A la memoria de mis queridos padres III LEYENDAS Y MITOS GRIEGOS LA GUERRA DE TROYA La Guerra de Troya © Julián Martínez Isla ISBN: 978–84–9948–229–3 Depósito legal: A–1048-2010 Edita: Editorial Club Universitario. Telf.: 96 567 61 33 C/ Decano, 4 – 03690 San Vicente (Alicante) www.ecu.fm [email protected] Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma. Telf.: 965 67 19 87 C/ Cottolengo, 25 – 03690 San Vicente (Alicante) www.gamma.fm [email protected] Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. 3 I El destino de Paris El sueño de Hécuba Hécuba, esposa de Príamo, rey de Troya, tuvo un sueño prodigioso mientras estaba encinta de un niño que más tarde sería llamado Paris. Soñó que de su vientre nacía una antorcha que abrasaba la ciudad de Troya. Asustada por este sueño que juzgaba como un presagio, acudió al oráculo en busca de su interpretación. Éste dictaminó lo siguiente: “la antorcha era el·niño que llevaba en su propio vientre y que este niño acarrearía la ruina a la ciudad. Si se quería librar a Troya de una futura catástrofe, el infante debería morir en cuanto naciera”. Príamo, fiel al dictamen del oráculo, ordenó que Agelao, un sirviente suyo, hiciera desaparecer al niño una vez que Hécuba diera a luz. Pero la madre, que se enteró del cruel mandato, convenció a Agelao para que no matara al infante y lo confiara 4 Julián Martínez Isla a unos pastores del monte Ida, cercano a Troya. Cuando llegó el momento, el sirviente se hizo cargo del niño y, siguiendo las indicaciones de Hécuba, lo entregó a un matrimonio de pastores. Éstos lo criaron, lo educaron, e hicieron de él un ser de gran valor y habilidad, cualidades que se sumaron a su esplendorosa belleza física. Una ninfa del monte Ida, llamada Enone, prendada de la belleza del joven, se enamoró de él y llegó a ser su esposa. Ambos fueron felices en su retiro del monte, ignorados por todo el mundo. Pero, desgraciadamente, la celebridad que más tarde alcanzaría Paris rompería definitivamente esta unión. El juicio de Paris La fama de Paris comenzó el día en que se celebraron en Troya unos juegos públicos en los que el joven obtuvo la victoria. Su hermana Casandra, que asistía a los actos, reconoció inmediatamente a Paris y, por su mediación, fue admitido y acogido de nuevo en la casa real. Las continuas hazañas del joven lograron impresionar a los mismos dioses, de tal manera que éstos llegaron a hacerle partícipe de algunas La Guerra de Troya 5 de sus decisiones. En una ocasión, los inmortales asistieron a las bodas de Tetis y Peleo, los futuros padres de Aquiles, y decidieron excluir a la diosa Discordia, por temor a que sembrara la discusión y la disputa entre los asistentes al banquete. Enojada la diosa por este desprecio, decidió vengarse y, para ello, adoptó la forma de nube. Cuando el banquete llegaba a su final, arrojó una manzana de oro que llevaba la siguiente inscripción: “A la más hermosa”. Como este título se lo disputaban Hera, Atenea y Afrodita, éstas recurrieron a Paris para que actuara de árbitro en este juicio. Cada diosa defendió su propia causa, ofreciendo al joven protección y algunos dones, a cambio de un veredicto favorable. Hera le prometió riquezas y el gobierno de toda Asia; Atenea la victoria en todos los combates; y Afrodita el amor de Helena, considerada la mujer más bella del mundo. Paris, estimulado por la última oferta, concedió a Afrodita el título de las más bella. Despechadas las otras diosas por este veredicto, decidieron buscar la desgracia para Paris, su familia y toda la nación troyana. 6 Julián Martínez Isla Al encuentro de Helena Tras este célebre juicio, Paris abandonó a su esposa Enone con el único pensamiento de hallar a Helena lo antes posible. La ninfa, que tenía la facultad de conocer el futuro, advirtió a su marido de lo erróneo de su actuación y de los peligros que en adelante le acecharían. También su hermana Casandra, insigne adivina, intentó disuadirle de su aventura, pero Paris no hizo caso a nadie y decidió partir para Esparta en compañía del héroe troyano Eneas. Enone, pese a todo, seguía amando a su esposo y como poseía el don de curar, le dijo a Paris: “Querido, si alguna vez en la vida eres herido, no dudes en volver a mi lado, pues sólo yo conozco el secreto de tu curación”. Paris se despidió de todos y marchó en busca de Helena. Tras un largo viaje, llegó con su compañero a Esparta y se dirigió a la corte del rey Menelao. Éste acogió generosamente a los troyanos y les presentó a Helena, su esposa. Mientras Menelao agasajaba a sus huéspedes, recibió la noticia de que su suegro había fallecido en la isla de Creta, por lo que decidió asistir a sus funerales. Se