FICHA 18: Poemas “Búscate en mí” y “Vuestra soy, para vos nací”

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FICHA 18: Poemas “Búscate en mí”
y “Vuestra soy, para vos nací”
Para aproximarnos a la fecha de composición del primero de estos poemas contamos con su clara
relación al Vejamen de inicios de 1577; en el caso del segundo no tenemos ninguna pista concreta.
Según Víctor García de la Concha1 aquel “hunde sus raíces en la experiencia personal del alma
mística, pero aparece planteado como pedagogía espiritual y, cabe, por lo mismo, clasificarlo en el
grupo de composiciones surgidas en el ámbito ascético y devocional del Carmelo” (pg. 327).
También engloba en ese grupo el otro poema, al que considera además de exiguo valor estético, que
ni siquiera logra conservar el encanto del villancico profano en que se inspira (pg. 368). El P.
Tomás Álvarez sin embargo incluye ambos entre los nueve que llama de inspiración y contenido
místico2. Más allá de estas cuestiones, es un acierto que ambos poemas hagan de broche final no
solo a las lecturas teresianas y fichas de este curso, sino a las de los 5 años que hemos dedicado a
las mismas, puesto que están centrados en dos –si no los dos– momentos claves de la experiencia y
la espiritualidad de la santa: 1) el de la búsqueda interior, la interioridad; 2) el de la salida de sí en
total disponibilidad a la voluntad de Dios.
“Búscate en mí”: interioridad.
La locución divina que dio origen al Vejamen (“búscate en mí”) acaba desdoblada en el estribillo de
este poema (Alma, buscarte has en mí / y a Mí buscarme has en ti), cuyas seis estrofas desarrollan
el doble tema: las tres primeras la búsqueda de sí en Dios; las otras tres la consigna agustiniana de
buscarlo a Él dentro de sí; dando lugar además al único poema en que la santa pone la palabra y los
versos en boca del Personaje transcendente3. A la hora de nuestra oración y reflexión con el texto,
todo ello evocará temas fundamentales como el primado de la relación con Dios y, a la vez, su
protagonismo (el de la Gracia); la mediación prioritaria de la meditación y oración; su carácter
solitario y constante, perseverante: ¿lo creo, lo atiendo, lo celebro, lo agradezco y suplico? ¿Se hace
en mi entorno?...
Pero pueden dar mucho más que pensar y rezar4. La obra de S. Teresa está llena de rastros de una
auténtica autoconciencia moderna, que quiere estar muy en claro sobre sí misma, cuida el análisis
de sus propias vivencias y se autoestima según la altura y la profundidad de sus deseos más tenaces.
Pero también esta pasión introspectiva (por la interioridad) va a verterse a lo divino. Seguramente
en sus esfuerzos por aprender a orar encontrara la consigna agustiniana antedicha: la verdad no está
fuera, sino en uno mismo; igual que le advertirá la misteriosa voz que dio origen a este poema. El
lugar de lo sagrado no es ahora la naturaleza, sino el corazón del hombre (Fuera de ti no hay
buscarme). Humanismo cristiano que sin embargo unos siglos después se ha convertido para no
pocos grandes pensadores en humanismo ateo, replegado sobre sí, subjetividad sin condiciones ni
límites, pero sola. El caso de Teresa fue otro. Cuando pudo o, mejor, se le concedió asomarse al
fondo del yo, quedó literalmente asombrada: allí encontró la imagen intacta, en su pureza original, y
1
El arte literario de Santa Teresa, Ariel, Barcelona 1978.
100 fichas sobre Teresa de Jesús, Monte Carmelo, Burgos 2007, pp. 192-193.
3
Ibídem 197.
4
Cf. CEREZO GALÁN, PEDRO, La experiencia de la subjetividad en Teresa de Jesús, en ROS GARCÍA,
SALVADOR (Coord.), La recepción de los místicos. Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Salamanca
1997, pp. 171-204. Están dedicadas a nuestro poema en concreto las seis finales, de las que es un
pobre extracto todo lo que sigue arriba hasta el final de este apartado; por tanto, no deje de leer esas
páginas completas quien las tenga a su alcance.
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FICHA 18: POEMAS “BÚSCATE EN MÍ” Y “VUESTRA SOY”
remitiendo cristalinamente a su arquetipo; entonces comprendió que el conocimiento de sí, en
verdad y humildad, no se puede separar del conocimiento de Dios: “a mi parecer jamás no
acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios” (1M 2,9; cf. 1ª estrofa del poema). Este
secreto del hombre solo podía revelarse en la profundidad del secreto de Dios (cf. V 40,5). Al
término de su itinerario espiritual, el alma que buscaba a Dios en sí, en su centro más secreto,
encuentra allí el secreto originario de sí en la profundidad de Dios. Y cuando se descubre como
imagen, el espejo se hace fuente y fluye hasta fundirse con su origen. Éste es el sentido de aquella
advertencia, que escuchara otro día: “No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de
encerrarte tú en Mí” (CC 15,3). Quizá entonces experimentó Teresa sabrosamente aquellas palabras
de S. Pablo, el primer místico cristocéntrico: “Nuestra vida está encerrada en Cristo en Dios”.
