cumas-la sibila - Centro de Estudios Angélicos

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POROS ENERGÉTICOS
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ser humano con el fin de engrandecer nuestras actuaciones, símbolo y progreso espiritual.
Cada uno tiene un nombre, cualidad y Oirim (Guardián Místico) que lo protege.
¿Te atreves a "Despertarlos" dentro de ti? Todo parece sencillo pero no es nada fácil...
CUMAS-LA SIBILA
Cumas fue la primera colonia griega establecida en Italia. Cerca de las ruinas de la ciudad
antigua existen varias cuevas excavadas bajo una colina volcánica. La gruta de la Sibila se
encontraba en las faldas del monte.
Este es el umbral que conduce al famoso "Antro de la Sibila", y al conjunto arqueológico de
Cumas, que está formado, además, por el Templo de Apolo y El Templo de Júpiter.
El santuario de la Sibila de Cumas estuvo en funcionamiento entre los siglos V y VI a.C. en esta
colonia griega ubicada al noroeste de la bahía de Nápoles.
Entrada al "Antro de la Sibila". A la derecha la antigua escalera que
conducía al Templo de Apolo, hoy cerrada al público.
La Sibila de Cumas era natural de Eritrea, en la actual Turquía. Se
cuenta que nació en una gruta del monte Córico con el don de la
profecía, y que hacía sus predicciones en verso. Se la conocía como
Sibila de Cumas porque pasó la mayor parte de su vida en esta ciudad.
Se la consideró como la más importante de las diez sibilas conocidas
en la antigüedad, y se la llamaba también Deífoba, "deidad o forma de dios". Era Apolo el dios
que inspiraba las profecías de las sibilas.
Apolo prometió a la sibila de Cumas concederle un gran deseo. La sibila cogió un puñado de
arena en su mano y pidió vivir tantos años como partículas de tierra había cogido; pero se
olvidó de pedir la eterna juventud. La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 110 años
cada una. También se cuenta de ella -y así lo recoge la Eneida- que en una ocasión guió a
Eneas, príncipe troyano, a través del Hades para visitar a su padre Anquises.
Vista desde el interior del pasadizo que conduce a la Cueva.
Las sibilas tenían su vivienda en las grutas o cerca de corrientes de
agua. Las profecías eran manifestadas siempre en estado de trance y
expresadas en hexámetros griegos que se transmitían por escrito.
Los primeros escritores griegos sólo hablan de una sibila. Asimismo
Heraclito, y después Platón, hablan de sólo una sibila. Con el tiempo
el número se incrementa a tres, diez o hasta doce. En todos los casos,
más que por su nombre, que no poseían, se conocían por el gentilicio
del paraje donde moraban.
Un oráculo es la respuesta que supuestamente da una deidad por
medio de sacerdotes, o de la Pitia o Pitonisa griega y romana, o
Sibila. Por extensión, se llama oráculo al propio lugar en que se
hace la consulta y se recibe la respuesta (el oráculo). La mayoría de
los oráculos pertenecían al mundo griego. Los romanos asimilaron y
heredaron los oráculos griegos, creando además el suyo propio, el
de la Sibila de Cumas.
En uno de estos habitáculos se muestran dos grupos de
marcas verticales, arcos y líneas transversales…
El estudio de estos signos arqueo astronómicos se ha
confrontado con numerosos otros, presentes durante la
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prehistoria en todo el ámbito mediterráneo, comprobándose que corresponden a calendarios
lunares.
Los signos fusiformes (con forma de huso, útero o vulva) encontrados, conducen a pensar en
ritos de fecundidad, referentes en Cumas a Hera o Isis. Cronológicamente, este calendario data
del último tercio del siglo IV a.C., pudiendo pertenecer al culto de Artemisa, identificada con la
luna creciente.
A la derecha del pasadizo, se abren al exterior tantas "ventanas", como
habitaciones a la izquierda. En total son doce a cada lado. Por ellas
penetraban los rayos del sol, produciendo un vistoso efecto de alternancia
entre luz y oscuridad.
Quien quisiera consultar a la Sibila debía acudir a la caverna y atravesar su
recta galería, de ciento siete metros de longitud. Al final había un vestíbulo
en el cual el visitante esperaba a que se le comunicase el veredicto de la
Sibila.
Se sabe que la elección de la Sibila se hacía sin ninguna distinción de
clases. A la candidata sólo se le pedía que su vida y sus costumbres
fueran irreprochables. El nombramiento era vitalicio y se comprometía a
vivir para siempre en el santuario.
En "La Eneida de Virgilio" encontramos la historia de Eneas, que fue
llevado a una caverna solitaria para consultar el oráculo de la Sibila de
Cumas, aquella divina profetisa que escribía sus mágicos versos en las
hojas de un corpulento árbol que estaba junto a su cueva. Cuenta la
leyenda, que de vez en cuando, un huracanado viento derribaba las verdes
hojas proféticas, los versos se mezclaban y revolvían extraordinariamente
formando frases ininteligibles para los profanos y muchos de los
consultantes salían maldiciendo a la sibila, pues sólo los hombres de
conciencia despierta podían entender las extrañas frases y los misteriosos
enigmas de la Sibila de Cumas.
"El flanco inmenso de la roca eubea se abre en un antro al que
llevan cien amplias entradas, cien bocas, por donde salen otras
tantas voces, respuestas de la Sibila.
Habían ya llegado al umbral cuando dice la virgen: «Es el momento
de buscar los hados. ¡El dios, he aquí al dios!» Mientras esto decía
delante de la puerta, de pronto, ni su gesto ni el color ni la
compuesta cabellera eran ya iguales; el pecho anhelante se hincha
de rabia y el fiero corazón, parece más grande y no suena como
mortal, porque está inspirada por el numen del dios, ya más cerca.
