Las buenas maneras en las políticas educativas

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Presentado: 1/4/2014
Aceptado: 1/7/2014
Las buenas maneras en las
políticas educativas
Good manners in education policies
RAQUEL SUÁREZ FUENTE
[email protected]
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SUÁREZ FUENTE, R. “Las buenas maneras en las políticas educativas”
Compé, Revista Científica de Comunicación, Protocolo y Eventos. Núm 3, pp. 62-80. Madrid: Ediciones Protocolo.
RAQUEL SUÁREZ FUENTE
Resumen:
En los últimos años la educación en buenas maneras ha constituido un reclamo y una necesidad esencial para la formación de los jóvenes. Es primordial porque nadie se puede educar sin unos
valores tan valiosos para ser ciudadanos dignos y comprometidos con la sociedad.
Algunas políticas educativas han retomado asignaturas para hacer efectivo las demandas sociales, lo cierto es que aún se requiere una asignatura que se ocupe de los valores perdidos como el
respeto, la amabilidad, la cortesía en nuestros comportamientos, en definitiva los buenos modales
en la calle, en casa y en el aula.
Son pocas los estudios que se realizan a este respecto, por lo que la necesidad sustancial
de esbozar una propuesta educativa sobre buenas maneras está siendo cada vez más demandado.
Palabras clave: educación, buenas maneras, protocolo social, política educativa
Abstract:
Good manners education has always constituted a necessity and a claim for education of
young people. This is essential because nobody can be educated without some valuable rules to be
worthy and involved with society.
Some educational politics have taken up again subjects to make effective different social
demanding.
It is clear that society still requires a new subject which deals with those forgotten values
such us respect, amability, politeness on our behaviour, in short, good manners in the street, at
home and in the classroom.
There are few studies that have been done about this, that is why an essential necessity to
outline and educative propose about good manners is being more and more demanded.
Key words: education, good manners, social etiquette, education policy
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Las buenas maneras en las políticas educativas
Índice
Introducción
Propósitos de la investigación
Breve definición de urbanidad
Marco teórico
Análisis de la Educación Social y urbanidad
Necesidad de cultivar la urbanidad
La integración e inclusión de las buenas maneras en el sistema educativo
Valoración social de urbanidad y buenas maneras
Referencias bibliográficas
1. Introducción
Desde siempre, la educación ha significado la base fundamental de transmisión de la cultura,
del desarrollo de la sociedad y, en la actualidad, del fortalecimiento de la democracia, puesto que
promueve la participación, el respeto, la tolerancia y la ciudadanía como elementos que impulsan
la inclusión social. Con respecto a esto, Gimeno Sacristán (2002: 159) afirma:
Los derechos sociales, fundamentalmente el de la educación, no son sólo requisitos para el ejercicio
de la ciudadanía democrática, sino condiciones indispensables para la más elemental y básica inclusión social
de los individuos en las sociedades complejas, en las que, sin educación, no se puede ser un individuo considerado como sujeto «que cuenta», ni participar en ninguna de las facetas públicas: como ser político, como
persona o como agente productivo. La educación en sí misma es instrumento «generador» de ciudadanía en
las condiciones de las sociedades modernas.
El individuo desde las primeras civilizaciones ha venido implementando ciertas pautas que
le permiten convivir con el resto de individuos es por ello que ha adoptado reglas, principios y
valores que han contribuido a mejorar las relaciones interpersonales, siendo de gran relevancia el
asentamiento de buenas maneras en casa, en la calle, en el aula, y en definitiva, en la sociedad. Nos
referimos a las reglas de urbanidad. Como bien sabemos, cada día existen prácticas, aprendizajes
y modas, pero sin darnos cuenta olvidamos algunos de los más añejos modales, y como las nuevas
generaciones comienzan a crecer sin ellos. Craso error.
Las reglas de urbanidad tuvieron su inicio cuando el hombre comenzó a mezclarse socialmente, estableció conceptos y modales de respeto al prójimo. Todas estas reglas fueron acrecentándose, y renovándose de acuerdo a las necesidades sociales y a la evolución del hombre. Fueron
adaptadas a las diferentes sociedades, climas y clases. Cada grupo aprobó las más adecuadas de
acuerdo a su idiosincrasia, religiones y formas de pensar, pero siempre respetando las relaciones
humanas.
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Nada hay de natural en un ser humano civilizado que dar los buenos días en el ascensor,
en la barra del bar, sonreír a la dama o al caballero, tratar con amabilidad a las personas. Me estoy
refiriendo a las buenas maneras en sociedad, a la necesidad que la España actual presenta, y que
cada vez más requiere de esas fórmulas de cortesía aplicadas directamente en todos los estamentos
de la vida social de las que nos nutrimos. Son facilitadoras de las relaciones humanas mediante las
dosis oportunas de cortesía en el trato y suavidad en las formas.
Es cierto que se hace cada vez más habitual una hosquedad en estás fórmulas de relación social. La pérdida de las buenas maneras se mantienen en la oscuridad en un pasado más o menos inmediato. A pesar de todo, no puedo parar de pensar en aquellas personas que aún se esfuerzan por
sonreír, y allí donde pueden manejan y se valen de la cortesía para hacer una vida más agradable.
