El mercado de Tlatelolco

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El mercado de Tlatelolco
El gran mercado de Tlatelolco
Por: Sergio Raúl Arroyo
Fecha: 09/01/2013
Tlatelolco formó parte de
la isla que albergó a
Tenochtitlan, estuvo ubicada
en la costa occidental que
daba al Lago de Texcoco y fue
fundada en 1338. Su tianguis era el corazón de un hormiguero multiétnico, un
centro de reunión e intercambio cultural al que comerciantes -conocidos como
pochtecas- provenientes de toda la geografía mesoamericana, acudían a vender
sus mercancías, así como a comunicar noticias recogidas durante sus largos
trayectos, incluida la información militar.
Los compradores estaban constituidos por todas las clases sociales y no
raras veces se dirigían exclusivamente a comer, a reunirse con alguien, a pasear,
mirar o buscar pareja. Los productos más apreciados en los intercambios fueron
los textiles lujosos, mientras que en la compra-venta, las monedas de cambio
privilegiadas fueron el cacao, las hachuelas de cobre y los canutos de oro en
polvo.
Las negociaciones estuvieron mediadas por leyes comerciales verificadas
por tribunales establecidos entre los vendedores, con la finalidad de impartir
justicia. Todo bajo la creencia compartida en una deidad comercial denominada
Yacatecuhtli.
Los productos llegaban en canoas, que trasportaban centenares de flores y
frutos que debieron ser similares a los jardines flotantes; también las hubo
destinadas a llevar las vestimentas, como mantas, huipiles, zarapes, pieles de
venado, jaguar o jabalí y las cactil, que eran sandalias exclusivas de las
jerarquías más altas. Lo mismo que las balsas relucientes que movían joyerías y
ornamentos confeccionados en jade, lapizlazuli, nácar, oro y plata.
En ese llevar y traer, las mercancías eran múltiples, como el fogón, la masa
dorada para las tortillas, el atole matizado por la miel, la vainilla, el amaranto,
las semillas de calabaza y el chile. Se comerciaban las carnes de conejo, venado,
iguana, jabalí, mono, ardilla, guajolote, zarigüeya, comadreja, topo, diversas
variedades de serpientes, ranas, sapos, gusanos de maguey, hormigas,
chapulines, jumiles, parásitos de vegetales y perros xoloxcuintles.
Procedentes de ríos y lagos arribaban una amplia gama de pescados,
camarones, caracoles, salamandras, algas, ostiones, huevas de pescado, tortugas
y mosca de agua. También podía adquirirse entre sus pasillos fuerza de trabajo.
Por el vértigo de este mercado, Alfonso Reyes alguna vez dijo que la impresión
que provocó este paisaje entre los españoles fue el equivalente a una visión
onírica, el sueño inquietante del intercambio y el deseo.
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