A ESPIRITUALIDADE DA NOVA EVANGELIZAÇÃO

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A ESPIRITUALIDADE DA NOVA EVANGELIZAÇÃO - S.E.R. MONS. JOSÉ
RODRIGUEZ CARBALLO, OFM
LA ESPIRITUALIDAD DEL NUEVO EVANGELIZADOR
S.E.R. MONS. JOSÉ RODRIGUEZ CARBALLO, OFM
Secretário da Congregação para os In stitut os de Vida Consagrada e as Sociedade s de
Vida Apostólica
El contexto actual del mundo en que nos ha tocado vivir presenta grandes retos a la
evangelización. Frente a tantas fuerza s que no s invitan a callar y silenciar la voz de Dio s y
su Buena Noticia a la humanidad, las palab ras del Apóstol Pablo resuenan fuertemente e n
nuestros cora zones: “E l amor de Cristo n os ap remia” (2Cor 5, 14; cf. Fil 3, 12-16), y “¡a y d e
mí si no anuncio el Evangelio!” (1Cor 9, 16 ); o como siguen cuestionándonos fuerteme nte
las palabras de Jesús a sus discipulos: “Da dle vosotros de comer” (Lc 9, 13). Como Jesú s,
prototipo de t oda obra evangelizadora, quie ne s hemos sido agraciados con el don de la fe
en Cristo Jesús sent imos la llamadaa da r nuestr a vida (cf. 1P 2, 21) para que otros ten g an
vida y se sientan agraciados también ellos con el don del Evangelio (cf. Lc 4, 18ss).
En el Sinodo sobre La Nueva Evangelización en la vida y misión de la Iglesia quedó b ie n
claro que no se puede separar anuncio y te stimonio. El evangelizador, porque sabe q ue
el pr otagonista de la evangelización e s el Espí ritu, no puede menos de sentirse llamad o a
crecer en el E spíritu a crecer en el Eva ng elio, a ser una persona espiritual, una perso na
con una espiritualidad auténtica. Sin ella e l evangelizador caminará a ciegas.
En lo que sigue i ntent o describir algunos rasgos del evangelizador de hoy, y lo ha ré
principalmente a la luz de Evangelii gaudium, y algunos rasgos de su espiritualidad, sin
pretender ser exaust ivo, pues creo que es un camino abierto.
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1.- Todo comenzó en Jerusalén
A) El Espíritu S anto, protagonista de la nueva evangelización
Para situarnos, comencemos por recor da r un texto del pasado Sínodo para la Nue va
Evangelización. E n su Mensaje final, e l Sín od o afirma: “La evangelización y la conversión
no tienen como pri ncipales protagonist as a no sotros, pobres pecadores, sino al Espíritu
Santo”. E stas palabras nos recuerdan otr as d e Pablo VI, más lejanas en el tiempo pero q ue
conservan toda su actualidad. Escribe el Pap a Montini: “Las técnicas de la evangelización
son buenas, pero ni siquiera las más p er fe ctas podrían sustituir la acción directa d el
Espíritu [...] Sin él , los esquemas m ás ela bo rados a base sociológica o psicológica, se
revelan vacíos y privos de valores [...] Se pu ede decir que el Espíritu Santo es el age n te
principal de la evangelización: Es él el que nos empuja a anunciar el Evangelio y que e n
el íntimo de las conciencias hace aco ge r y comprender la palabra de salvación [...] P ero
se puede deci r i gualmente que él es fin de la evangelización: solo él suscita la nu e va
evangelización, la humanidad nueva a la cu al la evangelización debe mirar [...] Por me dio
de él el Evangelio penetra en el corazón d el m undo...”[1].
Es el E spíritu del P adre, el Espí ritu d e Jesús, el protagonista principal de la
evangelización. El l ibro de los He cho s de los Apóstoles, antes de la venida del
Espíritu Sant o, nos muestra una Igle sia cer rada sobre ella misma, autoreferencia l; a
unos discípulos asustados, “con las p ue rt as cerradas” por miedo a un mundo que le s
era adverso (cf. Jn 20, 19), incapace s d e cumplir la misión que el Señor les h abía
encomendado antes de la Ascensión: Ir al mundo entero y proclamar el Evangelio a to da la
creación (cf. Mc 16, 15)[2]. Por el cont rar io, de spués de la venida del Espíritu Santo, do n
de Jesús a sus di scípul os (cf. Hch 2, 38 ; 8, 20 ; 10, 45; 11, 17; Heb 6, 4), contemplamo s
una Iglesia de puert as abiertas, una Iglesia en “salida” que tiene el coraje de ser difere n te,
el cor aje de anunciar l a Buena Nueva (cf . Hch 2, 22. 40; 3, 11ss; 4, 1ss)[3]. El miedo de ja
paso a la valentía (cf. Hech 2, 1ss), y la s pu er tas se abren para que Jesus salga y pu eda
ser acogido p or los de cerca y los de le jos (cf . Ef 2, 17).
B) Una iglesia en mi sión, una iglesia en salida
Como Jesús f ue consagrado por el Espí rit u y enviado a “anunciar a los pobres la ale g re
noticia” ( Lc 4, 18; Is 61, 1), así los discíp ulos, al complirse “el día de Pentecostés” (cf.
Hch 2, 1), “s e llenaron todos del Espír itu Santo”, y comenzaron a predicar, “según el
Espíritu les concedía manifestarse” (Hch 2, 4). Es en Pentecostés cuando nace la Igle sia
misionera, la I glesi a de los profetas, cum plién dose así la promesa hecha por el Seño r:
“Después de esto derramaré mi espíritu sob re toda carne –incluso sobre vuestros siervos
siervas-, y vuestros hijos e hijas prof etizará n y vuestros ancianos trendrán visiones” ( Jl
3, 1-2; Hch 2, 15ss).