Cabe preguntarnos por qué utilizamos los cubiertos y no las manos para comer, por qué saludar con educación a los que nos rodean, por qué la moderación sentimental antes que las explosiones de agresión. Estás preguntas se resuelven gracias a que históricamente se ha venido haciendo;
el tiempo valida un comportamiento que ha estado vigente durante numerosas generaciones. Pero
como respuesta complementaria se requiere atribuir normas de cortesía a las generaciones presentes.
2. Propósitos de la investigación
El uso de la vestimenta, los modales en la mesa, la higiene, los gestos, la conversación son
algunos de los aspectos a los que acudimos para conocer si una persona está bien educada.
Que una persona sea educada significa que su comportamiento, para cada uno de estos
aspectos, cumplen una serie de requisitos que le hacen merecedor de tal calificativo. Estos requisitos experimentan transformaciones a lo largo de la historia a medida que varían las condiciones
sociales. Así, el comportamiento civilizado sufre una serie de cambios hasta llegar a nosotros en la
forma en la que lo conocemos.
El propósito general de está investigación consiste en analizar los usos sociales y las buenas
maneras de la España actual en la que vivimos.
Siempre es necesaria la educación, pero en determinadas ocasiones se nos hace difícil saber
que es aceptable (y que no) según las normas de conducta. Las normas de cortesía no están reservadas a personas de alto nivel social. Más bien, siempre es necesario contar con ciertas reglas para
enfrentarnos a nuestra vida diaria y hacerla lo más agradable posible. ¿Quién nos hace dignos de
conocer cómo comportarnos ante determinados escenarios y en las distintas situaciones? Los comensales en la mesa, vivir en sociedad, en el trabajo, a ser políticamente correctos, a ser respetado
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y tomado con seriedad. En definitiva, a comportarse con educación.
Así, es que hoy en día, el alumnado necesita una asignatura que aporte sugerencias prácticas
para cultivar el arte de las buenas maneras y el saber estar.
Los objetivos específicos que persigue está investigación son:
1.Estudiar cómo comportarnos ante las diferentes situaciones que se nos presenten reconstruyendo la necesidad de normas de comportamiento en la España actual.
2.Analizar la moral y las buenas costumbres que generan estas normas.
3. Breve definición de urbanidad
¿Qué es urbanidad? ¿Qué es ser urbano? Podrían ser estos los problemas a los que hacer
frente; interrogantes con mayor grado de abstracción de los que antes planteaba.
Entiendo por urbanidad el conjunto de reglas que debemos observar en la comunidad y manifiestan nuestra educación como miembros de la misma. Las reglas de urbanidad regulan nuestra
conducta con el medio en que vivimos, con las personas con las que convivimos y con aquellas
con las que nos relacionamos casualmente. Comprenden actitudes como el respeto, la cortesía, la
atención y tolerancia en todo momento.
El vocablo urbanidad del latín “urbanitas” significa urbe o ciudad. La urbanidad tuvo su origen en Roma. La urbanidad en el mundo romano y en la actual sociedad continua siendo sinónimo
de educación y cultura, resulta valioso para las buenas relaciones interpersonales, puesto que la
constituye un conjunto de normas, reglas y modales de sumo respeto a las demás personas. La urbanidad es signo de cortesía, decoro, elegancia, de “tacto social” y de diplomacia.
La urbanidad encierra así una serie de elementos que permiten saber convivir en sociedad,
comportarse de la forma más adecuada ante cualquier situación. Para cultivar está virtud es indispensable desarrollar el tacto social, mantener la cortesía civilizada al relacionarse con las demás
personas. Elementos que liberan al ser humano como ser vivo: los avances educativos, los logros
higiénico-sanitarios, las mejoras en la alimentación, los progresos en transportes y comunicación y
el abanico de aportaciones técnicas ligadas a la modernización y al desarrollo.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la urbanidad es cortesanía, atención,
comedimiento y buen modo. El diccionario resume perfectamente en cuatro términos todo lo que
nos lleva a tener una mejor convivencia con los demás como pautas de comportamiento que se
deben cumplir y acatar.
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Es cierto que existen numerosas acepciones para referirse a relaciones sociales civilizadas
como cortesía, urbanidad, buenas maneras, buenos modales, educación, protocolo. Encontramos
en ellas un tronco común y una diferenciación más o menos laxa. De manera que si tratamos de
la correcta colocación de las banderas en un acto oficial hablamos de normas de protocolo; Si tratamos de lograr una mejor relación y convivencia con las personas que nos rodean hablamos de
urbanidad. Lo que siempre debemos tener en cuenta, desde una perspectiva educativa, conocer
cuál es nuestro destinatario y adecuar los contenidos en función del desarrollo psicoevolutivo de
los educandos.
4. Marco teórico
La situación de ciudadano es quizá lo que más caracteriza en la actualidad a personas unidas por vínculos sociales que hacen que éstas reconozcan para sí una misma pertenencia. Una de
las características de la sociedad actual es su diversidad. En ella, conviven individuos que poseen
diferentes culturas que se expresan en las formas de vida y en los valores propios de cada uno.
Paralelo a ello, se experimentan procesos de individualización crecientes, para lo cual se requiere
de una condición común que aliente el sentido de pertenencia e identidad entre las personas con
la sociedad. Esta condición común es la de ciudadano, ya planteada por Rousseau en el siglo XVIII
que genera vínculos y límites entre quienes la poseen y se sienten como tal con el estado y con la
sociedad, estableciendo derechos y deberes para que prevalezca el bien común.
