No obstante, cuando mataron aJaimc Garzon admiti que no podia regresar pronto, consegui una mesa de trabajo grande, afile la pluma y comence a escribir este libro. Al terminarlo comprendi -agachando la cabeza en seiial de profundo respeto- que el drama de mi exilio, a pesar de sus dolores, es un palido reflejo de la autentica tragedia que viven a diario millones de colombianos ·desterrados, exiliados en su propio pais. Creo, con ellos, que solo un acuerdo politico profundo permitira echar las bases de una verdadera democracia; la guerra no tendria resultado distinto a la dictadura de los vencedores. ALFREDO MOLANO ISBN 958-36-0080-6 J , .....,." •• ¥ .... - _. a • _ ALFREDO MOLANO Desterrados Cronicas del desarraigo f'.:<]~"}~ ,. rn EL ANCORA EDITORES :1 EL BARCO TURCO 10: I, II!\ II f: Cl 'I' II M l: Cl 73 vi~os sabian solo sumar y restar para saber cuanto les de­ Man los aserr£os de Riosucio, tres dias aguas abajo, donde les compraban la madera. Tonito ni nadie sabe como ni por que un dia llegaron incendiando las casas. Todavia tiem­ bla de miedo cuando cuenta .lo que ha vivido desde aquella I Tonito fue el ultimo nino bautizado por la cruzada evangelizadora del padre Eustaquio. La prueba es que to­ dos sus amigos menores llevan' nombres que no son de cris­ tiano: Bryan, Wilmer, Hayler. Los curas franciscanos pasaban cada ano bautizando a los que habian nacido y casando a sus padres. No volvieron desde que aquellas tie­ rras del rio Atrato se vieron inundadas de paisas que llega­ ron a montar aserrios para llevarse la madera y despues dedicarse al narcotrafico. La vida no volvio a ser la misma de aquellos dias en que las mujeres le cantaban a San Lo­ renzo para que el viento soplara y se llevara la cascarilla del arroz que iban pilando. Tono se crio en la orilla del rio Chajerado. Aprendio a nadar antes que a caminar y se fue haciendo nino miran­ do a las mujeres en currucas lavar ropa sobre tablas de madera, ya que en esa tierra no hay piedras; una piedra es alla un tesoro. No fue ala escuela porque no haMa y porque a nadie le interesaba aprender a leer habiendo radio. Los madrugada. Yo estaba haciendo un trompo porque me habia aburrido de los bareos y de las cometas. La cosecha de arroz no habia llegado y por eso teniamos tiempo para jugar. Porque cuando llegaba el arroz, se venia como una creciente del rio y no habia lugar donde guarecerse para descansar. Los hombres grandes 10 cortaban con machete, y las mujeres 10 arrimaban al pueblo. Los ninos haciamos mandados, y no nos de­ jaban quietos; a los hombres habia que llevarles bi­ che para que no se aburrieran y a las mujeres agua con limon para que aguantaran el sol. Lo malo de ser nino es que todos los trab~os que a nadie Ie gusta hacer los tenemos que hacer nosotros, y cuando to­ dos se echan a descansar, uno tiene que seguir ha­ ciendo mandados. Racer trompos es dificil. No hay con que redon­ dearlos para que se queden dormidos sin derrotar­ se. Los mejores son de chachajo, un palo duro para trabajar, que por eso mismo dura. A mi me gustaba mas hacer barcos y soltarlos rio abajo a que encon­ traran su destino. Me gustaba acompanarlos desde la orilla hasta que se perdieran de vista. Los motores que suben y las trozas de madera que bajan me aho­ ------- 3b - ., il I 74 'I II " I " " M.