“ La Iglesia que nace en Pentecostés [. . .] no se resigna a ser inocua, demasiad o
“destilada”. No, no se resigna a esto. No qu ier e ser un elemento decorativo. Es una Ig lesia
que no duda a sali r f uera, para encont ar a la gente, para anunciar el mensaje que le ha
sido confiado, aun cuando el mensaje dist ur be o inquiete las conciencias, aun cua n do
aquel mensaje trae, tal vez, problemas y aunque, a veces nos lleva al martirio ”[4 ]. La
Iglesia que naci ó en Pentecostés tiene e n su ADN la itinerancia, pues está llamada a
salir y acompañar a los hombres y mu jer es de t odos los tiempos y de todos los lugare s y
culturas. E l Papa Francisco nos lo recuer da constantemente. No es la autorefencialid a d,
ni la autocomplacencia lo que debe ca racte rizar a la Iglesia, sino su misionariedad . “Id
al m undo entero y proclamad el Evangelio a t oda la creación” (Mc 16, 16). “ En este ‘id’
de Jesús están presentes los escena rio s y los desafios siempre nuevos de la misión
evangelizadora de la Iglesia y todos so mos lla mados a esta nueva ‘salida’ misionera [...]
todos somos llamados a aceptar este llam ad o: salir de la propia comodidad y atreve rse
a llegar a todas las periferias que ne cesita n la luz del Evangelio ”[5]. La Iglesia e s
misionaria por su misma naturaleza, “e xist e pa ra evangelizar”, “existe y ha sido envia d a
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para prolungar en el tiempo y en el e spa cio la obra de la evangelización de Cristo”, “su
razón de ser es la evangelización”, o , com o ya decía Pablo VI, la evangelización es “la
gracia y la vo cación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”[6] .
Hoy asistimos a escenarios y desafí os nuevos de esta “salida” misionera que la Igle sia
está llamada a acoger con nueva fue rza, n ue vos métodos y nuevas expresiones[7]. Hoy,
como siempre , los cristianos, particular m en te los que han sido llamados a una voca ción
particular en la obra de la evangelizació n, e stán llamados a salir de su comodida d y
alcanzar todas las perif erias que tienen ne cesidad de la luz del Evangelio. “Fiel al mod e lo
del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en to dos
los lugares, en todas las ocasiones, sin dem or as, sin asco y sin miedo”[8]. Estas palab ras
de la Evangelii gaudium encuentran un co mentario apropiado en otras del mismo P apa
Francisco: “Si l a I glesi a es viva, siem pre debe sorprender. Es propio de la Iglesia viva
el sorprender. U na Iglesia que no tanga la cap acidad de sorprender es una Iglesia déb il,
enferm a, mori bunda y debe ser llevada a la sala de reanimación, cuanto antes ”[9].
2.- ¿Qué se l e pide al evangelizador?
A) Los evangelizadores: personas audaces y cr eativas
El Papa Franci sco invita a los cristianos a ser audaces y crativos. Escribe en Evange lii
gaudium: “ La pastoral en clave de misión pre tende abandonar elcómodo criterio pasto ral
del ‘siempre se hi zo así’. Invito a todos a sser audaces y cragtivos en esta tarea d e
repensar los objegtivos, las estructura s, el e stilo y los métodos evangelizadores d e la s
propias com unidades”[ 10]. Creo entender bien que entre esos todos a los cuales se d irije
la invitación del Papa Francisco, estén sob re t odo los evangelizadores.
Estam os en tiempos de nueva evangelizació n. Ésta no puede llevarse a cabo con los viejo s
estilos, que no responden a las nuevas exige ncias de nuestro mundo, ni con los lengu ajes
de siempre, q ue result an incomprensibles a n ue stros contemporáneos. Tampoco basta co n
denunciar el mal de nuestra sociedad. Lo dice el Papa Francisco cuando afirma: “el su e ño
del discípulo [evangel izador] no es lle na rse d e enemigos, sino que la Palabra sea acog id a
y manifieste su potenci a liberadora y r en ova do ra”[11].
Atención a l os análisis de la realidad hechos solo con el “ojo crítico” negativo y
desde la den uncia. ¡A tención al “exceso de diagnóstico” o a una “mirada puramente
sociológica”, como recuerda el Papa Fra ncisco[12]. Esto genera resistencia y hace que
la evangelización sea ineficaz. El evangelizador está llamado a descubrir otros método s
que el Espír itu sugiere aquí y allá: e l m ét odo del aprecio y no del desprecio, el mé todo
de la confianza en la fuerza del trigo m ás que en la de la cizaña, el método de la fe e n
que el agua se puede t ransformar en vin o. Sin ser ingénuo, el nuevo evangelizador h ace
justicia al bie n, bien consciente que allí donde abunda el mal, sobreabunda la gracia (cf.
Rom 5, 20). Esto exige otra mirada[13]: “ la mir ada de Jesús que se amplía y se dirige lle na
de cariño y de ardor hacia todo su pueblo ”[ 14 ]; “la mirada del Buen Pastor ,que no bu sca
juzgar sino amar” [ 15]; “ la mirada del d iscí pu lo ” que “ se alimenta a la luz y con la fu erza
del Espíritu S anto ”[16]; “ una mirada cer can a para contemplar, conmoverse y deten erse
ante el otro cuantas veces sea necesar io” [1 7] ; “una mirada espiritual, de profunda fe , que
reconoce lo que D ios mismo hace” [18]. Es esta m irada distinta, “mirada respetuosa y llena
de compasión pero que al mismotiemp o sane, libee y aliente a madurar”[19], la que lleva rá
al evangelizador a ser audaz y creati vo, a per mancecer siempre en búsqueda de camin os
nuevos para hacer ll egar a todos los hom br es la Buena Noticia que es Cristo[20].
B) Los evangelizadores: personas en “ salida”
Mientras el dinamismo del Evangelio se ca racteriza por “ir”, nuestra realidad pa rece
caracterizarse por el “volver”. Hay mied o a “ salir”, hay preferencia por quedarse en lo
seguro, lo conocido, l o de siempre. En mu chos casos se buscan las más sofistica das
razones par a no “salir”, para no pone rnos en camino hacia las periferias, para quedarnos
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en los centros que nos dan seguridad. La com odidad y la acidia, de las que tanto hab la el
Papa B ergoglilo, son dos fuerzas que n os f renan[21].
