La compasión también se puede entrenar

Anuncio
T08//comportamiento
TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 1 de junio de 2013
La compasión
también
se puede
entrenar
Contrario a lo que se pensaba, la disposición a ayudar a los demás no
es un rasgo estable de personalidad, sino una habilidad factible de ser
desarrollada. Un nuevo estudio asegura que los resultados pueden
medirse con sólo dos semanas de práctica.
TEXTO: Ricardo Acevedo Z. ILUSTRACIÓN: Marcelo Escobar.
E
S UNO de los rasgos clave para la cooperación y, como tal, permitió que el
hombre evolucionara en sociedades
gracias a estrategias vitales como la
colaboración, el apoyo mutuo y la
preocupación por el otro. Todos rasgos poco comunes hasta entonces en la naturaleza, donde la supervivencia del más fuerte se erguía como el motor principal en el comportamiento de las especies animales. Si bien hasta
ahora se ha considerado que la propensión del ser
humano a ser compasivo era un rasgo estable de
personalidad, las últimas investigaciones prueban
que esta “capacidad” no sólo se modifica a medida
que envejecemos, sino que sería una suerte de
“arte” en el que todos podemos entrenarnos.
Es más. Bastan dos semanas de entrenamiento
para reforzar estas conductas en adultos. Eso fue
lo que descubrieron científicos de la Universidad
de Wisconsin, Estados Unidos, que utilizaron técnicas cercanas a la meditación y comprobaron que
con esta práctica las personas presentan cambios
en los patrones neuronales relacionados con con-
ductas como la compasión y el altruismo. No es
todo. En la última década, otras investigaciones
han revelado que, lejos de la tradicional imagen
de los “buenos y los malos”, todos estamos “cableados” para ser compasivos.
Y que diversas estrategias han demostrado que
pueden fortalecer esta conducta: desde el factor
imitación hasta la distancia que tenemos con un
problema social dado, todo influye en nuestra voluntad a mostrar compasión hacia los demás. Hallazgos que podrían ser utilizados para diseñar
nuevos mecanismos que permitan disminuir problemas como el bullying o tratar condiciones
como la ansiedad social o el comportamiento antisocial, aseguran los investigadores.
Entrenar el altruismo
El profesor de Dinámica Evolutiva de la Universidad de Harvard, Martin A. Nowak, explica en su
libro Supercooperadores que la compasión es
uno de los grandes motores de la evolución, uno
que ni siquiera Charles Darwin fue capaz de visualizar en sus afamadas teorías. El libro asegura
que se trata de una capacidad que radica en la
corteza media prefrontal, que es el área del cerebro que controla las habilidades socioemocionales. Esto se puede apreciar en la capacidad que
todos, en mayor o menor medida, exhibimos
cuando aportamos a una obra de caridad o asistimos a una persona extraña que nos pide ayuda en
la calle.
Y es esta base cerebral, mediada por las conexiones neuronales que facilitan la transmisión de información, la que está probando ser factible de
entrenar. Los expertos del Centro de Investigación
para Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin buscaban conocer si un adulto podía
aprender a ser compasivo o si, al menos, estas actitudes se podían fortalecer para mejorar las relaciones sociales entre las personas.
Durante 30 minutos, por un lapso de dos semanas, un grupo de sujetos debía escuchar instrucciones como parte de un programa de entrenamiento consistente en meditación para la compasión, una técnica de origen budista que
incrementa el sentimiento de preocupación hacia
el que sufre. Pero hasta ahora sólo monjes con
años de entrenamiento habían acudido a esta
práctica. En el experimento, todos debían imaginar un momento en el que otra persona sufriera,
para luego practicar deseando que el sufrimiento
se alejara con frases como “pronto pasará este momento amargo” y “te sentirás mucho mejor cuando todo haya terminado”.
En el entrenamiento comenzaban imaginando
que esto sucedía a alguien muy cercano -como
una pareja, un familiar o un amigo- para luego
aplicar la técnica con ellos mismos, con un completo extraño y, finalmente, con una persona que
les causara conflicto, como un compañero de trabajo o un “vecino molesto”. Dos pruebas se realizaron para probar los efectos de esta práctica. La
primera fue una adaptación del llamado “juego
del dictador y la víctima”, donde los participantes
debían redistribuir una suma de dinero muy mal
administrada (el dictador sólo pasaba $1 de $10 a
la víctima).
Cerebro más compasivo
30
minutos de entrenamiento diario durante dos
semanas fortalece áreas
del cerebro involucradas
en la empatía.
Todos los que hicieron el entrenamiento fueron
más altruistas y repartieron equitativamente la
suma comparados con el grupo de control. Pero lo
más sorprendente emergió del análisis de las imágenes del cerebro tomadas a los sujetos desde el
inicio hasta el fin de la investigación. Utilizando la
técnica de Resonancia Magnética funcional fMRI,
los científicos comprobaron que tras el entrenamiento los sujetos presentaban cambios a nivel
cerebral, específicamente en áreas como la corteza
parietal inferior, responsable de la empatía y la
comprensión, así como en la corteza prefrontal
dorsolateral, involucrada en la regulación de emociones y emociones positivas.
Los hallazgos se utilizarán ahora para diseñar
programas que puedan ser aplicados en las escuelas, que ayuden a los niños a regular emociones y
sintonizar con los sentimientos de otros compañeros, lo que podría disminuir la incidencia de problemas como el matonaje, aclara la investigación.
La misma técnica podría ayudar a mejorar la respuesta emotiva de personas con patologías como la
ansiedad social o conducta antisocial.
En adolescentes, por ejemplo, estudios previos
han demostrado que debido a los cambios hormonales en esta etapa los jóvenes presentan más problemas para empatizar, lo que también podría disminuir con esta clase de entrenamiento. T
Descargar