\ II U Il garon muchos barcos, pero yo segufa haciendolos porque queria que alguno llegara al mar. Todas las aguas van al mar, deda mi papa; y mi abuelo erda que se vaa morir alla. Es verdad: el rio todo se 10 lleva al mar, ya sea los chopos que tumban los rayos, las cosechas de arroz que se desbarrancan, la ropa y los tenis que se dejan secando a la orilla, los animales que se conffan. Basta la basura que uno bota, al mar llega. Bice en palo de balsa todos los bareos grandes que pasaban por el Atrato y que mi;raba cuando acompa­ fie a mi tio Anselmo a bajar unas trozas de ca,tivo a Riosucio, donde las negociaba. AlIa los barcos son grandes como casas, tienen techo, estufa y television y adentro hasta se crian gallinas. Uno puede vivir en ellos toda la vida, sin bajarse, porque, ~a que se baja uno si todo anda con uno? Van hasta Cartagenajalan­ do madera y vuelven trayendo remesa y loza, y duran hasta dos dias en llegar y dos dias en volver. Mi tio me deda que habia barcos mas grandes que esos eh el mar, pero yo no Ie erda. No Ie erda, aunque el era lUi amigo y me habia ensenado a caminar el monte, que tiene su mana. Una culebra mapana mata Un novillo mientras uno mira donde 10 mordio; un ti­ gre mariposo puede romper de un puno una panga; una espina de chonta atraviesa una bota de caucho de lado a lado. Mi tio Anselmo habia andado mucho por el mun­ do. Conoda Quibdo y conoda Istmina, donde corren II', I, II II It (: II 'I' (I It c: II 7~ las aguas al reves y van al OlfO mal', y habra trabajado en el aserradero de la boca del rio Leon, que recoge la madera de todos los rios. Un dia entro en disgusto con los patronos porque no querian reconocerle una plata que Ie debfan. Se fueron a las malas y mi tio, que conoda el dano que puede hacer una rula, Ie zamp6 dos planazos al encargado y 10 dejo boquean­ do como un pescado embarbascado. La polida dio en perseguir a mi tfo y por aqui llego y no volvio a salir. Sin embargo, vino sabiendo como era el cuento de las maderas. Bacia cuentas: aqui nos pagan a tan­ to, en Riosucio vale tanto, en el rio Leon vale tanto y ~cuanto no valdra en Cartagena? Se puso de valiente a sacar cuentas y a contarselas a los aserradores del rio Curvarado, y por eso 10 mandaron matar y 10 ma­ taron: 10 ahogaron a palazos. Sali6 a los tres dias por alla abajo, en las bocas del Murri, hinchado como un manati y blanco como paisa descolorido. Mi abuelo dijo que esa muerte se debfa dejar quieta, parque la venganza trae mas muertes. Pero no Ie hicieron caso. Bubo muertos de aquf y de alIa, hasta que el negocio dela madera se acabo. Un dia pasaron los guerreros,gente que maneja el monte y maneja los fierros. Nadie los canoda: ve­ nian de travesia y traian dos heridos, flacos y acaba­ dos como el santo Cristo de Buchado. Pidieron ayuda. Al que llega al pueblo se Ie curiosea, aunque siem­ pre se Ie ayuda. Descansaron, comieron, lavaron ropa p 76 II I', " I I', M 14 " \I 0 Il y durmieron. Se vdan nerviosos por los heridos, que cada noche se miraban mas blancos. No valieron re­ medios, ni aguas, ni hierbas, ni rezos. Se murieron porque tenian ya poca sangre. Los enterramos en el cementerio, por ahf disimulados, y el comandante nos dijo que no podfamos decirle a nadie. -Si 10 hacen -aiiadio-, volvemos, y no a pregun­ tarles que paso. Pero el tiempo paso y vinieron otros tiempos peo­ res. La gente del rio Curvarado aguanto tres aiios comiendo arroz y mazamorra de platano, porque no querfa vender su madera regalada, hasta que llega­ ron otros paisas con su mochila llena de negocios y 10 pintaron todo facilito y pulpo; mucha gente se matriculo en esa suerte y acepto entrarle al negocio de la coca: sembrarla, trabajarla y meter los billetes entre la mochila. No habfa ni riesgos ni pierdes. Se trabajo bonito al comienzo, los afueranos cumplfan y pagaban. Yo me fui dando cuenta de todo porque ya estaba volanton y mi ilusion era salir del rfo, cono­ cer Cartagena, mirar el mar. Era 10 que soiiaba. La coca es un negocio.que tiene la fuerza del agua cuando la atajan. Ala gente que se mete con ese mal, mal Ie va. A mi mama no Ie gustaba el vicio de vivir detras de los billetes, pero hubo gente que via por ahf un hueco para