<-^-» <~úr* '"ir* 'TfiT' 'Tfir* * v *"ír* 'Tflr* *"ttifir* 'TÚT* rúr' '"ir* *Tfir* ' V * '"ir* *Túr* 'TÚT* CAPITULO XXXVIII PROBLEMAS AMERICANOS (CONCLUSIÓN) Los centros de mendicidad y prostitución.—El aumento de extensión en las propiedades territoriales.—Los grandes millonarios.—La inmigración de Mongoles.—Consecuencias posibles de su expulsión de los Estados Unidos.—Resumen de las ventajas é inconvenientes de la inmigración extranjera.—Las religiones. "La América del Norte —escribía Michel Chevalier en 1835— es un país de bendición para el obrero y el campesino, i Qué contraste entre nuestra Europa y esta América! Al desembarcar en Nueva York creí que allí todos los días eran domingos, porque el apretado gentío de Broadway, á juzgar por su vestido, parecía enfiestado. Nada de esas caras marchitas por las privaciones y los miasmas de París; nada semejante á nuestros miserables barredores de calles, á la casta de nuestros ropavejeros ó de nuestros vendedores al aire libre: al contrario, los hombres están cómodamente abrigados con su sobretodo, y las mujeres con su capa y su sombrero á la última moda de París". Medio siglo después no pudiera repetirse la impresión del observador y distinguido viajero: sobre todo en Nueva York y en Cincinnati yá vi figuras escuálidas, ojos hundidos, rodeados de grandes ojeras, vestidos hechos jirones, con ese brillo ominoso de la mugre refregada, llamado carrea metálica en lenguaje escolar. Yá se pueden recorrer barrios enteros de calles sucias, de donde han huido la alegría y el aseo, y en donde todo anuncia el reinado de eses des precursores de la muerte: vicie y miseria. He leído en una de las más serias revistas mensuales de esa ciudad, la aserción de que una quinta parte de sus habitantes (más de 200,000) vive en Tenement-houses; es de- Los primeros inmigrantes 247 cir, en grandes edificios de ocho á diez pisos, divididos en multitud de cuartos estrechos, con poca luz y menos ventilación, ocupados por familias enteras. Y así tenía que suceder. Los primeros inmigrantes debían de ser gentes poseedoras de algunos recursos, dotadas de carácter enérgico y emprendedor. Con el establecimiento de líneas de vapores entre Europa y América, bajó el precio de los pasajes y la emigración se puso al alcance de las familias pobres. Cuando, con la construcción de grandes buques de marcha rápida, aumentó el número de viajes anuales, y la competencia de las diversas empresas facilitó el viaje aun á les mendigos del Viejo Mundo, y las noticias de la mejor suerte que los esperaba en el Nuevo, llegaron hasta las últimas capas de esas sociedades, la corriente de las emigraciones subió á guarismos que hubieran parecido imposibles. El hambre de Irlanda en 1846 fue ocasión de un éxodo irlandés: á pesar de la fecundidad de esta raza, la población de esa Isla, que en 1840 pasaba de 8.000,000, bajó con la emigración, en cuarenta años, á menos de 5. Las guerras europeas de 1853 á 1871, y los grandes armamentos que les siguieron precursores de nueves combates y matanzas, determinaron la emigración en masa de los pueblos alemanes, en torrentes semejantes á los que en les siglos III y IV de nuestra era inundaren la Italia y las Gallas. Más aún: los Gobiernos mismos de esos países antiguos, deseosos de libertarse de la carga del pauperismo, fomentaron las emigraciones y auxiliaron á las veces, pagando el pasaje, la traslación de esos desheredados á playas distantes. Así creían descargarse de esos sobrantes de población que sus industrias no podían alimentar y cuyos consumes, sostenidos por la caridad pública, encarecían el precio de los víveres. Al propio tiempo creían libertarse de esas aguas estancadas, de cuya corrupción emanaban los miasmas del vicio y del crimen. En un principio las emigraciones se limitaron á las fuertes é industriosas razas del Norte de Europa, cuya colocación en los trabajes de las fábricas, de las minas y de la construcción de ferrocarriles, proveía en los Estados Unidos á la demanda incesante de jor- 248 El proletarismo naleros determinada por sus numerosas empresas. Más tarde, en los diez últimos años principalmente, ha empezado el movimiento de traslación entre las masas del Mediodía y del Oriente de Europa: italianos, españoles y turcos; húngaros, rusos y polacos; en extreme pobres y destituidos de toda educación industrial los primeros, no mejor provistos y además maltratados por la tiranía de razas conquistadoras, los últimos. Los primeros inmigrantes hablaban inglés