NATURALEZA DE BUDA ∏ UNA GUÍA PRÁCTICA PA R A D E S C U B R I R N U E S T R O LUGAR EN EL COSMOS WES NISKER Título original Buddha’s Nature Primera edición Octubre 2002 © 1998 Wes Nisker Publicado con autorización de Bantam Books, una editorial de The Bantam Dell Publishing Group, una división de Random House, Inc. © 2002 para la edición en castellano La Liebre de Marzo, S.L. © De la traducción Rosanna Zanarini Diseño gráfico Mauro Bianco Impresión y encuadernación Torres & Associats, S.L. Depósito Legal B-44.101-2002 ISBN 84-87403-61-1 La Liebre de Marzo, S.L. Apartado de Correos 2215 E-08080 Barcelona Fax. 93 449 80 70 [email protected] www.liebremarzo.com Para Terry y Rose, con amor Índice por aquí? ........................................................ 13 Capítulo uno: Un caso de identidad equivocada .......................... 17 Capítulo dos: Buda era un biólogo ................................................. 27 Prólogo: ¿Quién anda Capítulo Tercero: La atención: el dedo oponible de la consciencia .............. 33 primera parte: El Primer Fundamento de la Atención .......................... 39 segunda parte: El Segundo Fundamento de la Atención ...................... 91 tercera parte: El Tercer Fundamento de la Atención ........................... 115 cuarta parte: El Cuarto Fundamento de la Atención............................ 159 Epílogo: Evolucionar hacia la Iluminación ............................................ 197 Agradecimientos ................................................................................. 201 Lecturas recomendadas .................................................................... 203 Referencias ......................................................................................... 209 Buda utilizó innum erables m edios hábiles,distintas causas y condiciones,y m etáforas y parábolas para exponer las doctrinas por elbien de los seres sensibles.D ichos seres sensibles,alescuchar las doctrinas de los Budas, son finalm ente capaces de alcanzar la sabiduría que abarca a todas las especies. El Sutra del Loto NATURALEZA DE BUDA Prólogo ∏ ¿Quién anda por aquí? La inspiración de este libro se remonta por lo menos a mi primer retiro de meditación que tuvo lugar en 1970 en la aldea de Bodhgaya, India. El templo donde empecé a practicar este antiguo arte se encontraba exactamente a cinco minutos andando del árbol Bodhi, bajo el cual se dice que, más de 2.500 años antes, Buda se había sentado y alcanzado la iluminación. Yo formaba parte de una gran oleada de jóvenes occidentales que habían viajado a Asia a la búsqueda un tanto confusa y romántica de nuevas formas de entender y vivir la vida. Cuando me senté en meditación en mi primer retiro, tenía alrededor de veintiocho años y estaba en posesión de un título de filosofía de una elegante universidad americana y de algunos años de postgrado, y había recibido un poco de psicoterapia freudiana y gestalt. Pero, en todo ese tiempo, nadie me había dado a entender que podía observarme a mí mismo en esta forma meditativa, o que, desarrollando ciertas facultades de mi mente, podría mirar por mí mismo dentro de mis condicionamientos biológicos y psicológicos, e incluso desenredar algunos hilos en el proceso. Aunque las terapias occidentales me habían proporcionado un vislumbre de las influencias de mi historia personal en mi vida actual, nunca había explorado el impacto mucho más poderoso de la vida misma, o como el hecho de ser simplemente un ser humano o animal había sentado las condiciones básicas de mi existencia. Nunca había aprendido de manera alguna a entenderme o sentirme a mí mismo como una parte de la naturaleza, o el hecho de estar entretejido de alguna forma con el mundo. Aunque la psicoterapia me había enseñado a ver en los orígenes de mi personalidad, no se me había dado la clave para ver a través de ella; se me había explicado cómo conseguir alguna libertad para mí mismo, pero nunca cómo ganar libertad de mí mismo. 