salir adelante y se comprometio hasta el mango del hacha, como dicen. Yo no se como seria. Lo cierto es que un dia los compradores llega­ ron armados y hablando duro. -- I', L 1111 I.!:\) '1'11111:11 77 -Pagamos a tanto, y si no 1<'~1I KUsta nos imporla poco. Ademas, ya sabemos que ustedes colaboran con la guerrilla y queremos advertirles que eso no 10 per­ mitimos mas. -El trato no era ese -les dijo mi abuelo-. Si us­ tedes no pagan 10 prometido, aquf no se tienen mas negocios con ustedes -y todos los hombres grandes estuvieron con el. -jGuerrilleros de mierda! Por eso es que no quie­ ren colaborar con nosotros -volvieron a decir los diablos. Era gente muy cismatica, que nada permitio. Toco aceptar que pagaran la mercancfa al precio que les dio la gana y se fueron sin despedirse. Todos crdmos que las cosas habfan quedado asf, sin mas peleas, en puras amenazas, pero mi abuelo nos aterrizo: -No, esos diablos vuelven; es mejor guarecernos en la montaiia. Y volvieron. En la noche de ese dfa mi abuelo se levanto muchas veces; yo pense que los orines no 10 dejaban dormir, porque eI siempre se levantaba tam­ baleando, salfa al jardfn y volvfa descansado. Aquella vez, sin embargo, fue distinto. Tampoco los animales estuvieron quietos, y yo me dije que si los perros no ladraban era que ya no llegaba nadie. Entre oscuro y claro me acuerdo que se oyeron los primeros gritos: -jGuerrilleros de mierda! jLos vamos a quemar en los ranchos! jSalgan para verles la cara! 78 II I': /I 'I' F, II II II II 1I /I Mi abuelo alcanzo a decirme: -Metase entre los costales del arroz y no se rebu­ lIa, que ahi no Ie pasa nada -y sali6. En la puerta 10 ~ataron; cayo casi al lado mio; yo ni siquiera pude darle la mano para quedarme con su ultimo calor. Despues fueron sacando a los mayoresy amarran­ dolos uno con otro como trozas para echar al rio. Las mujeresgritaban y rezaban y los niiios corrian sin sa­ ber para d6nde. Eljefe de los diablos disparaba como si fueramos guatines. Yo no me podia mover, el aire nome pasaba y e1 poco que me pasaba hacia un mi­ do que me hacia bullir de miedo. Todo eran carre­ ras de unos y de otros, el pueblo era un solo dolor. Como mandado por mi abuelo, me desencostale y corri abuscar salida al monte. Los disparos me se­ guian, nadie corria para el mismo lado, los diablos disparaban a la loca. Los muertos quedaron, en los patios, en el puerto, entre las casas. A quien cogian con la mano, 10 mataban a machete. Yo no se de don­ de me salio tanta carrera. Me caia y era como si me hubieran botado en un colch6n; me espinaba y era como sime hubieran hecho cosquillas. Corrihasta donde deje de oir gritos, muy lejos del rio, Creo que por aHa nunca habian pasado cristia­ nos, porque la maraiia era oscura de 10 puroespesa. Tanto corri que la noche llego rcipido, y entonces fue­ ron los mosquitos los que me arrinconaron. No ha­ bia mat;€I'a de salirse de la nube que hacian alrededor 1",1. 1111 II 1:1I '1'11111:0 11) de uno. l'arcda que se podfal1 coger a manotadas, pero ninguno quedaba en mis manos, y cuando deja­ ron de atormentarme, comenzo el frio. Yo casi nun­ ca habia sentido frio y esa vez 10 senti porque lleg6 acompaiiado del miedo. Miedo a que alguien Hega­ ra y miedo a que no llegara nadie. Miedo a la noche y miedo al tigre. Miedo a los muertos que habian matado, miedo a que hubieran caido mis papas y mis hermanos.aMiedo a que no los hubieran matado sino que anduvieran perdidos por esos andurriales. El miedo siempre escoge con que cara 10 quiere a uno mirar. Lo pear es cuando 10 mira con varias caras y uno no se Ie puede esconder a ninguna. Me desperte cuando el sol ya estaba calentando. El miedo se habia quedado entre la noche,y enton­ ces fue el hambre la que lleg6 a acorralarme. Yo