Lo representable, lo irrepresentable y lo presentable

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Lo representable, lo irrepresentable
y lo presentable
Consideraciones acerca de la repetición
y el acontecimiento psíquico
*
Isidoro Berenstein (Argentina)
lo Introducción
Deseo plantear este trabajo acerca de lo representable y lo irrepresentable desde la posibilidad de inscripción de lo nuevo en el psiquismo y
en la constitución de la subjetividad. Debiera entenderse como "nuevo"
aquello producido en la actualidad y que no existía previamente, o sea
sin representación anterior. Esto replantea en psicoanálisis el tema del
origen, bajo la cuestión de si todo lo existente en el psiquismo tiene un
comienzo único en los primeros años de la vida o si es posible admitir
distintos momentos de origen en la subjetividad. Comenzaré con una
consideración sobre la representación.
11.Acerca de la representación
El psiquismo no reconoce cantidades sino sólo cualidades, y éstas lo
hacen a través de la representación y del afecto. Freud, como se sabe,
usó dos términos: 1) Vorstellung, más usado en la filosofía alemana de
su época, para darle un nuevo sentido al acto de pensamiento, a lo
psíquico inconsciente; 2) Repriiserüatiz o Repriisentant, término más
ligado al derecho, que denomina al letrado -en términos actuales, el
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica
de Buenos Aires. Dirección: República
de la India 2921, 9° "A", (1425) Ciudad de Buenos Aires, R. Argentina. E-mail:
[email protected]
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Isidoro Berenstein
abogado-, aquel que representa ante los tribunales a un cliente que no
podría manejarse con esos usos y costumbres, con el código propio de
lo jurídico. Se dice que es su representante de manera tal que, conociéndolo, defiende sus intereses. Este último término es el que se utilizó y ligó al de pulsión, aquello que se hace representar en el psiquismo,
apto para el reconocimiento de cualidad; en tanto que el primero se
empleó más para huella mnémica, es decir para formular la teoría de
la memoria inconsciente.
"Vorstellung" es un término que Freud usa en "representación de cosa"
y "representación de palabra" (Sachvorstellung
o Dingvorstellung
y
Wortvorstellung) y que está compuesto por "vor" equivalente a "anticipar", "ubicar antes", "preliminar", y "Stellung" equivalente a "posición"
o "situación". En cambio para representante de la pulsión utilizó
"Triebrepriisentanz"
o "Triebrepriisentant"
con un uso sensiblemente
distinto. El primero lo acerca más a una forma específica de registro
y de memoria de lo que llama "la cosa", aquello del semejante que no
puede asimilarse al propio cuerpo, que no puede pasar por la identificación. El segundo remite cómo lo somático adquiere capacidad para
representarse y tener presencia como inscripción, lo cual supone ya una
ausencia del otro que junto con el yo produjo las marcas cuyo trabajo
de representación hace al psiquismo inconsciente. Tienen una fuerte
referencia a la historia del sujeto y al origen en el pasado infantil.
Green (1993, pág. 282) planteó una hipótesis donde distinguía entre
el representante psíquico de la pulsión -representación de aquellas excitaciones del interior del cuerpo que llegan al psiquismo, "delegación no
figurable"- y la representación de objeto o de cosa -aquella derivada de
la percepción-, y considera a la conjunción de ambas como la Vorstellung-Repriisentanz,
Gomel (1999) enfatiza que la Vorstellung se refiere a la inscripción de un objeto pulsional y a través de él encuentra la
representación. Se hace posible reencontrarlo porque se trata de un
objeto perdido que la representación conserva por inscripción, investimiento, y trata de hacer presente; mejor dicho, trata de volver a hacerlo presente mediante una cadena asociativa. En todas las descripciones reina cierta ambigüedad entre lo encontrado y 10 reencontrado
o entre lo presente y lo que la representación representa; es decir, vuelve
a hacer presente en imagen, no podría hacerlo de otra manera, porque
la experiencia inicial es pasada. La representación es el resultado del
registro que se tiene de lo ocurrido en ese pasado, y aunque perdido como
experiencia sí persiste como inscripción mejorada y retrabajada.
En el campo de la práctica histórica, representación es la imagen instituida de sí misma (Campagno y Lewkowicz, 1998, pág. 58) por un
conjunto social y/o vincular. Aquí la representación hace tanto a cómo
se inscribe y elabora la ubicación como a la pertenencia inconsciente de
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los sujetos de conjunto, suerte de creación más aproximada o alejada
de la realidad social y/o vincular. Otro factor de ambigüedad -casi no
tratado en la literatura psicoanalítica y sí por aquellos que también nos
ocupamos psicoanalíticamente de los vínculos que, como la familia y la
pareja matrimonial, tienen como marco el parentesco- puede ser derivado de la vacilación en los conceptos individual/vincular o sujeto del
inconsciente/sujeto del vínculo. Lo que ha originado un problema ha sido
pensar la representación de lo producido en el "entre dos" como una prolongación proyectiva de los registros que de la relación tiene cada uno
de ellos, que en realidad son pensados como la ubicación de los objetos
internos proyectados en la relación, es decir como un corrimiento de lo
individual. Para la inscripción del vínculo con el otro y la producción
del sujeto del vínculo, lo ausente pasará a ser aquello de la singularidad de cada sujeto que no resulta compatible para el vínculo. Es lo que
llamamos en otro lugar "lo ajeno". Por resultar un existente no inscripto,
siempre tiende a volver a ocupar su lugar en el vínculo y obliga a un
trabajo de renovada exclusión porque le acompaña el sentimiento de que
su emergencia puede desestructurar el vínculo y al propio sujeto. Ello
lleva a nuevas producciones simbólicas que generan una ampliación de
la relación. Otras veces, y cuando no es posible significar esos retornos
de lo que tiene el deber de quedar fuera, el yo recurre a suprimirlos.
Consecuencia en este campo del mandamiento: "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo". Prójimo es próximo, "el más o muy cercano". "Mismo" viene del latín ipse "el mismo" (Corominas, 1973). De allí vendrá
luego "solipsismo", de solus ipse, "yo solo" (Ferrater Mora, 1965). De prójimo se pasa a semejante aludiendo a los que son parecidos a uno,
manera de describir a los cercanos y diferenciarlos de los que están más
lejos, los otros. El mandamiento contiene como no expresada pero visible conclusión, si uno desea observarlo, la indefectible exclusión de lo
radicalmente ajeno del otro y, en muchas circunstancias sociales, la
eliminación radical del otro, del no semejante social, religioso o étnico.
