El género épico y la conciencia nacional española Nuevas aproximaciones al problema godo en la literatura española V.Grigoriev Universidad Estatal Herzen de San Petersburgo El estudio del problema de la influencia visigoda en el período inicial de la historia de la literatura española evidencia que lengua, cultura, tradiciones y tendencias sociales no constituyen de por sí más que meros "coeficientes de corrección" ante un hecho fundamental e incontestable: la convivencia histórica de dos pueblos, el godo y el español. Es sabido, a su vez, que de entre los fenómenos literarios el género épico es el que en mayor grado refleja la conciencia nacional de un pueblo. Precisamente por ello la teoría aproxima la épica al pensamiento nacional, emplazando a ambos en una etapa particular, la del pensamiento épico, común a todas las literaturas. Esta etapa, de existencia necesaria, no ofrece siempre en cada cultura un fruto distintivo, una epopeya nacional. Genera así un problema nuevo: el de los géneros literarios nacionales "ausentes" (los casos de Italia y Portugal, en lo relativo a la epopeya nacional). Cierto es que a menudo su ausencia es sólo aparente o, en cualquier caso, está compensada por la existencia de un género cuasiépico, afín al género épico, como por ejemplo la epopeya marítima en la obra de Camoens. El objetivo de la presente ponencia es el examen de la épica española desde el punto de vista de la conciencia nacional española. Hasta el presente, la épica española se ha estudiado exclusivamente desde el punto de vista literario. Es decir, se ha analizado su forma, lenguaje, fórmulas lingüísticas, etc., pero sin prestarse atención a su origen y sus relaciones con el espíritu de la incipiente nación española. En este sentido, nos interesará especialmente la conciencia nacional y su formación (la formación de la nación) según se reflejan en la épica. Partiendo como algo incontestable del hecho de que la formación de la conciencia de los españoles como nación se inicia en los siglos X y XI, para quedar ultimada en el siglo XVI, así como de la teoría que considera que la epopeya española es más antigua y arcaica que la francesa y, por tanto, conservó en gran manera la herencia de la época heroica de la formación nacional de godos y españoles, debemos al mismo tiempo tener en cuenta las siguientes circunstancias relativas al problema que nos ocupa. La organización de la resistencia a los invasores árabes no fue algo vinculante para todos los estamentos de la sociedad española, sino sólo para los más estrechamente vinculados con los godos. Alfonso II, fundador de ciudades, restauró las olvidadas leyes godas. Sus tradiciones se conservaron en su forma más pura en la parte occidental de la Península (Asturias, Galicia), conservándose al mismo tiempo las leyes anteriores a la invasión goda. Por esta razón, los autores de la época (siglos IX-XI) llamaban "godos" a todos los españoles sin excepción. También en el Norte y el Este de la Península se conservan las leyes godas (Fuero Juzgo). La población romana carecía de una poesía épica propia, tuviendo que satisfacerse con la de los godos. En algo a lo que contribuyó la lucha conjunta contra los árabes bajo la bandera de la religión. Como constataron los estudiosos de principios de siglo, ya en el siglo XI los juglares franceses adoptaron, perfeccionándola, la forma grosera y mal organizada de la epopeya española. Existen, naturalmente, otras opiniones, pero no quisiera yo aquí intervenir en una disputa que dura casi un siglo. Más importante, a mi juicio, es que esa discusión ha permitido que se plantease el problema del origen germánico de la epopeya española. La teoría, sugerida por vez primera por Pidal y casi inmediatamente olvidada por su mismo autor, no ha sido posteriormente desarrollada de forma seria y exhaustiva. La razón radica en la ausencia de datos y, a mi juicio, también de un enfoque integral que abordase el problema desde la vertiente histórica, social, artística, etc. Curiosamente, también sigue pendiente de solución la hipótesis sobre un origen germánico de la epopeya francesa. Aunque en este caso quisiéramos destacar un aspecto nuevo, de signo contrario al precedente. No fue la epopeya francesa la que influyó en la española, sino al revés. Y así lo sostienen A.Hemel, T.Frings, D.Norten y otros muchos investigadores. Aun así, el problema es secundario. Lo más importante es que la ruptura cronológica entre la epopeya goda y la española no supera los dos siglos, existiendo un vínculo entre la supervivencia goda en el pasado y la mentalidad española en el presente. La cuestión de la lengua no ha sido además óbice para el mantenimiento de esa continuidad histórica. Actualmente se puede admitir que la base de todas las literaturas románicas no es el lenguaje de por sí, sino el conjunto de valores espirituales que permitieron al pueblo español (en nuestro caso concreto) sobrevivir y formar parte de la memoria colectiva de la Humanidad. La lengua ha sido para ello sólo un coeficiente corrector, no un fenómeno decisivo. Partiendo de esta premisa podemos rechazar dos serias objeciones contra la hipótesis del origen germánico. Pero antes formularemos hechos demostrados que no requieren de pruebas adicionales. Estos hechos son: 1. La existencia de una conciencia épica goda y unas formas poéticas de su expresión. 