¿La espada que llegó de Italia?

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EXCALIBUR
¿La espada que llegó de Italia?
Helena R. Olmo
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Helena R. Olmo
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La Abadia de San
Galgano, un monumento
típicamente cisterciense.
El mito de Excalibur podría tener su
origen en la historia del caballero italiano
Galgano y su espada incrustada a
perpetuidad en una roca de la Toscana.
La diferencia es que mientras la primera
nace de la pluma de un escritor anónimo
del siglo XIII, la segunda es real y la
ciencia ha encontrado significativos
indicios de su autenticidad.
¿Dónde nace
el mito de
Excalibur?
¿Qué significan
las increíbles
coincidencias
entre Galgano y
el Rey Arturo?
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E
I pequeño municipio sienés de Chiusdino vive al amparo de su patrón, San
Galgano, y envuelto en una atmósfera
sobrenatural. Y no es para menos. De
Galgano Guidotti se sabe muy poco,
existen testimonios escritos de su vida que contienen más leyenda que verdad. Sin embargo, la
reliquia de la espada es una realidad y en 2001
se diseñó un vasto programa de análisis, el denominado Proyecto Galgano, para autentificar el
enigma con total objetividad científica. Pero para
calibrar la importancia de los resultados obtenidos
por el equipo de Maurizio Calì –director de la asociación cultural– y Luigi Garlaschelli –investigador
del Departamento de Química de la Universidad
de Pavia y coordinador de los trabajos científicos–
hay que hacer un poco de historia.
Según un códice del siglo XV conservado en
los fondos de la Biblioteca Apostólica Vaticana,
Galgano nace en 1148, cuando Chiusdino era un
feudo fortificado del obispo de Volterra. Sus padres, Guidotto y Dionigia, eran miembros de la
nobleza y Galgano llega a convertirse en un bravo caballero que, a pesar de haberse prometido
en matrimonio con Polissena Brizzi, era un tanto
libertino y entregado a los placeres mundanos.
Adoraba montar a caballo y recorrió muchos caminos, algunos mágicos y llenos de encanto, en
los cuales se hablaba de las proezas de San Guillermo de Malavalle, presunto duque de Aquirania que, con su espada encantada, se había convertido en un gran exterminador de dragones.
Como reza el códice vaticano, a la edad de 32
años Galgano recibió la inesperada visita del arcángel San Miguel, quien le invita a seguirle hasta un lugar llamado Montesiepi. Sobre un montículo había una entrada a una casa de planta
circulan situada en el interior de la tierra. Allí le
esperaban los doce apóstoles, quienes le mues-
A los 32 años Galgano
tiene una visión del
arcángel San Miguel.
Entonces cambió la
armadura por el sayo
de ermitaño y, como
muestra de su repulsa
a las armas, clavó la
espada en la roca
San Galgano.
Fresco de Lorenzetti representando a
Galgano Guidotti caballero.
tran un libro donde está escrito: «Quoniam non
cognovi litteraturam, introito in potentias Domini,
domice memorabor iustitiae tuae soliu» («Puesto
que carezco de erudición, me introduciré en los
poderes del Señor; seré recordado en el trono
de tu justicia»). A continuación, sobre sus cabezas se apareció una espléndida imagen. Desconcertado, el caballero preguntó por su signi-
La cronología aporta
bases para suponer
que la espada en la
roca es un símbolo
exportado desde Italia
a tierras bretonas
La historia de San
Galgano y la del Rey
Arturo transcurrieron
ambas en el S.XII.
Tampoco pasa
desapercibido que el
nombre de Galgano
es muy similar al de
Galvano, caballero de
la Tabla Redonda
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su inmediata sepultura junto a la espada y quien,
segun las crónicas, inició la rápida edificación de
la Ermita de Motesiepi, la iglesia de planta circular que custodia la espada, hoy conocida como
la Rotonda.
A partir de 1191 se instaló allí oficialmente la Orden
del Cister, y en 1218 comenzaron los trabajos para
levantar la nueva abadía a pocos metros del lugar.