Esta ajenidad ofrece uno de los varios irrepresentables. Otro proviene
del propio cuerpo que la representación de la pulsión no cubre pero que
puede ofrecerse para hacerlo sustitutivamente, sería el territorio de más
allá del principio de placer. Otro irrepresentable proviene de más allá
del principio de realidad, aquello del mundo social y cultural imposible
de representar y que, cuando se presenta, aparece como aquello que se
llama "trauma social". Lo irrepresentable se liga al mecanismo de imposición, aquello del otro singular y también del conjunto de otros que
constituye "lo social", que se impone al sujeto y que éste no puede sino
aceptar al principio sin representar. Lo hace a la manera de una presencia extraña que es el registro psíquico de lo ajeno.
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Es la falta del concepto de lo irrepresentable aquello que llevó a suponer que todo podía ser representado, a costa de limitar conceptualmente la posibilidad de inscripción en el aparato psíquico en los primeros años y que todo ingresara en el psiquismo a través de los objetos
privilegiados que son, en todas las concepciones psicoanalíticas, la madre
y, un poco más apartado y un tanto posteriormente, el padre. Apartado
porque perceptivamente el bebé no está en contacto corporal con él, como
sí lo está con la madre, y apartado porque estas concepciones siguieron
arrastrando para lo simbólico la marca contradictoria de lo biológico.
Quizás haya que distinguir lo irrepresentable de la ausencia de representación. Green (1993, pág. 382) caracteriza la alucinación negativa
como "representación de la ausencia de representación", es decir como
precondición de la teoría de la representación. Diría que lo irrepresentable es la condición de otro campo mental, con otra concepción del
origen y como un modo de darle lugar a la inscripción de la ajenidad
del otro.
IlI. Acerca de una oposición que puede no ser tal
Planteados los dos términos, "lo representable" y "lo irrepresentable",
tal como figuran en el título de este número especial de la REVISTA DE
PSICOANÁLISIS, emerge en el espíritu que ambos remiten a uno solo, al
primero, y en relación con éste se piensa al segundo como una carencia, una falta, algo a solucionar, en definitiva a hacer representable. La
partícula "i" así como "im" son derivados de "in", que es una partícula
privativa que marca con una supresión aquello que el término establece: "irrepresentable" es "sin poder ser representado", "impensado", "impensable" (Puget, 1988), sin la posibilidad de ser pensado, "conocimiento imposible" (Berenstein, Puget, Siquier, 1984): sin posibilidad de ser
conocido. Es que el psicoanálisis se edificó sobre lo representable, en
primer lugar sobre las huellas de la memoria y la representación inconsciente derivada de ellas, el modo bajo el cual se da la realidad
psíquica. La idea de representación está asociada a la de origen psíquico como derivado de experiencias tempranas e infantiles y, aunque éstas
sean variadas, corresponderían a una situación única, aquella excitación que por exceso o por déficit produjo la fijación. También se la asocia
a la continuidad psíquica entre la experiencia con un otro privilegiado,
principalmente la madre, y su inscripción inicial bajo el modelo de la
vivencia de satisfacción (Freud, 1895): triple registro que liga asociadamente la imagen del objeto que produjo la satisfacción, el pecho
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materno, los propios movimientos musculares reflejos desencadenados
por aquél y el registro de placer. Desde allí, la evocación del registro
del objeto desencadenará también los otros dos. Aquí residiría el origen
de toda búsqueda de objeto, y a su vez, los encuentros con los otros remitirían en su significado a ese origen. En ese sentido se suele pensar
que lo irrepresentado no puede remitir a lo inscripto como vivencia de
satisfacción o resulta de su arrasamiento.
Si la representación está estrechamente ligada a la represión originaria que constituye lo inconsciente sobre una materia que era tanto
consciente como inconsciente y sin una barrera de la censura que las
separase, lo irrepresentable fue pensado como efecto de una solución de
continuidad, de efracción, de una ruptura en un orden dado. Se lo refiere
por lo general al efecto de un exceso respecto de lo representable. Aunque
a veces reconoce esta génesis, podemos ahora referirlo a todo aquello
que sigue siendo tanto consciente como inconsciente, por lo tanto no
accesible a ser representable si no es previamente inscripto, paso previo para hacerlo pensable como forma de existencia en la mente, que
cuando no lo es aparece como un mundo de percepciones internas-externas, como una no ausencia y una no presencia. Veamos cómo describe Puget lo impensable y lo impensado:
"'Lo impensable es del orden del vacío, del desecho, del agujero, de
la herida' (Kaes, 1980). Se refiere a ciertas percepciones que pueden
despertar emociones intolerables y no encuentran traducciones en palabras. Quedan en su estado original ligadas a lo concreto, al vacío,
a la pérdida de límites y a la repetición. La producción de imágenes
puede estar interrumpida [...]. Se trataría de una zona en la cual el
Yo podría suponer que existe siempre un algo más asociado a una vivencia de horror y catástrofe no imaginado ni imaginable aún. Su lugar
es el de la locura y la muerte que pueden llevar a estar sumergida
en una experiencia insoportable. Insoportable está en general asociado a una explosión corporal y mental, pérdida de límites y posible
aparición de fenómenos mentales aniquilantes" (Puget, 1991, págs. 45
y 46).
El trabajo con lo irrepresentable consistiría en que realice la correspondiente inscripción inconsciente, pero allí pasaría a representación (véase punto V), con lo cual dejaría de ser irrepresentable. Se puede decir
que si una de las fórmulas de Freud para la tarea psicoanalítica en la
sesión fue hacer consciente lo inconsciente, lo cual es válido para la representación inconsciente y su relación con el deseo después de instalada
la represión, habría que agregar que el trabajo con lo irrepresentable
es hacerlo inscribible, paso previo a tornar inconsciente lo consciente,
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y para esta tarea el sujeto no encontraría otra referencia en su pasado
infantil salvo aquello que fue representado. Pero habría inscripciones
inconscientes actuales que no remiten a las ya existentes. Aquí estaríamos ante la tarea de inscripción propia del análisis y de su carácter
de novedad. La experiencia clínica indica que otras experiencias
vinculares significativas se inscriben por primera vez en el psiquismo
generando nueva subjetividad además de la infancia como ese período
de inscripción de primeras experiencias originalmente ligadas a la
autoconservación y a la sexualidad.
Lo irrepresentable tiene un régimen de ser propio y distinto al de la
representación. Aunque es posible que nada se pueda decir de lo irrepresentable como virtud de lo nuevo que no está destinado a ser representado. Lo irrepresentable surge ante el yo en el vínculo con otro, pero
lo que ha de representar es lo del vínculo que se inscribe en el yo y no
lo que tiene de vínculo con el otro propiamente dicho, aquello que es
existente no posible de inscribir.
Todo vínculo con otro tiene carácter de irrepresentable aunque la
poética haya pugnado por ponerlo en palabras y darle nombre. Aquí se
llamará vínculo (Berenstein y Puget, 1997) a la relación estable del
sujeto con un otro sujeto con características de presencia. El vínculo
deberá ser pensado como productor de subjetividad a partir de la novedad proveniente del otro y en especial de aquello del otro inasimilable
por el yo, lo ajeno del otro, lo verdaderamente irrepresentable, ya que
cuando deviene representable dejó de ser ajeno. Paradoja constitutiva
de la subjetividad, donde lo irrepresentable es a su vez motor y estímulo del vínculo y del sujeto. También su intolerancia puede ser fuente de sufrimiento e intento de anulación del otro por la vía de hacerlo
totalmente representable, es decir asimilable.