El Papa F rancisco, en cambio, no cesa de invitarnos a “salir”. Nos pone como mod elos
a Abraham, Moisés, Jeremías[22] y al mism o Jesús, a quien “el Espíritu movía p a ra
ir a otros pueblos”[ 23]. Y va más a llá cuando nos dice que “la salida misionera es
el paradigma de t oda obra de la Iglesia” y que “hace falta pasar de una pastoral de
mera conser vación a una pastoral decididam ente misionera”[24], “poner a la Iglesi a en
movimiento de salida de sí, de misión cent rada en Jesucristo, de entrega a los pobres”[2 5 ].
Este movimiento de “salida” que afect a a t od os, según su propia vocación[26] , y q ue
debe transformar, i ncluso, las estruct ur as[ 27 ], toca principalmente a los evangelizado res,
hombres y mujeres, que situados en la vanguardia de la evangelización han de “sacu dir e
impulsar a la Iglesia en esa audaz salida” [28].
Ceder a la te ntaci ón de pararse es e nt ra r en una situación de “mundanización” y de
“asfixia”. El evangel izador si quiere ser r ealmente “nuevo” ha de “ tomar el gusto al aire
puro del Espí ritu S anto”. Solo él lo libr ará de centrarse sobre sí mismo y lo llevará a lo s
puestos más avanzados y arriesgados de la misión[29].
Pero no bast a “sal ir”, ponerse en cam ino. Se puede correr “hacia el mundo sin rumb o
y sin sentido ”[30]. N o es esta la sa lid a que se nos pide. Es necesario “salir” en
actitud de “i nt imidad itinerante” y “com unión ” con Jesús[31]; lo que supone caminar con
Jesús, dejánd ose acompañar por él[32 ]. Solo Jesús dará fuerza para el camino. Cua n do
el evangelizador se si enta tentado de pe dir la “muerte” o simplemente de acunar su
cansancio ba jo una retama, es el Señ or qu ien le dirá, como a Elías: “Levántate y come ,
pues el camino que t e queda es muy lar go” (1Re 19, 7).
Es el Señor quien, a través de su Espí ritu , nos empuja para “salir de nuestra comodid ad y
atraver nos a ll egar a todas las periferias que n ecesitan la luz del Evangelio”[33]. Qué bie n
lo expresa Vita consecrata cuando afirma : “ Cu anto más se vive de Cristo, tanto mejo r se
le puede servir en l os demás, llegand o ha sta las avanzadillas de la misión y aceptando lo s
mayores r iesgos ”[34]. Quien se deja se du cir por Cristo no podrá menos de dejarse sed u cir
por los “claustros” olvi dados, los “clau str os” inhumanos donde la belleza y la dignidad d e
la persona son continuamente mancilladas. Quien deja entrar a Cristo en su vida no p ued e
menos de “alargar el espacio de su tienda” (cf . Is 54, 2) para hacer suyos los gozos y las
tristezas de los más pobres y de los q ue m ás sufren.
C) Los evang eli zadores: personas libre sd, qu e viven “sine proprio”
Ya lo hemos apuntado anteriormente: la como didad y la acedia, así como la mundan idad
son fuerzas que impi den al evangelizador “ salir ”, ponerse en camino, pues todo ello impid e
al evangelizador el dar, el compartir el don d el Evangelio.
La comodidad le hace autoreferencial, apático, insensible a los nuevos proyectos
evangelizadores, a las periferias: allí do nd e no hay presencia de Iglesia; allí do nde
desaparece progresivamente el lenguaje sobre Dios, en las culturas ateas, indiferente s o
agnósticas; al lí donde hay que ejercer la co mpasión, el consuelo y abrir el corazón a la
esperanza; all í donde nos encontramos con la f rontera de la muerte, de la enfermedad, de l
sufrimiento; a ll í donde se gestan las g randes d ecisiones polítcas; en los centros donde se
crea cultura; allí donde se da una vulnera ción constante de los derechos de las person a s,
el desprecio de la vida. ..
La acedia es un virus que produce “ un descontento crónico que seca el alma ”[35], es
sinónimo de egoismo[36], de parálisis[ 37 ] y que produce un cansancio tenso y pesado[3 8 ],
fruto del no saber esperar y deseo de un “ inm ediato ansioso”, que no tolera el fracaso, la
crítica, la cruz[39]. La acedia reviste a lo s evangelizadores de un “gris pragmatismo”, y
les vuelve “pesimist as, quejosos y desencandat os”[40]. Buscarán el cambio por el camb io,
siempre se se nti rán bien allí donde no e stán y gastarán la vida buscando compensacion e s;
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no serán itinirantes si no vagabundos q ue huyen del tiempo para establecerse en e l
instante, disgustados consigo mismo y co n lo s demás...
La mundanidad consiste, en palabras d el Papa Francisco, en “ buscar, en lugar d e la
gloria del Señ or, la gloria humana y el bie ne star personal, en cuidar la apariencia ”[41].
La m undanida d “ es una terrible corru pción bajo apariencias de bien ”[42]. Es éste el ma l
del cual se debe liberar la Iglesia[43] , p ue s impide vivir desde la lógica del Evang elio,
desde la lógica del don y de la grutuidad. Liberarse de la mundanidad comporta tambié n
liberarse de la nueva idolatría del din er o[ 44 ], liberarse de “ un dinero que gobierna en ve z
de servir ”[45].
El evangelizador no puede ponerse encamino, “salir”, con el corazón lleno de cosas
innecesarias (comodi dad), con el corazón vací o (acedia), buscando otras cosas fuera d e
la gloria del Señor (mundanidad). El eva ng elizador ha de ser una persona libre de to d os
esos fr enos y cadenas; una persona q ue vive “sine proprio”, solo para el Señor y su
Evangelio; una persona en que se sien te en pr oceso constante de conversión person a l y
que trabaja sin descanso por la conve rsió n pastoral que implica, entre otras cosas, u na
búsqueda constante de nuevos métodos y nuevas formas, así como una reconversión de
las estructura s, para que “ se convier ta n en cauce adecuado para la evangelización del
mundo actual y no en cauce de autopre ser vación ”[46].
