Girondinos, Jacobinos y Madame Bachelet

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R14 b PODER
LATERCERA Domingo 10 de agosto de 2014
Tiro al blanco Fernando Villegas
Girondinos, Jacobinos
y Madame Bachelet
U
Un reality-show amenaza competir
seriamente con la teleserie “La Turca”,
la cual tanto éxito ha tenido entre
señoras nostálgicas de ese pasado
cuando caballeros y niñas no llegaban
a la cama antes de 35 capítulos. Al
reality podríamos titularlo “La Terca”
y lo protagoniza la Presidenta, quien
acaba de celebrar una segunda cumbre
de sus fuerzas para reafirmar su
intención de no cambiar ni una coma
de la agenda educacional. Es la clase
de obstinación que se observa en una
sociedad experimentando lo que
ahora llaman “procesos de transformaciones profundas”, antes denominados revoluciones -incluso tuvimos
una “en libertad” que no se avergonzó del sustantivo, aunque enfatizó
mucho el calificativo-, las cuales han
sido profusamente estudiadas, hurgadas y examinadas por historiadores, filósofos, sociólogos, cientistas
políticos y gacetilleros de todo orden,
incluyendo en esta última categoría
a Vuestro Servidor.
Por eso no hay mucho misterio
acerca de ellas, del porqué y cuándo
se inician, cómo se desarrollan, sus
diversas fases, sus resultados, la clase
de personalidades que pone en el
escenario y las que hunde en el
oprobio o el olvido. Hay patrones
que se repiten y pese a las novedades impuestas por los tiempos,
aun así son reconocibles como partes
de un mecanismo universal. Uno
de esos patrones es la pronta división
del movimiento. Este suele iniciarse
con apariencia de un frente homogéneo y fraterno en el proceso de
ataque al régimen imperante, pero
pronto se divide en dos facciones
en conflicto a veces letal, los moderados y los radicales. O, en la jerga
con que mutuamente se denominan,
los “traidores” y los “extremistas”.
Esa configuración se ha presentado,
según la época y lugar, con distintos
nombres. En la revolución rusa de
1917 se enfrentaron mencheviques
y bolcheviques; en la Francesa girondinos con jacobinos, la clasificación
más famosa; en la chilena de 1810 realistas con independentistas; en la
intentada por Allende en 1970 se
encararon miristas y otros grupos
similares contra el gobierno, los
comunistas y parte de los socialistas.
Podríamos seguir con muchos más
ejemplos.
En la actual configuración política tenemos nuestra cosecha criolla
de jacobinos y girondinos. Los primeros, como su antecesores franceses, buscan llevar -o forzar- las cosas lo más lejos posible, en este caso
apoyados en el endoso absoluto y
multiuso que suponen representado por la votación de la señora Presidenta; los segundos, otra vez como
sus tatara-tatara-tatarabuelos de
1789, pretenden ponerle un freno al
impulso revolucionario, aplicarle
paños fríos, alargar los plazos, recortar las metas y no dejar nunca de
tomar en cuenta el talante de la sociedad tal como es o creen que es y
no como algunos suponen, en su
delirio ideológico, que debiera ser.
Luis XVI y doña Michelle
En medio de estos tironeos, los
cuales han aparecido en función de
cada una de las reformas por las
que se han presentado proyectos de
ley o agendas más o menos elaboradas, aunque más bien menos
que más, la Presidenta Michelle
Bachelet ha jugado un papel, para
seguir el símil de 1789, como el
del rey Luis XVI. Al contrario de lo
que muchos creen, el rey gozó por
largo tiempo de popularidad entre
buena parte de los revolucionarios y aun mucho mayor en el pueblo francés común y corriente. Se
le vio -al comienzo- como un rey
ilustrado que se prestaba a la conversión de la monarquía absoluta
en constitucional siguiendo el modelo británico. Doña Michelle, por
su parte, goza de enorme popularidad tal como sucedía con su remota contraparte y parece, como
aquél, flotar en el más despejado
firmamento de las mejores intenciones. Tan por encima está de la
refriega diaria, los insultos y descalificaciones, las patochadas y
frases para el mármol, las amenazas e imputaciones como se hallaba Luis de los improperios que se
soltaban en la Asamblea Nacional
Constituyente. Por eso y cada vez
cuando hace un anuncio, lo cual
ocurre al menos dos veces a la semana, más parece Vocero de Gobierno que la Mandataria. Nada
de eso deteriora su popularidad y
el afecto que la rodea es fuente,
hasta ahora, de legitimidad para su
coalición y los fines del programa, aunque sólo si son entendidos
en abstracto porque su influencia
se desvanece en lo que toca liderar
dicha agenda entendida en el detalle, como han de ejecutarse las
tareas. Poco importa; su eficacia
política es más en calidad de representativa de un anhelo difuso y
algo épico que como ejecutiva a
cargo de un programa definido;
incluso y dadas las paradojas con
que se mueve la política chilena es
en ese papel incierto de ornato, de
legitimidad emocional, de vocería,
de sonrisas y de aplausos perpetrados y recibidos por su propio séquito que se sitúa su capital de
trabajo y el de su coalición.
