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Actividad docente y riesgo de estrés. Acerca de la relación entre el trabajo en escuelas
de los niveles educativos obligatorios y su impacto sobre la salud física y psicológica de
los docentes. Olga Cristina Colatarci.
El presente trabajo se propone analizar como afecta a los docentes, a cargo de un grupo
de alumnos, realizar la totalidad de la tarea que su rol implica. ¿Cuáles son los límites o
alcances de la tarea docente? ¿Cómo impacta el tipo de actividad en la calidad de vida de
quienes se desempeñan como docentes? ¿Podemos determinar cuántas horas trabaja un
docente?
Sabemos que no se puede dar respuesta a esta pregunta de manera descontextualizada,
ya que maestros y profesores realizan su tarea en unidades educativas que se encuentran
inmersas en realidades socio-económico-culturales diversas, sometidas a múltiples
demandas. En este contexto es válido también aceptar que hay tareas que los docentes
tienen (y deben) definir de manera explícita y acotada, dado que todo docente -que se
desempeñe en un cargo- tiene en su rol tareas que debe realizar para poder dar
cumplimiento a las exigencias del mismo.
Están presentes en este trabajo los conceptos: ‘sobrecarga’, como consecuencia de lo
abarcativo e incierto de la tarea, ‘malestar docente’, como la sensación de agobio que
tiene el docente al momento de interactuar con los alumnos, ‘estrés’, como potencial
trastorno adaptativo.
En la bibliografía consultada sobre las problemáticas de sobrecarga, malestar, agobio y
estrés, que se incluyen, podemos observar que tienen como punto de partida que la tarea
docente es difusa y, muchas veces, se presenta como caótica. Esto provoca en los que la
realizan una sensación de incertidumbre -origen de sensaciones negativas- a la cual
podemos agregar la emergencia de patologías que pueden transformarse, en no pocos
casos, en crónicas.
Problemática
Los estudios sobre la realidad educativa -planteada como una categoría abarcativaque han sido desarrollados desde diversas perspectivas teórico-metodológicas, coinciden
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en que dicha realidad, analizada al interior de cada institución, es compleja y resistente a
varios tipos de análisis posibles. El componente nomotético de la escuela subraya aquellos
elementos comunes a todas ellas: la representación de papeles, el juego institucional, el
poder de la normativa común, las prescripciones legales, las expectativas sociales, etc.
Estos elementos se entremezclan con los componentes ideográficos de la misma.
“La especial forma de ser de cada uno, sus modos de entender las prescripciones, su esquema
de valores, sus modos de insertarse en un contexto, hacen que incluso la vertiente nomotética
cobre en cada escuela un tono peculiar. En efecto cada persona lleva a la práctica de una manera
diferente aquellas prescripciones que son comunes e iguales para todos” (Santos Guerra: 1997;
76).
Diferentes estudios determinaron que lo decisivo para alcanzar la calidad
educativa, tanto como una mayor eficacia -objetivos intrínsecos de toda política
educativa- radica en la gestión de cada centro y en el desempeño de los docentes
(aunque no se hayan logrado identificar los factores específicos que llevan a un alto nivel
en los logros). “Se pueden hacer muchos planes, acatar formalmente muchas normativas, hacer muchas
reuniones, tener un organigrama muy bien dibujado y visible para todos, organizar diversos equipos
docentes y establecer en los correspondientes planos sus ámbitos de coordinación... Pero bien puede ocurrir,
todos lo sabemos, que entre eso y el funcionamiento real y cotidiano haya cierta desconexión de manera
que a lo largo del curso el centro apenas realice las cosas previstas, tales planes, organigramas,
normativas...” (Escudero Muñoz, 1991; 81).
Por lo anterior, el docente es considerado, cada vez con más fuerza, una figura
“clave” en la dinámica de los sistemas educativos actuales, ya que se le asigna una doble
vinculación con los procesos de cambio y transformación. Desde esta perspectiva el
docente sería “objeto” de posibles transformaciones futuras (profesionalización) y
“sujeto” promotor, implementador, comunicador, y líder de todas las demás acciones que
se consideren útiles y necesarias para que se concreten dichas transformaciones.