Conocer las leyes y los valores que reinan en un sistema democrático es una condición básica de todo ser humano, importante para el proceso de socialización. La ciudadanía puede ser el
punto de encuentro entre la normativa y la socialización, procesos que también están marcados por
los valores propios de cada persona y que le dan sentido de pertenencia y de justicia con respecto
a la comunidad en la que se habita.
La formación ciudadana es una de las finalidades que persigue la educación en general, para
preparar personas íntegras, responsables y activas que puedan convivir con tolerancia dentro de un
marco en el que primen los principios democráticos. Delors (1996) planteaba que estar preparado
para ser ciudadano y reconocerse como tal constituye una tarea fundamental para la cual se debe
estar dispuesto a trabajar partiendo desde el elemento político hasta el educativo, para así generar
los cambios que se requieren en dicha materia.
A partir de está visión, la educación en urbanidad y buenas maneras sitúa su acción en la
formación de ciudadanos con unas competencias cívicas que le permitan actuar de manera responsable en su entorno social.
En el caso de España, la LOE 2006, en su preámbulo, plantea que “la educación es el medio
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más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica,
que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas”. Con
ello, queda implícita la enseñanza de la ciudadanía en la educación obligatoria, afirmación respaldada en el artículo 1, letra C de la misma ley y que se especifica en el artículo 2, letra K. Ya en
la LOGSE (1990), se podía apreciar el sentido de la educación para la ciudadanía, puesto que se
mencionaba en los objetivos fundamentales planteados en el preámbulo.
Por lo anterior, la educación en buenas maneras no debe reducirse sólo al aula, sino que, de
forma transversal, debe trabajar en los espacios o en las situaciones propias de la cultura escolar,
fortaleciendo las actitudes, las habilidades y las competencias en los educandos para que la propia
persona sea capaz de poner en práctica comportamientos y estrategias eficaces.
Así, el informe Mundial de la UNESCO “Hacia las sociedades del conocimiento” señala que,
en la situación actual, “como con la rapidez de los progresos técnicos, las competencias pierden rápidamente actualidad es conveniente fomentar en los distintos ámbitos del conocimiento la adquisición de mecanismos de aprendizaje flexibles, en vez de imponer un conjunto de conocimientos
muy definido. Aprender a aprender significa aprender a reflexionar, dudar, adaptarse con la mayor
rapidez posible y saber cuestionar el legado cultural propio respetando los consensos. Estos son los
pilares en los que deben descansar as sociedades del conocimiento”.
En este mismo sentido, A. Pérez Gómez añade: “La sociedad de la información y del conocimiento dirige a la educación demandas distintas de las tradicionales, claramente relacionadas con
el desarrollo en todos los ciudadanos de la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida. Dicho
de otro modo, el problema no es ya la cantidad de información que los estudiantes reciben, sino la
calidad de la misma: la capacidad para entenderla, procesarla, seleccionarla, organizarla y transformarla en conocimiento; así como la capacidad de aplicarla a las diferentes situaciones y contextos
en virtud de los valores e intenciones de los propios proyectos personales y sociales”.
Aprender a convivir es una finalidad básica de la educación. Se trata de sumar esfuerzos para
dar respuestas favorables siendo conscientes que la educación no se puede obviar si se quieren
encontrar alternativas positivas y constructivas a los problemas sociales y escolares del siglo XXI.
En los últimos tiempos el mundo ha experimentado cambios fundamentales: en las formas
de vivir, en las relaciones de producción, en los movimientos demográficos, en los logros tecnológicos, en la cantidad de información disponible… Este nuevo escenario social y económico demanda cambios en la formación de los futuros ciudadanos y, por tanto, plantea retos ineludibles a
los sistemas educativos, a las escuelas, al currículo, a los procesos de enseñanza y aprendizaje y,
por supuesto, a los docentes.
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Con el fin de enfrentarse a esos retos, el mundo educativo ha ido asumiendo y extendiendo
en su seno el término de “competencia”, surgido anteriormente en el mundo laboral.
No hay una acepción universal del concepto “competencia clave o básica”, si bien se da una
coincidencia generalizada en considerar como competencias clave, esenciales, fundamentales o
básicas, aquellas que son necesarias y beneficiosas para cualquier individuo y para la sociedad en
su conjunto y hay un cierto acuerdo común en entenderlas como “el conjunto de conocimientos,
destrezas y actitudes esenciales para que todos los individuos puedan tener una vida plena como
miembros activos de la sociedad”. Ser competente en un ámbito o actividad significa, desde este
enfoque, ser capaz de activar y utilizar los conocimientos relevantes para afrontar determinadas
situaciones y problemas relacionados con dicho ámbito. En el mundo educativo el término expresa
una cierta capacidad o potencial para actuar de modo eficaz en un contexto. Implica el uso eficaz
de todo tipo de conocimientos.
Uno de los documentos germinales del proceso de reflexión sobre las competencias es el
llamado Informe DeSeCO (Definición y Selección de Competencias), elaborado por la OCDE, cuya
primera versión aparece en el año 2000 y cuya versión definitiva se difunde en el año 2003. A partir
de este documento, la mayoría de los países de la OCDE ha comenzado a reformular el currículo
escolar en torno al concepto de competencias fundamentales (“Key competencies”), denominadas
“básicas” en la nueva legislación. El Informe DeSeCo define el término competencia como “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada.
Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz”.
Se trata, por tanto, de un “saber hacer”, un saber que se aplica y es susceptible de adecuarse
a una diversidad de situaciones y contextos y tiene un carácter integrador, abarcando conocimientos, procedimientos y actitudes.
