Vista previa del documento Guillen, Jorge - poesias.doc (52 KB) Descargar ARS VIVIENDI Presentes sucesiones de difuntos QUEVEDO Pasa el tiempo y suspiro porque paso, aunque yo quede en mÃ, que sabe y cuenta, y no con el reloj, su marcha lenta —nunca es la mÃa— bajo el cielo raso. Calculo, sé, suspiro —no soy caso de excepción— y a esta altura, los setenta, mi afán del dÃa no se desalienta, a pesar de ser frágil lo que amaso. Ay, Dios mÃo, me sé mortal de veras. Pero mortalidad no es el instante que al fin me privará de mi corriente. Estas horas no son las postrimeras, y mientras haya vida por delante, serás mis sucesiones de viviente.  BEATO SILLÓN ¡Beato sillón! La casa corrobora su presencia con la vaga intermitencia de su invocación en masa a la memoria. No pasa nada. Los ojos no ven, saben. El mundo está bien hecho. El instante lo exalta a marea, de tan alta, de tan alta, sin vaivén.  CIMA DE LA DELICIA ¡Cima de la delicia! Todo en el aire es pájaro. Se cierne lo inmediato Resuelto en lejanÃa. ¡Hueste de esbeltas fuerzas! ¡Qué alacridad de mozo En el espacio airoso, Henchido de presencia! El mundo tiene cándida Profundidad de espejo. Las más claras distancias Sueñan lo verdadero. ¡Dulzura de los años Irreparables! ¡Bodas TardÃas con la historia Que desamé a diario! Más, todavÃa más. Hacia el sol, en volandas La plenitud se escapa. ¡Ya sólo sé cantar!  DEL TRANSCURSO Miro hacia atrás, hacia los años, lejos, Y se me ahonda tanta perspectiva Que del confÃn apenas sigue viva La vaga imagen sobre mis espejos. Aun vuelan, sin embargo, los vencejos En torno de unas torres, y allá arriba Persiste mi niñez contemplativa. Ya son buen vino mis viñedos viejos. Fortuna adversa o próspera no auguro. Por ahora me ahÃnco en mi presente, Y aunque sé lo que sé, mi afán no taso. Ante los ojos, mientras, el futuro Se me adelgaza delicadamente, Más difÃcil, más frágil, más escaso.  DESNUDO Blancos, rosas... Azules casi en veta, retraÃdos, mentales. Puntos de luz latente dan señales de una sombra secreta. Pero el color, infiel a la penumbra, se consolida en masa. Yacente en el verano de la casa, una forma se alumbra. Claridad aguzada entre perfiles, de tan puros tranquilos que cortan y aniquilan con sus filos las confusiones viles. Desnuda está la carne. Su evidencia se resuelve en reposo. MonotonÃa justa: prodigioso colmo de la presencia. ¡Plenitud inmediata, sin ambiente, del cuerpo femenino! Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino? ¡Oh absoluto presente!  EN PLENITUD Después de aquella ventura Gozada, y no por suerte Ni error —mi sino es quererte, Ventura, como madura Realidad que me satura Si de veras soy— después De la ráfaga en la mies Que ondeó, que se rindió, Nunca el alma dice: no. ¿Qué es ventura? Lo que es.  ESTATUA ECUESTRE Permanece el trote aquÃ, Entre su arranque y mi mano. Bien ceñida queda asà Su intención de ser lejano. Porque voy en un corcel A la maravilla fiel: Inmóvil con todo brÃo. ¡Y a fuerza de cuánta calma Tengo en bronce toda el alma, Clara en el cielo del frÃo!  FUERA DEL MUNDO 6 Cuanto nosotros somos y tenemos Forma un curso que va a su desenlace: La pérdida total. No es un fracaso. Es el término justo de una Historia, Historia sabiamente organizada. Si naces, morirás. ¿De qué te quejas? Sean los dioses, ellos, inmortales. Natural que, por fin, decline y me consuma. Haya muerte serena entre los mÃos. Algún dÃa —¿tal vez penosamente?— Me moriré, tranquilo, sosegado. No me despertaré por la mañana Ni por la tarde. ¿Nunca? ¿Monstruo sin cuerpo yo? Se cumpla el orden. No te entristezca el muerto solitario. En esa soledad no está, no existe. Nadie en los cementerios. ¡Qué solas se quedan las tumbas!  