Discurso Nebot a Toledo

Anuncio
Nebot a Toledo
Exijamos los Dividendos de la Paz: Bienestar y Progreso!
Cincuenta meses transcurrieron entre la Independencia de Guayaquil, el 9 de Octubre de 1820, y la Batalla de
Ayacucho, que selló la Independencia de Perú, el 9 de Diciembre de 1924.
El primero en estar a cargo del Cabildo guayaquileño, José Joaquín de Olmedo, no fue ajeno a ese proceso.
Gestor importante de la Independencia de Guayaquil, se afinca luego en Perú, resentido con Bolívar porque
Bolívar resintió la autonomía de Guayaquil en el proceso de su anexión a la Gran Colombia. Patriota ante todo,
olvida toda diferencia y viaja de Lima a Quito, demandando a Bolívar ser, para los ejércitos insurgentes que
luchaban por la independencia del Perú, "la voz que los una, la mano que los dirija y el genio que los lleve a la
victoria". Luego, la victoria y el canto de Junín, que llevaban en su seno el triunfo final en Ayacucho.
Señor Presidente de la República del Perú, guayaquileños y ecuatorianos, ese nexo entre nuestros pueblos se
ha prolongado en la historia. Lucharon juntos por su independencia, luego –desgraciadamente- lucharon entre
sí y después, otra vez juntos, lucharon por la paz.
Bienvenidos a Guayaquil, inmensa en su hospitalidad, señor Presidente y señora de Toledo. Pero esa
hospitalidad no sería leal, no sería guayaquileña, sino fuera también franca. La paz es un bien supremo, todos
la ansiábamos, pero la obtuvimos pagando una alta cuota de desmembramiento y dolor. Por eso, la paz sólo
podrá entenderse en su enormidad y consolidarse positivamente si logramos para nuestros pueblos los
dividendos de esa paz: progreso y bienestar.
El comercio bilateral se ha incrementado 90% cada año, pero debemos avanzar mucho más. Debemos hacer
realidad plena el eje vial Piura-Guayaquil. Debemos convertir a Guayaquil y los puertos ecuatorianos y a Paita y
los puertos peruanos en la gran bisagra que potencialice la olla amazónica. Debemos hacer lo nuestro como
ustedes harán lo suyo, no sólo en materia de seguridad jurídica y competitividad, sino en el amplio marco del
desarrollo binacional y de la integración eficaz y exitosa. Por último, la paz no tiene precio, en ninguna de las
dos acepciones en que esta expresión puede entenderse, pero para materializarla y derrotar a la pobreza,
debemos también reclamar con altivez los recursos internacionales abundantemente ofrecidos y hasta ahora
escasamente entregados.
El sacrificio y el esfuerzo conjunto han de entenderse como Olmedo los entendió en el canto a Junín:
"Furia de la guerra, ... húndete en el fondo del averno, derrocada, paz para siempre. La sangrienta espada, ... o
cubierta de orín ignominioso, o en útil arado transformada".
Sea usted señor Presidente Toledo huésped ilustre de Guayaquil y estas, las llaves de la ciudad que le entrego,
símbolo de apertura. Que abran para siempre las puertas de la amistad, el desarrollo y el futuro auspicioso de
nuestros pueblos.
Que el supremo hacedor oiga hoy la plegaria inscrita en la pirámide de Junín: "nos protegiste como Dios de los
ejércitos/ protégenos ahora como Dios de la libertad y de la paz".
Descargar