13 Naturaleza de Buda Al igual que para mucha gente, mi primer retiro de meditación estuvo, por lo tanto, lleno de fascinantes, dolorosas y pasmosas revelaciones. Me quedé asombrado al descubrir en mi mente una parte de puro conocimiento, que era algo distinto a la mente pensante. Nunca había imaginado que podría realmente oír mis propios pensamientos ni que sería tan humillante hacerlo. Nuestra cultura enfatiza el desarrollo del intelecto –leer, escribir y contar– y había llegado a considerar como valor superior al pensamiento y mi habilidad de manipular los pensamientos. Después de todo, así es como se nos califica en la escuela. Como la mayoría de nosotros, llegué a considerar que lo que había en mi mente era mi identidad principal. De alguna forma extraña, lo que “Yo” era no incluía a la tierra, la historia de la vida, el cosmos, ni siquiera mi propio cuerpo. Lo que yo había estado creyendo, de una forma absolutamente literal, era: “Pienso, luego existo.” Por lo tanto, durante mis primeros retiros de meditación me quedé sorprendido al verme a mí mismo pensando en contra de mi voluntad. Estuve tratando de prestar una resuelta atención a mi respiración, pero mi mente seguía produciendo toda clase de pensamientos e ideas. ¿Quién estaba produciendo estos pensamientos? ¿Y si no soy yo el director de mis pensamientos, qué estoy entonces haciendo con todo ese tiempo libre? Aún más, ¿si no soy mi pensamiento, quién soy entonces? La práctica de la meditación de la atención me ha permitido ver con claridad, y a veces incluso con serenidad, mi mente y mi cuerpo y hacer preguntas como éstas. Después de muchos años de meditación y estudio no proclamo ninguna gran liberación final, pero siento que mi identidad principal ha cambiado. Cada vez me siento más incluido en el mundo y, lo que es más importante, al mundo incluido en mí. A veces me extraña el hecho de que quizás no haya querido sentir esta inclusión –o, en realidad, tener conocimiento de este método de auto-observación– por mí mismo. La actitud de la atención meditativa se me antoja tan obvia ahora, y la práctica me parece muy necesaria para una clara comprensión de mi vida. ¿No deberíamos todos simplemente descubrir estas cosas como un aspecto natural de nuestro desarrollo humano? Al correr de los años, mientras seguía estudiando las ideas budistas y sus prácticas, empecé a notar una extraordinaria correspondencia entre esta antigua sabiduría y los descubrimientos de la ciencia moderna. Lo que primero me llamó la atención, a la vez que a muchos otros, fue el progreso en los campos de la física cuántica y la astronomía, que parecía corroborar las antiguas perspectivas budistas. Desde finales de la década de los años setenta, sin embargo, me había sentido igualmente fascinado por las historias procedentes de las ciencias natu- 14 ¿Quién anda por aquí? rales, especialmente de los campos de la biología evolutiva y la psicología. Estas disciplinas habían empezado a revelar con mucho detalle cómo los seres humanos están profundamente impregnados y entretejidos con la totalidad de la vida y la naturaleza, haciendo eco de las visiones budistas más fundamentales. Cuanto más estudiaba, tanto el budismo como las ciencias evolutivas, más se me antojaban un matrimonio –por así decir– en la evolución. Ambas disciplinas trazaban sorprendentemente mapas similares de la vida mental y emocional, y también coincidían sobre las leyes fundamentales de la naturaleza y los sistemas vivos. Y, lo que es más importante, estoy convencido de que el budismo y la ciencia evolutiva pueden prestarse servicio la una a la otra, en el sentido de que tienen profundas implicaciones para todos nosotros. Como explicaré detalladamente a lo largo de este libro, la ciencia evolutiva presta apoyo y orientación a las prácticas budistas de auto-liberación, proporcionando información muy específica sobre nuestro lugar en el esquema de las cosas. Las ciencias nos muestran cómo estamos entretejidos con la totalidad la vida a través de la historia de las moléculas, células, huesos y cerebros. La meditación budista, en cambio, puede convertir en relevantes y vitales para nuestras vidas los últimos descubrimientos de la ciencia evolutiva. A través de las prácticas transformadoras del antiguo budismo, la