dije: mejor morirme a que me maten, no salgo. Yaguante asi; buscando pepas todo el dia para matarla, pepas que mi abuelo me habia mostrado. Pero conla no­ che llego otra vez el miedo y no llego solo, sino de la mano del dolor de tripa. Esa noche los midas de ani­ males grandes se vinieron cuando los mosquitos se fueron. Estaba el runruneo de los buhos, que nQ me daba miedo. Estaba el gmiiido del mariposa, que hacen los micos para que eltigre no se acerque. Los gruiiidos son tan iguales que ni la tigra se dacuenta. Un rato los sentia por alIa, y al otro rato por aca, mas tarde habian cambiado de sitio, y despues volvian a aparecer por donde habian llegado. Me encomende ',ITI 110 'III 1'1 Iii 1l1t"'ItMMI\l1lJli al Cristo de los Milagros yasi, acompaliado, me que­ de dormido. Cuando amaneci6 me levante y me dije: no, mejor salir a buscar la muerte que dejar que venga por mr. Sin embargo, 2para d6nde coger si habia dado tanta vuelta que ya no supe ni por d6nde habia llegado? Las aguas 10 llevan, recorde que mi abuelo me habia dicho. Y siguiendolas fui llegando a corrientes mas gordas yasi, poco a poco, al rio y por su orilla, al pue­ blo, donde todo estaba quieto, vacio y no se oia pasar ni el viento. Nadie habia para darme raz6n de quien habia quedado vivo. A los muertos alguien los habia desenterrado y los perras los habfan desparramado por todas partes. Me eche a llorar en el sitio donde habian matado a mi abuelo; ni eI ni ninguno de los cuerpos de nosotros estaba por ahi, pero los rastros de las sangres llevaban al rio. Llon~ mucho, mucho, y entonces arrime a la playa y espere a que alguien me llevara hacia abajo. Pero ninguna panga, pequena 0 grande, arrimaba a la orilla, asi yo Ie hiciera senas y Ie gritara y Ie gritara~Nadie queria saber nada de 10 que habia pasado en el pueblo para no tener que dar cuenta a la ley de 10 que habia visto. Todo el mundo sabia y nadie queria saber. Eche a caminar rio abajo por la orilla hasta que me quite el pueblo de encima.Por la tardecita, de pronto, un ~rista se apiad6 y me recogi6 en su pang~pasajeros venian hablando del fracaso del pueblo, de 10 que nos habian hecho, y alguien dijo ", I, 1\ 1\ II l: () I II It l: () HI que a los muertos los habial1 til'ado al rio para que nadie 1011 reconociera; que a unos los habian rajado para que nunca boyaran; que a otros los habian bota­ do enteros y que estos, al tercer dia, salian a £lor de agua en la Maya de los Chulos, que por eso asi se lla­ maba. Decian que los chulos navegaban sobre los muertos in£lados como vejigas, hasta que a picotazo limpio los reventaban y el difunto se profundizaba entre las aguas. Comence a rogar por que a mis pa­ pas no los hubieran rajado ni que los chulos los hu­ bieran reventado, para poder hacerles siquiera un alabado. AI poco rata llegamos a la Moya y yo Ie dije al marinero que me dejara ahi. No estaba solo. Ha­ bia gente del pueblo esperando el tercer dia para ver quien llegaba. Las mujeres rezaban en un altar que Ie habian hecho al Senor Milagroso; los hombres bebian biche y hablaban sin hacer ruido. Todo mun­ do con la esperanza de recoger su muerto y enterrar­ 10 en tierra. Una vecina mia, dona Edelmira, juraba y rejuraba que los muertos que se hunden en el agua se vuelven pescados. A la tarde lleg6 el primer finado, don Anastasio, el dueno de una tienda llamada Mi Orgullo. Lo saca­ ron. Parecia que 10 hubieran cebado, por 10 gordo, y no tenia ojos. La sacaron a pedazos, Ie rezaron y al hoyo. La familia no se hallaba. AI rato lleg6 un primo mio. -Ese es mio -grite. Il I': 82 ,~ I I', II II 1\ II II ... Me 10 sacaron y me ayudaron a enterrarlo. Yo me senti importante, porque todos me dieron el pesa­ me, y triste, porque era mi propia sangre. A la madrugada