2. Existencia de canciones de guerra como género aparte o, más exactamente, como producto de la deformación de la épica goda y, simultáneamente, como material para la creación de una épica nueva, ya española, cual es la de los romances. 3. Existencia del pensamiento épico español, una épica y unas formas especiales de su expresión en los Estados españoles de los siglos X-XII y, posiblemente, con posterioridad. 4. La ruptura temporal entre la existencia del Estado Godo y el Estado de los españoles es de tan sólo tres siglos (V-VIII), lo que permite suponer que se produjese un préstamo inmediato de la tradición de las canciones de guerra. 5. La tradición oral de las canciones germánicas de guerra podría explicar la aparición de las canciones de guerra en la tradición oral del nuevo Estado español debido a los siguientes factores: a) Semejanza de los componentes de la situación cultural e histórica, en particular, situación de una sociedad que dispone sólo del lenguaje oral. b) El estancamiento de la vida medieval. c) No diferenciación, en ambos casos, entre "yo" individual y "yo" colectivo. d) Estabilidad tipológica de muchos de los rasgos característicos de la epopeya nacional en su cuarta etapa (según la clasificación de Chadwicks) e) Vinculación entre la conciencia prenacional de la población española en los siglos IX-XII e importantes atributos de la vida social de los godos (organización del poder del Estado, el poder jurídico, la comunicación entre los godos y otros Estados, su ayuda en la lucha común contra los árabes,etc.). f) En contraste con los diferentes pueblos autóctonos de la Península, que nunca habían compartido tradiciones comunes en sus instituciones colectivas, los godos tenían, desde hacía siglos, instituciones que unían en una misma sociedad a todos los ciudadanos. Finalmente, no debemos olvidar que la Reconquista empezó su avance hacia el Sur de la Península desde el Norte, un territorio montañoso y agreste donde ni la lengua ni las tradiciones e instituciones de Roma llegaron nunca a arraigar. Este hecho es prueba de que las tradiciones locales y godas prevalecieron o pudieron prevalecer en esa región. Hay que tener asimismo en cuenta el carácter binario de la situación lingüística en los siglos IX-XII. El latín, que el pueblo había dejado ya de hablar, se utilizaba, no obstante con fines sociales muy importantes y constituía un apoyo para las fuerzas centrípetas que buscaban la unificación del país. Por otro lado estaba la lengua romance, hablada por la mayoría de la población pero que no podía desempeñar funciones estatales, sirviendo sólo a las fuerzas centrífugas. Aunque es verdad que en la tropa la lengua romance era usada por todos. Contribuyó, en este caso, a la unidad en la lucha común contra los infieles, expresándose en himnos religiosos y canciones de guerra. Respecto a la hipótesis de Menéndez Pidal, en la actualidad se podría asegurar que la posibilidad misma de las canciones de guerra surgió en los países de lengua romance de forma relativamente temprana. Así, la "Chanson de Roland" no pudo existir antes del siglo VIII, siendo plasmada por escrito en siglos posteriores. El "Cantar de los Nibelungos" germánico trata de acontecimientos del siglo V, aunque sólo quedo plasmado por escrito en el siglo XIII. El "Cantar de Hildebrand" (también del siglo V) se convierte en obra escrita a comienzos del siglo IX. En otras palabras, la épica gótica existía en realidad, aunque en forma fundamentalmente oral. Su época escrita coincide casi cronológicamente con los acontecimientos descritos por la nueva épica romance. Es una coincidencia puramente casual, dándose realmente relaciones entre generaciones, pueblos e ideas. Este es un argumento nuevo en la disputa centenaria y que hasta ahora no se había mencionada. El problema es que no se trata de relaciones entre lo "colectivo" y lo "individual", sino de eslabones en la cadena de unas ideas humanas en la historia de la evolución cultural del hombre europeo. La ruptura de esas relaciones es la ruptura con la realidad histórica. No olvidemos que la formación de la epopeya española transcurrió en condiciones ahora desconocidas, mientras que la de la francesa sí ha sido reconstruida. Más concretamente, por Ramón Menéndez Pidal, en su obra "La chanson de Roland et la tradition epique des Francs". Los francos no son, naturalmente, los godos de España, pero tipológicamente el proceso literario fue el mismo. Probablemente el inicio del pensamiento épico español se verificó más tarde que en Francia, donde este proceso tuvo lugar al fin de la vida de Carlomagno, ya comenzadas las querellas entre sus hijos y nietos. Analógicamente, los ciudadanos del Imperio Romano habían perdido ya la posibilidad de "pensar épicamente", siendo este un don que viene de las tribus germánicas, de los "bárbaros" que se apoderaron en el siglo V del territorio de España y Francia. No obstante, fue en España donde empezó a manifestarse en los siglos VIII-IX lo que posteriormente se denominaría "soberbia gótica", la continuación de tradiciones ancestrales, de