Cuando lo irrepresentable se mantiene y produce síntoma, adquiere
la forma persistente de imágenes, con la modalidad de fenómenos
perceptivos ocupantes de la mente, porque persisten mucho más allá
del tiempo en que fueron percibidas y por la falta de posibilidad de inscripción. Debería diferenciarse de la repetición ligada a un hecho infantil.
"Hay ciertas percepciones o ideas alojadas en el aparato psíquico que
sólo pueden adquirir una significación y ser transformadas en el pensamiento cuando lo permita el contexto. Ocupan un lugar en la memoria. Están a la espera de un cuerpo o a la espera de un objeto dador
de significación, un analista capaz de transformar en decible o hablable
los contenidos de esta zona" (Berenstein y Puget, 1997, págs. 46 y 47).
Lo irrepresentable se reitera sin posibilidad de que esas imágenes sean
reprimidas y, por lo tanto, susceptibles de ser puestas en palabras que
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las hagan parcialmente decibles o de constituir formaciones de compromiso. En el psiquismo se produce una "como presencia cuasi permanente" que no se deja pasar a ausencia como precondición para inscribirse
como representación. Sólo es una marca que insiste como tal y no admite
re-presentarse. De las características de marca y representación me
ocuparé luego en el punto V.
Lo que sugiero aquí llamar "irrepresentable" correspondería a una
serie de hechos mentales vinculados al devenir, no unificados bajo el
imperio de la representación, cuya característica es la discontinuidad
con posibilidad de tener otro origen que el infantil y otro orden de presencia, sin inscripción o a la espera de ella. El propio yo habría desarrollado como modalidad defensiva poner bajo una continuidad que otorgue identidad al hecho discontinuo para no alterar la permanencia de
la llamada "forma de ser" del sujeto. Esta defensa frente al devenir se
acompaña de afirmar que todo remite a un solo origen, del cual sería
una derivación más próxima o más alejada, y que ese origen se despliega cuando el yo progresa.
A propósito de la práctica historiadora, Campagno y Lewkowicz (1998)
dicen que tres decisiones que apuntan a la unificación de problemas distintos son:
"a. la decisión antigua de privilegiar la permanencia sobre el devenir;
b. la decisión moderna de investir la física como ideal de cientificidad;
c. la decisión contemporánea de asumir la unidad del ser y el devenir
bajo la forma de progreso".
Con la primera se refieren a resaltar lo consistente del ser por sobre
el devenir alterador. Con la segunda, a tomar el criterio de eficacia como
principio de verdad referido al privilegio de lo técnico. Con la tercera
aluden a pensar la permanencia de lo social bajo el principio de razón
suficiente, así como a la idea hegeliana de que lo que es resulta del despliegue de lo que está en potencia. Y esto se relaciona con el papel del
otro.
Von Foerster (1994) en un interesante y bello trabajo muestra que al
no advertir el punto ciego, el sujeto no ve que no ve, lo cual constituye
una ceguera de segundo orden. Hablamos frecuentemente del punto ciego
para indicar lo que estando ante la vista, sin embargo, el sujeto no ve.
La visión de las imágenes que entran a los ojos a través del cristalino
llegan a la retina que las recibe por medio de los conos y bastoncitos,
las terminaciones de las células visuales. El punto ciego es aquella parte
de la retina donde se origina e inicia su recorrido el nervio óptico, por
ese motivo no hay allí conos y bastoncitos. Aquello del mundo exterior
que vaya a dar a esta área no será visto. Pero lo sorprendente es que
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el campo visual que se obtiene con cada ojo no tiene soluciones de continuidad, o sea que no se nota una falta como debería ocurrir por el recorte de lo no visto por el punto ciego. Como lo señala van Foerster, el
sujeto no ve que no ve. Habría una doble ceguera de distinto nivel, una
en el nivel perceptivo y la otra en un nivel abarcativo, meta que llevaría a darse cuenta o no de la primera.
El ver está tan sincronizado con el oír que las palabras escuchadas
son inmediatamente asimiladas a los gestos vistos en el otro, pero uno
puede llegar a no oír las palabras del otro. Aunque mucho más serio
es no oír que no se oye, porque se afirma conocer aquello que no es
posible admitir que no se oye que no se oye. De ahí que la adjudicación
de sentido pueda llevar a entender que no se entiende o a no entender
que no se entiende o a no reconocer que no se reconocen los distintos
sentidos de las cosas. Ya para este entonces se vive en un reino oscuro
que parece claramente surcado de malentendidos y persecución acerca
de las secretas intenciones de los otros. Dice Van Foerster, y coincido
totalmente con él, que la única manera de vernos a nosotros mismos
es a través de los ojos de los demás. El insight psicoanalítico es la posibilidad de verse a través de los ojos del analista que a su vez deberá
verse a través de los ojos de su paciente. Éstas son variaciones acerca
del malentendido inevitable al considerar al otro como un semejante y
quererlo por esa propiedad, desestimando quererlo por su ajenidad y la
visión que sin ser la de uno el otro ofrece acerca de uno mismo. Mucho
se despejaría si admitiéramos escucharnos como nos escuchan o vernos
como nos ven los otros.
El narcisismo consistirá en repudiar los ojos y los oídos de los otros
y suponer que los del propio sujeto son suficientes o superiores. Consiste en afirmar que nadie se conoce mejor que uno mismo. Desde esta
perspectiva, la visión del otro o la escucha del otro se constituyen en
heridas narcisistas. El sujeto narcisista posiblemente no ve que no ve
y no oye que no oye.
Aquí se sugiere que el otro del vínculo puede aportar aquello para lo
cual el sujeto es ciego de segundo orden. El conocimiento que el otro
aporta acerca de uno mismo, para lo cual uno es ciego, es rechazado o
repudiado porque no es reconocido como propio. Si uno quisiera agregar
que lo inconsciente no es "visto" por el yo, podría decir que las resistencias al análisis también reconocen esta fuente vincular. Pero se agrega
una complicación y es que lo conocido se encuentra por lo que está representado, lo que en realidad quiere decir que es re-conocido y resulta
de un re-encuentro. Postular la novedad de lo irrepresentable implica
una ampliación en la relación con el otro y también una restricción, dado
que lo irrepresentado no es posible de ser reencontrado. La novedad no
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se representa sino que se presenta. Cuando aquella lo hace es ya evocación, por lo tanto es posterior a esa presentación.
Por otro camino Van Foerster sugiere sustituir "ser" por "devenir" y
reconsiderar el "ser humano" como "devenir humano". Es en este último movimiento que se ubica lo irrepresentable.