Este trabajo parte de la mirada de alguien que trabaja en el ámbito educativo con
experiencia en los distintos niveles del sistema y que se interesa profesionalmente por
estudiar la problemática de los aspectos que forman parte de la tarea docente. Quien
escribe ha transitado durante varias décadas los ámbitos educativos intercambiando
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visiones con colegas, y esta experticia le ha dado la pauta de que existen algunos nudos
críticos que se presentan de manera constante (son comunes) más allá de las coordenadas
espacio-tiempo, de la realidad socio-económica en que se desarrolle la tarea del docente
(tanto en lo que refiere a las personas como a las instituciones), de los estilos de gestión
de los directores de las distintas unidades educativas y la interpretación que cada uno de
ellos haga de las normativas vigentes que reglan la actividad. Podemos mencionar como
los mejores ejemplos: el salario, el perfeccionamiento, las demandas constantes,
cambiantes y multidireccionales que hay sobre los docentes.
No obstante, existe algo que sin ser enunciado explícitamente, está siempre
presente en el discurso docente, que es como un velo envolvente de todas las
problemáticas: a saber, el tiempo como variable cuántica. Las narrativas comunes que
encontramos siempre parecen ser las mismas. El tiempo recurrentemente está presente
tanto en términos cualitativos como cuantitativos, aunque el mismo es ciertamente poco
analizado.
¿Cuántas horas trabaja un docente? Para esta sola pregunta, que está presente en
muchos debates dentro de los ámbitos docentes y también en conversaciones informales
de distintos miembros de la sociedad, hay variadas y a veces contradictorias respuestas.
No podemos decir que haya una visión hegemónica sobre los alcances de la tarea de
enseñar, sí que existe una gran distancia entre las distintas visiones que además no
incluyen un nivel de análisis de las distintas condiciones de trabajo tanto al interior de las
instituciones como del impacto de los problemas sociales sobre la misma, ni la calidad de
aprendizaje que logra ese docente en los alumnos a su cargo, ni la preparación profesional
previa y permanente, necesaria para ejercer. Podríamos mencionar más aspectos. El
debate está instalado en la sociedad; de éste participan los propios interesados, las
autoridades políticas, económicas y educativas, los sindicatos, los trabajadores de otras
ramas, los padres y de acuerdo a los niveles los alumnos.
DESARROLLO
Las instituciones educativas en el contexto actual
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Partiendo de la premisa de que no es posible pensar las instituciones y los
docentes como colectivos homogéneos, dada la diversidad de contextos y realidades
institucionales se recorrerán algunas características presentes en todas ellas.
Los atributos que caracterizan la escuela y los componentes básicos que la
conforman determinan un “estilo institucional” de cada unidad educativa que opera
como mediador entre las condiciones en que se desarrolla la tarea y los resultados que se
obtienen o desean obtener. Es a su vez la representación de la respuesta que los
miembros del establecimiento pudieron dar a las demandas. Esto implica que, a iguales
condiciones (curriculares, normativas, salarios, entre otras variables que se pueden
considerar), en establecimientos diferentes, las tareas son recibidas, interpretadas,
valoradas, respondidas de formas distintas y, a veces, hasta totalmente opuestas
En Argentina las políticas educativas de las últimas décadas, atendiendo a las
tendencias mundiales, han señalado como objetivos centrales y sucesivos la expansión de
la matrícula, la eficiencia del sistema educativo y el mejoramiento cualitativo. El
crecimiento sostenido de la matrícula provocó la superpoblación de secciones y puso de
manifiesto la insuficiencia de recursos humanos, edilicios y de equipamientos, así como
agravó la sobrecarga de la tarea docente.
Reconocer la complejidad descripta, implica pensar cómo la organización escuela
debe articular procesos pedagógicos, organizativos, administrativos y laborales, y tener en
cuenta las condiciones en las cuales los docentes desempeñan su tarea en la actualidad.