despidió de su esposa con la recomendación La Guerra de Troya 7 de que tratara lo mejor posible a sus huéspedes y no escatimara atenciones hacia ellos. Paris aprovechó la ausencia de Menelao para enamorar a Helena, fascinándola con su apostura, su belleza y el lujo que desplegó ante sus ojos. Ayudado por Afrodita, Paris raptó a Helena, la cual huyó voluntariamente con su amante, abandonando a su hija de nueve años. Cuando la pareja llegó a Troya, tras un azaroso viaje lleno de peripecias, el rey Príamo les recibió con todos los honores y les dio su beneplácito, a pesar de las funestas premoniciones de Casandra. Venganza de Menelao Entretanto, Menelao, que había tenido noticia de la perfidia de Paris y Helena, convocó a todos los jefes griegos y solicitó su ayuda, sobre todo la de su hermano Agamenón y de otros héroes tales como Néstor, Palamedes y el astuto Ulises. No se olvidó tampoco de Aquiles, el más fiero y valiente de todos ellos. Planearon entre todos una expedición a Troya con el fin de rescatar a Helena, dispuestos a una larga guerra si fuere preciso. El jefe supremo de este ejército sería Agamenón. 8 Julián Martínez Isla Llegó el día señalado y los ejércitos griegos se congregaron en Aulida con sus armas, caballos y aparatos de guerra, a la espera de embarcar en las naves. Se hizo un sacrificio a Apolo y, cuando finalizó el ritual, una serpiente se trasladó desde el altar a un árbol vecino, se tragó a ocho pajarillos y a su madre y a continuación se convirtió en piedra. Consultado el adivino Calcante sobre este prodigio, auguró que su significado era que Troya caería a los diez años de asedio. Todos ardían en deseos de embarcar en cuanto soplara un viento favorable. Pero éste no llegaba nunca. Pasaron días, semanas, meses y una extraña calma reinaba en la atmósfera. Entretanto, los ánimos de los guerreros iban decayendo de su fogosidad inicial. Nuevamente se recurrió a Calcante para que explicara el motivo de este fenómeno atmosférico. La respuesta del adivino fue la siguiente: “La cólera de Ártemis hace que los vientos no se muevan, debido a que Agamenón prometió a la diosa, con motivo del nacimiento de su hija Ifigenia, que le ofrendaría el producto más bello del año y no lo hizo. Para aplacar la ira de la diosa, Agamenón deberá sacrificar a su propia hija. Sólo a este precio los La Guerra de Troya 9 griegos podrán abrirse paso por el mar y destruir los muros de Troya”. Agamenón, fiel al mandato del oráculo, llamó a su hija, que se encontraba en Micenas, con el pretexto de desposarla con Aquiles. Una vez que Ifigenia se presentó en Aulida y se enteró de la fatídica decisión, rogó a su padre que no la mandara a la muerte. Conmovido por las lágrimas de su hija, Agamenón convocó a los jefes de la armada para anunciarles que se suspendía la expedición. Pero Menelao, Ayax, Ulises y Aquiles, entre otros, no se resignaban a tener que volver a sus hogares, en parte por vergüenza y en parte por orgullo. Así que presionaron a Agamenón para que se decidiera a inmolar a su hija. Éste accedió por fin, por temor al ridículo y a la burla de todos, y mandó a Ifigenia al sacrificio. Calcante, que esperaba inmóvil al pie del altar, colocó una corona en la cabeza de la muchacha y blandió el hacha dispuesto a descargarla sobre la víctima. Cayó el hacha, implacable, pero de repente un nuevo prodigio se presentó ante los ojos de todos los presentes. En lugar de Ifigenia, una hermosa cierva de gran tamaño yacía herida ante el altar, en tanto que la joven había desaparecido. 10 Julián Martínez Isla Alentados los griegos por este prodigio y por el surgimiento repentino de los vientos favorables, se embarcaron con sus armas, carros y caballos y se hicieron, confiados, a la mar, rumbo a Troya. El comienzo de la guerra Las naves llegaron a su destino final y vomitaron en tierra firme enjambres de guerreros, acaudillados por sus jefes, provenientes de todas las regiones de Grecia. Por su parte, los valerosos troyanos se dispusieron decididamente a combatir, guiados por sus generales Héctor, hijo de Príamo y hermano de Paris, por el esforzado Eneas, por Polidamante, Memnón, Sarpedón y otros famosos héroes. Paris, que en un principio había demostrado bravura y valentía, perdió su fogosidad inicial debido a la vida muelle y los placeres de la corte. No obstante, participaba en los combates como uno más de los tantos jefes troyanos. En una ocasión conducía a sus soldados que avanzaban rápidamente en orden de batalla. Una inmensa polvareda levantada por los ágiles pies cubría al ejército, que se acercaba con gran clamor a las huestes griegas. En primera fila, Paris, con sus hombros cubiertos con una piel