Esto nos lleva a plantear que si lo irrepresentable corresponde a otra
situación, de otro orden y de otro origen, puede ocurrir que la sesión
analítica individual, el lugar privilegiado para el mundo representacional
y sus vicisitudes, deba hacer un espacio que aún no tiene a lo irrepresentable. El analista también deberá estar alerta porque algunos aspectos de lo irrepresentable pueden no surgir en el encuadre de la sesión individual y sí en el de las sesiones vinculares: el psicoanálisis de
pareja o de familia. Quizá, luego encontremos una formulación adecuada a esta afirmación técnica.
Dado el papel de lo representable en la constitución del sujeto y su
paso por el complejo de Edipo, es sobre esa base que se organiza la identificación que constituye lo que se querría ser y, a través de la elección
de objeto, aquello que se desearía tener (Freud, 1921). Lo completa
aquello que no puede hacer (Freud, 1923) y que introduce esta tercera
dimensión: el hacer, referido a las acciones posibles o no de desplegar.
Lo irrepresentable es esa dimensión del sujeto correspondiente al
devenir, por lo tanto se basa en lo novedoso de toda relación con el otro
y excede las dimensiones anteriores. Cuando el devenir se hace representable para el sujeto, se convierte en ser y le marca el camino al tener,
y se fija mediante la serie de operaciones mentales consideradas como
mecanismos de defensa. Ellos aseguran la construción de la semejanza
y el manejo de la diferencia entre ausencia y presencia del otro, presencia y ausencia del objeto interno. Quizá debería decirse, para que
quede claro y a pesar de la repetición: presencia del objeto que requiere
la ausencia del otro, presencia del otro que equivale a ausencia del objeto.
Si la primera inaugura y establece el ser y el tener y el mundo de los
objetos internos, la segunda problematiza al sujeto porque significa el
devenir y el mundo de los otros, esto es de los vínculos. La bisagra entre
ambos campos lo configura el hacer. Esta dimensión del análisis incluye no sólo la revisión del pasado sino qué y cómo ha de hacer el sujeto
con lo que se le presenta, transferencia incluida. En ese lugar se instala lo irrepresentable. La intolerancia al devenir lleva a repetir tanto
al paciente como al analista. A continuación trataré el surgimiento de
lo nuevo.
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IV. Acerca de la presentación y el acontecimiento
En este contexto se incluye el término "presentación" para caracterizar
la puesta en contacto con lo nuevo, lo no ocurrido previamente. El
carácter de novedad se registra para el yo como presentación, aquello
dispuesto a establecer una marca y una inscripción; pero cuando ésta
se realice y quede registrada, su evocación dejará de ser presentación
de una presencia, será una representación de ella, por lo tanto ya será
una ausencia. Con "presentación" no nos estamos refiriendo a la percepción ligada a la conciencia en el sentido lato de 10 sensorial sino a
aquella cualidad de la presencia que no se deja representar. Cuando sea
representación será la de una ausencia, por lo tanto ya investidura del
yo. Para nosotros, psicoanalistas, la presencia del analista o para éste
la del paciente no se refiere sólo a lo que registra mediante la visión
o los otros sentidos. Puede darse tanto si está acostado como sentado
frente a frente. Lo que se presenta tiene carácter de ajenidad y no es
dable a ser representado. Sena lo que corresponde a un objeto del mundo
no asimilable al yo, no propio para ser incorporado en él como objeto
en el mundo interno, salvo representándolo cuando es posible. A veces
no lo es. Que no se represente no impide que habite el mundo mental
y en esta categoría de irrepresentable se ubica entre otros elementos.
Algunos de estos son lo que se da en llamar el mal como sustantivo: encarnado por un sujeto o varios y que aniquila lo ajeno de la subjetividad del otro y más frecuentemente de los otros, por lo tanto procura la
eliminación de los sujetos sentidos como ajenos. Lo irrepresentable, así
como lo impensable, se configuró como tema en las situaciones de catástrofe social, en los genocidios, en la tortura generalizada por las
formas y los agregados sutiles a la matanza de opositores políticos o religiosos. Pero se pueden pensar estas formas extremas de suprimir la
ajenidad como un campo propio o como un exceso de un mecanismo habitual. Tiendo a pensarlo de la primera manera. La idea de exceso secundario incluye frecuentemente un intento de integración y de unidad
y también de cierta banalización de la violencia implícita en el mal. Es
que toda concepción de lo único en el lugar de lo diverso incluye cierta
banalización.
Un equívoco frecuente es tomar "lo nuevo" como equivalente a "traumático". Esto último es concebido desde la idea de cantidad de excitación no susceptible de ligar con los medios psíquicos habituales para esa
persona. Lo nuevo corresponde a una cualidad, a algo no inscripto hasta
ese momento, pero no por insuficiencia del aparato psíquico o por la magnitud de una supuesta estimulación sino por haberse recién "presentado" al psiquismo. No es algo que 10 inunda sino algo que busca la ins-
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cripción, no arrasa con las inscripciones previas, no se pierden las anteriores o las que había sino que las reubica en otro orden. Las que eran
dominantes, a menudo consideradas centrales, pasan a estar ubicadas
en otro lugar reordenadas por la nueva situación.
Aquí deseo introducir que a partir de Badiou (1988) se da en llamar
"acontecimiento" (Lewkowicz, 1996 y 1997) a aquello que no cabe en la
representación en ese momento y que deberá hacer una operación
agregada, no de complementación sino de suplementación. Y cambia la
significación habida hasta ese momento. Sabemos que un suplemento
no llega nunca a formar parte de aquello que suplementa. Por ejemplo,
una cuña de madera que permite nivelar una mesa o una biblioteca nunca será parte de ellas. En cambio, un complemento es lo que permite
restituir una unidad.
Lo que se opone a acontecimiento es repetición, aunque podamos decir
que nunca una repetición es idéntica a otra y que le acompaña una diferencia. Lo inscripto anteriormente y sus componentes serán ordenados
por un término nuevo que los reubica en un conjunto que previamente
no había. No vale decir que esos elementos estaban desde antes, el orden
simbólico nuevo los hace diferentes y por lo tanto su significación también lo es.
Se caracteriza como acontecimiento a la emergencia de un hecho nuevo
del cual se puede decir que no tiene ni lugar ni representación previa,
que aunque se da en un campo donde es posible que ocurra no es posible
aprehenderlo hasta después de producido. Su ubicación genera una modificación que no es el desarrollo de una predisposición, de una latencia
o de algo que está en potencia. Lo nuevo es una nueva subjetividad e
intersubjetividad, un vínculo que a partir de ese momento adquiere otra
forma distinta a la anterior. El énfasis en lo nuevo se refiere a una no
inscripción previa. Ciertamente esta caracterización está expresada con
varios términos en negativo por dos motivos: 1) porque es preciso ya
sea reacomodar, ya sea desechar una serie de nociones previas que funcionan como obstrucción del nuevo surgimiento y que tienden a cubrirlo de su anterior significación; 2) porque lo negativo tiene valor fundante
como soporte de una evolución por sí y no como lo contrario de positivo.