A partir del año 2004, la Unión Europea se plantea la necesidad de establecer una serie de
competencias clave para el aprendizaje permanente que sirva como referencia para los sistemas
educativos de los países miembros. Así tenemos: competencia en comunicación lingüística, matemática, tratamiento de la información y competencia digital, aprender a aprender, autonomía e
iniciativa personal, competencia en cultura científica y de la salud, competencia en cultura humanística y artística y competencia social y ciudadana.
La competencia social y ciudadana es la que hace posible la realidad social en la que se
vive, cooperar, convivir y ejercer la ciudadanía democrática en una sociedad plural, así como comprometerse a contribuir a su mejora. En ella están integrados conocimientos diversos y habilidades
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complejas que permiten participar, tomar decisiones, elegir como comportarse en diferentes situaciones y responsabilizarse de las elecciones personales adoptadas.
Efectivamente, adquirir una competencia supone haber aprendido sobre algo y movilizar
los aprendizajes adquiridos ante una determinada situación o problema. El aprender “sobre algo”
supone atender a dimensiones relativas al “saber” (hechos, conceptos, principios), “saber hacer”
(procedimientos, habilidades, destrezas) y “saber ser” (actitudes, motivación, disponibilidad).
5. Análisis de la educación social y urbanidad
Una de las principales preocupaciones de los educadores de las instituciones escolares ha
sido y sigue siendo las cuestiones relacionadas con los buenos modales y la urbanidad. Por tal motivo, el profesorado ha dedicado mucho esfuerzo y energía para velar por el cumplimiento de unas
normas, por el mantenimiento del orden, la armonía, la comunicación, el respeto, etc.
Si bien es cierto que la mayoría de padres y madres tratan de inculcar a los niños normas de
comportamiento y urbanidad. De hecho, es el grupo familiar el que moldea la personalidad de los
más pequeños. Le van transmitiendo normas, tipos de conducta y le enseñan a aceptar una estructura social determinada. La familia es entonces el primer agente socializador del niño. A lo largo
de sus primeros años, los niños ingresan en un nuevo contexto, la escuela, que junto a la familia
desempeñarán un papel esencial en el desarrollo integral de los niños. Tenemos que ser conscientes que la educación en las buenas maneras no tendrá éxito si no hay coherencia y comunicación
entre los dos subsistemas, si no construimos estrategias conjuntas y coordinadas que tengan como
objetivo el desarrollo integral de los niños. En este sentido, no podemos desaprovechar la influencia
que ejerce las instituciones educativas.
La familia ha sufrido grandes cambios tanto en su concepción, como en las funciones sociales, educativas y estructurales a lo largo de la historia. Pasaré a hacer un breve recorrido de esta
transformación.
En la Antigüedad, tanto en Grecia como en Roma, donde las sociedades eran primordialmente agrícolas y artesanas, la familia era la principal responsable de la educación de sus hijos. La
estructura patriarcal de esta época se observa en la educación diferencial que recibían los niños y
las niñas. Las niñas eran educadas para cumplir un papel pasivo (y reproductivo) aprendiendo tareas
domésticas y los varones eran formados para ser futuros soldados y contribuyentes a la sociedad.
Con la instauración de la Iglesia, ésta paso a cumplir la función educadora, principalmente
de familias aristocráticas. Es en la Edad Media donde surgen las primeras escuelas, dirigidas a la
formación de monjes, donde se transmitían no sólo valores religiosos y morales, sino humanidades
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y ciencias.
Es recién la Ilustración (S. XVIII) cuando se empieza a hablar de la necesidad de una educación laica, universal, gratuita y obligatoria. Aunque es recién entre finales del S. XIX y principios del
XX con la Revolución Industrial cuando se consolida esta idea.
Este hito fundamental en nuestra cultura occidental trajo aparejado una serie de cambios
transcendentales, como el cambio de tipo de familia (de ser extensa paso a ser nuclear), una gran
movilidad geográfica del campo a la ciudad, la necesidad de mano de obra formada y la necesidad
de atender y educar a los hijos para su posterior incorporación al mercado laboral. Así es como la
escuela se va a convertir en el principal contexto de desarrollo y socialización de los niños, después
de la familia.
Todos estos procesos nos ubican en el contexto actual, donde la familia comparte sus responsabilidades educativas con la escuela.
Familia y escuela han pasado durante la historia por diferentes tipos de relaciones. En un
principio, las escuelas tenían una estrecha relación con la comunidad. En el período de industrialización las relaciones comienzan a distanciarse, ya que se profesionalizo la enseñanza, los contenidos, los métodos estaban alejados de las experiencias de los padres, por lo que no conocían acerca
de la enseñanza de sus hijos. Así se van dividiendo las funciones educativas, quedando a cargo de
la familia la función de ofrecer seguridad, socialización, bienestar, y a la escuela la preparación
profesional y científica (lecto-escritura, cálculo, ciencias).
Esta perspectiva se ha ido modificando a lo largo de los años, considerando que escuela y
familia tienen responsabilidades compartidas y que deben cooperar en la formación de los niños.
En este sentido, Costa y Torrubia (2003) destacan que durante las últimas décadas, la escuela ha
ido asumiendo muchas competencias educativas que anteriormente estaban relegadas a la familia
afirmando que “en la escuela se hace mucho más que instruir, se educa en valores, se enseña a ser
y a convivir”.
