De la Odisea: “La isla de los cíclopes” 6°años A y C Odiseo, el héroe griego, se destacaba por su astucia y, gracias a ella, pudo superar muchos de los peligros que se le presentaron en el viaje de regreso a su patria, la isla de Ítaca, después de haber participado en la guerra de Troya. Una de sus primeras aventuras ocurrió en la isla de los cíclopes, gigantes de un solo ojo, que eran pastores y vivían en cuevas. Odiseo y su tripulación descendieron de sus barcos y buscaron refugio en una cueva, sin saber que pertenecía al cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, el dios del mar. Cuando el gigante llegó con su rebaño y cerró la entrada con una enorme roca, Odiseo se adelantó y le rogó que fuera hospitalario y los devoró inmediatamente. Odiseo sintió deseos de matarlo, pero se dominó, porque sabía que sólo Polifemo podía mover la roca para salir de la cueva. Por la mañana, el gigante desayunó del mismo modo como había cenado y se fue con sus ovejas, teniendo buen cuidado de cerrar la entrada. Pero el héroe ya tenía un plan para escapar. Con sus hombres, afiló la punta de una estaca y la escondió. Polifemo regresó al anochecer y se comió a otros dos marino. Odiseo se acercó a él entonces y le ofreció un odre de vino que habían traído del barco. El gigante bebió y, más locuaz, le preguntó al griego cuál era su nombre. -Me llamo Nadie. -¿Nadie? ¡Qué extraño! –replicó el cíclope-. Pero como has despertado mi simpatía, te devoraré en último lugar… Y no pudo seguir hablando porque, por efecto del vino, se quedó dormido. Los griegos calentaron la estaca en el fuego y se la clavaron en el único ojo. Gritaba Polifemo de dolor, y los otros cíclopes acudieron a ver qué le ocurría. -Nadie me ha dejado ciego –se lamentaba el gigante. -Bien. Si nadie lo ha hecho, entonces ha sido un accidente –concluyeron los otros y se marcharon. Por la mañana, Polifemo corrió la roca de la entrada para dejar salir a su rebaño. Palpaba el lomo de los animales. Pero el astuto Odiseo había hecho que cada uno de sus hombres se atara al vientre de una oveja, y así lograron salir. Subieron a sus naves, y la flota se puso en marcha. Pero Polifemo, al darse cuenta de la burla, le pidió a su padre que castigara a Odiseo. El dios Poseidón concedió a su hijo cuanto le pedía. Y, en efecto, el regreso del héroe griego a su patria se extendió tanto y fue tan penoso que, aún hoy, calificamos de “odisea” todo viaje que resulte difícil y accidentado. A lo largo de los siglos las creencias de los griegos fueron configurándose a través de la acumulación de un enorme conjunto de relatos orales, que sólo de manera parcial pasaron a la forma escrita. Nunca existió un libro sagrado (como la Biblia). Diseminados en un sinnúmero de poemas, epopeyas, tragedias y comedias, en los relatos de la mitología griega, aparecen lagunas y contradicciones. Los dos monumentales poemas épicos atribuidos a Homero, la Ilíada y la Odisea, escritos entre los siglos VII y VIII AC, hacen referencia al vasto conjunto de creencias con las que se identifican aquellos antiguos pueblos. Los griegos eran politeístas. En algunos de esos dioses se puede reconocer la encarnación de grandes principios organizadores del Universo. Geo (la Tierra), Urano (el Cielo), Cronos (el tiempo). Penélope y Ulises Penélope, esposa de Ulises, esperaba el regreso de su marido, quien había partido veinte años atrás de la isla de Ítaca para luchar en la guerra contra los troyanos. Todos en el reino, salvo su esposa, lo creían muero; y cien pretendientes esperaba a que ella eligiera a uno de ellos como marido para apoderarse del reino. Penélope respondía, cada vez que se le preguntaba cuándo se decidiría por un nuevo esposo, que lo haría cuando hubiera terminado su labro. Penélope tejía, desde hacía tres años, la mortaja del padre de Ulises. Todos le recriminaban que, a pesar del tiempo que le dedicaba, su tejido no avanzaba. En verdad, desde hacía muchos meses, Penélope deshacía cada noche el trabajo de todo el día. Hasta que un día, una sirvienta observó la maniobra y corrió a contarles a los pretendientes la estrategia de su ama. Su plan había sido descubierto y, esta vez, Penélope no tenía más excusas, debía elegir con quién se casaría. Cuando estaba por contestar, un mendigo se presentó en el palacio. Penélope le ofreció hospitalidad y continuó la conversación con sus pretendientes, que se encontraban todos reunidos a la espera de su respuesta. Al ver la actitud temerosa de Penélope, el mendigo le susurró: -¡ Di que te casarás con aquel que sepa tensar el arco de tu esposo! Penélope, perturbada, repitió lo que el mendigo le había dicho. Todos se miraron sorprendidos, pero aceptaron el desafío. En ese momento, Penélope decidió dejarlos tensar el arco. El mendigo pidió que lo dejaran probar. ¡Delante de los pretendientes, el viejo mendigo acababa de tensar, sin esfuerzo, el gran arco de Ulises! Entonces, surgió un grito que se multiplicó: -¡Es Ulises! ¡Sólo él podía hacerlo! Nadie podía creer que fuera él. Parecía más viejo, y sus ropas estaban muy rotas. -¡Sí! ¡Soy yo, Ulises! –gritó mientras se arrancaba sus harapos-. Y gracias a Atenea, que supo disfrazarme, helos aquí a ustedes engañados. ¿Codiciaban a mi esposa? ¿Buscaban suplantarme? No podrán porque he vuelto para quedarme. Mientras así decía, y con ayuda de un leal sirviente, echó a todos los que estaban en el lugar y corrió a buscar a su fiel esposa. Penélope, que se había retirado a sus aposentos, se sobresaltó cuando vio que un desconocido estaba en el umbral de su habitación. -Vaya –susurró Ulises-, ¿tú, Penélope, mi propia esposa, no me reconoces? -¡Atenea, ilumíname! –imploró Penélope. La diosa la oyó: de un golpe, Ulises fue vestido con un rico manto, y su rostro cobró el brillo y la belleza de los héroes. -¡Ulises! –balbuceaba entre lágrimas, sin dejar de palpar el rostro amado-. ¡Ulises, por fin, eres tú! ¡Has regresado! Versión de un mito griego. - Ulises es el nombre romano de un héroe mitológico que se caracteriza por su astucia. Los griegos lo llamaban Odiseo. - La mortaja es una vestidura o sábana con que se envuelve al cadáver para el sepulcro. - Tensar quiere decir estirar algo hasta que quede completamente desplegado. - Atenea es la diosa de la guerra. Es invocada por los héroes para ser invencibles en el combate.