Diversos autores se han ocupado de este campo (Green, 1993; Rosolato,
1989). A manera de ilustración no clínica referiré una caracterización
usada por Pavlovsky (1996) y que tiene como contexto el apagón del
jueves 12 de setiembre de 1996 con el cual la oposición política llamó
a la población a expresar su descontento y su disconformidad con el
gobierno:
"[...] las protestas sociales emergen a veces demasiado espontáneamente. Son incapturables, ingobernables [...]".
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"Es la inapresabilidad del fenómeno social y su falta de representación política lo que los vuelve difíciles de controlar."
"Nuevos territorios existenciales. Nuevas formas de solidaridad. Nuevos devenires."
"Las nuevas audacias de los desposeidos produciendo nuevas subjetividades."
Repárese que dice "emergen espontáneamente, a veces demasiado" y
habla de la "falta de representación", es decir que no podría esperarse
algo parecido a la repetición o reproducción de algo anterior. "Nuevos
territorios" se refiere a algo así como lugares antes no existentes y eso
a su vez productor de "nuevas subjetividades". Habría una tensión entre
lo novedoso y la representación que deberá hacerlo posible de inscribir
quitándole esa cualidad real de novedoso. Sin embargo, si hablamos de
producción de subjetividad, diremos que una determinada cualidad que
no estaba se hizo presente. "No sería un cambio brusco sino la percepción súbita de una serie de hechos graduales" (Lewkowicz, 1996).
La siguiente es una cita de Gorostiza (1997):
CARMELO:
Bueno; decía que yo también, como vos decís, al mirarme al
espejo todos los días, me veía igual. Pero un día descubrí que me había
aparecido una arruga aquí, al costado del ojo. (Rosa empieza a ponerse nerviosa. Carmelo señala con un dedo el costado de uno de sus ojos.)
Ésta. ¿La ves?
NATALIO.
(Lo observa. Con saña): Hay muchas.
CARMELO.
(Se señala con precisión): Sí; pero ésta, ésta, la más grande.
NATALIO.
(Observa. Con más saña): Todas son grandes.
CARMELO.
Está bien, no verás la que yo digo; pero hay una que es más
grande que las otras. [Si la conoceré! [La veo todos los días! (Lo mira
atentamente). Decíme: ¿Como andás de la vista, vos?
NATALIO.
Perfectamente.
CARMELO.
(Dudando): No sé, eh. Si no podés ver la diferencia que hay
entre una arruga grande y las chiquitas ...Vos sabés que la vista se va
gastando. Bueno: el caso es que cuando la ví (señalándola y mostrándosela a Natalio) -ésta que está acá- me dije: Carmelo, estás envejeciendo. Y ese día comprendí que no era yo solo el que estaba envejeciendo sino que todos estábamos envejeciendo ...
La experiencia acontecimental adquiere carácter de súbita. Lo que se
va modificando intenta ser contenido por la representación mental que
es un registro de una experiencia pasada, o por los lugares de la estructura que están ya ubicados para darle cabida a los contenidos, así
como tienen sus leyes establecidas de transformación. Para que esto no-
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vedoso tenga lugar debe haber un cambio en la significación, no una
ampliación de la significación que estaba predeterminada o en estado
latente. ¿Pero qué diremos acerca de aquello que no tiene cabida en la
representación? ¿Qué no se registra? ¿Qué no se significa? ¿Qué no
existe? Parece que los acontecimientos no funcionan así.
Los historiadores que trabajan con la teoría del acontecimiento diferencian "resultado" de "efecto" (Lewkowicz, 1997). Una acción produce
resultados como consecuencia de lo que es calculable y cuanto más produce tanto más se dice que es eficaz. Pero una acción produce efectos
no calculables y que no eran previstos ni podían ser sabidos o conocidos
antes del cumplimiento de la acción. Dos ejemplos históricos (Lewkowicz,
1997): en Esparta, el resultado de la educación mediante la agogé fue
la excelencia de los espartanos y el efecto no previsible, la oligantropía,
o sea el descenso de la población, por lo cual en un siglo o poco menos
perdió toda su grandeza. En la Revolución Francesa, el resultado fue
la caída de la monarquía y los efectos fueron la serie de revoluciones
que siguieron en los siglos XVIII y XIX. No podía saberse el efecto a
desencadenarse con el principio de soberanía popular inaugurado por
la Revolución Francesa.
V. Propuesta
para una serie lógica de los registros
que han de constituir la subjetividad
El sujeto humano deviene (no sólo es) en un vínculo con otro. Tres son
los ámbitos psíquicos en que el sujeto será pensado y se ha de representar, y están expuestos sistemáticamente al surgimiento de "novedad":
mundo interno, mundo vincular y mundo social. Lo nuevo del otro para
el yo (así como lo nuevo de éste para el otro) se "presenta". Llamamos
"presentación", como queda dicho, a la manera de ofrecerse lo no registrado hasta ese momento. Una evocación de la presentación que incluye un trabajo psíquico desde una investidura pu1sional es lo que llamamos "re-presentación", una vuelta a presentarse pero esta vez
trabajado psíquicamente por el yo. Cada presentación sitúa un "comienzo" y éste puede o no constituir un "origen". No todo comienzo lo hace.
Si es comienzo, es que no tenía existencia antes. Llamaremos "origen"
a una vivencia en el vínculo con el otro, desde la cual experiencias posteriores remiten a ese momento inicial de presentación. Va de suyo en
esta definición que el sujeto humano en su subjetividad tiene varios orígenes y no uno solo caracterizado como "temprano" o "infantil".
36
Isidoro Berenstein
La experiencia con lo que es específicamente el otro a manera de
presentación deja una marca, nueva señal donde antes no la había.
Aunque puede ser casualmente producido, si perdura y ejerce efecto pasa
a ser inscripción. Tomemos un ejemplo del campo del derecho. Cuando
en un caso primero hay un veredicto que no hubo antes, se dice que se
sienta jurisprudencia. A partir de ahí se convierte en necesaria referencia y desde allí ha de perdurar. Sólo cuando es inscripto como una
escritura, se produce como ley y está ligado a un poder que lo hace persistir.
En la historia, la escritura fue primero estatal y se supone que servía
para registrar la contabilidad de los reinos sustituyendo la capacidad
mnemotécnica de la clase gobernante (Robinson, 1996). El Estado garantizaba que lo inscripto tuviera valor de escritura.