INFERNO Ma tu perché ritorni a tanta noia? Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76. Los destructores siempre van delante, Cada dÃa con más poder y saña, Sin enemigo ya que los espante. Triunfa el secuestro con olor de hazaña, Que pone en haz la hez del bicho humano. Ni el más iluso al fin la historia engaña. El infierno al alcance de la mano.  LA SANGRE AL RÕO Llegó la sangre al rÃo. Todos los rÃos eran una sangre, Y por las carreteras De soleado polvo —O de luna olivácea— CorrÃa en rÃo sangre ya fangosa Y en las alcantarillas invisibles El sangriento caudal era humillado Por las heces de todos. Entre las sangres todos siempre juntos, Juntos formaban una red de miedo. También demacra el miedo al que asesina, Y el aterrado rostro palidece, Frente a la cal de la pared postrera, Como el semblante de quien es tan puro Que mata. Encrespándose en viento el crimen sopla. Lo sienten las espigas de los trigos, Lo barruntan los pájaros, No deja respirar al transeúnte Ni al todavÃa oculto, No hay pecho que no ahogue: Blanco posible de posible bala. Innúmeros, los muertos, Crujen triunfantes odios De los aún, aún supervivientes. A través de las llamas Se ven fulgir quimeras, Y hacia un mortal vacÃo Clamando van dolores tras dolores. Convencidos, solemnes si son jueces Según terror con cara de justicia, En baraúnda de misión y crimen Se arrojan muchos a la gran hoguera Que aviva con tal saña el mismo viento, Y arde por fin el viento bajo un humo Sin sentido quizá para las nubes. ¿Sin sentido? Jamás. No es absurdo jamás horror tan grave. Por entre los vaivenes de sucesos —Abnegados, sublimes, tenebrosos, Feroces— La crisis vocifera su palabra De mentira o verdad, Y su ruta va abriéndose la Historia, Allà mayor, hacia el futuro ignoto, Que aguardan la esperanza, la conciencia De tantas, tantas vidas.  LAS DOCE EN EL RELOJ Dije: Todo ya pleno. Un álamo vibró. Las hojas plateadas Sonaron con amor. Los verdes eran grises, El amor era sol. Entonces, mediodÃa, Un pájaro sumió Su cantar en el viento Con tal adoración Que se sintió cantada Bajo el viento la flor Crecida entre las mieses, Más altas. Era yo, Centro en aquel instante De tanto alrededor, Quien lo veÃa todo Completo para un dios. Dije: Todo, completo. ¡Las doce en el reloj!  LOS AIRES ¡Damas altas, calandrias! Junten su elevación algazara y montaña, todavÃa crecientes gracias a la mañana trémula del rocÃo, tan cándida y sin tasa, bajo el cielo inventor de distancias, de fábulas. ¡Libertad de la luz, damas altas, calandrias, lo rubio, lo ascendente! Sean asà la traza, tan simple aún, clarÃsima, de las profundas Nadas gozosas de los aires, con un alma inmediata, sÃ, visible, total, ¡ah!, para la mirada de los siempre amadores ¡Damas altas, calandrias!  LOS JARDINES Tiempo en profundidad: está en jardines. Mira cómo se posa. Ya se ahonda. Ya es tuyo su interior. ¡Qué trasparencia de muchas tardes, para siempre juntas! SÃ, tu niñez: ya fábula de fuentes.  LOS NOMBRES Albor. El horizonte entreabre sus pestañas, y empieza a ver. ¿Qué? Nombres. Están sobre la pátina de las cosas. La rosa se llama todavÃa hoy rosa, y la memoria de su tránsito, prisa. Prisa de vivir más. A lo largo amor nos alce esa pujanza agraz del Instante, tan ágil que en llegando a su meta corre a imponer Después. Alerta, alerta, alerta, yo seré, yo seré. ¿Y las rosas? Pestañas cerradas: horizonte final. ¿Acaso nada? Pero quedan los nombres.  