Guillen, Jorge - poesias

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ARS VIVIENDI
Presentes sucesiones de difuntos
QUEVEDO
Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mÃ, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
—nunca es la mÃa— bajo el cielo raso.
Calculo, sé, suspiro —no soy caso
de excepción— y a esta altura, los setenta,
mi afán del dÃa no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.
Ay, Dios mÃo, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.
Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.
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BEATO SILLÓN
¡Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea, de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.
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CIMA DE LA DELICIA
¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanÃa.
¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
En el espacio airoso,
Henchido de presencia!
El mundo tiene cándida
Profundidad de espejo.
Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero.
¡Dulzura de los años
Irreparables! ¡Bodas
TardÃas con la historia
Que desamé a diario!
Más, todavÃa más.
Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!
Â
DEL TRANSCURSO
Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
Y se me ahonda tanta perspectiva
Que del confÃn apenas sigue viva
La vaga imagen sobre mis espejos.
Aun vuelan, sin embargo, los vencejos
En torno de unas torres, y allá arriba
Persiste mi niñez contemplativa.
Ya son buen vino mis viñedos viejos.
Fortuna adversa o próspera no auguro.
Por ahora me ahÃnco en mi presente,
Y aunque sé lo que sé, mi afán no taso.
Ante los ojos, mientras, el futuro
Se me adelgaza delicadamente,
Más difÃcil, más frágil, más escaso.
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DESNUDO
Blancos, rosas... Azules casi en veta,
retraÃdos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
MonotonÃa justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!
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EN PLENITUD
Después de aquella ventura
Gozada, y no por suerte
Ni error —mi sino es quererte,
Ventura, como madura
Realidad que me satura
Si de veras soy— después
De la ráfaga en la mies
Que ondeó, que se rindió,
Nunca el alma dice: no.
¿Qué es ventura? Lo que es.
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ESTATUA ECUESTRE
Permanece el trote aquÃ,
Entre su arranque y mi mano.
Bien ceñida queda asÃ
Su intención de ser lejano.
Porque voy en un corcel
A la maravilla fiel:
Inmóvil con todo brÃo.
¡Y a fuerza de cuánta calma
Tengo en bronce toda el alma,
Clara en el cielo del frÃo!
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FUERA DEL MUNDO
6
Cuanto nosotros somos y tenemos
Forma un curso que va a su desenlace:
La pérdida total.
No es un fracaso.
Es el término justo de una Historia,
Historia sabiamente organizada.
Si naces, morirás. ¿De qué te quejas?
Sean los dioses, ellos, inmortales.
Natural que, por fin, decline y me consuma.
Haya muerte serena entre los mÃos.
Algún dÃa —¿tal vez penosamente?—
Me moriré, tranquilo, sosegado.
No me despertaré por la mañana
Ni por la tarde. ¿Nunca?
¿Monstruo sin cuerpo yo?
Se cumpla el orden.
No te entristezca el muerto solitario.
En esa soledad no está, no existe.
Nadie en los cementerios.
¡Qué solas se quedan las tumbas!
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INFERNO
Ma tu perché ritorni a tanta noia?
Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.
Los destructores siempre van delante,
Cada dÃa con más poder y saña,
Sin enemigo ya que los espante.
Triunfa el secuestro con olor de hazaña,
Que pone en haz la hez del bicho humano.
Ni el más iluso al fin la historia engaña.
El infierno al alcance de la mano.
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LA SANGRE AL RÕO
Llegó la sangre al rÃo.
Todos los rÃos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
—O de luna olivácea—
CorrÃa en rÃo sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.
Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.
Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavÃa oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.
Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacÃo
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
—Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces—
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allà mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.
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LAS DOCE EN EL RELOJ
Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodÃa,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veÃa todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!
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LOS AIRES
¡Damas altas, calandrias!
Junten su elevación
algazara y montaña,
todavÃa crecientes
gracias a la mañana
trémula del rocÃo,
tan cándida y sin tasa,
bajo el cielo inventor
de distancias, de fábulas.