Solo desde desde ese triple “despojo”, el eva ngelizador crecerá en el Evangelio y en el
Espíritu[47], y hará que su labor tenga “ olor a Evangelio”[48] y se convertirá en mensa jero
de buenas no ti cias (cf. Is 40; 52; 61).
D)
Los
espirituales
evangelizadores:
pe rsonas
del
Espíritu,
perso nas
Volvam os a lo s orígenes de la Iglesia. Es e l Espíritu Santo el que recuerda a los discípu los
todo lo que Jesús ha dicho ( cf. Jn 14, 1 6) [4 9] ; el que los guía a la “verdad plena” (cf. Jn 16,
13); el que los amaestra (cf. Jn 16, 14-1 5) y lo s lleva a entender las palabras del Mae stro;
el que da tes ti monio de Jesús y moverá a los discípulos a dar, también ellos, testimonio
suyo ( cf. Jn 1 5, 26-27), y a hablar con Dios y con los hombres. El Espíritu Santo, como se
deduce también del término griego pa ráclit o , ayuda e interceder por los discípulos. Estos
ya no quedará n huérfanos (cf. Jn 14, 18) . El Esp íritu permanece siempre con los discípulo s,
mora en ellos , está en ellos (cf Jn 14, 16 - 17 ).
Cuanto se dice de los discípulos se dice de la Iglesia. Como afirma el Vaticano II, e l
Espíritu Santo “ habita en los creyente s, llena y rige la Iglesia ” y hace idóneos a lo s
hermanos para ll evar a cabo el ministe rio , “ con el fin de edificar el Cuerpo de Cristo ” (Ef
4, 12)[50].
Estando así l as cosas, el evangelizad or , e l verdadero y nuevo evangelizador, e s la
persona, hombre o mujer, que se deja penet rar por el viento del Espíritu, se abre sin
miedo a su acción, se deja empujar p or él, y deja que sea él el que le inspire lo que tie ne
que decir en todo momento. El evang elizad or , el verdadero y nuevo evangelizador, es la
persona, hombre o mujer, dócil al Espí rit u[5 1] , que secunda el movimiento del Espíritu
y favorece el Vi ento que empuja hacia los lugares más insospechados para anunciar a llí
el Evangelio. El evangelizador, el ve rdadero y nuevo evangelizador, es el hombre y la
mujer que tienen plena conciencia de la lla mada a crecer constantemente en la docilid a d
al Espíritu, viviendo en un estado per manent e de escucha, de oración, de atención a lo
que el Espír itu le impul sa.
Como recor damos ya, en Pentecostés el Espír itu hace salir a los Apóstoles de sí mismo s,
y los transforma en anunciadores de las gr andezas operadas por el Señor. Pentecosté s
señala el inicio de la gran evangelización , co n el soplo del Espíritu. Es él el que d a la
fuerza necesari a para anunciar la no ved ad del Evangelio con audacia ( parresía), en a lta
voz, en todo tiempo y l ugar, a judios y g en tiles. Sin el Espíritu, tampoco la preparación
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más refinada del evangelizador daría result ado alguno. Solo el Espíritu provocará e n el
evangelizador l a pasión por anunciar gr at is lo que gratis ha recibido (...............): la Bu ena
Noticia. Solo el Espíri tu podrá motivar, a nim ar y dar sentido a la acción evangelizadora , y
la hará realm ente nueva. Solo el Espí rit u podr á hacer nuevos evangelizadores que ll even
a cabo una evangel izaci ón nueva.
De lo dicho se deduce que el evang elizad or ha de ser una persona espiritual . Decir
que el evangelizador ha de ser una perso na espiritual quiere decir que debe ser una
persona habitada por el Espíritu. En la nu eva evangelización ya no sirven ni las propuesta s
místicas sin un fuert e compromiso social y misionero, ni los discursos y las praxis socia le s
y pastorales sin una espiritualidad que t ra sform e el corazón, empezando por el corazón
del evangeli zador. Por todo ello es necesario que el evangelizador cultive un espa cio
interior que haga que el compromiso y las a ctividades de evangelización tengan sen tido
plenamente cri sti ano. Ningún cristiano, pe ro menos todavía un evangelizador, p ued e
permitir que le roben el Espíritu. La Ig lesia y con ella la evangelización está vivien d o
una etapa de la histori a que nos par ece e terna por lo dura que es. El Espíritu es el
aliento ante l a sequedad o la sensación de estirilidad que en más de una ocasión s iente
el evangelizador hoy.
3.- Espir itu ali dad del evangelizador
Es ahor a el moment o para pregunt ar no s: ¿Cuáles son los ragos principales d e la
espiritualidad del evangelizador hoy? He aquí algunos rasgos que, a mi entender, no
deberán fal tar en la espiritualidad de un evangelizador, tal como lo pide la nue va
evangelización: una espiritualidad unificad a, u na espiritualidad en tensión dinámica, una
espiritualidad de presencia.
1.- Una espi ritualidad solidamente fund ad a
La espir itualid ad del evangelizador ha de esta r sólidamente fundada sobre Cristo, so b re
la Palabra, y sobre la Liturgia.
Sobre Cr isto , en cuant o él es camino, la verd ad y la vida (Jn 14, 6), la roca firme[52] para
todos, particul arment e para el evangelizador. Si el Hijo se nos presenta como como el
“Narrador” de Di os (cf. Jn 1, 18), o en pala br as de san Ireneo “el Revelador del Padre”[53 ],
el Evangelizador debe presentarse a nt e el m undo como el “narrador” del Hijo, icono d el
enviado por el Padre para cumplir su volu nt ad (cf. Jn 5, 36-38; 6, 38-40; 7, 16-18). P ara
ello, el evang eli zador, como Pablo, debe se r una persona “alcanzada” por Cristo ( E f 3 ,
12); identificada con su persona, hast a el p un to de poder decir como el Apóstol d e las
gentes: “No v ivo yo, es C risto quien vive en m í” (Gal 2, 20); djarse arrastrar por su misió n :
“¡Hay de mí si no anuncio el Evange lio !” ( 1Cor 9, 16). Al evangelizador se le pide pue s,
antes de nada, ponerse en camino h acia Dam asco para allí tener un encuentro persona l
con Cristo (cf.Hech 9, 1ss). Sin ese encuentr o su anuncio sonará a propaganda, no a u n
testimonio. N o bast a ser un maestro en Isr ael, como Nicodemo, es necesario “nacer de
nuevo” (cf. Jn 3, 1ss), a través de u n encuentr o pesonal con Cristo. Sin ese encuentro
el Evangelio se transf orma en una do ctr ina t eórica o en un esquema teológico sin vid a .
