2 de agosto de 2015

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PARA EL CELEBRANTE
hacia la nada. Poner todas las esperanzas en ese alimento, es negar al hombre su
dimensión espiritual y reducirlo a simple carne, aceptando así la propia destrucción.
Los que le siguen no terminan de confiar en Él, necesitan respuestas concretas para
saber qué camino seguir. ¿Qué debemos hacer? ¿qué señal puedes darnos?
¿cuáles son tus obras?
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
«Para dar vida al mundo »
"¿Qué debemos hacer para que nuestras obras sean las obras de Dios?"
MONICIÓN DE ENTRADA
Ellos no entienden el amor gratuito, piensan que Dios pone precio al amor. Él no
quiere más trabajo que la respuesta a su amor producto del encuentro con Cristo y su
adhesión a Él. Pero entender la fe como encuentro personal con el Dios no es tarea
fácil, porque te hace salir de ti mismo para ir al encuentro del otro.
"¿Y qué señal puedes darnos –le preguntaron– para que, al verla, te creamos?
¿Cuáles son tus obras?" Ellos esperan de Jesús prodigios semejantes a los del
Éxodo, exigen lo portentoso, lo deslumbrante sin compromiso alguno; en vez de lo
humano, lo cotidiano y lo profundo de la eficacia permanente que supone la
capacidad de amar como Él. Ninguna señal es suficiente para quien no se atreve a
confiar. La señal había sido la invitación a la generosidad como respuesta al amor
manifestado en Cristo. No era solo donación de algo, el pan, sino donación de
alguien. Al retener solo el aspecto material, la satisfacción a la propia necesidad, lo
que habría de llevarlos a la entrega a los demás, como Jesús se han entregado a
ellos, los ha cerrado egoístamente en su propia hartura.
Para comprender la señal no basta presenciarla pasivamente, hay que entrar en la
profundidad de su significado. El amor no puede ser reconocido si no existe la
voluntad de amar. Hace falta la respuesta de fe que hace comprender la señal y que
lleva a la adhesión a Jesús.
Jesús responde que el pan es la vida, don continuo de Dios que no acaba y que
sacia el hambre del hombre. Al igual que la samaritana pide el agua que sacia la sed
de vida, la gente de Cafarnaúm reacciona pidiendo ese pan que da la vida. Cada vez
que asistimos a la Eucaristía, nosotros pedimos también que nos dé de este pan que
Él promete. Pero muchos cristianos parecen vivir en una permanente huelga de
hambre, no viven la Eucaristía como necesidad, como compromiso, en definitiva,
como encuentro y adhesión a Cristo, sino como norma que hay que cumplir
desprovista de todo signo de amor entregado a Dios y al prójimo.
Los cristianos tenemos que ser testigos y dar testimonio de ese amor que Él nos
entrega continuamente en la Eucaristía. ¿Qué señales hacemos para que otros le
sigan? ¿Qué obras tenemos que hacer para seguirlo? Son las obras de amor las que
cuentan, no solo para llenar nuestras ollas, sino las de todos aquellos que buscan el
Pan de Vida Eterna.
El tiempo pasa, pero la figura de Jesús sigue
siendo tan atrayente como el primer día. La gente
tiene hambre y le busca. Le sigue para que les dé
de comer gratis. Pero Jesús no da más signos.
Participemos alegres en esta celebración para
recibir del Señor su Palabra y su Cuerpo, que son
el verdadero Pan que se convierte en vida.
ACTO PENITENCIAL
Porque nuestros valores no son los que movieron a Jesús.
- Señor, ten piedad.
Porque no luchamos contra las injusticias que hacen que muchas
personas no tengan pan.
- Cristo, ten piedad.
Porque no sabemos ver el dolor del que sufre y escuchar el grito del que
es maltratado.
- Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Estate atento a la Palabra que se va a proclamar. Es el alimento que Jesús
nos ofrece y aunque es fruto de su gracia, necesita tu búsqueda personal y tu
atención. Que no falten ninguna de las dos.
Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4. 12-15
Sal 77, 3. 4b. 23-24. 25 y 54.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 17. 20-24.
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35.
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 2 de agosto de 2015
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
www.caritas-sevilla.org
PARA EL CELEBRANTE
ORACION DE LOS FIELES
Presentemos a Dios Padre nuestra oración confiada.
Respondamos diciendo: Ayúdanos, Señor.