Pero antes, el papa Lucio III organizó una comisión
presidida por Conrado de Wittelsback, arzobispo
de Maszonza y cardenal de Sabina, con el encargo
de investigar y evaluar los prodigios del ermitaño
con vistas a un posible proceso de canonización.
Los milagros debieron ser muchos y de considerable importancia, pues solo habían transcurrido
cuatro años desde la muerte del ermitaño cuando
la Iglesia católica decidió santificarlo.
Alberto Carlí.
Habla el metal
Obtenidos los pertinentes permisos del párroco
de Chiusdino, don Vito Albergo, y del arzobispo
de Siena, se iniciaron las indagaciones sobre el
terreno de la Rotonda y sobre la espada, utilizando para ello las más modernas técnicas arqueológicas y metalográficas.
San Galgano cuando ya ha clavado su espada en la roca.
ficado, a lo que los apóstoles respondieron: «Es
su Majestad Divina».
Según las crónicas, la conversión de Galgano
se produjo en ese mismo lugar durante la vigilia
de Navidad de 1180. Cambió la armadura por el
sayo de ermitaño y, como muestra de su repulsa
a las armas, clavó la espada en la roca.
Galgano emprendió un peregrinaje a Roma para
encontrase con el papa Alejandro III, se cree
que para obtener la autorización de fundar una
nueva orden monástica. Todas las biografías coinciden en afirmar que el pontífice se lo negó;
de hecho, de dicha petición y de una hipotética regla galgana no hay rastro alguno. Volvió a
Montesiepi, donde murió sólo once meses más
tarde, el 30 de noviembre de 1181. Fue el propio
obispo de Volterra, Ugo Saladini, quien ordenó
El diseño de la espada es perfectamente coherente con la época a la que se atribuye. «La comparación estilística del arma ha confirmado su
edad», declaró Luigi Garlaschelli; pero no era suficiente, había que realizar también un examen metalográlico a través del microscopio. Cuidadosamente se tomaron muestras del metal de la hoja
para examinarlos mediante la correspondiente
espectroscopia de absorción atómica, ratificando
que «el hierro es compatible con la época».
La espada ha sufrido dos actos vandálicos recientes, en los años 1960 y 1991, a pesar de que en
el templo hay una vitrina con dos manos momificadas y un letrero que explicaba que son «Las
manos de los envidiosos», atacados por lobos
cuando intentaban extraer el arma. Por eso, la empuñadura y parte de la hoja están rotas y tuvieron
que ser nuevamente fijadas con cemento.
Aún quedaba por confirmar que el resto de la
hoja estuviera realmente hundida en la piedra.
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Otro fresco de Lorenzetti representando a Galgano
cuando ofrece la espada al arcángel San Miguel.
Para ello se perforó un conducto de 11 milímetros
de diámetro y el profesor Remo Vernillo, de la
Universidad de Siena, introdujo un endoscopio
de fibra óptica «que nos ha dado una excelente
visión de toda la hoja, advirtiendo que no tiene
una posición vertical, sino inclinada», declara.
Universidad de Padua, realizó una prospección
del pavimento con un georradar, técnica que
permite visualizar estructuras subterráneas. Y
a pocos metros de la espada se ha encontrado
una cavidad cuyas medidas indican que podría
tratarse de una tumba. ¿La del propio santo?
Un fragmento de tejido de las manos amputadas
fue utilizado para establecer su datación mediante Carbono 14. «Estábamos convencidos de
que eran manos muy posteriores, seguramente
del siglo XVIII –explica Garlaschelli–, pero cuál
no sería nuestro estupor cuando nos llegaron los
resultados, confirmando que pertenecieron a alguien contemporáneo de Galgano».
