todos somos impostores

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / LIBROS
Javier Cercas, escritor
“TODOS SOMOS
IMPOSTORES”
Autor, entre otras obras, de Soldados de Salamina (2001) y Anatomia de un
instante (2009), con el que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa, Javier Cercas
(Ibahernando, Cáceres, 1962), presenta El impostor, una obra sobre Enric Marco,
nonagenario barcelonés que se hizo pasar por uno de los casi nueve mil
republicanos españoles deportados por el III Reich. En concreto por un
superviviente del campo nazi de Flossenbürg (Baviera). “Enric Marco se reinventó
tras la Transición. Llegó a ser una ‘estrella de rock’ de la memoria histórica. España
también lo hizo y resultó que intelectuales y políticos de primer, segundo y tercer
nivel eran todos antifranquistas”, explica el autor y añade: “Hoy España está
amenazada por la partitocracia. Este problema tienen que solucionarlo los partidos
políticos o vamos al desastre”
Q
Por Juana Vera (Santiago de Compostela)
uién es Javier Cercas?
—Un tipo que, ante una pregunta, lo que hace no es contestarla sino formularla de la
manera más compleja posible. En eso consiste escribir una novela.
—Con El impostor, vuelve usted a ahondar
en la historia de nuestro país y convierte la vida del protagonista, Enric Marco, en una metáfora de la historia española reciente.
—Este libro cuenta la historia de un hombre que casi siempre dice sí, como casi todos; por eso su historia es la historia del siglo XX en España. Mire, las novelas tienen
siempre un tema visible y otro invisible. El
tema visible es importante pero el invisible
es el fundamental. El tema visible de El impostor es el siguiente: Hubo casi 9.000 españoles deportados en los campos de concentración nazis, la mayoría de estos españoles fueron a parar a un campo de concentración en Austria, el de Mathausen. Esta es la razón por la cual la Asociación que
reune a la mayoría de los deportados se llama La Amical de Mathausen. A principio de
nuestro siglo, durante los años de lo que se
llamó memoria histórica –expresión que no
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me gusta, ni tampoco el modo en que se ha
aplicado en España–, el Presidente de La Amical de Mathausen se llamaba Enric Marco.
Este hombre pronunció centenares de conferencias en las que narraba su experiencia
en el campo de concentración Flossenbürg,
cercano a Munich, en Baviera, y concedió
entrevistas en prensa, radio y televisión. Fue
una ‘estrella de rock’ de la Memoria histórica. Le llegaron a otorgar la Creu de Sant Jordi. Fue el único deportado español que habló, a finales de enero del año 2005, en el
único homenaje que se tributó, en el Congreso de los Diputados, a los deportados españoles en los campos de concentración nazis y continuó su farsa hasta que un humilde historiador español, Benito Bermejo, uno
de los héroes de este libro, descubrió que su
historia no cuadraba y que nunca había estado en un campo de concentración. El escándalo fue tremendo en España y en el
“Memoria histórica es
una expresión que no
me gusta. Ni tampoco
el modo en que se ha
aplicado en España”
22 de diciembre de 2014–11 de enero de 2015. nº 1091
mundo. En su superficie, este libro intenta
contar la historia de este hombre, las mentiras y verdades de su biografía. Pero, aunque parezca extraño, lo que hace interesante a Enric Marco no es su excepcionalidad
sino su normalidad. Y en esta normalidad se
halla el tema invisible de la novela. Este libro habla de cosas que nos atañen a todos:
por ejemplo, de nuestra angustiosa necesidad de ser aceptados, queridos. Este hombre no hizo lo que hizo por dinero, sino por
lo que la inmensa mayoría de las personas
hacemos todo. Este libro habla también de
nuestra incapacidad para mirarnos al espejo sin maquillarnos, para aceptarnos tal y como somos, de nuestra necesidad permanente
de ficción.
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—Usted ha dicho que la historia verdadera de Enric Marco, paradójicamente, es mucho más interesante que la que se inventó.
—Porque es la verdadera historia de nuestro país. A lo largo de un siglo, Marco hizo
lo que hacía la mayoría.
—”La ficción salva, la realidad mata” es
uno de los leit-motiv del libro.
—Todos necesitamos la ficción: las películas, las novelas, la fantasía. Y eso es bueno, pero en su sitio, sin hacer trampas, y
sobre todo sin hacérnoslas: al final, sólo reconociéndonos como somos podemos llevar una vida no del todo indecente. Podría
interpretarse El impostor como un intento
de salvar a Enric Marco enfrentándolo a la
verdad. Y como un intento de salvarme a
“Este libro habla de
nuestra incapacidad
para aceptarnos, de
nuestra necesidad
permanente de ficción”
“Los partidos políticos
han colonizado el país.
El 95 por ciento de la
corrupción procede de
ellos”
JOAN TOMÁS
—¿Creamos una historia ficticia en España tras la Transición?