en lo general y podían fácilmente ponerse en relación con el pueblo Americano; aun los alemanes después, á causa del común erigen de las dos lenguas, no eran del todo incomprensibles para la población nativa; pero no sucedía igual cosa con los huéspedes nueves de otras regiones cuyas lenguas extrañas constituían una valla invencible á la cooperación deseada en trabajos comunes. Esos nuevos elementos tienen más dificultad para asimilarse y fundirse en la masa general, y debían dar origen á ese fenómeno social de los heterogéneos ó declassés, que tanto abundan en las grandes ciudades del litoral, con los nombres de vagrants (ociosos), tramps (vagos, errantes), rought (toscos, groseros), cranks (jubilados, inútiles), rogues (picaros), pick-pockets (rateros), paupers (pobres de solemnidad mantenidos en las casas de beneficencia), etc., que forman ejércitos de "clases peligrosas", constantemente vigiladas por la policía. La extinción, ó á lo menos la disminución constante de la clase proletaria, ha sido una de las aspiraciones de la sociedad moderna, principalmente en Norte América. Las cajas de ahorros, los seguros sobre la vida, las asociaciones cooperativas, las acciones de poco valor en las compañías anónimas, la distribución de las tierras baldías en pequeños lotes y á bajo precio, son instituciones destinadas á facilitar al obrero el modo de reunir un capital productivo, de procurarse medios de vivir no sólo en el día presente, sino en los futuros, de emanciparse de la necesidad de trabajar por cuenta ajena y de adquirir la independencia y la dignidad propias á que tanto aspira la natura- Distribución de la propiedad 249 leza humana. A medida que el hombre llega á este estado, la sociedad mejora en condiciones de moralidad y de paz, porque se atempera el rigor de esa lucha permanente entre los que tienen y los que no tienen, entre la superioridad orgullosa del rico y á las veces la envidia del pobre. En los Estados Unidos se oye en esta materia la queja de que las oleadas incesantes de proletarios europeos impiden la llegada de esa feliz situación popular; se dice, y con razón, por supuesto, que ese gran número de nuevos pobres todos los años tiene por resultado hacer bajar con la competencia la tasa de los salarios, mejorar la condición del empresario de industria y empeorar la del obrero, aumentar las ganancias del capitalista y disminuir la posibilidad de los ahorros para el trabajador á jornal; en una palabra: crear una agencia más de mala ó injusta distribución de la riqueza entre los hombres. Este fenómeno de la desigual distribución de la riqueza en los Estados Unidos empieza á llamar profundamente la atención de les pensadores de aquel país, y como muestra de ese fenómeno citaré algunos hechos. Sea el primero los cambios en la distribución de la propiedad territorial, ocurridos en el período de 1870 á 1880: Extensión de las propiedades. Acres Menos De 3 De 10 De 20 de 3 á 10 á 20 á 50 De 50 á 100 De 100 á .500 De 500 á 1,000 De más de 1,000 Totales NUMERO DE DUESOS Año de 1880 Año de 1870 6,875 172,021 294,607 847,614 754,221 565,054 15,873 3,720 1.321,117 4,352 134,889 254,749 781,474 1.175,464 1.338,868 1.032,910 1.695,983 75,972 28,578 2.833,443 2.659,985 4.008,907 250 Apreciaciones de este fenómeno Como puede observarse, el número de propietarios de 50 acres (32 fanegadas), ó menos, disminuyó desde 1.321,117 en 1870 á 1.175,464 en 1880. Estos pequeños propietarios formaban en 1870, con una población total de 38.000,000, un 31/2 por 100. En 1880, con 50.000,000, sólo formaban poco más de un 2 por 100. En cambio, las propiedades de 50 á 100 acres (32 á 64 fanegadas) aumentaron un 33 por 100, las de 100 á 500 un 300 por 100, las de 500 a 1,000 otro tanto, y un 750 por 100 las de más de 1,000 acres. Es, pues, notable el crecimiento de la pasión por grandes extensiones de propiedad, y es de presumir sea principalmente debido á las ideas europeas. En Inglaterra ha sido considerado este cambio como síntoma de reorganización en los Estados Unidos de la propiedad mediana á la gran propiedad, á imitación del sistema inglés; pero puede dudarse todavía de esa deducción. Quizás pueda atribuirse el fenómeno al crecimiento de la riqueza pública que yá permite extender la adquisición y el cultivo de la tierra á mayores extensiones, á favor de la introducción de fuerzas mecánicas, como el arado de vapor, la segadora Mc-Cormick, las máquinas de trillar, etc. También pudiera explicársele por el desarrollo de la