revolución científica puede realmente ser puesta al servicio de lo espiritual. Las dos juntas, pueden ofrecernos lo que yo llamo sabiduría evolutiva. La sabiduría evolutiva es simplemente la profunda realización de nuestra naturaleza como naturaleza. No me estoy solamente referiendo a un conocimiento abstracto de otras especies de primates como nuestros antecesores, sino más bien a un profundo sentimiento de co-emergencia con los elementos, el mar y la atmósfera, la vida celular y la luz del sol, las plantas y los animales; todo el tinglado evolutivo. La sabiduría evolutiva es también un reconocimiento y exploración de los dones especiales que, al parecer, nos han sido concedidos por la naturaleza, y el modo en qué podríamos utilizarlos mejor para despertar a nuestra condición humana y, tal vez, incluso para mejorarla. Es importante aclarar que este libro no trata del modo en que podemos deshacernos de nuestra personalidad o individualidad –como si eso fuera posible– sino, más bien, de tener acceso a nuestra identidad más fundamental. Cuando podemos experimentarnos a nosotros mismos como parte de un proceso de evolución biológica y cósmica, automáticamente empezamos a sentirnos libres de la dominación del ego. Somos finalmente capaces de soltar el apretado zapato del sí mismo. Nuestras vidas ganan una nueva dimensión, contexto y gestalt. Empezamos a darnos algún espacio. 15 Naturaleza de Buda Naturaleza de Buda es una guía práctica que ofrece meditaciones y ejercicios de reflexión, que espero os llevarán a una consciencia más amplia y, de ese modo, a aumentar la libertad y la felicidad. Muchos de los ejercicios de este libro son variaciones de las prácticas budistas tradicionales, interpretadas para nuestra época a través de los filtros de la ciencia moderna, y que tienen la intención de ser provocadores, fáciles e incluso divertidos de hacer. Estas ideas y prácticas proceden, en su mayor parte, de la escuela de budismo Theravada, conocida como el Camino de los Ancianos. Esta escuela está basada en los primeros registros escritos de las enseñanzas de Buda, recopilados 500 años después de su muerte en numerosos textos colectivamente denominados el Canon Pali. (Pali es el idioma derivado del sánscrito que hablaba Buda.) Los fragmentos más significativos del Canon Pali son los discursos (sutras, en sánscrito) impartidos por Buda cuando instruía a sus seguidores acerca del camino de la auto-consciencia y liberación. El Camino de los Ancianos ha sido conservado en India, Birmania (Myanmar), Tailandia y Sri Lanka, y se ha convertido en una de las más populares escuelas budistas del mundo moderno occidental. Las principales prácticas de meditación de la tradición de los Ancianos se remiten a menudo a la “visión profunda” (vipassana) y la mayoría de ellas se basan en el desarrollo de la facultad mental conocida como atención. Como consejo científico, he utilizado escritos y entrevistas con expertos e intérpretes de muchas disciplinas, pero especialmente aquellos relacionados con las neurociencias, la biología evolutiva y la psicología. En particular, me he visto inspirado por personas comprometidas en alguna medida tanto con la ciencia como con la práctica de meditación, quienes han presentado a ambas en sus trabajos, incluyendo a Jon Kabat-Zinn, Daniel Goleman, Mark Epstein, Francisco Varela, Candice Pert y Fritjof Capra, entre otros. Este libro está dedicado a las metas perennes del budismo, que son promover la auto consciencia y la compasión, y aliviar el sufrimiento –en pocas palabras, evolucionar. Como dijo el estudioso del budismo Robert A. F. Thurman: “El budismo es un deporte evolutivo.” Este libro es una invitación a jugar este juego e incrementar la sabiduría, la paz y la felicidad que puede ofrecer. 