comenzo la cosecha. Llegaba uno tras otro, tantos, que los huecos que se habian abier­ to no alcanzaron. Solo se oian los «ese es mio», «ese es mio». Hacia frio de ver tanto muerto. Aunque mi gente, la que yo esperaba, no llego. Cada muerto era la ilusion de que fuera mi papa, mi mama, mis her­ manos~ Pero no. Ninguno, por mas que mirara y mi­ rara los que iban arrimando, y tratara de que alguno fuera el que esperaba. Uno necesita el cuerpito del muerto para poder llorarlo, y para que descanse ese arrebato que Ie deja a uno el finado por dentro. Sin muerto, el muerto sigue vivo. Un muerto da vueltas alrededor de los vivos como los tabanos alrededor de las bestlas. Esa tarde llegaron los diablos y dijeron que estaba prohibido pescar los muertos, que habia que dejar­ los seguir rio abajo y que si alguien desobedecia la orden 10 echaban a hacerle compania al difunto que sacara. Con laultima familia que quedo, los Mosque­ ra, nos fuimos en la linea. No hubo nunca mas. AI poco tiempo llegamos a Vigia del Fuerte. La panga se acerco y alcanzamos a ver que el cuartel de la poli­ cia"la alcaldia, la Caja Agraria, todo estaba derrum­ bado y todavia echaba humo. AIguien dijo: -Fue la guerrilla retaliando por 10 del rio Chaje­ rado -y nadie volvio a hablar. \ I': I. II 1\ II l: 0 'I' I J II c: () !U Mi abuelo -me dije- tenia raz6n. Por el rio bajaban las tarullas despacio, y el motor runruneaba y runruneaba. Medio dormido, me des­ perto un golpe sobre una de las bandas de la panga: era una ola que, casi nos hace dar el bote. Me restre­ gue los ojos porque no entendia donde estaba. El rio se habia vuelto unacienaga grandisima. El marinero dijo: -El golfo esta picado -y diciendo eso aparece de porrazo el golfo, es decir, el mar. Me puse arrozu­ do de verlo ysobre todo de olerle ese olor que viene de sus propias profundidades. Me dio por abrir los brazos como los pajaros y por llorar como un recien nacido; senti como si esa inmensidad me banara la pena. AI rato desembarcamos en Turbo, donde arre­ gle con el patron para que me llevara a Cartagena a cambio de lavarle la panga y de ayudarle a atracar donde fuera arrimando. II Tofiito llego al hospital entre la vida y la muerte. Yo cum­ plia mi turnode urgencias y lo recibien coma. Habiaesta­ do en el agua tanto tiempo que se encontraba al borde de una hipotermia fatal. Lo reanimamos y poco a poco lo fui­ mos sacando del hueco y devolviendolo a la vida. La historia es corta: Tofiito se habia escondido en un barco de bandera turca que zarpo rumbo a Nueva York, y al rato los marineros lo descubrieron y el capitan ordeno botar­ 84 II II, S T I': Il Il I\, II I I i'I lo al mar. Tonito no opuso resistencia, sino que le dio la cara al ag;ua y no se dejo empujar sino que se echo solo. No le tenia miedo al ag;ua porque habia nacido en ella y desde nino la manejaba. Pero un barco es un barco y puede tener veinticinco metros de alto; el ag;ua lo azoto, pero no lo reven­ to. La turbulencia de las helices casi lo ahoga, aunque il sabia que a las corrientes no hay que contranarlas y se dejo llevar por ellas hasta que el barco se fue alejando y la calma retorno. Floto mucho tiempo; entendio que nadando no podia lle­ gar a la playa. Eso lo salvo de la desesperacion. Duro sobre­ ag;uando mas de tres horas, hasta que unos pescadores que regresaban de las islas de Baril lo rescataron, segitn ellos, muerto. Lo frotaron con aceite de tortuga para sacarle el frio y le dieron ag;ua de coco hasta que volvio a respirar. Sin embargo, respirar no era lo mismo que revivir y por eso me lo trajeron al hospital, donde me fue tomando conjianza. Yo lo acompanaba a comer y il me miraba con su miradita agra­ decida. Me conto que habia resuelto irse de Cartagena para donde «el viento