industria pecuaria en les terrenos nuevos del Oeste y Sudoeste, porque es sabido que la cría de ganados exige extensiones mucho mayores que las labranzas. El hecho notables es que el número de propietarios en relación con la población no ha disminuido: 7'40 por 100 de propietarios de la tierra en 1870, 8 por 100 en 1880. Hay sí un hecho grave que encuentro en The Statesman's Year Book. En 1883,—dice esta publicación periódica, muy bien informada en lo general—había en los Estados Unidos 18.000,000 de acres de tierra (cerca de 10.000,000 de fanegadas), pertenecientes á sólo ocho propietarios. Veremos qué resultados da en esta materia el censo que en estos momentos se está levantando en ese país. Los grandes millonarios 251 El segundo consiste en las aglomeraciones inmensas de riqueza en las manos de unos pocos afortunados, riquezas que superan las que el transcurso de los siglos y la acción de privilegios injustos ha acumulado en algunos miembros de la aristocracia inglesa, sólo igualadas en la antigüedad por las de los grandes ladrones que acaudillaron las conquistas romanas en el Asia, durante el período de decadencia de la República. La muy respetable Revista de Nueva York, yá citada. El Forum, publica recientemente una lista de 70 nombres de personas cuyo capital monta á la prodigiosa suma de $ 2,700.000,000, es decir, un término medio de $ 37.500,000 por individuo; pero en esa lista se encuentran capitalistas de $ 100 á $ 150.000,000, adquiridos de diversas maneras: algunos por el descubrimiento de riquísimas minas de ore y plata; otros por el empleo de grandes talentos en la organización de líneas de ferrocarriles; algunos por el alza natural del valor de las propiedades raíces en las ciudades, á consecuencia del aumento de población y de riqueza, y sobre todo de la influencia de las mejoras realizadas en las localidades con la inversión de las contribuciones públicas; algunos más en fin, por medio de operaciones no siempre mantenidas dentro de los límites de la probidad y del respete al derecho ajeno, que no representan un aumento, sino una mera traslación de riqueza de unas manos á otras. Estas últimas, las más numerosas tal vez, vienen á ser, en análisis final, la expropiación del trabajo de la gran masa de proletarios en provecho de los más audaces, á favor de algún defecto en las leyes artificiales que rigen en la circulación de los valores. Así eran formadas las inmensas riquezas de los propietarios de esclavos: las constituía pura y simplemente el trabajo expropiado á éstos; fenómeno que se repite con los proletarios cuando su número trastorna las leyes del equilibrio entre las clases sociales: pueden ser fácilmente explotados. El proletarismo es, en resumen, una clase nueva en reemplazo de la esclavitud, formada per la acción lenta al través de los siglos, de les privilegios, los monopolios y las opresiones del mundo antiguo. 252 Los inmigrantes asiáticos La inmigración de chinos tenía en grado superlativo todas las desventajas arriba anotadas; pero principalmente la primera y las dos últimas. La organización social y política de China y la de los Estados Unidos son los dos polos opuestos del mundo. Los inmigrantes asiáticos era exclusivamente hombres, vivían completamente separados de la población americana, y en lo general, según parece, se componían de la parte más abyecta y más triste de las ciudades del literal del Celeste Imperio. Por lo pronto no traían idea de establecerse definitivamente en el país, y regresaban á su patria tan luego como habían formado un capital. Hábiles en el trabajo manual, y en extremo económicos, se contentaban con los más ruines jornales, cuya tasa hacían bajar sensiblemente en dondequiera que se fijaban. Ignorando del todo la lengua, las costumbres y las instituciones del país, formaban asociaciones numerosas bajo la dependencia absoluta de algún jefe de su raza, y componían un grupo de sociedad enteramente distinta de la americana, sobre quien las leyes, las autoridades y la policía ejercían muy poca ó ninguna influencia. Como la población del Imperio Celeste se estima en no menos de una quinta y llega tal vez hasta la tercera de la de toda la tierra, se llegó á temer una inundación, un diluvio de gentes extrañas que podría cambiar totalmente el aspecto y las condiciones de la nacionalidad americana. Bastaren estas circunstancias para que contra ellas se levantase primero un sentimiento de disgusto, luego de antipatía y aun de horror, especialmente marcado