La marca puede persistir o desaparecer. Si ocurre lo primero, es un
hecho destinado a ejercer efectos en el sujeto. La ajenidad hace marca
en uno y también en el otro. Su inclusión en una memoria a la manera
de una escritura, o sea en el intento de persistir en la subjetividad por
acción del yo, la convierte en inscripcián.' Tanto si es individual como
si es vincular o social? las marcas devienen inscripciones y remiten a
experiencias vinculares y vinculantes. Pero aquí se abre una cuestión
importante. Aun siendo vincular será necesario distinguir entre lo
pulsional como base de lo interno y lo que no lo es en la relación con
el otro o con lo social. Quizá Green (1993, pág. 103) lo diga certeramente
cuando señala que para Freud hablar de investiduras no pulsionales es
inconcebible aunque podamos recurrir al análisis minucioso de Psicología de las masas y análisis del yo en el capítulo VII sobre la identificación, allí donde Freud (1921) habla de los dos modos de ligadura del
niño con sus padres previos a su diferencia sexual: una ligazón que recae
en el sujeto y otra ligadura que recae en la elección sexual del objeto.
Green mismo afirma que estos dos movimientos en Freud son "sin
renunciar a la referencia única de la vida pulsional" (Green, 1993, pág.
103). Parece lógico en quien está creando la teoría del inconsciente; la
necesidad de afirmar una realidad psíquica hace necesario reducir el
papel del otro y desarrollar hasta sus máximas consecuencias el papel
de la representación inconsciente.
En la carta 52 de Freud a FlieB del 6 de diciembre de 1896 aparece la palabra
Umschrift, El mismo traductor señala dos términos en español: retranscripcián (Freud,
1896, Obras completas, A. E., I.) e inscripción (Cartas a Wilhelm Fliefi). Son dos conceptos diferentes: retranscripción es una versión de una marca original anterior e inscripción es un destino de algo cercano a una nueva marca.
2 De una manera esquemática se llama individual a lo que arbitrariamente
decimos que
ocurre en el interior del sujeto o en el mundo interno; vincular, a lo dado en el "entre
dos" o más, diferenciando si ocurre en el orden del parentesco o por fuera de él, pero
corporiza en determinados personajes que representan lo político, lo religioso, lo económico, la clase social. Estos tres mundos dejan marcas que pueden devenir o no ins1
Lo representable,
lo irrepresentable
y
lo presentable
37
Por mi parte sostengo que la pulsión es la base para pensar el mundo
interno y el vínculo es la base para el mundo dado entre los sujetos.
Aunque la mayoría de los autores piensen que el vínculo con el otro es
subsidiario de la pulsión diría que ésta surge cada vez que haya de negarse la vincularidad, esto es negar la presencia del otro. Es en esta
relación que se obtiene la fuerza propia para la constitución de las
marcas e inscripciones vinculares. Cuando la presencia del otro es sustituida por la ausencia, se inicia el movimiento de la pulsión. A los
efectos de hacer algo con lo que falta, con lo que está ausente, el
psiquismo recurre a lo que quedó marcado, especie de recuerdo duradero de una experiencia fundante, esto es que modificó al yo. Las huellas
no son fijas ni inertes, pueden modificarse, enriquecerse o deformarse
en exceso (Green, 1993, pág. 86). Esto que serían vicisitudes de las
marcas ya constituidas debería poder diferenciarse de las marcas nuevas. Como señala Green (1993, pág. 89) el trabajo de lo negativo requiere
la suspensión de la presencia así como la intervención de la contrainvestidura. La presencia del otro propone además de una marca en
positivo una presencia de lo negativo en eso que lo caracteriza como otro:
la ajenidad y su correlato, la alteridad radical.
A partir de la marca y la inscripción se abren dos caminos: el de la
representación yel de la simbolización. La representación recrea lo que
del otro puede figurar como objeto creado por las investiduras propuestas por el propio yo. Se asegura así la ausencia del otro y, especialmente, se asegura y se defiende de la presencia de la ajenidad del otro,
aquello que por su naturaleza no podrá representar.
El camino de la representación consiste en preparar al yo para algo
que nunca es posible, una nueva presentación como queda señalado en
la paradoja fundante. La presencia del otro sistemáticamente elude y
excede la representación.
La simbolización consiste en hallar un término que sustituya al otro
ausente. Suerte de metáfora es como cuando el poeta encuentra el término "perla" para sustituir al de "dientes" si quisiera describir la
belleza de una boca. La simbolización contiene una ausencia y una
presencia, la ausencia de aquello que hizo marca y la presencia de otro
término que lo sustituye. Es del orden de lo subjetivo recurrir a ambas
para anticipar el nuevo encuentro con el otro, para encontrarse siempre con la paradoja fundante de la subjetividad: el otro que se espera
nunca coincide con lo inscripto, ya que ofrece sistemáticamente algo
cripciones. Conviene considerar en cada una de ellas un origen específico. Sólo una parte
de las significaciones son transferibles de uno a otro mundo y muchas así consideradas
implantan un equívoco que se deriva del pensamiento en un solo origen, para algunos
el mundo infantil a partir de la experiencia del nacimiento biológico, para otros postulando el origen del sujeto en lo social.
38
Isidoro Berenstein
nuevo y lo hace desde lo que llamamos "ajeno", aquello del otro que
nunca se podrá inscribir. No obstante insistirá en intentarlo. Aunque
no habrá marca e inscripción por fuera de un vínculo, el trabajo psíquico ha de ser doble: singular y vincular (Puget, 1998), en el mundo
interno y en el mundo del vínculo que liga y sostiene a ambos o más
sujetos.
El camino de la simbolización se transita necesariamente en ausencia
del otro y por lo tanto desde su conversión en objeto del mundo interno.
Esto nos introduce en un tema complejo que el psicoanálisis deberá
seguir pensando: la relación del sujeto con lo inconsciente y la relación
del sujeto con el otro. Así como con lo "nuevo", las alternativas son:
a) pensar la relación segunda como despliegue de la primera, cuyo
significado se irradia a los habitantes del mundo; b) pensarlo bajo dos
regímenes, dos lógicas diferentes no complementarias sino suplementarias. La primera alternativa radicaliza la concepción solipsista en
psicoanálisis, y la segunda va en camino de una concepción intersubjetiva. Pero ésta se basará no sólo en la consideración del otro como semejante sino y principalmente como soporte de lo ajeno. Aquí se requiere
una precisión y una diferenciación: la alteridad llamada interna, la de
lo inconsciente y la alteridad del otro. A este tema se han referido
de distinta manera Green y Laplanche. El primero (1993, pág. 68) hablando de la heterogeneidad entre la pulsión como exigencia del cuerpo
y el objeto, "ese otro-que-puede-asegurar-la-satisfacción", señala la necesidad de remarcar la alteridad en una discontinuidad fundamental con
la conciencia. Habla de una doble alteridad: en el yo y en relación
con lo que no es del yo. Green menciona las dos polaridades, intrapsíquica e intersubjetiva, y su puesta en relación como trabajo de lo negativo (1993, pág. 70). El anverso sería lo constituyente del yo con lo
inconsciente como alteridad y el reverso sería el otro, ya que está
habitado por la misma heterogeneidad constitutiva. Si la interrogación
parte del yo y supone una respuesta proveniente del otro, no obstante,
el esclarecimiento recae en lo que liga al sujeto con su otro. Sugiere que
esta ligadura hace que el otro no esté en relación de exterioridad respecto del yo. Quizás haya aquí una diferencia importante con Green en
nuestro énfasis en la exterioridad del otro, en tanto se entienda "exterioridad" como "presencia" para insistir en la marca de lo intersubjetivo
contrapuesto a lo intrasubjetivo caracterizado por la ausencia del otro.
