El verdadero objetivo turco

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El verdadero objetivo turco
Txente Rekondo
El gobierno turco, sometido a fuertes presiones por parte de la opinión pública y los poderes
fácticos, parece dispuesto a llevar a cabo algún tipo de operación militar contra los kurdos en
Kurdistán del sur. Todo indica que tras la reunión del próximo cinco de noviembre en
Washington entre Erdogan y Bush, el ejército turco tendrá la luz verde, o eso al menos se
desprende de las palabras del general Yasar Buykanit, comandante en jefe del ejército turco,
que ha manifestado que "esperaremos a la vuelta del primer ministro".
Kurdistán es la nación más grande del mundo sin estado, y se calcula que alrededor de
cuarenta millones de kurdos viven en el mundo. Unos 18 en Turquía, seis en Iraq, nueve en
Irán y tres en Siria, y con una superficie mayor que el estado español siguen sometidos a los
designios de esos estados y a expensas de las diferentes coyunturas de la comunidad
internacional.
En esta ocasión, las amenazas de intervención turcas en el Kurdistán del sur han vuelto a traer
al centro de las informaciones la realidad kurda, una situación que algunas lecturas simplistas
pretender ubicar con la creación del PKK, ocultando o ignorando las décadas de luchas y
alzamientos del pueblo kurdo en defensa de su identidad y de su derecho como pueblo a elegir
su propio futuro.
Desde Turquía se remarca estos días "la necesidad de responder a los ataques recientes del
PKK" y acabar con las supuestas bases de esa organización en Kurdistán del sur. Haciendo
uso de la retórica de Washington, los militares turcos se enganchan al paraguas de la "guerra
contra el terror" para justificar sus pretensiones militaristas. Sin embargo, tras esa "versión
oficial", se esconden los verdaderos objetivos turcos. Y éstos serían acabar con el PKK por un
lado (algo que ya ha fracasado en el pasado) y sobre todo desestabilizar el Gobierno Regional
Kurdo (GRK) y evitar que Kirkuk, con toda su riqueza petrolífera acabe dentro del mismo.
Algunas voces, incluso desde dentro de Turquí, avisan de los desastrosos resultados que
traería una intervención a gran escala, tanto para la región como para los propios intereses de
Turquía a medio o largo plazo. Durante la década de los noventa Turquí realizó hasta cuatro
operaciones de gran escala contra los campos del PKK en Kurdistán del sur, y a pesar de
contar entonces con el apoyo de los peshmergas kurdos del sur, no lograron sus objetivos.
En estos momentos además, la coyuntura ha variado y en plena era de la información e
Internet, la repercusión internacional de los ataques turcos (con la mayoría de víctimas civiles)
tendría mayor eco en todo el mundo y probablemente otorgaría mayor simpatía y apoyos a la
causa del pueblo kurdo. Por su parte, unas sanciones económicas o el cierre de la frontera
entre Iraq y Turquía supondrían un doble efecto, pues si bien castigaría a los kurdos del sur
(aumentando su enojo y rechazo hacia Ankara), también supondría un castigo añadido a la
población kurda del norte, cuyo apoyo hacia el PKK se dispararía aún más.
Un ataque militar en las actuales condiciones supondría un elevado número de bajas y un
mayor sufrimiento para la población civil que a una estructura como la del PKK, preparada
operativamente hace tiempo para una eventualidad como la que se avecina. Los obstáculos
que encontraría el ejército turco en una ofensiva a gran escala son importantes también. En
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primer lugar, la zona de los montes Qendil está alejada de la frontera turca y la presencia de
soldados turcos en el Kurdistán del sur supondría una afrenta para los poderosos peshmergas
kurdos. El desplazamiento de fuerzas y material, además de lento sería altamente costoso, y la
pérdida de vidas humanas entre las filas turcas sería considerablemente alta.
Otro factor importante a la hora de analizar la situación que se aproxima, lo encontramos en los
cambios producidos en la coyuntura internacional. Desde el 2003, tras la invasión
estadounidense de Iraq, el tablero regional ha variado considerablemente, y la balanza de
fuerzas ha podido sufrir importantes alteraciones. Así, las relaciones entre Turquía y Siria
(otrora enemigos declarados) han mejorado mucho, habiendo dejado de lado Ankara sus
presiones y chantajes en torno al control de las aguas del Eúfrates. También con Irán mantiene
el gobierno turco una alianza para luchar contra las guerrillas kurdas.
En el otro lado de la balanza, las relaciones con Israel han empeorado, desde que el gobierno
de Turquía busca una mayor ubicación en el contexto árabe y sobre todo desde que se conoce
el apoyo material de Tel Aviv a los insurgentes kurdos. Este apoyo, en línea con la teoría de
que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", que tan bien aplica EEUU, busca que los kurdos
del este puedan desestabilizar al gobierno de Teherán. Ese doble rasero de Washington
(declarando ilegal al PKK, pero no haciendo lo propio con el PJAK), unido a la postura "fría" de
la Unión Europea hacia Turquía, estaría provocando un cambio en las relaciones y alianzas
regionales.
La reciente ofensiva del PKK busca forzar una negociación, de ahí el incremento de sus
acciones militares. Además, se ha producido un salto cualitativo, ya que la guerrilla kurda ha
retomado las operaciones a gran escala contra los puestos militares turcos, una táctica que se
había abandonado a comienzos de los noventa. También la captura de algunos soldados
turcos se ha mostrado como una acción cuidadosamente elaborada y llevada a cabo con éxito,
lo que podría dar al PKK y a la causa del pueblo kurdo importantes réditos propagandísticos.
Otra clave la encontramos en la postura turca, que sigue ignorando todos los llamamientos y
ofertas kurdas para buscar una salida pacífica y negociada. La apuesta militar de Ankara,
acompañada de verdaderos progroms contra la población kurda en suelo turco, pero también
en Europa, inmerso todo ello en una exaltación del nacionalismo más rancio y reaccionario
turco, sólo puede obtener una respuesta kurda, "la resistencia", tanto desde el GRK que desea
mantener ese status de "independencia de facto", como desde el PKK que sigue luchando por
el derecho de autodeterminación para su pueblo, como desde los kurdos en Irán o Siria
luchando por su propia supervivencia como pueblo.
Como ha señalado un periodista kurdo, "cuando las cosas van bien para Kurdistán, Turquía
interviene militarmente". El pánico turco hacia una realidad como la que representa el GRK,
que podría servir de faro para el resto de kurdos, le hace concebir estas estrategias militares.
El problema central es que una nación con cerca de 40 millones de personas ve negados sus
derechos básicos, "una situación que no se puede aceptar sin asumir sus consecuencias".
La lucha del pueblo no surge con la aparición del PKK hace unas décadas, tal y como nos
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presentan algunos medios. Los kurdos han luchado desde hace siglos contra los diferentes
regímenes que se han sucedido en Irán, Iraq, Siria o Turquía, y saben que a pesar de todo el
sufrimiento que han soportado, siguen firmes en su resolución de ejercer el derecho de
autodeterminación.
Las soluciones políticas deben primar sobre las militares. Turquía, y el resto de estados de la
zona, tienen que reconocer los derechos del pueblo kurdo, incluido el de autodeterminación. La
puesta en marcha de una conferencia en la que estén presentes todos los actores, seguida de
medidas como la liberación de presos y un cese bilateral de las hostilidades debería dar inicio
al camino para una solución definitiva a un conflicto tan largo. Y esta es la única vía que desde
Turquía no se ha explorado, y ahora parece que también pretende repetir los fracasos del
pasado antes que abordar la raíz del problema.
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