entre los alemanes é irlandeses, para quienes su competencia en el trabajo manual era particularmente desfavorable. Pronto se formó un partido en les Estados del Pacífico, en donde aquéllos existían en grandes números, que exigió se prohibiese su inmigración y que, por medio de asonadas y ataques violentos contra ellos, se propuso arrojarlos del país. Los chinos eran por su parte gente pacífica, trabajadora, económica: algunos aprendieron pronto la lengua inglesa, adoptaron las costumbres del Occidente, formaron capitales considerables, se organizaron en compañías de comercio, y con inte- Su progreso en los Estados Unidos 253 ligencia poce común mostraron que eran muy capaces de luchar con les americanos y de contribuir poderosamente á la colonización y riqueza de las regiones del Pacífico. Fundaron Bancos, abrieron grandes y lujosos almacenes, fueren los primeros en apreciar las condiciones singulares que el suelo y el clima brindan á la Agricultura en California, prestaron servicio notable en la construcción del primer ferrocarril del Pacífico, y mostraron que, á la vuelta de medie siglo, podían reunir las condicienes necesarias para incorporarse en las costumbres é ideales de la civilización europea. La prensa de las ciudades del Atlántico estaba lejos de serles desfavorable. Apreciaba la inteligencia perspicaz de esa raza, su constancia en el trabajo, la disciplina social adquirida en tantos siglos de gobierno regular. Juzgaba que esos hombres no podían menos de traer á América ideas nuevas, industrias desconocidas, y sobre todo, que por medio de ellos podía abrirse á las manufacturas americanas una salida inmensa entre los cuatrocientos millones de consumidores del Imperio del Medio. En vane predicó que, una vez acomodados los chines á la satisfacción de las necesidades de la vida americana, yá no se contentarían con jornales tan bajos, ni continuarían en esa economía estrecha engendrada por la miseria en que habían vivido hasta allí. De nada valieron las demostraciones de que á una distancia de cuatro mil leguas de las costas de California, come se encuentra la China, era imposible que la inmigración pudiese pasar de veinticinco ó treinta mil cabezas por año: guarismo que al cabe de un siglo,—teniendo en cuenta la mortalidad natural y el regreso de muchos de ellos á su país,—no daría más de un millón de chinos en América, á tiempo que los Estados Unidos tendrían yá 300 ó 400 millones de población: el interés egoísta de alejar esa competencia de trabajadores manuales se sobrepuso á toda consideración y exigió que se les obligase á abandonar el campo. Cundió la idea en los tres Estados de California, Oregón y Nevada, cuyos votos pedían decidir de las mayorías en el Congreso y en la elección presidencial, y delante de esta consideración los directores de la política se sometieron V^ T" ^• .^ • -.-'^ • - .^ •rf.* w»-. ••«n- -^^ -^--^ -"^'^ -^ ;•» •• ^j %» *^ :-) ^^4 254 Las acusaciones contra ellos humildemente á esa exigencia. A pesar de tratados vigentes con China, en los que se ofrecía á sus naturales libertad para entrar al territorio americano, así como la protección de las leyes y autoridades, el Congreso de Washington prohibió por diez años su entrada á los Estados Unidos, y faltó energía en las autoridades de aquellos Estados para prevenir los ataques y asesinatos de que fueron objeto. De cosa de 200,000 celestiales que se calculaban en 1875, come resultado de treinta años de inmigración, parecen haber quedado reducidos á menos de 100,000, dispersos ahora en todos los Estados de la Unión. Mr. Cleveland pasó con este motivo un mensaje á las Cámaras, en que reprobaba enérgicamente esos hechos y solicitaba un crédito para indemnizar á las víctimas de esos atentados ó á sus familias; y este documento, escrito sin miedo y con toda la elevación de ideas de un hombre que no temía la impopularidad—valor raro entre les hombres públicos en los Estados Unidos,—será uno de los timbres notables de su administración. Antes de decretarse aquella medida (en 1882) el carácter especial de la inmigración china había sido objeto de estudio especial por comisiones de las Cámaras y por los reporters de la prensa americana, como es allá costumbre antes de adoptar una decisión grave. Los periódicos publicaren sobre el particular declaraciones de testigos, cartas é informes particulares, en sentido favorable unos, adversos otros. Las acusaciones se referían á tres capítulos. Dificultad en entenderse con ellos á causa de