Capítulo IV HACIA UN CASERÍO POSTINDUSTRIAL

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Capítulo IV
HACIA UN CASERÍO
POSTINDUSTRIAL
"Apenas acabada la segunda guerra mundial no se podía tener
idea cabal de lo que para la vida de los pueblos habrían de ser los
años siguientes, de 1945 a 1955; menos aún de las mutaciones violentas que sobrevendrían en la década de 1960 y 1970. El pueblo
vasco las ha experimentado tanto o más que ningún otro del Occidente de Europa" (Caro Baroja, 1975, p. 11).
El caserío ha asistido a esa aceleración violenta de acontecimientos y procesos. Pasada la Guerra Civil y los primeros años de
la postguerra se reencontró con la crisis que lo acosaba desde los
inicios del siglo XX, dada por la concentración espacial del empleo
no agrario. A aquella crisis sin superar vendrá a sumarse la de la
agricultura tradicional, de modo que en la década de 1960 se agudizará el proceso de abandono de caseríos en los sectores excéntricos
del territorio.
Los que resistieron cumplieron con el requisito de insertarse
definitivamente en una economía de mercado, sin que ello signifique que llegaran a constituirse en unidades de producción modernas. La expansión de la urbanización acarreó la competencia por el
uso del suelo, de manera que no fue posible asumir la mejora de su
factor de producción más escaso: la tierra. La generalización del
cultivo directo y sobre todo la posibilidad de complementar ingresos mediante el empleo en la industria contribuyeron a sostener un
caserío industrial a tiempo parcial, o"mixto" como se le llamaba
entonces.
La difusión de ese modelo de caserío culmina en los primeros
años 1970; a finales de esa misma década la llamada crisis de la
agricultura moderna lo hará saltar por los aires. Etxezarreta (1977)
había puesto de manifiesto su principal falla: se trataba de una unidad de producción "artesanal", pero, eso sí, con todas las dependencias externas que habría presentado cualquier explotación
moderna. A raíz de todo ello, el caserío atravesará "...una profunda
crisis, en la que se mezclan, como causa, factores espirituales y
materiales" (Martin Galindo, 1969, p. 41).
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Del apuro se salió cuando ya comenzaba a hablarse del medio
rural postproductivista y en este país se cernía la que se ha dado
en llamar sociedad postindustrial -"La desorientación se refuerza
en la medida en que dejamos de ser contemporáneos de nosotros
mismos, ya que vivimos un período que es post" (Santos y Silveira, 1998)-. Sobre ese horizonte se perfila un nuevo caserío, o
quizá dos, o ninguno. Entre las explotaciones agrarias se abre una
profunda brecha, unas pocas se constituyen en unidades de producción muy modernizas, mientras el resto, la mayoría, va desentendiéndose de la actividad agroganadera, es el caserío postindustrial.
1. REAPERTURA Y CIERRE DE AQUELLA PRIMERA
"CRISIS DEL CASERÍO"
La Guerra Civil y la primera postguerra cerraron en falso aquel
proceso de abandono de caseríos que en las primeras décadas del
siglo XX se denominaba "la crisis del caserío". Con la recuperación
económica visible ya a comienzos de los años 1950 se reabre una
corriente de cierres que se acelerará, como casi todo, durante el
desarrollismo. Pero además de no ser una novedad, el proceso respondía básicamente a la misma causa que lo había desatado cincuenta años antes: la concentración espacial del crecimiento económico. La centralización del empleo no agrario en los núcleos urbanos dejaba a los caseríos ubicados en los sectores excéntricos del
territorio abandonados a sus propias fuerzas; de manera que aquellos de base territorial insuficiente para garantizar la reproducción
familiar se dejaron.
El abandono de caseríos no es, en definitiva, sino el reflejo de la
reestructuración de las relaciones de producción, que pasan a organizarse de acuerdo con la dominante industrial. Se produce así una
redistribución de la población activa a favor del sector secundario
que tendrá su trasunto en la readaptación espacial del conjunto de la
población. Sectores comparativamente amplios en este territorio
pequeño registrarán un proceso de vaciamiento demográfico al que
acompaña el del caserío.
El despegue y aceleración del proceso de desarrollo industrial
habido en el país entre 1950 y 1975 se acompañó de un crecimiento demográfico que alcanza el importante valor medio anual del
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