las tradiciones de los antepasados, cuyo espíritu aún no había sido olvidado. En un mismo espíritu que evidenciaron los colones franceses que, atravesando Cataluña, llegaron a España para protegerla y poblarla. El mismo espíritu que animaba a los habitantes del Norte que combatían en las filas de las huestes cristianas contra los invasores árabes. Lo más característico de la conciencia épica de la población española de la época era lo que ellos consideraban objeto de su orgullo nacional. No se trataba de grandes hechos heroicos ni de famosas batallas contra millares de enemigos sino, fundamentalmente, acontecimientos y hechos de menor importancia acaecidos en la periferia de la lucha que se libraba por la libertad. Basta mencionar aquí la "Chanson de Roland" donde se ensalza la derrota valiente de un ejército francés, o el "Cantar de mío Cid" español el "Cantar de las Huestes de Igor" ruso y otras epopeyas nacionales. Y cuando hemos utilizado el término "fundamentalmente" queremos subrayar una nueva sensibilidad, más elevada, de los habitantes de la España medieval, que permite adivinar en un hecho de importancia menor, en un detalle, rasgos de algo más grande e importante, la grandeza del hecho nacional. Debemos también subrayar que existían razones más que de sobras para que el pensamiento épico apareciese en el contexto de la lucha contra los invasores, una lucha que lo era también religiosa. Por otra parte, la historia del pueblo español evidencia que, por circunstancias locales, el espíritu de Roma nunca fue el espíritu de los pueblos de España, sino la soberbia gótica, que sí se convirtió luego en fundamento de tradiciones bélicas. Y eso es precisamente lo que nos dicen todos los documentos históricos a partir del siglo VIII. La argumentación de Menéndez Pidal se refiere a la forma épica. Nosotros, por contra, insistimos en la cuestión del contenido. El resurgir del contenido épico hizo posible que se iniciase la búsqueda de una forma y, además, la búsqueda del lenguaje que, como ya ha quedado dicho más arriba, no era lo fundamental para la forma épica: lo importante era cuál sería el lenguaje nacional. Las lenguas prelatinas de la Península eran todas lenguas distintas de distintos pueblos o tribus. El latín era la primera lengua de todo el pueblo en conjunto. Los godos del siglo VIII dejaron de hablar su lengua para hablar en romance. En lo que constituye una prueba adicional de la posibilidad de un origen germánico de la epopeya, porque la continuación de la tradición es posible sólo sobre la base de un lenguaje común. Conviene señalar que la forma poética elegida por el pueblo español coincide plenamente con las particularidades de su lengua. Y precisamente por ello la forma de la epopeya es puramente española: Ningún indicio hace presumir que el movimiento acentual fundado en la sucesión de grupos silábicos dependientes de los apoyos de intensidad se manifestara en el castellano del siglo XII de manera distinta que en la lengua actual. Es de creer que una recitación del mío Cid no influida por la preocupación del recuento de sílabas sino guiada sencillamente por el equilibrio de los acentos del verso, debe evocar una imagen rítmica semejante a la que produciría en la fecha en que el poema fue compuesto. (Tomás Navarro) Podemos mencionar además otra particularidad de su forma, cual es su "formularismo" (el uso frecuente de fórmulas del habla oral), que sugiere, a su vez, varios problemas. El primero es el de la vinculación entre fórmulas épicas francesas y españolas. Sabemos perfectamente (y en ello coincide la mayoría de estudiosos) que ambas epopeyas tienen fórmulas comunes, aunque desconocemos una cuestión: ¿Cuántas fórmulas distintas tienen ambas epopeyas?. Otro tipo de problemas es el relacionado con las particularidades del formularismo germánico y español. Es un campo de investigación abierto para los estudiosos. Queda, por fin, la cuestión de la asonancia e irregularidad del verbo español que, posiblemente, influyó en la forma del verso antiguo francés. De ser así, ello significaría que, en general, el verso épico español se basaba en el verso épico romance, y el verso épico francés en mayor grado. A título de conclusión, podemos afirmar que el problema del origen godo de la épica española, hipótesis propuesta por Menéndez Pidal, es una idea fructífera e importante desde el punto de vista de la Filología. Por otra parte, el lenguaje propiamente dicho de la épica romance no reviste importancia primordial, puesto que la prioridad está aquí en el contenido, la idea, la conciencia épica del pueblo. De ahí que en la epopeya, desde el punto de vista de la forma, algunos elementos de contenido hayan podido ser tomados prestados y utilizados por pueblos de lengua próxima. Es una ley general de la literatura, que la historia de las literaturas románicas no hace sino corroborar. La epopeya española, surgida en las condiciones concretas de la formación del Estado nacional español, habría de heredar de los godos algunos elementos del pensamiento épico, elementos de forma y contenido recogidos en sus canciones de guerra. Pero de mayor importancia son los vínculos ulteriores entre esas canciones y el romancero español.