El Sacerdote, Ministro del Perdón 1. El hombre ha sido llamado a vivir en la comunión, tanto con Dios como con sus hermanos, los hombres. Esta vocación frecuentemente se ve lastimada por el pecado, que toca no sólo la relación del hombre con su prójimo y con Dios, sino también la armonía interna de la persona. El sacerdote, como animador de la comunidad cristiana, está llamado a fungir como instrumento de reconciliación, de modo que las rupturas que se dan en las relaciones entre los seres humanos y con su Creador y Señor puedan sanarse. En este servicio, no puede olvidar tanto la dimensión natural de las fracturas, que tantas huellas dolorosas provocan, como la dimensión sobrenatural que incluye la gracia y la vocación a la vida eterna. 2. El lugar privilegiado para ofrecer el ministerio del perdón es, sin duda, el Sacramento de la Reconciliación. Sin olvidar que se trata propiamente de un sacramento, y no de un paliativo psicológico para una descarga emocional o para mantener una rutina de vida religiosa, el ministro debe cultivar las virtudes humanas y las habilidades que favorezcan el ambiente propicio para la celebración sacramental. 3. «a) Para que el confesor pueda desempeñar su oficio recta y fielmente, debe conocer las enfermedades del alma y saber aplicarles los remedios convenientes; debe también ejercer con sabiduría su oficio de juez, adquirir la ciencia y la prudencia necesarias con estudio continuo, guiado por el magisterio de la Iglesia y, sobre todo, por medio de la oración al Señor, ya que el discernimiento de los espíritus es un conocimiento íntimo de la acción de Dios en el corazón de los hombres, y es un don del Espíritu Santo y fruto del amor. b) El confesor debe mostrarse siempre dispuesto a escuchar las confesiones de los fieles, cuantas veces estos lo pidan en forma razonable. c) Cuando el sacerdote recibe al pecador arrepentido y lo conduce a la luz de la verdad, desempeña un oficio paterno, revelando así a los hombres el corazón de Dios Padre y revistiéndose de la imagen de Cristo, Buen Pastor. Recuerde, por lo tanto, que se le ha confiado el mismo ministerio de Cristo, el cual misericordiosamente llevó a cabo la obra de la redención y está presente con su poder en los sacramentos. d) El confesor, sabiendo que ha conocido los secretos de la conciencia de su hermano en calidad de ministro de Dios, está obligado a guardar con santidad absoluta el sigilo sacramental». (Ritual de la Penitencia, Praenotanda, 10). • ¿Cuál ha sido mi propia experiencia del Sacramento de la Reconciliación como penitente? ¿De qué manera he fomentado en mí mismo las características de un hombre que tiende a la reconciliación? ¿Cómo he vivido concretamente el perdón cristiano?