¿Qué sería...?
En la obra de teatro “Marat-Sade”
(título resumido del original y kilométrico “Die Verfolgung und Ermordung Jean Paul Marats dargestellt durch die Schauspielgruppe
des Hospizes zu Charenton unter
Anleitung des Herrn de Sade”) de
Peter Weiss, presentada en Chile
hace ya muchas décadas, lo cual sucedió en uno de esos teatros y por
una de esas compañías que fueron
la gloria de la escena nacional -actividad hoy propia de “cafés concert” en los que tipos a poto pelado vociferan garabatos mientras
orinan en un florero- se entonaba,
en cierto momento, una canción
cuyo principal verso era este: “¿Qué
sería de la revolución sin una general fornicación...?”. Haciendo las
debidas traducciones de lenguaje,
época y nivel de realidad, la canción
a entornase hoy debiera ser “¿Qué
sería de la Nueva Mayoría sin una
general vocería de la señora Presidente?” Quizás cómo lo habría dicho Weiss. Quizás “Kaputt”.
Más difícil aun imaginar ese cuadro de mutuo divorcio. Una cosa
va con la otra. La Presidente no lo
sería sin la NM y esta no existiría
sin haber tenido en mente, tres
años atrás, a Michelle Bachelet
como candidata. Es la bisagra que
une las partes, el adhesivo que les
impide caer en pedazos, la sonrisa
que borra las calamidades, la promesa que re-enciende la esperanza y la vaguedad conceptual que
borra todo lo anterior.
El cisma
A todo esto y mientras la Presidenta
levita en la estratosfera y nos bendice
con su simpatía, Girondinos y Jacobinos de la NM forcejean para establecer quién manda el buque. El
buque, mientras tal cosa se decide,
está al garete y ya hace algo de agua.
Forma parte, también eso, de las
constantes de los procesos de “profundas transformaciones”. Nadie
puede esperar que el Imacec esté en
alza, también la tasa de inversiones
y lo mismo la de empleo en estas
complejas condiciones. La batahola
ha de resolverse para que se tomen
medidas específicas, sean buenas,
malas o pésimas. Ahí se verá cuán
bien seguimos el ejemplo que nos
han dado las prósperas economías
populistas. Respecto a esto, en Chile,
un viejo pedazo de sabiduría de
nuestra particular versión de los
libros sibilinos nos dice con confianza que, a la larga, imperan las
fuerzas del sentido común, la tradición o la inercia de la política de
siempre, en fin, de todo eso que los
anarcos llaman civilización, detestan
y desean destruir.
Los libros sobre las revoluciones
nos dicen, en cambio, que los sectores moderados van siendo desplazados por otros más extremos
y estos por otros que lo son aun
más, todos en una desenfrenada
carrera de postas que suele terminar con una “reacción Thermidoriana”. Pero, ¿quién sabe? Un país
como Chile, donde tras los reclamos y las demandas hay una población que ni muere de hambre ni
anda descalza, sin duda constituye otro material histórico que los
desharrapados del París de 1789 o
del Petrogrado de 1917. Bien puede ser que el proceso sea detenido
a mitad de camino o aun antes. Señales acerca de cómo viene la pomada debiera darla la votación que
se celebre respecto al protocolo de
acuerdo tributario.R
Mientras la Presidenta levita en la estratosfera y
nos bendice con su simpatía, Girondinos y
Jacobinos de la NM forcejean para establecer quién
manda el buque. El buque, mientras tal cosa se
decide, está al garete y ya hace algo de agua.
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