la imperfección y complicación extraordinaria de su idioma. Desaseo, inmoralidad, paganismo y vicios destructores, como el de fumar opio. Envilecimiento del trabajo, á causa de los mezquinos jornales con que se contentan. Casi las mismas que hacían á los aborígenes de este continente los españoles del siglo XVI. El problema chino en el porvenir 255 De la primera pudiera prescindirse. Los chinos aprendían pronto los suficientes vocablos ingleses para hacerse entender. En cuanto á su inmoralidad y sus vicios, carezco de datos personales para formar juicio; pero sí puedo decir que no oí acusaciones de ese carácter en Panamá y Colón, en donde habitaban diez ó doce mil de ellos, y que el testimonio de la mayor parte de los viajeros por el interior de la China está muy lejos de confirmarlas. El desaseo y la poca santidad de hombres solos sin sus familias, en un país extraño, no requiere mucho esfuerzo para admitirlo. La baratura de los objetos de su fabricación ó producción, es proverbial; pero esa baratura era una ventaja para los consumidores americanos. En contraste con estas acusaciones recuerdo haber leído opiniones ó informes de personas respetables, altamente honrosas para los chinos. Me atreveré, sí, á expresar el concepto de que con aquellos procedimientos contrarios á esta raza los americanos han perdido la ocasión de abrir á sus producciones el mercado más inmenso que pudieran desear. Pudieron ser los preferidos en el comercio de la China, para el cual tienen una situación geográfica superior á la de todos los países de Europa, excepto la Rusia, y gozaban allí de simpatías especiales, que no supieron cultivar. Entre tanto, Inglaterra, Francia y Alemania podrían obtener las ventajas que los Estados Unidos dejaron perder. En la China se piensa también yá, como es natural, en restringir el consumo de los artículos americanos y en expulsar ó en cometer contra los nacionales allí establecidos represalias de atentados, de que éstos no tendrían derecho para quejarse. Este es un asunto de la más alta trascendencia. Ese pueblo, hasta ahora excluido de toda comunicación con el mundo, había llegado á una civilización estrecha y estancada: nadie sabe 256 Repugnancia a la inmigración si estaba en progreso ó en decadencia; pero es indudable que abriendo sus puertas al extranjero, recibiendo de éste ferrocarriles, telégrafos, vapores, máquinas diversas, productos variados, y sobre todo hombres científicos, sus condiciones industriales, comerciales y políticas pueden cambiar enormemente. El día en que la civilización europea penetre en el interior de China, y en que á fuerza de luchas y desastres se eleve su pueble á la energía viril del europeo, es difícil decir lo que podrá suceder. Después de cinco siglos de derrotas é inferioridad inmensa con relación á los Romanos; á pesar de las victorias de Mario, de las conquistas de César, de las invasiones de Trajano, de las victorias de Aecio,—los bárbaros del Norte acabaron por destruir el Imperio Romano y establecerse en todo el Occidente de Europa. ¿Qué no podrán hacer 400.000,000 de hombres, de muy adelantada civilización yá, estrechos dentro de sus límites y desapiadadamente repelidos de América, de Australia, de la India y de todos los países adonde pacíficamente quisieron llevar su trabajo y fundar nuevos hogares? El día en que algún Arminio de raza mongólica marque la hora del equilibrio con los hasta hoy superiores en organización militar, podrían repetirse en Europa y aun en les Estados Unidos las escenas de ahora quince siglos. Cada pueblo tiene su día en la sucesión infinita de las evoluciones históricas. No sería imposible que á la China le tocase el suyo. Los Árabes eran unas tribus insignificantes, civilizadas unas, errantes otras, desconocidas del mundo trece siglos há; pero ellas conquistaron el Asia, el Norte de África é hicieron temblar á Europa hasta ahora dos siglos. Los ataques centra los chinos en San Francisco, en Portland y en otros lugares pudieran ser las primeras escaramuzas de grandes convulsiones internacionales en el siglo XX ó en el XXI. La inmigración extranjera tiene, pues, grandes ventajas, y graves inconvenientes cuando es desproporcionada, como lo es actualmente en la República Argentina. Aquí, sin embargo, el contrapeso de los diversos elementos étnicos de que se compone. Se olvidan los servicios prestados por ella 257 y la inferioridad relativa de la población indígena, ahorran dificultades, por una parte, y no permiten estimar como