La jornada laboral del docente y su ambigua duración
De la aproximación al contexto emerge que las demandas son variadas y que el
énfasis siempre está puesto en las obligaciones del docente sin plantearse limitaciones o
restricciones.
En Argentina el marco legal de las instituciones escolares está definido por el
Estatuto del Docente, el Reglamento Escolar y
los
Documentos
Curriculares. La
normativa, es extensa y compleja, a esto se suma que, al interior de cada unidad
educativa, hay normas propias de la cultura institucional, construidas en la práctica, de
tipo explícito e implícito. En todos los casos lo que se proponen estos documentos es
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definir y reglar la tarea docente: relaciones laborales, derechos, obligaciones, estructuras
jerárquicas, responsabilidades, sanciones, temas administrativos y pedagógicos.
En términos generales, la normativa que rige la actividad docente en los distintos
niveles no pudo acompañar los cambios sociales y educativos que se expresan y concretan
cotidianamente en las instituciones educativas. También es viable puntualizar que la
legitimidad de las normas depende en gran medida de su cumplimiento, y esto solo se
puede evaluar estudiando la distancia entre el deber hacer y el hacer. Los docentes
realizan esfuerzos para cumplimentar normas que suelen estar vacías de significado para
ellos, o por lo menos intentan aparentar que dan cumplimiento a las mismas, y esto
termina constituyéndose en una componente de presión adicional en términos laborales.
La tarea docente
Para trabajar como docente hay que ser egresado de un profesorado que otorgue
titulación para el ejercicio de la docencia. El aspirante a profesor se forma en un campo de
conocimientos que le proveen los instrumentos teóricos y metodológicos para llevar a
cabo la tarea de enseñar. Con esta formación teórica específica e inicial que tiene como
base, más su sentido común, su intuición, su capacidad de interesar y entusiasmar a los
alumnos, la manera de organizar su trabajo y demás, el docente irá armando sus primeras
herramientas que le permitirán desempeñarse con variados grados de solvencia en un
cargo. Su identidad como docente la construirá a través de la práctica laboral, en su
tránsito por las escuelas en las que se desempeñe.
Al ingresar al espacio laboral el docente comienza su desarrollo profesional como
trabajador, es un asalariado que percibe una remuneración mensual por cumplir con una
actividad, muchas veces incierta, en el marco de una organización con normas que regulan
su trabajo. Por ello, atendiendo al contexto de la organización en la que le toca
desempeñarse, tendrá que modular su desarrollo como docente dentro del marco que
ésta establece, además de enterarse de sus responsabilidades y de lo que se espera de él.
Sólo a partir de cómo se apropie y decodifique los datos anteriormente mencionados, es
decir, de la interpretación que haga de ellos, podrá organizar su quehacer.
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Existen hoy una serie de cambios sociales que, junto con las transformaciones
acontecidas en los sistemas educativos, interpelan el trabajo docente. Hoy la función
docente, centrada en lo pedagógico-didáctico y limitada al marco áulico, no se
corresponde con la realidad.
Si bien es cierto que es al interior del aula y en contacto con los alumnos, “donde
se conforma el ámbito, por excelencia, de la realización profesional y educativa, no es
menos cierto que la hegemonía del aula puede verse fisurada por las prácticas que
impone el movimiento institucional” (Ezpeleta, 1991; 17).
Sobrecarga docente
La presencia de una sensación de malestar más o menos difuso, extendido entre
los docentes de los distintos niveles educativos, es evidente desde hace unos años y es
válido destacar que el fenómeno no es una peculiaridad del sistema educativo argentino.
La relevancia de este tema radica en que para instrumentar una reforma o mejorar la
calidad de la enseñanza se considera central que el colectivo docente no se sienta
desanimado, desconcertado y con una sensación de sobrecarga que lo afecta en su
desempeño laboral y vida personal. Se encuentra una referencia al "problema de la
sobrecarga" de trabajo que tienen los docentes en la obra de Fullan y Hargreaves (1999),
quienes analizan que durante la última década las tareas de los docentes se han
intensificado y se han hecho más difusas; realizan una enumeración de las actividades
incrementadas y concluyen que maestros y directivos padecen de una peligrosa
sobrecarga.