No basta ser i rrepensi ble frente a la ley, es ne cesario hacer experiencia de salvación con
Cristo resucit ado, de tal modo que fre nt e al sublime conocimiento y revelación de Cristo
Jesús, todo se presenta viejo, una pérd ida y basura (cf. Fil 3, 7-8). Quien se ha encontrado
personalmente con Cri sto no puede h ace r a m enos de hablar de lo que ha visto y oíd o
(cf. 1Jn 1, 1-3 ).
Sobre la Palabra de Dios. Ésta ha de co nsider arse “vida y regla” del que anuncia la Bu ena
Noticia[54]. Antes de dedicarse al ministerio de la evangelización, el nuevo evangelizado r
ha de dejar se evangel izar, impregnar po r y de ella, hasta el punto de ser epif anía ,
exégesis vivient e de la P alabra. Llama do a llen ar el mundo con el Evangelio de Cristo , el
evangelizador ha de ser un atento oyente de la Palabra, hacer de la lectura orante de la
Palabr a la base de su espiritualidad y de su m inisterio[55], de tal modo que su cora zón,
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abierto a la in spiración del Espíritu, se tr an sforme según el corazón de Cristo (cf. Fil 2 ,
5). La lectura orante de la Escritura es el ca mino privilegiado para conocer al Sesño r,
por ello el evangeli zador ha de toma r com o dirigidas a sí mismo las recomendaci one s
de Or ígenes a Gregorio, el gran teólo go ale jandrino: “Dedícate a la lectio de las divin as
Escrituras, apl ícat e a esto con perse ver ancia...”[56]. Y todo ello desde una profund a
comunión con l a Iglesia –la Iglesia es la “casa” de la Palabra de Dios[57]-, evitando u n a
relación idividual ist a con la Palabra[ 58 ]. Tanto el Espíritu como la Palabra llevarán al
evangelizador a Crist o. Por ello, el evangelizador ha de ser un frecuentador asiduo, co mo
la Iglesia primitiva, de la Palabra de Dios (cf . Hech 2, 42). Dicho contacto llevará a l
evangelizador al diálogo con el Señor y le p osibilitará el aprendizage de cómo habla r de
él[59].
Sobre la liturgica , siempre con fuert es r aí ces cristológicas y eclesiológicas. La Pa labra
escuchada y celebrada con fe, particu lar mente en la celebración Eucarística y en la
Liturgia de las H oras, transforma la vida de quien así lo hace. Por otra parte, como bie n
afirma el teólogo ortodoxo Alexander Schm emann (1921-1983), la finalidad de la litu rgia
es la de “ const ruir la Iglesia... la de expr esa r la Iglesia como unidad del Cuerpo cu ya
cabeza es Crist o.. y con una boca u n cor azón servir a Dios...”[60]. Una liturgia bie n
participada y celebrada, expresión de la f e y exenta de cultualismo, la exclupolosidad
de las r úbricas, y un acercamineto f un cional a los ritos, como ha sido porpuesta por el
Concilio Vaticano II , profundizada en la cont em plación, hace crecer constantemente e n la
vida de Dios, en los val ores del Reino y e n la vida de virtud, y, al mismo tiempo, dará u na
fuerza extraordi naria a la acción de anunciar la Buena Noticia. En la liturgia “se cunmple la
obra de nuest ra redención”[61]. Con r azó n afir ma el Vaticano II: “La liturgia es el cúlme n
hacia el cual ti ende t oda la acción de la I glesia y, al mismo tiempo, la fuente de la cu al
mana toda su fuerza”[62]. El evangel izador no puede descuidar la preparación y su ple n a
participación en l as cel ebraciones litúr gica s, como pide siempre el Vaticano II a todos los
fieles, pues así “l o requiere la naturale za mism a de la misma liturgia”[63], particularme nte
la celebración eucaristíca.
2.- Una espiri tual idad holística [64]
La espiritualidad del evangelizador n o pude reducirse al ámbito de uno de los elemento s
que compone la persona, como podrí a ser el alma. Esto, más bien antes que desp ués,
llevaría a la persona a atrofiarse. En la esp iritualidad del evangelizador se ha de dar u n a
verdadera fusión de todos los elemento s co nst it uvos de la persona: cuerpo, alma, ps iqué ,
emociones, contextos culturales... Enr aiza da en una fe encarnacionista, en la presen cia
permanente de Dios en toda la realida d, la e spiritualidad holística se opone al dualismo
que ha atorm entado durante siglos la espir itualidad cristiana occidental, a la cual n o h a
sido agena la visión platónica del mund o de los sentidos, así como la dicotomia cartesia na
entre mater ia y espíri tu, y el maniquism o, q ue considera las caosas materiales contamid as
por el pecado. E n oposición la menta lid ad du alística “o-o” que ve la cosas en oposición
inconciliable, la espirit ualidad holística insiste en la complementaridad, en la integració n y
en lo inclusivo. En particular, la espiritu alida d holística se opone a la cración de un abismo
entre lo provano y lo divino, entre “este m undo” y el “mundo futuro”, entre los espiri ual y
lo mater ial[65] . El evangelizador debe rá est ar sumamente atento a evitar cualquier tipo de
dicotomía, de fractura, de dualismo. Su espirit ualidad deberá ser una experiencia integ ral,
holística, en la que todos los element os se m et en en convergencia y armonía.