un mal, por otra, lo que en los Estados Unidos sólo puede considerarse como un lunar en una superficie brillante. Cuando la población extranjera sobrepuje en número á la nacional y haya tomado posiciones importantes en la propiedad territorial y en el juego de las industrias, tal vez entonces empezará á sentirse algún malestar; sobre todo si alguno de los pueblos contribuyentes á la inmigración forma en Europa una nacionalidad poderosa. En los Estados Unidos no existen estos peligros; pero yá empiezan á considerar la inmigración como un mal. Juzgando con un espíritu nacional estrecho, preocupándose poco de consideraciones que dicen relación á la humanidad en general, sólo quisieran recibir inmigrantes ricos, inteligentes, civilizados; en una palabra, pertenecientes á las clases elevadas que en ninguna parte tienen necesidad de emigrar. Satisfechos y aun orgullosos con su situación actual, quisieran detener la marcha del tiempo y renunciar á las contribuciones de los demás pueblos, á fin de evitar la contaminación de seres de naturaleza inferior. No sólo se trata de restringir la inmigración, sino de poner obstáculos al ejercicio de los derechos políticos á los no nacidos en el país, exigiendo una residencia de mayor número de años para poder obtener carta de naturaleza. Quizás se olvida allí la parte con que la inmigración ha concurrido al engrandecimiento del país, y el servicio que prestó en 1861 á 1865, suministrando un contingente de más de 400,000 soldados al ejército que conservó la integridad de la Unión; que el timbre mejor de la democracia americana, el rasgo de su fisonomía social que la hizo tan simpática á los ojos del mundo, ha sido esa hospitalidad generosa dispensada á los pobres y á los oprimidos de otras regiones, con la cual ha demostrado la posibilidad de la regeneración humana por medio de la acción de instituciones libres; probablemente no se cae en la cuenta de que les mismos que hoy son altivos ciudadanos de una nacionalidad poderosa y feliz, fueron ahora dos siglos pe- 258 Inmigración libre o guerra de pueblos bres inmigrantes que, como les de la actualidad, huían de la tiranía y de la miseria en busca de libertades y de tierras propias en donde ejercitar su trabajo. Algo debiera reflexionarse en que la úlcera de la corrupción electoral no consiste tanto en los corrompidos cuanto en los corruptores, que en lo general sen americanos de antiguo origen; en que la explotación del proletarismo no es obra de los extranjeros sino de los hijos yá acaudalados de América,—probablemente al favor de instituciones que, come la alta tarifa de aduanas, protegen más á los capitalistas que á les obreros. Probablemente la inmigración es un fenómeno complicado y difícil que no debiera dejarse abandonado á sí mismo, sino que podría constituir un objeto de administración pública, para inspeccionarla, protegerla y dirigirla con más atención aún de la que hasta ahora se ha dado á este asunto, el cual tiene toda la importancia necesaria para constituir una Secretaría nacional, lo mismo que los Correos, la Agricultura ó la Marina. Debiera recapacitarse, en fin, que no sólo la nacionalidad tiene derechos, sino que la humanidad los tiene también, y entre ellos el de vivir y buscar la felicidad. Hay algo trascendental en esta materia que no debiera dejarse de lado como consideración de puro sentimentalismo. En resumen: les bienes de la inmigración sobrepujan, á mi ver, en les Estados Unidos, á sus inconvenientes: en 300,000 leguas cuadradas de terrenos todavía incultos cabe una inmigración diez veces mayor que la recibida en los últimos setenta años, sin el menor peligro de que el cuerpo extranjero se sobreponga ó llegue á tener influencia permanente mayor que el nativo. La inmigración extranjera es uno de los aspectos que presenta la ley de la lucha por la existencia en el sene de la humanidad, materia que se gobierna por la acción de fuerzas naturales irresistibles más que per las artificiales del capricho humano. Entre los problemas americanos no es el menos interesante el de la evolución religiosa en medio de la variedad de sec- Movimiento de la idea religiosa 259 tas y formas del culto con que esta idea se presenta allí al estudio del observador. La Reforma protestante del siglo XVI, que permitió la interpretación de la biblia á la conciencia individual, abrió el campe á la crítica, trajo de nuevo á discusión las opiniones inútilmente condenadas por los Papas y los Concilios, y ha permitido al Cristianismo