En los últimos años, los docentes se han visto frente a presiones y expectativas
cada vez mayores sobre su tarea y, para ellos, alcanzar y cumplir con objetivos representa
un gran esfuerzo. Los requerimientos que existen hoy sobre la escuela hacen que el
profesor sea constantemente “invitado a la participación”. El responsable y encargado de
hacerlo es el director quien recibe el conjunto de todas las demandas que cada sector de
la burocracia (administrativo, técnico, político),
diseña “bajando” lineamientos y
disposiciones para que cobren luego realidad en el ámbito de la escuela. Lo anterior da
origen a lo que describe Flinders, citado por Fullan y Hargreaves (1999; 79): “Más que en
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otras profesiones la actividad en la docencia no conoce límites fijos. Si el tiempo y la energía lo permitieran
los planes de estudio siempre se podrían revisar y mejorar, los materiales de lectura siempre admitirían su
reexamen, se podrían cubrir más materiales de texto antes del final del período lectivo, habría lugar para
prestar más atención individual a los alumnos y las tareas escolares para la casa siempre se podrían graduar
con más cuidado.”
El párrafo citado forma parte de un estudio sobre el tiempo que le insume a los
maestros las tareas de preparación de su actividad didáctica y de evaluación de sus
alumnos, y finaliza con una frase por demás descriptiva de las sensaciones que puede
sentir un maestro: “La docencia es una profesión en la cual, cada vez que uno llega a casa, siempre tiene
algo en qué pensar. Se dice debería estar haciendo esto. Me siento culpable por descansar la mitad del
tiempo.” Estos autores consideran que la enseñanza será siempre un trabajo agotador ya que los maestros
"participan a diario en cientos de interacciones y en situaciones potencialmente cargadas de tensión." (Fullan
y Hargreaves, 1999; 79).
Trabajo docente y salud laboral: acercándonos al estrés
La imposibilidad de dar respuestas a múltiples demandas difusas, inciertas,
aparentemente inespecificadas, generan en el docente un abatimiento que puede causar
algunos trastornos. En el campo de la psicología se denominan adaptativos. El término
con el cual se conoce a estos trastornos es el estrés, que consiste en la reacción
psicológica y/o física del individuo frente a demandas que considera que él no puede
responder. Se da el caso que, sometidos a iguales o parecidas demandas o presiones, unos
docentes llegan literalmente a “enfermar”, a “quemarse”, y, otros, no. Además de los
problemas de personalidad, las situaciones de incertidumbre aumentan los cuadros de
esta sintomatología. Para poder analizar el estrés docente, realizaremos previamente un
recorrido por las características del estrés laboral.
El estrés laboral produce en el ser humano efectos emocionales, que alteran su
bienestar y equilibrio psicológico. Podemos mencionar entre ellos: ansiedad, agresión,
apatía, aburrimiento, depresión, fatiga, sentimiento de culpa, vergüenza, irritabilidad, mal
genio, tristeza, baja autoestima, tensión, nerviosismo, soledad;
Las causas del estrés laboral se encuentran siempre dentro de las categorías:
físicas, emocionales y de comportamiento. Las mismas son comunes a todas las tensiones
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laborales, lo que va variando son los episodios que provocan el estrés. La mayoría de los
problemas de estrés surgen de los mismos episodios, principalmente los relacionados con
el cambio, el tiempo, el control sobre las situaciones que se presentan, otras personas
(ámbito social) y el volumen de trabajo. Los índices de incidencia varían según el tipo de
actividad, el país y la época, pero en todos los casos el manejo del tiempo se encuentra
entre las dos variables de mayor importancia.
El tiempo es causa de presiones laborales y suele estar en la base de la mayoría de
los problemas de estrés que surgen durante la jornada. El cumplimiento de plazos y la
cantidad de tiempo que se supone insume una tarea, se configuran entonces como una
presión constante, de tipo cíclico, ya que justo cuando el individuo piensa o siente que ha
alcanzado o superado una meta, el proceso se inicia nuevamente. Entran en juego aquí las
distintas percepciones: la del directivo, la administración de escuelas, los padres y los
mismos alumnos, en el caso de los docentes que es el que nos ocupa.