MÕS VERDAD SÃ, más verdad, Objeto de mi gana. Jamás, jamás engaños escogidos. ¿Yo escojo? Yo recojo La verdad impaciente, Esa verdad que espera a mi palabra. ¿Cumbre? SÃ, cumbre Dulcemente continua hasta los valles: Un rugoso relieve entre relieves. Todo me asombra junto. Y la verdad Hacia mà se abalanza, me atropella. Más sol, Venga ese mundo soleado, Superior al deseo Del fuerte, Venga más sol feroz. ¡Más, más verdad!  MUERTE A LO LEJOS Je soutenais l'éclat de la mort toute pure. VALÉRY Alguna vez me angustia una certeza, Y ante mà se estremece mi futuro. Acechándolo está de pronto un muro Del arrabal final en que tropieza La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza Si la desnuda el sol? No, no hay apuro TodavÃa. Lo urgente es el maduro Fruto. La mano ya lo descorteza. ...Y un dÃa entre los dÃas el más triste Será. Tenderse deberá la mano Sin afán. Y acatando el inminente Poder diré sin lágrimas: embiste, Justa fatalidad. El muro cano Va a imponerme su ley, no su accidente.  PERFECCIÓN Queda curvo el firmamento, Compacto azul, sobre el dÃa. Es el redondeamiento Del esplendor: mediodÃa. Todo es cúpula. Reposa, Central sin querer, la rosa, A un sol en cénit sujeta. Y tanto se da el presente Que al pie caminante siente La integridad del planeta.  TARDE MAYOR Libre nacà y en libertad me fundo. CERVANTES Tostada cima de una madurez, Esplendiendo la tarde con su espÃritu Visible nos envuelve en mocedad. Asà te yergues tú, para mis ojos Forma en sosiego de ese resplandor, Trasluz seguro de la luz versátil. Si aquellas nubes tiemblan a merced, Un dÃa, de un estrépito enemigo, Mescolanza de súbito voraz, Oscurecidos y desordenados Penaremos también. Y no habrá alud Que nos alcance en la ternura nuestra. Esos árboles próceres se ahÃncan Dedicando sus troncos al cénit, A un cielo sin crepúsculos de crimen. Si tal fronda perece fulminada, Rumoroso otra vez igual verdor Se alzará en el olvido del tirano. Y pasará el camión de los feroces. Castaños sin Historia arrojarán Su florecilla al suelo —blanquecino. Un ámbito de tarde en perfección Tan desarmada humildemente opone, Por fin venciendo, su fragilidad A ese desbarajuste sólo humano Que a golpes lucha contra el mismo azul Impasible, feroz también, profundo. Fugaz la Historia, vano el destructor. Resplandece la tarde. Yo contigo. Eterna al sol la brisa juvenil.  YA SE ACORTAN LAS TARDES Ya se acortan las tardes, ya el poniente Nos descubre los más hermosos cielos, Maya sobre las apariencias velos Pone, dispone, claros a la mente. Ningún engaño en sombra ni en penumbra, Que a los ojos encantan con matices Fugitivos, instantes muy felices De pasar frente al sol que los alumbra. Nos seduce este cielo de tal vida, El curso de la gran Naturaleza Que acorta la jornada, no perdida Si hacia la luz erguimos la cabeza. Siempre ayuda la calma de esta hora, Lenta en su inclinación hasta lo oscuro, Y se percibe un ritmo sobre el muro Que postrero fulgor ahora dora. Este poniente sin melancolÃa Nos sume en el gran orden que nos salva, Preparación para alcanzar el alba, También serena aunque mortal el dÃa.   Archivo de la cuenta: jqm02 Otros archivos de esta carpeta: Gaarder, Jostein - El mundo de sofia [LIT].rar (445 KB) Gaarder, Jostein - El mundo de Sofia [DOC].rar (702 KB) Garcia Marquez, Gabriel - Tramontana.doc (20 KB) Garcia Marquez, Gabriel - Espantos de agosto.htm (8 KB) Garcia Marquez, Gabriel - La luz es como el agua.doc (16 KB) Otros archivos de esta cuenta: Documentos GalerÃa libros A libros Anonimos libros B Identificar se as regras foram violadas Página principal Contáctanos Ayuda Opiniones Términos y condiciones PolÃtica de Privacidad Reportar abuso Copyright © 2013 Lolabits.es