Un nadador contra olas gigantes

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juventud rebelde
texto y foto OSVIEL CASTRO MEDEL
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BAYAMO, Granma.— Aquel verano fue
demoledor. Parte de su modesta casa
había volado empujada por los resoplos de
Dennis, un huracán que convirtió la costa
en caos.
Casi 50 días después, todavía podían
verse en las playas los latigazos del ogro
ciclónico y ante la tragedia, Lorenzo Pérez
Escalona acudió al campismo Las Coloradas para ayudar en las labores de recuperación y, si era posible, conseguir algo mínimo que sirviera a su vivienda.
Mas sobrevino otra desventura: en el ajetreo del trabajo cayó una pared que impactó su anatomía de 19 años. Era el 24 de
agosto de 2005 y al trasladarlo al hospital
Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo,
corroboraron que tenía fracturas en la
columna vertebral y en el fémur izquierdo.
«Me operaron la columna ese mismo día
exitosamente, pero le hablaron claro a mi
mamá, que se llama Juana Escalona Reina:
solo con un milagro podía caminar de nuevo», cuenta este hombre, quien 11 años
más tarde asombraría al mundo al convertirse en campeón de la natación de los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro.
Al séptimo día del accidente lo llevaron
de nuevo al salón para fijarle con láminas el
fémur, que se había desprendido de su
cabeza. «Estuve ingresado 40 días en Bayamo y casi cuatro meses en el hospital Julito Díaz, en La Habana, donde hice la rehabilitación».
En los meses siguientes, con una fuerza
de voluntad ciclópea,Lorenzo volvió a caminar
contra cualquier pronóstico, valiéndose de
muletas. «Todo cambió, no sentía mis pies,
pero ante esas adversidades ni siquiera necesité un sicólogo», comenta a JR mientras
observa desandar a su pequeña, Ruth, quien
cumplirá un año el próximo 20 de octubre.
Así, ahuyentando cualquier depresión
emocional y siguiendo la sugerencia de un
activista deportivo, integrante de la Aclifim,
dijo que imitaría a Leonardo Díaz, un granmense lanzador de disco, jabalina y bala,
multimedallista en Juegos Paralímpicos.
«Nunca había tenido —dice— la aspiración
de ser deportista, mucho menos nadador; mi
sueño era graduarme de una carrera universitaria. Por eso, después de estudiar Mecánica automotriz como obrero calificado, pasé
el curso de superación para jóvenes, casi terminándolo se produjo el percance. Luego, así
parapléjico, cursé cuatro años de la Licenciatura en Contabilidad y Finanzas; pasaba
demasiado trabajo y busqué otros caminos
como este del deporte adaptado.
Lo cierto es que, siguiendo la historia,
aquellos implementos para lanzar, que
MIÉRCOLES
05 DE OCTUBRE DE 2016
Un nadador
contra olas gigantes
De una playa, un remolino, las heridas... nació la gran
novela de uno de los campeones paralímpicos de Cuba
Lorenzo con Ruth, uno de sus retoños.
alguien le prometió, nunca llegaron a su
municipio, Niquero. Entonces Lorenzo contactó con su vecino de Las Coloradas, Hernán Tamayo Piñón, un sordomudo que competía en certámenes para deportistas con
esa limitación y entrenaba nada menos que
en el mar.
«No sabía nadar, aunque no me ahogaba. Hernán me enseñó y fue mi primer
entrenador no oficial, pues él no iba todos
los días al mar, yo sí. Tuve que hacer un
gran esfuerzo porque los pies se me iban
para el fondo y porque esa preparación era
en un espacio de diez metros de largo, sin
condiciones, en medio del oleaje; súmenle
que no entendía el lenguaje de señas; y
además de eso, como no sentía mis piernas, me cortaba con los vidrios o me pinchaba con los erizos sin darme cuenta. A
veces llegaba a la casa sangrando, algo que
alarmaba a mi mamá, quien siempre ha
sido muy sobreprotectora».
Prácticamente por su cuenta, Lorenzo
acudió a una competencia nacional en
2008, en Matanzas, donde ¡por primera
vez! nadó en una piscina y alcanzó dos
medallas de plata. A partir de ese momento le designaron un entrenador, Dayron Jorge Infante.
No obstante, faltaban otros infortunios.
En 2009 empezó a sentir molestias cerca
de la cadera izquierda y tuvo que someterse a otra intervención para retirar las láminas del fémur. «La operación se complicó
mucho, a partir de entonces dejé de caminar, pero seguí soñando».