Desde está óptica, la escuela puede ser el lugar óptimo para el aprendizaje de buenas maneras englobándola en el concepto de educación integral. En un mundo como en el actual donde
las sociedades son abiertas y plurales se hace necesario ayudar a las personas a construir principios
cívicos y morales que den sentido y orientación a su propia vida.
El niño/a no sólo debe conocer contenidos científicos. Debe conocer también la sociedad a
la que pertenece, su cultura, sus normas y sus valores. Ha de ir aprendiendo y asimilando todo eso
en la medida en que va madurando. La escuela no está sólo para instruir (por parte del maestro/a),
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y aprender (por parte del alumno/a); significa enseñar al niño/a a reconocer las normas de su sociedad, los deberes que tiene y su forma de colaborar al bien social.
Uno de los grandes errores que los sistemas educativos anteriores al actual han venido padeciendo era considerar la escuela como transmisora de conocimientos y preparación para el siguiente nivel educativo, olvidando la formación de los alumnos/as como ciudadanos/as. Es hora de
romper los esquemas y buscar la educación integral de la persona conjugando la adquisición de
conocimientos y normas sociales.
La sociedad en general reclama insistentemente un mayor esfuerzo en la formación de los
niños, de los jóvenes respecto a los buenos modales. Realmente es el ámbito escolar la base sobre la
que se sustentan los futuros aprendizajes de los niños. Es así que debemos aprovechar el potencial
de éstos en los primeros años y donde cumplen un papel fundamental la familia junto con otros
agentes sociales.
Así, quiero hacer referencia a la famosa metáfora del bambú japonés. “Cuando plantas una
semilla de este tipo de bambú, durante los primeros seis años no se observa ningún cambio aparente, pero al llegar al séptimo año el bambú puede llegar a crecer, en tan solo seis semanas, más
de treinta metros de altura. Ahora bien, ¿qué sucede con el bambú desde que lo plantas hasta que
brota la primera hoja? La respuesta es muy sencilla: durante los primeros seis años, el bambú crea
un complejo sistema de raíces que le permitirá, posteriormente, sostenerse en su crecimiento a lo
largo de la vida”.
Durante los primeros años de vida los niños tienen una facilidad extraordinaria de aprender y
es aquí donde se forma ese complejo sistema de raíces que posteriormente les ayudará a afrontar todos los retos que les planteará la vida. La educación es fundamental para ayudar a crear una buena
base, primero en la familia, seguido de otros agentes que serán la llave para abrir las puertas hacia
un futuro feliz, ofertando y poniendo a disposición de los niños tantos recursos que les permitan
crecer en función de sus posibilidades.
La necesidad de hacerles ser educados puede empezar desde que son muy pequeños. Así,
les acostumbramos a tener suavidad en los modales, tratar con amabilidad y corrección, comportarse adecuadamente, observar las normas de higiene, alimentación y un largo etcétera que les
permitirá iniciarse en hábitos practicados de forma cotidiana en cualquier circunstancia y lugar, con
la mayor naturalidad.
6. La necesidad de cultivar la urbanidad
El civismo entendido tal como hemos argumentado, como la potenciación de las virtu-
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des o actitudes que convertirán a la persona en un buen ciudadano o en buen demócrata, está
íntimamente relacionado con la educación. Enseñar civismo es enseñar ética, una materia que,
como dijeron los griegos, no se enseña con los mismos métodos que se utilizan para enseñar las
demás materias, como la geometría o las matemáticas. La mejor manera de enseñar ética o civismo
es a partir del ejemplo. El civismo se transmite no con teorías, sino siendo cívico, creando un
entorno que favorezca las actitudes cívicas. El civismo significa ser civilizado o contribuir a que la
convivencia cotidiana sea pacífica y agradable.
Una manera algo anacrónica de hablar de civismo es hacer referencia a a la “urbanidad”,
una asignatura que hace tiempo que desapareció de las escuelas. Sea como fuere, se trata de enseñar a cultivar y estimar las formas de respeto hacia los demás. Lo que nos ha llevado a insistir en
el valor del civismo ha sido el convencimiento de que esta regla empieza a ser ignorada. Se hace
necesario cultivar la urbanidad y los valores éticos y sociales en todas las personas, en especial en
los niños y en los jóvenes que, serán los futuros constructores de una sociedad mejor. Empecemos
a formarlos y a inculcarles normas sencillas de comportamiento social.
Ocurre que rememorar la palabra urbanidad no tiene porque llevarnos a viejos manuales
donde se asignaban e imponían estrictas normas de comportamiento totalmente inapropiadas, en
su mayoría, a los tiempos actuales. Esa rigidez e intransigencia en la educación ha creado un cierto
«halo» negativo a la palabra urbanidad. Pero, cualquier sociedad cuenta con unas normas de comportamiento, no escritas en la mayor parte de los casos, pero que sin su tutela nos haría ser un grupo
de seres incivilizados que campean a sus anchas.
Si los intelectuales del siglo XIX asumieron los manuales de urbanidad, entre ellos el de Manuel A. Carreño, como instrumentos para “civilizar” a la sociedad, ¿es factible pensar las competencias ciudadanas como un instrumento que contribuya a reafirmar comportamientos y conductas
civilizadas?
