En peligro el proceso de paz en Kurdistán

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En peligro el proceso de paz en Kurdistán
Manuel Martorell
Cuarto Poder
No es lo que se esperaba, no recoge las reivindicaciones mínimas del pueblo kurdo y abre las
puertas a la reanudación de la guerra. Esta es la conclusión a la que han llegado Osman Baydemir y
Serhat Temel tras las medidas anunciadas el 30 de septiembre por Tayip Erdogán en respuesta a la
oferta del Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK) para llegar a un acuerdo de paz.
Baydemir y Temel son, respectivamente, los alcaldes de Diyarbakir (800.000 habitantes) y Batman
(400.000), las dos principales ciudades kurdas de Turquía y ambos pertenecen al Partido de la Paz y
la Democracia (BDP), considerado el “brazo político” del PKK. Ambas ciudades forman parte de la
Federación de Ciudades del Sureste de Anatolia, que aglutina a más de cien localidades de distinto
tamaño en las provincias de Turquía habitadas mayoritariamente por población kurda.
Los pasados 10 y 11 de octubre, Osman Baydemir y Sehat Temel participaron, invitados por el
Ayuntamiento de San Sebastián, en la Conferencia Internacional de Alcaldes por la Paz, donde
tuvieron ocasión de exponer sus valoraciones sobre la actitud del Gobierno turco ante el proceso
para acabar con un conflicto armado que en 30 años se ha cobrado la vida de 40.000 personas, la
mitad civiles. En resumidas cuentas, el paquete de medidas presentado por Erdogán consiste en
autorizar academias privadas en lengua kurda, devolver el nombre original a las localidades que han
sido “turquizadas”, despenalizar las letras “x”, “q” y “w”, actualmente prohibidas, y una vaga
promesa de rebajar el listón electoral para conseguir representación parlamentaria, actualmente
situado en el 10 por ciento a nivel nacional.
“Dar la libertad a unas letras es absurdo”, dice sonriendo Serhat Temel, para quien, además, es un
ataque a la dignidad de los padres obligarles a pagar para que sus hijos estudien en la lengua que
usan en casa. “Esto no tiene nada que ver con la cuestión kurda. Es solo una táctica para llegar a las
elecciones municipales (marzo de 2014) en un clima de tranquilidad; y un engaño porque así pueden
decir a los turcos que no han hecho ninguna concesión a los kurdos, mientras que a nosotros nos
dicen: ya os hemos dado todo; ¡¡qué más queréis!!”
El alcalde de Batman coincide con el de Diyarbakir en los cuatro requisitos mínimos que el Gobierno
de Ankara debiera cumplir para que el proceso de paz no estalle en pedazos: derogación de la ley
antiterrorista y liberación de los 10.000 presos encarcelados por esta ley; libertad de expresión y de
organización política; legalización del uso de la lengua kurda, y eliminación del listón electoral del
10 por ciento.
Ambos alcaldes advierte de que, tras la desilusión generalizada por las medidas vacías y cosméticas
anunciadas por Erdogán, existe un alto riesgo de que en Turquía vuelvan a hablar las armas. La
misma advertencia realizaba precisamente el mismo día –el 10 de octubre- el PKK a través de la
denominada Confederación Democrática del Kurdistán (KCK) que, en una declaración pública,
afirmaba que la continuidad de la tregua dependerá de los pasos que dé el Gobierno turco en los
próximos días.
“El problema es como el de un enfermo que necesita ser operado y al que se quiere curar
suministrándole una aspirina”, dice, por su parte, Osman Baydemir. “En el siglo XXI –añade- las
armas y la violencia no deben ser instrumentos en la lucha política; los kurdos no quieren utilizar las
armas, pero el Estado debe dar pasos y abrir cauces legales para actuar políticamente de forma
legal y democrática”.
Quejas similares han surgido desde otras minorías afectadas por el paquete de reformas presentado
por Erdogán, especialmente los alevis (musulmanes heterodoxos) y los cristianos asirios. Los alevis,
que suponen más de diez millones de personas en Turquía, esperaban que el Gobierno reconociera
legalmente sus Cem (centros espirituales) y los Dede (sacerdotes), pero Erdogán solamente ha
prometido dar a la Universidad de Nevsehir el nombre de Haci Bektas, el místico sufí al que se
considera fundador de esta religión.
A las exigencias de los cristianos asirios, que reclaman las tierras y casas expoliadas durante el
genocidio armenio, les ha respondido anunciando la devolución de unos terrenos recientemente
confiscados al monasterio de Mor Gabriel (San Gabriel), un cenobio con 1.700 años de antigüedad y
al que la Justicia turca acusaba de “ocupar” ilegalmente terrenos del Estado.Baydemir, que conoce
bien los graves problemas sociales que afectan a una metrópoli de casi un millón de habitantes,
recalca que si el Gobierno no aprovecha esta oportunidad histórica, “la juventud kurda dejará de
tener confianza en el Estado y se reforzarán las posturas contrarias a la negociación y la
reconciliación con las que están creciendo las nuevas generaciones. Esta es la última oportunidad
para la paz; si la perdemos, la división entre kurdos y turcos será mucho mayor”.
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