«¿Dudas en tus votos y plegarias, troyano Eneas? ¿Dudas? Pues
bien, no antes han de abrirse las grandes bocas de esta atónita casa.» Y dicho esto se calló."
El final de largo pasadizo que conduce a la Sibila.
Los consultantes tenían una entrevista con ella unos días antes del
oráculo. El oráculo se celebraba un día al mes, el día 7, que se
consideraba como la fecha del nacimiento de Apolo. Los consultantes
eran de todo tipo, desde grandes reyes hasta gente pobre.
En primer lugar se ofrecía un sacrificio en el altar que había delante del
templo. A continuación se pagaban las tasas correspondientes y por
último el consultante se presentaba ante la Pitia y hacia sus consultas
oralmente, según se cree. Se conoce muy poco sobre el rito que se
seguía en el oráculo. Se sabe que la Pitia se sentaba en un trípode que estaba en un espacio
llamado Dayton ("fondo del santuario" o, "lugar sagrado de acceso prohibido"), al fondo del
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templo. La Pitia daba respuestas (el verdadero oráculo) que un sacerdote recogía y escribía en
forma de verso. Después se le entregaba al consultante. La fe en el oráculo era total, incluso si
se equivocaba, porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo dicho y no el
oráculo en sí.
Lo cierto es que no se ha encontrado hasta el momento ninguna
descripción sobre el momento del oráculo en los escritores griegos
o latinos. Ningún autor pagano ha descrito nunca una escena de
consulta, ni siquiera Plutarco en su obra "Diálogos Píticos"
En una ocasión, la Sibila se presentó ante el rey romano Tarquinio el
Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros
proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquino se negó
pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó
tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al
mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella
destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el
rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la Sibila había pedido por
los nueve. Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter. Los romanos del siglo II
a. C., apreciaban mucho estos libros y los guardaban en un colegio formado por 10 sacerdotes
menores llamados 'decenviri sacris faciundis'. En situaciones de crisis los consultaban para
ver si había una profecía que pudiera aplicarse a la situación del momento. El fuego destruyó
los Libros Sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección por lo que el Senado
envió a Troya, Samos, Eritrea y otras partes a recoger los libros sibilinos que pudieran
encontrarse y Octavio Augusto ordenó copiar estos nuevos libros, que eran nueve, y
depositarlos en dos cofres de oro ubicados en el templo de Apolo del Palatino. Estos libros
tampoco ha llegado hasta nuestros días.
Estos libros ejercieron gran influencia en la religión romana
hasta el reinado de Augusto. Estaban escritos en griego, en
hojas de palmera, que posteriormente pasaron a papiro. Parece
que Cicerón pudo leer los libros sibilinos pues dice que
estaban trabajados y escritos con arte y diligencia y que eran
acrósticos. San Agustín en su Ciudad de Dios, libro XVIII, cap.
23 habla de un acróstico de la sibila eritrea cuyas letras
iniciales formaban este sentido: ‘Jesous Cristos Theon vios
soter’, ‘Jesucristo hijo de Dios salvador’.
La salida del antro, desde el fondo del pasillo.
Al principio, los libros se guardaban en un cofre de piedra del
templo de Júpiter situado en el Capitolio. Su custodia recaía sobre
un colegio sacerdotal formado primero por diez miembros (los
decemuiri) y más tarde por quince (los quindecimuiri) nombrados
entre personajes públicos. Ellos eran los únicos que podían leer los
libros, y quienes los interpretaban (empleando procedimientos que
se desconocen) cuando su consulta era aprobada por el Senado.
Las recomendaciones que extraían de ellos hacían referencia sobre
todo a rituales, sacrificios y ceremonias que Roma debía realizar
para congraciarse con sus dioses.
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Salida practicable al exterior desde la mitad aproximadamente del recorrido
del pasadizo. Desde aquí se accede a una hermosa explanada plantada de
encinas. Estos eran los árboles originales que se encontraban en este lugar,
pues los arqueólogos han identificado la flora existente en el tiempo en el
que estuvo en funcionamiento el oráculo. Éste se encuentra a unos 200
metros de la orilla del mar.
Las aberturas, puertas y ventanas al exterior, estaban
en la antigüedad decoradas con una arcada, de doce
arcos, uno para cada uno de los huecos, frente al mar.
Es de imaginar la sensación que experimentarían los
barcos frente a la costa al contemplar tan magnífica
obra.
La última de las aberturas, la que está frente a la
Cueva de la Sibila, y desde la que se llega a la
primitiva escalera por la que se accedía al Templo de
Apolo, situado justo encima del Antro de la Sibila.
Los oráculos griegos constituyen un aspecto fundamental de la
religión y de la cultura griegas. El oráculo es la respuesta dada
por un dios a una pregunta personal, concerniente
generalmente al futuro. Los oráculos no pueden ser
pronunciados mas que por algunos dioses, en los lugares
precisos, sobre objetos determinados y con respeto a unos
ritos determinados rigurosamente: el oráculo se relaciona con
un culto. Además, interpretar las respuestas de un dios, que se
expresa de diversas formas, requiere a veces un aprendizaje. El
oráculo necesita a menudo una interpretación. La adivinación,
en Grecia, no es un asunto de mortales inspirados sino de personas respetuosas de unos ritos
determinados, que la tradición había podido dar la apariencia de una inspiración, o, en sentido
propio, «entusiasmo», es decir, «el hecho de tener el dios en sí». La palabra "Oráculo",
etimológicamente viene del latín: orare, que significa hablar (con Dios), de algo elevado que los
hombres no pueden entender.
Mitología y Arqueología Mistérica ( MAM ).
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