Durante unas excavaciones realizadas en la Rotonda en 1920, junto a la espada se descubrió una
caja de plomo. Un manuscrito de 1832 ya describe dicho recipiente y afirma que estaba, precisamente, en el lugar del hallazgo. El documento dice
que en la tapa había una placa con la inscripción
«Huesos de San Galgano», pero de dicha chapa
no quedaba más rastro que unas marcas de soldadura en la cubierta del estuche, que han sido examinadas con técnicas de fluorescencia X por los
profesores Odone (Departamento de Química General de la Universidad de Panal y Fiorini y Longoni (Politécnico de Milán), determinando que la caja
pertenece al siglo XVII y, por tanto, fue enterrada
Secretos en el corazón de la Rotonda
Ermanno Finzi, responsable del Departamento de Geología, Paleontología y Geofísica de la
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Galgano murió en 1181 en Montesiepi y el obispo de Volterra dispuso su sepultura junto a la que fue su espada, e inició la rápida edificación de planta circular hoy conocida como la Rotonda, la iglesia que aún custodia el metal. Sobre la imagen, detalle de su hipnótica
cúpula de círculos concéntricos.
mucho más tarde. Ésta contenía dos fragmentos
óseos –actualmente conservados en la iglesia de
San Miguel, en Chiusdino– y un par de trozos de
madera que han sido datados gracias al Carbono
14, resultando pertenecer al siglo XIX. Nada tienen
que ver pues con San Galgano, cuyos supuestos
huesos no han sido posible analizar por falta de
autorización religiosa.
Con objeto de obtener un cuadro completo sobre la época de edificación de la Rotonda, se
realizaron pruebas de termoluminiscencia sobre algunos ladrillos de los muros. Emanuela
Sibila y Anna Galli, del Laboratorio de Termoluminiscencia de la Universidad de Milán-Biocca,
han descubierto que el edilicio tiene al menos
150 años más de lo que cuentan las crónicas,
lo cual solo nos deja dos opciones: que ya estuvieran allí antes incluso del nacimiento de
Galgano, o que se levantara con materiales reciclados pertenecientes a una estructura ante-
rior, hipótesis ésta menos probable, según los
expertos, ya que en los alrededores no existen
restos de otras edificaciones.
Geometría sagrada
La iglesia de Montesiepi está rematada con una
espectacular cúpula formada por 24 anillos concéntricos, rojos y blancos, que se alternan creando una espiral que atrae la atención del visitante
hacia el centro de la bóveda. Incipientes estudios astronómicos sospechan que la planta del
templo podría ser en realidad un reloj de sol.
Una posibilidad que no sorprende, sobre todo
si tenemos en cuenta las también asombrosas
peculiaridades de la Abadía de San Galgano, del
siglo XIII, cuya estructura vertical, hoy abierta al
cielo, ofrece una enigmática imagen de equilibrio y gran capacidad de sugestión. La explicación reside en el extraordinario conocimiento de
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«The Accolade» (1901),
pintura de Edmund Blair
Leighton, asociada por la
ilusión popular con Leonor
de Aquitania.
poder evocativo de las formas por parte de los
monjes cistercienses.
Tras analizar la geometría del recinto, el ingeniero
Alfonso Rubino ha descubierto una inesperada semejanza con las pautas de construcción utilizadas
en el Antiguo Egipto. De hecho, al observar la sección longitudinal de la Abadía de San Galgano, se
ve que el trazado geométrico es idéntico al de la
tumba de Meryatum, Gran Sacerdote del Templo
de Heliópolis e hijo de Ramsés II. Esta semejanza
hace suponer que los monjes de la Orden del Cister conocían las pautas armónico-geométricas del
Antiguo Egipto: tal vez, como se ha señalado en
otras ocasiones, gracias a códices secretos que
pudieron traer los templarios a Europa.
La conexión artúrica
Contemporáneo a Galgano fue el abad cisterciense Bernardo de Claraval, redactor de la Regla del Temple durante el Concilio de Troyes
(1128) y figura destacada en todas las empresas
políticas, religiosas y ¿arquitectónicas? de la
Europa medieval. En 1137 intervino en el matrimonio entre Leonor de Aquitania y Luis VII, heredero del trono de Francia. Con posterioridad,
en 1152, también participó en su divorcio, para
pocos meses más tarde organizar las segundas
nupcias de ella con el futuro monarca de Inglaterra, Enrique II Plantagenet.