Saber que es mejor caminar por nuestra derecha, que las cosas se piden por favor, que se
da las gracias por casi todo... y otras muchas pequeñas cosas hacen que nuestra vida sea mucho
más interesante y atractiva. Pero como todas las reglas, leyes o normas, no solamente es suficiente
con saber que existen, sino que hay que ponerlas en práctica. A diario, en cualquier situación se
puede ser caballeroso. No hay que desaprovechar ninguna circunstancia por dos motivos: poner en
práctica lo que nos han enseñado y a su vez dar un estupendo ejemplo a los que nos ven. Gozar
de un buen «tacto social» nos puede ayudar en multitud de situaciones, tanto sencillas como algo
más complicadas. Desenvolverse en los distintos ámbitos sociales debería ser una de las mejores
asignaturas de nuestra enseñanza.
Puedes ser el que más conocimientos tenga de su ocupación o carrera profesional, pero sin
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una buena dosis de «urbanidad» puede que sea la persona menos querida de su entorno. Saber
complacer, comportarse de modo correcto en cualquier situación, mostrar nuestro mejor «barniz
social» cual pavo real que muestra su majestuosa cola puede hacernos ganar la simpatía de todo
nuestro entorno. Ese cariño se refleja en la actitud de las personas que nos rodean y se extraña
cuando falta.
Muchos aprendizajes están ausentes en el currículo escolar. Algunos contenidos básicos
están sorprendentemente ausentes. Por ejemplo: ¿en que parte del currículum escolar se ubican las
“buenas maneras” o “buenos modales”?
En este sentido, está cobrando presencia y valor una formación integral que pretende promover y garantizar la adquisición de unas competencias básicas que se preocupa por la formación de
los alumnos como futuros ciudadanos.
Este término está presente en nuestro sistema educativo desde su introducción por parte de la
LOE en el currículo de la educación obligatoria. Ya no es suficiente saber sumar, restar, multiplicar,
el alumno debe ser capaz de aplicar estas operaciones al contexto real de la vida cotidiana. Tanto
los objetivos de cada área o materia, los criterios de evaluación, la participación de las familias,
etc., es decir todos los aspectos formales y no formales afectan a la educación de los jóvenes orientado a la adquisición final de lo que la LOE denomina competencias básicas. Se refiere a aquellos
conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que debe desarrollar el alumnado al finalizar
la enseñanza obligatoria. De esta manera, el currículo de las diferentes etapas obligatorias se ha
diseñado de manera que cada una contribuya al desarrollo y adquisición de ocho competencias
básicas: competencia en comunicación lingüística, competencia matemática, conocimiento e interacción con el mundo físico, tratamiento de la información y competencia digital, competencia
social y ciudadana, cultural y artística, aprender a aprender y autonomía e iniciativa personal.
Desde esta perspectiva, la incorporación de las competencias básicas supone la realización
personal, el logro de la inclusión social, ejercicio de la ciudadanía activa, hacer frente a la vida
adulta y ser capaz de desarrollar un aprendizaje permanente.
7. La integración e inclusión de las buenas maneras en el sistema educativo
Que una persona alcance la condición de ciudadano y que se desenvuelva como tal ha sido
uno de los fines de la educación para propiciar el desarrollo y el fortalecimiento de una sociedad
democrática (LOGSE, 1990; LOE, 2006). Es aquí donde se hace forzoso indagar en la formación
ciudadana para vivir en sociedad entre los alumnos.
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Se debe establecer que cualquier proyecto educativo consecuente con lo establecido en la
Ley Orgánica de Educación (LOE, 2006), en su capítulo I, que hace referencia a los principios democráticos de igualdad, inclusión y ciudadanía, debe ser un proyecto en el que la urbanidad habrá
de estar en sus compromisos y en sus fines educativos.
Formar a los alumnos como ciudadanos es un aprendizaje relevante que les permitirá ejercer
derechos y deberes con responsabilidad, como también contribuir a la construcción de un medio
social donde primen los valores de tolerancia, igualdad, solidaridad y democracia como práctica
de ciudadanía.
A principios del los noventa, el sociólogo Amando de Miguel, en su libro “Cien años de urbanidad”, plantea la siguiente cuestión :”Los adultos se preguntan si en los actuales planes de estudio
hay lugar para una asignatura de urbanidad como la que ellos dieron en su día”(pp. 35-36).
Es desde una asignatura de urbanidad y buenas maneras donde podemos reforzar y estimular
una educación moral para formar a la persona y al futuro ciudadano crítico a la sociedad y al sistema
de gobierno. De este modo, la asignatura orienta sus esfuerzos a la formación de estudiantes, seres
humanos en potencia conscientes de las siguientes dimensiones:
••Miembros de un Estado Social de derecho donde se protegen los derechos humanos, como
la igualdad, la libertad y participación, entre otros.
••Dimensión cognoscitiva, incidir en la enseñanza porque a partir de ella, las personas pueden cambiar la realidad o aquello que es injusto.
••Dimensión afectiva, viene definida por los sentimientos hacia la actitud.
••Dimensión comportamental, se manifiesta en el actuar de determinada manera para favorecer las actitudes deseadas.
