Lecturas: 2 Reyes 4,43-44; Efesios 4,1-6 y Juan 6,1-15 Significante y significado Es propio de Juan unir los signos que obra Jesús con el contenido de su Palabra. Las obras de Jesús, sus milagros son signos que iluminan lo que Jesús dice y es. Por ejemplo, después de la curación del ciego de nacimiento, Juan nos habla de que Jesús es luz para el camino del hombre. Lo leído hoy en el Evangelio es un signo que nos introduce en las palabras de Jesús como pan de Dios que da vida al mundo. Para captar el verdadero sentido de este signo se nos presenta Jesús alimentando la multitud que le seguía. Penetrar en el significante y significado de este signo nos ayudará a captar mejor la salvación que Jesús nos ofrece. Preguntémonos cómo seguimos a Jesús Se nos habla de una multitud que sigue a Jesús, que le sigue “porque habían visto los signos que hacía”. La narración de Juan quiere insistir en la necesidad de seguir a Jesús. Quien no está dispuesto a dejarse cautivar por el seguimiento de Jesús, anda fuera de camino. El hombre que no tiene hambre y sed de más vida, de más verdad y de más amor, no puede captar la palabra de Jesús. Es un sordo y un ciego. Pero no vale cualquier seguimiento de Jesús. Muchos de los que seguían a Jesús no aceptaban luego su palabra, porque su seguimiento no llegaba al corazón, se movía por motivos engañosos. Por eso, como advertencia a la primera comunidad y a nosotros mismos, debemos preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a emprender el camino del seguimiento de Jesús? ¿Nuestro seguimiento es auténtico? Compartir es el modo de multiplicar El signo de Jesús alimentando a la multitud que le seguía supone compartir lo que se tiene, aunque lo que se tiene parezca muy poca cosa. Solo un muchacho tenía cinco panes y un par de peces. Pero la pobreza, compartida, se convierte en alimento para miles de personas. Es decir que la opción de seguir a Jesús, seguirle de verdad, debe ir unida con una disposición para compartir lo que se tiene. No valen excusas de que primero es preciso tener para después compartir. Lo primero es compartir, aunque se tenga poco. Compartir es el modo de multiplicar; para Jesús no hay otro. Solo quien está dispuesto a compartir su vida, puede participar de la riqueza de vida que aporta Jesús. Quienes compartimos la eucaristía, debemos saber compartir toda nuestra vida. Solo poniendo a disposición de Jesús los propios recursos, es posible el milagro de la multiplicación. Jesús sigue necesitando personas que presencien milagros; sigue necesitando personas que pongan lo que son y lo que tienen a su disposición… Si ponemos al servicio de los demás lo que tenemos, es posible cambiar el mundo. La respuesta al hambre del mundo es una tarea cristiana: “Dadles vosotros de comer”. Señor, danos hambre de tu Pan Propuesta.A ti, Padre que alimentas nuestra esperanza, dirigimos esta oración que encierra el sentir de un mundo hambriento de sentido y plenitud. Rezamos: “Señor, danos hambre de tu Pan”. 1. Por quienes participamos del pan que tú repartes, alimento de esperanza y energía de nuestras vidas, para que crezcamos y sepamos repartir el amor y servicio a los demás. Oremos. 2. Por quienes sueñan con el pan y el agua de cada día sin tener seguridad de poder encontrarlos, para que les alcance y ayude nuestra solidaridad. Oremos. 3. Por las personas que nadan en la abundancia material, pero carecen del ‘pan’ que alimenta y da sentido a la vida, para que encuentren el lugar en que saciar su otra hambre. Oremos. 4. Por quienes crecen y viven en una cultura de consumo sin descubrir la profundidad de su hambre, para que en el encuentro contigo sepan lo que es vivir con fe y esperanza. Oremos. 5. Por todos y cada uno de nosotros, hambrientos de tu pan y de tu Palabra, para que no nos falte el pan de cada día ni la capacidad de compartirlo con nuestros hermanos más necesitados. Oremos. Oración.Padre, acoge estas plegarias que tu pueblo confiado te presenta y ayúdanos, como personas y como parroquia, a dar una repuesta comprometida a estas necesidades. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.