16 Capítulo uno ∏ Un caso de identidad equivocada La verdadera felicidad consiste en elim inar la falsa idea de “Yo.” Buda Elverdadero valor de un ser hum ano está básicam ente determ inado por la m edida y elsentido en que ha alcanzado liberación delsím ism o. Albert Einstein Según las grandes tradiciones espirituales del mundo y la filosofía perenne de Oriente y Occidente, la pregunta crítica que cada uno de nosotros debería formularse es “¿Quién soy?” Nuestra respuesta es de vital importancia para nuestra felicidad y bienestar. Ya sea lo cómodos que nos sintamos en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en el mundo, como la forma de comportarnos con otros y con el medio ambiente, todo gira alrededor de cómo nos vemos a nosotros mismos en el esquema más amplio de las cosas. Si te pidieran que te describieras a ti mismo, ¿cómo responderías? La mayoría de personas a las que pregunto, primero dice que es un hombre o una mujer, continúa luego, según un orden, con su nombre, ocupaciones, estatus familiar, edad, género, nacionalidad, raíces étnicas y afiliación religiosa. Sólo después de ulteriores tanteos, algunas personas añadirán que están vivos, o que son seres humanos, conscientes, un animal, un vertebrado, un bípedo, un primate o un ser terrestre. Los aspectos más esenciales de nuestra existencia –y los que compartimos en mayor medida con otros– son a menudo secundarios o están completamente ausentes de la forma en qué nos vemos a nosotros mismos. En nuestros días, y especialmente en el mundo occidental, muchos de nosotros parecemos estar cada vez más perdidos en nuestros dramas personales. Espiritualmente y psicológicamente vivimos dentro de una burbuja de sí mismo, como si nosotros estuviéramos “aquí” y el resto del mundo estuviera “allá 17 Naturaleza de Buda fuera.” A cada momento olvidamos que estamos actuando “en” el mundo, dándonos cuenta rara vez de que somos “del” mundo. Nuestra filosofía social y económica reza “estás solo,” e incluso nuestras religiones nos dicen que la salvación es un asunto individual entre cada uno de nosotros y nuestro dios. En todas partes, nos sentimos aislados y apartados del resto de la creación. Lo más extraño de todo es que experimentamos nuestra vida humana y a la sociedad como distintas a la naturaleza, separadas de algún modo de las leyes universales y del despliegue de la evolución biológica. Esta sensación de separación continúa a pesar del hecho de que nuestras ciencias nos han mostrado recientemente de qué modos específicos hemos sido elaborados a partir de otras formas de vida y configurados por fuerzas naturales. La mayoría de nosotros no posee ninguna sensación de haber sido creado de tal modo o de formar parte de tales procesos. Nuestra sensación de separación de la naturaleza se manifiesta en nuestro lenguaje. Por ejemplo, cuando se produce un terremoto o una inundación, hablamos de un “desastre natural,” pero no consideramos nuestras guerras o trastornos económicos como desastres naturales; como si la naturaleza no tuviera nada que ver con el modo en que nos comportamos. Una lógica extensión de este sentimiento sería considerar que, de algún modo, fuimos arrojados a la tierra desde un espacio exterior. La idea de que somos seres autónomos y separados no sólo es errónea, sino que es una fuente primordial del sufrimiento que padecemos. Cuando no nos sentimos parte de un proyecto mayor, estamos obligados a llevar todo el significado de la vida sobre nuestras espaldas. Debemos juzgar nuestra valía de acuerdo con metas puramente personales o en comparación con otros, fomentando sentimientos de soledad, competitividad y miedo. Careciendo de todo sentimiento de ser gobernados por leyes y procesos universales, casi inevitablemente acabamos culpándonos por no hallar suficiente felicidad o seguridad, o culpando a otros. Cuando no nos sentimos parte de la vida o del mundo, también perdemos el poder de asombrarnos y podemos fácilmente volvernos cínicos o entristecernos. Todo ello es síntoma de la malaise metafísica del individualismo, la enfermedad que padecemos en la actualidad, una época que puede algún día ser llamada la “época yo.” N o debem os considerarnos com o siestuviéram os aislados, com o sifuéram os m ónadas interiores –ésta no es la verdad inalterable sobre nosotros m ism os;es solam ente una perspectiva de nosotros m ism os,y las perspectivas pueden cam biar. Philip Cushman, Construyendo América, Construyendo el Sí Mismo 18