Actitudes negativas como la soberbia, la tosudez, egoísmo, ordinariez se encuentran en
nuestra vida diaria e imposibilitan las relaciones sociales. De ahí, se muestra la necesidad, hoy por
hoy, de educar en valores. Actualmente, la sociedad ha cambiado a través del paso del tiempo, pero
en ese cambio sustancial ha perdido ciertos valores y modales que ayudaban a mantener la armonía
entre las comunidades, y hasta el momento nadie se ha preocupado por recuperarlos. Se ha perdido
hasta el punto de pedir algo por favor, dar las gracias, decir buenas noches y un largo etcétera. Creo
que es necesario cultivar la urbanidad y los valores éticos y morales, en especial en los jóvenes que
deberán adecuarse a la sociedad que les toque vivir, que puedan construir una sociedad en paz y
en valores donde exista justicia social con unos derechos y deberes que otros deben respetar de la
misma manera cómo uno respeta a los demás, donde la sociedad se debe regir por unos principios
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y reglas en el trato social y la igualdad entre las personas.
La finalidad educativa de la asignatura es propiciar en el educando hábitos, métodos, conocimientos que le permitan desarrollar al máximo su pensamiento, habilidades y destrezas cognitivas,
psicomotoras e integradoras entre muchas otras que potencien en él la posibilidad de comprender
los diversos contextos y situaciones que suceden en la sociedad de la cual forma parte e insertarse
con sentido en el mundo, la cultura y la historia para ser más productivo y hacer frente a la realidad
que pertenece.
Se pretende llevar al estudiante a crear y asumir posturas en la solución de problemas de su
núcleo social y el de otros, y que se planteé a si mismo situaciones de aprendizaje a partir de su
quehacer cotidiano.
Ahora más que nunca debemos trabajar para lograr una sociedad con una moral y una ética
encaminada a hacer el bien a los demás basada en las buenas costumbres y en la autonomía del
hombre, en restablecer, como obligatoria , la enseñanza de la asignatura de urbanidad y civismo
en los niveles de infantil, primaria y secundaria obligatoria, en las Instituciones Educativas públicas
y privadas del país, para lo cual se hace necesario incluir la temática de urbanidad y civismo en el
Proyecto Educativo Institucional P.E.I.
Las buenas maneras, la urbanidad, tienen profundas implicaciones en el proceso de enseñanza aprendizaje; pues favorecen la consecución de los objetivos generales de cada etapa, facilitan el desarrollo de la personalidad y la autonomía personal, finalidades éstas que establece la Ley
Orgánica de Educación 2/2006 de 3 de Mayo.
Así, debemos tener en cuenta la necesidad de impartir dentro de la actividad docente la
materia de urbanidad y buenas maneras en el sistema educativo. Así pues, el tema de los valores o
los fundamentos es imprescindible para poder introducir y justificar la inclusión de la urbanidad y el
protocolo en los planes de estudio y en los diseños curriculares de nuestros centros y escuelas, desde
las primeras etapas a la universidad, si se quiere hacer con una mínima coherencia pedagógica.
La educación en valores preocupa y ocupa la comunidad escolar. La entrada en el nuevo
milenio ha exigido una mayor eficacia en el proceso formativo de los individuos, no sólo en cuanto
a nivel intelectual, sino también en sus cualidades éticas. De los valores se viene hablando desde
hace bastante tiempo por diferentes pensadores y expertos con puntos de vista y enfoques muy variados, por ejemplo a través de la pedagogía o la sociología, entre otras.
Así es que a temática de la educación en valores se ha venido discutiendo desde hace algunos
años con cierta insistencia. Esto se debe a varias razones. Una de ellas es la percepción casi gene-
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ralizada de que hay una crisis de valores, se sostiene que los niños y jóvenes carecen de los valores
con los que algunas generaciones anteriores fueron educadas. Otra es la gravedad y dimensión de
distintas problemáticas mundiales en materia de medio ambiente, salud, economía, cultura, etc
En la actualidad, numerosos estudios han constatado que las enfermedades que causan más
muertes prematuras están relacionadas con hábitos individuales y estilos de vida, siendo en los
primeros años donde estos hábitos se adquieren, lo que hace imprescindible una adecuada intervención educativa lo más temprana posible.
En este sentido, la educación para la salud se constituye en un eje fundamental de la educación en valores en la etapa de Educación Infantil, reflejada en la Ley Orgánica de Educación.
Así, nuestro sistema legislativo plantea una serie de requisitos para el tratamiento de esta tema: está
integrada en los programas educativos y no constituye algo independiente y los docentes cuentan
con el apoyo de otros profesionales.
Por tanto, una buena educación en valores debe pretender que los alumnos y alumnas desarrollen hábitos y costumbres sanos, que los valoren como uno de los aspectos básicos de la calidad
de vida.
A partir de está situación se hace necesario vincular la buena educación con los valores
como algo ineludible. La educación es es sí misma un valor social que requiere valores diversos que
sean acordes a los requerimientos del alumnado, así como las demandas actuales de la sociedad.
Es complicado definir como es el mundo actual. Algunos hablan de una actualidad “globalizada”, “postmoderna”, pero más allá de buscar un nombre sobre el que atribuir la pluralidad de
formas de vivir el complejo presente, deberíamos preocuparnos de hallar propuestas para enfrentar
la realidad axiológica en las aulas.
Los valores son el fin que debería sustentar todo proyecto educativo. No hay que olvidar
que estos contenidos tienen gran relevancia para el ambiente educativo y su trascendencia en la
formación del alumnado.