Pienso que todo lo que diluya esta diferencia recluye la alteridad sólo
a la relación con lo inconsciente y no da lugar al vínculo con el otro, lo
intersubjetivo, y contiene la amenaza latente del solipsismo.
Considerándolo en la relación transferencial, el analista está en relación de exterioridad y de presencia, pero no sólo para incluir lo que se
desenvuelve en el paciente sino por aquello que los liga como yo y otro,
Lo representable,
lo irrepresentable
y lo presentable
39
en relación de alteridad y de ajenidad. Doble extrañeza, dice Green: de
sí mismo a sí mismo y de sí mismo frente al otro en una relación
de deseo o de conocimiento.
Veamos ahora la referencia de Laplanche (1992, cap. 1). Describe
minuciosamente lo que llama el extravío, la falsa vía* adoptada por
Freud frente a su propio descubrimiento, el inconsciente y la teoría inicial
de la seducción, esto es lo sexual, que lo pone sobre la huella del niño
y ese otro que es el adulto en su extranjería (pág. 22). Se refiere al cambio
temprano en Freud de la formulación del episodio sexual infantil por
la fantasía de seducción. La ajenidad (de lo inconsciente) se ve luego reducida, por un lado, por la psiquiatría y, por otro, mucho más importante por lo radical, por el propio psicoanálisis. Su consecuencia es señalada por el autor francés de la siguiente manera:
"Así el movimiento mismo del psicoanálisis consistiría en negar la
ajenidad del inconsciente, proponiendo su reducción, a la vez en
la teoría y en la práctica de la cura, y he aquí cómo termina esta larga
prosopopeya del psicoanálisis dirigida al yo: 'Entra en ti mismo, en
tus profundidades y aprende, en primer lugar, a conocerte' " (pág. 24).
Luego:
"Sería interminable mostrar que la domesticación del inconsciente no
cesa de producirse en el pensamiento freudiano, y esto a propósito de
cada uno de los aspectos de ajenidad que distinguimos antes" (pág. 25).
"[ ... 1 el descentramiento, en realídad, es aquí doble: la otra-cosa (das
Andere) que es lo inconsciente no se sostiene, en su alteridad radical,
sino por la otra persona (der Andere); en suma por la seducción"
(pág. 30).
Así, Laplanche describe, y estoy de acuerdo con él, la oscilación de Freud
entre esas dos posiciones: la referida al otro sólo como huella, recuerdo,
o sea al otro desde mi subjetividad, y por otra parte el otro a quien buscar
en tanto presencia, a quien preguntar sobre la rigurosidad de una construcción.
Hasta aquí se puede coincidir fácilmente con Laplanche. No quisiera
abundar en las citas, que serían muchas y nos alejarían de lo específico
de este trabajo. Pero no dejaré de señalar cómo se reintroduce en la
original formulación de Laplanche la misma "vía" por él criticada.
* A continuación figuran en bastardilla los términos textuales de Laplanche en su traducción al castellano.
40
Isidoro Berenstein
En el marco de una crítica a la noción de neutralidad del analista, la
concepción solipsista de base se apoya en el uso excesivo en la relación
con el paciente de la proyección que remite todo o casi todo al interior
del mismo. Dice: "Es la conservación de la dimensión de la alteridad
interior lo que permite la instauración de la alteridad en la transferencia" (pág. 183).
Laplanche recupera para el psicoanálisis, con su teoría de la seducción generalizada que reabre en la transferencia, la situación originaria por la cual un adulto ofrece un enigma a un niño, el otro es primero
con relación al sujeto (pág. 181). Luego agrega: "Pero hay que ir más
lejos, hacia algo difícil de pensar, tan difícil de pensar como la prioridad del otro en la constitución del sujeto sexual" (pág. 182).
Es consonante en él con la idea de que el otro "['..J es otro de yo porque
es otro de sí mismo. La alteridad externa reenvía a la alteridad interna" (pág. 174).
Finalmente lo original de su formulación, la seducción originaria y
el enigma que el otro propone al yo, es mandada nuevamente al interior del sujeto, "alteridad interna", y es allí donde habríamos de buscarla. Parece lógico porque lo que estaría en la base de la transferencia, "su alma y su motor", sería la "[...] reapertura de una relación, de
una relación originaria, donde el otro es primero con relación al sujeto"
(pág. 181).
Si es re-apertura, debe remitir necesariamente a un momento mítico
inicial. El fuerte lugar del otro se da en tanto sea "apertura" y, aunque
la incluya, no sólo "re-apertura". En ese lugar que es la transferencia
es "apertura" al otro como radicalmente ajeno, como alteridad que no
remite a la alteridad interna. Toda manifestación "re" incluye cierta
repetición, aunque incluya alguna diferencia. Distinta de la formulación
de Green pero semejante en cuanto a la búsqueda de unicidad.
Pienso que el tránsito por este camino un poco sin salida puede deberse a varios obstáculos, tres de los cuales serían: 1) el psicoanálisis
como método comprende para la mayor parte de los psicoanalistas sólo
la sesión bipersonal, los otros encuadres son desestimados y considerados
fuera de la cura, en tanto se considera a ésta únicamente como la
desplegada con el paciente individual; 2) es considerada experiencia
originaria la relación siempre asimétrica entre la madre (o un adulto),
ya constituido su inconsciente, y el niño en vías de hacerlo. Es desechada o no pudo ser pensada si no recientemente la producción de inconsciente entre dos sujetos con aparato psíquico constituido, ligados en una
experiencia significativa; 3) el inconsciente tendría por lo tanto un solo
momento originario y debería remitirse a él. Estas premisas angostan
el campo del psicoanálisis. Esto cuestiona la noción de centro, así como
es cuestionada la noción de un solo origen. Como se sabe, Copérnico
Lo representable,
lo irrepresentable
y lo presentable
41
encontró y formuló que el centro del universo no estaba ocupado por la
Tierra sino por el Sol, y que aquélla era un planeta que giraba alrededor de éste. Como lo señala admirablemente Laplanche (1992), si el
heliocentrismo cambia a quien está en el centro, entonces la misma
noción de centro queda cuestionada al considerar un mundo de distancias infinitas. El Sol ocupará el centro del sistema solar, pero este
sistema formará parte de otro en el cual otro ocupa el centro, y así
sucesivamente. Es inherente a la noción de centro ser único, si no lo es
no se puede considerar entonces la existencia de un solo centro. Lo mismo
podemos decir de la unicidad de las nociones de origen y de representación.
