Atacar la monarquía, atacar al candidato. El humor

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Atacar la monarquía, atacar al candidato. El humor
gráfico en la cuestión de las candidaturas al trono en el
Sexenio Revolucionario.
Ignacio Chato Gonzalo · [email protected]
Universidad de Zaragoza
Abstract
La cuestión de las candidaturas al trono español centró gran parte del debate
político en los primeros años del Sexenio Revolucionario. Las identidades políticas de
los distintos partidos y fracciones que se formaron en el nuevo régimen que vino a
instaurarse, fueron definiéndose, en buena medida, en relación al candidato que venían a
defender y, en el caso de los republicanos, en su ataque a todos y cada uno de ellos. De
hecho, el discurso político del republicanismo vino a utilizar a los candidatos al trono
como objeto preferente de sus críticas contra la monarquía, poniendo en práctica una
eficaz estrategia identificando a los distintos candidatos con la institución monárquica a
la que pretendidamente aspiraban. El ataque a las candidaturas se convertía así en el
más efectivo mecanismo de persuasión, gestándose una perversa retórica en la que los
rasgos y cualidades de los pretendientes al nuevo trono constitucional, distorsionados
con el prisma de la crítica republicana, servían para dotar de una identidad maligna y
deformada a la propia monarquía. Un proceso de personificación y humanización del
trono que, iniciado durante el reinado de Isabel II, sirvió a los republicanos para
desmitificar el régimen monárquico y debilitar su patrimonio simbólico, hasta
convertirla en una institución completamente prescindible. Para ello se puso en juego,
especialmente en la prensa satírica republicana, un amplio y variado conjunto de
recursos estilísticos y retóricos, al objeto de resaltar los vicios y defectos de los
candidatos para, con ellos, desacreditar a la propia institución monárquica. El humor
gráfico representó en esta estrategia de degradación y envilecimiento de la monarquía
un papel principal y protagonista, condensando en el dibujo el amplio conjunto de
recursos simbólicos y metafóricos puestos en acción, convirtiéndolos en fácil material
de uso y difusión para el discurso republicano.
El mito republicano fue creciendo gracias a un efectivo juego de contraposición, a
través del cual los defectos y taras de los candidatos servían para realzar las virtudes de
una república impersonal, sobrenatural y abstracta, que se elevaba sobre las realidades,
excesivamente humanas, de los pretendientes a la corona de España. A través de la
prensa satírica y, principalmente, de las representaciones gráficas que editaban (muy
señaladamente publicaciones como Gil Blas, La Flaca, El Guirigay, La Carcajada, etc.),
los republicanos consiguieron articular el más exitoso discurso antimonárquico,
preludio de la pronta instauración de un nuevo régimen político. Creando una
iconografía efectista, causa y expresión de la popularización de los símbolos generados
en ese cruce de imágenes contrapuestas, la república se elevó entre el imaginario
colectivo como un cúmulo de virtudes sobre la decrepitud de la monarquía, compendio
de defectos, vicios y pecados. De este modo consiguió extender y popularizar el mito
republicano antes por su posición antitética de una monarquía degradada que por las
virtudes propias de una república que, a ojos de gran parte de las propias masas
republicanas, seguía resultando un régimen político inconcreto más o menos
desconocido.
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