El estrés docente
En la bibliografía anglosajona se utiliza el término bornout (agotamiento),
definiendo el mismo como “un estado de descontento, de emociones negativas y disgusto,
que se da cuando los problemas que tienen que enfrentar los docentes amenazan su
bienestar y sobrepasan su habilidad para resolverlos” (según Kyriacou, citado por Kornblit,
1993; 36). El bornout está constituido por tres componentes: agotamiento emocional,
despersonalización y carencia de desarrollo personal en el trabajo.
El “síndrome del bornout” es una respuesta defensiva ante un estrés crónico, que
aunque en un primer momento es adaptativa, a largo plazo va deteriorando los recursos
del individuo, llevándolo a una serie de consecuencias negativas, tanto para su salud física
como mental (Moreno Jiménez, 1997). La motivación para investigar este tema a nivel
mundial (Kiriacou, 1997; Esteve, 1984; Documentos de la OIT, 1981; Blase, 1982) surge de
una alta proporción de docentes de los distintos niveles que manifiestan sentirse
“sobrecargados”, “sobresaturados” y con niveles de insatisfacción y percepción de
ineficiencia en el desempeño de su rol.
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Kiryaccou (1977) destaca que existe una circularidad, al decir que no resulta clara
la distinción entre las fuentes del estrés y las manifestaciones del mismo en la ansiedad y
otros efectos negativos de los docentes. Un informe de 1984 de la OIT sobre ‘Condiciones
de Trabajo del Personal Docente’ dedica un capítulo al estrés docente y lo considera
enfermedad profesional por ser uno de los problemas que afecta cada vez con mayor
frecuencia a los educadores de todo el mundo. Este informe muestra que un alto
porcentaje de educadores tienen agotamiento mental y físico provocado por las
exigencias psicológicas y físicas de la enseñanza. Esta situación (claramente de gravedad)
no es sólo perjudicial para la salud de los educadores, sino que es origen de un alto grado
de deserción o abandono definitivo de la profesión y tiene un impacto directo sobre la
calidad de la educación que reciben los alumnos.
Estrategias de prevención
Del recorrido anterior, se concluye que el agotamiento y el estrés, la tensión
constante por las demandas de autoridades, padres y alumnos, provoca un estado de
tensión y sufrimiento que, sin llegar al nivel patológico, deteriora la vida social, familiar y
laboral del docente. Es este un problema que crece y para el cual aún no se tiene una
respuesta. Una forma de atenderlo es la creación de centros de salud con servicios
psicológicos que realicen tareas de prevención individual, grupal o institucional.
Se debe analizar la presencia de estos temas en los contenidos de la formación de
los docentes, quienes ingresarán a futuro en el sistema como trabajadores de la
educación. Una mirada general permite ver que en los planes de estudio y prácticas
formativas no están desarrollados los contenidos vinculados a la prevención de
enfermedades profesionales y a las formas de fatiga que se presentan en el tipo de
trabajo que van a realizar. Otra posibilidad, que es la que da origen a este trabajo, es
enfrentar la problemática a nivel institucional, siendo responsables de esta tarea quienes
conducen las unidades educativas.
Breve conclusión
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Ser docente es una actividad profesional, que requiere vocación y de gran
exigencia. La tarea docente está signada por la demanda: de la sociedad, del sistema
educativo, de los padres de los alumnos, de los propios colegas.
El tratar de dar respuesta a estas demandas, complejas y difíciles de controlar, da
origen a una sensación de agobio, que aparece inevitablemente en quienes tienen por4
objetivo ejercer de manera responsable.
Por lo anterior es necesario desarrollar estrategias, tanto institucionales como
personales,
para minimizar y saber enfrentarse a este malestar, que atenta en
simultáneo con la calidad de vida del docente, la calidad de su tarea como educador y la
calidad educativa de un sistema.
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