Se puede decir que el sujeto no está en uno solo sino en distintos lugares, en distintas tramas vinculares. No se está en un lugar en el
mundo sino en lugares subjetivos varios, en varias estructuras vinculares. En cada lugar que el sujeto ocupa, y de cuya superposición extrae
la identidad, aparece una nueva marca dada por el cuerpo en cada
vínculo y en cada relación con el otro. Los lugares psíquicos están afectados por este término excedentario. La pregunta de qué hacer con lo
nuevo se ha de formular en cada lugar: trabajando, siendo paciente,
siendo esposa o esposo, madre o padre o hijo, siendo ciudadano, etcétera. Es decir que toda nueva inscripción como un nuevo nombre amenaza con borrar la identidad que resulta de pertenecer a las diversas
configuraciones vinculares y convertirla en una sola. Se jerarquiza
"devenir sujeto" en cada relación con cada otro significativo.
Resumen
En este trabajo se plantea la oposición entre los términos "representable" e "irrepresentable" como dos tipos de hechos mentales de orden diferente. El primero corresponde a lo ya registrado en un momento originario infantil y al cual remiten las significaciones posteriores. El segundo describe otra serie que no remite a la representación
inconsciente, que no tiene inscripción, por lo que no es decible ni constituye formaciones de compromiso. Está a la espera de hacer inscripción después de haber producido
una marca y de producir una representación o una simbolización. Son los registros que
han de constituir la subjetividad. Lo irrepresentable reconoce otro origen y puede ser
producido desde cualquiera de los tres mundos: interno, vincular -o sea el dado en el
"entre dos" o más particularizados- y social -el de los otros indiferenciados que determinados personajes representan en lo social, político, religioso, económico u otros-o
Se incluye la noción de "presentación", manera de registrarse lo nuevo a través del
"acontecimiento" que produce en lo mental su contacto con aquello que no tiene registro inconsciente previo. La "presentación" requiere la "presencia" del otro que se contrapone con la "ausencia" como característica de la construcción del objeto interno. Ante
el yo se presenta el otro en su ajenidad que nunca es pasible de ser representable.
Isidoro Berenstein
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DESCRIPTORES: REPRESENTACIÓN
/ VISIÓN / ViNCULO / INSCRIPCIÓN
Résumé
LE REPRÉSENTABLE,
L'IRREPRÉSENTABLE
ET LE PRÉSENTABLE
Des considérations concernant la répétition et l'événement psychique
Dans ce travail on pose l'opposition qu'il y a entre les termes "représentable"
et
"irreprésentable"
étant deux types de faits mentaux d'ordre différent. Le premier
correspond a ce qui est déja registré a un moment originaire infantile et auquel renvoient
les significations ultérieures. Le second décrit une autre série qui ne renvoie pas a la
représentation inconsciente, qui n'a pas d'inscription et par conséquent n'est pas dicible
ni ne constitue des formations de compromiso II attend le moment de faire inscription
apres avoir produit une trace et d'avoir produit soit une représentation,
soit une
symbolisation. Ceux-ci sont les registres qui vont constituer la subjectivité. L'irreprésentable reconnait une autre origine et peut étre produit depuis n'importe lequel de
ces trois mondes: I'interne ou des liens -c'est-á-dire celui qui se produit "entre deux"
ou plus particuliereset le social -celui des autres indifférenciés
que cer tains
personnages représentent
dans le monde social, poli tique, religieux, économique ou
autres.
On y inclut la notion de "présentation", c'est-a-dire la maniere dont ce qui est nouveau
se registre gráce a l'événement qui produit dans le domaine de l'esprit son contact avec
ce qui manque de registre inconscient préalable. La présentation a besoin de la présence
de l'autre qui s'oppose a l'absence comme caractéristique de la construction de l'objet
interne. Devant le moi l'autre se presente dans son étrangeté qui elle n'est jamais
susceptible d'étre représentable.
Summary
THE PRESENTABLE,
THE NONPRESENTABLE
AND PRESENTATION
Considerations about Repetition and Psychic Events
This paper deals with the opposition of the terms "presentable" and "non presentable"
as two types of mental events which belong to a different order. The former refers to
what has been perceived in a primal infantile moment, which al! subsequent meanings
refer to thereafter. The second ofthese three terms, "nonpresentable" describes another
series which does not refer to the unconscious presentation, which is not inscribed in
the psyche and is therefore impossible to utter, and which has no compromise
formations. It awaits to be impressed after having produced a mark and to produce either
a presentation or a symbolization. These records are the ones that are to give rise to
subjectivity. The nonpresentable has a diffcrent origin and it can be produced in any
of the three worlds: the internal world, the world of the bonds -i.e. that which happens
'between two' or more particularizedor the social world -the non-distinguished others
that certain characters represent in the social, political, religious economic and other
worlds.
Lo representable,
lo irrepresentable
y
lo presentable
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The notion of "presentation" refers to the way in which the new is recorded in the
mind, and produces an "event" in coming into contact wit.h what had no previous
unconscious record. The "presentation" requires the "presence" of an Other which is the
opposite of "absence" as a characteristic of the construction of the internaJ object. An
other presents himself to the ego in his strangeness, which is never presentable.
Resumo
o REPRESENTÁVEL,
O IRREPRESENTÁVEL
E O PRESENTÁVEL
Consideracóes sobre repetícáo e eventos psíquicos
Neste trabalho é colocada a oposicáo entre os termos "representável" e "irrepresentável"
como dois tipos de fatos mentais de ordem diferente. O primeiro corresponde ao ja
registrado em um momento originário infantil e ao qual remetem as significacócs
posteriores. O segundo descreve outra série que nao remete as representacóes inconscientes, que nao tem inscricáo depois de ter produzido urna marca e de produzir urna
representacáo
ou simbolizacáo. Sao os registros que haveráo de constituir a subjetividade. O irrepresentável reconhece outra origem e pode ser produzida desde qualquer
um dos tres mundos: interno, vincular -QU seja, aqueje existente "entre dois" ou aqueles
mais particularizadoe o social -dos outros nao diferenciados que determinadas
personagens os representam no social, político, religioso, económico ou outros-.
Inclui-se a nocáo de "apresentacáo", maneira de registrar o novo através do "a contecimento" que produz no aspecto mental o seu contato com aquilo que nao possui registro
inconsciente prévio. A "apresentacáo" requer da "presenca" do outro que se confronta
com a "ausencia" como característica da construcáo do objeto interno. Diante do ego,
o outro se apresenta na sua condicáo de alheio, que nunca é passível de ser representável.
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