fuera», porque en Cartagena lo habian tratado de «incendiar». Yo vivfa con una gallada en la calle. Nos rebuscaba­ mos por donde podfamos. Eramos cuatro: tres naci­ dos en el Choco y uno nacido en un pueblo llamado Chengue, en los Montes de Marfa. Comfamos 10 que el dfa nos procurara. Por la noche dormfamos en la puerta de los almacenes finos, en los cajeros de plata y hasta debajo de los carros~Nos vivfan sacando a palo de todas partes porque dedan que ensuciabamos, I", J, III\, Il t: (l 'I' till t: 0 ll~ que olfamos feo, que robabamos. La ley nos mante­ nfa derrotados y siempre de huida; los guachimanes nos daban patadas si nos dejabamos apaiiar. Nos pa­ recio muy buen negocio vender aceite de coco en la playa, pero nunca se pudo. Ahf los enemigos eran los vendedores que habfan arreglado con la polida y Ie pagaban para poder vender ellos solos. A los hoteles no podfamos arrimar porque ahf contratan sapos con guayacan de dfa y machete de noche; los turistas a veces querfan darnos plata y la ley no los dejaba. De­ dan que metfamos basuco y que mas encima vendfa­ mos coca. ~Coca? jSi no tenfamos para comer! A veces chupabamos sacol contra el frio y contra el hambre, porque el sacol es una cobija que quita el frfo y seca la tripa. Los que venden coca y marihuana son la po­ lida y los guachimanes. El parche habfa salido del barrio Mandela, a don­ de llega todo el que no tiene casa. Cuando la panga me dejo en el puerto de Cartagena, 10 primerito que hice fue ir a buscar ese barrio. El marinero me dijo: -Vaya que alIa algo consigue, y hasta puede en­ contrar a su papa y a su mama. Se me alegro el alma de solo pensar en volverlos a ver, aunque fuera por un ratico. Es 10 que uno quie­ re de la gente que se va: volver a verla para decirle que uno esta vivo. A mf me atormentaba pensar que a mi gente la hubieran matado creyendo que a mf me habfan matado. Eso los hubiera puesto mas tris­ 86 II I': ... T I", II II ,\ II (I S tes. A veces me conformo pensando que los diablos no les dieron tiempo de pensar en nada. En el Mandela hay miles de familias. Todos han lle­ gada de huida, dejando el camino de los muertos. Pero quieren seguir viviendo y les toea aceptar la vida como viene. Uno no puede ponerse a regatear con el destino cuando Ie ha visto la cara a la muerte. Ha­ bia mucho pueblo del Atrato y unos pocos del rio Chajerad6. Cartagena siempre ha sido desde siem­ pre como la mama de esos rIOS, y todo mundo tira para aca cuando Ie va mal y tambien cuando Ie va bien. Cuando llegue al Mandela 10 primero que pense era que los diablos que acabaron con mi pueblo debfan de andar por ahf. Pero tambien me dije que era im­ posible que aquf, en medio de tanta gente, nos fue­ ran a rematar. El dia que entre al barrio ya era nochey 10 prime­ roque me tope fue a un familiar, don Tato, primo de mi 'papa. Era un viejo acomodado y buena persona. Me puse contentoporque ere! que me iba a dar hos­ pedaje, como es siempre la costumbre en los rIos. El que lIega, asi sea de noche y 1I0viendo, tiene asegura­ da la comida y la dormida. Pero don Tato me dijo, sin que yo hubiera abierto la boca: .!...Aqui no es como alIa; aquicada uno es cada uno. Nada de que me ayude, que fue que tal cosa y tal otra. No, nada. Aqui 10 que se usa para poder vivir no son las manos sino los codos, que sirven para dar coda­ zos. Entienda que no es que yo no quiera; es que aqui 1':1, ""IICll 'l'1111l:lI H7 no se puede. 