8. Valoración social de urbanidad y buenas maneras
La educación, para inculcar actitudes morales, tiene que ir contracorriente; tiene que luchar
contra una sociedad que fomenta la vida confortable y fácil, el placer inmediato, que valora, por
encima de todo, el poder adquisitivo del dinero y el éxito personal a cualquier precio. La clase de
persona que se forma espontáneamente en las sociedades desarrolladas no es el ciudadano, sino el
consumista. Ganarse bien la vida para poder comprar todo lo que apetezca es lo que da sentido a
la vida, el símbolo del éxito y de que no somos unos seres frustrados. Sin una educación que enseñe
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Las buenas maneras en las políticas educativas
a vivir de otra manera, la persona aprenderá sólo a pensar en sí misma y en sus intereses, y no en
el bienestar de los demás. Da lo mismo que los medios de comunicación nos muestren cada día la
miseria y el sufrimiento de los demás; olvidarlos es tan fácil como apagar la televisión.
Si vinculamos esta idea de libertad con el hecho de que vivimos en sociedades plurales,
en las que cada vez tenemos más posibilidades de escoger formas de vida diferentes porque todas
están igualmente permitidas y se consideran asimismo buenas, el resultado es una sociedad sumergida en lo que Durkheim denomina “anomia”. La ausencia de normas, o de referentes claros y
sólidos, nos provoca una incertidumbre.
Para muchos pensadores ha tenido gran importancia la religión como instrumento de cohesión y como motivador de las personas para adoptar comportamientos entendidos como correctos.
Rousseau se conformaba con una “religión civil” para conseguir el efecto deseado. No se trata de
recuperar las religiones, como querrían algunos comunitaristas, ni de construir un simulacro que las
sustituya, lo que sí es necesario es que no abandonemos la educación moral o cívica por el hecho
de que la religión, en las sociedades laicas, se haya convertido en un asunto privado. Creo que las
dificultades actuales para entender la educación no como la transmisión de unos conocimientos
instrumentales, sino como la formación de la persona, proceden básicamente de que nos tenemos
que inventar la forma de lograrlo. La religión integraba la moralidad. La educación laica no sabe
cómo integrar el civismo como el aspecto más básico de la educación. Es significativo que cuando
se propone una asignatura alternativa a la religión se piense en la educación cívica. Como si los
creyentes y los no creyentes tuviesen diferentes concepciones de la moral o del civismo.
El civismo es, por encima de todo, una cultura, la cultura de la convivencia pacífica y solidaria, del compromiso con la ciudad y con las personas que en ella conviven. Es una cultura porque
está relacionada con el “cultivo” de la persona, lo que los griegos llamaban la formación del carácter o del ethos (de donde deriva la palabra “ética”). Lo que tendremos que descubrir entre todos es
qué se tendrá que hacer para formar el carácter de acuerdo con los valores de la responsabilidad,
la solidaridad y la tolerancia en una sociedad que enseña a las personas a disfrutar de la libertad y
a hacerlo para consumir. Pero no sería bueno ni eficaz dejarnos llevar por el pesimismo. La moral
siempre ha tenido algo de remar contra corriente, de inculcar valores que no son ni populares ni
atractivos, sino contraculturales, pero que son los que nos tienen que ayudar a vivir todos juntos.
Hoy muchas personas creen que los jóvenes están perdiendo el respeto a padres y profesores. Analizando los contenidos que reciben en casa, en la escuela y en la sociedad se detecta una
falta de pautas básicas de buena educación, de conocer una forma de comportarse que les ayude a
desarrollarse como personas, a dominar cualquier situación y, en definitiva, a tener menos problemas y a ser más felices.
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Para vivir en una comunidad feliz hay que usar maneras cordiales y llevar una conducta y
modales urbanos en mutua sintonía con los demás. Las normas de urbanidad te enseñan a cumplir
con tus deberes sociales y cristianos, dirigir tu conducta de modo que no cause molestia a nadie,
también te enseña a ser tolerante y tener compostura, en tus hábitos y a fomentar tu propia estima.
Quien practica la urbanidad y la cortesía es una persona amable y digna de consideración. Por lo
tanto: se llama urbanidad al conjunto de normas que tenemos que observar para comunicar dignidad y elegancia a nuestras acciones y palabras. La urbanidad emana de los deberes morales. De
esta manera llegamos a adquirir las buenas maneras.
En realidad todos deberíamos de regirnos por un mismo principio y poner en práctica todos
los buenos modales que nos abren las puertas hacia el futuro; así podríamos lograr la sociedad
ideal formada para hacer el bien a toda la comunidad y enfatizada en la necesidad de rescatar los
valores éticos y morales a través de la enseñanza de la urbanidad como alternativa, para garantizar
la formación del hombre amoroso, educado, culto, sencillo, en otras palabras, más sensible a sus
semejantes; pero teniendo en cuenta que cada uno es un ser individual pero al mismo tiempo reflejando una idea concisa de una sociedad armónica.
Es así que la sociedad debe tener muy en cuenta que cada ser es una persona integra e individual que debe comprender y entender que la urbanidad es una ciencia y que al mismo tiempo es
el arte de vivir bien y de ser dichoso en comunidad, por esta razón cada persona puede interactuar
con todos lo miembros de la comunidad o sociedad en la cual vive pero debe respetar el pensamiento e ideas del los demás.
9. Referencias bibliográficas
Referencias legislativas
Ley Orgánica 2/2006, de 3 de Mayo, de Educación
AUTORES
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edición.
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de publicaciones de la Universidad de Oviedo.
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Contemporánea (1800-1936). Tesis Doctoral inédita. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Valladolid.
ZABALA, A. y ARNAU, L. (2007), Cómo aprender y enseñar competencias, Colección Ideas Claves,
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