-43. El anuncio de los ángeles. - «Las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres, fueron las que dieron los ángeles en la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: ¡Gloria a Dios en las alturas!» ( Cervantes ). 4. Amemos al Niño de Belén.- Dice el Padre San Francisco que el día de Navidad el que no ha perdido el seso no tiene el seso cabal. 5. Jesús Niño es nuestro Rey.- Es una dulce realidad que el Niño Jesús vino al mundo como Rey. Como Rey, Príncipe de la Paz, estaba anunciado por el profeta Isaías. Como Rey le buscaron los Magos y le temió el rey Herodes. 6. Jesús Niño es nuestro Pontífice Supremo. - Convienen todos en que la consagración de Cristo, como sacerdote, se verificó en el seno virginal de María. «Ese seno inmaculado, dice San Buenaventura, es el santuario donde el Salvador recibió la investidura del pontificado supremo, y se revistió de nuestra humanidad, como de ornamentos sacerdotales». Allí la humanidad de Cristo fue ungida con la divinidad del Verbo por Dios uno y trino. 7. Como Maestro, nos enseña la pobreza. - El hereje Marción, del siglo II de nuestra era, decía: «Quitadme esos lienzos vergonzosos y ese pesebre, indigno del Dios a quien adoro».—«Nada es más digno de Dios, le contestaba Tertuliano, que salvar al hombre y pisotear las grandezas transitorias, juzgándolas indignas de Sí y de los hombres». ( J. P. Urbel ). 8. Como Salvador, viene en busca de pecadores. - Una noche de Navidad estaba San Jerónimo en la cueva de Belén. Se le apareció el Niño Jesús y le dijo: Dame tus pecados y te los perdonaré todos. Y San Jerónimo rompió en llanto de amor al divino Niño Jesús al ver la infinita misericordia del Señor. Díptico N° 1 8 LA PRENSA DE LA SAGRADA FAMILIA IGLESIA CATÓLICA EN MISIÓN LA DOCTRINA DE JESUCRISTO EN EJEMPLOS Con autorización eclesiástica T E M A: E L N A C I M I E N T O D E J E S Ú S 1 . El viaje a Belén de María y José. - Va la Virgen sentada en su borriquilla, muy humilde, muy modesta y también muy alegre y contenta. Silenciosa y de pocas palabras cuando encuentran otros caminantes, pero cuando iba a solas con José, me la imagino rezando salmos, cantándolos alguna vez, expresando sus ardientes deseos de verse muy en breve con el Niño que iba a nacer, en los brazos, y diciendo de Él las más dulces y regaladas finezas. ¡Con qué embeleso la miraría el castísimo José!, y cómo meditaría en recogimiento las encendidas palabras de María. Y con esa misma alegría me imagino a -2María durmiendo en las posadas; sabe que la velan los ángeles del cielo y José, el casto esposo que Dios le ha dado aquí en la tierra. Con esa misma alegría entraría en el templo de Jerusalén, para adorar al Eterno Padre. ¿Qué le importan los trabajos, privaciones y cansancios del camino? Ella no se fija en eso; lleva consigo a Jesús, que es todo su contento, riqueza y su descanso. Sabe, además, que todo sucede así por voluntad de Dios. Llegan a Belén, probablemente a la caída de la tarde, y preguntan por la posada. Era ésta a manera de un pórtico cerrado, donde pudieran descansar. Estaría el guarda a la puerta, ligeramente armado, con un perro, para permitir la entrada y señalar puesto a los viajeros. ¡La posada está llena! No hay sitio para María y José. No por eso pierde la Virgen su alegría. Lo siente por el Niño que va a nacer; también por José; pero, ¿por Ella? no, se alegra. Es que encuentra en la pobreza la verdadera riqueza. Y piensa, sin duda, que el Dios que va a nacer gustará como Ella. Espera la Virgen con la borrica, mientras José llama de puerta en puerta pidiendo alojamiento. Pero no lo encuentra. La noche se viene encima, las puertas se cierran. ¿Qué hacer? Quizá les indicó alguno: «Ahí, en las afueras, hay una cueva, donde pueden recogerse para pasar la noche». Y allá se encaminan. Esa es la morada que escoge el Rey de los cielos para palacio en la tierra. Los ricos de Belén y los grandes del mundo habitan en sus casas y palacios, rodeados de placeres, comodidades y bienes de la tierra, ¡y no quieren dar posada a Jesucristo! No le conocieron. 2. Nacimiento de Jesús. - Cuando la Virgen con San José llega- ron a la cueva de Belén sin duda que les fue menester barrer aquel lugar poco limpio, quitar telarañas, poner un poco de fuego, colocar sus pobres equipajes. Conoce la Virgen que llega la hora del parto y saca los pobres pañales, que trae prevenidos. Pónese luego de rodillas en altísima contemplación. ¿Quién podrá comprender de alguna manera el fervor de su plegaria? La que con sus ardientes preces atrajo en otro tiempo al Hijo de Dios del seno del Padre, con los mismos encendidos deseos le fuerza ahora salir de su propio seno. Y sale el Hijo -3de Dios hecho Niño del vientre purísimo de María, a través de la carne y los vestidos, sin mengua de la integridad virginal de esta Señora; y aparece ante sus ojos; sobre la orla de su manto, o en sus manos, puro como la nieve recién caída, hermoso como un ángel de Dios. El Niño mira a la Madre y la Madre mira al niño y ve en Él la Majestad de Dios vivo, la Sabiduría creadora de los mundos, el infinito poder; ve al Salvador de los hombres, y todo esto en la indigencia y amabilidad de un niño que llora y le tiende sus bracitos suplicantes. ¿Qué hará María? No sabe, no puede apartar sus ojos de Jesús, no se cansa de mirarle; y sobre las rosadas mejillas del Niño deja caer dulces lágrimas de sus ojos, cual perlas brillantes que esmaltan aquella joya divina. Los ángeles contemplan la escena. Adoran al Niño y reverencian a la Madre. La Virgen de rodillas adora también a Jesús, le besa los pies, las manos, el rostro... Es que aquel Niño es a la vez su Dios, su Rey y su hijo amantísimo. Y como Madre le toma en sus brazos y comienza a hacer con Él todos los oficios de tal. Le envueve en pañales y, aunque con pena, por no tener otro sitio más digno, le coloca en el pesebre sobre unas pajas. San José también está allí de rodillas, sin cansarse de mirar al divino Niño Jesús. También le adora, le besa, y le pide a María que se lo deje y lo estrecha junto a su pecho; y las lágrimas del Niño se mezclan con las del que va a hacer con Él las veces de padre aquí en la tierra.