El nuevo de sus Satanísimas

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El Clarí-n de Chile
El nuevo de sus Satanísimas
autor Pablo Espinosa
2008-05-24 17:45:51
Previo al atracón de felicidad que tendremos cuando estrenen en la –dirÃ-an los clásicos– pantalla grande la nueva obra
maestra de Martin Scorsese, en los anaqueles de novedades discográficas esplende el nuevo disco (¡!) de los Rolling
Stones: Shine a light.
Luego de 45 años de –otra vez los clásicos– estar en eso del rocanrol, Sus SatanÃ-simas Majestades se dan un nuevo
lujo y regalan más placer al mundo: una nueva grabación discográfica. La novedad documental consiste en piezas que
no habÃ-an sido registradas en vivo.
Continúan estos maeses, por tanto, la tierna emoción que ya pertenece a varias generaciones: presenciar el parto de
un disco de los Stones, desde cuando vimos nacer los grandes clásicos (Their Satanic Majesties Request, en 1967;
Beggars banquet, en 68; Let it bleed, en 69; Sticky fingers, en 71, y asÃ- hasta la fecha) hasta la aparición incesante de
novedades discográficas en los años recientes, sobre todo las fabulosas series en formato dvd que cortan el aliento y
cuyas reseñas ha incluido el Disquero, la capacidad de asombro que despiertan estos músicos ya inmortales no tiene
jefecita –como dirÃ-an los clásicos de la Academia Sueca en su sede alterna de Alvarado, Veracruz.
Este nuevo disco se lo debemos al jefe Scorsese, cuya melomanÃ-a nos ha significado una serie insuperable de siete
filmes siete, uno de ellos dirigido por él mismo, dedicada al género madre que puso el vientre y la semilla para la cultura
rock entera: The Blues, a musical journey (2003), con un equipo de cineastas-melómanos como Wim Wenders, Clint
Eastwood, Mike Figgis, et al.
Antes de eso, Scorsese fue autor de una obra maestra cuya escena final queda para la posteridad operÃ-stica aun sin
proponérselo: Goodfellas, con el estallido de un auto en cámara lenta mientras suena un pasaje de La Pasión según
San Mateo de Bach, sencillamente genial.
Y antes de antes de eso, el padrino de Bobby De Niro filmó un documental extraordinario: The Last Waltz (1978), para
regocijo de los papás de los papás de los niños que hoy valoran a los semidioses de la cultura rock con una intensidad
de información genética. En escena, los mismÃ-simos Dylan, Clapton, Neil Youg, Ron Wood, et al.
El jefe Scorsese llevó sus gafas enormes, su voz de pito y su pinta de autoparodia (como los personajes decrépitos de
la mafia italiana que caricaturiza el maestro Jim Jarmusch en The Way of the Samurai, de 1999) al noble Beacon
Theater de Nueva York para filmar el concierto para privilegiados que brindaron sus SatanÃ-simas una venturosa noche
de hace un par de otoños, como un respiro de su monumental gira mundial de estadios. Una velada única para pocas
personas de entre las sesiones gladiadoras que hemos disfrutado en distintas ocasiones en México.
Lo que podemos ver por lo pronto en la web es francamente alucinante. La magia de los devedés que hemos reseñado
se convierte en supermagia, vudú, hechicerÃ-a. La dimensión colosal de la estética maestra de Martin Scorsese
magnifica aún más el magnÃ-fico esplendor de ver en escena a estos cuatro fantásticos que cambiaron el rumbo de la
historia –y dale con los clásicos.
En opinión del Disquero, la pieza que hace al concierto es Champagne and reefer, que se revientan sus SatanÃ-simas
junto con la máxima figura del blues actual: Buddy Guy, a quien Papacito Jagger anuncia cariñosa y admirativamente
como “Buddy Motherfucker Guy―. Y también la versión por vez primera registrada en vivo de la exquisita y dylaniana
Some girls, asÃ- como la sabrosura emblemática de Shattered, la mágica versión en esa intimidad de Sympathy for the
devil (que todo luchador social deberÃ-a traducir como SimpatÃ-a por el débil, jejé) con el broche de oro de Shine a light.
Un nuevo disco de los Rolling Stones. Caracho. Qué felicidad.
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