¡Libertad de la luz,
damas altas, calandrias,
lo rubio, lo ascendente!
Sean asà la traza,
tan simple aún, clarÃsima,
de las profundas Nadas
gozosas de los aires,
con un alma inmediata,
sÃ, visible, total,
¡ah!, para la mirada
de los siempre amadores
¡Damas altas, calandrias!
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LOS JARDINES
Tiempo en profundidad: está en jardines.
Mira cómo se posa. Ya se ahonda.
Ya es tuyo su interior. ¡Qué trasparencia
de muchas tardes, para siempre juntas!
SÃ, tu niñez: ya fábula de fuentes.
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LOS NOMBRES
Albor. El horizonte
entreabre sus pestañas,
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.
Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa
se llama todavÃa
hoy rosa, y la memoria
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más.
A lo largo amor nos alce
esa pujanza agraz
del Instante, tan ágil
que en llegando a su meta
corre a imponer Después.
Alerta, alerta, alerta,
yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? Pestañas
cerradas: horizonte
final. ¿Acaso nada?
Pero quedan los nombres.
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MÕS VERDAD
SÃ, más verdad,
Objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? Yo recojo
La verdad impaciente,
Esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? SÃ, cumbre
Dulcemente continua hasta los valles:
Un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
Hacia mà se abalanza, me atropella.
Más sol,
Venga ese mundo soleado,
Superior al deseo
Del fuerte,
Venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!
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MUERTE A LO LEJOS
Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.
VALÉRY
Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mà se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza
La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
TodavÃa. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.
...Y un dÃa entre los dÃas el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente
Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.
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PERFECCIÓN
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el dÃa.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodÃa.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cénit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que al pie caminante siente
La integridad del planeta.
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TARDE MAYOR
Libre nacà y en libertad me fundo.
CERVANTES
Tostada cima de una madurez,
Esplendiendo la tarde con su espÃritu
Visible nos envuelve en mocedad.
Asà te yergues tú, para mis ojos
Forma en sosiego de ese resplandor,
Trasluz seguro de la luz versátil.
Si aquellas nubes tiemblan a merced,
Un dÃa, de un estrépito enemigo,
Mescolanza de súbito voraz,
Oscurecidos y desordenados
Penaremos también. Y no habrá alud
Que nos alcance en la ternura nuestra.
Esos árboles próceres se ahÃncan
Dedicando sus troncos al cénit,
A un cielo sin crepúsculos de crimen.
Si tal fronda perece fulminada,
Rumoroso otra vez igual verdor
Se alzará en el olvido del tirano.
Y pasará el camión de los feroces.
Castaños sin Historia arrojarán
Su florecilla al suelo —blanquecino.
Un ámbito de tarde en perfección
Tan desarmada humildemente opone,
Por fin venciendo, su fragilidad
A ese desbarajuste sólo humano
Que a golpes lucha contra el mismo azul
Impasible, feroz también, profundo.
Fugaz la Historia, vano el destructor.
Resplandece la tarde. Yo contigo.
Eterna al sol la brisa juvenil.
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YA SE ACORTAN LAS TARDES
Ya se acortan las tardes, ya el poniente
Nos descubre los más hermosos cielos,
Maya sobre las apariencias velos
Pone, dispone, claros a la mente.
Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
Que a los ojos encantan con matices
Fugitivos, instantes muy felices
De pasar frente al sol que los alumbra.
Nos seduce este cielo de tal vida,
El curso de la gran Naturaleza
Que acorta la jornada, no perdida
Si hacia la luz erguimos la cabeza.
Siempre ayuda la calma de esta hora,
Lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
Y se percibe un ritmo sobre el muro
Que postrero fulgor ahora dora.
Este poniente sin melancolÃa
Nos sume en el gran orden que nos salva,
Preparación para alcanzar el alba,
También serena aunque mortal el dÃa.
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