Fue precisamente en la corte de Leonor de Aquitania y en la de su hija Leonor Plantagenet, casada con Alfonso VIII, donde nació y prosperó el
mito del rey Arturo y de la Mesa Redonda, unos
25 años antes de escribirse la primera versión
del ciclo del Grial de Chrétien de Troyes, que nos
refiere hechos y mitos de Bretaña con una fuerte
influencia de la cultura celta.
Leonor de Aquitania fue la musa de los trovadores franceses y de los bardos bretones, y según
Jean Markale, la probable inspiradora del personaje de Ginebra ideado por de Troyes.
La cronología aporta bases para suponer que la
espada en la roca es un símbolo exportado desde
Italia a tierras bretonas. En 1137 llegan a la corte
ducal de Aquitania tristes noticias: su señor Guillermo ha muerto durante un peregrinaje. Pero su
cuerpo nunca se encontró y muchos historiadores piensan que el duque Guillermo abandonó
todo para entregarse a la purificación de su alma,
expiando así sus culpas, fruto de una vida disoluta
por la cual estaba amenazado de excomunión. En
un territorio y una época fuertemente cristianizados, ello le habría supuesto graves consecuencias, por eso se cree que fue el propio Bernardo
de Claraval quien le envió a un camino perpetuo
de penitencia tras simular su muerte.
LA ESPADA
de ROLDÁN
En el Santuario de
Rocamadour, levantado sobre la roca del
cañón Alzou, en el
Périgord (Francia), hay
otra espada hundida
en una roca. Nada se
El diseño de la Iglesia necesitaba fuertes aliados
como el rey de Francia, y Bernardo vio la oportunidad de ganarse al futuro monarca galo ofreciéndole Aquitania, mediando en su casamiento
con la única heredera de los dominios del aparentemente difunto duque Guillermo, en realidad
el eremita Guillermo de Malavalle.
De San Guillermo de Malavalle sabemos que llegó
a la Toscana y que sus reliquias permanecen dispersas entre los pueblos vecinos de Buriano, Vetulonia, Tirli y Castiglione della Pescaia. El análisis
de estos fragmentos arrojaría interesantes conclusiones sobre la identidad del santo de Malavalle y,
de tratarse del desaparecido duque de Aquitania,
el vínculo que el Cister establece entre el territorio
toscano y Aquitania quedaría fortalecido por la trayectoria seguida por el duque anacoreta.
¿Fue la espada de Galgano la inspiradora un
gran mito? Hasta el siglo XIII no se habla de Excalibur como una espada clavada en un yunque
o una roca, que apareció una Nochebuena para
terminar con el problema de la sucesión al trono
del Pendragón. Arturo extrajo la espada. Años
antes, Galgano, precisamente durante la vigilia
de Navidad de 1180, la envainó a perpetuidad. ¢
Un endoscopio de
fibra óptica descubrió
la posición de la hoja
hundida en la piedra,
no se trata solo de la
empuñadura que está
visible...
Tras analizar la
geometría de la Abadía
de San Galgano se
ha descubierto una
inesperada semejanza
con las pautas de
construcción utilizadas
en el Antiguo Egipto
sabe de cómo llegó
hasta allí ni a quién
perteneció, pero la
tradición cuenta que
se trata de Durandal o
Durandarte –significa
La Duradera porque
no se podía romper–,
la maravillosa espada
de Roldán, el protagonista del más antiguo
de los cantares de
gesta franceses –La
Chanson de Roland–,
paladín de Carlomagno y modelo de caballero cristiano. Dicen
que Roldán hundió
su arma en la piedra
como supuesto signo
de gratitud a la Virgen
Negra, Nuestra Señora
de Rocamadour.
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