Con esas increíbles ilusiones a cuestas
siguió triunfando en los eventos nacionales,
a los que iba «casi siempre en tren, en viajes de hasta 17 horas que me mataban la
espalda». Llegó a comentar a su hijo Jonathan Daniel Pérez Rosales, a su hijastro
Ángel Suárez Rosales y a su esposa Yadelmis Rosales Martínez que representaría a
Cuba en los Juegos Parapanamericanos de
2011, pero no lo convocaban para la preselección nacional. «Triunfaba en los campeonatos de Cuba y no me llamaban; me
LORENZO Pérez es el único nadador cubano
en la historia que bajo los cinco aros, incluyendo atletas convencionales, ha ganado
presea de oro. Además, es el único, entre
las dos categorías, multimedallista en esas
citas cuatrienales.
ORO PLATA BRONCE
CIUDAD
JUEGOS OLÍMPICOS
Londres
1
1
2012
Río de Janeiro
1
1
2016
JUEGOS PANAMERICANOS
Guadalajara
3
2011
Toronto
2
1
2015
AÑO
Lorenzo disfrutó su primer título olímpico en Río de Janeiro. Foto: Armando Hernández
DEPORTES
07
decepcioné al punto que dije: “No nado
más”», relata.
«Estuve tres meses sin entrar al agua
hasta que un buen día me comentaron que
querían medirme los tiempos en los Juegos
Escolares Nacionales. Nadé mis tres especialidades: 50, 100 y 400 metros libres. No
estuve tan bien; sin embargo, mi actual
entrenador, Ernesto Garrido, me vio condiciones y bajo su tutela, sin mucho tiempo
de entrenamiento, asistí a los Juegos de
Guadalajara».
En esa ciudad mexicana sorprendió cuando alcanzó tres medallas de oro y batió dos
récords del continente. Al siguiente año, ya
convertido en matrícula oficial del alto rendimiento, seguiría asombrando en los Juegos
Paralímpicos de Londres 2012, donde ganó
una medalla de plata (50 metros libres) y
una de bronce (100 m) en el estilo libre.
«Allí estuve lesionado en el hombro y en
la columna, en la que sufrí un esguince a
nivel dorsal. Resultó el momento más duro
de mi carrera deportiva, pensé que no competiría más».
La profesionalidad de los médicos lo
hizo retornar con tal brío que en 2015, en
los Juegos Parapanamericanos de Toronto,
impuso récord mundial para su categoría
(S6) en los 100 metros libres con 1:04.60
minutos, también triunfó en los 400 y obtuvo plata en los 50.
«Cuando logré esa marca, empecé a
soñar con la medalla de oro en la Paralimpiada de Río de Janeiro. Me preparé al máximo junto a mi entrenador y esta vez llegó el
resultado».
Él se refiere a su título en los 100
metros libres que ganó en la Ciudad Maravillosa con récord paralímpico de 1:04.70, y
a su medalla de bronce en los 400 metros.
«No sabía que había ganado, porque
cuando uno termina una competencia llena
de tensiones, uno tiene un elefante a cinco
metros y no lo ve; cuando observé a mi amigo, el también nadador Yunieski Ortega (ciego total) y al resto de los cubanos festejando en las gradas, me llené de emociones...
lloré. Por cierto, nunca he llorado en el
podio cuando me premian, sino luego de
los eventos cuando el cuerpo se afloja».
Este muchacho, nacido el 4 de febrero
de 1986, sentencia que Londres fue una
«gran prueba de fuego» porque resultó «la
primera competencia en la que sabía que
me estaban mirando por televisión mis
familiares en Las Coloradas (el barrio que
sigue adorando), Bayamo y en toda Cuba».
Lorenzo reside —aunque pasa mucho
tiempo entrenando en La Habana— en la
Ciudad Monumento desde noviembre de
2015 en una vivienda ubicada en el reparto
Granma, conocido popularmente como El
Polígono. En esa casa, otorgada por sus
rendimientos deportivos, se armó la algarabía extraordinaria y brotaron muchas lágrimas cuando lo vieron triunfar en los Juegos
Paralímpicos.
Uno de los que más festejó fue su hijo
Jonathan, quien con sus 11 años obtuvo
siete medallas de oro en la natación de los
pasados Juegos Escolares Nacionales. «Yo
no quería que se hiciera nadador, sino pelotero; practicó, incluso, triatlón. Sin embargo,
él insistió en que quería seguir mis pasos...
contra eso no puedo. Hoy le aconsejo que
aunque vale ganar, más importante es
dominar la técnica».
De seguro le habrá dicho también «que
las cosas no caen del cielo», una de sus frases preferidas para ilustrar su historia, cargada de dificultades y huracanes, los que
logró vencer con la fuerza de un corazón
excepcional. Un corazón más grande que el
mismísimo mar.
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