Una espiritualidad que hemos llamado ho lí stica favorecerá el paso del primado de l ogo s
o del pensami ento y de la reflexión in tele ctual, al primado del pathos, como capacid ad
de sentir y acoger, cuidar y amar, per tenencia y sentirse acogidos. De este modo, el
feeling, con todo lo que comporta de em oció n, praxis corpórea, traumas..., podrá pone rse
al ser vicio de l a plena epifanía de lo divino y de lo humano. Se trata, en último análisis,
de rescatar para la espiritualidad del evangelizador lo que algunos llaman “razón cord ial”,
que rescata el corazón y las emocion es, los valores y el sentido de la vida, y todo e n
perfecta armoní a[66] .
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La espiritualidad holí stica de la que esta mos hablando podría especificarse en lo s
siguientes aspectos:
A) Una espiritual idad unificada: hijos d el cielo e hijos de la tierra
Nadie lo duda, al menos en teoría: a lgo que no es negociable en la vida de u n
evangelizador es la presencia de Dios en su vida y su relación con él. Pero todo e llo
sin dualismos, fragmentaciones, ni falsas o pciones reduccionistas. El evangelizador ha de
tener siem pre delant e de sí el icono de un Jesús vuelto constantemente hacia el seno d el
Padr e (cf Jn 1, 18) y, al mismo tiempo co mpr om etido con la causa del Reino. Así ha de ser
el evangelizador de hoy: una persona llama da a estar con Cristo en todo momento y, al
mismo tiem po, enviado a predicar el Reino de Dios y su justicia (cf. Mc 3, 14). En el en vío
está la llamada y en la llamada está el enví o. Ni llamada sin misión, ni misión sin llamada .
El evangeliza dor de la nueva evang elización es una persona llamada a vivir la un ión
con Cristo, que “pasó haciendo el bie n” ( Hch 10, 38), y al mismo tiempo vivir entre lo s
hombres y entregar su vida por ellos, como h izo Jesús que “dio su vida como rescate p or
muchos” (Mt 20, 28). Como dice el Papa Fra ncisco: “ Evangelizadores con Espíritu qu ie re
decir evangeli zadores que oran y traba jan. Desde el punto de la evangelización no sirve n
ni las propuestas míscas sin un fuerte com pr omiso social y misionero, ni los discursos y
praxis sociales o pastorales sin una espir itualidad que transforme el corazón ”[67].
Esto para la espiri tual idad del evange liza do r supone, entre otras cosas, que el mundo no
solo deja de ser un obstáculo para el en cue nt ro de Dios, sino que es camino normal e n
donde Dios se mani fi esta, como presen cia o ausencia. El mundo deja de ser negativo y se
convierte para el verdadero evangelizad or en lugar teológico, amado por Dios: “Tanto a mó
Dios al mundo que le dio su Hijo unigén it o” (Jn 3, 16). El mundo es “la montaña alta” don d e
se nos mani fe sta el verdadero rostro d e Dio s ( cf. Mc 9, 2ss), la “orilla del lago” donde n o s
espera el Señor (cf. Jn 21, 9-12). No es con cebible un evangelizador hoy si no es u n a
persona “en sali da” hacia las fronteras existe nciales del hombre y de la mujer de hoy (cf.
Mt 9, 37ss), pero si empre con una vida edificada sobre la persona de Cristo. Se trata de
una sólida espi ritualidad de la encarn ación q ue intenta encontrar a Dios en el mundo de
cada día, en la experiencia ordinaria. Se tr at a, en definitiva, de ser contemplativos activos
y activos contemplat ivos.
El evangelizador está ll amado a vivir una con templación, base de toda espiritualidad, q u e
responsabilic e; una contemplación que le pe rmita participar en la esperanza y en la lu cha
de liber ación y de justicia de los pob res. La espiritualidad del evangelizador no pu e de
ser una “ fuga”, una espiritualidad mer am ente “ intelectual” y solitaria, agena a la historia
y al sufrimien to de muchos. La espiritu alida d del evangleizador, prfecisamente porque e s
una espiritualdiad unificada, ha de ayu da rle a d escubrir en los pobres el rostro del “sie rvo
sufriente”, a encontrarse con Dios en e l “gr it o de los pobres”, a encontrarse con el Dio s
“hecho pobre y siervo”, con el Maestro qu e “n ut re los pobres y necesitados”.
En el Evangelio de san Juan, Jesús no s pre sen ta la unidad que debe vivir el evangeliza d or
en su espir itualdiad entre Dios Trinida d, nuest ra comunidad y el mundo[68]: “Que todo s
sean uno. Como tú, P adre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nostrosp a ra
que el m undo crea que tú me has enviado. Esa grloria que me diste se la di a ellos p ara
que sean uno como tú y yo somo uno. Así ser é yo en ellos y tú en mí y alcanzarán b la
perfección en esta uni dad. Entonces el mundo r econocerá que tú ma has enviado y que yo
los he amado como tú me amas a mí” (Jn 1 7, 21- 23).
La par ticipación en la gloria y vida tr initaria hará al evangelizador continuador de Je sú s
enviado del Padre y testigo del amor del Padre revelado en Jesús, con la fuerza del
Espíritu, para l a vi da del mundo. Esta exper iencia hecha de contemplación y cargada de
acción hará sent irse al evangelizado r, en p alabras de Teilhard de Chardin hijo del cie lo
e hijo de la t ierra , en profunda unidad inte rior, sin que lo uno ahoge lo otro[69]. Un a
espiritualidad unificada llevará al evangelizador a vivir una profunda pasión por Dio s, y,
al mismo tiempo, una profunda pasión po r la h umanidad.
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B) Una espiritual idad en tensión dinámica: m ísticos y profetas a la vez
El nuevo evangelizador está llamado a eje rcer un ministerio profético, junto con el Pu eblo
de Dios, del que forma parte. Pero est e m inisterio no se puede nunca separar de u n a
fuerte experienci a espiritual. Ser mistico y pro feta a la vez: esa es la vocación y misión
de todo evangel izador. La experiencia mí stica permitirá al evangelizador experimenta r la
irrupción de Dios en lo más profundo de su ser. Por su parte, la experiencia profética e s
una llamada que viene de viene de e sa ir r up ción de Dios –“Habla el Señor Dios, ¿quié n
no pr ofetizará?” (Am 3, 8)-, y de las llama das que vienen de fuera y que piden u n a
acción transformadora en la historia, de acuerd o con el voler de Dios: “Esto dice el Señ o r:
‘Por tres crímenes de Israel y por cuat ro n o re vocaré mi sentencia: por haber vendid o a l
inocente por dinero y al necesitado por un pa r de sandalias pisoteando en el polvo d e la
tierra la cabeza de los pobres...” (Am 2 , 6 -7) .
