GIMNASIO CAMPESTRE ESPAÑOL Y LITERATURA GRADO CUARTO EJEMPLOS DE INICIO DE TEXTO POLICIAL DE ACUERDO A LA INTENCIÓN DEL AUTOR 1. A partir de una reflexión filosófica: LA ACRÓBATA AHORCADA (Ellery Queen) Muchísimo tiempo ha, durante el Período de Incubación del Hombre —infinidad de tiempo antes de los empresarios, cinco-días-a-prueba, pensiones teatrales, circuitos subterráneos y Variedades— cuando el megaterio vagaba solitario, Broadway atravesaba su Primer Período Glacial y el primer vaudeville fue planeado por el primer empresario de orejas apantalladas, frente menguada y abundosas pilosidades, fue decretado: "que el Acróbata sea el Primero". ¿Por qué el acróbata debe ser el primero? Nadie lo ha explicado jamás; pero todos los artistas del programa —incluso el acróbata— comprenden demasiado bien que tal prioridad es un honor dudosísimo. Desde los antiquísimos años de la infancia del espectáculo circense, se ha reconocido que "los primeros serán los últimos" en cosechar los aplausos del público. Y a través de los siglos, en calles, en plazas y en endebles retablos, siempre fue el acróbata — llámesele bufón, farceur, payaso, clown, saltimbanqui, arlequín o polichinela— el primero en ser arrojado a los leones de la curiosidad para abrir el apetito de más suntuosos espectáculos. 2. A través de una descripción general del detective y una mención general del caso: LA BANDA MOTEADA (Arthur Conan Doyle) Al repasar mis notas sobre los setenta y tantos casos en los que, durante los ocho últimos años, he estudiado los métodos de mi amigo Sherlock Holmes, he encontrado muchos trágicos, algunos cómicos, un buen número de ellos que eran simplemente extraños, pero ninguno vulgar; porque, trabajando como él trabajaba, más por amor a su arte que por afán de riquezas, se negaba a intervenir en ninguna investigación que no tendiera a lo insólito e incluso a lo fantástico. Sin embargo, entre todos estos casos tan variados, no recuerdo ninguno que presentara características más extraordinarias que el que afectó a una conocida familia de Surrey, los Roylott de Stoke Moran. Los acontecimientos en cuestión tuvieron lugar en los primeros tiempos de mi asociación con Holmes, cuando ambos compartíamos un apartamento de solteros en Baker Street. Podría haberlo dado a conocer antes, pero en su momento se hizo una promesa de silencio, de la que no me he visto libre hasta el mes pasado, debido a la prematura muerte de la dama a quien se hizo la promesa. Quizás convenga sacar los hechos a la luz ahora, pues tengo motivos para creer que corren rumores sobre la muerte del doctor Grimesby Roylott que tienden a hacer que el asunto parezca aún más terrible que lo que fue en realidad. 3. A través de un diálogo: SOLO LE AHORCAN UNA VEZ ( Dashiell Hammett) Samuel Spade dijo: -Me llamo Ronald Ames y quiero ver al señor Binnett..., al señor Timothy Binnett. -Señor, en este momento el señor Binnett está descansando -respondió indeciso el mayordomo. -¿Sería tan amable de averiguar en qué momento podrá recibirme? Es importante -Spade carraspeó-. Yo... jummm... acabo de llegar de Australia y vengo a verlo en relación con algunas propiedades que tiene en aquel país. El mayordomo se volvió al tiempo que decía que vería qué podía hacer y subió la escalera principal mientras aún hablaba. Spade lió un cigarrillo y lo encendió. El mayordomo volvió a bajar la escalera. -Lo siento mucho. En este momento no se le puede molestar, pero lo recibirá el señor Wallace Binnett, sobrino del señor Timothy. -Gracias -dijo Spade y siguió al mayordomo escaleras arriba. 4. A partir de una descripción de los hechos anteriores que dieron lugar al crimen : SI MURIERA ANTES DE DESPERTAR (William Irish) La pequeña que ocupaba el pupitre frente al mío en el 5.ºA se llamaba Millie Adams. No me acuerdo muy bien de ella, porque yo tenía nueve años por aquel entonces; ahora voy a cumplir doce. Lo que sí recuerdo con toda claridad son sus caramelos, y también que, un buen día, no la volvimos a ver. Mis compañeros y yo solíamos molestarla mucho; más adelante, cuando ya fue demasiado tarde, me arrepentí de haberlo hecho. Y no era porque tuviéramos nada contra ella, sino simplemente porque era una chica. Llevaba el cabello peinado en trenzas que le colgaban por la espalda, y yo me divertía metiéndoselas en el tintero o pegando en ellas chicles masticados. Más de un castigo me pusieron por ese motivo. La seguía a través del patio de