Latina son mayores de cuanto imaginamos. Situaciones que se suelen atribuir solamente a Europa y países altamente desarrollados, están presentes entre nosotros, pero aún no hemos tomado suficiente conciencia de ello. La secularización avanza a pasos agigantados con el consecuente relativismo, el materialismo y la prevalencia de los valores del mercado hoy convertido en ideología. La crisis de la familia es patente, una institución que por siglos conservó su valor y fue el fundamento de sociedades fuertemente estructuradas. Vienen del exterior imposiciones que aprovechan nuestra debilidad política y económica, pero que, además, responden a los valores asumidos por las organizaciones internacionales, como son: el aborto provocado, la eutanasia, el matrimonio homosexual, el control natal impuesto con falacias como la falta de recursos alimentarios, cuando el problema en realidad es de distribución, no de producción, como lo han demostrado organismos internacionales como la FAO. la idea que cualquier crítica a los sistemas políticos es subversión o apoyo a sistemas de izquierda. Inclusive el discurso sobre los derechos humanos es visto como subversivo. Las tendencias de varios países que están gobernados por ideologías socialistas tienen que cuestionarnos e invitarnos a análisis inteligentes y libres, que nos ayuden a descubrir en ellos los aspectos polivalentes, evitando aparecer como a la defensa de intereses diversos o a la reconquista del poder perdido. Toda esta realidad, apenas esbozada, pone de relieve la relevancia del discurso social de la Iglesia, actual hoy como nunca para ofrecer orientaciones que puedan ayudar a hombres y mujeres de buena voluntad a buscar caminos de justicia, fraternidad y paz, a hacer de nuestro continente una casa para todos, teniendo siempre presente que «sin Dios el hombre no sabe a dónde ir, ni tampoco logra entender quién es» (CIV 78). No pretendo ofrecer respuestas al «cómo» de la adecuación de la DSC a la realidad social, pues la respuesta puede y debe ser encontrada solamente en cada situación particular. Más bien mi reflexión apunta a cuatro puntos que podríamos llamar condiciones para lograr esa adecuación, y que se presentan para la discusión: El materialismo y el hedonismo han hecho presa de nuestra juventud, haciendo bien difícil el anuncio de un Dios que es superfluo. Yo encuentro, sin embargo, que en muchos jóvenes no hay un rechazo al hecho religioso. Simplemente no interesa, pero es posible despertar en ellos el deseo de Dios y este es el gran desafío de la llamada nueva evangelización, todavía por inventar. 1.Para poder servir en clave auténticamente evangélica, es necesario romper con los compromisos que hemos ido asumiendo con los poderes de este mundo. Me Se ha abierto camino en ambientes mayoritarios de la Iglesia 153