El evangelizador bien puede tomar a Elí as com o prototipo de su dimensión profética y
mística. Com o Elías, t ambién el evangelizador está llamado a ser profeta audaz y amig o
del Señor . “V iví a en su presencia y cont em plava en silencio su paso, intercedía po r e l
pueblo y proclamaba con valentía su volunta d, defendía los derechos de Dios y se ergu ía
endefensa d el os pobfres congtra los poder oso s del mundo ( 1Re 18, 19)”[70]. Pasión p or
Dios y pasión por el pueblo. Esas son do s pasiones que alimentaron la misión de Elía s,
como deben al imentar la misión de los nuevos evangelizadores.
Dios y los pobres, mística y profecía , ora r y hacer justicia entre los hombres: he a hí el
punto de partida del ser y del actuar del evangelizador. Si la gloria de Dios es que el
hombre viva, no podemos separar la mí st ica de la profecía, y especial atención debemos
prestar a la humani dad doliente a la qu e el evangelizador ha de acercarse desde la tern ura
y la compasión de D ios.
El evangelizador ha de ser padre y madr e, p er sonas creíbles que hayan hecho un camino ,
que conozcan la complejidad y las con tr ad icio nes de la vida y que, con mucha humilda d y
mucha pacienci a acompañen a las per sonas a lo largo de su itinerario[71].
C) Una espiritualidad de presencia: discí pulo s y testigos
En una sociedad que hace todo por exiliar a Dios, el evangelizador, hoy tal vez más que
nunca, está llamado a confesar y test im oniar la presencia amorosa de Dios en el mund o .
El evangelizador no es un cruzado q ue impone una idea o una doctrina, sino un testig o
que compar te una experiencia. La nueva e van gelización ya no solo es cuestión de nue vos
lenguajes narrat ivos. La nueva evan ge liza ción está exigiendo una theopatía, o lo que
es igual: trasmit ir una experiencia concr et a vivida apasionadamente. El único lengua je
comprensivo por el hombre de hoy es e l que nace de la experiencia y está avalado por ella.
El evangelizador ha de ser testigo de u na experiencia que ha transformado su vida y qu e
puede transformar la vida de los dem ás.
3.- Una espiri tual idad apostólica
Otro rasgo de la espi ritualidad del nue vo eva ng elizador hoy es que sea una espiritualida d
apostólica . Dicha espiritualidad hunde sus r aí ces, como toda verdadero espiritualid a d,
en mom entos prolongados de adoració n, de encuentro orante con la Palabra, de diálo go
sincero con e l Señor que posibiliten u n encuentro auténtico con el Señor. Sin todo e llo,
facilmente los compromisos evangeliza do res se vaciarán de significado y se debilita rán
por el cansancio y las dificultades. El evangelizador no puede hacer a menos de la
oración, de cult ivar espacios interior es que den sentido a la actividad evangelizad ora ,
sino quer emos que el fervor venga a me no s y llegue, incluso a desaparecer. Del mismo
modo, “hay que rechazar rotundame nt e la t entación de una espiritualidad intimista e
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individualista, che dificilmente iría de la m an o de la caridad y con la misma lógica d e la
encarnación ”[72] . N i activismo sin oració n, ni el refugiarse en una falsa espiritualidad. “La
iglesia necesita imperiosamente el pulm ón de la oración”[73].
4.- Una espi ritualidad en conflicto, cont racorr iente
El evangelizador, en la medida en que se va identificando con Cristo, entra en conflicto
con los valores de est e mundo. Com o Jesús, también el evangelizador será conflictivo y
signo de cont radición. Cuando Jesús ha bla d e seguirle, Pedro, que en su ingenuidad era
listo, capta muy bien donde está el p roble ma. A Pedro no le asusta el fracaso, del que
también habla Jesús, si no la conflictividad y lo s sufrimientos . Pedro era bien consc iente
de que seguir a Jesús traerá al discípulo conf lictos. Esa misma conciencia la ha de te ner
el evangelizador. S eguir a Jesús, prosig uiendo su obra, no suele escapar a la discrepancia
legítima, la sospecha, l a insidia, la p er secución y la misma muerte. Todo ello entra e n lo
previsto y ya fue anunciado por el Se ño r a quien lo sigue (cf. Mt 5, 11; Lc 21, 12; Jn 15 ,
20) .
Frente a la tentación de hacerse la ví ctima, d escargar la propia responsabilidad, acusa r a
los otros, el evangelizador ha de rec or dar q ue solo cuando la vida es anodina puede ser
indiferente al conf li cto. En cambio cuando la vida es fuerte, lo será también el conflicto.
Para el evangelizador el conflicto deb e se r vivido como un desafío, una chance, un kairós,
para luchar en las nuevas fronteras, concevida s como: regiones en las cuales el contról d el
territorio se hace más difícil y arriesgado; ar eas rebeldes a las reglas estables; espa cios
donde se tiene que re-escribir los cód ices y las normas de relación entre las persona s;
tierra del futuro en las cuales es necesa rio re- escribir la propia identidad, y paracticar la
hospitalidad. S olo dispuesto a vivir una esp iritualidad en conflicto el evangelizador po drá
habitar las front eras para empujer el pe nsa mie nto y decir lo inédito.