seguir, aunque á bastante distancia, el curse de las nuevas revelaciones obtenidas por la ciencia moderna, en las cuales habrán de renovarse las creencias religiosas con el transcurso de los tiempos. Restringido este movimiento por el espíritu conservador dominante en las monarquías europeas, el espíritu liberal de las instituciones políticas americanas le ha dado nueve impulso y extendido en el mundo á número mucho más considerable el de los afiliados en las diversas sectas protestantes. Esa libertad de interpretación y la organización independiente y democrática de sus congregaciones religiosas, unida al ambiente liberal de las ideas políticas, en lugar de apagar ó debilitar el fervor religioso, lo ha sostenido, y atraído á la carrera eclesiástica hombres de grandes talentos, caracteres muy distinguidos, que con sus estudios y su predicación mantienen un foco luminoso en las diversas iglesias y ejercen una influencia de gran consideración entre las clases educadas, las más asiduas en su concurrencia á las iglesias. Allí se nota una lucha menos sensible entre lo que se llama verdad observada ó experimentada y lo que se admite con el nombre revelación; y aun cuando las innovaciones son mucho más difíciles en los credos religiosos que en ninguna otra de las ideas humanas, es visible la tendencia á introducir la predicación moral en reemplazo de la dogmática y á conceder á la razón todo el terreno que va perdiendo la fe. El número de los librepensadores aumenta y el de fanáticos intolerantes decrece; pero se está aún muy lejos de lo que en Francia, y quizás más aún en Alemania, se ha llamado con el nombre de racionalismo. La proporción en que las diversas sectas están divididas se computa así por Mulhall, por el Statesman's Year Baok y por algunos periódicos religiosos, con referencia al año de 1885, y según los datos del censo de 1880. 260 Fuerza de las diversas sectas Relisiones Número de adeptos Metodistas Bautistas Presbiterianos Católicos Otras sectas 14.667,000 10.464,000 6.478,000 6.143,000 12.407,000 Totales 50.159,000 pobEntolaí 29,4 por 100 20,9 — 12,9 — 12,3 — 24,5 — 100 Las Otras sectas que figuran en el cuadro anterior son: luteranos, discípulos de Cristo, congregacionalistas, episcopales, hermanos unidos, iglesia reformada, unitarios, universalistas, mormones, judíos, cuáqueros, etc. Con excepción de los mormones, que en punto al matrimonio profesan una moral distinta, y de los judíos, todas son ramas de la gran familia cristiana. Entre todas, las que han tenido un crecimiento más notable durante el medio siglo corrido de 1835 á 1885, son las metodistas y la de los católicos. Los metodistas subieron de 1.240.000 adeptos en 1835, á 14.667,000 en 1880. Los católicos, 555,000 á 6.143,000. Los primeros por resultado de propaganda activa; los católicos, por la inmigración de irlandeses y alemanes del Sur; pero se juzga que si estes inmigrantes y su descendencia hubiesen conservado todos la religión que trajeron de su país, sus números deberían pasar actualmente, de 12 ó 14.000,000. El cuadro siguiente, que tomo de las recientes estadísticas de Mulhall, presenta una comparación acerca de la fuerza respectiva de estas religiones en 1880: Religiones. Metodista Bautista Presbiteriana Católica Otras sectas Totales Kiqueza poseí aa por las iglesias. Isrlesias. Ministros. 28,281 24,794 10,474 5,975 22,643 16,759 15,401 8,026 6,366 30,678 $ 92,167 77,230 $ 354.000,000 70.500,000 42.000,000 53.000,000 61.000,000 127.500,000 Caracteres de las principales sectas 261 Las denominaciones religiosas de segundo orden no enumeradas arriba, son las siguientes: Iglesias. Los luteranos, alemanes principalmente con Los discípulos cristianos (entiendo que son considerados como parte de los metodistas) Los congregacionalistas Los episcopales (iglesia anglicana) Los hermanos unidos en Cristo (rama de los metodistas).. 1880. Ministros Riqueza. Adeptos. 