—El novelista de sí mismo es el título de
uno de los capítulos de El impostor. Todos
somos novelistas de nosotros mismos. Lo que
pasa es que Enric Marco lo es a lo bestia. Se
pasa 30 años de su vida encerrado en un taller de reparación de automóviles en Barcelona. Antes tiene una vida horrible: nace en
un manicomio, su madre loca, tiene una infancia sin amor, sin familia, pierde una guerra y cuando este país inicia la transición dice: se acabó. Se inventa una identidad nueva. Se dota de un nombre nuevo. Consigue
un trabajo nuevo. Cambia de ciudad, de mujer y llega a ser Secretario General de la CNT
en España. Se reinventa por completo. Por
ello, Marco no es sólo una metáfora de lo
que somos todos desde el punto de vista moral, una metáfora monstruosa, o una hipérbole si usted quiere, sino también una metáfora y una hipérbole monstruosas de lo que
es y fue España. Porque en ese momento, en
la Transición, Marco no era la excepción sino casi la regla. Este país, tras la Transición,
se reiventó por completo. Se inventó un pasado. Intelectuales y políticos de primer, segundo, y tercer nivel se inventaron un pasado, y resultó que todos eran antifranquistas.
Falso, claro.
—¿Entonces, quién es el impostor?
—El lector. Todos. Todos tenemos algo de
Enric Marco. Y es mejor saberlo para no llegar a ser como él.
mí y al lector, enfrentándonos a nuestras
verdades.
—Claudio Magris, el escritor italiano, justifica la mentira de Enric Marco porque gracias a ella se conoció mejor la realidad del
Holocausto. Usted no la justifica, ¿por qué?
—El argumento de Magris –y otros– no tiene sentido. No hay justificación para esa
mentira porque en medio de las verdades
que daba a conocer Marco también había
mentiras, y una mentira lo contamina todo.
Pero, sobre todo, porque Marco ofrecía una
versión edulcorada, sentimentalizada, digerible, de la guerra, la posguerra y el nazismo, según la cual nosotros éramos los buenos y ellos los malos. Todo era falso. Adorno decía que el resultado de la industria del
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entretenimiento o de la cultura era una falsa cultura, una cultura que daba al consumidor la ilusión de que estaba disfrutando
de la verdadera cultura. El resultado de la industria de la memoria es parecido: una memoria falsificada, edulcorada, que no responde a las complejidades de la realidad;
esta memoria es la que Enric Marco difundía y propagaba. Por lo tanto, todo lo que
decía era mentira, y no hay ninguna justificación para lo que hizo.
—Algunos ponen hoy en duda las bondades de la Transición española. ¿Cuál es su
opinión al respecto?
—Que corremos el riesgo de incurrir en
uno de los peores errores de nuestra historia: el permanente volver a empezar. La Transición no fue perfecta ni creó una democracia perfecta. Una democracia perfecta es una
dictadura. Las democracias son siempre imperfectas, pero son infinitamente perfectibles. El problema no es de la Transición, sino los que hemos venido después, de mi generación. Los que hicieron la Transición hicieron su trabajo. Crearon una democracia,
algo que era muy difícil. Una democracia
pobre, sí. Frágil, sí. Escasa, también. Las personas de mi generación teníamos que haberla mejorado, pero no lo hicimos; por eso
somos responsables de la situación actual.
La democracia en España ha ido a peor durante los últimos 30 años.
—¿Qué falta?
—Políticamente hay un problema muy grave. Un problema que conoce todo el mun-
JOAN TOMÁS
“El problema es
cambiar el sistema, no
las personas, y no veo
que Podemos esté
proponiento esto”
do y que nadie ataca: la amenaza de partitocracia. Los partidos políticos han colonizado el país. Han colonizado la economía,
la justicia, la cultura, los medios de comu-
nicación. El 95 por ciento de la corrupción
procede de los partidos políticos. Este problema tienen que resolverlo los partidos políticos o vamos al desastre.
—¿Puede Podemos llegar a provocar una
regeneración?
—No he visto que hablen de esto. La cuestión no consiste en cambiar a los mangantes por gente decente, como dicen ellos, sino en conseguir que la gente decente no se
vuelva mangante, y no veo que Podemos hable de esto. Ellos se van a poner, dicen, y lo
van a hacer muy bien. ¿Qué garantías tenemos? ¿Dónde se expiden los carnets de buenas personas y de no corruptos? El problema es cambiar el sistema, no las personas,
y no veo que ellos estén proponiendo esto.
No he leído en ninguna parte que digan que
hay que descolonizar a la sociedad española de los partidos políticos. Insisto: más del
noventa por ciento de la corrupción procede de los partidos políticos. Esto tiene solución, pero no se atreven a darle solución, algo que es muy peligroso porque, si no se hace nada, esto puede acabar en Tangentópolis. Es decir, como Italia cuando tras la intervención de los jueces llegó un señor que
dijo que era la gente, que él no tenía nada
que ver con la política, que él representaba
a la gente contra la casta. Este señor se llamaba Silvio Berlusconi. Italia lo ha soportado durante veinte años, y aún sigue ahí.
—¿Cataluña?
—Lo veo más claro cada vez, y por ello,
mejor. l
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