4.- A modo de conclusión
El Papa F rancisco en Evangelii gau diunm nos ofrece una hoja de truta que interpela a
todos los bau ti zados que por vocación son lla mados a evangelizar. En cuantos se siente n
llamados a esa noble tarea y desean part icipar activamenrte en la nueva evangelizació n
como evangelizadores nuevos, han de r esonar constantemente algunas exhortaciones d e
esa Exhor tación que en voluntad del Santo Padre es programmática para este prese n te
cargado de oportunidades, pero no exent o de dificultades:
“¡No nos dejemos robar el entusiasmo mision er o!”[74]
“¡No nos dejemor robar la alegría eva ng elizad or a!”[75]
“¡No nos dejemos robar la esperanza !” [76]
“¡No nos dejemos robar el Evangelio!”[ 77]
“¡No nos dejemos robar el ideal del a mor fr at er no!”[78]
“¡No nos dejemos robar la fuerza misionera !” [79]
[1] Pablo V I, Evangelii nuntiandi , 1975, n. 75
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[2] Es significaivo que contra lo que af irm a algún texto que los discípulos salieron a
predicar “por todas partes” (cf. Lc 16, 20) , e n realidad no hicieron otra cosa sino regresar
a Jer usalén y quedarse en el Cenáculo ( cf. Hch 1, 12ss), saliendo de él solo cuando “se
llenaron del Espíri tu Santo” (cf. Hch 2, 4ss) .
[3] Cf. Papa Francisco, Homilía y Regina coeli del día de Pentecostés 2014.
[4] Papa F rancisco, Homilia del día de Pent eco stés 2014.
[5] Papa F rancisco, Evangelii gaudium , 21 0.
[6] Pablo V I, Evangelii nuntiandi 14.
[7] Juan Pablo II, Homi li a en Santo Domingo, 11 de octubre 1984.
[8] Papa F rancisco, E vangelii gaudium, 22.
[9] Papa F rancisco , R egina Coeli del d ía de Pe ntecostés 2014.
[10] Papa F ra ncisco, Evangelii gaudium 33 .
[11] Idem, 24.
[12] Idem, 50.
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[13] Cf. José Cristo R ey García Par edes, Siete pasos hacia la “conversión pastora l”.
Evangelii gau dium en la vida consagrada, en Vida Religiosa, 2/2014/Vol 116, 54ss. Lo q ue
el autor dice sobre la vida consagrad a es vá lid o para todos los agentes de pastoral.
[14] Idem , 268.
[15] Idem, 125
[16] Idem, 68.
[17] Idem, 169.
[18] Idem, 282.
[19] Idem, 169.
[20]
[21] Idem, 20.
[22] Idem, 20.
[23] Idem, 21.
[24] Idem, 15.
- 12 -
[25] Idem, 97.
[26] Cf. Idem, 20.
[27] Cf. Idem, 27.
[28] Idem, 261.
[29] Cf. Idem, 97.
[30] Idem, 46.
[31] Cf. Idem, 23.
[32] Cf. Idem, 266.
[33] Idem , 20.
[34] Juan Pablo II, Vita consecrata 76 ; cf . 72.
[35] Papa F ra ncisco, Evangelii gaudium , 277.
[36] Idem, 81.
- 13 -
[37] Idem, 81.
[38] Idem, 82.
[39] Idem, 82.
[40] Idem, 85.
[41] Idem, 93.
[42] Idem, 97.
[43] Cf. P apa Francisco, Discurso en la Sala del despojo (Obispado), durante su visita
Apostólica a A sís, 4/ 10/2013.
[44] Cf. Papa Francisco, Evangelii gaudium, 53- 54.
[45] Cf. Idem, 57-58.
[46] Idem, 27.
[47] Idem, 45.
[48] Cf. Idem, 39.
- 14 -
[49] Papa F ra ncisco, Homilía del día de Pent ecostés 2014.
[50] Vaticano II, Unitatis redintegratio 2 ; Lu men gentium 17, 26.
[51] Papa F ra ncisco, EG 171.
[52] Cf. Papa Franci sco, Homilía en la Capilla Sistina después de su elección co mo
sucesor de Pedro, marzo 2013.
[53] San Ireneo, Adversus haereses, I V, 2 0, 7; PG 7, 1037; cf. Benedicto XVI, Verbum
Domini , 90.
[54] Cf. San Francisco de Asís, Prólo go d e la Regla no bulada.
[55] Cf. Benedecto X VI, Verbum Domini 86 .
[56] Orígenes, Epistola ad Gregorium , 3; PG 1 1, 92.
[57] Cf. M ensaj e fi nal del Sínodo sobr e la Palabra de Dios en la vida y misión de la Igle sia ,
III, 6.
[58] Cf. Benedicto XV I, Verbum Domini , 86.
[59] Cf. Benedicto XV I, Verbum Domin i , 24.
[60] Alexander S chmemann, Introductio n t o Liturgical Theology, London 1966, 19-20.
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[61] Vaticano II, Sacrosantum Concilium , 2.
[62] Vaticano II, Sacrosantum Concilium , 10.
[63] Vaticano II, Sacosantum Concilium , 14 .
[64] El térm ino holístico ha sido aplicado a campos muy diversos como la medicina , e l
desarr ollo humano y la espiritualidad. En to da s estas aplicaciones el significado comú n
refleja el interés por la totalidad, el deseo de in tegración y la intención de relacionar y un ir
los distintos aspectos que constituyen una d et ermninada realidad.
[65] Cfr. W. Au, S piritualità olistica , in Nuo vo dizionario di spiritualità, Libreria editrice
Vaticana2003, 904.
[66] Cf. Bruno Secondin, Inquieti deside ri di spiritualità. Esperienze, linguaggi, stile , e d t.
EDB, Bologna 2012, 81- 82.
[67] Papa F ra ncisco, EG 262.
[68] Cf. Alvaro R odríguez Echeverría, Pr of ecí a de la existencia y presencia amorosa d e
Dios en la Vida consagrada, USG, mayo 20 11 , 79ss.
[69] Alvar o Rodrí guez E cheverría, art. cit . 81.
[70] Juan Pablo II, Vita consecrata 84 .
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[71] Cf. Alvar o R odríguez Echeverría, a rt . cit. 82ss.
[72] Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte 2001, 52.
[73] Papa F ra ncisco, Evangelii gaudium 26 2.
[74] Papa F ra ncisco, Evangelii gaudium , 80
[75] Idem, 83.
[76] Idem, 86.
[77] Idem, 97.
[78] Idem, 101.
[79] Idem, 109.
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