A la vista de una inversión tan fecunda, de una conversión pneumatológica del sujeto moderno, que
tan profundamente conmoviera a Leibniz, creo que hay que ponerse de la parte de Unamuno, en el
pleito que sostuvo con Ortega y Gasset acerca del alcance de la mística: “en el orden del
pensamiento, ¿no es nada nuestra mística? Acaso un día tengan que volver a ella, a buscar su alma,
los pueblos a quienes Helena se la arrebatara con sus besos”.
---------------------------------------------------------------------------“Vuestra soy”: salida de sí en total disponibilidad a la voluntad de Dios.
Las cuatro primeras estrofas tienen carácter introductorio y evocan una historia vivida (sobre todo la
2ª) que invita a la confianza en Aquel a quien se invoca y a quien se ofrece radicalmente. Las otras
ocho estrofas están centradas en mostrar esa total disponibilidad sea cual sea la voluntad de Dios;
disponibilidad sostenida, eso sí, por una súplica final: solo Vos en mí vivid.
También estos versos, como los del anterior poema, deberían darnos que pensar y rezar con
facilidad. ¿Desde la experiencia del amor, capto la distancia entre Dios y yo, el regalo de su Gracia?
(estrofa 1ª). ¿Tengo una historia vivida con Él y soy consciente de ella? (estrofa 2ª) ¿En qué y para
qué me encuentro disponible entre todo eso que enumera la santa? (estrofas 5ª-12ª)… Por lo que se
refiere a esa disponibilidad radical de fondo, el siguiente texto puede ser muy sugerente.
19. La piedra de toque5
1. La piedra de toque de la libertad cristiana es siempre la "indiferencia espiritual" (término de
la espiritualidad ignaciana; en otras espiritualidades, "desapropiación"): que me dé lo mismo
oración que acción, pobreza que riqueza, satisfacción de necesidades o no, equilibrio sicológico
o desequilibrio, integración humana o renuncia a la misma, alcanzar la perfección o quedarme a
medio camino, pues sólo deseo, quiero la voluntad de Dios y opto por ella.
2. La indiferencia espiritual me permite percibir que el sentido de la vida no está en lo que hago
ni en lo que siento ni en lo que controlo, sino más allá de mí mismo. Lo cual presupone haber
sido liberado de la angustia de la finitud, de la autorrealización, de tener la última palabra.
5
GARRIDO, JAVIER, Ni santo ni mediocre. Ideal cristiano y condición humana, Verbo Divino,
Estella (Navarra) 1992.
2
FICHA 18: POEMAS “BÚSCATE EN MÍ” Y “VUESTRA SOY”
3. No se trata de la pedagogía estoica del distanciamiento ni de la sabiduría budista del nodeseo, sino de la experiencia fundante del amor de fe, que me centra en Dios como sentido
absoluto de la realidad y, en consecuencia, como disponibilidad a lo que El quiera. "Amar a
Dios sobre todas las cosas", principio de la vida cristiana.
4. Desde ese centro absoluto, el creyente da con la luz para valorar todas las cosas, incluso los
deseos mejor justificados, humana y espiritualmente. Es el principio del "tanto-cuanto".
¿Lograr una integración de mis necesidades? Tanto cuanto Dios lo quiera.
¿Liberarme de mi piedra de tropiezo? Tanto cuanto Dios lo quiera.
5. ¿Es que Dios no quiere la felicidad del hombre, la plenitud de existencia, la integración
humana, la perfección de cada criatura? Sí, absolutamente. El discernimiento de la voluntad de
Dios comienza cuando, en concreto, hay que decidir el camino, las mediaciones.
Hay casos en que la voluntad de Dios se manifiesta en la aceptación de un conjunto de
limitaciones que dificultan la perfección cristiana (o lo que a nosotros tal nos parece).
Hay casos en que se confunde la voluntad de Dios con esquemas moralistas de perfección, es
decir, con la renuncia al placer, al gozo de la vida. Para algunos, la máxima desapropiación no
viene de la negación, sino de la integración.
El principio del "tanto-cuanto" no dice que lo que no es Dios no cuenta, sino que cuenta por
referencia al Único Absoluto.
Hay casos en que la voluntad de Dios exige un salto en el vacío; preferir no saber a saber, lo
desagradable a lo gustoso, desnudez a plenitud, despojo a gloria...
6. Evidentemente, esta libertad de la indiferencia espiritual presupone un camino humano y
cristiano. El mediocre se defiende de ella. El santo vive en ella como en el aire que respira. El
mediano está anclado en ella, la trabaja positivamente; pero todavía no la distingue con claridad
de otras instancias. Por ejemplo, a veces confunde la indiferencia espiritual:
– Con la psico-afectiva, pues quisiera ser tan perfecto que no llegase a sentir miedo al
sufrimiento.
– O con sus intereses, no los más egoístas, desde luego, sino con los que alimentan su
autoimagen o su autoplenitud.
– O con la actitud del criado, que no sabe salirse de la voluntad de su señor porque necesita
seguridad y orden.
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