-
Pidamos por los pastores y las comunidades de la Iglesia, para que se
acerquen a los que sufren marginación y rechazo de la sociedad y se
dejen afectar por ellos. Oremos.
-
Por los enfermos, especialmente por los desahuciados de la medicina y
los que viven cerca de nosotros postrados en sus casas, los que están
hospitalizados, y los que han perdido la esperanza. Oremos.
-
Por aquellos hombres y mujeres que viven perdidos entre la masa de la
gente, sin ánimo para detenerse y descubrir que Jesús es el que da el
verdadero pan de vida. Oremos.
-
Por los niños y los jóvenes, para que el tiempo de vacaciones escolares
sea oportunidad para crecer y madurar en valores humanos y cristianos.
Oremos.
-
Por nuestros equipos de cáritas, para que en este tiempo de verano
surjan vocaciones a trabajar en ellos y colaborar en las distintas
actividades parroquiales. Oremos.
-
Por nuestra comunidad, para que sepamos ser, ante los pobre y
necesitados, la mano amiga que levanta el ánimo, acoge, acompaña y
comunica la paz y esperanza que Dios nos regala. Oremos.
Escucha, Señor, nuestras peticiones y ayúdanos a hacer cargo de ellas,
según tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor.
MENSAJE PARA ANTES DE LA COLECTA
Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso
se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos
ni las migajas que caen de su mesa y por eso enseña a sus seguidores a
pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos. Nos enseña a vivir con
hambre de justicia para todos, hambre de libertad, de paz, de verdad.
Seamos generosos en la colecta que vamos a realizar, con ella
Guión litúrgico, Domingo de Cáritas 2 de agosto de 2015
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, año del Señor 2015
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compartiremos nuestros bienes, nuestro pan con los más necesitados, con
ello denunciaremos las situaciones de injusticia que provocan estas
situaciones y seremos prolongación de las manos de Jesús al que tanto le
duelen sus hijos más pequeños.
REFLEXIÓN
La liturgia de este domingo nos invita a confiar en Dios y a entender la fe como
encuentro personal con Cristo.
Los israelitas no están dispuestos a aceptar el precio de la libertad, tienen una visión
materialista de la vida, recuerdan las ollas de Egipto. Al igual que la multitud que
busca a Jesús en Cafarnaúm, sienten miedo ante su propia indigencia al no saber
afrontar un futuro incierto producto de su falta de fe. Jesús exhorta a superar el
angosto y acuciante horizonte de la saciedad. Hay un horizonte más alto, una
dimensión de la existencia que va más allá de la preocupación por el pan material.
Aquellos que lo siguen, porque ven en él al "mesías terreno" que esperan, pues sus
intenciones era proclamarlo rey, trata de hacerles entender que la esperanzas
mesiánicas ya se han cumplido, pero no de la forma que ellos esperan. El pueblo
busca un proveedor, un sostenedor de sus vidas, pero no en el plano que Jesús les
intenta hacer entender. Él es único que puede alimentar a los hambrientos, porque Él
es el pan que sacia todas las hambres del ser humano. Él es la presencia de Dios
Padre que ya los había alimentado en el desierto con Moisés.
La multitud busca a Jesús, esperan en él la solución a su indigencia. Han sido
beneficiarios del amor de Dios, pero ellos recuerdan solo la satisfacción del hambre y
eso es lo que, en principio, los mueve. También nosotros muchas veces lo
buscamos, no porque queramos un encuentro personal con Él, sino porque lo que
buscamos es a nosotros mismos, a nuestra satisfacción y conveniencia más que a
Jesús. En muchas ocasiones entendemos la fe como un elemento de trueque y no
como un encuentro personal con Cristo. Jesús en cambio desea que lo busquen a Él
por sí mismo, como revelación del amor del Padre. Él es el verdadero pan que baja
del cielo, el único que remedia todas las hambres de la humanidad, el hambre de
paz, de libertad, de una felicidad que solo Él puede dar.
Jesús les da un aviso, hay que trabajar para ganarse el alimento, pero no solo el que
se acaba, sino el que dura sin acabarse y da así vida definitiva. El "maná" no es un
simple pan que baja de la panadería del cielo, sino algo que debía llevarlos a una fe
más profunda en Dios y a una relación de amor agradecido.
El reproche de Jesús es que han limitado su horizonte al alimento que se acaba.
Poner todas las fuerzas en lo perecedero desgasta al ser humano, pues nunca nos
damos por satisfechos, siempre queremos más y entramos en una carrera sin fondo
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