0 sobrevivc l1~tccl 0 ~obrevivo yo. Asi que vaya cogiendo camino. Me dije: pues bueno, el viejo tiene su genio, pero no sera asi todo el mundo. No obstante, nadie me queria alojar en su pedazo de rancho, porque no eran ni ranchos siquiera, sino meros tapados hechos con plastico y cart6n sobre el barro de la cienaga. El agua habia que traerla de un tubo que la botaba de tanto en tanto, y para hacer del cuerpo habia un zanj6n donde todos descargabamos y nadie tapaba. Di vuel­ tas hastaque encontre a una senora sola, que no era ni siquiera de la tierra. Me quede mirando un crio que gritaba y 1I0raba. Le dije que si ella queria yo Ie arrullaba la criatura; mecontest6 que no, que la nina 10 que tenia era hambre y eso no se resolvfa menean­ dola. Le dije: -Pues dejeme quedar en un rinconcito y yo Ie ayu­ do en la casa y salgo a buscar para los dos. -Mire aver si encuentra sitio -me respondi6. Y me quede a vivir con elIas. Casi no podia dormir porque la nina gritaba y lloraba dia y noche, y la vieja Ie daba agua de arroz. Yo salia por la manana y volvia con algo por la tarde, y en esas andanzas conod al parche. Saliamos juntos y mientras unos campanea­ ban, otros buscabamos. Conseguiamos para nosotros y para llevar ala casa, pero eso no fue suficiente y la nina amaneci6 muerta un dia. Era que traia un ham­ bre muy brava y no pudimosdominarla. Muerta la !l8 II ~... T It, It It A 1111 M nina, la senora vendio el encapullado que tc.~nia y el nuevo dueno me hizo volar. Para mejor fue, porque pocos dfas despues de sa­ lirme a vivir a la calle, llegaron los diablos y mataron a siete muchachos, todos salidos de los rfos de por puro miedo. Por eso nunca mas quise volver al Man­ dela. Con los parceros hicimos un trato: todo 10 que consiguieramos era para todos, nadie podfa rebus­ carse solo. Si uno busca entre las canecas, si uno Ie hace el rapido a un turista, si uno se jala un vidrio, pues todo tiene que ser ayudado, y para no pelear, que a quien Ie toea cuanto, pues 10 mejor es que a todos nos toque todo. Nos iba bien, vivfamos. Uno sin los diablos detras puede respirar. Pero hay mu­ chos diablos, unos que son de verdad y otros que les ayudan. Un dfa encontramos una puerta para dormir y alIa hicimos el parche. Salfamos por la manana y volvfamos por la noche, hasta que el dueno del alma­ cen se disgusto y nos echo la ley. Entonces, en ven­ ganza, Ie pinchabamos las llantas del carro y nos abrimos. Hicimos el parche en una alcantarilla que tenfa una sola entrada. Era como un hueco largo y alIa nos metfamos. Hasta que una noche, como a las dos de la manana, of un ruido como de alguien ha­ blando; los otros estaban volando porque habfan sa­ coliado, pero como yo tenfa esa vez mucho dolor de cabeza, no quise meter. Cuando me di cuenta, esta­ bamos ardiendo. Yo salte gritando y como fui el pri­ mero en despertarme, las llamas no habfan cogido 1", I. II" II c: I l l ' II I( C () 89 fuerza. Pero de todas maneras, una pata se me alcan­ zo a incendiar; los otros no pudieron salir. Se murie­ ron como pollos en un asadero. Yo me di cuenta de que eran ordenes del cucho del almacen, porque al otro dfa, sin que nadie avisara, y muy de madrugada, fue la policfa a sacar los cadaveres en bolsas negras de plastico. Nadie sabfa que alIa habfa muertos; solo yo y los que habfan hecho el mandado. Yo me dije ahi mismo: -Me voy, me voy, me voy para donde vayan los barcos. Y se fue Tofiito en el barco turco. Yo he pedido en adopci6n al pelado y he hecho todo el papeleo, pero el Instituto de Bienestar Familiar me ha sali­ do con el cuento de que il no es hubfano, porque sus padres no han sido declarados legalmente muertos, ni tampoco des­ aparecidos, porque nadie ha puesto el denuncio de su des­ aparici6n, y que, por lo tanto, hay que esperar un tiempo a ver si alguien lo reclama, 0 si los padres aparecen y van a buscarlo al instituto. Eso significa varios afios de espera y de tramite. A juzgar por la agilidad con que se hacen los tramites, Tofiito cumplira la mayoria de edad antes de que el juez tome una decisi6n que me permita adoptarlo.