5,556 3,102 2.740,000 $ 6.000,000 4,681 3,689 3,658 3,589 2.268,000 1.334,000 6.000,000 25.000,000 3,104 3,564 1.412,000 36.000,000 2,573 2,563 1.196,000 2.000,000 El resto se compone de unitarios, universalistas, mormones, judíos, espiritistas, cuáqueros, hermanos moraves, swendenborgianos, etc., con más de 3.000,000 de adeptos en 1880. Las diferencias entre estas sectas consisten á un tiempo en la aceptación ó rechazo de algunos artículos de fe, y en la organización interior de ellas. Todas están separadas del Estado, y no reciben ni gozan de auxilio ó privilegio oficial alguno. Las iglesias episcopal anglicana y la presbiteriana son las que tienen más semejanza con el catolicismo, del cual se separan principalmente en no reconocer la autoridad de la silla pontificia. Los presbiterianos se separan también en le relativo á su organización interior, que es de naturaleza republicana. Los metodistas están divididos en tres organizaciones distintas. La primera es la de los episcopales, que admiten el gobierno de la iglesia por los obispos y por asambleas anuales en que los fieles están representados en proporción al número de comunicantes. La segunda, de los ivesleyanos, que rechazan el gobierno episcopal, admiten el derecho en cada iglesia ó congregación local para gobernarse con entera independencia, sin más vínculo de unión que un sínodo reunido cada siete años. 262 Los congregacionalistas y los unitarios sin facultad legislativa alguna. Estos rechazaron la esclavitud desde 1835 y excluyeron de su comunidad á toda persona que fuese propietaria de esclavos. También rechazaron recientemente á los que produzcan, vendan ó hagan uso de licores espirituosos, excepto como remedio en caso de enfermedad. La tercera es la iglesia metodista de los Estadas del Sur, que cortó toda comunicación con las iglesias del Norte, desde que la abolición de la esclavitud empezó a ser discutida en éstas. Los bautistas sostienen que el bautismo debe administrarse sólo á los creyentes en goce yá del ejercicio libre de su inteligencia, y no á los niños incapaces de pensar: también creen que debe administrarse por inmersión del cuerpo entero en el agua. Entre ellos cada congregación local es independiente, y sus asambleas sen estrictamente representativas de las iglesias locales. Los congregacionistas 6 independientes, secta de disidentes de la iglesia anglicana en Inglaterra, perseguidos allí, obligados á expatriarse á Holanda primero, después á los Estados Unidos, son los antiguos puritanos que tanto contribuyeren al destronamiento de Carlos I, y luego fueron los fundadores de les Estados de Nueva Inglaterra. Son estrictamente demócratas en su disciplina, liberales avanzados en sus ideas, y sostienen misiones especiales para evangelizar, educándolos, á los indios, á los hombres de color en el Sur y á los chinos,—á quienes especialmente han tratado de proteger contra los injustos ataques y violencias de que han sido objeto. Los unitarias y los universalistas, aunque no reputados cristianos en el sentido ortodoxo de la palabra, profesan la moral de Jesucristo, juzgan que la religión consiste más en la virtud que en las prácticas rituales ó en la profesión de dogmas oscuros, y predican que la religión debe elevarse á la altura de la ciencia moderna, so pena de que la ciencia y los hombres superiores hagan causa común con la impiedad. Como puede notarse á primera vista, la política ha tenido en los Estados Unidos más influencia sobre la religión que la La evolución de la idea religiosa 263 religión sobre la política. Las formas de ésta han penetrado en las religiones, las han democratizado, liberalizado y acostumbrado á la tolerancia. Más difícil es, por supuesto, ejercer influencia sobre los dogmas, en los cuales los cambios actuales son efecto de la Reforma del siglo XVI; pero es indudable que á la larga la forma tendrá también influencia sobre el fondo. Hasta ahora el espíritu conservador de las organizaciones religiosas les ha permitido entrar en alianza con los gobiernos establecidos, aun los más tiránicos y contrarios á la ley de Cristo, mejor que con las fuerzas, al parecer débiles, de las nuevas ideas de reforma social y política; pero yá los metodistas wesleyanes, los congregacionalistas y los unitarios creyeron un deber renunciar á la comunión de les defensores de la esclavitud, y los primeros han dado el saludable ejemplo de no considerar incluidos en ella á los traficantes en licores espirituosos. En ese nueve camino no podrán menos de imponer respeto á las almas generosas, conquistar la simpatía de las masas y atraer á su seno numerosos prosélitos. Jesús no aduló nunca los poderes de la tierra, no hizo alianza con les ricos y los afortunados, prometió los dones del cielo á los humildes y á los mansos de corazón, rehusó alzar la espada contra sus enemigos más encarnizados y prefirió perdonarlos, subir al Calvario y morir en la cruz. Puede que algún día, libre el sentimiento religioso de las ligaduras con que lo sujetó su alianza con los emperadores, reanude el lazo de su tradición primitiva.