de Dante. Hablan del último anillo de seguridad de Jojoy, pero podría ser el
último círculo del infierno: excrementos, vómito, sangre y dinero.
El nombre de la operación no indica inteligencia (como Jaque), sino ira divina:
Sodoma. Así está en el Génesis: “Llovió del cielo azufre y fuego sobre Sodoma y
Gomorra, por virtud del Señor, y arrasó estas ciudades y todo el país confinante, los
moradores todos y todas las verdes campiñas del territorio”. No digo que este no sea
un final previsible, e incluso merecido, para el más despiadado comandante del
“Secuestrariado” de las Farc, que es como el pueblo le dice a su Secretariado. A
hierro ha muerto el que mucho mató a hierro. Esta vez no habrá homenajes en la
bolivariana república vecina (no conviene incensar al demonio en vísperas electorales)
como ocurrió después del bombardeo a Raúl Reyes. Muy pocos lloran la muerte del
secuestrador más sanguinario.
Pero si bien la acción del Gobierno es justa y debida, también es triste que un país
tenga que celebrar y exhibir las acciones de sangre. Estamos tan degradados que ya
es el fuego y el azufre de Sodoma lo que nos complace. En vez de cubrir con un
discreto velo el resultado de la venganza social, se exhibe su cuerpo para el escarnio y
el repudio público. Lo que se busca, claro, es que los guerrilleros sepan el posible
futuro que les espera, si no abandonan la guerra. Se busca la desbandada. Pero lo que
se obtiene, también, es la imagen precisa de lo que somos: un país sangriento, muy
poco civilizado, todavía en la fase más cruda de su existencia como sociedad.
Repasemos: la barriga expuesta de Pablo Escobar sobre un tejado, la calavera con un
orificio de Carlos Castaño, el cadáver lacerado de Raúl Reyes, la carcasa hinchada del
Mono Jojoy. Tal vez sólo en el África de las masacres de Tutsis y Hutus
(descuartizados a machetazo limpio) se hallen escenas más crudas que las que aquí
estamos obligados a ver desde hace decenios.
Estas no son las imágenes del triunfo, sino los recuerdos diurnos que nos quedan
después de haber vivido un íncubo nocturno. El jueves en la madrugada, al enterarme
del bombardeo que acabó con la violenta existencia del Mono Jojoy, le escribí un
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correo a una ex secuestrada: “El peor de tus carceleros ya no está vivo; no es para
celebrar ninguna muerte, pero Jojoy hacía mucho daño y no se merecía otro final,
probablemente”. Su respuesta nos dice lo que puede sentir cualquiera de sus miles de
víctimas: “Tengo escalofrío. No puedo alegrarme pero es el final de una pesadilla”.
Ojalá este descenso al último círculo del infierno sea de verdad el comienzo de la
salida de esta larga pesadilla. Si las Farc no se rinden, están condenadas al
exterminio.
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on Monday, September 27th, 2010 at 11:59 am and is filed under Actualidad
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